SARMIENTO: UN PENSAMIENTO GEOBIOPOLÍTICO

Correa, César Luis*

RESUMEN

El presente trabajo propone una lectura crítica de un corpus de obras de Domingo Faustino Sarmiento, a partir de la cual pretende analizar las figuraciones del territorio y los sujetos en el pensamiento de dicho autor. Atravesada fundamentalmente por la teoría biopolítica, la lectura del corpus pretende dar cuenta de cómo, a lo largo de las obras, el ejercicio discursivo de Sarmiento va armando un tipo de territorio particular, al que se puede pensar como utópico, al mismo tiempo que va configurando a los sujetos que, a su entender, deberían ser los habitantes de dicha territorialidad. Esta elucubración sarmientina no solo es el fundamento de un proyecto nacional, sino que el mismo tiempo funciona como parte de un dispositivo de exterminio a partir del cual se pretende eliminar todo aquello que se presenta como un obstáculo para alcanzar eso que llamaremos el proyecto geobiopolítico de Sarmiento.

Palabras Clave: Sarmiento - Biopolítica - Sujetos - Territorio

ABSTRACT

The following paper proposes a critique of a corpus of works by Domingo Faustino Sarmiento, from which there will be analyzed the figures of territory and subjects. With biopolitics as the main theory, the analysis of the corpus aims to investigate how throughout Sarmiento’s work a particular territory is set, which can be considered as utopic. The subjects that he considers that should be the inhabitants of that territory are configured as well. The ideation of this author is not only part of the foundation of a national project, but also part of a dispositive of extermination from which it is intended to eliminate all considered as an obstacle to reach what we will call the geobiopolitic project of Sarmiento.

Keywords: Sarmiento - Biopolitics - Subject - Territory

* Lic. en Letras Modernas. UNC. (Argentina). Becario de CIFFyH UNC.

Correo: cesarluiscorrea@gmail.com

Enviado: 02/06/2017. Evaluado: 25/08/2017

SARMIENTO: UN PENSAMIENTO GEOBIOPOLÍTICO

Domingo Faustino Sarmiento es uno de los pensadores más lúcidos del siglo IXX además de uno de los prosistas más admirados de la literatura argentina. Su vasta obra da cuenta no solo de su capacidad literaria sino que además conjuga en ella toda una serie de proyectos políticos, culturales y sociales que son el sustento discursivo y al mismo tiempo programático en respuesta a un imaginario nacional emergente que de a poco va configurándose a partir de la puesta en práctica de ciertas matrices de pensamiento como son la del mismo Sarmiento, pero también de Alberdi, Rosas, Mitre, Avellaneda y tantos otros que en ese momento se propusieron ser parte de la conformación de la nación argentina en emergencia.

El proyecto sarmientino para la constitución de un nuevo estado-nación que pudiera integrarse al modelo capitalista europeo pero que al mismo tiempo tuviera la capacidad suficiente para convertirse en una república autónoma respecto de las exigencias del regímenes coloniales que aun intentaban conducir las políticas internas de los nacientes estados latinoamericanos, exigía la configuración de un tipo de territorio y sujetos particulares capaces de llevar adelante la construcción de ese proyecto que ya tenía un antecedente claro en EE.UU.

Este antecedente aún bastante novedoso pero con una potencia que lo hacía cada vez más contundente, era para Sarmiento el ejemplo claro de que era posible, fuera de Europa, constituir nuevas naciones con la misma capacidad económica, política, cultural, e incluso superar a las principales países del viejo continente, de los cuales Inglaterra y Francia encabezan la lista.

La lucidez de Sarmiento no radica en percibir tempranamente que EE.UU era una fuerza emergente que se predisponía a superar a cualquier potencia europea, ni en reconocer que Latinoamérica contaba con las condiciones necesarias no solo para la producción de materia prima suficiente para abastecer a gran parte del mercado occidental sino que poseía el escenario propicio para comenzar a conformar una industria nacional que elaborara todos esos productos que se importaban del viejo continente con un valor agregado que en nada convenían a la economía local si lo que se pretendía era alcanzar esos anhelos de enriquecimiento nacional e independencia económica.

La perspicacia del político sanjuanino está en percibir prematuramente que lo necesario para alcanzar aquellos sueños capitalistas de independencia económica, política, y cultural, estaba en comenzar a producir un dispositivo geobiopolítico que intervinieran tanto en la producción de territorios como de sujetos. Tal producción debía intervenir directamente en la vida y el espacio de los sujetos con el fin de construir un territorio que permitiera la mejor circulación posible, tanto de los mismos sujetos como de las cosas. Al mismo tiempo, este dispositivo biopolítico debería intervenir en las conductas, las conciencias, las formas de relacionamiento, los modos de hacer comunidad de los sujetos políticos de tal manera que finalmente ellos mismos se transformaran en (re)productores del sueño sarmientino.

El siguiente trabajo intenta dar cuenta de la configuración de ese “utopía sarmientina” por medio del análisis de algunos textos claves de la producción del escritor sanjuanino, pero haciendo algunas introducciones breves en otras producciones de igual relevancia. A partir de la lectura crítica deFacundo. Civilización y barbarie en las pampas argentinas,Viajes por África, Europa y América, Argirópolis y Conflicto y armonía de las razas en América se intentará dar cuenta de cómo se arma el proyecto geobiopolítico de Sarmiento.

A los fines de organización de la lectura, el escrito presenta primeramente el análisis de la configuración del territorio en la producción literaria de Sarmiento para más tarde pasar al estudio de los modos de figuración de los sujetos para finalmente terminar en una conclusión general, pero a pesar de esta división arbitraria que tiene por intensión sistematizar la lectura, es importante tener en cuenta a lo largo de toda la exposición que ambos procesos son conjuntos y continuos, que no se pueden entender aisladamente sino que en tanto proyecto geobiopolítico, la operación política sólo puede alcanzar sus objetivos siempre que logre configurar tanto un territorio regulado como sujetos productores tanto de sí mismo como de esas territorialidades.

Territorio. La gestión del desierto y el pensamiento geopolítico

Sin duda, la escritura de Sarmiento es la escritura del espacio. A lo largo de toda su obra se puede observar una intensa predisposición a dar cuenta de los lugares por los que transita su relato, ya sea el desierto pampeano o ciudades americanas o europeas, sus textos dejan ver la enorme prosa de un observador atento y de un ingenio utópico que lo han colocado entre los prosistas más exaltados de la literatura argentina.

Se puede observar una doble operación territorial en sus textos, por un lado el vaciamiento, la desertificación del espacio nacional, lo que lo convierte en un constructor de desiertos. Por otro lado, una vez logrado el agotamiento de todo sentido espacial, una vez que la arena implacable de su letra va tapando toda forma de organización poblacional, ciudadana, comunitaria que no es funcional a los intereses del político sanjuanino.

La ciudad capital de las provincias pastoras existe algunas veces ella sola sin ciudades menores, i no falta alguna en que el terreno inculto llegue hasta ligarse con las calles. El desierto las circunda a más o ménos distancia, las cerca, las oprime; la naturaleza salvaje las reduce a unos estrechos oásis de civilización enclavados en un llano inculto de centenares de millas cuadradas (Sarmiento, 1874: 27).

Como se ve, en una primera etapa, la búsqueda del discurso sarmientino está en ir ampliando el desierto hasta los límites mismos de la ciudad, hasta lograr que su inmensa presencia deshaga los bordes de y penetre en ella borrándolo todo. El desierto va engullendo hasta el último oasis de civilización y esto permite a Sarmiento la operación que vuelve nuevamente a la hoja en blanco. El vaciamiento territorial es al mismo tiempo un borramiento de los sentidos que se inscriben sobre el territorio.

La América española se distingue por la superficie desmesurada que ocupan sus ciudades apenas pobladas; y el hábito de ver diseminarse los edificios de un solo piso en las llanuras nos predispone a hallar estrecho el espacio en que en Europa están reunidos doscientos mil habitantes. De este despilfarro de terreno viene que ninguna ciudad española en América pueda ser iluminada por el gas ni servida de agua, porque el costo excesivo de los caños que deben distribuir una u otra no encuentran cincuenta habitantes en una cuadra. (Sarmiento. 2001: 67)

La desmesura espacial no vuelve ininteligible al territorio latinoamericano, para Sarmiento ese exceso es un desborde material que exige ser organizado de acuerdo a una matriz de inteligibilidad europea, burguesa, capitalista, y para ello es que dispone del desierto como una operación de reinicio de un orden existente que se presenta como caótico, exuberante, pero que no por eso es el resultado de un azar organizativo sino que es la consecuencia de una forma de ordenamiento espacial a la cual Sarmiento considera como salvaje en la medida en que no encaja con los mecanismos de armado de ese artefacto territorial que pretende construir a partir de la figura de un estado-nación.

El desierto como sinécdoque de la nación habilita la reescritura del territorio en tanto que significa como primera medida la supresión de los sentidos anteriormente encarnados en el espacio argentino. Esta primera operación permite, a partir de una matriz de pensamiento absolutamente diferente, digerir un nuevo estado de cosas.

Este nuevo ordenamiento llevado al plano de la emergente organización de los estados nacionales, conlleva una nueva visión respecto del estado, que ahora es pensado como un conjunto de fuerzas y atributos que pueden aumentar o desgastarse dependiendo de las políticas practicadas por cada gobierno en particular. En este punto el gobierno del Estado se ejercita de acuerdo a las leyes racionales que le son propias, que no se derivan, como en el caso del antiguo régimen monárquico, de las solas leyes naturales o divinas, ni de la inteligencia única del soberano, el Estado, posee su propia racionalidad, que al contrario de como se hacía en viejo arte de gobernar, en lugar de ir a buscar sus fundamentos en leyes trascendentales, en algún modelo ideal filosófico, religioso y moral, debe ahora encontrar los principios por medio de los cuales conducirse a partir de una racionalidad que se constituye de la realidad concreta de cada Estado. Esta nueva “razón de estado” (Foucault. 2011) se vuelve cada vez más biopolítica en tanto que, como estudia Foucault, se preocupa por intervenir en las relaciones y conductas entre los sujetos y las relaciones de éstos con las cosas, la (co)existencia de los sujetos en un territorio, la organización de los tiempos, las formas de propiedad y de producción.

En este sentido, el estado de vuelve un productor y organizador de territorios, entiendo a este último no en su sentido puramente material, como un medio físico en el que se sitúan los cuerpos y los movimientos, que suele describirse como homogéneo, continuo, tridimensional y limitado, sino que se presenta como una noción que articula tanto lo geográfico como lo jurídico-político, en tanto que distingue lo que es producido y controlado por un determinado tipo de poder. Por lo tanto, ya no se trata de gobernar un espacio, porque esto lo limitaría a la simple reificación espacial que posteriormente es transformado en un capital e integrado al gobierno de la relación de los sujetos y las cosas. El territorio comienza a ser entendido como un modo de gestionar política y económicamente las maneras de relacionamiento entre de los espacios físicos, los sujetos, las cosas, y los tiempos. Ya no se trata de gobernar las materialidades sino de administrar las formas de relacionarse, de producir, de circular, etc.

Por esto mismo, el gobierno se practica bajo la forma de lo que se entiende como gubernamentalidad, es decir, un conjunto de tácticas, instituciones, saberes, tecnologías y prácticas que despliegan una racionalidad económico-política que permite la supervivencia del Estado. En relación al Estado, dijo Foucault que “si éste existe tal como existe hoy, sea gracias, justamente, a esa gubernamentalidad que es a la vez exterior e interior a él, porque son las tácticas de gobierno las que permiten definir en todo momento lo que debe y no debe estar en la órbita del Estado” (Foucault, 2011: 137). Se trata del gobierno de los hombres y las cosas, y de la relación entre ambos. Esta nueva forma de gobernar que emerge aproximadamente en los siglos XV y XVI en Europa, implica una serie de tecnologías, procedimientos, cálculos y afectos que intentan producir un gobierno de uno mismo y de los otros, pero también sobre el cuerpo y las maneras de conducirse. Es, además, una ética de sí, una auto-empresarialidad en tanto que “remite a un comercio, a un proceso circular o un proceso de intercambio que pasa de un individuo a otro” (Foucault, 2011, 149). Se trata de una macropolítica como gobierno de todos, pero también de una micropolítica que ejercita la producción de subjetividades en la vida privada (ética de sí). El objeto de esta nueva forma de gobierno es ampliar la racionalidad mercantil más allá del dominio de la economía a todos los ámbitos de la vida social.

Si se consulta el mapa geográfico de la República Argentina se notará que es, casi sin excepción de país alguno de la tierra, el más ruinosamente organizado para la distribución proporcional de la riqueza, el poder y la civilización por todas las provincias confederadas. Al Oeste las escarpadas cordilleras de los Andes, que embarazan la comunicación inmediata con el Pacífico a las provincias de Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Salta, Jujuy y Tucumán; y como si los obstáculos naturales no fuesen bastantes para estorbar el desarrollo de aquellas provincias, el encargado provisorio de las relaciones exteriores, por un decreto que carece de antecedentes en la historia de los gobiernos, ha puesto obstáculos al comercio en aquellas provincias con Chile y a su ya difícil contacto con los mercados extranjeros por esta parte.

Al Sur, lejos de estar en condición la actual Confederación Argentina de poder cambiar sus productos con nación alguna civilizada, sufre las devastaciones de los salvajes, quienes, gracias a nuestro abandono, a la pobreza de las provincias del interior, y a la guerra exterior que nos aniquila, han logrado en estos últimos diez años despoblar una parte de la República, hacer azarosa la comunicación con el puerto de Buenos Aires y acercar el desierto hasta el río Tercero. Por el Norte, el desierto por una parte y las provincias del sur de Bolivia, escasas de productos de lucrativo intercambio, esterilizan los esfuerzos de la industria.

Por el Este, en fin, el más envidiable sistema de ríos cerrados al comercio extranjero, y en un ángulo extremo de este inmenso territorio que mide más de 500 leguas de largo, y entre trescientas a cuatrocientas leguas de ancho, un solo puerto, en Buenos Aires, adonde las mercaderías de las demás provincias han de venir a cambiarse forzosamente con las mercaderías europeas, y esto sin el auxilio de canales artificiales, sin el de ríos navegables ni ferrocarriles, ni aun caminos transitables en que la previsión del gobierno haya puesto alguno de los medios auxiliares que la inteligencia humana ha hecho vulgares aun entre los pueblos más atrasados de la tierra. Esta mala distribución de las ventajas comerciales obrada por la configuración geográfica del territorio que ocupa la actual Confederación, debe remediarla el congreso nacional, en cuanto es dado a la previsión y a la voluntad humana, teniendo presente que no es el puerto de Buenos Aires la vía que la naturaleza ha indicado para la cómoda exportación de los productos del trabajo de los pueblos del interior.

Nuestro objeto al poner de manifiesto estas líneas naturales de comercio, es mostrar cómo la naturaleza misma tiene señalada a Martín García como capital de la federación, ya sea de las actuales provincias argentinas, ya sea la más completa y necesaria de todos los estados riberanos que formaron antes el virreinato, y cuyos intereses políticos y comerciales, como sus ríos y sus vías de comunicación, se reúnen en Martín García. (Sarmiento, 2001: 42)

El estado se vuelve una fuerza a potenciar, pero a partir de decisiones precisas y específicas que se acomodan a cada situación particular. Tal como lo ejemplifica a partir de la proposición de la construcción de una ciudad capital en un isla del Rio de la plata, el estado se transforma a partir del fortalecimiento de sus propias virtudes, como son el aprovechamiento de los ríos, de las materias disponibles en cada espacio, la construcción de medios de conexión que permitan la mejor disposición y circulación de las cosas y los sujetos.

La riqueza de las naciones, y por consecuencia su poder, proviene de la facilidad de sus comunicaciones interiores, de la multitud de puertos en contacto con el comercio de las otras naciones. La Francia, por ejemplo, en Europa, debe su esplendor a las vías de comunicación fluvial que le permiten exportar sus productos con poco recargo de costos de transporte

La Inglaterra, por su forma insular, presenta puertos a todos los mares y en todos los extremos, facilitando una red de caminos de hierro para la pronta circulación de los productos por todos los extremos del Reino Unido.

El comercio extranjero acumula en los puntos que frecuenta, población y riqueza; y la riqueza y la población de una ciudad acumulan poder, recursos, inteligencia e influjo, que van más tarde a obrar sobre los otros pueblos, colocados en situaciones menos aventajadas. (Sarmiento, 2001: 41)

Metáfora del estado, Argirópolis es el proyecto donde Sarmiento pone a andar su imaginario utópico pero de manera tal que su relato funciona como una heterotopía, es decir, lugares otros que impugnan a todos los otros espacios, cuya función es “crear un espacio de ilusión que denuncia como más ilusorio todavía todo lo real, todos los emplazamientos en el interior de los cuales la vida humana está compartimentada” (Foucault, 1967: 9).

De esta manera, al tiempo que va armando un texto ficcional, que como primera medida ejecuta una operación de borradura de los sentidos territoriales para luego ir exponiendo un proyecto geopolítico que además se inscribe sobre esa primera supresión, el relato del escritor sanjuanino permite observar cómo es que se organiza ese mismo espacio que intenta borrar, como es su ordenamiento territorial, cultural, gubernamental, productivo. Es decir, cuales son las gramáticas a partir de las cuales el territorio nacional se dispone. Claro que, para Sarmiento, ese modo de estructuración del territorio es absolutamente improductivo.

Si tenemos en cuenta que, como se dijo, el pensamiento de Sarmiento está funcionando por medio de una gubernamentalidad liberal que pone el acento en las relaciones mercantiles, el desaprovechamiento de los espacios en las ciudades del interior, la mala conexión entre ellas, la obstaculización de la circulación tanto de las mercancías como de los sujetos, es a los ojos del político, una realidad bárbara, excesiva, desperdiciada que obstruye el camino para alcanzar su ideal territorial.

Ante esa realidad salvaje que Sarmiento va borrando con las arenas de su desierto discursivo, se presenta una ficción que se inscribe sobre la hoja del mapa nacional imponiendo nuevos sentidos. El proyecto utópico estatal, no parece tan lejano si uno lo mira desde la óptica sarmientina, sino que por el contrario, está tan al alcance de la mano que incluso otros ya han podido lograrlo. Esos otros son específicamente los Estados Unidos de Norteamérica.

Nuestro juicio no está habituado a la repentina aparición de ciudades populosas. Estamos habituados a verlas morir más bien de inanición. ¡San Luis, Santa Fe, La Rioja, que la tierra que ha recibido en su seno los escombros de vuestros templos de barro os sea propicia! Preséntasenos a la imaginación invenciblemente chozas de paja, calles informes, aldeanos medio desnudos por moradores. Sólo el espíritu de los norteamericanos no se sorprende de encontrar una ciudad populosa iluminada por el gas, donde dos años antes crecían encinas y robles. El mapa de los Estados Unidos envejece en cinco años; en cada nueva sesión del congreso los diputados tienen que hacer lugar al representante de un nuevo Estado que pide asiento en el Capitolio, y las ciudades nacen de piedra y calicanto, se endurecen al sol de un año y ven aumentar sus habitantes por millares cada semana (Sarmiento, 2001: 68).

Sarmiento reconoce prematuramente, que el gran proyecto de producción capitalista se hacía patente en la nación estadounidense, y por lo tanto se presentaba como un modelo a seguir para las naciones latinoamericanas emergentes.

Es EE.UU el que mejor que nadie sabe cómo ampliar sus espacios por medio de la gestión de territorios totalmente administrados a partir del aprovechamiento y fortalecimiento de sus fuerzas; del buen uso de sus ríos, de sus costas marinas, de la creación de ferrocarriles y ciudades organizadas de manera tal que todo se dispone para un mejor desplazamiento del capital.

La nación norteamericana representa para Sarmiento la efectiva realización de su anhelo político, que es posible, fuera de Europa, constituir estados donde todas las relaciones entre los espacios, con el tiempos, los sujetos y las mercancías, puedan a ser completamente mediadas y reguladas por los planos y ritmos impuestos por el prominente mercado mundial, por el sistema de encasillamiento de los medios de transporte, por la configuración del espacio urbano e incluso del espacio doméstico. Su utópica ciudad, y por lo tanto su proyecto nacional, se ve concretado en EE.UU, es por esto que decía que su ilusión no es inalcanzable sino que estaba haciéndose posible en la otra punta del continente, solamente había que saber imitar ese buen ejemplo, siempre ajustándose a las condiciones locales, mirando las potencialidades del Rio de la plata, del mar, pero también pensando en la organización de las provincias de tal manera que la producción y circulación del capital se aprovechara al máximo. En este punto, no es para nada menor tener en cuenta que durante su presidencia, Sarmiento fue un gran constructor de puertos, pero sobre todo de ferrocarriles porque da cuenta de que su propuesta no es solo en el plano del discurso sino de las prácticas efectivas.

A partir de la aparición de este ejemplo contundente de acción transformadora, la estrategia discursiva de Sarmiento cambia totalmente, el desierto lentamente deja de ser una fuerza devastadora e inexorable que se devora todo en su avance para pasar a ser la masa amorfa a partir de la cual moldear los imaginarios territoriales que intenta efectivizar por medio del ejercicio de un dispositivo geopolítico de organización nacional que aspira a gestionar un territorio donde la circulación del capital es su objetivo primero, en tanto que se entiende que es la mejor forma de potenciar las fuerzas del estado. Produciendo o ampliando la comunicación entre las distintas ciudades de manera tal que los sujetos productores y lo que producen pueda llegar con la mayor rapidez y facilidad a los puntos de conexión con el comercio internacional, que en este momento histórico eran principalmente los puertos.

Los bárbaros, los civilizados, los otros.

En la clase del 11 de enero de 1978 del curso del College de France, Foucault cita dos pasajes de la obraRecherches et considérations sur la population de la France (1778) perteneciente a Jean Baptiste Moheau, considerado uno de los fundadores de la demografía francesa, que dicen:

Depende del gobierno cambiar la temperatura del aire y mejorar el clima, un curso dado de las aguas estancadas, bosques plantados o quemados, montañas destruidas por el tiempo o el cultivo constante de su superficie forman un nuevo suelo y un nuevo clima… (Foucault, 2011: 43)

En esta primera cita se puede ver claramente cuál es el pensamiento de la época respecto de la función del gobierno con respecto a la gestión y administración del territorio. Es el gobierno el encargado de organizar el territorio, de imponerle límites, de realizar recortes, de potenciarlo o destruirlo de acuerdo a la posibilidad de que cada acción sobre el espacio canalice el estímulo potenciador de las fuerzas del estado.

En una segunda cita del mismo texto, Foucault va a leer:

Si del clima, los régimen, de los usos, de lo habitual de ciertas acciones, resulta el principio desconocido que forma el carácter y los espíritus, puede decirse que los soberanos, en virtud de leyes sabias, de establecimientos útiles, de la molestia que significan los impuestos, de la facultad derivada de su supresión y, en fin, de su ejemplo, rigen la existencia física y moral de sus súbditos. Acaso algún día podremos aprovechar esos instrumentos para dar a las costumbres y el espíritu de la nación un rasgo a voluntad (Foucault, 2011: 43-44).

Esta segunda cita permite completar una idea que en el discurso de Sarmiento va a ser una piedra angular. Se trata de que, de nada sirve si el gobierno es capaz de producir territorios, de elaborar los regímenes a partir de los cuales se ordenan los espacios y los tiempos, de armar la red de circulación de los sujetos y las cosas. Todo eso es en vano si, finalmente, no hay sujetos (re)productores de ese sistema, si no existe la conciencia capaz de propagar a través del tiempo, artefactos geobiopolíticos de disciplinamiento, de control, de producción y tráfico.

Sarmiento, mejor que nadie en su época, es quien visibiliza esta necesaria intervención en la vida de los sujetos nacionales para poder imponer la idea de un estado-nación tal como él lo imagina; siempre encuadrado en una matriz de pensamiento que si bien es europea, capitalista, burguesa, pretende alcanzar cierta autonomía económica, cultural y política con respecto a esas naciones mediterráneas hegemónicas (principalmente Francia e Inglaterra).

Con asombrosa lucidez, el político sanjuanino se da cuenta que, aun teniendo a disposición todo el aparato estatal (objetivo que finalmente logra con su presidencia) no es del todo suficiente la producción de territorios completamente calculados y controlados. Para que el capitalismo funcione a la perfección o, mejor dicho, para que comience a funcionar y lo haga de acuerdo a los valores de las potencias mundiales, lo que Sarmiento precisa es de sujetos dispuestos (consciente o inconscientemente) a poner andar toda esa maquinaria capitalista.

Esto lo va a llevar a percibir que tiene una serie de inconvenientes con respecto a los tipos de sujetos con los que se encuentra y los que él cree precisar para sus fines políticos. Esta problemática es lo que va a poner en funcionar, a lo largo de los distintos textos de pero también en otros que no pertenecen al corpus estudiado, un dispositivo biopolítico de producción de subjetividad sorprendente para su época.

Sarmiento va a reconocer y al mismo tiempo configurar, diferentes tipos de subjetividades a las que a lo largo de su obra va a ir otorgando cierta valoración bajo la clásica dicotomía civilización-barbarie que le va a servir como dispositivo de categorización de sujetos, lo que habilita sobre estos últimos (según el discurso de Sarmiento), disposiciones biopolíticas de protección o exterminio.

Sin duda, la figura más estudiada en la obra de Sarmiento en cuanto a estas prácticas y políticas sobre la vida, es la del aborigen, pero es importante antes que nada destacar que, aunque siempre se habló de Sarmiento como un gran impulsor exterminio de aborigen, su pensamiento no hubiera resultado del todo nefasto incluso para el intelecto más humanista de la época. Incluso un personaje como José Hernández, reconocido por su pensamiento humanístico, no se oponía al exterminio indígena.

El indígena, es en el discurso sarmientino la barbarie en su máxima expresión. Esto se construye en sus relatos a partir de diversas estrategias que configuran a los aborígenes como sujetos salvajes, animalizados, incapaces de todo pensamiento crítico o acción política propia, por lo tanto, el indio es una figura a exterminar porque no solamente es un obstáculo para la construcción de un estado-nación productivo en la medida en que siempre está violentando toda obra civilizatoria, sino que el salvaje directamente carece de habilidad para comprenden y por lo tanto (re)producir las prácticas y conciencias necesarias para la conformación de un proyecto nacional.

En Conflicto y armonía de las razas en América (1884) después de una larga comparación de las diferentes culturas americanas, europeas y africanas, Sarmiento dice:

Pero lo que por demasiado sencillo y por ser de ordinario los observadores, europeos que vienen de paso no han proclamado todavía es el grande hecho que los actuales habitantes de la América, que hallaron salvajes o semisalvajes los contemporáneos de Colón, son el mismo hombre prehistórico de que se ocupa la ciencia en Europa, estando allí extinguido y aquí presente y vivo, habiendo allá dejado desparramadas sus armas de silex, mientras aquí las conservaba en uso exclusivo (…) Al hablar, pues, de los indios, por miserable que sea su existencia y limitado su poder intelectual, no olvidemos que estamos en presencia de nuestros Padres prehistóricos, a quienes hemos detenido en sus peregrinaciones e interrumpido en su marcha casi sin accidente perturbador a través de los siglos. (Sarmiento, 1884: 19)

Los aborígenes americanos no solo son comparados con aquellos hombres primitivos que poblaron la tierra, cuyo desarrollo intelectual está muy lejos de alcanzar el de los hombres del momento histórico en que Sarmiento escribe, sino que además los que los ubica en la misma categoría que las piezas de los museos antropológicos europeos, quitándoles así todo rasgo de humanidad posible, porque aunque sean los “nuestros padres” son figuras prehistóricas reflejo de un pasado ya superado.

En la carrera por alcanzar la cima de la civilización, estas culturas primitivas quedaron detenidas en un tiempo que además de ser inferior en relación a las culturas europeas, ni siquiera les permite comprenderlas e imitarlas. Sumado a eso, su marcha para alcanzar a las culturas mas “evolucionadas” ya no es necesaria, el cruce con las civilizaciones más adelantadas solo puso en evidencia su incapacidad para asimilar la civilización tal como estas se la presentan, por lo tanto, si los museos ya se han llenado de estas piezas arqueológicas, lo que queda es el excedente innecesario que lo único que hace es evitar el inexorable avance de la civilización, lo que finalmente habilita su exterminio.

La América se agrega a la masa de pueblos civilizados, i en esta parte se pone en práctica la nocion del derecho que está en todos los espíritus i cuyo desarrollo embarazan aun en Europa las escorias que ha dejado la edad media. Lleguemos de un golpe al siglo XIX, i abramos el mapamundi. ¿Dónde están los bárbaros? Guarecidos en las islas, trabajados por la Rusia en las estepas de la alta Asia o sepultados en el interior inaccesible del Africa. La parte civilizada i en posesion mas o ménos de la libertad, o en via de completarla, es la mayoría de la humanidad, mayoría numérica, mayoría moral, de fuerza, de intelijencia i de goces. Tiénese hoi en su poder la parte mas rica, mas productiva del globo; tiene el cañon, el vapor i la imprenta para someter el resto salvaje del mundo, asimilárselo o aniquilarlo. (Sarmiento 2003: 316)

Así planteado, el exterminio se produce en favor de un tipo de eugenesia que interviene sobre ciertas vidas, consideradas como resultado de la degeneración, asegurando con su muerte la reproducción de la buena vida, de la vida civilizada. Al referirse a estos sujetos como “sin valor”, como producto del atraso evolutivo, autoriza sobre ellos un poder de muerte a partir del cual el derecho a eliminar ciertas vidas no quiebra una ley sino que se hace en favor de la civilización, del mejoramiento de las vidas mejor calificadas [1] .

Ahora bien, si como se dijo, el aborigen es un sujeto a exterminar porque representa la degradación, el retraso, la falta de inteligencia y capacidad práctica para construir una nación de acuerdo al emergente orden capitalista americano, existe también en la configuración subjetiva que lleva a cabo Sarmiento, otros dos tipos de sujeto que si bien no representan lo absolutamente opuesto a su proyecto nacional, sí son dos figuras controversiales a las cuales hay que intentar conocer para de esa manera poder intervenir en sus conductas, en los modos de hacer la política nacional.

Necesítase, empero, para desatar este nudo que no ha podido cortar la espada, estudiar prolijamente las vueltas i revueltas de los hilos que lo forman; i buscar en los antecedentes nacionales, en la fisonomía del suelo, en las costumbres i tradiciones populares los puntos en que están pegados. (Sarmiento, 1999: 13)

Estas otras dos figuras que va a construir Sarmiento son, la del estanciero, oligarca, representado en la figura de Rosas, y la del gaucho, representado en Facundo Quiroga.

Aunque el sanjuanino va a sostener superficialmente que Rosas es el heredero de Quiroga, un análisis de sus textos permite dar cuenta de que en realidad existen diferencias realmente sustanciales que marcan una distinción fundamental entre estos dos sujetos y por lo tanto en lo que ellos representan para el pensamiento sarmientino.

…Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado en este otro molde mas acabado, mas perfecto; i lo que en él era solo instinto, iniciacion, tendencia, convirtióse en Rosas en sistema, efecto i fin; la naturaleza campestre, colonial i bárbara, cambióse en esta metamórfosis en arte, en sistema i en política regular capaz de presentarse a la faz del mundo como el modo de ser de un pueblo encarnado en un hombre que ha aspirado a tomar los aires de un jenio que domina los acontecimientos, los hombres i las cosas. (Sarmiento, 1999: 13)

A lo largo de diferentes textos pero sobre todo en Facundo o Civilización y barbarie en las pampas argentinas, Sarmiento va a intentar configurar por medio de la figura de Rosas, la subjetividad oligárquica ganadera de la Argentina del S. XIX.

A partir del clásico binomio opositivo civilización/barbarie, el discurso sarmientino configura a Rosas como un tipo de monstruo al que podemos denominar como un monstruo jurídico-moral, es decir un sujeto cuya monstruosidad se reconoce en sus conductas.

Rosas quien a diferencia de Quiroga no encarna una efigie animal, no es tampoco un sujeto guiado por pasiones que no puede controlar es, por el contrario, distinguido, de ojos y pelo claro pero sobre todo calculador, lo que lo convierte en un individuo de razón absolutamente cruel y sanguinario, pero consciente de su tiranía y su perversidad.

Rosas es “el monstruo de la Pampa” (Sarmiento; 1999: 127) que “…rompe el pacto social reuniendo para sí la suma del poder público y semibárbaro porque representa los resabios de la barbarie convertidos ahora en sistema de gobierno.” (Torrano, 2014: 7) lo que significa que tiene la capacidad de imponer un sistema de gobierno que está basado en las costumbres ganaderas

…la cinta colorada que clava a cada hombre, mujer o niño, es la marca con que el propietario reconoce su ganado ; el degüello, a cuchillo, erijido en medio de ejecucion pública, viene de la costumbre de degollar las reses que tiene todo hombre en la campaña ; la prisión sucesiva de centenares de ciudadanos sin motivo conocido i por años enteros, es el rodeo con que se dociliza el ganado, encerrándolo diariamente en el corral; los azotes por las calles, la mazorca, las matanzas ordenadas son otros tantos medios de domar a la ciudad, dejarla al fin como el ganado mas manso i ordenado que se conoce. (Sarmiento, 1999: 148)

Es necesario un cambio en las formas de gobierno para alcanzar el destino de belleza civilizatoria

Pero con la caida de ese monstruo, entraremos por lo ménos en el camino que conduce a porvenir tan bello, en lugar de que bajo su funesta impulsion nos alejamos mas i mas cada dia, i vamos a pasos ajigantados retrocediendo a la barbarie, a la desmoralizacion i a la pobreza. (Sarmiento, 1999: 172)

Es preciso, entonces, no solamente derrocar este orden tirano que reproduce todo aquello que nos ha sumido en la pobreza, la desidia, la vagancia sino que es al mismo tiempo imperioso empezar a construir un tipo de subjetividad capitalista que lleve adelante el proyecto nacional sarmientino.

Tal es la influencia que ejercería sobre los hábitos nacionales esta sociedad echada en el agua, si es posible decirlo, y rodeada necesariamente de todos los medios de poder que da la civilización. A nadie se ocultan los defectos que nos ha inoculado el género de vida llevado en el continente, el rancho, el caballo, el ganado, la falta de utensilios, como la facilidad de suplirlos por medios atrasados. ¡Qué cambio en las ideas y en las costumbres! ¡Si en lugar de caballos fuesen necesarios botes para pasearse los jóvenes; si en vez de domar potros el pueblo tuviese allí que someter con el remo olas alborotadas; si en lugar de paja y tierra para improvisarse una cabaña se viese obligado a cortar a escuadra el granito! El pueblo educado en esta escuela sería una pepinera de navegantes intrépidos, de industriales laboriosos, de hombres desenvueltos y familiarizados con todos los usos y medios de acción que hacen a los norteamericanos tan superiores a los pueblos de la América del Sur. (Sarmiento, 2000: 73)

En este punto se puede observar como emerge del pensamiento de Sarmiento su máxima potencialidad biopolítica, porque a partir de ahora ya no se trata solamente de derrocar un orden “tirano” y a su respectivo “dictador” sino que ese derrocamiento debe ir acompañada de la configuración de un tipo de subjetividad de naturaleza industrial, es decir, esencialmente producida y modelada por toda una serie de dispositivos para ser implantada en la sociedad.

Al mismo tiempo, es importante reconocer que estos artefactos de producción de subjetividad varían de acuerdo a las condiciones en que deben ser ejecutados lo que los transfigura en maquinarias subjetivas territorializadas que funcionan incluso a escalas étnicas, de una casta o de razas, como dice el mismo Sarmiento.

Esta moderna gramática social capitalista, pretende (re)producir los modos de relacionamiento intersubjetivo hasta en sus aspectos más íntimos, mas inconscientes, es decir, las formas de trabajar, la educación a lo largo de todo su recorrido, pero incluso en las maneras de hablar, de amar, de encarnar la sexualidad y el sexo mismo.

Mejor que nadie en su época, Sarmiento logra ver que no se trata de aceptar el ordenamiento de las cosas tal cual es, que se puede cambiar las formas de reconocimiento del mundo por medio de ciertos dispositivos dispuestos para tal fin. Sarmiento, evidencia con total claridad que existe un reparto de lo sensible [2] , y que su disposición determina las gramáticas de inteligibilidad de lo real.

Fabricar la “realidad”, las relaciones de producción, el movimiento y localización de los cuerpos y las mercancías, los modos de comportamiento interpersonales y de cada uno son sí mismo, en definitiva, maquinar la forma en que los sujetos perciben y se relacionan con el mundo y consigo mismo.

Así comienza a terminar de armarse el gran proyecto geobiopolítico de Sarmiento. Geobiopolítico porque impone formas, límites, recortes, fronteras, delimita espacios, es decir, que imprime condiciones que hacen posible determinadas vidas, que habilitan su producción, crecimiento, circulación y reproducción. El territorio deja de ser un accesorio para la vida, y se transforma en condición de su existencia, territorio y vida forman un todo inseparable en el que “el espacio deviene vital y la vida, espacial, de un modo no extensivo sino, por el contrario, intensivo” (Cavalletti, 2010, 243).

Finalmente, la maquinaria de producción sarmientina se va a completar con la configuración del gaucho y a partir de este se va a posibilitar una nueva subjetividad particular que sólo puede entenderse completamente mediante el análisis de su relación con este último, esa última figura es el inmigrante.

Figura híbrida la del gaucho, hijo mestizo de inmigrantes y aborígenes, sujeto en estado casi amorfo para el pensamiento de Sarmiento.

Cierto es que los gauchos, raza peculiar de hombres que se ven en las Pampas i están entre el europeo i el indíjena, siguieron a ciertos hombres de partido de esa época, pero eso se debió a que eran estos la autoridad inmediata que ellos reconocian; los siguieron movidos del afecto personal i del hábito de la obediencia, pero no de una conviccion política, no del deseo de hacer prevalecer un sistema que protejiera sus intereses. (Sarmiento, 1999: 8-9)

El gaucho es una mezcla entre indios y blancos, un “salvaje blanco” (Ibídem.: 40) no depravado totalmente. Esto le da una condición particular, porque si bien ha reconocido algunos líderes entre los caudillos estancieros de las provincias e incluso de la capital, no lo hizo por convicción política sino por puro respeto de la autoridad, por lo tanto, si cambia la autoridad, cambia los parámetros de conducta de estos sujetos, que por ahora solo se dedican al pastoreo de ganado sin intenciones de intervenir demasiado en la transformación del espacio

…estos inmensos canales escavados por la solícita mano de la naturaleza no introducen cambio ninguno en las costumbres nacionales. El hijo de los aventureros españoles que colonizaron el pais detesta la navegacion, i se considera como aprisionado en los estrechos límites del bote o de la lancha. Cuando un gran rio le ataja el paso, se desnuda tranquilamente, apresta su caballo i lo endilga nadando a algun islote que se divisa a lo léjos; arribado a él, descansan caballo i caballero, i de islote en islote se completa al fin la travesía. De este modo, el favor mas grande que la Providencia depara a un pueblo, el gaucho arjentino lo desdeña, viendo en él mas bien un obstáculo opuesto a sus movimientos, que el medio mas poderoso de facilitarlos: de este modo la fuente del engrandecimiento de las naciones, lo que hizo la celebridad remotísima del Ejipto, lo que engrandeció a la Holanda i es la causa del rápido desenvolvimiento de Norte-América, la navegacion de los rios, o la canalizacion, es un elemento muerto, inesplotado por el habitante de las márgenes del Bermejo, Pilcomayo, Paraná, Paraguai i Uruguai. (Sarmiento, 1999: 23)

Pero si el cambio de condiciones puede producir en la conciencia de estos sujetos un cambio de conducta, allí es donde el pensamiento de sarmiento planea intervenir para formar los sujetos que finalmente desea. El gaucho es una masa informe a la cual moldear para conseguir los sujetos industriosos, o mejor dicho industriales que Sarmiento precisa. Saliendo un poco del terreno discursivo y pensando concretamente en las practicas, se puede agregar a un análisis más detallado del pensamiento geobiopolítico del político sanjuanino, el hecho de que una de sus primeras medidas como presidente haya sido realizar el primer censo nacional, sumado a eso, la relevancia que tenía en su gobierno la educación y la inmigración. De manera muy esquemática se puede resumir en: medición de la población y disciplinamiento.

Finalmente, al identificar a estos sujetos maleables en la figura del gaucho, Sarmiento parece reconocer que debe sumar a su proyecto estadístico y educativo una nueva subjetividad que le sirve de molde para la configuración del sujeto nacional, esta novedosa subjetividad proviene de los países europeos ya industrializados, principalmente de Francia e Inglaterra.

Sarmiento necesita de estos sujetos porque sirven a su planeamiento en dos sentidos, según sus cálculos, por un lado traen dinero y mano de obra para empezar a construir la industria argentina aun escasa, y por otro lado son el ejemplo a seguir para esos sujetos amorfos que son los gauchos. El inmigrante es la subjetividad ya construida que solo debe comprarse en el marcado argentino al precio de unos pocos patacones para dejar de ser ese semisalvaje de las pampas y pasar a ser un obrero en de las plantas industriales de la ciudades civilizadas.

El inmigrante es la última pieza de este artefacto de producción subjetiva

La emigración del exceso de población de unas naciones Viejas a las nuevas hace el efecto del vapor aplicado a la industria: centuplicar las fuerzas y producir en un día el trabajo de un siglo. Así se han engrandecido y poblado los Estados Unidos, así hemos de engrandecernos nosotros; y para nosotros el concurso de los europeos es más necesario que no lo es para los norteamericanos. Descendientes éstos de la industriosa, navegante, manufacturera Inglaterra, tienen en sus tradiciones nacionales, en su educación y en sus propensiones de raza elementos de desenvolvimiento, riqueza y civilización que les bastarían sin auxilio extraño (Sarmiento, 2000: 81)

Sujetos industriales, dispuestos a la navegación de los ríos, a la manufactura, sujetos producidos en las condiciones sociales europeas, dispuestos para la (re)producción de ordenamiento social que puede llevar a la naciente nación argentina a convertirse en una de las grandes potencias mundiales. Ese es el engranaje final de la maquinaria sarmientina: el inmigrante.

Conclusiones finales

Lo que superficialmente parece ser una imaginación utópica para un destino nacional prometedor, en el análisis se convierte en un dispositivo de producción territorial y subjetiva cuya finalidad es el ejercicio de un proyecto de institución estatal que se ajusta a la matriz capitalista europea y estadounidense.

Esta maquinaria que comienza por el vaciamiento de todo sentido territorial, que intenta tapar como arena del desierto, letra por letra, los sentidos espaciales sobre los cuales se inscribe la política, la cultura, las maneras de relacionamiento de la naciente nación argentina.

Una vez que a logrado borrar la huella de toda escritura, Sarmiento reinscribe un nuevo mapa nacional por medio de una geopolítica basada en la medición, el cálculo de los recorridos y las distancias tanto de los espacios, como de los tiempos, los sujetos y las mercancías. De tal modo que llenar este desierto implica, por un lado, bajo la aparente escritura utópica, la programación de un territorio nacional, pero al mismo tiempo conlleva la escritura del otro.

La escritura del otro es la producción del otro, del otro a proteger y del otro a eliminar. Producir sujetos animalizados, salvajes, carentes de toda capacidad de razón, de entendimiento de una cultura más evolucionada que encarna la civilización como estandarte, sujetos brutales que destruyen todo a su paso guidados por pasiones incontrolables como fieras embravecidas, estos sujetos son los indios.

Producir a un rival que si bien se encuentra bajo las mismas condiciones de raciocinio, de potencialidad intelectual, es conducido por una perversidad sin límites condicionada por una cultura ganadera basada en intereses netamente personales que no aspira a la grandeza de la nación sino al enriquecimiento individual y al empobrecimiento político, cultural, moral de las clases dirigidas. Este sujeto es el monstruo Rosas, que encarna la conciencia subjetiva de la oligarquía ganadera argentina. Este sujeto es para Sarmiento, al igual que el indio, un sujeto a eliminar, no en las mismas condiciones de brutalidad que este último, pero si lo considera como un sujeto que debe ser ubicado en un lugar de las relaciones de poder que le impida seguir imponiendo un orden devastador.

Finalmente, como el intelecto de Sarmiento logra ver que la producción territorial no se contrapone a la producción subjetiva sino que se complementa, es decir que el trabajo no es puramente material sino que es al mismo tiempo semiótico. El político sanjuanino va a configurar dos tipos de sujetos que se complementan como finalmente dar forma su gran proyecto subjetivo, que es producir sujetos burgueses capaces de seguir reproduciendo la maquinaria de producción capitalista.

El gaucho y el inmigrante son los últimos embragues del gran artefacto geobiopolítico sarmientino. El primero es la masa amorfa a partir de la cual se intenta dar forma a los nuevos sujetos industrializados, por ello lo configura como sujeto pasivo, en un estado de hibridación que le permite ser la materia prima de la maquinaria subjetiva. Por otro lado, el inmigrante es el sujeto burgués ya conformado en otras condiciones sociales y políticas, una subjetividad a disposición de los países en vías de desarrollo que sirven como molde para la elaboración de sujetos industriales y que al mismo tiempo cuentan con un capital necesario tanto para la producción material como subjetiva.

Este es el gran dispositivo geobiopolítico de Sarmiento, un artefacto diseñado para el ordenamiento de territorios precisos, calculados y controlados en donde se localizan sujetos predispuestos para la (re)producción tanto de esos mismos territorios como de las subjetividades mencionadas, de sus maneras de conducirse, de trabajar, de hablar, de amar, de fabricar, de vender y de comprar, de desear.

Bibliografía

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ü Cavalletti, A. (2010) Mitologia de la seguridad. La ciudad biopolítica, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires.

ü Foucault, M. (2001) Defender la sociedad. Fondo de Cultura económica, Buenos Aires.

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Corpus

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Ø -----------------------------(1915) Conflicto y armonía de las razas en América. Cultura argentina. Buenos Aires. Disponible en: https://archive.org/stream/conflictoyarmo00sarm#page/74/mode/2up

NOTAS



[1] Aunque parezca absolutamente descabellado, el mismo sitio donde Sarmiento ubica su ciudad imaginaria, la isla Martin García, funcionaba como campo de concentración y aniquilación de la población indígena durante el periodo de su presidencia y hasta entrado el S. XX. Se calcula que por allí pasaron por lo menos unas 3000 personas.

[2] “sistema de evidencias sensibles que permite ver al mismo tiempo la existencia de un común y los recortes que definen sus lugares y partes respectivas. Un reparto de lo sensible fija al mismo tiempo algo común repartido y ciertas partes exclusivas. Esta repartición de las partes y de los lugares se basa en un reparto de espacios, de tiempos y de formas de actividad que determina la forma misma en la que un común se presta a la participación y donde unos y otros son parte de ese reparto” (Rancière, 2014: 19).