EFECTO BUITRE: JORGE ENRIQUE LAGE, LA CIUDAD

Jorge Enrique Lage. Vultureffect. Leiden: Bokeh, 2015, 100 pp.

Katia Viera [1]

Algunos estudiosos de la literatura cubana más reciente han apuntado que existe en ella una tendencia sistemática hacia lo posnacional. Para aquellos, los jóvenes escritores de esta literatura suelen aniquilar o desentenderse de lo autóctono en un afán por redefinirlo, a veces acudiendo a contextos ajenos, de los que se apropian y con cuya resemantización parecen estar erigiendo una barrera que los separa de “la fruta tropical, el café o el azúcar de los abuelos, como de las ruinas de los padres” (Catalina Quesada, “Arqueologías globales de la literatura cubana: de las ruinas al chicle”, 2016: 305-306). En este mismo sentido, se ha expresado que la literatura que se está escribiendo actualmente en Cuba, por autores nacidos después de los años 70, “es una literatura que se autolocaliza en el después del después, es decir, en el después de la caída del muro de Berlín, de la desintegración de la URSS, del derribo de las Torres Gemelas y otros hitos finiseculares que marcaron a las generaciones previas. (...) Es otro el país que narra esta literatura porque es otro país el que la produce. La decadencia y la ruina acabaron su obra, y es preciso narrar las nuevas comunidades con una ficción global. (Rafael Rojas, “Hacia la ficción global”, 2016:1).

Vultureffect , texto del escritor cubano Jorge Enrique Lage muestra a nivel estético-narrativo algunas de las nociones apuntadas más arriba. En este libro La Habana parece estar sin el color del verano, una ciudad en/de la que estamos ausentes, en la que “hay que poner algo de pop, de jerga personal, de insoportable” (92). Ciudad inscrita-escrita en el picoteo carroñero de buitres que la sobrevuelan y que poseen la esencia circular del regodeo, del estar en medio de sustancias descompuestas, y no salir de ese movimiento cotidiano. Existe en este texto un collage “caótico” de referencias políticas, científicas, literarias, una pasarela de actores relevantes del mundo del espectáculo que quizás esté hablando a sus lectores de la posibilidad de (re)crear un territorio, un espacio (una ciudad, un país) que es el laberinto en cuyas paredes nos proyectamos a nosotros mismos, al tiempo que es el lugar que intentamos perpetrar y fundar en/desde la literatura.

En este libro de Lage subyace una relación conflictiva entre lo local y lo global, lo nacional y lo cosmopolita. La Habana es también Nueva York, Madrid, Buenos Aires, espacios todos en los que conviven naturalmente, los buitres que vuelan sobre la ciudad habanera, con Jackson Pollock, Peter Handke, Kurt Cobain, Charles Darwin o Wendy Darling. Estos cortos relatos del libro parecen ser pequeños archivos de noticias del mundo, de películas, de aparatos electrónicos; todo lo cual da cuenta de la posibilidad de romper con la oposición entre lo nacional y lo mundial, y de instaurar el mapa del mundo como lugar que no tiene espacios, esencias, o privilegios definidos. Estos textos desencializan la idea de nación (y la de ciudad) asociada con referentes de muy larga data a los que aludía de manera certera Catalina Gómez en el texto anteriormente mencionado.

La escritura fragmentada que conforma este libro deja entrever aquella crisis de la historicidad de la que hablaba Jameson, toda vez que trasluce la incapacidad del sujeto posmoderno de extender activamente sus pro-tensiones y re-tensiones en las diversas dimensiones temporales, y en la incapacidad de organizar su pasado y futuro en forma de experiencia coherente. La forma fragmentada y desarticulada de este libro hace pensar en una especie de relato esquizoide de la ciudad, de la nación, puesto que se establece una ruptura con los referentes identitarios de la ciudad (nación), y se crean, en forma de deshechos, significantes perturbadores que imposibilitan relacionarlos coherentemente entre sí.

En suma, es este un libro que toma nota del corte posnacional que viene adquiriendo la literatura joven en la Cuba pos-2000. Libro este que desterritorializa la ciudad y la nación, al tiempo que las reterritorializa en un intento de sumarlas a un espacio global en el que sean coherentes aquellas referencias culturales a las que allí se aluden, puesto que, al decir de Renato Ortiz, los mensajes, los símbolos, en fin, la cultura suelen circular hoy con cierta libertad por redes desconectadas de este o aquel lugar.



[1] Licenciada en Letras por la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Actualmente realiza el doctorado en Letras (UNC/CONICET). [katiaviera4@gmail.com] Recibido 19/10/2018. Aceptado 31 /10/2018.