DOSSIER
Del Barroco y el Neobarroco
Olga Santiago *
En esta oportunidad el Dossier de Recial agrupa una serie de artículos que, de una u otra manera, buscan dar respuesta a las inquietudes que el arte Barroco despierta entre sus lectores. En su larga trayectoria, desde las expresiones inaugurales en el s. XVII en Europa y América hasta su poderosa revitalización en los s. XX y XXI, esta tendencia artística aparece movilizada por una fuerza expansiva que rompe permanentemente sus propios límites provocando reconfiguraciones y refuncionalizaciones.
Los múltiples rostros que muestra en distintas temporalidades y espacios le acreditan un carácter escurridizo a cualificaciones definitivas y exclusivas; sin embargo, la crítica literaria enfatiza en marcar sus modos oscuros, esquivos, oblicuos de expresión que plantean un inquietante desafío a la interpretación. Difícil e inquietante desde Góngora a Quevedo o Calderón, desde Sor Juana a Lezama las obras despiertan la “curiosidad barroca”, es decir, ponen en movimiento pasiones de orden intelectual.
Sensualismo e intelectualidad cimentan enunciados y dan curso a una serie interminable de dualidades extrañas y antagónicas que, en el mismo juego de conflictivas convivencias, abren un espacio al goce de los sentidos mientras plantean un apasionante desafío al entendimiento.
Curiosamente, en su recurrencia, la tendencia queda vinculada de manera constante a procesos de cambios histórico-culturales profundos, a importantes transformaciones ideológicas, políticas, económicas, científicas. Sus formas artísticas dan cuenta y, a la vez, acompañan los cambios en las maneras de conocer, mirar, expresar y representar la realidad. Si el Barroco histórico del s. XVII emerge en tiempos de la Gramática del Port Royal, el paso de la astronomía tolemaica a la copernicana, la entrada del mundo en la Modernidad y sus revolucionarios efectos, el llamado Neobarroco revitaliza el código estético en tiempos del paso de la dualidad del signo saussureano a la tríada pirceana, en la era de globalización cultural y de entrada en la Posmodernidad.
Esta inscripción en un ámbito epistemológico de problematicidad, polémico o de conflicto, demandan un escenario de acción artística en el espacio del “entre”, en el pliegue fronterizo entre opuestos, antagónicos, paradojales que explican el carácter de audacia disruptiva que se le asigna. La alta ductilidad formal que lo caracteriza permite que los enunciados dejen entrever gestos irreverentes, simulaciones y disimulos envueltos en apariencias de regularidades.
Las posibilidades de enmascarar -lo proscrito, lo prohibido, lo secreto- posiblemente explica la vocación barroca que ostenta América Latina, en especial, en su período de colonización. Una amplia bibliografía señala la asociación del Barroco americano con las expresiones inaugurales de las voces nativas y su rol fundamental en la construcción de nuevas identidades con sus conflictos e intereses particulares. Si bien se ha probado que en el período colonial el arte funciona como un dispositivo eficaz en el proceso de transculturación, también ya muchos estudiosos han ponderado que en su retórica se da expresión a una memoria cultural alternativa y se contribuye en la configuración de la “diferencia” americana. Y, entonces, si a veces puede leerse en sus obras un arte de la Contrarreforma, en otras se entiende un arte de Contraconquista. Hasta es posible que en un mismo enunciado se tensen sus formas al límite para ocultar decires secretos que sólo se revelan con un cambio de perspectiva de lectura. Desafiante y transgresor en lo formal -metamorfosis, anamorfosis, travestismos, ambigüedades, proliferación, hiperbolización – el Barroco exhibe en monstruosa dualidad un carácter bifronte y hasta reversible.
La dinámica del arte se mueve entre la apacible comodidad de lo conocido y aceptado y la disimulada provocación a mirar lo conocido desde otra perspectiva que tergiversa los sentidos establecidos, dando así muchas veces expresión a significativas luchas por la imposición de sentidos sociales y culturales.
En relación a este aspecto el artículo “Infinito e improvisación en La vida es sueño” del prestigioso investigador cubano Roberto González Echevarría, pone en evidencia que en su obra, Pedro Calderón de la Barca dramatiza la ruptura del concepto tolemaico del universo y la mitología del Renacimiento y su reemplazo por ideas derivadas de la revolución copernicana. La concepción de un universo infinito no solo abre al vacío de un abismo inconmensurable sino que también pone en crisis una serie de valores y representaciones culturales que requieren una nueva redefinición. Con la solvencia que lo caracteriza, el maestro González Echevarría propone otro enfoque sobre el Barroco que refleje la incidencia de la noción del infinito que acompaña la cosmología copernicana y sus imponderables derivas. Entre ellas el crítico señala el debate entre el libre albedrío y la predestinación que, además de remitir en la época a la disputa entre catolicismo y protestantismo, implica la novedosa pero arriesgada opción de asumir el protagonismo en el destino humano. Apoyado en el planteo del enunciado y el análisis de los personajes González Echevarría sostiene la modernidad de La vida es sueño y formula la necesidad de elaborar un nuevo método de lectura que articule el arte Barroco en la obra con la cosmología moderna y pondere los cambios epistemológicos que arrastra.
En “Lecturas críticas sobre el Barroco americano”, José Alberto Barisone asume el examen de los problemas artísticos y socioculturales específicos que presenta el Barroco en América Latina. Bajo la hipótesis que el Barroco de Indias no solo produjo grandes obras de creación, sino plurales elaboraciones teóricas a través del tiempo, Barisone aborda un conjunto de textos de índole historiográfica, crítica y teórica que tratan el tema en diferentes momentos y desde diversas perspectivas. Apoyado en un corpus de textos que incluye el Apologético en favor de D. Luis de Góngora de Espinosa Medrano, las consideraciones que realizaron en el siglo XIX Juan María Gutiérrez y Rubén Darío y las propuestas de Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Mariano Picón Salas en el siglo pasado, Barisone propone un recorrido metacrítico de la trayectoria de la estética del s. XVII al XX y, entre sus reflexiones, destaca el retraso de los artistas y críticos literarios latinoamericanos en el reconocimiento de los modos de expresión barroca.
Por su parte, “¿A quién pertenece lo producido? Barroco, imperio y poesía según Sor Juana”, el artículo de Facundo Ruiz hace foco en el momento inicial de la estética durante el período colonial en América y su contribución a una cultura que desde entonces se singulariza por sus tensiones y cruces paradojales, por sus intersecciones conflictivas. A partir de un prolijo análisis de dos poemas inaugurales en la poesía de sor Juana Inés de la Cruz, Facundo Ruiz advierte el desplazamiento histórico-teórico del paradigma lírico, sus efectos de sentido en la práctica poética. Una serie de cambios al comenzar la re-edición de la obra de sor Juana producen un juego de voces que afectan la representación social del poeta, la poesía, la noción de público lector y, en definitiva, contribuye en la configuración de nuevas subjetividades en el contexto colonial. En código barroco la monja mexicana da curso a novedosos planteos crítico-literarios y culturales que derivan en cuestionamientos o disimulada polémica entre lo culto y lo popular, el ámbito cortesano y el espacio público. Facundo Ruiz postula, entonces, la posibilidad de una lectura de doble entrada a la obra de la monja que entre los pliegues de un proyecto de escritura barroca deja entrever una serie de tensiones socio-culturales en el s. XVII mexicano.
El estudio de Luis Valenzuela Rios “Lo Barroco y Neobarroco en los poemas: Las huríes blancas (1886) y Ecos del siglo (1892) de José de Jesús Domínguez (1843-1898)”, advierte que en la etapa inicial del Modernismo, a fines del siglo XIX, se dio una revitalización de la estética barroca en la literatura de Puerto Rico. Una serie de factores socioeconómicos y políticos favorecen y hasta requieren, la necesidad de adoptar recursos propios de la retórica Barroca del siglo XVII en esos momentos en la isla del Caribe. La hipótesis de su singular lectura de la emergencia del Barroco en pleno período Modernista en la isla, se apoya en el análisis de dos poemas del escritor puertorriqueño José de Jesús Domínguez, Las huríes blancas (1886) y Ecos de siglo (1889).
Nancy Calomarde en “La barroca opacidad del Diario de campaña de José Martí”, se propone indagar la huella borrada de “lo barroco” en la literatura cubana haciendo pie principalmente en dos textos, Antología de la literatura cubana de José Lezama y Lo cubano en la poesía de Cintio Vitier. En una lectura que se despega de la tradición hermenéutica de los textos de la isla, Calomarde pone en evidencia la presencia recursos propios del barroco en el Diario de campaña de José Martí que la crítica ha invisibilizado, probablemente seducida por el carácter inaugurador de la estética del Modernismo que inviste tradicionalmente a José Martí.
En el artículo “Gombrowicz-Piñera: ¿diálogo desde el Barroco, Vanguardia y Experimentalismo?”, Cristian Cardozo propone un curioso punto de “encuentro” o de “diálogo” entre Piñera y Gombrowicz, donde entre los varios préstamos y apropiaciones mutuas y algunos gestos vanguardistas, destaca la recurrencia de formas barrocas en sus obras. Entre ellas se subrayan las formas de una retórica de artificio y desmesura en las acciones de las ficciones de Piñera; mientras que, Witoldo Gombrowicz en Trans-Atlántico da expresión a la inestabilidad, el miedo al vacío, la inquietud que provoca un mundo desprovisto de certezas. En correlato con estas percepciones, los enunciados presentan un vaivén entre las dimensiones del ser y el parecer, entre el modelo y la copia, configuran representaciones de fronteras borrosas, identidades ambiguas y provocativos juegos de lenguaje, generando de esta manera, un ámbito propio de la estética barroca. Cristian Cardozo sostiene que la opción estética de Gombrowicz en Trans-Atlántico puede leerse como recurso de apelación a la legibilidad de una escritura heterodoxa.
Mariano Lanza Lopez en “El barro no solo trajo al Barroco: un pliegue afroamericano entre el Caribe y el Río de la Plata” sostiene que desde las obras de Lezama Lima y Alejo Carpentier, hasta la poética de Osvaldo Lamborghini o la prosa de Washington Cucurto, se insta a leer la cultura a contrapelo de los modelos del paradigma Occidental tradicional y recalca el gesto irreverentemente antioccidental de la estética en la obra de Cucurto. Lanza sostiene que muchos de los textos latinoamericanos quedan curiosamente atravesados por recursos y caracteres de la cultura afro-indo-americano que a su vez articula con recursos de lo que Severo Sarduy denominara como Neobarroco lo que genera, en su criterio, una especial “sensibilidad” histórica. Los textos de Cucurto, según Lanza, dan voz a una nueva sensibilidad artística pero también socio-cultural que asume la vertiente caribeña y se resignifica en expresiones propias del Río de la Plata. De esta manera el artículo tiende a apuntar el carácter bifronte y la incomodidad receptora, la inquietud barroca en los textos de Cucurto.
La audaz lectura de Ignacio Iriarte en “El Barroco anacrónico de Severo Sarduy” contrasta bibliografía consagrada sobre el Barroco: los libros Barroco de Severo Sarduy y La cultura del barroco de José Antonio Maravall, publicados casi simultáneamente, y evalúa los alcances de las interpretaciones sobre el siglo XVII que propone Sarduy para afirmar que la mayor parte de estas interpretaciones están históricamente equivocadas o carecen de fundamentos documentales. Una vez advertidos estos desplazamientos, cambios de perspectivas y valoraciones de condiciones objetivas desde las cuales se evalúan las producciones artísticas del Barroco, Iriarte sostiene una concepción anacrónica del Neobarroco en Severo Sarduy. Pasa luego el articulista a elaborar sus reflexiones sobre el alcance de los usos que la contemporaneidad hizo de la cultura del siglo XVII y los efectos de estas interpretaciones en la lectura de los tiempos contemporáneos. El análisis de Ignacio Iriarte reincide en poner en evidencia la constante bifrontalidad en las posibilidades de lectura de un estilo que deja en tembladeral toda certeza.
A partir de Cobra de Severo Sarduy, Jesús Lúquez Fonseca evidencia el carácter trangresor del Barroco bajo el título “La higrofilia como desperdicio del lenguaje en Cobra de Severo Sarduy”. En este caso el gesto de subversión neobarroca hace eje en la articulación cuerpo y lenguaje para desbordar en lo abyecto, execrable, ignominioso en ambas dimensiones. En Cobra el goce se asocia a un desperdicio, exceso, en el lenguaje que tiene su correlato en el derramamiento de fluidos corporales. Para Lúquez Fonseca las posiciones teóricas desarrolladas por Sarduy en sus ensayos adquieren encarnadura en Cobra, donde se presentan corporalidades huidizas de difusos contornos, un universo de representaciones que no permite referencias estables, amarres de identidad. En esta novela, donde la excentricidad encuentra abrigo en las sombras del neobarroco, Sarduy logra tensionar los sentidos y distorsionarlos hasta su reversibilidad, el autor cubano hace un gesto de resistencia a los discursos dogmáticos de la modernidad, se rebela contra el logocentrismo.
“ Transmutaciones neobarrocas: corporalidades en tensión en Misales de Marosa Di Giorgio”, María Guadalupe Luján, en “Transmutaciones Neobarrocas: corporalidades en tensión en Misales de Marosa Di Giorgio”, avanza en la contribución a la escasa bibliografía sobre la autora y en revelar una etapa Barroca en su producción. En su trabajo, Luján identifica recursos de la estética caracterizada por Severo Sarduy y, en procura de poner en evidencia su funcionamiento, profundiza en la descripción de las diferentes modalidades que adquiere la retórica en la expresión del tópico de las relaciones eróticas en diversas corporalidades. Asunto que, por otra parte, resulta central en el planteo de Marosa Di Giorgio en sus textos de Misales.
Los artículos tienden a actualizar la discusión académica sobre el Barroco colonial y las actuales tendencias neobarrocas, convoca a repensar su funcionalidad en distintos momentos culturales y a repreguntar si se trata de un retorno a viejas problemáticas irresueltas o de nuevas respuestas artísticas a la incitación cultural de la Posmodernidad en tierras americanas.
* Dra en Letras, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba -Argentina-. Mail olgasantiago1005@gmail.com