“AHÍ LABURÁBAMOS LIBRES”: COOPERATIVAS, TRABAJADORAS Y CONFLICTO EN FÁBRICAS TEXTILES EN EL NORESTE DE CHUBUT (2001-2019)

 

“WE´VE WORK FREELY THERE”: COOPERATIVES, WORKERS AND STRUGGLE IN TEXTILE FACTORIES IN NORTHEAST OF CHUBUT (2001-2019)

 

Débora Saso*

 

Resumen

El presente artículo analiza los procesos de recuperación de la Cooperativa Textiles Unidos –luego Cooperativa Textil Patagonia– y la Cooperativa Elastax, ubicadas en las ciudades de Trelew y Rawson, provincia de Chubut, entre el 2001 y 2019. Con el objetivo de comprender estas experiencias como parte del proceso de resistencia al neoliberalismo desde los cruces entre clase y género, este trabajo recupera el relato de mujeres trabajadoras del rubro textil y de confecciones, que han formado parte en diferentes momentos desde el cierre hasta la recuperación de las cooperativas mencionadas. Constituidas como tales a raíz de la crisis económica, estas fábricas anclan su pasado en el auge de la industrialización subsidiada en la región durante los años '70 y en la posterior crisis neoliberal hacia fines de los '90. Sin plantearse como una respuesta automática ante la situación económica y social, se ubican en este contexto en el cual proporcionaron una alternativa posible frente al desempleo. La formulación de este trabajo propone aportar a la comprensión de la experiencia de la clase trabajadora en el pasado reciente, incorporando la dinámica de las empresas recuperadas y su análisis a partir de la intersección entre las nociones de clase y género.

 

Palabras clave: clase, género, cooperativas, fábricas recuperadas

 

 

Abstract

This article analyses the recovery processes of Cooperativa Textiles Unidos later Cooperativa Textil Patagonia and Cooperativa Elastax, located in the cities of Trelew and Rawson, province of Chubut, between 2001 and 2019. With the aim of understanding these experiences as part of the process of resistance to neoliberalism from the crossings between class and gender, this paper recovers the story of women workers in the textile and clothing industry, who have been part at different times from the closure to the recovery of the cooperatives mentioned. Constituted as such as a result of the economic crisis, these factories anchor their past in the boom of subsidized industrialization in the region during the 1970s and in the subsequent neoliberal crisis towards the end of the 1990s. Without being an automatic response to the economic and social situation, they are situated in this context in which they provided a possible alternative to unemployment.

The formulation of this paper proposes to contribute to the understanding of the working class experience in the recent past, incorporating the dynamics of the recovered factories and its analysis from the intersection between the notions of class and gender.

 

Keywords: class, gender, cooperatives, recovered factories

 

 

Introducción

 

Retomando las claves analíticas ofrecidas por la historia social del trabajo y los estudios feministas, este artículo analiza los procesos de recuperación de fábricas como parte de la resistencia social al neoliberalismo. Para ello, se recupera el relato de mujeres trabajadoras del rubro textil y de confecciones, que han formado parte en diferentes momentos de los procesos de cierre y recuperación de las cooperativas Textiles Unidos –luego Textil Patagonia– y Elastax, situadas en las localidades de Trelew y Rawson respectivamente, entre 2001 y 2019.

Constituidas como cooperativas tras procesos de cierre y reconfiguración como fábricas recuperadas, los espacios productivos de los que estas mujeres formaron parte anclan su pasado en el auge de la industrialización subsidiada en la región en los años '70 y en la posterior crisis neoliberal hacia fines de los años '90 y principios de los 2000, sus impactos en las condiciones de vida de la clase obrera y sus formas de resistencia (Gatica et al., 2005; Pérez Álvarez, 2013; Ibarra y Hernández, 2016; Binder, 2022). Dedicadas una a la actividad textil y la otra a la fabricación de guantes de uso industrial, estas fábricas se sitúan en áreas (polos de desarrollo) que fueron objeto de políticas de promoción industrial, como el Parque Industrial de Trelew (PIT)[1], o cercanas a espacios de actividad extractiva, como la industria pesquera en el Puerto de Rawson, formando parte del entramado económico y social regional que se vio fuertemente afectado por la crisis y el fin del fomento estatal.

Entendiendo a la noción de trayectoria como parte de un enfoque (el de los Estudios biográficos y el paradigma del Curso de vida) que busca entrelazar las vivencias individuales con transformaciones sociales a nivel general (Roberti, 2017), este trabajo se centra en el análisis de las historias de cuatro trabajadoras que formaron parte de estos procesos.

A su vez, esta mirada puede ser puesta en diálogo con la noción thompsoniana de experiencia, en tanto busca superar la escisión entre individuo y estructura social (Thompson, 2012) y con las diferentes relecturas en clave feminista, que la entienden como una experiencia de clase que es sexo-genérica pero también corporal y geopolíticamente situada (Stone Mediatore, 1999; Mohanty, 2002). Desde esta perspectiva este artículo interroga sobre el carácter generizado de tal experiencia, a partir de la mirada de mujeres trabajadoras, cuyas vivencias están atravesadas por las características específicas que para ellas tienen el proceso de trabajo, los mecanismos de control, el peso del trabajo reproductivo, las condiciones de trabajo en las fábricas y las diferencias respecto de las de los varones, tanto bajo gestión patronal como cooperativa/autogestionada.

Se trata de elementos que, a partir del análisis de los relatos de las trabajadoras, pueden aportar a una mirada más compleja acerca del pasado y presente en las experiencias de recuperación y sostenimiento del trabajo en fábricas autogestionadas. En función de ello, este artículo incorpora a la historia oral como metodología, que, en diálogo con los estudios feministas, permite reconstruir las experiencias de la clase trabajadora a partir de sus propias narrativas y propone un análisis e interpretación de estas en torno a los contextos de su evocación, las diferencias sexo-genéricas, trayectorias políticas, vínculos sociales y afectividades.

En esta clave, se abordan entrevistas a mujeres trabajadoras, seleccionadas con el fin de conocer e interpretar otros puntos de vista de los procesos de recuperación de fábricas, y, siguiendo el planteo de Florencia Partenio (2018), tensionar ciertas “macronarrativas del nosotros”, habilitar otras formas posibles de relatar y comprender lo vivido y “(...) correr los límites de lo decible, lo visible y lo sensible” (p. 56-57), al reponer visiones contradictorias que coexisten y complejizan la memoria colectiva. 

Así, la construcción social e histórica del sexo y el género influye en la evocación y narración de los recuerdos, en la medida que existen modos diferentes de significar y recordar el pasado en función de la condición sexual de las personas entrevistadas (Andújar, 2014). En tal sentido, retomando el planteo de Passerini (2016), este trabajo se vale de la realización e interpretación de entrevistas abiertas, de carácter flexible y en las que los relatos se entienden como una creación cuya especificidad reside en el encuentro y la revalorización del diálogo entre dos subjetividades feminizadas. Este criterio, al mismo tiempo, implica comprender la entrevista como una forma de “narración intersubjetiva” (Portelli, 2016) y “conversacional”, creada de manera conjunta por entrevistadora y entrevistadas.

Por otro lado, el análisis de los relatos orales se combina en este trabajo con la utilización de fuentes escritas, provenientes del relevamiento de periódicos de tirada local (Diario El Chubut y Diario Jornada), de la revisión de expedientes de las cooperativas, disponibles en la Subsecretaría de Asociativismo y Economía Social de la provincia del Chubut, otros en la Subsecretaría de Trabajo, Delegación Trelew y algunos documentos en el municipio de la ciudad de Rawson. La ausencia de una política estatal de resguardo de archivos sobre el desarrollo industrial en la región genera que el material disponible se encuentre disperso y fragmentado, por lo que son las fuentes orales y periodísticas, las que ofrecen mayores posibilidades de reconstruir los procesos investigados, a la vez que aportan una mayor riqueza al análisis. La complementariedad entre los relatos orales y las diferentes visiones sobre los hechos vertidas en la prensa, permitió conocer con mayor detalle los conflictos previos a los procesos de cierre recuperación de las fábricas, necesarios para comprender cómo y por qué se produjeron, y qué implicancias tuvieron en las vidas de les trabajadores, y en particular de las mujeres entrevistadas.

Estos conflictos anteceden al cierre y recuperación de las fábricas, al mismo tiempo que forman parte de un contexto social complejo tanto a nivel regional como nacional. Tanto los momentos de mayor actividad de las fábricas como el posterior declive, con la reducción de la capacidad productiva, los despidos y la quiebra de numerosas empresas, son eventos que formaron parte y marcaron las vidas -y en particular la inserción y experiencia laboral- de estas mujeres. La recuperación y puesta en funcionamiento bajo gestión obrera fue una de las opciones que utilizaron junto a sus compañeros para intentar preservar sus fuentes de trabajo. Si bien no se trató de una respuesta mecánica frente a las condiciones macroeconómicas, sí fue una de las formas que encontraron para garantizar su propia subsistencia y la de sus familias, otorgando sentido a ese proceso en sus trayectorias laborales y en la memoria sobre ese momento de sus vidas centrado en el entorno de las fábricas.

A su vez, este análisis se nutre de investigaciones que, desde diferentes disciplinas, han abordado y problematizado la existencia y extensión de las fábricas recuperadas en Argentina, en tanto forma de intervención y organización de la clase obrera argentina en los últimos años. Si bien la mayoría de estos estudios han analizado fábricas ubicadas en el Área metropolitana de Buenos Aires y en la zona centro-pampeana, algunos se han preocupado por dar cuenta del carácter federal de este fenómeno, realizando relevamientos y mapeos de estas empresas, analizando a su vez las dificultades, fortalezas y potencialidades del trabajo en fábricas recuperadas (Ruggeri et.al, 2009; 2014). Otros se han enfocado en el análisis de los constreñimientos de la inserción de estas fábricas en el mercado capitalista (Atzeni y Ghigliani, 2007; Ghigliani, 2007), o el problema en torno a la “sustentabilidad” de los proyectos de trabajo asociativo (Fernández Álvarez, 2012; Partenio, 2016). También han sido analizadas en torno a las nociones de autogestión, cooperativismo y control obrero, situando históricamente y vinculando a las empresas recuperadas con las experiencias de lucha y tradiciones político-ideológicas de la clase obrera a nivel nacional e internacional (Piñeiro Harnecker, 2011; Ruggeri, 2018).

El debate sobre las fábricas recuperadas y el trabajo autogestionado ha sido enriquecido y complejizado con la incorporación de perspectivas de género/feministas, que se han ocupado de problematizar la organización laboral, los cambios y continuidades respecto del régimen patronal y luego de la recuperación, indagando en qué medida la asignación de funciones y la segregación de espacios (tanto productivos como de gestión y toma de decisiones) fue sostenida o modificada en base a la división genérico-sexual del trabajo (Fernández Álvarez, 2006; Elizalde, 2006; Partenio, 2010, 2013; Dicapua y Perbellini, 2013; Perbellini, 2018). No exentos de tensiones, los procesos de recuperación de acuerdo con estos análisis hicieron posible cuestionar tal división, aunque también reactualizaron ciertas jerarquías y separación de tareas según características asumidas como “masculinas” o “femeninas”.  A su vez, cobra también relevancia la vinculación entre trabajo productivo y reproductivo y la permeabilidad de los límites entre el espacio y el tiempo destinado al hogar, la familia y la fábrica, además de la repercusión de la intervención de las mujeres en procesos de recuperación de empresas en sus vínculos afectivos y en la organización de redes de cuidado (Fernández Álvarez y Partenio, 2010). 

Por otro lado, este artículo también dialoga con otras investigaciones que entrecruzan las nociones de género, clase y migración para analizar las experiencias laborales y el grado de feminización de la industria textil (y en particular de confección) en la Argentina actual (Delmonte Allassia, 2020), además de las diferentes formas de autogestión y organización social entre las que se incluyen cooperativas de trabajo textiles enmarcadas en la noción de Economía Social y vinculadas al MTE. Tales experiencias, enmarcadas en una “pluralidad de formas de ganarse la vida”, cuestionan la prevalencia del trabajo asalariado como “norma” y evidencian la combinación del trabajo productivo con herramientas colectivas de reproducción social y bienestar comunitario (Señorans, 2020).

Es posible pensar la experiencia de las fábricas recuperadas en esta pluralidad de situaciones, en tanto muchas de ellas fueron constituidas  en un clima político y social de crisis, constituyendo una alternativa -no exenta de tensiones y contradicciones- posible ante la pérdida de la condición de trabajadores asalariades para quienes optaron por ese camino, y que no hallaron en otras formas de lucha sindical una salida para garantizar su propia subsistencia, en un marco de desempleo generalizado (Novaes, 2015).   

En la región en la que se ubican las experiencias que aborda este artículo (el Noreste de Chubut), las fábricas recuperadas posibilitaron el sostenimiento de fuentes de trabajo, logrando reconstruir -aunque de modo parcial y más precariamente- algunos circuitos locales de producción en pequeña escala. En ese proceso de transformaciones económicas y sociales, el trabajo de las mujeres tuvo una gran relevancia, al mismo tiempo que tales cambios fueron significativos para ellas.

 

Mujeres, trabajo y organización en tiempos neoliberales

 

La aplicación del programa neoliberal y la construcción de hegemonía alrededor de éste fue un proceso que tuvo fuertes impactos en la situación de la clase trabajadora. Al igual que otros colectivos obreros a lo largo y ancho del país, les trabajadores de la rama textil del Noreste del Chubut se enfrentaron a los efectos de las políticas neoliberales sobre la economía y el sector industrial. Implementadas desde la última dictadura militar (que para la región patagónica comienzan a efectivizarse a mediados de los años ´80, con la interrupción de la promoción industrial), tales políticas se profundizaron durante la década de 1990. Durante este proceso, la política cambiaria y las privatizaciones fueron elementos centrales en la reconfiguración del mercado de trabajo, junto con las reformas instituidas por la Ley Nacional de Empleo N° 24.017. Basada en el discurso de la “reconversión” y la reducción del “costo laboral” de las industrias, esta normativa proporcionó un marco legal a las formas de contratación precarias y temporales, la reducción de aportes patronales y compensaciones por accidentes o despidos, además de la flexibilización de las jornadas laborales y la descentralización de la negociación colectiva (Ariño, 2011).

Estas formas de precarización y sobreexplotación se combinaron con el creciente desempleo, que operaba como elemento disciplinador para la clase trabajadora, además de la pérdida de derechos laborales y sociales ligada al recorte del salario directo e indirecto, con la mercantilización del acceso a bienes y servicios básicos antes gestionados por el Estado. Así, el trabajo precario y la informalidad se incrementaron, con menores ingresos y sin acceso a la seguridad social, lo cual generó una brecha que profundizó la heterogeneidad social y económica al interior de la clase trabajadora, entre ocupades y desocupades, por un lado, y entre sectores con trabajo registrado y no registrado, o aquellos con empleo formal o precarizado por el otro. En su conjunto, esta situación condujo a la reducción del salario real en general, aspecto que intensificó la explotación hacia las mujeres. Si bien el trabajo femenino (al igual que el activismo político de clase) tuvo una importancia significativa en el mercado laboral desde la conformación de la clase obrera argentina (Andújar, 2022), en este contexto fueron principalmente las mujeres quienes asumieron el sostenimiento de los hogares y un mayor protagonismo en la movilización social frente a la crisis y al desempleo masculino (Ariño, 2011; Svampa, 2005; Andújar, 2014), rol desempeñado debido a la extrema mercantilización de aspectos relativos a la reproducción social de la fuerza de trabajo. 

La creciente privatización del bienestar profundizó las desigualdades de género y de clase, en tanto las mujeres, principales destinatarias de las políticas sociales implementadas desde el Estado debían mitigar con su trabajo y su activismo social, los efectos del ajuste neoliberal. A través de la naturalización de los roles tradicionales de género y la división sexual del trabajo, estas políticas asistenciales ubicaron a las mujeres como garantes de la reproducción social, liberando de tal responsabilidad al sistema y profundizando las brechas de género y la exclusión social (Anzorena, 2010).

Por otro lado, la nueva configuración económica y política impulsó una mayor concentración de la actividad industrial, privilegiando la inversión extranjera directa y a los grandes capitales orientados a la exportación, en detrimento de las ramas orientadas al mercado interno y de empresas de menor magnitud (Piva, 2019). Para la industria textil, esto implicó un proceso de “desverticalización” y “tercerización” de la confección de indumentaria hacia talleres no registrados, resultante de la contracción de la actividad como consecuencia de la mayor importación y la política cambiaria, configurando un modelo productivo que no se vio modificado con la reactivación económica posterior (Señorans, 2020). Esto tuvo un gran impacto en la situación de la clase trabajadora en general, y en particular en les trabajadores de industrias de la rama textil radicadas en el PIT, que habían sido favorecidas por las políticas de promoción industrial hasta mediados de la década de 1980 y que entraron en crisis en este contexto, al que se sumó la competencia con importaciones de menor valor (Pérez Álvarez, 2013).

La posterior crisis del 2001 y los años siguientes marcados por la salida de la convertibilidad, implicaron el quiebre de la hegemonía neoliberal. Este momento constituyó un punto de inflexión no sólo en términos del peso de la conflictividad social y el impacto de las transformaciones, sino también en función de la primera etapa de crecimiento del fenómeno de las fábricas recuperadas en tanto forma de intervención de les trabajadores frente a la pérdida de sus empleos. En este contexto, -si bien desde los años noventa ya existían algunos- los procesos de recuperación de fábricas tuvieron su auge, siendo las circunstancias de la crisis las que situaron el inicio de los recorridos de les trabajadores en la práctica de poner en funcionamiento fábricas cerradas.

 

De empresa a cooperativa: apuntes sobre la conformación de Textiles Unidos

 

Ocupada en la producción y teñido de telas de tejido plano, la Cooperativa Textiles Unidos fue conformada por les trabajadores para retomar la producción de la fábrica Textil Windsor. Este establecimiento, que había abierto sus puertas en 1971 bajo aquella denominación, cerró en el año 2001 a consecuencia de la crisis económica que afectaba al PIT desde la década previa.

Los escasos datos disponibles encontrados en fuentes periodísticas hablan de que entre 1995 y 1998, la firma Textil Windsor contaba con 120 trabajadores/as, de los cuales 90 eran de la planta ubicada en Trelew y el resto de las áreas de depósito y ventas ubicadas en Buenos Aires (El Chubut, 16/11/1995, 28/10/1998). Mientras que, en el 2001, se habla de 80 trabajadores/as, de los cuales 50 formaron parte de la cooperativa Textiles Unidos (El Chubut, 22/10/2001, 29/12/2001). 

Durante los años previos al cierre de Windsor, hubo diferentes situaciones de atraso en el pago de los salarios, despidos y suspensiones que llevaron a la realización de medidas de fuerza por parte de les trabajadores. Una de las más relevantes fue en abril de 1995, cuando les trabajadores realizaron una retención de servicios[2] por atrasos en el pago de sus salarios, por la quita de porcentajes de productividad y producción que componían sus remuneraciones y la reducción de la semana de trabajo desde diciembre de 1994. Como respuesta ante el reclamo, la patronal despidió a 20 trabajadores e intimó a otres 31 a retornar a sus tareas. Ante tal situación, la Subsecretaría de Trabajo de la provincia dictó la conciliación obligatoria y se inició un proceso de negociación entre representantes sindicales (de la Asociación Obrera Textil -AOT-) y la empresa, que derivó en la renuncia de dos delegados de la planta, a cambio de la reincorporación de las personas despedidas. Esta resolución del conflicto se generó a partir de la presión patronal, que responsabilizó a los delegados por los despidos y con ello logró distanciarlos del resto de les trabajadores que estuvieron de acuerdo con su renuncia, decisión que luego fue cuestionada por delegados de otras fábricas que manifestaron su desacuerdo con la conducción gremial.[3]

A los pocos días de este conflicto, la empresa suspendió por 30 días a la totalidad de su personal argumentando “causas económicas”. En esta instancia la Subsecretaría de Trabajo estableció nuevamente una conciliación obligatoria y convocó a una audiencia a la que la empresa no asistió ni acató la resolución, actitud que los sindicatos AOT y SETIA denunciaron como un lock-out patronal. Este nuevo conflicto se extendió, ya que al plazo de suspensión de les trabajadores se sumaron 30 días más sin percibir sus salarios, contexto en el que la fábrica estuvo inactiva, generándose una gran incertidumbre respecto a su continuidad.

Durante mayo y junio de 1995, les trabajadores sostuvieron reuniones con los gerentes, se asesoraron a través de sus sindicatos y decidieron esperar una posible reactivación de la producción, que finalmente se concretó a fines de agosto mediante un acuerdo para el pago de la deuda salarial, que la empresa prometió realizar luego de recibir un crédito de parte del Estado provincial en el marco de la Ley N° 4009.[4] Sin embargo, ese crédito demoró varios meses en concretarse, lapso en el que la producción continuó paralizada y les trabajadores sin tener ninguna certeza sobre su situación, ya que el otorgamiento del crédito para la fábrica se planteaba como la única solución posible para volver a trabajar, o al menos para cobrar sus indemnizaciones en caso de despidos. Esta situación se resolvió parcialmente hacia fines de 1995 y principios de 1996, pues la empresa recibió un primer tramo del crédito solicitado a la provincia en ese momento, y un segundo tramo en 1997. Aunque decimos parcialmente, porque la deuda salarial de los meses que duró la suspensión no fue totalmente saldada en ese momento.

Durante 1998 la empresa siguió funcionando, aunque continuó el clima de incertidumbre por los constantes retrasos en el pago de los salarios, reducción de jornadas, suspensiones o cambios en el régimen laboral[5], situación que además excedía a esta empresa en particular, siendo generalizada en todo el PIT.[6] Así, a principios de marzo de 1999 tuvo lugar un nuevo conflicto por el despido de 6 personas, que implicó la toma del establecimiento y la retención de servicios por parte de un sector importante de les trabajadores,[7] quienes argumentaron ante la prensa: “hoy tenemos seis despidos, mañana podemos tener más y nadie está seguro de tener estabilidad en el trabajo” (El Chubut, 5/3/1999). A raíz de esta medida de fuerza, lograron la reincorporación de los despedidos, aunque con el descuento en sus haberes de los 5 días que había durado su cesantía. No obstante, durante ese año las irregularidades en el pago de los sueldos continuaron, sumándose además incumplimientos en la realización de aportes patronales (obra social, aportes sociales y previsionales), que perjudicarían a les trabajadores para cobrar asignaciones familiares y recibir asistencia médica. Esta fue la situación ocurrida en el segundo semestre de 1999, ante la cual les trabajadores realizaron medidas de fuerza durante agosto y septiembre, que incluyeron la protesta fuera de la fábrica, realización de asambleas y paro. 

El atraso en el pago de salarios ya parecía ser más la regla que la excepción, y la serie de conflictos acontecidos entre 1995 y 1999 preanunciaron lo que luego ocurriría hacia el año 2001, cuando el cierre de la fábrica parece no haber sorprendido ni a propios ni ajenos. Durante julio y agosto de ese año les trabajadores realizaron retenciones de servicios en reclamo por los constantes incumplimientos salariales, y ya a partir de septiembre, la producción de la empresa estuvo totalmente paralizada. Les trabajadores, que llevaban dos meses sin percibir sus remuneraciones, comenzaron a realizar guardias por turnos en la fábrica con el fin de evitar el vaciamiento de las maquinarias, pues el cierre ya era casi una realidad, ante la cual decidieron “(…) aferrarse a las máquinas y a la fuente laboral, independientemente de quién sea el responsable de la razón social” (El Chubut, 21/9/2001). Esta intención de “aferrarse” para cuidar las instalaciones, maquinarias y puestos de trabajo motivaría lo que en octubre de ese año comenzó a tomar forma como proyecto de conformación de una cooperativa, que les trabajadores presentaron ante autoridades del gobierno provincial y municipal, afirmando: “contamos con la capacidad de trabajo, sólo necesitamos que las autoridades confíen en nuestra gestión para salvar la fuente de trabajo de 80 familias” (El Chubut, 22/10/2001).

Este proyecto, en el que participaron 50 trabajadores/as derivó en la constitución de la Cooperativa Textiles Unidos, anunciada mediante un acto simbólico de “brindis por la esperanza”, realizado a fines de diciembre de 2001. La producción se reanudó en febrero de 2002 y se sostuvo mediante el trabajo de la cooperativa hasta fines de ese año, mediante un comodato realizado con los antiguos dueños de Textil Windsor. La experiencia de Textiles Unidos fue breve y se había organizado mediante el acuerdo con un gerenciador de parte de la empresa, quien proveía insumos y materia prima a la cooperativa, que producía a façon.[8] Luego, la fábrica fue adquirida por este empresario y les trabajadores pasaron nuevamente a ser empleades en relación de dependencia, esta vez de la firma denominada Textil World. Entre los años 2007 y finales del 2012, la fábrica fue reduciendo paulatinamente su plantel, pasando de 85 a 66 personas empleadas.

Textil World funcionó hasta el año 2013. En ese momento, a raíz de un segundo cierre, les trabajadores constituyeron la Cooperativa Textil Patagonia, la cual continúa hasta la actualidad, aunque la cantidad de integrantes continuó reduciéndose de 52 trabajadores/as iniciales a 22 en el 2023.

 

La “T” y la “W”: el cierre y recuperación de Textil Windsor en la voz de una trabajadora

 

Este apartado se enfocará en la narrativa de Nelly, una de las trabajadoras que formó parte de la fábrica Textil Windsor, de la cooperativa constituida tras el cierre de ésta, Textiles Unidos, y su deriva hacia la empresa Textil World. En su mirada, se encuentra una reconstrucción del proceso desde el trabajo y la experiencia femenina en una fábrica textil. Su trayectoria se encuentra atravesada por la actividad en esta rama, ya que desde muy joven comenzó a trabajar primero en una fábrica denominada Modecraft y luego en otra, Supersil (ambas empresas también radicadas en el PIT), para luego ingresar a Textil Windsor en el año 1983 hasta el 2001. En su relato sobre el período de crisis anteriormente descripto y el momento del cierre, señala lo siguiente:

 

¡ay cuando cerró!... bueno, esa fábrica, mirá (…) vivíamos de paro, de cosas así porque no nos pagaban, nos pagaban mal, nos pagaban en cuotas, siempre así, vivíamos de paro, suspendidos (…) Y bueno, como no nos pagaban, hicimos paro, vino este hombre, agarró las llaves de la fábrica -estábamos en el comedor- y yo me acuerdo clarito, ese hombre vino y nos tiró la llave de la fábrica y nos dijo que nos quedemos con la fábrica y se fue (…), el que estaba al frente, la cara visible que conocíamos en ese momento. (Nelly. Entrevista realizada por la autora. Trelew, 29/8/2022)

 

Durante este proceso de cierre y conformación de la cooperativa Textiles Unidos, hubo un lapso en que Nelly se trasladó a Comodoro Rivadavia para buscar empleo, luego del cual volvió para integrarse a la misma: 

 

(…) yo me acuerdo de que me fui porque pasaba el tiempo y yo tenía tres hijos para mantener, ¿viste?, mi casa, todo, y mis primos de Comodoro me dijeron que me vaya, que allá iba a conseguir, así que fui con el más chiquito a Comodoro y estando allá me llamaron mis compañeros que estaban empezando con el tema de la cooperativa (Nelly, 29/8/2022)

 

Como señalamos anteriormente, la cooperativa Textiles Unidos fue conformada para sostener la fábrica a principios del año 2002, funcionando de esa manera por un breve período de tiempo hasta pasar a otra gestión patronal, la de Textil World S.R.L. Sobre este breve período Nelly relata lo siguiente:

 

Estuvo re bien, con la cooperativa ganábamos muy bien, yo viajé un montón en esa época... tantos años encerrada, criando hijos y qué sé yo, aproveché y me dediqué a viajar, viajar, viajar, viajé mucho. Y ganábamos muy bien, hasta que no sé entre el gremio (…) qué tramullo hicieron (…) y fijate que era la T y la W: antes era Textil Windsor, después fue Textil World. Era lo mismo, ¿viste?, era lo mismo. Ellos[9] eran consuegros, ¡era lo mismo!, nada más que toda esa tramullada la hicieron para no pagarnos a nosotros la indemnización, que perdimos todos esos años de indemnización, menos estando nosotros acá, viste que todo se hace en Buenos Aires (…) Nosotros perdimos la indemnización, nunca nos pagaron la indemnización, hubo gente que perdió muchos años (…) (Nelly, 29/8/2022)

 

Es importante mencionar, por un lado, el peso del trabajo reproductivo en ambos fragmentos citados de su narración (“tenía tres hijos y una casa para mantener”, o, “tantos años encerrada criando hijos”), mientras que, por el otro, el hecho de que el traspaso a un nuevo empresario implicaba consumar la pérdida de la indemnización y por consiguiente el reconocimiento de la antigüedad en la fábrica desde que era Textil Windsor. Si bien les trabajadores tampoco contaban con ese derecho en la gestión cooperativa, ésta según la mirada de Nelly permitía en cambio, un mayor bienestar y ciertas libertades que también se perderían:

 

(…) ahí laburábamos con más ganas porque sabíamos que era, mientras más trabajábamos y mejor trabajábamos era para nosotros, la ganancia era nuestra, se podía vender más... era más exigente también, porque teníamos que tener muy buena calidad, todo, viste para poder vender, así que si, hacíamos... yo creo que trabajábamos más (…)

Esa fue una época linda para mí, esa fue una época re espectacular, laburábamos libres, no teníamos tanto encargado, tanto jefe. Porque eran muchos jefes, tenías que aguantar mucha gente, en cambio ahí laburábamos como libres, digamos (…) no estabas ahí con un encargado encima, porque también hay que aguantarse a veces a los encargados y a los jefes... y uno como mujer peor todavía (Nelly, 29/8/2022)

 

A su vez, la expresión “era para nosotros, la ganancia era nuestra”, se plantea como contrapuesta a la apropiación de los empresarios, que en lo concreto para ella significaba la pérdida de años de trabajo y esfuerzo, que ahora dejarían de ser reconocidos. Por otro lado, Nelly señala un matiz interesante que podría dar cuenta del modo diferencial de experimentar el trabajo para las mujeres en las fábricas, sobre las cuales es diferente, por ejemplo, el peso de la vigilancia y el control sobre sus trabajos y sobre sus cuerpos. En tal sentido, la presencia de los jefes a la que alude podría tener una mayor relevancia para las trabajadoras que para sus compañeros varones.

La dinámica de trabajo “más libre”, sin la presencia de los jefes pesaba más para Nelly que otros aspectos del trabajo en relación de dependencia (sin contar con la indemnización y antigüedad antes mencionadas), como los aportes jubilatorios y una mayor estabilidad en los ingresos. Así, durante la transición entre la cooperativa Textiles Unidos conformada luego del primer cierre de la fábrica hacia Textil World, Nelly menciona lo siguiente:

 

(…) ahí yo fui la última en firmar, porque yo no quería firmar... fui la última, yo me acuerdo de que fui a las 10 de la noche a firmar, porque me amenazaron de que si yo no firmaba me quedaba sin laburo, porque yo no estaba de acuerdo en que pasé a ser Textil World, fui la única que no estuve de acuerdo (Nelly, 28/8/2022)

 

Su desacuerdo con abandonar la cooperativa e ingresar nuevamente bajo la gestión patronal podría plantear una visión disonante respecto de la decisión tomada por la mayoría de les trabajadores, que también se vincula con la situación de las mujeres en la fábrica descripta por la entrevistada en torno a las posibilidades de acceso, permanencia y calificación/ascenso en el trabajo:

 

(…) en la fábrica siempre hubo pocas mujeres, siempre (…) Y viste que en la fábrica el tema de las mujeres, ¿cuál es el problema?, que las mujeres tienen bebés y son tres meses que se pierden. La mujer no llegaba a puestos jerarquizados, no, nunca llegaba a ser encargada, a tener una categoría más, siempre estabas ahí nomás. Yo con todos los trabajos que aprendí ahí tenía que haber tenido un cargo más alto, yo inclusive llegué a enseñar, era maestra, le enseñaba a la gente nueva (…) Pero tenías una categoría y ahí te quedabas, yo tuve una categoría nomás y sabía hacer de todo un poco y tenía una sola categoría, que podría haber logrado tener algo más, pero bueno. Siempre la mujer ganó mucho menos y tuvo menos posibilidades, en esa [fábrica], no sé en otras (Nelly, 28/8/2022)

 

En este pasaje del relato de Nelly surgen cuestiones que han caracterizado históricamente la inserción laboral femenina, sobre todo en el ámbito fabril, que podrían referir a las nociones de “complementariedad” y “excepcionalidad” (Lobato, 2007; Queirolo, 2020), según las cuales el trabajo de las mujeres y sus salarios sirven para proporcionar un complemento extra respecto al de los varones, y su presencia en los lugares de trabajo no debe ser necesariamente permanente, pues la prioridad está ubicada en el trabajo reproductivo. Por otro lado, alude también a lo que se ha conceptualizado como una tendencia a la segregación laboral horizontal y vertical (Wainerman, 1996; Queirolo, 2020; Borrastero et.al. 2023), aspecto que condiciona, por un lado, el acceso de las mujeres a determinadas ocupaciones y ramas productivas y las posibilidades de capacitación y jerarquización en los puestos de trabajo, lo que conlleva a la imposibilidad de acceder a salarios más altos. 

Esto también se puede vincular con los análisis sobre la división genérico-sexual en fábricas recuperadas, y la modificación o persistencia de lógicas de organización del trabajo en ese sentido. En el relato de Nelly, se ve un cambio importante en la ausencia de la figura de los jefes en el trabajo cooperativo, en tanto figuras de control y presión. Sin embargo, podríamos pensar en la persistencia de lógicas de exclusión de las mujeres de la fábrica, ya que, de les 85 trabajadores con les que contaba la fábrica en 2007, 8 eran mujeres, número que se fue reduciendo hasta ser sólo 3 las que integraron la Cooperativa Textil Patagonia en 2013, de las cuales una integró el Consejo de Administración, pero ninguna de ellas ocupaba puestos de trabajo de carácter jerárquico en la fábrica previamente al proceso de recuperación.

Finalizando este apartado y retomando la trayectoria de Nelly, es importante mencionar que ella no formó parte del proceso de la recuperación en 2013, ya que su relación laboral formal con la fábrica finalizó cuando aún era Textil World, por lo que su narración se encuentra atravesada por otros elementos, diferentes a quienes formaron parte de la nueva cooperativa -a la que no fue convocada a integrarse, como sí había sucedido durante la conformación de Textiles Unidos, según su relato-. No obstante, la intención de reponer la mirada de esta trabajadora nos permite dar cuenta de una lectura alternativa dentro de la reconstrucción del proceso.

 

La Cooperativa Elastax en la trayectoria de tres mujeres

 

El proceso de conformación de la Cooperativa Elastax comenzó en el año 2005, luego del cierre de Elastar ubicada en la ciudad de Rawson. Esta empresa, que funcionaba desde 1954[10], obtuvo el lote para construir su actual edificio en 1979, a partir de la adjudicación de éste por parte del Municipio de la ciudad. Funcionó bajo la denominación Elastar Patagonia S.A, hasta que entre 1994 y 1995 se produjo la quiebra y reactivación del establecimiento mediante su adquisición por la firma FAFER, que recibió un crédito otorgado por el Estado y efectivizado entre 1996 y 2002, período en el que pasó a denominarse Elastar/FAFER S.R.L.

La actividad principal era la fabricación de guantes de PVC, a la que posteriormente se incorporó la de guantes de nitrilo y la confección de indumentaria de seguridad industrial y deportiva. Así, en el año 1998, la empresa realizó un convenio con la cooperativa Confecciones Sureñas (CONSUR)[11], que funcionó en su edificio en Rawson hasta marzo de 1999. Luego de que las trabajadoras de esta cooperativa decidieran revocar este acuerdo[12] en enero del 2000, la empresa inauguró un taller de confecciones propio en la ciudad de Trelew, que emplearía a 60 trabajadoras mediante un programa municipal de subsidios al empleo para pequeñas y medianas empresas. Las prendas que allí se fabricaban utilizaban telas proveídas por Textil Windsor y eran enviadas a la empresa Gatic, licenciataria nacional de la marca Adidas. La crisis y posterior quiebra de esta última durante el año 2001 afectó directamente a Elastar y Windsor, que formaban parte de su circuito de producción y comercialización. Así, en septiembre del 2001 Elastar despidió a 36 personas y suspendió a otras 18, mientras mantenía una deuda salarial de tres meses con todo el personal, que tampoco podía cobrar sus asignaciones familiares. Si bien estos despidos fueron retrotraídos en ese momento por un subsidio provincial en el marco de un decreto de emergencia textil, la situación finalmente llevó al cierre de la empresa, incluyendo tanto a la fabricación de indumentaria como la de guantes, también afectada por la crisis y la apertura de importaciones contra las que sus productos no podían competir en el mercado (El Chubut, 7/9, 9/9/2001; 12/9/2005).

En el año 2005 se inició la recuperación, que en un principio contempló solamente la producción de guantes en la fábrica de Rawson e implicó la participación de les trabajadores con aporte estatal. Este proceso tiene ciertas diferencias con Textil Windsor, en torno al momento en que comenzó y a la vinculación más estrecha con el Estado. Es posible que esto se debiera a que, ya para el 2005, el fenómeno de fábricas recuperadas encontró una situación macroeconómica más favorable, en la que se vislumbraba cierta recuperación industrial y en la que era posible un mayor apoyo institucional, que, en el caso de Chubut venía de la mano de un gobierno provincial alineado en ese momento con el gobierno nacional. En ese marco, se presentó un proyecto ante el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, por parte de una unidad ejecutiva conformada por el Ministerio de la Producción, el Ministerio de Familia y Promoción Social y la Subsecretaría de Trabajo de la provincia.

Posteriormente se constituyó la Cooperativa de trabajo Elastax, la cual obtuvo su matrícula definitiva –otorgada por el INAES– en marzo de 2006, estructura que permitió a les trabajadores acceder a las instalaciones (a través de un comodato) y a las maquinarias para continuar con la producción, además de contar con financiamiento estatal para comenzar a producir, mediante la firma de un Acta acuerdo y de un convenio en el marco del Plan Nacional de desarrollo local y economía social “Manos a la obra”.[13] Entre el 2005/2006 y el 2010, la cooperativa estuvo abocada a la producción de guantes y a partir de la articulación con el Ministerio de Desarrollo Social, tuvo acceso a programas destinados a, por un lado, las fábricas recuperadas, y por el otro, al surgimiento de cooperativas de trabajo bajo la retórica estatal de fortalecimiento de la economía social.

En el año 2013 la Cooperativa Elastax retomó la producción de indumentaria, a raíz del vínculo con las unidades productivas que formaban parte del Movimiento de Cascos Amarillos de la República Argentina (MOCARA), gestionadas y administradas por la Asociación Civil Hábitat. En este marco se estableció un polo cooperativo que funcionaba en el edificio de la fábrica y que nucleaba diferentes grupos abocados a tareas relacionadas con la construcción de viviendas (fabricación de bloques, aberturas, albañilería), mayormente conformados por mujeres (Pérez, 2015). Así, el trabajo de Elastax se destinó a la demanda de uniformes de trabajo para proveer a las cooperativas de construcción, y de guardapolvos para proveer al Estado, retomando la confección de prendas como parte de la actividad principal de la fábrica.

Durante esta etapa, algunas trabajadoras del Ministerio de Desarrollo Social se incorporaron como asociadas de Elastax, para abocarse específicamente al proyecto del polo cooperativo. Ese fue el recorrido de Cristina, una de las trabajadoras entrevistadas, que en 2014 tomó la decisión de renunciar a su empleo para formar parte del Consejo de Administración de la cooperativa, siendo elegida consecutivamente como presidenta entre el 2015 y el 2019. En su relato, antes de que se generara la vinculación con el Estado y las cooperativas del MOCARA, les trabajadores de Elastax tenían intenciones de devolver las llaves del edificio de la fábrica (es decir, revocar el comodato), decisión que fue revertida a partir de la propuesta de esa vinculación, mediante la cual otras cooperativas se instalaron en la fábrica. Sobre la base de programas nacionales –entre ellos, el “Plan Familias” (Pérez, 2015) – se generó el circuito antes mencionado, por el cual Elastax proveía a las demás cooperativas, que funcionó de esa manera hasta la asunción del gobierno de Macri en 2015. En ese contexto, Cristina señala:

 

(…) fue el peor de los cimbronazos porque nos dejaron sin la capacidad de gestionar las viviendas, dejaron de pagar, los programas se cayeron y todos dependíamos también bastante de eso. Nosotras como cooperativa textil estábamos recién arrancando en nuestra gestión, o sea que empezamos a ver cómo se podía hacer (Cristina. Entrevista realizada por la autora. Trelew, 14/03/2023)

 

En esas circunstancias, sin embargo, comenzaron una serie de cursos de capacitación en los cuales incorporaron a un grupo pre cooperativo de trabajadoras textiles, con formación específica en el rubro de la confección, que luego de esa instancia comenzaron a formar parte de Elastax como asociadas. A su vez, incorporaron el sublimado, a raíz de una nueva capacitación que les permitió generar y comercializar otros productos y trabajar realizando banderas, pecheras y prendas para organizaciones sociales, clubes, colegios, etc.

La incorporación de discusiones en torno a la perspectiva de género y la llegada del Encuentro Nacional de Mujeres a Trelew en 2018 posibilitó una nueva impronta en este grupo de trabajadoras, que fueron quienes confeccionaron y sublimaron la bandera de arrastre de la movilización y participaron de la Feria durante todos los días que duró el Encuentro. Esta participación, fue resultado y a la vez habilitó el debate hacia el interior del grupo en torno a diferentes temáticas, como por ejemplo la interrupción legal del embarazo, en un momento de auge de la “marea verde” y la movilización alrededor de esta demanda histórica con el primer tratamiento del proyecto de ley impulsado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

A su vez, la confección de la bandera no fue, como relata Cristina, el punto de partida sino más bien el de llegada, en relación a que formó parte de un proceso previo de formación y debate sobre perspectiva de género, realizado en un contexto de crisis económica, pero también de oportunidades para la discusión política que se generaron en este contexto, en el cual pesó el auge del movimiento de mujeres y feminista en la escena pública, permeando diferentes ámbitos de los que Elastax formó parte. Fue también este momento en el que, como relata Cristina, comenzaron a nombrarse como “Cooperativa de trabajadoras”: “(...), empezamos a poner que éramos mujeres las que estábamos a cargo de esa fábrica” y a reconocer también situaciones que las atravesaban como tales y a construir lazos afectivos:

 

(...) teníamos como más charlas a nivel personal incluso... compañeras que sufrían violencia de género ahí adentro pudieron empezar a romper el silencio y situaciones que se estaban viviendo también, o sea, ahí, por eso te digo que fue una construcción bastante compleja (…) yo creo que hubo un vínculo re fuerte entre nosotras, al día de hoy lo seguimos teniendo (Cristina, 14/3/2023)

 

La Cooperativa Elastax continuó funcionando hasta 2019, momento en el que se produjo un recambio en el Consejo de Administración y una paulatina reducción del grupo que la sostenía. En la actualidad ya no se encuentra activa y en el edificio de la fábrica funcionan otros emprendimientos gestionados por cooperativas de trabajo. No obstante, algunas de las trabajadoras que formaron parte, sí continuaron trabajando en el rubro textil, poniendo en juego conocimientos y experiencias adquiridas en ésta y otras fábricas. Tal es la situación de Silvia y Mabel, dos trabajadoras textiles que sostuvieron la cooperativa Elastax y que luego de ello continuaron trabajando en sus hogares realizando confecciones por encargo.

En el caso de Silvia, su trayectoria en la rama textil inició entre el año 2014 y 2016, cuando se sumó al grupo pre cooperativo que luego se integró a Elastax. En su mirada, se trató de una experiencia enriquecedora en diferentes sentidos:

 

(…) conocimos gente, aprendimos a hablar, de repente nos encontrábamos con que estábamos hablando (…) estábamos siempre encerradas ahí como en una burbuja de nuestra casa, aprendimos a salir.

(…) era como que salimos de esa burbujita de la casa y pudimos hacer otra cosa, crecimos, nos hizo crecer, como personas, como empleadas (…) aprender la profesión que adquirimos ahí, el saber hacer, eso nos quedó a nosotras. Era un lugar muy cerrado en el que estábamos y de repente nos encontramos con que hay otra realidad (…) podés ganarte la vida, podés sumar, hacer un grupo y hacer surgir ese grupo, eso aprendimos, que solitas no, no “yo no salgo, me quedo acá...”, no, si te juntás podés surgir, eso también aprendimos ahí, si bien después ya cada una tomó su rumbo (Silvia. Entrevista realizada por la autora. Trelew, 16/3/2023)

 

En este fragmento del relato de Silvia sobre el significado que adquirió para ella el trabajo en la cooperativa vemos destacado, por un lado, el aprendizaje (el “saber hacer”) como un valor y, por otro lado, la posibilidad de trascender esa frontera aparente entre el espacio doméstico (la referencia a “salir de la burbuja”) y un nuevo espacio de trabajo en el ámbito fabril.

Por su parte, en el relato de Mabel aparece una trayectoria diferente, ya que se trata de una mujer que trabajó en la rama textil (siempre vinculada al área de confección) desde su juventud, en diferentes fábricas radicadas en el PIT. Su primera experiencia fue en la década de 1980 en una fábrica denominada El mundo del pijama, en la que según relata, aprendió el oficio y se desempeñó como costurera hasta su cierre:

(…) ahí arranqué mi vida laboral textil, no sabía ni siquiera enhebrar una aguja, con eso te digo todo (…) pero bueno, ahí aprendí a usar todas, todas las máquinas textiles, todas. Y llegué a ser una costurera, en su momento cuando me retiré, una de las que era importante en la empresa que era la bolsillera, la que tenía que ubicar el bolsillo en la prenda y tenía que quedar perfecto. Pero ahí aprendí todo, ¿podés creer?, estuve 5 años ponele, pero en esos 5 años me aprendí todo. (…) después la fábrica cerró porque el dueño falleció, entonces cerró por obligación, nos indemnizaron a todos y bueno, ahí es como que quedé desocupada textil (Mabel. Entrevista realizada por la autora, Trelew, 20/3/2023)

 

La desocupación en el PIT forma parte de su relato, como parte de las circunstancias generales y como aspecto que tuvo un lugar relevante en su situación personal:

 

(…) Bueno, pasó el tiempo, pasó el tiempo y no salía nada de trabajo en ese momento, en aquellos años, cuando cerró la fábrica (…) como que estaba esa época, que estaban cerrando muchas fábricas textiles y entonces como que había mucha gente desocupada y bueno, era una de las cosas que lamentablemente en esos años lo vivimos, quedaba mucha gente desocupada. Así que bueno, empecé a buscar otros trabajos, otros tipos de trabajo, porque veía que textil no, cada vez había más gente desocupada. Entonces hice muchas cosas, hubo un período en mi vida que hice un montón de cosas, desde niñera a empleada doméstica, atención al público en kiosco, muchas cosas (…) Yo en ese tiempo también ya me casé, o sea, me junté, empecé a armar a mi familia y todo eso, ya comenzaron a venir los nenes, así que fue un período bastante, diría yo más de 5 a 6 años, porque yo tuve que dedicarme a mis bebés… y así que fue un lapso ahí que me dediqué a muchas cosas, viste (Mabel, 20/3/2023)

 

Combinado con la desocupación en el ámbito textil, la importancia del trabajo reproductivo aparece como parte de este intervalo en el relato de Mabel, de manera coincidente con las narrativas de las demás trabajadoras entrevistadas, aspecto que forma parte de la experiencia común de las mujeres.

Posteriormente, Mabel se integró a trabajar en diferentes talleres de confecciones, instalados bajo el formato de empresa tercerizada o cooperativa, que en algunos casos se vinculaban a proyectos estatales o con intermediación sindical. Así, a fines de los años ´90 trabajó en un taller dependiente de una fábrica del PIT, luego durante un breve lapso también fue contratada por la empresa Elastar, mientras que hacia el 2003 y 2004 trabajó en otros emprendimientos, como el proyecto Prendas Chubut[14] o el programa provincial de talleres denominado Micro emprendedores Proveedores del Estado (MIPROE), en el que continúa hasta la actualidad. Sobre este contexto, resulta interesante su apreciación:

 

(…) nosotros necesitábamos trabajar, nosotros queríamos volver a lo nuestro, a entrar a una fábrica textil y que estés laburando sin preocupación por años, que tengas un jefe, que te paguen y punto, pero no se podía, no había forma, no, estaba en ese tiempo muy en decadencia lo que era textil, porque ya prácticamente todas estaban cerrando, muchísima gente desocupada. Y ahí pasé a los talleres MIPROE (Mabel, 20/3/2023)

 

En este pasaje de la entrevista se puede apreciar la inestabilidad y la precariedad laboral, manifestado en la noción de “decadencia” del sector textil, en el que, para Mabel, de acuerdo con su propia experiencia, ya no parecía posible trabajar en relación de dependencia y asistida por los derechos que ello implica. El trabajo en talleres o en cooperativas “pero ya de la sociedad, de la de la gente (…) del mismo laburante”, en la que no hubiera vinculación con empresarios, “(…) porque ya habíamos vivido la experiencia anterior, de que de alguna manera nos habían cagado, nos habían usado, esa es la palabra” (Mabel, 20/3/2023), se presentaba como alternativa a la desocupación e incorporaba otra vía por fuera del trabajo asalariado como “norma”, que, si bien implicaba condiciones más precarias, ello no inhibía la capacidad de agencia de las trabajadoras que se encuadraban en estos otros esquemas laborales (Señorans, 2020).

No obstante, la tensión entre la dinámica individual y colectiva se encuentra presente, atravesando su mirada y los diferentes momentos de su trayectoria laboral en los que osciló entre el trabajo cooperativo y por cuenta propia. Así, de manera simultánea con el taller MIPROE, durante un breve lapso Mabel llevó adelante un comercio de indumentaria propio, que decidió cerrar por dificultades económicas. Luego de ello, formó parte de la Cooperativa Elastax junto a Silvia, hasta que ambas decidieron renunciar y continuar cada una con su trabajo de manera particular, coordinando entre ellas para trabajar juntas en ocasiones y sostener su vínculo de amistad. En su perspectiva sobre esta experiencia y en su balance sobre el saber construido en torno a su oficio como costurera, Mabel resalta lo siguiente:

 

(…) yo jamás me imaginé que iba a ser una costurera, en mi vida. Estudié corte y confección, así que yo tengo años y cuando era joven y tenía mi tiempo estudié (…) un curso básico de corte y confección y ahí empecé, cuando ya veía que esto me estaba gustando cada vez más y que era mi entrada laboral, porque lo vi como mi trabajo y dije, (…) “esto me da de comer, esto es lo que sé hacer, lo que aprendí” y con los años me di cuenta, con los años… porque tal vez cuando era joven no lo veía así, lo veía de otra manera, era un trabajo para mí, pero me di cuenta de que era realmente esto lo que… yo te juro, yo me encierro acá y me enfoco en lo mío y estoy horas y horas y no me doy cuenta. Y por ahí hablamos con Silvi, hablamos con las compañeras y decimos, “pero se nos pasa la vida sentadas en una máquina”, viste, y las horas y el tiempo y no te das cuenta, y sí, se nos pasa, pero es lo que sabemos hacer (Mabel, 20/3/2023)

 

En este fragmento del relato de Mabel, tanto como en el de Silvia, es interesante el aspecto subjetivo de valoración del oficio de la costura que implicó la participación en la cooperativa, dimensión planteada en un conjunto de estudios analizados por Nogueira (2022), en los que se evidencia –entre otros factores– esta autoafirmación en torno a la tarea realizada, la reapropiación del producto del propio trabajo y la mayor autonomía lograda por estas mujeres a partir de ello.

 

Algunas reflexiones finales

 

Las trayectorias laborales de las mujeres entrevistadas han estado en su mayoría ligadas a la actividad textil y de confecciones –en el caso de Nelly, Silvia y Mabel– o al trabajo estatal vinculado a proyectos de bienestar y desarrollo social –en el caso de Cristina. Formaron parte de los procesos de recuperación de las fábricas en diferentes momentos, los cuales tuvieron un gran impacto en sus vidas, sus vínculos, sociabilidades y su manera de entender sus propias prácticas desde lo individual y lo colectivo.

El aprendizaje, el oficio y el “saber hacer” vinculado al proceso de trabajo es también un aspecto importante en las narraciones de estas mujeres, quienes experimentaron de maneras diferentes a sus compañeros varones esos procesos, en la medida que para ellas tuvo que combinarse con el trabajo reproductivo, con las tensiones derivadas de la permanencia o el cuestionamiento a ciertos roles tradicionales de género y con las menores posibilidades de ascenso para las mujeres en las fábricas. Sin embargo, ellas construyeron cierta politicidad alrededor de sus experiencias, en las que se entrecruzan las historias individuales y las transformaciones generales, además de las formas de organización y de intervención colectiva llevada adelante en las fábricas de las que estas trabajadoras formaron parte. La revalorización del oficio y la autoafirmación, además del reconocimiento de una mayor libertad u horizontalidad en el trabajo cooperativo, adquieren un espacio relevante en sus narrativas, al igual que la repercusión que ello tuvo en sus vidas, sus relaciones sociales y familiares y en la combinación con el trabajo reproductivo.

En suma, este trabajo buscó contribuir al análisis sobre la experiencia de la clase trabajadora en la región patagónica, incorporando en ella a los procesos de recuperación de fábricas como formas de resistencia, desde una mirada que entrecruza las nociones de clase y género en torno al relato de mujeres trabajadoras que intervinieron activamente en estos procesos.

 

 

Recibido: 31/10/2024

Aceptado: 18/01/2025

 


 

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Wainerman, Catalina (1996) “¿Segregación o discriminación? El mito de la igualdad de oportunidades”. En: Boletín Informativo Techint. Nº285. Buenos Aires, enero-marzo de 1996, pp. 59-75.

 

 

 



* Licenciada en Historia (Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco). Becaria doctoral en el CONICET e integrante del Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales (INSHIS). Forma parte de la Cátedra Abierta de Género y participa en proyectos de investigación sobre historia de la clase obrera y epistemologías feministas.

[1] El Parque Industrial de Trelew (PIT) se creó en el año 1971 como resultado de políticas que, durante las dos décadas previas habían fomentado la instalación de fábricas en la Patagonia, con el apoyo del Estado a través de la exención impositiva, la concreción de obras de infraestructura y el otorgamiento de créditos. El desarrollo del PIT continuó hasta el año 1985, período en el que se dio un crecimiento de la ciudad, la cual cuadruplicó su población y se convirtió en un centro industrial de importancia a nivel nacional en el que se generaron más de 6000 puestos de trabajo (Pérez Álvarez, 2013; Gatica, López, Monedero y Pérez Álvarez, 2005; Ibarra y Hernández, 2016).

 

[2] La retención de servicios es un mecanismo legal de reclamo laboral ante el atraso o cese en el pago de salarios, hecho que constituye un incumplimiento del empleador de su parte del contrato de trabajo, lo que habilita entonces a les trabajadores a no realizar sus tareas (aunque sí deben asistir al lugar y cumplir el horario de trabajo), hasta tanto se abone el o los salarios adeudados.

[3] La reconstrucción de este conflicto se realizó a partir del seguimiento en fuentes periodísticas, en particular de las notas publicadas en el diario local El Chubut, entre el 29 de marzo y el 23 de abril de 1995. A su vez, éste también se encuentra abordado en Pérez Álvarez (2013).  

[4] Antes Ley N° 4009, luego Ley provincial IX N° 36, establecía la creación de un “Fondo de Financiamiento para la Asistencia y Reconversión de la Pequeña y Mediana Empresa”, cuyo objetivo era “la reconversión productiva, la innovación tecnológica y la asistencia económico-financiera de las pequeñas y medianas empresas radicadas en la Provincia del Chubut, vinculadas a su Banco y con actividad empresarial comprobable mínima de tres (3) años dentro del ámbito de la Provincia”. Consistía en el otorgamiento de préstamos a empresas que acreditaran una situación de crisis, a partir de fondos provenientes de un acuerdo con el Estado Nacional, y cuyo responsable de administración y agente financiero era el Banco del Chubut. Fuente: https://digesto.legislaturadelchubut.gob.ar/lxl/IX-36.html

[5] Mediante, por ejemplo, la implementación del “sistema americano” de 6 días de trabajo y 2 días libres, lo que implicaba menor producción y reducción del salario.

[6] El personal empleado en el PIT se redujo significativamente a partir del cierre de muchas de las empresas instaladas y el cese de la promoción a nuevos emprendimientos. Según un informe realizado por el gobierno provincial y publicado en febrero de 1997, de las 46 fábricas que se habían instalado durante la década de los años '70, sólo quedaban 25 (Jornada, 16/02/97). El aumento de la desocupación también incrementó la explotación de la fuerza de trabajo, con el despido de personal más antiguo y el ingreso de nuevos trabajadores y trabajadoras a las plantas en condiciones más precarias y con mayor carga horaria y de trabajo (Pérez Álvarez, 2013), además de la tercerización laboral, la expansión de la subocupación, las “changas”, el empleo transitorio y no registrado (Ibarra, 2015:127).

[7] Según la información de la prensa, de las 92 personas ocupadas en la fábrica entre el sector afiliado a SETIA y el de AOT, unas 50 participaron en la toma.

[8] El trabajo a fasón o façon implica la producción a demanda de un tercero, que provee la materia prima y/o insumos para realizar el trabajo y paga por el producto terminado.

 

[9] En referencia a los socios gerentes de ambas firmas: Guillermo Cevasco por Textil Windsor, y Roque Catanzaritti por Textil World.

[10] Esta fecha figura en un informe realizado por una comisión ejecutiva compuesta por funcionarios de ministerios y áreas provinciales, durante el proceso de reapertura en el 2005. El contenido de dicho informe fue publicado en la prensa local (El Chubut, 12/9/2005), en la que figura este año como el de apertura de la fábrica, aunque sin mayores precisiones. La reconstrucción del proceso fue realizada a partir del entrecruzamiento de esta fuente con algunos documentos estatales y municipales.

[11] Se trataba de una cooperativa conformada por ex trabajadoras de una fábrica del PIT que había cerrado y que en ese marco habían protagonizado un proceso de lucha con la ocupación del establecimiento durante más de 3 meses. El desenlace de aquel conflicto incluyó el cobro de sus indemnizaciones y la posibilidad de conformar la cooperativa con el apoyo del Estado provincial (Saso, 2022).

[12] Contexto en el que una de sus trabajadoras y presidenta de la cooperativa manifestó: “nos hemos sentido usadas, siempre fue pérdidas, era una miseria lo que cobrábamos” (El Chubut 25/3/1999). Esta aseveración da cuenta de las condiciones de precariedad existentes, y podría empalmar con otro reclamo realizado dos años después, cuando las trabajadoras del taller de Elastar en Trelew se manifestaron en contra de la reducción de las asignaciones familiares, que implicaban en 50% de sus salarios. En tal contexto, decían: “nos pagan por producción y trabajamos mucho porque nos exigen así, pero nos pagan cuando quieren” (El Chubut, 7/5/2001).

[13] Al igual que como sucedió con Textil Windsor, el financiamiento estatal obtenido por Elastar se había realizado en el marco de la Ley N° 4009. La provincia y el Banco del Chubut eran sus principales acreedores al momento del cierre de la fábrica, por lo que, para cubrir la deuda, el titular de ésta cedió y transfirió a ambas instituciones el edificio, las maquinarias, muebles, herramientas y productos. 

 

[14] Se trataba de un proyecto presentado por el secretario general de SETIA ante los gobiernos provincial y nacional, que impulsaba la creación de un taller de confección de indumentaria deportiva para comercializar a empresas de Buenos Aires. Ante la demora administrativa en la habilitación del taller por parte del municipio, las trabajadoras y el sindicato realizaron una protesta en la que sacaron las máquinas de coser a la vía pública, hecho del que Mabel recuerda haber participado. (El Chubut 14-15/11/2003)