“Un cobijo para el arte”:
Lo local como resistencia en Casa Managua, Tucumán
Resumen / Abstract
Entre 2007 y 2017 funcionó en Tucumán Casa Managua, un bar cultural que se convirtió en lugar referencia del circuito alternativo y que a partir del año 2009 contó con una sala destinada a la realización de recitales de folklore en vivo. Dada la singularidad y relevancia del espacio para la escena musical local y nacional, nos proponemos ubicar esa experiencia como eslabón en una historia federal de la cultura popular argentina y articular una interpretación sobre las relaciones entre política, nación y folklore en los años del kirchnerismo.
Nuestro recorrido se construye a través de tres entrevistas a actores centrales del proyecto: Nancy Pedro, cantante, compositora y gestora cultural, a cargo de la agenda musical entre 2007 y 2015; Ariel Alberto, guitarrista y sonidista de la sala; y Gustavo Moyano, docente de música, guitarrista y socio fundador a cargo de la sala de espectáculos. Además, se contó con testimonios de Juan Falú, Lucho Hoyos y Topo Encinar, quienes solían tocar ahí, y de habitués de la sala, además de consultar noticias periodísticas. Esta experiencia es analizada en base a la categoría de no- contemporaneidad que desarrolla Jesús
A Shelter to the Art:
The Local as Resistance in Casa Managua, Tucumán,
cultural bar that became a reference place for the alternative circuit and that since 2009 counted on a place allocated for alive folklore sessions. Given the singularity and relevance of this space for the local and national scene, the purpose of this article is locate this experience as link of a federal history of Argentinean popular culture and articulate an interpretation about the relationships between politics, nation and folklore in the years of Kirchnerism.
Our itinerary is built through three interviews to
*Fabiola Orquera (Ph.D. in Spanish, Duke University) es investigadora en el INVELEC (CONICET- UNT). Email: faorquera@gmail.com Recibido: 04/04//2019. Aceptado: 12/10/2019.
Palabras clave / Key words
Noroeste argentino - Folclore -
Introducción
Entre 2007 y 2017 funcionó en Tucumán Casa Managua, un bar cultural que se convirtió en lugar referencia del circuito alternativo y que a partir del año 2009 contó con una sala destinada a la realización de recitales de folclore en vivo. Dada la singularidad y relevancia que adquirió este espacio para la escena musical local, regional e incluso nacional, lo tomamos como eje de análisis. Para ello nos proponemos no sólo rescatar esa experiencia y ubicarla como eslabón en la construcción de una historia federal de la cultura popular argentina, sino también articular algunas interpretaciones sobre el tema de este dossier, es decir las relaciones entre política, nación y folclore, centrándonos en los años del kirchnerismo
Si, como señala Néstor García Canclini (2013, p. 21), “una de las claves” de que el arte se esté convirtiendo “en laboratorio intelectual de las ciencias sociales y las acciones de resistencia” es “su experiencia para elaborar pactos no catastróficos con las memorias, las utopías y la ficción”, el caso aquí analizado muestra una forma posible de elaborar ese pacto. A su vez, se propone una interpretación del mismo como forma de resistencia cultural ante la transnacionalización que, según explica Jesús
Para desarrollar este argumento se trazará una microhistoria del lugar a partir de entrevistas con actores importantes en el surgimiento y el funcionamiento de ese espacio, de materiales efímeros que ellos han guardado y de noticias accesibles
cuando se están produciendo redefiniciones de las formas de identidad y de desidentificación”, y agrega que en el
presente “el poder oprime y subordina por la colonización interior”. Atendiendo a estas observaciones, notamos que en el período en que este bar cultural funciona se producen algunas redefiniciones identitarias, aunque, sobre todo, lo que se da es una actitud de resistencia al mercado internacional en el que encarna el poder capaz de colonizar las subjetividades.
Los tramos biográficos que aparecen en las entrevistas van entrelazados con las estructuras sociales: “hay algo de impersonal en lo más personal y algo de colectivo en lo más individual”, dice Ruiz Blázquez (s/p). En el mismo sentido, Ferrarotti (2007, p.14) señala que existe “el entrecruzamiento dialéctico
Otro aspecto a mencionar es que, aun cuando tengan un enfoque personal, estos relatos dan cuenta de un proyecto colectivo; a través de esos recuerdos se puede desentrañar la génesis del proceso social que articula la experiencia analizada. “Únicamente la trama histórica hace salir a la luz las condiciones de posibilidad del objeto de estudio”, afirma Ruiz Blázquez, agregando que, a diferencia de los métodos objetivistas, en el análisis cualitativo de historias de vida “el carácter subjetivo de la investigación no sólo no es despreciado sino que es incorporado al proceso mismo de objetivación de lo real para ser devuelto a los sujetos que hablan” (s/p). La realización de las entrevistas requiere de un “contrato de confianza” y una “corriente empática” para que la comunicación se produzca (Ferrarotti, 2007, p. 17). En este sentido, vale notar que la autora de este artículo ha sido concurrente del espacio que estudia, que conoce a los entrevistados y que su rol de integrante de esa red de relaciones no implica una objeción, sino que, por el contrario, alienta la decisión de llevar a cabo la investigación y ancla el locus de enunciación y la perspectiva analítica.3
Nuestro recorrido por la experiencia de Casa Managua se construye a través de tres entrevistas a actores centrales del proyecto: Nancy Pedro, cantante, compositora y gestora cultural, quien estuvo a cargo de la agenda musical entre 2007 y 2015; Ariel “Furia” Alberto, guitarrista y sonidista en todo el período de funcionamiento de la sala; y Gustavo “Cabeza” Moyano, docente de música, guitarrista y socio fundador, responsable de la sala de espectáculos.4 Ante el pedido formulado por la autora, los tres aceptaron reconstruir sus recuerdos en un diálogo familiar y espontáneo, sin un entramado
eventos que habitualmente envuelven toda actividad humana aquellos que contribuyen significativamente a la historia que está siendo construida”. En efecto, vemos a lo largo de las entrevistas realizadas que Nancy, Ariel y Gustavo realizan esa operación en forma natural al seleccionar los eventos relevantes de la historia de Casa Managua en la memoria social de Tucumán y, más específicamente, de la comunidad del folclore progresivo. Asimismo, se citan testimonios de Juan Falú, Lucho Hoyos y Topo Encinar, quienes tocaron varias veces ahí, y de habitués de la sala, además de consultar noticias y videos subidos a YouTube por “el Furia” y otros artistas.5 Finalmente, esta experiencia es analizada en el marco del período en el que se desarrolla, es decir el gobierno kirchnerista y el comienzo del gobierno de Cambiemos.
Sustrato previo: espacios de encuentro musical en los noventa
De los entrevistados, el primero que comienza a vincularse con el ámbito de la música es Ariel Alberto. Nació en Tafí Viejo
Después de año y medio Lucho le propone a Ariel unirse al dúo de guitarras que formaba con Omar Flores para tocar con el famoso compositor José Antonio “Pepe” Núñez
En esos años Ariel también integró Mulalma, con los taficeños Topo Encinar y Bonzo Horak, y con ellos grabó Tukma Ñaño (1997) y acompañó, junto a Chanfaina Di Clemente, al cantante Mono Villafañe. En 1998 los integrantes de Mulalma pusieron una peña en Tilcara, pero Ariel tuvo que viajar en forma urgente al Festival de Cosquín, en Córdoba, al enterarse de que “el Mono” había ganado en el rubro “Solista” y “Canción inédita”.8 Ahí comenzó a asistir a la Peña del Colorao y a la de “los Copla”, donde conoció a artistas como María de los Ángeles “Chiqui” Ledesma y a los integrantes de Cosecha de agosto, Pica Juárez, Raúl “Tilín” Orozco y Fernando Barrientos; en los años siguientes siguió yendo al festival y manteniendo contacto con esos músicos.9
En 1999 falleció Pepe Núñez y sus músicos se transformaron en transmisores de su arte. Siguiendo su relato, Ariel cuenta que después Mulalma se desarmó y que él empezó a tocar con el cantante y percusionista Café Valdez y Gerardo Núñez. Una vez, en un locro celebrado en un Día del trabajador en el que “iba la guitarra dando vueltas”, el compositor Gustavo Guaraz bautizó al trío como “Trealilo”.10 Ensayaban en una casa antigua que Gerardo había alquilado en el centro tucumano, donde ofrecían talleres, mientras soñaban con un espacio propio para hacer cenas con música en vivo. Llegado el momento, Casa Managua haría realidad ese deseo.
Según cuenta Topo Encinar en una comunicación con la autora, en el 2000 él produjo primera edición Encuentro Nacional de Músicos Independientes, con el apoyo de la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional de Tucumán. Ese ciclo
Entre los que participaron en distintas ediciones, según recuerdan Topo y Ariel, estuvieron Gerardo Núñez; Coqui Ortiz, Mario Díaz, Mariana Baraj, Verónica Condomí, Carlos Marrodán, Franco Luciani, Pablo Mema, Lucho Hoyos, Claudio Sosa, Pica Juárez, Pimpe González, Tilín Orozco, Fernando Barrientos, Laura Albarracín, Susana Escribano, Laura Vallacco, Susana Castro, José Luis Aguirre, Ramiro González, Pancho Cabral, Marcela Passadore y Diego Penelas, Luna Monti y Popi Quintero y el grupo Acaseca. Como veremos, varios de estos músicos participarán después en el escenario de Casa Managua, donde se otorgará la misma centralidad a la comunicación entre maestros consagrados y músicos jóvenes. Por otro lado, Chiqui Ledesma y José Ceña impulsaron, a través de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Festival de músicas de provincias, que se realizó entre el 2000 y el 2006 y creció tanto que en la última edición cantó Mercedes Sosa.11
Nancy Pedro, por su parte, comenzó su relación con la música popular en su adolescencia. A los trece años estudiaba en la Escuela de Agricultura de la Universidad Nacional de Tucumán, donde casi todos sus compañeros eran varones y “tenían la voz”.
Por eso el escenario donde se presentó en público por primera vez, en 1995, fue la Escuela de Bellas Artes, donde asistía su hermana. En esa ocasión el guitarrista la invitó a formar un grupo, experiencia que fue acompañada por clases de canto. Su maestra era Patricia Juárez, entonces pareja del guitarrista Carlos Podazza, ambos figuras de la música popular en Tucumán y dueños del
Su grupo, llamado Origen, estaba integrado por Virginia Ledesma, Carolina Dumas y José Racedo y tenían como armonizador a Pedro Barrionuevo, de Famaillá, integrante del grupo Zamba 4. En cierta forma eran un emergente local del llamado “folclore joven” y que tomó la forma de un boom nacido en el Festival de Cosquín en 1996, caracterizado por un carácter regional y un impacto masivo, con figuras como Soledad Pastorutti, Los Nocheros y Los Tekis.12 El movimiento generado en ese contexto hacía que Nancy fuera con su familia a peñas y festivales provinciales
Antes de seguir con esta reconstrucción conviene subrayar dos aspectos. Uno tiene que ver con “el llamado”, es decir el momento en el que se produce un cambio significativo en la subjetividad de quien reconstruye su trayectoria, marcando un punto de inflexión en su identidad. Ferraretti (2007, p. 19) observa que “existe un misterioso sentido del destino que puede emerger y manifestarse en (…) la juventud primera. El resto de la vida pasa después para probar y confirmarse a sí mismo y a los demás lo que desde el principio sabía o intuía”. En el caso de Nancy ese llamado se produce cuando escucha la zamba “Si llega a ser tucumana”, ya que esa nueva musicalidad y sus armonizaciones se imponen ante la práctica que ella conocía hasta ese momento: “Yo tenía el deseo puesto en querer cantar eso”, afirma. Pero ese horizonte resulta “raro” para su grupo, que se resiste a incorporarlo en su repertorio. En consecuencia, ella se aleja del folclore de peñas, festivales, de lo que sonaba en los “parlantes de los vecinos en la calle” y de la estética de Los Chalchaleros y Los Tucu Tucu y se acerca a la del Dúo Salteño y Los Fronterizos, cuya sonoridad le resultaba exquisita y se le imponía como una música que quería “abordar” aun careciendo de referencias en ese ámbito, “ni siquiera la de Mercedes Sosa”, según ella misma aclara.
Otro aspecto a destacar es que esta búsqueda conllevaba sus obstáculos. Observando la construcción de este tipo de relatos, se advierte que eso se debe a que la narradora está refiriendo un cambio de habitus.13 Vale la pena, en este sentido, hacer referencia a Leda Valladares, famosa folclorista tucumana que a comienzos de los cuarenta, cuando tenía veinte años, se sintió subyugada por el canto de unas copleras y abandonó el blues que cantaba hasta entonces para ir por detrás de esa música, que sentía como atávica (Orquera, 2015a). Por su parte, su hermano, Rolando “Chivo” Valladares, se sintió atraído por la música de los cerros altos desde su tierna infancia, cuando vacacionaba con su familia en Maimará. Volviendo al relato de Nancy, también se conecta con la historia de Mercedes Sosa (Brizuela, 1992, Braceli, 2003 y
quien cuenta que al escuchar a Oscar Matus decidió alejarse de la música masiva para internarse en el ámbito del folclore comprometido y estilizado que éste representaba. Juntos irían a vivir en Mendoza y en 1963 crearían, junto a Armando Tejada Gómez y Tito Francia, el Movimiento Nuevo Cancionero, epítome de la renovación del folclore.14 En cuanto al momento del llamado, si bien no es un rasgo universal, aparece con frecuencia en la construcción de subjetividades de artistas que se separan del mainstream. Una pregunta importante, cuya respuesta excede los límites y el perfil de este trabajo, es qué fibra de la sensibilidad es capaz de articular una nueva subjetividad e incidir en una trayectoria de vida. Lo que sabemos es que esto efectivamente ocurre, porque de ello dan cuenta los relatos de las artistas mencionadas: Leda habla de un “estado de trance”, Mercedes se enamora de Oscar Matus cuando escucha sus canciones y Nancy obedece al poder del deseo que le genera la zamba de Leguizamón y Castilla. En los tres casos la fuerza que se impone permite vencer obstáculos y realizar ciertas transgresiones: en el caso de Leda, desafiar los gustos de su clase y arriesgarse a explorar un universo distinto, ajeno a su origen étnico y social; en el caso de Mercedes, cancelar un matrimonio inminente, en contra de las expectativas familiares, para ir a vivir a Mendoza
sentido del gusto.
En este relato y en el de Ariel Alberto
Ya en su etapa solista, Nancy se conecta con la práctica compositiva a partir de la impregnación de la música que admiraba. A los dieciséis años el noviazgo con Matías Heredia la acerca a las reuniones que se hacían en casa de su padre, Hugo, cuyo oficio de fotógrafo lo había conectado con reconocidos artistas: Lucho Hoyos, Peter Wurschmidt, Adriana Tula, Laureano Cejas, Los musiqueros de Tafí, Gustavo “Yanqui” Molina, Topo Encinar, Leopoldo Deza, Rubén Cruz, Melania Pérez, Ángela Irene, Suna Rocha, Raúl Carnota. En esas juntadas se escuchaban registros como el del grupo Mate de Luna
Por otro lado, después de haberse identificado con el feminismo, movimiento al que le reconoce el haber puesto en valor “un hacer que históricamente ha estado invisibilizado”, advierte el sentido descalificador de la expresión “canción de minita” que entonces se usaba, dando por sentado que “la minita del grupo”, era la encargada de
“llevar partituras, organizar y pagar por los ensayos”. Dentro de ese mandato, cuando integraba el dúo con Ariel Alberto sentía que tenía “la suerte” de tocar con él. Sin embargo, cuando se ve por las decisiones que toma y por su accionar firme y consecuente, ella encarna, más que a la “minita del grupo”, al modelo de mujeres fuertes del folclore, como Margarita Palacios, Mercedes Sosa, Leda Valladares o Violeta Parra, a quien descubre después y a quien tomará como referencia.17
Otro espacio importante de formación para esta artista fueron los ya mencionados Encuentros de Músicos Independientes, que incluía clínicas en la Ciudad Universitaria, a los que asistió en la adolescencia. Ella estaba al tanto de las actividades de extensión de la Universidad y prestaba atención a este tipo de expresiones artísticas. Así conoce a los referentes nacionales vinculados a ese folclore innovador y a los tucumanos que estaban abriéndose camino en Buenos Aires.
Como se puede inferir, en su memoria se delinean claramente dos ámbitos: el de lo
Volviendo al relato de su trayectoria formativa, Nancy nota que el folclore estilizado que la había atrapado era percibido con “un cierto valor” por amigos y amigas que provenían de ámbitos no artísticos, ya que ella en esos años estudiaba ingeniería. A la vez, advierte que muchos artistas que habían explorado líneas no comerciales sentían la falta de reconocimiento, de visibilidad, de escucha. Esta observación remite a una estructura de sentimiento habitual en las provincias, derivada del dominio y sofocamiento que ejerce el mercado musical sobre los campos productivos locales. En este sentido, la formación de grupos relativamente cerrados, integrados por compositores, intérpretes y oyentes, funciona como mecanismo de defensa ante un sistema avasallante, cuya potencia no sólo invade las redes de distribución y consumo, sino que, desde la aparición de los equipos amplificadores de sonido
Entre la tecnologización y la conexión con lo local, Nancy rescata a la peña La Cumbre, en Tafí Viejo, porque era muy abierta: recibía a músicos de otras provincias, como Bruno Arias, al tiempo que permitía que toquen artistas locales, dándole espacio para presentar sus canciones e interactuar con un espectro más amplio de músicos. Cuando este local cierra, en 1999, se queda sin lugares donde actuar y decide mudarse a San Miguel de Tucumán, donde otros músicos taficeños la hacen participar en sus espacios o bien ella concurre a peñas solidarias.
Casa Managua y el escenario “Pepe Núñez”
Los recuerdos de Nancy pierden su intensidad en el período que va del 2000 al 2004, cuando no se avizoran lugares de referencia; justamente, este período coincide con la crisis del 2001 y sus efectos. En el 2005, cuando se percibe un pequeño repunte económico, se inaugura Chateau, un bar temático en el que se armaban guitarreadas y circulaban artistas “del palo de la trova”, según relata Nancy, como el Indio Cansinos y Matías Manzur, que formaban el dúo Caín y Abel. En 2005 comienza a funcionar La pulpería, cuyos dueños, Pablo Augusti y Eugenio Casacci, impulsaban el arte independiente. Como en ese momento no había restricción horaria nocturna para los bares, ella va a cantar cuando sale de Chateau, hasta que le ofrecen trabajo como moza.18 Una noche Bruno Resino, que integraba Los sureños, la invita a cantar, inaugurando una participación que se reiteraba con otros músicos. En esa peña conoce “al Furia”, al guitarrista Carlos Carrizo, al “Mono” Villafañe y a su hija Noralía, también cantora. Había una noche bautizada como “El danzón”, donde se bailaba folclore y tocaban artistas locales
Mientras tanto, seis amigos, cinco de los cuales habían sido compañeros de secundaria en el Instituto JIM, se reunieron para abrir un bar: Gustavo “Cabeza” Moyano, profesor de música; Federico Robledo, diseñador gráfico: Guillermo “Pollo” Saab, Licenciado en Administración de empresas; Sebastián “Kevin” Viñuales, contador; y Gustavo “Coco” Jiménez. A ellos se sumó Lucas Rizo, fotógrafo y artista plástico, primo de Cabeza. La idea surgió en Plaza de almas, un bar que funcionaba en un pequeño local en calle Maipú
Es así que Guillermo Saab, Coco Jiménez y Sebastián Viñuales decidieron abrir su propio bar y convencieron a sus amigos de que se sumaran al proyecto. Después alquilaron una casa prácticamente en ruinas y la pusieron en condiciones, con la ayuda de otros artistas. El 1 de febrero de 2005 nació el nuevo espacio cultural, con diez mesas y talleres para clases de danza, guitarra, pintura, fotografía. Un amigo del grupo, Alfredo “Frido” Núñez, estudiante de la Facultad de Artes, conseguía que algunos talleres de esa institución hicieran muestras ahí [Foto 1] y él mismo desarrollaba sus propio arte [Foto 2], de modo que pronto el lugar resultó chico. Según recuerda “Cabeza” Moyano, esta pequeña empresa estuvo impulsada no tanto por la idea de hacer negocio como por la de hacer realidad el sueño colectivo de canalizar el interés común por el arte. El deseo de ofrecer recitales en vivo “era un sueño desde el comienzo”: lo
habían intentado una vez que Bahiano
Foto 1: Frido Núñez, Federico Robledo, Juan Lemos (mozo), Guillermo Giménez y Lucas Rizo, mientras arman una muestra de pintura.
Foto 2: Frido Núñez [con una placa que dice COMUNNE] en una escena de una película que estaba filmando en Casa Managua.
Al comienzo los amigos llamaban al lugar “La casa” y, dado el colorido y la vegetación, había adquirido, según rememora el mismo entrevistado, “una onda latinoamericana”.20 Una vez, mientras buscaban un nombre para bautizarlo, llega Sebastián con un poema de Julio Cortázar dedicado a la Nicaragua del triunfo sandinista, titulado “Noticias para viajeros”, en una de cuyas estrofas dice: “La viste desde el aire, esta es Managua, / de pie entre ruinas, bella en sus baldíos, / pobre como las armas combatientes / rica como la sangre de sus hijos.” A todos les gustó la dulzura de la palabra “Managua” y el sentido de las palabras, que remiten al fin de una guerra y un tiempo de promisión. Es posible conectar este significado con el hecho de que Tucumán había sido un lugar particularmente castigado por la última dictadura y que los bares culturales, en cuanto sitios de formación de expresiones alternativas, al ofrecer un marco para la charla, la reflexión, la diversión y el afecto, cumplieron un rol fundamental para reactivar los lazos de fraternidad de esa comunidad vapuleada y amordazada [Foto 3]. La sociedad argentina estaba empezando a repuntar económica, social y anímicamente después del estallido del 2001, provocado por el ciclo neoliberal iniciado por el gobierno de Carlos Menem y continuado por Fernando De la Rúa.21 En cuanto a la identidad política de los seis amigos, si bien no era uniforme ni adscribían a una militancia específica, sí compartían, según recuerda Nancy, una “conciencia local” que se manifestaba en el hecho de que “los salones tenían nombres de artistas y los mozos también lo eran.”
Foto 3: Imágenes icónicas de Casa Managua.
El lugar se constituyó en sitio de encuentro después de los recitales para gente comprometida con el arte y la causa social: “había mucho discurso ahí”, subraya la cantora. Esta observación se conecta con otra observación de Pablo Vila en el artículo antes citado, donde señala que “la gente encuentra los discursos que les permiten armar sus identidades” en las construcciones culturales de cada época y que “es en el reino de la cultura donde se desarrolla la lucha por el sentido de las diferentes posiciones del sujeto, y la música es una fuente muy importante de tal tipo de discursos”.
Nancy, por su parte, se integró al bar como moza en el 2006. Mantenía la inquietud de cantar y organizaba tocadas en bares como Rayuela, Patio Lorca o Mythos, al tiempo que otro trabajo le permitía viajar y hacer producciones, como traer a Diego Marioni y a la banda La clavija urbana o producir al Trío Latinoamericano, integrado por Café Valdez, Claudio Luna y Omar Flores. Nancy cuenta que, como al principio en Managua “no se podían hacer toques”, los socios y mozos “tramaban” en el patio cómo “iban a hacer”, cobijando el “máximo sueño” de que toque Juan Falú. El recuerdo recrea la necesidad de un lugar para la música que admiraban: “Lo vivíamos como una ilusión. Deseábamos que eso pase, deseábamos un lugar para el arte local”: todos los deseos “se planeaban, se nombraban, se pronunciaban con alegría”, subraya la artista.
La oportunidad de pasar a la dimensión de lo real se produce cuando en 2007 consiguen alquilar la sección complementaria de la casa
La escasez de recursos al comienzo era notable. Gustavo Moyano recuerda que “todos han tocado en pallets con una alfombra, hasta que hemos ido a comprar parlantes” y Ariel cuenta que primero trabajaba con una consola prestada, con cuatro entradas, hasta que, transcurrido un tiempo, pudieron comprar una con seis entradas. Aun así, “Furia” consiguió armar un buen sonido. Sin haber hablado específicamente de los roles, Nancy comienza a armar la agenda de la semana, a organizar, a comunicar los eventos a través de partes de prensa a las radios y diarios locales y a enviar emails, hasta que aparece Facebook. Habitualmente había una programación de jueves a domingos; si algo se caía, siempre había espectáculos viernes y sábado. Para eso ella programaba constantemente: “cuando veía a un artista le contaba de Managua, o lo llamaba”. Llegado el momento de definir los roles, ella fue oficialmente la encargada de la agenda musical, Ariel del sonido y Gustavo Moyano de la sala, con la ayuda Guillermo Saab y Coco Jiménez, quien “ponía en realidad las ideas sobre el espacio y la estructura”. Gustavo recuerda que fue Coco quien cosió en forma artesanal la M que caracterizaba el fondo del escenario. Mediante las redes sociales virtuales y personales se contactaba a los músicos; al principio los de afuera tenían más convocatoria que los locales, aunque después esa relación fue al revés. Al pensar en los logros conseguidos, Nancy destaca que instalaron el pago de “un derecho de espectáculo, que la gente haga silencio durante el show, hasta que los mozos que circulaban por el espacio sean respetuosos (…) y que los shows duren dos horas”, porque antes “no había una costumbre asignada” para ello.
Al igual que en las guitarreadas que se hacían en Tafí Viejo, en el ambiente de Casa Managua flotaba la memoria de Pepe Núñez. A Ariel y Lucho Hoyos, por haber tocado con él, les cabía la función tácita de difundir o “repartir” ese legado, ya que no estaba subido el material existente a internet, sino que permanecía guardado en casetes en las casas particulares. Nancy, que conoció las grabaciones de Pepe que guardaba Ariel, observa que en esa época “no se vivía con tanta fluidez el acceso a la música” sino a través de tocadas en vivo, como las que promovían los Encuentros de música independiente, a los que los dueños de Managua habían asistido.
Por eso, recuerda Gustavo, al pensar en el nombre del escenario “sale el nombre de Pepe”. Ariel fue el encargado para transmitirle a Albita
El día de la inauguración había muchísima gente; se proyecta el documental “Hermano Núñez” de Fernando Korstanje (2005), que recrea memorias sobre Pepe, sus composiciones y el ambiente musical de los setenta. Esa inauguración, de acuerdo con Nancy, “ha sido histórica” porque a partir de un buen sonido y el amor con el que trabajaban se había cumplido una meta que parecía un sueño.
Ahora bien, la elección del nombre de Pepe Núñez reúne una serie de sentidos. En primer lugar, lejos de ser neutra, contribuyó a consagrar la memoria del homenajeado, cuya figura se asociaba al folclore social, comprometido con el hombre y su circunstancia, interesado en fortalecer la imagen del trabajador y estimular la solidaridad con el campesino y el pelador azucarero (Orquera, 2017) Pepe era amigo de Mercedes Sosa y los integrantes del Movimiento Nuevo Cancionero y cantaba canciones con fundamento, generando musicalidades novedosas, impredecibles, con influencia tanto de la música caribeña como de la Nueva canción chilena, debido a su admiración por Víctor Jara. A su vez, su entrañable amistad con Juan Falú y el grupo de estudiantes de “la San Luis” hizo que sintiera profundamente la desaparición de Lucho - estudiante de historia, hermano de
Desde la apertura de la sala comenzaron a hacerse homenajes a Pepe Núñez al cumplirse los aniversarios de su muerte. El evento se originó a partir de una celebración de cuatro días que se hizo en el Museo de la Universidad Nacional de Tucumán - MUNT- en 2009, al cumplirse diez años de su
los asistentes seguía la reunión en Casa Managua, por lo que el festejo se extendió a la agenda de esta sala, reforzando la mística alrededor de Pepe. Otro evento reiterado cada año eran los cumpleaños de Managua, al que asistían muchos artistas, se unían generaciones, se compartía el escenario y se juntaba el repertorio propio con el ya consagrado. Además, se hicieron homenajes a Cuchi Leguizamón, a Chivo y a Leda Valladares. Aunque el lugar tenía goteras, recuerda Nancy, y a veces hacía frío, “la magia era la música.”
Con respecto a los significados reunidos en torno a Pepe Núñez, se destacan su identidad norteña y el hecho de que hubiera vivido y compuesto en la provincia, fuera del circuito comercial, lo que es percibido como un acto de resistencia en sí mismo. La transmisión a sus discípulos
Esa dinámica se manifiesta en el amplio espectro de artistas que pasó por ese escenario. Una carpeta de recopilaciones de las actuaciones sucedidas entre 2009 y 2010, otra que contiene algunos recortes, los recuerdos de los entrevistados, lo de la propia autora de este artículo
Los primeros recitales que vienen a la memoria de los entrevistados son los de artistas de folclore consagrados: Bruno Arias, Liliana Herrero, Teresa Parodi, Lorena Astudillo, Melania Pérez, Raúl Carnota, Ángela Irene, Jorge Marziali, Marita Londra, Franco Luciani, Carlos “Negro” Aguirre, Martín Neri, Mariana Baraj, Carlos Marrodán, Pablo Mema, Gerardo Núñez, Rubén Cruz, Facundo Guevara, Ernesto Snajer, Mariano Cantero, Verónica Condomí, Coqui Ortiz, Ramiro González, La clavija urbana, Perota Chingó, Romina López
Por otro lado, aparecen las presentaciones de tucumanos residentes fuera de la provincia cada vez que la visitaban, no sólo Falú y Rojo, sino también Topo Encinar, Leopoldo Deza
trío
Entre los músicos locales que interpretan o componen folclore, se presentaron Lucho Hoyos, Rubén Cruz, Café Valdez, Gustavo Moyano
Foto 4: Gustavo Moyano, Angie Camuñas, Nancy Pedro, Negro Aguirre, Popi Quintero y Guillermo Saab.
Manolo Alonso, Haydée Mariel, Mica Flores, Natalia Trouvé, Bruno Resino, Francisco Santamarina, Jeremías Nieva, Alejo García, Noelia Scalora, Silvia Borda, Alina Farah, Dana Quiroga, Chanfaina Di Clemente, Federico “Cuchi” Correa, Dúo Tafinando
Otros artistas llegaron desde el noroeste, como Francisco y Alfredo Lugones y el dúo Oblivion
Como se ve, múltiples sonoridades mostraron variados matices de la música argentina y conexiones con otras corrientes latinoamericanas, como la bossa nova, la trova cubana
y la nueva canción chilena. El lugar se constituyó en un centro cuya potencia alcanzó a articular un discurso y a construirse como referencia de un folclore en constante innovación y matriz progresista. El auditorio Pepe Núñez funcionó, en términos teóricos, como un espacio de construcción de hegemonía y resistencia a los poderes difusos del mercado transnacional.24
Por otra parte, para fortalecer la programación apelaron a las posibilidades que ofrecían programas culturales nacionales como Ruta Nacional Canción, Sonamos Latinoamérica y Músicos por el país. En un momento hicieron un acuerdo con el Centro Pablo de Cuba, que manda a artistas; Nancy solía albergar artistas en su casa, hábito por el cual conoció a Rocío Palazzo, quien se transformó en su maestra, y posibilitó otros intercambios que fueron formando una red que trascendió la provincia y conectó a artistas desde Jujuy a Ushuaia. Otros convenios se establecieron con Café Cultura, la Fundación Flecha Bus, los hoteles Catalinas Park y Sol San Javier, para los que se había armado una carpeta con la información del espacio y una especie de “manifiesto”
El trabajo implicaba, sin embargo, presencia constante de miércoles a lunes; entrega importante a nivel personal, dejando de lado cualquier otro ámbito de reunión; esfuerzo físico, al trasladar sillas y limpiar revoques; y exigencia mental, ya que había que imaginar formas de sostener la agenda y el público. Por eso, si bien Managua tenía un perfil estético claramente definido, con el tiempo éste se abrió a otras propuestas que ofrecía el panorama local. En cierta forma hubo que negociar entre dos identidades que confluían en los gestores: la que los vinculaba a un paradigma estético específico, que incluía las exposiciones en el espacio de arte visual llamado Spora, que manejaba María Gallo, la poesía que a menudo acompañaba a los recitales
Como observa Nancy, había una combinación simbiótica entre la gastronomía, que sostenía el espacio físico y ofrecía las instalaciones para que todo eso funcione y el espacio artístico, ya que los eventos, la difusión en los medios y la presencia del público alimentaban la circulación de gente. En cuanto a los motivos que permitieron la existencia de este espacio, ella piensa que “había una necesidad social de que un espacio como ese exista” y que los asistentes lo sostenían con presencia:
Lo militaban, lo defendían, lo cuidaban. Entonces ese espacio ha ofrecido un lugar de reflexión, un lugar de música, de producción, de concurrencia, de encuentro, donde la música tenía un valor tan real como el valor de un porrón. No se discutía el precio del derecho de espectáculo. Ha sido un cambio de paradigma [que ha consistido en] la instalación de un valor en sí de la música, que tiene un tiempo de duración y un respeto.
Nancy y Furia se separaron en la vida sentimental y artística en 2013, aunque en 2014 presentaron Dúo, el álbum que grabaron juntos, en el escenario Pepe Núñez [Foto 5]. En 2015 Angélica Camuñas y Gustavo Moyano presentaron Primero [Foto 6]; en ese mismo año Nancy tuvo una hija con su pareja, lo que implicó otras necesidades que impidieron que siguiera con su rol de programadora de la agenda de la sala.
Foto 5: Ariel Alberto y Nancy Pedro cantando juntos en Casa Managua.
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Foto 6: Gustavo Moyano y Angie Camuñas en el escenario Pepe Núñez.
La reemplazaron en esta actividad las hermanas Angélica y Ana Camuñas, quienes, en parte porque la sala ya atravesaba problemas económicos y en parte por introducir innovaciones, organizaron el ciclo “Managua de pie”, para el que se sacaron las mesas y las sillas, adaptando la sala para el baile, con música en vivo. Generalmente tocaba La banda del río Salí, en la que canta Angie, dedicada a un repertorio latinoamericano. También hubo ferias a la siesta, música indie y noches de Open mic. Sin embargo, a pesar de apoyo brindado por artistas como la Banda del Río Salí y Lucho Hoyos, no se pudo evitar el cierre, que ocurrió un 30 de abril de 2017.
Después se dio un breve período de reapertura que transcurrió, con nuevos dueños, desde el 12 de octubre de 2017 hasta noviembre de 2018 (“Casa Managua”, 2017). La idea era continuar con la línea musical establecida, al punto de bautizar a la sala como Juan Falú, acto que venía a completar y refrendar la amistad entre este guitarrista y Pepe Núñez, que había dado nombre al escenario. Ana Camuñas, Manolo Salguero, Pablo Guaraz y Pancho Santamarina estuvieron a cargo, en distintos momentos, de la agenda musical, que contó con presentaciones de Lucho Hoyos, Che Joven, CheChelos, Franco Luciani, Bruno Arias, Clara Cantore, Victoria Birchner, Miau Trio, Loli Molina, Mica Flores, Luna Creciente
Sobre el cierre del lugar y la elaboración de esa experiencia
Gustavo Moyano recuerda que en 2016, desaparecido el Ministerio de Cultura de la nación, los programas de apoyo que brindaba fueron desactivados, al tiempo que disminuía la concurrencia y el consumo. Mesas que pedían cinco cervezas, pasaron a preguntar cuánto salía; a la vez, subía el combustible, la luz, los impuestos, el alquiler, la obra social y la Quilmes, y la caja comenzaba a no cerrar. Para ese momento varios socios se habían apartado, por distintos motivos
proyectos- y sólo seguían él, Sebastián Viñuales y Pollo Saab. Después se quedó solo con Sebastián y el apoyo de las hermanas Camuñas. A esta situación se sumaba el hecho de que algunos músicos no comprendían que si bien no se cobraba por el uso de la sala, Managua no se hacía cargo de la producción, excepto cuando se encargaba eso expresamente, lo que a veces generaba conflictos. En ese cuadro, continúa el relato de Gustavo, “los precios se iban”, y como muchos de los habitués no tenían resto económico para afrontar ese incremento, a pesar de la ayuda prestada por algunos artistas, sobrevino el cierre y la venta de lo que se pudo, para afrontar indemnizaciones y deudas.
En medio del dolor por el fin de un sueño, Gustavo se sorprendió ante la gran repercusión del hecho: recibió numerosos mensajes de artistas y conocidos, pedidos de entrevistas y ofertas para comprar el lugar, lo que finalmente sucedió y el bar reabrió unos meses después, por un año. Al finalizar, afirma que “Lo de Nancy fue imborrable”, al tiempo que destaca el valor del trabajo de Ariel y el apoyo de Angie, Ana, Lucho y la constancia del cocinero Miguel Gianmarino, “el Chato”, quien permaneció a lo largo de todos esos años.
Ahora bien, antes de volver sobre algunos aspectos de esta experiencia, vale la pena citar tramos de la reflexión que hizo en ese momento Alejandro Kaplan, uno de los músicos del ciclo de cantautores Meta Nomás. El define Casa Managua como “el bastión más icónico que tuvo la cultura independiente de nuestra ciudad durante más de una década” y señala que los socios y gestores del lugar abrían el espacio a las expresiones artísticas sin fijarse “si era convocante, si la rompía en la taquilla, si el nombre resonaba en las marquesinas”, coincidiendo en muchos aspectos con Nancy:
Todo aquel que deseaba producir una fecha, que defendía el amor por su arte, encontraba cobijo sin más (…) te facilitaban una de las mejores salas independientes del NOA sin costo, con un operador de sonido de lujo a un precio súper accesible (con todos los recursos técnicos incluidos) y te convidaban una cena para todos los músicos al terminar, no solo contabas con un espacio exclusivo para recitales donde el público sabía que debía respetar al espectáculo y al espectador, guardando silencio, pagando el derecho de espectáculo y demás buenas costumbres que sabemos lo difícil que es lograr, no solo programaba 2 a 4 artistas tucumanos por fin de semana, no tan solo todo eso, porque lo que de verdad recibías cuando entrabas por la puerta de San Juan 1015 era el trato de los amigos. Era el respeto y la calidez hacia los artistas. Era la convicción de que felizmente, en un rincón de tu provincia, había un reducto que defendía y sostenía diariamente la movida independiente. Y lo más sorprendente, sin otro recurso que el de la autogestión (s/p)
Por otro lado, Alejandro analiza el rol del estado en el desenlace de esa experiencia, afirmando que “lo que ahogó a esta pequeña empresa fue la presión impositiva” en un marco recesivo, que empujó al cierre a varias pequeñas empresas. Señala que la legislación provincial no está preparada para espacios como Casa Managua, porque “no existe una figura legal que contenga esta clase de emprendimientos, y que contemple el rol que desempeña en la comunidad”. Al tratarse de “un espacio cultural multidisciplinario, autogestionado, que alberga la producción de cientos, miles de artistas locales, promotores de la cultura”, su cierre se transforma en “una catástrofe.”
Observa, además, que “el problema se origina en una etapa anterior, donde se debe definir las actividades que requieren un sostenimiento desde el estado, y las políticas para llevarlo a cabo”. La conclusión a la que llega coincide con la opinión de muchos tucumanos, en cuanto señala la necesidad de una ley provincial que exima a estas empresas
…de un gran porcentaje de impuestos, y le(s) permita acceder a fomentos y estímulos económicos para que puedan potenciar su rango de acción (beneficiarios primarios), el cual redundará en provecho para la comunidad artística y cultural (beneficiarios secundarios) y en definitiva para la sociedad que consume los bienes, servicios y propuestas culturales que allí se ofrecen (beneficiaros terciarios)
Al cierre de su nota interpela a la comunidad, sobre todo a los artistas, a involucrarse en el tema, reflexionar y organizarse para que la escena se expanda en lugar de contraerse. Ocurre que el cierre de Casa Managua fue seguido del cierre de Plaza de Almas, El árbol de Galeano
Recuerdos perdurables
“El verdadero desafío que las historias de vida arrojan a la investigación social, dice Ferraretti (2007,
…los vínculos profesionales, los lazos personales (...) Durante muchos años le he puesto el cuerpo a un espacio que me ha dado mucha pena que se cierre, me hubiese gustado que siga eternamente. Pero entiendo que las presiones económicas
Al respecto, señala que habían buscado el apoyo del Ente cultural de Tucumán y que si bien este organismo incluía a Casa Managua en su circuito de programación en lo posible, la falta de una legislación provincial para este tipo de lugares y las exigencias extremas de habilitación terminaron complicando aún más su funcionamiento. Nancy cuenta que unos años después trabajó en otro bar, El Charco, que también tuvo que cerrar. En su evaluación final sostiene que para que otro lugar de estas características perdure en el tiempo necesitaría de la intervención del Estado, al menos en el apoyo a los trámites, exenciones o reducciones impositivas, inclusión en la programación de actividades oficiales y convenios para que los artistas que vienen al Septiembre Musical u otros festivales oficiales coman ahí, por ejemplo. En cuanto a los lugares actualmente existentes, son escasos, no tienen habilitación y carecen de un público propio.
Ahora bien, en Casa Managua contaba con habitués cuyo testimonio permite captar el valor simbólico del lugar para la comunidad que, desde distintos lugares, contribuía a su permanencia. Por ejemplo, Lucho Hoyos alude a algunos vectores comunes de la identidad de estos actores:
Managua es una cosa muy importante que ocurrió en mi vida. Creo que se juntaron condimentos esenciales, era el negocio que uno siempre hubiese querido hacer con la cultura, o la música, por otro lado, tenía la presencia de un grupo de gente con la que uno se alineaba en lo personal, en lo político, en lo filosófico, en lo ideológico [mis cursivas] (…) Y bueno, estuve desde la génesis del proyecto (…) hacía mi aporte desde el lugar que yo podía. Era el lugar que debía existir en Tucumán y que no había, y cuando se lo hizo fue una cosa muy linda disfrutarlo, de hecho yo en un reportaje dije que si alguien me pedía que firme, yo firmaba ya que me quedaba tocando en Managua hasta que me muera [mis cursivas], de tan bien que me sentía en el lugar y con la gente. El mejor sonido del mundo estaba instalado ahí y lo manejaba el tipo más groso, que es el Furia. Para uno era un orgasmo múltiple estar subido a ese escenario cantando las canciones. Era muy disfrutante.
En efecto, esos vectores que unían a los concurrentes construían una identidad centrada en el arte y la escucha de la música
espacio pautado por sus propias reglas de convivencia, con cierta tonalidad mágica
Por eso el cierre de Casa Managua es sentido como una muerte. “Una herida enorme, otro proyecto más que se nos caía. Ese dolor es terrible: el dolor de no poder ser”, dice Lucho, mostrando la herida honda de la provincianía. A pesar de ello, el músico mantiene la esperanza en la vida cultural de Tucumán, que entre los bares nuevos se producirá una decantación natural y que seguramente concebirán “hermosos lugares”, al tiempo que desliza la posibilidad de que “nosotros
Por su parte, Juan Falú afirma que en Casa Managua encontró “además del cariño, la amistad, el brindis por eso, un lugar que cobijó el mejor arte en sus diferentes expresiones, pero particularmente en la música”, que es lo que le “tocó vivir muchas veces, por suerte”. Define ese ambiente como “ese cobijo del arte” que si bien “en una sociedad cuidadosa de la educación de sus pueblos, hubiese sido natural” en estos tiempos se transforma en “un acto de resistencia”. Por eso, concluye: “Llevo a Managua en lo mejor de mi memoria”. Del mismo modo, Topo Encinar valora el amparo, la calidez y la decisión de sus amigos de haber generado ese espacio por “puro gusto”, asignándole un lugar en la memoria de la cultura tucumana.
Desde el lado del público, que fue el otro factor de sostén durante diez años, se destaca Magui Ponce, fotógrafa, docente universitaria y amante del folclore del noroeste. Ella asistía regularmente con su esposo, “Pato” Breppe, y sus hijas, amantes todos del repertorio de Pepe Núñez y los compositores tucumanos. Magui manifiesta una “tremenda nostalgia” por la pérdida de este lugar, y subraya que lo construyeron “todos los que lo habitamos, un hermoso grupo humano de músicos, poetas, artistas, y seguidores churos de la noche enamorada.” La cita final, de Zamba para los amigos de la noche
Por otra parte, su relato muestra el espectáculo como momento de un proceso en el que todos los que intervienen se van modificando, y del cual el habitué es testigo y hasta puede adquirir protagonismo, al tiempo que vuelve a marcar los vectores comunes asociados a la música que se escuchaba: “la identidad, la solidaridad, el espíritu libertario y la esperanza (…) una cuasi hermandad, con normas no escritas”. Esto hacía que los extraños se comportaran como amigos, ofrecieran compartir su mesa, y que el público dialogara con los artistas, cantara, se sintiera “como en una guitarreada”. En su memoria guarda el día en que se le puso el nombre al escenario, así como muchas noches con “el gran Juan Falú”, especialmente “cuando cantó para su hermano desaparecido, Lucho” después de que se encontraran sus restos en Pozo de Vargas, así como momentos festivos, cuando el guitarrista “desgajaba anécdotas y cuentos de alta
tucumanidad, con los que todos disfrutábamos por encontrarnos tan identificados.” Sus recuerdos siguen agolpándose:
[una noche, después de un show] se armó una mesa grande y seguimos la guitarreada junto a Jorge Marziali… la guitarra iba de aquí para allá y todos brindaban su canto… Recuerdo a mi joven hija que recién empezaba su camino por el canto folclórico y Juan le preguntó: “¿qué querés cantar?” y tocó para que ella lo hiciera, y es un recuerdo que hasta hoy perdura en su hoja de vida. Y así con todos los cantores nóveles o amigos del alma: él tocaba su brillante guitarra para acompañar ese canto amigo. Y fueron muchas las noches en las que, cerradas las puertas, seguíamos con la guitarreada, cantando, bebiendo buen vino y desafiando la norma de Prohibido Fumar…
Recuerdo figuras como Liliana Herrero, que después de brindar su concierto en el Centro Cultural Virla, fue a cantar a Managua para un puñado de público, y lo hacía con la misma pasión… Allí invitó a cantar a la querida Angie Camuñas, tan emocionada por la oportunidad de acompañar a esta gran artista (…) Recuerdo perfectamente la noche que Lucho nos deslumbró invitando a acompañarlo en el escenario a un casi niño Manu Sija, que con los años creció tanto y anda por el mundo regalando su excelencia musical.
Para ella el cierre del lugar significó la pérdida de “un lugar mágico donde encontrarnos con nuestros pares y alimentarnos los fueguitos, como decía el gran Eduardo Galeano.” Por su parte, Patricia Figueroa, quien iba al menos una vez por semana a escuchar música
Otra integrante del mismo grupo, Patricia Salazar, recuerda “la onda del lugar”: la calidez, la familiaridad “lo rústico de su terminación, los colores fuertes de sus paredes, una iluminación (…) que permitía que las estrellas fueran los músicos”, quedando la sala en penumbras, con la luz suficiente para ver las copas (…) o los rostros de las y los amigos de esa noche”. Subraya la juventud de sus dueños y gestores y “la energía puesta en hacer que la mejor música de la Argentina, sobre todo la fusión folklórica, pasara por ese escenario.” Como artista, siente “como un privilegio” haber tocado allí porque “el respeto (…) hacia los músicos fue algo proverbial y conocido”. Encuentra en “la crisis generada por el macrismo” la causa del cierre del lugar, viendo en este hecho un símbolo político porque significó “el cierre de las puertas del placer y del disfrute para el pueblo”. En cuanto a la escena actual, percibe que si bien “hay una multiplicidad de músicos muy jóvenes”, se extraña la movida innovadora del lugar. Admiradora de Luis Alberto Spinetta, Patricia afirma que “mañana es mejor”, remarcando el valor de la música tucumana y cifrando esperanzas en la llegada de un gobierno del campo popular: “Managua volverá, quizás bajo otros nombres.”
Como vemos, el auditorio Pepe Núñez concentró una serie de sentidos condensados en la figura de este músico, generando la idea de “segunda casa” por la contención de quienes compartían ideales sociales y estéticos más allá de diferencias generacionales. La idea de los “fueguitos” transmisores de esos ideales, en referencia a la expresión de Eduardo Galeano
Lucho Díaz, que definen la identidad bohemia del folclore, marca la fortaleza de lo local como ancla de resistencia. Managua fue adquiriendo el sentido de una utopía mínima, de un espacio “mágico”, un pequeño deseo realizable el ámbito del arte.
Volviendo a los recuerdos de Patricia Figueroa, refiere que los músicos “agradecían la suerte de poder tocar” ahí, porque se trataba de un lugar de referencia a nivel nacional y cuenta que lleva “marcado en la memoria” la noche en que Topo Encinar presentó Así sea, pocos días después del fallecimiento de Néstor Kirchner:
Llegar y abrazarnos con los amigos. Lucho me dijo palabras parecidas a éstas: “no estés triste, no se ha ido, estará siempre”. Y entonces el Topo y la canción (…) Desde entonces, cada vez que la escucho, recuerdo a Néstor y a Managua. Quizás porque tienen en común lo que expresan esos versos: “Que la noche esté del lado de los buenos / que le apuestan al amor incalculable / de los que mueren de amor en el intento / por tener alguna vez amores tales.”26
Como se puede advertir, uno de los vectores de sentido que atraviesa a muchos de los asistentes, sean artistas o público
Conclusiones
Habiendo desplegado la trama de esta experiencia, puntualizaremos algunos aspectos y una interpretación. En primer lugar, se ha buscado reconstruir la historia de Casa Managua a partir de los relatos de sus protagonistas. Esos relatos implican la construcción de trayectorias de vida que tienen sus mojones, que marcan una especie de desplazamiento desde el folclore tradicional al contemporáneo y se puede caracterizar como una reformulación del paradigma del Nuevo Cancionero. Ese desplazamiento es analizado, en el caso de Nancy Pedro, como una modificación en su identidad inicial de cantante
Finalmente, no quisiera cerrar este trabajo sin agradecer a todos los entrevistados por entregarnos a mí y a los lectores sus recuerdos preciados y por haber hecho posible la experiencia misma de Managua. A pesar de su cierre, y deseando que los lugares emblemáticos para la identidad de una comunidad cuenten con un respaldo oficial, me
pareció importante la elaboración de una historia razonada de un proceso como este, vinculado a las identidades gozantes que a veces puede generar una sociedad tan sufrida como la tucumana.
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Fuentes:
Entrevistas:
Orquera, Fabiola (2019) Entrevista a Nancy Pedro, 10 de septiembre, San Miguel de Tucumán.
Audios e Emails:
Falú, Juan (2019) Comunicación vía audio de Whats app con la autora, 9 de septiembre. Hoyos, Lucho (2019) Comunicación vía audio de Whats app con la autora, 13 de
septiembre.
Encinar, Topo (2019) Comunicación vía audio de Whats app con la autora, 19 de septiembre.
Ponce, Magui (2019) Comunicación vía email con la autora, 15 de septiembre. Figueroa, Patricia (2019) Comunicación vía email con la autora, 16 de septiembre. Salazar, Patricia (2019) Comunicación vía email con la autora, 18 de septiembre.
Notas periodísticas:
“Homenaje a Pepe Núñez a 10 años de su fallecimiento” (2009) La Gaceta, Sección espectáculos, 24 de mayo, s/p.
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“Cierra Casa Managua, uno de los polos de la cultura tucumana. El cierre del espacio deja a muchos artistas locales sin escenario” (2017), El tucumano, 2 de mayo. En:
Notas
1 Hubo una reapertura, con nuevos dueños, entre 2017 y 2018, aunque por exceder tanto el período considerado como lo extensión permitida de este artículo, no será considerada en profundidad.
2La noción de
3Esta particularidad permite apelar al propio recuerdo como forma de reaseguro de ciertas zonas difusas en la memoria de los entrevistados.
4Aquí ya se advierte una particularidad del lenguaje tucumano, que son los sobrenombres, frecuentes sobre todo en los hombres; en los casos que presentamos conllevan intención afectuosa y a veces un leve tono humorístico, ya que provienen del clima de amistad generado en prácticas musicales compartidas. Por su timidez, el apodo de Ariel es “Furia”.
5Ariel subió sus materiales con el nombre de “ManaguaCasa” para diferenciar su material de otros ya existentes.
6Chivo Valladares
7Zafra fue registrada artesanalmente en un concierto brindado en1986; en 2013 fue grabada en versión renovada por Nancy Pedro, Ariel Alberto, Mono Villafañe, Carlos Carrizo y Lucho Hoyos, con producción de Alba López, su viuda.
8El Festival de Cosquín, uno de los más famosos eventos de folclore en Latinoamérica, se realiza desde 1961 durante nueve noches o “lunas”, en el mes de enero; reviste un rol fundamental en la consagración y difusión de los folcloristas argentinos, así como en la construcción de identidad nacional. Allí cantó por primera vez Mercedes Sosa en 1965 y se presentó varias veces Atahualpa Yupanqui, cuyo nombre fue adoptado en 1977 para bautizar el escenario principal (Para un análisis de la dinámica y desarrollo de este festival se puede consultar Giordano y Mareco, 2010 y Florine, 2016)
9Las “peñas” de Cosquín son espacios gestionados por músicos notables en los que se conjugan gastronomía y música en vivo ejecutada por artistas en búsqueda de consagración. De dimensiones mucho más reducidas que el predio principal, tienen lugar por fuera del escenario mayor. Ariel cuenta que él y sus amigos frecuentaban dos peñas famosas: la del Dúo Coplanacu, integrado por Julio Paz y Roberto Cantos, ambos de Santiago del Estero, que se distinguía por el buen trato proporcionado a los músicos que se presentaban (Florine, 2016) y “La peña del Colorado”
10Esta formación se mantiene hasta el presente y cuenta con dos registros: Basta de espejitos (2005) y Las lunas que debía (2008), ambos editados por el sello Melopea.
11Después de la interrupción sufrida a partir de 2007, bajo la gestión del PRO, este encuentro fue reestablecido en el 2015 por la Presidencia de Cristina Kirchner, quien ese año creó el Ministerio de Cultura, bajo la conducción de la reconocida folclorista Teresa Parodi. Actualmente el evento se sigue haciendo en el ECUNHI
12Como señala Sergio Pujol (2013), el nacimiento del llamado “folclore joven” estuvo marcado por la consagración de Soledad Pastorutti, una adolescente de Arequito, Santa Fé, que bajo la guía de César Isella
13El concepto de habitus de clase, de Pierre Bourdieu (1983 [1971]), refiere a “cualidades socialmente definidas” que funcionan como “un sistema de disposiciones inconscientes producido por la interiorización de estructuras objetivas” que se impondrían inevitablemente (p. 35) Sin embargo, los
casos que a continuación mencionamos muestran un quiebre o modificación de dicho habitus (ver Orquera 2011)
14 Siguiendo los efectos de la Revolución Cubana en Latinoamérica este movimiento, afirmado en el legado de Argentino Luna y Atahualpa Yupanqui, propuso la renovación musical del folclore y su letrística, que dejaba de lado el pasatismo y ponía el acento en el carácter social del paisaje y el hombre. El concepto de “fundamento” implica un compromiso con la realidad, las condiciones de trabajo, la contemporaneidad y la idea de progreso y liberación (García 2009, Díaz 2009, Molinero 2011 y Chamosa 2012; sobre la conexión de los hermanos Núñez y Ariel Petrocelli con Sosa, Matus y Tejada Gómez ver Orquera 2009 y 2017).
15 Este concepto es definido por Raymond Williams (1977) como “experiencias sociales en solución distintas de formaciones sociales semánticas que han sido precipitadas y son más evidentemente y más inmediatamente accesibles” (p. 134 [mi traducción, sus cursivas]). El autor concibe una Sociología de la cultura en imbricación con el cambio social, por lo que elabora esta definición apelando a una analogía con los procesos químicos implicados en los distintos estados de la materia.
16El grupo Mate de Luna estaba integrado por Leopoldo y Enrique Deza, Raúl Soria, Alejandro Russo y Eduardo Issa Osman; en el CD, producido por Melopea en 1990, participaron Patricia Salazar, Claudia Gargiulo, Humberto Córdoba, Bernardo y Marcelo Baraj, Mario Sobrino y Lito Nebbia.
17En este sentido, cabe acotar que, a pesar de las dificultades que afrontan las mujeres para acceder a los grandes escenarios y hacerse un lugar, muchas se han convertido en referentes y otras fueron muy conocidas aunque no llegaron a grabar (ver Mercado, 2014, pp.
18Esta restricción, que limita la apertura de los locales nocturnos hasta las cuatro de la madrugada, aparece mencionada con frecuencia en los entrevistados, ya que obligó a un cambio de hábitos y afectó su fuente de trabajo; el motivo se debió a un crimen ocurrido a la salida de un local bailable en febrero de 2006.
19Agradezco a Alejandro Díaz, Turco Madkur y Carolina Sánchez por recordar los lugares que animaban las década del ochenta y noventa.
20En la capital tucumana los bares de moda tenían
21En este sentido, se advierten puntos en común con el circuito de peñas alternativas y autogestionadas surgido en la década del noventa en Córdoba (Díaz, 2019)
22Este evento estuvo organizado en su primera edición por Lucho Hoyos, Fernando Korstanje, Alba López, Magui Ponce y la autora de este artículo y consistió en presentaciones de músicos de distintas generaciones, entre ellos Falú y Luis “Pato” Gentilini, las que fueron acompañadas por charlas y una exposición sobre la obra del músico, todo en forma gratuita y con gran afluencia de público
(“Homenajean a Pepe Núñez”, 2009).
23Aunque este trabajo está centrado en el folclore, se ha reconstruido una agenda bastante aproximada de artistas y eventos de otros géneros: en el ciclo “Zapada con amigos”, organizado por Rony López y dedicado al jazz tocaron Lisandro García, Nicolás Aiziczon, Jazz local trío (Claudio Giraud, Rony López y Javier Podazza), Pata i’ Chancho (los dos anteriores, Javier Secco, Javier Podazza, Alberto Ramos), la
Brooklyn Jazz Band
En el ciclo Meta nomás, que reunía a trovadores y cantautores, circulaban Indio Cansinos, Matías Manzur, Silvina De Faveri, Ana Jeger
Pablo Garaffa y Dolores “Lola” Torres, de Buenos Aires, y los cubanos Samuel Aguila y Axel Milanés. La música latinoamericana y de fusión tuvo su cabida con artistas destacados, como Timna Comedi y Darío Acosta Teich, Cheios de bossa (Agustina Ascárate, Agustín Aguilar Prat), Alvaro Quinteros Orio,
Que dupla esos tres (Javier Villazur, Javier Secco y Guillermos Giménez), Ututos (Omar Bardón, Sergio “Hongo” Guerrero y Ludmila Bardón), Presenta Trío (Maxi Bressanini, Marco Martina y Bachi Freiria, de Córdoba), Dois Para Lá (Ana Clara Moltoni y Carolina Bonillo), Salieris Trío (Martín Arana, José Luis Arcuri, Miguel Domínguez), Trío Loro (Juan Manuel Benedicto, Augusto Salado y Celia Mirabella), Trío Latinoamericano
Con menor frecuencia, hubo shows de tango, con Julián Morel, Mariela Acotto, Patricia Rodríguez, Gabino Cruz Arce, Oscar Zamora, Dany Pacheco y María Laura Echeverría, 2x Tango
24Pablo Vila (s/p) cita a Ernesto Laclau y Chantal Mouffe para explicar este fenómeno: “Todo discurso se constituye (…) como un intento de constituir un centro (…) La práctica de la articulación, por lo tanto, consiste en la construcción de puntos nodales que fijan parcialmente el sentido”.
25Cabe señalar una diferencia de nuestro punto de vista con lo que expresa Barbero en el artículo que venimos considerando, en cuanto él asocia a “los populismos” con una “imposible articulación de la pluralidad cultural en los proyectos nacionales”, diagnosticando un “desconocimiento, cuando no la destrucción llana y simple, de las diferencias culturales e impidiendo la identificación del individuo con su etnia, su raza, su clase”, lo que no se ajusta a las políticas culturales del kirchnerismo. Claro que este artículo se escribe en pleno auge del neoliberalismo y la idea de “populismo” se piensa a partir del caso brasilero; de todos modos, el concepto debe ser contrastado con el de Laclau y Mouffe, quienes lo conciben como resultado de la construcción de hegemonía.
26Se trata de versos de la canción Así sea, que integra el álbum del mismo nombre.