ENVEJECIMIENTO EN CLAVE FEMINISTA: REFLEXIONES A PARTIR DE UN DISPOSITIVO DE TALLER SOCIOEDUCATIVO
AGEING IN A FEMINIST KEY: REFLECTIONS ON THE BASIS OF A SOCIO-EDUCATIONAL WORKSHOP DEVICE
Natalia Franco*
Resumen
El presente artículo pretende reflexionar en torno a la gerontología educativa desde una perspectiva feminista, decolonial y en relación al envejecimiento activo. Se centra en el análisis de caso de un taller grupal socioeducativo desarrollado en un contexto de educación no formal en la provincia de Córdoba, Argentina, en el que participaron personas mayores entre 55 y 83 años. Desde una metodología cualitativa, se analizan categorías teóricas, relatos, y experiencias compartidas por las personas participantes. El trabajo tiene como objetivos, en primer lugar, reflexionar sobre el taller socioeducativo como dispositivo para la construcción de conocimiento colectivo entre pares, a partir de reconocerse portadores, creadores de saberes y protagonistas desde su propia enunciación. En segundo lugar, brindar algunas claves, para repensar la educación a lo largo de la vida desde la gerontología y los feminismos latinoamericanos, especialmente a través de perspectivas críticas, decoloniales e interseccionales. Se apuesta hacia a una gerontología educativa feminista que cuestione y resignifique las estructuras patriarcales que han sido impuestas (y absorbidas) durante el curso de la vida.
Palabras clave: gerontología, educación, feminismos
Abstract
This article aims to reflect on educational gerontology from a feminist, decolonial perspective and in relation to active ageing. It focuses on the case analysis of a socio-educational group workshop developed in a context of non-formal education in the province of Córdoba, Argentina, in which older people between 55 and 83 years of age participated. Using a qualitative methodology, theoretical categories, stories and experiences shared by the participants are analysed. The work aims, firstly, to reflect on the socio-educational workshop as a device for the construction of collective knowledge among peers, based on the recognition of themselves as bearers, creators of knowledge and protagonists from their own enunciation. Secondly, to provide some keys to rethink lifelong learning from gerontology and Latin American feminisms, especially through critical, decolonial and intersectional perspectives. It is committed to a feminist educational gerontology that questions and resignifies the patriarchal structures that have been imposed (and absorbed) during the life course.
Keywords: gerontology, education, feminisms
Introducción
El envejecimiento activo, no está dirigido de manera exclusiva a las personas envejecidas, sino que como paradigma y noción busca intervenir en el curso de la vida de todas las personas, desde una concepción integral que potencie la salud y bienestar. Pretende, entre otras cosas, generar conciencia sobre el envejecimiento como construcción, como proceso y en ello se destaca el rol activo individual, familiar y social.
Desde la gerontología crítica, feminista y decolonial se advierte la necesidad de generar desarrollos académicos, prácticas de intervención y políticas gerontológicas, desde una mirada situada que reconozca las diferencias y desigualdades en el trayecto de la vida y también recuerde que a medida que el territorio fue colonizado, también lo fueron los saberes, la cultura, creencias, espiritualidad, los cuerpos, etc.
Resulta imprescindible reconocer las trayectorias desiguales de asimetría de poder y opresiones que han permeado, especialmente, la vida de las mujeres en detrimento de sus derechos y oportunidades. En esta línea se integran las nociones de envejecimiento diferencial y envejecimiento desigual. La primera, planteada desde la gerontología crítica, pone de manifiesto que existen modos diferenciados de envejecer y de significar el envejecimiento, reconociendo su heterogeneidad (Yuni y Urbano, 2008). La segunda noción, propuesta desde la gerontología decolonial, incorpora el análisis de las desigualdades en el proceso de envejecer (Manes, Danel, Garmendia, 2020). Ambas entienden al envejecimiento como el devenir de la trayectoria vital y reconocen la pluralidad de envejecimientos y vejeces.
En este marco, desde la experiencia en territorio, académica, doméstica y como mujer latinoamericana envejeciente, surgen las preguntas sobre ¿Qué sentidos y prácticas, tramas y torsiones, emergen al pensar una gerontología educativa desde una perspectiva feminista, decolonial y en relación al envejecimiento activo? ¿Cuáles son las experiencias de personas mayores que acceden a una intervención educativa desde estos posicionamientos? Sin pretender llegar a respuestas concluyentes, este trabajo se centra en el análisis de caso de un taller grupal socioeducativo desarrollado en un contexto de educación no formal en la provincia de Córdoba, Argentina, en el que participaron personas mayores entre 55 y 83 años. Desde una metodología cualitativa, se analizan categorías teóricas, relatos, y experiencias compartidas por las personas participantes. El trabajo tiene como objetivos, en primer lugar, reflexionar sobre el taller socioeducativo como dispositivo para la construcción de conocimiento colectivo entre pares, a partir de reconocerse portadores, creadores de saberes y protagonistas desde su propia enunciación. En segundo lugar, brindar algunas pistas, para repensar la educación a lo largo de la vida desde la gerontología y los feminismos latinoamericanos, especialmente a través de perspectivas críticas, decoloniales e interseccionales. Se apuesta hacia a una gerontología educativa feminista que cuestione y resignifique las estructuras patriarcales que han sido impuestas (y absorbidas) durante el curso de la vida.
Gerontología educativa y envejecimiento activo
El campo de la educación y la gerontología lograron nutrirse mutuamente. La primera aportó teorías y herramientas que dieron lugar al concepto de “educación a lo largo de la vida”. La segunda aportó las caracterizaciones sobre las condiciones de las personas mayores, el aprendizaje y también un modelo a seguir, orientado en la vejez activa, saludable y exitosa (Urbano y Yuni, 2020).
El envejecimiento activo, se reconoce como el proceso que busca mejorar la calidad de vida de las personas envejecientes, al optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad; durante el curso de vida se busca promover el potencial de bienestar físico, social y mental y la participación en la sociedad, a la vez que se les proporciona protección, seguridad y cuidados apropiados (OMS, 2002).
Esta noción se establece como principio fundante de las políticas orientadas a personas mayores e incorpora en la agenda pública, temáticas de diferentes disciplinas para optimizar las oportunidades de salud, participación, seguridad y educación. En esta línea, la OMS declaró la Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030) con el fin de fomentar y aunar acciones de gobiernos, organismos internacionales, profesionales, la academia, sociedad civil, sector público y privado que favorezcan a mejorar las vidas de las personas mayores, familias y comunidades. Con el reconocimiento formal de normativas y políticas públicas que pusieron el tema en agenda, la educación a lo largo de la vida se constituyó como un derecho social.
El rol de la educación como dimensión para alcanzar el envejecimiento activo no estuvo contemplado de manera explícita en la formulación inicial de la noción. Su incorporación posterior fue fundamental para promover la construcción de la salud individual y comunitaria, entendida en un sentido integral y colectivo, dado que a través de la educación se accede a información, desarrolla habilidades, reconocen derechos y fomenta una ciudadanía activa. De esta manera el envejecimiento activo reconoce y promueve la capacidad de agenciamiento de las personas mayores en la esfera social (Urbano y Yuni, 2020).
No obstante, Urbano y Yuni (2013) analizan la emergencia de esta noción como un “acontecimiento discursivo de la contemporaneidad” (p. 263) que pretende redefinir la manera de entender la vejez y reconfigurar los imaginarios y prácticas sociales en torno a ella. Si bien este paradigma-noción direcciona políticas y pone en agenda las múltiples variables que atraviesan esta etapa de la vida, también establece un modelo de vejez a alcanzar. Para los autores la institucionalización del envejecimiento activo se presenta como una visión ideal y utópica de la vejez que no está exenta de dinámicas institucionales contradictorias y de tensiones de significación. De aquí la advertencia de evitar imponer otros modelos estereotipados de vejez, que glorifiquen estar en actividad y mantenerse productivo-activo, en un contexto social-cultural-económico-político que premia a las personas en función del rendimiento.
En este sentido, frente a una sociedad patriarcal, capacitista y edadista, la vejez continúa siendo erosionada por las representaciones que traen estos sistemas y perpetúan las imágenes de inutilidad, decrepitud, improductividad, pérdida y dependencia a la que históricamente se la ha asociado. Los términos “activo” y “exitoso” resuenan como la antítesis a todo ello, y rápidamente se asocian a la idea “de una eterna juventud” y se convierten en un mandato de plenitud y de modelo de vejez a alcanzar. Entonces, ¿Para quiénes está pensado el envejecimiento activo? ¿Qué se camufla detrás de términos como activo y exitoso?
Sobre esto, la gerontología decolonial, plantea la vejez como una forma de otredad y reflexionar sobre la colonialidad de ser, la cual puede entenderse como una opresión que emerge al idealizar la juventud (Manes, Danel, Garmendia, 2020). De este modo “nos han hecho creer que estar activa significa no ser vieja y por lo tanto esta productividad se convierte en un requisito para la felicidad en la vejez” (Freixas, 2021, p. 39). Y otra vez, la productividad para ser felices en nuestras vidas.
De los autores que miran con sospecha al modelo de “vejez activa”, Freixas (2021) cuestiona que es funcional, útil y encuentra su justificación en la mediana edad. Agrega que este modelo está pensado y proyectado para personas mayores con economías resueltas y “privilegiadas”, con tiempo y salud disponible. Para la autora se corre el riesgo de unificar la vejez y olvidar la heterogeneidad existente entre personas de 60 a 90 años (por solo mencionar la variable edad). Acaso ¿Configura como vejez activa y exitosa la situación de una mujer mayor de 70 años que continúa trabajando como cuidadora e incluso ofrece sus servicios a sus pares? ¿Cómo logra una vejez activa y exitosa la persona que cobra haberes jubilatorios miserables y vive en la indigencia? ¿En el proceso de alcanzar este envejecimiento, se consideran las desigualdades y opresiones? ¿Cómo se logra dicha vejez en un sistema capitalista, patriarcal, colonial, ecocida y descartable que agudiza constantemente la crueldad?
La revisión crítica sobre el envejecimiento activo no pretende deslegitimar sus aportes, sino que busca situarlos y resignificarlos. En este sentido, la gerontología educativa puede ofrecer valiosas herramientas para cuestionar condiciones estructurales en las trayectorias de vida, abrir sentidos y construir caminos sobre la existencia propia y la existencia comunal.
En relación a ello, posicionados desde el pensamiento crítico latinoamericano, Molina-Luque y Yuni (2017), establecen cruces entre educación y buen vivir. Para los autores la educación no constituye un fin en sí mismo, sino que consiste en un proceso para la transmisión y transformación en el plano individual y colectivo. En este sentido la educación:
es una práctica social de cuidado a través de la cual se cultiva lo humano y se construye el destino colectivo de la comunidad. La educación es un proyecto socio-comunal que tiene como base la construcción de una cultura del cuidado del otro, para el otro, con el otro. (Molina-Luque y Yuni, 2017, p. 25)
Se destaca que la educación no solo favorece a la adquisición de conocimientos, sino que también promueve un estilo de vida que respeta al sujeto en su dimensión integral, diversidad cultural, y el contexto socio-comunal en el que se encuentra. Al estar intrínsecamente relacionada a la existencia humana, posibilita el acceso, creación y transformación de saberes que son los fundamentos para la vida (Urbano y Yuni, 2020). De la relación entre el envejecimiento activo y la gerontología educativa se reconoce el potencial transformador, que exige mantener una vigilancia ontológica, epistémica y crítica para no reproducir desigualdades ni suponer modelos normativos de vejez. Aquí la oportunidad de crear desde la gerontología educativa herramientas e intervenciones que contribuyan a envejecimientos libres de opresiones.
Hacia una gerontología educativa con perspectiva feminista
Históricamente, la hegemonía discursiva ha subalternizado los conocimientos y saberes de las mujeres envejecientes y envejecidas. Basta revisar en la historia el acceso desigual a la educación, un derecho que en sus inicios estuvo reservado a varones y elites. Si bien, movimientos sociales y normativas internacionales lograron establecer formalmente la universalización de este derecho, aún persisten preguntas, inquietudes, desafíos para la construcción de sociedades más igualitarias.
A través de estrategias e instituciones, la educación dominante continúa siendo una de las herramientas que reproduce y por lo tanto sostiene la cultura patriarcal. A su vez se consolida a través de medios de comunicación hegemónicos, publicidad y otros espacios e instituciones a su servicio que funcionan como agentes de socialización y educativos (Bonavitta y Paez, 2019).
Esta educación dominante se inserta en el sistema patriarcal, entendido como estructura que organiza y sostiene las relaciones y define las desigualdades de poder y prestigio en los ámbitos de la vida (Segato, 2018). Responden a la matriz heterosexual, en la que “lo masculino” responde al sujeto hablante y activo del espacio público. Mientras que a “lo femenino” se le asigna la pasividad y el confinamiento al espacio privado/doméstico (Segato, 2018), lo que ha generado graves consecuencias en sus vidas.
Desde la gerontología feminista se enfatiza en realizar un abordaje del envejecimiento femenino desde una lectura integral, procesal, continua (sin fragmentar en etapas ni estadios sucedidos cronológicamente). En la superposición e intersección de roles: abuela, esposa, madre, trabajadora se constituyen experiencias que hacen a la subjetividad. En relación a ello, advierten que a las mujeres se las identifica y define desde acontecimientos familiares y roles domésticos, mientras que en el caso de los varones se los enuncia y concibe desde roles sociales y públicos (Yuni y Urbano, 2008).
La delimitación de las relaciones de poder, moldeada por la estructura patriarcal, también es permeada por la colonialidad. Desde el feminismo decolonial, Lugones (2008) toma los aportes de Quijano sobre la colonialidad del poder para hacer visible que el género es una imposición colonial moderna de sometimiento. Propone entender esto en términos de “sistema moderno/colonial de género”. Para la autora, tanto el género, como la raza son “ficciones poderosas” que el mundo eurocentrado impuso para conquistar, colonizar y dominar. Segato (2011) nos recuerda “que el proceso de modernización en permanente expansión es también un proceso de colonización en curso” (p. 19).
Del mismo modo, que la colonialidad del poder y del género establece una supremacía de "lo masculino" (género) y "la blanquitud" (raza), también lo hacen en relación a "la juventud" (edad). La organización social y de la vida se realiza en función de edades, y con ellas se establecen mandatos y expectativas. A determinada edad: se estipula el inicio al sistema escolar, se espera que se ingrese y se retire del mercado laboral formal, se establece la maternidad y paternidad. Estos ejemplos (y otros) se tornan noticia de escándalo cuando suceden por fuera de la edad asignada. En este sentido, esta organización responde al adultocentrismo, a lógicas capitalistas y de reproducción biologicistas. Gutierrez y Ríos (2006) sostienen que las distintas edades se distinguen en función del eje de la reproducción y del poder, lo que lleva a considerar a la edad como capital simbólico. Así, la juventud y la adultez se asocia a fuerza, vitalidad y poder, mientras que la vejez suele estar marcada por representaciones negativas contrapuestas.
Como capital simbólico, en ocasiones se resalta la sabiduría de las personas mayores, como aquello del orden de lo adquirido por el paso del tiempo, sin embargo ¿En qué espacios circulan esos saberes? ¿Entre quienes? ¿Los saberes y experiencias de las personas mayores reverberan en el entramado social? ¿Y los saberes de las mujeres mayores? En esta construcción constante de la colonialidad la sabiduría de las personas mayores es relegada a la subalternización. En palabras de Sande y Mauros (2023):
El lugar de subalternidad que las vejeces ocupan en las sociedades actuales se puede comprender desde la idea de “invisibles sociales” (Fernández, 2006, p.2) en la medida que su lugar de supeditación es interpretado como natural, a partir de su homogeneización en tanto sujetos viejos que implica cargas sociales, económicas y de cuidados. Si entendemos (y aceptamos) que para que haya una distribución desigual del poder es necesario desconocer, negar y victimizar a un grupo social, concibiéndolo como incapaz y distinto, esto funciona como estrategia que legitima los actos de discriminación, ya que, al naturalizar estas condiciones, las validamos. (pp. 119-120)
Para las autoras, reconocerse en ese lugar de subalterno, implica enunciarse desde las heridas generadas por el patriarcado y ofrece la posibilidad de una práctica de resistencia. En ese sentido, las mujeres históricamente han desarrollado saberes, estrategias y recursos para anteponerse a desigualdades estructurales (Navarro, 2019). Tal como dice Freixas (2021) las mujeres han sido “tocadas por el don de la longevidad, portadoras de conocimientos y dueñas de los secretos de la supervivencia” (p. 34). La invitación es a correrse de los espacios, roles, obligaciones asignadas y desde esos mismos saberes, compartidos y comunales desarrollar estrategias que confronten situaciones de opresión.
En este sentido, abordar una gerontología educativa desde perspectivas feministas resulta esencial para problematizar las prolongadas trayectorias asimétricas de poder que han calado la vida de las mujeres envejecidas. La interseccionalidad, es un aporte de los feminismos negros que, en el campo gerontológico, resulta significativo para analizar estos trayectos envejecientes y a su vez constituye una de las pistas claves para pensar en una gerontología educativa feminista. Desde la interseccionalidad se busca dar cuenta de los múltiples aspectos de la identidad que enriquecen nuestras vidas y experiencias, y que agravan o complican las opresiones y marginaciones (Bonavitta, 2020).
Una educación gerontológica y feminista es una apuesta a cuestionar los discursos patriarcales y edadistas que perpetúan estereotipos y exclusiones. A su vez, es una invitación a promover prácticas educativas que valoren los saberes, historias y capacidades de las mujeres mayores como una fuente de transformación social. Para ello, será necesario construir colectivamente espacios donde sus saberes sean reconocidos y compartidos, como una contribución a romper con las lógicas de opresión y subalternización que históricamente han definido su lugar en la sociedad.
Taller socioeducativo: dispositivo para, en y con personas mayores
En Latinoamérica, el dispositivo de taller tiene una notoria impronta de la Educación Popular de Paulo Freire, sin embargo, este dispositivo excede el campo de la educación y es posible de aplicar en diversos ámbitos. Encuentra su base metodológica en el trabajo grupal y su fundamento en la práctica compartida para lograr objetivos comunes, lo cual se sustenta en la concepción de construcción colectiva del conocimiento (Bonvillani, 2015).
Para lograr el trabajo grupal, quien coordina talleres debe hacerlo desde una posición que reduzca las asimetrías, reconozca los conocimientos populares y promueva el diálogo horizontal de saberes. Para ello, es fundamental la flexibilidad y mantener una atención centrada en las personas para fomentar su participación y protagonismo. Se destaca que si bien cada persona tiene un interés personal, y se reconoce la dimensión individual, desde el trabajo grupal el taller permite generar instancias de reflexión-acción colectiva. En tal sentido, en palabras de Bonvillani (2015) “se trata más que nada de disponer condiciones psicosociales, es decir, el encuentro con el otro (en el sentido del no-yo, de la diferencia) que permitan la expresión, la comunicación, el conocimiento y la acción colectiva” (p. 121).
Para la autora las instancias de reflexión colectiva se generan al recuperar experiencias de la vida diaria, lo que permite entre otras cosas recuperar las prácticas, sentires, pensares y desde allí construir nuevos conocimientos. Todo esto sucede en un escenario de múltiples interacciones, entre sujetos, espacios, cuerpo y producto -imágenes, relatos, etc.- (Bonvillani, 2015).
Considerar la dimensión socioeducativa y crítica del taller, implica que las intervenciones se realizan desde el diálogo, participación y reflexión y se plantea conjuntamente con las personas con las que se comparte el taller, de allí pensar en una “educación con”. Las intervenciones socioeducativas con perspectiva crítica fomentan la sensibilización, concientización, emancipación de los oprimidos y promueve el empoderamiento y protagonismos de sus vidas, a la vez que apuesta a la transformación del entorno (Martínez-Otero Pérez, 2021).
El taller se considera como “dispositivo” por su capacidad de ser “generador” (en varios sentidos) de contenidos, prácticas, procedimientos, objetos materiales y todo aquello del orden de lo simbólico, como discursos, narrativas, representaciones, etc. (Bonvillani, 2015). La capacidad del dispositivo de ser generador (el carácter artefactual en términos foucaultianos) se pone al servicio de la transformación de las personas mayores, a través de acciones psicosocial-educativas (Urbano y Yuni, 2013).
En función de lo dicho, el dispositivo de taller socioeducativo propuesto surge de reconocer la educación en un sentido amplio. En términos de Urbano y Yuni (2016) se trasciende la idea de una “educación para”, con un fin pragmático y de mera adquisición de conocimientos. Se recupera la concepción de una “educación en” y agrego: en grupo, en el cuerpo, en el aquí ahora, en un entre que habilite el ser, estar y conquistar la identidad individual y colectiva. Para los autores la “educación en” otorga la posibilidad de ser uno mismo, conectar con la identidad personal y colectiva, revisar lo vivido, reelaborar la narrativa personal y resignificarse en el curso de la vida. Por todo ello, junto a la necesidad de auto-realización personal, la educación deviene en un recurso existencial.
Metodología Propuesta
Este trabajo se enmarca dentro de la metodología cualitativa, cuyo objetivo es explorar categorías teóricas y relatos experienciales de personas mayores entre 55 y 83 años de la provincia de Córdoba (Argentina). A partir del análisis del caso de taller grupal socioeducativo realizado en un ámbito no formal de educación, se propone retomar la experiencia como recurso empírico, teórico y como herramienta epistémica, que permite dar cuenta de las realidades y producir conocimiento situado (Castañeda, 2016).
Para la recolección de datos, se emplearon técnicas como observación participante, registros de los encuentros y notas de campo, con el objetivo de recopilar relatos y experiencias desde los marcos de referencias y enunciación de las personas participantes. Los resultados del estudio se organizan en torno a tres ejes de análisis.
Artisteando: taller para reverberar las experiencias envejecientes
El taller Artisteando, se realizó en el marco del Espacio Illia, una institución pública que cuenta con dos sedes, una en la ciudad de Córdoba Capital y otra en Río Cuarto. El Illia (en ambas sedes) se trata de un espacio sociorecreativo, cultural y gratuito, en el que se brindan talleres y actividades con la finalidad de promover una vejez y un envejecimiento activo y saludable. Las actividades son dirigidas a personas mayores de 55 años, autoválidas, independientemente de su condición previsional y lugar de residencia. Las propuestas dirigidas a dicha población se han diversificado y crecido en número, abarcando amplitud de intereses (desarrollo intelectual, físico, personal y social) en consonancia con lo que se observa en otros países (Dottori, 2015).
Hasta el año 2020, los talleres y actividades brindadas eran de modalidad presencial. La irrupción de la pandemia por COVID-19 y las medidas adoptadas de aislamiento social, preventivo y obligatorio, implicó el desafío de readaptar los talleres presenciales a la modalidad virtual. La adherencia y apropiación por parte de las personas mayores a este nuevo formato permitió que actualmente desde las instituciones se brinden talleres en ambas modalidades.
Sobre el taller
A partir del reconocimiento de las urgencias de encuentro y socialización potenciadas en el contexto sanitario por COVID19, como así también las demandas relacionadas con el empoderamiento y el enriquecimiento personal, surgió Artisteando como dispositivo de taller grupal socioeducativo. Esta propuesta fue llevada a cabo durante el año 2021, desde abril a noviembre, con encuentros semanales de dos horas. Dado el contexto y las medidas preventivas de ese entonces, el taller se realizó de manera virtual, a través de la aplicación de Google Meet. Pese a los desafíos que implicó (readaptar técnicas grupales y contenidos, aprendizajes continuos sobre el manejo de las tecnologías y generar canales de comunicación fluidos a través de WhatsApp, mensajes de textos y en ocasiones llamadas telefónicas), la virtualidad también posibilitó acortar distancias geográficas, dado que participaron personas mayores de la ciudad de Córdoba (de distintos barrios céntricos y periféricos) y de la ciudad de Río Cuarto. También pudieron sostener los encuentros aquellas personas mayores que por sentir miedo a contraer la enfermedad de COVID-19 cancelaron durante meses sus actividades en la vía pública (salidas, caminatas, encuentros presenciales con pares, asistir a bares, etc.). En este sentido, al recordar las campañas realizadas por organismos nacionales y provinciales, las extremas restricciones dirigidas a las personas mayores se camuflaron de “cuidado y prevención”. La contracara fue “miedo”, “aislamiento” y “soledad”.
“Artisteando” surge de reconocer a las personas mayores como agentes sociales, autónomas, con capacidades y potencialidades, con demandas de participación, inclusión y protagonismo social. La propuesta de taller estuvo dirigida a personas mayores en general, sin distinción de género. El grupo finalmente fue constituido por 12 personas mayores, once mujeres y un varón, de 55 a 83 años, quienes se inscribieron a través de un formulario de la institución.
Se destaca la diversidad y heterogeneidad del grupo. Si bien todas las personas eran mayores de 55 años, existió una amplitud en cuanto a la edad. En este sentido, la prolongación de la vida observada durante las últimas décadas permite considerar a la vejez, la etapa más larga. De aquí que se establezcan diferencias intrageneracionales dentro de este grupo etario, algunos autores plantean en términos de vejez-ancianidad; tercera, cuarta y quinta edad; vejez temprana y avanzada. Es oportuno destacar que según el artículo 2 de la Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (OEA, 2015; ratificada en Argentina en el 2017 -Ley 27360-; con jerarquía constitucional desde 2022, -Ley 27700-) persona mayor es “aquella de 60 años o más, salvo que la ley interna determine una edad base menor o mayor, siempre que ésta no sea superior a los 65 años”.
Se resalta también los diferentes territorios desde los cuales cada una/uno se presentó, identificó y aportó, ello se vio reflejado en prácticas culturales, la información propia del lugar como también en las prácticas cotidianas que construyen en relación a él. Además, mencionar las trayectorias laborales diversas ya sean, en el mercado formal o no formal, los niveles de escolaridad alcanzados y el acceso a capitales simbólicos y culturales.
La propuesta del taller se sostuvo desde el acompañamiento grupal, generando un encuadre de confianza, calidez, respeto mutuo para plantear debates. Esta apertura y flexibilidad dispuesta en el taller, habilitó compartir narrativas, emociones, incomodidades, borde/desborde esperable en toda acción de sacudir, reflexionar y resignificar.
El objetivo inicial fue abordar temas sobre la vejez (soledad, trayectoria laboral, sexualidad, vínculos entre pares, identidad, otros) a través de técnicas grupales y del arte como expresión creadora, en un sentido amplio. El arte concebida como herramienta que permite el autoconocimiento y la vinculación con otros, facilita conectar con sentimientos, emociones, la imaginación y expresión, favoreciendo a su vez el desarrollo de fortalezas y habilidades. Se propuso explorar, descubrir y compartir en grupo, a los fines de generar nuevos sentidos y reconocer el potencial transformador, favoreciendo el desarrollo personal. Sin embargo, el taller fue creando el cauce para las demandas e intereses de las personas mayores y de esta manera se convirtió en un espacio superador a la propuesta original. Ello se debió a que por la misma demanda de las personas, cada tema propuesto resultó atravesado y envuelto por la perspectiva de género. La necesidad de nombrar las desigualdades en el envejecimiento, enunciarlas para hacerlas visibles. Por lo que fue necesario readaptar el dispositivo para dar apertura a las experiencias y reflexiones en torno al género, edad y prácticas socioculturales.
A continuación, se presentan relatos que permiten reflexionar sobre el tema de este trabajo, agrupados en tres ejes-puntas de análisis.
Búsqueda y despliegue de saberes propios, comunes y diversos
Reconocer los saberes construidos desde las experiencias y trayectorias de vida de quienes participaron en el taller fue posible a partir de marcos conceptuales que evitaran generalizaciones sobre el envejecer y la vejez. Partir desde el envejecimiento diferencial y desigual fue el punto de partida clave para que la construcción de lo grupal suceda tanto desde los aspectos comunes compartidos como desde el establecimiento de relaciones a partir de las diferencias. En las diferencias se enriqueció el aprendizaje, porque se ponía en tensión “lo dado”, “lo establecido”, “lo seguro”. De este modo, encontrarse entre pares que intercambiaron modos de resolver y perspectivas diferentes, permitía la reflexión crítica y profunda. Mientras que los puntos comunes reforzaban aquello del orden de “lo seguro”, las bases “sólidas” (hasta que dejaran de serlo) para la co-construcción colectiva. En palabras de una de participante:
A mí me gusta mucho el grupo que somos, me gusta porque somos personas muy diferentes en algunas maneras de ver las cosas y en muchas otras siento que tenemos cosas en común... cuando algunas de ustedes cuentan algo siento que también lo he vivido, después también me gusta que todas podemos ver y resolver algún problema o algo que nos preocupa de manera diferente, porque nuestras vidas personales nos hacen diferentes. Ahí es cuando más aprendo, cuando algo lo piensan, lo resuelven distinto a mí, yo después en la semana me quedo pensando, aprendo mucho de la vida con ustedes. (Persona mayor 7, septiembre, 2021).
La interacción grupal en el taller permitió reconocer los saberes, valores, perspectivas comunes y también alojar la diferencia, diversidad y pluralidad de trayectorias vitales compartidas. Desde aquí, la posibilidad de desandarse en lo aprendido y construir conocimiento compartido. Un aspecto clave del taller para resignificar las experiencias y comprender las realidades de las personas mayores participantes, fue reconocer el contexto social, validar la escucha y las narrativas (Freixas, 2021). Alcoff (1999) plantea que si bien en ocasiones la experiencia es posible de ser capturada por el lenguaje y hacerla discurso, en otras, la experiencia lo excede y por lo tanto es inarticulada. Esto último no impide que en algún momento dichas experiencias puedan ser verbalizadas, apalabradas. De aquí la advertencia de no caer en narrativas que simplifiquen las experiencias, dado que estas son entendidas como históricas y en contexto material, así lo expresó una de las participantes:
En los primeros encuentros me costó encontrar las palabras para decir, me resultaba más fluido plasmar en el collage porque bueno, cada uno tiene su canal para comunicar. Pero también quiero aprovechar y decir lo importante que es para mí compartir con ustedes, hablar de esto que soy, reconocerme y me doy cuenta que estoy rodeada de personas reales con las que aprendo cada vez que las escucho. A mi edad (78) no paro de aprender y darme cuenta. (Persona mayor 5, agosto, 2021)
El taller facilitó explorar otras formas de expresión, desde el proceso creativo y a la vez, respetó tiempos de silencios y pausas. Se observa la capacidad transformadora de las dinámicas grupales en la construcción de subjetividades, tal como señala Code (en Bach, 2010), que volver a contar e interpretar las experiencias es vital para la formación de la subjetividad y resalta la capacidad de agencia que tiene la narrativa dado que a la vez que se es productora de, se es producida por las experiencias.
En este proceso, el cuerpo es portador de experiencias y saberes. El cuerpo habla, escucha, manifiesta, habilita y pausa. Reconociendo esto, el taller propuso un recorrido corporal en la búsqueda y despliegue de saberes, para integrarlo en la unidad del ser. Un participante lo expresó de la siguiente manera:
Me ayudaste a incursionar en el misterio del tiempo, esa gran incógnita que desarrolla y consume a su vez nuestras vidas; me acompañaste a visitar el poder de la palabra, ese valioso instrumento que, con sus sonidos y silencios, nos permite crear realidades y comunicarnos con nuestros semejantes. Me permitiste distinguir, en nuestros encuentros, nuestras emociones y sentimientos esa danza interior que acompaña nuestra dimensión racional. También me ayudaste a meditar, ese espacio necesario para apagar los ruidos exteriores para que podamos encontrarnos con nosotros mismos. Cuando nuestras neuronas estaban ya cansadas de nuestras profundas reflexiones, me invitaste a mover tímidamente mi cuerpo, a distenderme con una música suave o bien rítmica y movidita. (Persona mayor 7, noviembre, 2021)
El conocimiento no se genera únicamente a través del entendimiento racional, sino también mediante la contemplación, la meditación, la observación, la práctica, la reminiscencia, la interacción con los saberes de otros, la memoria y los sueños (Molina-Luque y Yuni, 2017). Durante el taller, las actividades grupales permitieron resignificar al cuerpo no solo como un vehículo de expresión, sino también como un espacio de reflexión y aprendizaje profundo.
Ser-Siendo
Ser vieja, viejo, ¿Me identifico de esa forma? ¿Prefiero otras palabras? ¿Veteranx, ancianx, señor/x? fueron algunas de las preguntas que resonaron al momento de abordar la identidad en la vejez. El curso de la vida trae cambios constantes, pero también continuidad, de modo que es esperable sentirse la misma persona pero diferente (Freixas, 2021), una de las participantes reflexiona:
Sinceramente yo no tengo problema con que me digas vieja, es una palabra que a veces se usa como insulto, pero yo abrazo esa palabra porque es lo que soy, soy una vieja, tengo cantidad de años acumulados, cantidad de momentos vividos, tengo sabiduría adquirida con esos años. Detesto cuando dicen “persona añosa”, decime vieja, o mejor llamame por mi nombre, por soy eso, fui, soy y seré Carmen, ahora una Carmen Vieja. (Persona mayor 8, mayo 2021)
Abrazar la palabra vieja, viejo desde la aceptación aliviana las cargas y representaciones negativas a la vez que desafía las narrativas que utilizan a la vejez como insulto o agravio. Con los mandatos sociales se espera determinada imagen, figura, subjetividad y cuerpo en la vejez. Afortunadamente son cada vez menos las viejas de batón y agujas de tejer, y se expresa en términos de fortuna para dar sentido de riqueza a la posibilidad de que existan otras formas de ser y estar en esta etapa de la vida, así lo comenta una de las participantes del taller:
Yo siento que no soy como las viejas de antes, que soy una vieja diferente. Recuerdo a mi mamá a sus 65 años y yo me siento alejada de esa forma de ser mujer mayor. Ella les hacía tejidos a mis hijos, se la pasaba tejiendo, cosiendo, yo con mis nietos juego, me encanta hacer planes con ellos, pero mi ser no pasa por ahí, tengo otros proyectos, me junto con amigas. (Persona mayor 4, mayo 2021)
El contraste generacional sobre los roles y expectativas en el envejecimiento femenino se van transformando, en ello los movimientos feministas (tanto en la calle, como en la academia) han abierto debates y brindado nuevos marcos de referencia que deconstruyen lo establecido sobre el “ser mujer”. Pese a los avances, se continúa cuestionando (entre otras cosas) que el cuidado siga estando sobre la espalda de las mujeres, y en el caso de las mujeres mayores que se conviertan en abuelas cuidadoras. En tal sentido, resulta fundamental poder separar el rol de la abuelidad del ser viejo, vieja, como identidad. Pensar la vejez sólo en términos de este rol es limitar todas las formas posibles de ser en la vejez.
Los mandatos sociales imponen modelos sobre el ser vieja y viejo. Freixas (2021), destaca la convivencia de modelos dicotómicos sobre las mujeres mayores, por un lado “la viejecita pasita”, que encarna la pasividad, lentitud, el olvido, la ineficiencia y por el otro, la vieja con vigor, activa, en apariencia más joven, sabía, glamorosa y demás. Ni una ni la otra, así lo manifiesta una de las mujeres participantes del taller:
Viste que siempre intentamos entrar en una categoría, en un molde, clasificar a las personas, pero somos más que casilleros. Además, con mis amigas soy de una manera, con mis nietos de otra, con mis hijos de otra, con ustedes aquí soy de otra. Pero eso no depende solo de “mi forma de ser”, soy como soy y soy con quien soy. Ustedes aquí me permiten decir cosas que no hablo con otras personas. Yo no podría decir que soy de una manera, porque soy muchas manifestaciones de mi según cuándo y con quienes. (Persona mayor 9, agosto 2021)
Reconocer las “muchas manifestaciones” del ser, enriquecen la identidad. En un diálogo interno, lograr identificar facetas, modos de actuar, de estar, de resolver, de expresar, de comunicar permiten el autoconocimiento de aquellos aspectos funcionales (o no) para el desarrollo de la vida diaria. Registrar con quienes hablar determinados temas o como desenvolverse (por ejemplo, en el ámbito público) hacen a la flexibilidad, versatilidad y adaptación del ser. Esto es trascendental en un mundo con lógicas hostiles y adversas para el desarrollo de la vida.
Re-significar la identidad implica revisar los modos en los que el “Yo se narra a sí mismo, y esa reflexividad lo conducirá a la elaboración de una nueva versión de sí y consecuentemente a reformular la narrativa de sí” (Urbano, 2021, p. 44). Este proceso de múltiples identificación no solo acontece en el plano intrasubjetivo, sino que renueva el lazo del sujeto con el orden sociocultural (Urbano, 2021).
Reconocer el lazo con la esfera social y cultural, permite también desentramar los efectos del sistema patriarcal, en el envejecimiento. Así lo expresa una de las mujeres mayores:
Agradezco que hablemos de esto (envejecimiento diferencial), yo siento que mi marido y yo vivimos muy diferentes la vejez y eso que tenemos proyectos compartidos, intereses comunes, pero él no vive la vejez como yo. Yo, por ejemplo, sigo atenta a cosas de la casa, dispuesta para mis hijos, para mis nietos. Él también está dispuesto, pero él puede decirle que no a mis hijos e irse a hacer sus cosas y eso es porque la que siempre estuvo para las cosas de la casa y de los chicos fui yo. (Persona mayor 5, junio 2021)
Los mandatos sociales sobre el género condicionan la experiencia de envejecer. Los roles tradicionales sobre el cuidado, crianza, tareas del hogar han confinado a las mujeres a vivirlo como deberes para toda la vida. El “amor para toda la vida”, ser “buena madre”, “buena esposa”, se vive como un contrato eterno y más aún para las mujeres mayores que nacieron en un contexto en el que el matrimonio era indisoluble y de serlo tenía graves consecuencias económicas y de reputación para la mujer. Estas huellas se imprimen en la memoria colectiva y en las dificultades (morales, emocional y otras) para decir “NO”.
En el caso de los varones mayores, también son afectados por imposiciones patriarcales, a quienes se les ha asignado el rol de proveedor, patriarca, fuerte y viril. Por lo tanto, ¿qué sucede con la identidad en la vejez masculina en una cultura que al retirarse de la actividad laboral, desliza la improductividad e inutilidad de la existencia? Así, lo comenta un varón mayor participante del taller:
En el caso de los varones, o en mi caso, voy a decir que dejar de trabajar y jubilarme fue algo muy fuerte, quería jubilarme porque estaba cansado, pero también que iba a hacer sin mi trabajo. Siempre fui el que trabajó en la familia, para mis hijos, para mi señora, para mantener la casa. Como siempre han dicho “la cultura del esfuerzo y sacrificio”. Yo antes decía soy contador, ahora si digo soy jubilado no me alcanza, soy más que eso y tampoco me gusta definirme por lo que hacía y lo que ahora no hago. (Persona mayor 1, mayo 2021)
El retiro laboral, constituye una transición que funciona como regulador del curso de la vida de las personas. Esta regulación es material en el sentido de que existe una edad legal mínima establecida para efectivizar el retiro y es simbólica, en la medida que orienta perspectivas sobre la existencia e historias de vida (Lalived’Epinay et al., 2011). En el caso de los varones, a los que se les ha asignado “ser proveedores de familias”, “sostén económico de hogares”, la identidad y la trayectoria laboral se trastocan para definirse sobre quienes son desde lo que hacen. En la carta de presentación “soy obrero”, “soy contador”, “soy chofer” definen su ser desde el hacer. Se dedican muchas horas y años de vida a la trayectoria del trabajo, por lo que es necesario considerar la preparación del retiro laboral como un momento de transición clave que trae consigo no solo el hacer, sino el ser.
Como se ha reflexionado, llegar a la vejez no implica ser “sujetos acabados”, “seres hechos”, más bien somos “seres en construcción” durante todo el curso de vida. Así lo expresa uno de los participantes mientras reflexiona sobre el título del taller “Artisteando”: “Encontré en ese juego de letras que te nominaban un desafío verbal, ya que conjugaba la fuerza del verbo convertida en acción, con un sustantivo. Toda una provocación a ser” (Persona mayor 1, noviembre, 2021). Desde el título, en un juego de palabras el taller fue una invitación a estar, a ser-siendo y a redescubrirse, reconocerse en la etapa de la vejez desde soportes artísticos y desde el encuentro grupal.
En este sentido, para Urbano (2021), en el aprendizaje a nivel intrapsíquico, los sujetos movilizan su interés por experiencias que los motorizan a procesos de cambios, a superarse, a “saber-se en procesos vitales inéditos, desconocidos e inexplorados en el sostenimiento del ser siendo” (Urbano, 2021, p. 128). Para el autor, la existencia misma, la posibilidad ser es “ser-siendo”, dado el proceso de significar y resignificar la identidad constante y permanentemente. Estas transformaciones tanto interna, como externa dialogan con una identidad permeable, interactiva, móvil, que se reconstituye en el proceso mismo de vivir (Urbano, 2021).
Ser mayor se aprende y así lo refleja una de las participantes al compartir sus reflexiones: “todos los días aprendo algo nuevo de este momento de mi vida, me reconozco y digo “soy vieja”, pero me llevó tiempo darme cuenta que ya podía decirme vieja y decírmelo con amabilidad” (persona mayor 7, agosto 2021). Como proceso de vida, implica un constante ajuste y reajuste, reconocimiento de las limitaciones y también de las potencialidades. Esas múltiples vejeces son procesos de construcción de subjetividad que acontecen en interacción con las normativas sociales (Navarro, 2019). La invitación a desdramatizar la vejez ya está hecha.
Corporizar la existencia suelta
El sistema patriarcal, colonial y capitalista ancla en el cuerpo de las mujeres las múltiples opresiones y lo reduce al término de “propiedad”. Se consolida como un cuerpo-objetivo con una funcionalidad, “un para que”, que por deber impuesto está al servicio y disponible para otras personas. Es cuerpo para reproducir, para criar, para sostener, para cuidar y dar placer a otro. Esta es otra dimensión que deja a la vista que el peso de los mandatos sociales cala, de manera diferencial y desigual, la manera de transitar y significar el paso del tiempo en el cuerpo mujeres y varones.
Freixas (2021) nos recuerda que la apariencia física femenina siempre ha sido fuente de capital social, el famoso “como te ven te tratan”, que deriva en un “sos y estás”. Entonces, ser y estar en la vejez va a contramano de los cánones esperados para la belleza estética, así lo vivencia una de las mujeres participantes:
Está mal lo que voy de decir, pero quiero contarlo porque no puedo creer haberme sentido tan mal, bueno era otro tiempo de mi vida. Yo trabajaba en la atención al público, pasado los 55 años me empecé a sentir muy mal, no me gustaba como me vestía, me veía al espejo y me veía avejentada, con los párpados caídos, no me gustaba y yo sufría porque tenía que cuidar mi imagen, verme radiante, joven, espléndida, que no piensen y digan ¡esta mujer tiene sus añitos! (Persona Mayor 2, junio 2021)
¿Cómo “ver/” mirar” el propio cuerpo con el paso del tiempo? La reflexión compartida acerca sentidos sobre el “verse avejentada” y el “verse radiante”, el primero asociado a la pérdida de valor,el segundo anclado en el mandado estético y la edad. Estas imposiciones sociales moldean las expectativas sobre el “ser” y someten a prácticas de torturas, largas horas en salones de bellezas y estética, como lo relata una participante:
Y sino mirá lo que pasa con las canas. Los hombres siempre estuvieron y fueron canosos de viejos, no conozco a uno que se haya metido a una peluquería, esté horas sentado para salir con el pelo teñido, suave y sedoso. Nosotras las mujeres vivimos como un espanto la aparición de la primera cana, la ocultamos. (Persona mayor 10, septiembre 2021)
El cuerpo se vivencia como una “curiosa carta de presentación”, dado que a medida que pasan los años se hace cada vez más notorio, con exigencias y estigmatizaciones, a la vez que las personas mayores enfrentan una creciente invisibilización social (Freixas, 2021). Sin embargo, esto se significa de diferentes modos entre mujeres y varones. Mientras las mujeres envejecen, se arrugan y pesan con un cuerpo que ya no cumple con la reproducción, los varones maduran y se asientan para llegar a un momento de recolección de sabiduría y vida de placeres. Los cánones de belleza le temen a la edad, y también le temen al género, por lo que se anuncian desde la vereda del frente, desde la juventud y cremas antiedad.
Así como la primera cana, en el cuerpo femenino, la menopausia se vive como un rito de transición, como dice Freixas (2024) “no tanto con el cese de la regla en sí mismo como con el significado social y cultural que nuestra sociedad le ha asignado” (p. 48). Si el cuerpo de las mujeres adquiere valor social y simbólico en función de la reproducción, ¿qué sucede con ese cuerpo cuando ya no está en condiciones biológicas para tal fin? La menopausia se anuncia con cambios físicos, pérdidas, malhumores y calores que se asocia al envejecimiento, con una carga negativa. Esta mala prensa cumple “el mandato patriarcal de la desaparición de las mujeres postmenopáusica de la vista social y del mercado sexual” (Freixas, 2024, p. 50) por lo que es conveniente silenciar a las mujeres en edad pos reproductiva. También resulta conveniente para la industria farmacéutica, que encuentra en el cuerpo de estas mujeres vías de comercio y medicalización de algo que es un ciclo natural (Freixas, 2024).
En una sociedad contemporánea y patriarcal, Beauvoir (2014 retomado en Suaya, 2015) manifiesta que los cuerpos de las mujeres son signos de estatus social masculino. El poderío masculino se fortalece si viene acompañado de un cuerpo joven, esbelto, suave, blanco. Así lo reflexiona una de las participantes:
En la televisión siempre vemos como los viejos están con chicas jóvenes, flacas, divinas, diosas totales. Al principio eso era ¡un horror! ¡Un escándalo! Y obvio que a ella le iban a decir “interesada” y a él “viejo verde o viejo choto”, pero ahora ya no sorprende. Pero las viejas aún hoy en día, siguen siendo noticia si sale con un pibito, ¿porque las viejas seguimos siendo las escandalosas cuando nos ponemos en pareja con uno más joven? Enseguida dicen que se va a quedar con todo, que no podemos tomar decisiones con la plata, con la casa, pero ¡por favor! (Persona mayor 8, agosto 2021)
Si bien se observan avances en cuanto a la mirada tanto sobre el género como la edad, en el discurso popular y en los medios de comunicación hegemónicos se sigue premiando a la mujer joven y con ello, se silencia la sexualidad, deseo, capacidad de enamorarse de las viejas. De la narrativa de la participante surge la imagen de la dependencia y supuesta incapacidad de tomar decisiones autónomas cuando forman pareja con personas más jóvenes. Aquí se cristaliza el imaginario social de la necesidad de cuidados por sobre la autonomía, sexualidad y placer en la vejez.
Desde el taller la deconstrucción y construcción de sentidos se arribó a reflexiones que realzan el envejecimiento como un proceso, continuo, que trae la oportunidad de resignificar la identidad. La invitación a conectar con el cuerpo real, posible, sano, desde un equilibrio, a vivir “una existencia suelta en la vejez” (Freixas, 2021, p. 27).
Conclusiones
El proceso de envejecer y la vejez se encuentran permeados por un sistema patriarcal-colonial-capitalista-edadista, que moldea las experiencias y significaciones en las trayectorias vitales. Las narrativas compartidas por las personas mayores evidencian los múltiples atravesamientos de opresiones y desigualdades. De ahí la necesidad de nombrar, visibilizar y resignificar estas experiencias, con el fin de revalorizar la vejez en toda su diversidad.
Desde la gerontología educativa es posible ofrecer espacios y herramientas que cuestionen dichas desigualdades y condiciones estructurales. En este sentido, la experiencia de taller socioeducativo con personas mayores como dispositivo, permitió desandar experiencias envejecientes y construir conocimiento colectivo entre pares. Para ello, algunas pistas claves fue dar lugar al envejecimiento diferencial y desigual en los relatos, reconocer a las personas mayores como portadoras, creadoras de saberes y protagonistas desde su propia enunciación. Se reconoce también como fundamental la dimensión grupal del taller, dado a que en el encuentro con otros y otras se potencia el intercambio, la palabra, la escucha, la identificación propia y con el otro/otra, se construyen redes comunales, pues uno/una se sabe con otros/otras.
Desde los feminismos latinoamericanos, especialmente decolonial e interseccional, se incorporan perspectivas que cuestionan discursos patriarcales y edadistas. Reconocer el saber ancestral, plural, diverso es un punto de anclaje para pensar prácticas educativas que desarticulen lógicas de opresión y subalternización. En este sentido, acercar la interseccionalidad al campo de la educación, permite reconocer la existencia desde el entramado que la condiciona, al mismo tiempo que habilita identificar aquellas variables que la potencia.
Se reconocen en los feminismos decoloniales e interseccionales estas pistas claves para pensar abordajes desde una gerontología educativa feminista. El propósito es cuestionar y resignificar las estructuras patriarcales que han sido impuestas -y absorbidas- durante el curso de la vida, de modo tal que nos acerquen a envejeceres y vejeces posibles, reales, deseadas y libres.
Recibido: 03/11/2024
Aceptado: 22/01/2025
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* Lic. y Prof. en Psicología por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina. Diplomada en Diversidad Sexual (UNC). Diplomada en Formación de Acompañantes Comunitarias/os Contra la Violencia de Género por la Universidad Provincial de Córdoba y el Ministerio de la Mujer de Córdoba. Estudiante de la Maestría en Gerontología (UNC) y del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Villa María. Becaria doctoral de CONICET en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad(CIECS-CONICET-UNC). Contacto: natalia.franco@mi.unc.edu.ar.