LAS TRABAJADORAS SOCIOCOMUNITARIAS EN LA REPRODUCCIÓN SOCIAL DE LOS TERRRITORIOS. EL CASO DE LAS ECONOMÍAS POPULARES EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA (ARGENTINA)
SOCIOCOMMUNITY WORKERS IN THE SOCIAL REPRODUCTION OF TERRITORIES. THE CASE OF POPULAR ECONOMIES IN THE CITY OF CORDOBA (ARGENTINA)
Karina Tomatis*
Laura Bonafé**
Florencia Torres***
Julia Piazzi Ávila****
Lucía Madonno Bentancourt*****
Patricia Llaya******
En los barrios populares de la ciudad de Córdoba se desarrolla un circuito amplio de trabajo socio-comunitario de gran diversidad y variadas características que tiene por finalidad garantizar colectivamente mayores niveles de bienestar social. Estos trabajos vienen creciendo exponencialmente en las últimas décadas en nuestro país, dibujando un mapa no sólo estable sino también extenso, mediante el despliegue de infraestructuras populares que contribuyen a la reproducción de la vida cotidiana en los territorios. Teniendo en consideración que en su mayoría quienes sostienen el trabajo socio-comunitario son mujeres, en la presente contribución ponemos el foco en ellas, su trabajo y condiciones sociales específicas. Nos proponemos reconocer algunas de sus características significativas: cómo le dan forma y gestionan el uso del tiempo, qué estrategias de cuidado se construyen en estos territorios, entre otras. Y, a partir de ello, con la intención política de darle visibilidad en la sociedad y agenda pública, señalar la importancia y urgencia en reconocer las actividades socio-comunitarias como parte de los trabajos que se enlazan para la reproducción social.
Palabras clave: trabajo socio-comunitario, economías populares, reproducción social
Abstract
In the popular neighbourhoods of the city of Córdoba, a wide circuit of socio-community work of great diversity and varied characteristics is being developed with the aim of collectively guaranteeing higher levels of social welfare. These works have been growing exponentially in the last decades in our country, drawing a map not only stable but also extensive, through the deployment of popular infrastructures that contribute to the reproduction of daily life in the territories. Taking into consideration that most of those who sustain socio-community work are women, in this contribution we focus on them, their work and specific social conditions. We propose to recognize some of their significant characteristics: how they shape and manage the use of time, what care strategies are built in these territories, among others. And, from this, with the political intention of giving them visibility in society and public agenda, to point out the importance and urgency in recognizing the socio-community activities as part of the work that is linked to social reproduction.
Keywords: socio-community work, popular economies, social reproduction
Introducción
Si nos situamos en la ciudad de Córdoba, su desarrollo ha sido principalmente en los barrios de mayor relegación urbana, en una acumulación de condiciones precarias que suman a la laboral: del hábitat, de la tenencia de la tierra, de movilidad, entre otras. Desde un trabajo de reproducción social -vivo y continuo- por parte las mujeres de los barrios populares, se ha ido dibujando un mapa no sólo estable sino también extenso de una capacidad colectiva para la producción de bienestar de amplias mayorías urbanas, como condición de fondo -invisibilizada, pero- indispensable para la producción económica (Fraser, 2014).
Este es nuestro punto de partida para el análisis, sobre la base de una investigación realizada durante los años 2021-2023, en el marco del proyecto “(Re)Mapear las respuestas contra el hambre. Procesos y condiciones de trabajo en comedores y merenderos desde una perspectiva de género en la ciudad de Córdoba”[1]. A partir de un objetivo de trabajo más amplio que el propuesto para el presente escrito, esta investigación nos ha permitido generar información empírica cuantitativa y cualitativa sobre la actividad que se desarrolla en los ESC de la ciudad de Córdoba y sus trabajadoras, las cuales pueden ser leías a partir de las contribuciones conceptuales y metodológicas de la economía feminista y popular, en tanto, creemos, se inscriben en las ecologías diversas que configuran las economías populares de la región latinoamericana.
Tomando como referencia el principal protagonismo que adquieren las mujeres como trabajadoras socio-comunitarias documentado en nuestros relevamientos[2], en este artículo nos interesa poner el foco en ellas, su trabajo y sus condiciones sociales específicas. En primer lugar, recuperaremos un conjunto de datos que nos permitan caracterizar, desde una perspectiva de género, los procesos y las condiciones de trabajo que desarrollan las mujeres en los ESC: sus ámbitos y áreas de trabajo, los modos de organización del trabajo y los tiempos de trabajo diferencial entre varones y mujeres en el marco de la división sexual del trabajo, entre otras. Frente a ello nos interesa preguntarnos cómo le dan forma al trabajo y gestionan el uso del tiempo, qué estrategias de cuidado se construyen en estos territorios y cómo se imbrica lo (re)productivo en el trabajo que desarrollan.
En segundo lugar, nos proponemos leer y reconocer, de manera exploratoria, la significación que adquiere el trabajo socio-comunitario dentro del amplio abanico de las economías desplegadas desde los sectores populares para garantizar la sostenibilidad de la vida de sus comunidades. Para ello, profundizaremos en el estudio sobre las actividades, remuneradas y no remuneradas, desarrolladas por las trabajadoras que permiten el funcionamiento de estos espacios, así como el conjunto de estrategias socioeconómicas que se movilizan para gestionar y obtener recursos con el fin de sostener los ESC y mejorar los ingresos de quienes allí trabajan.
Finalmente, con la intención política de contribuir a la visibilización en la agenda pública y social de estas actividades, nos interesa señalar la importancia y urgencia en reconocer las actividades socio-comunitarias como parte de los trabajos que se enlazan para la (re)producción social y económica de amplias mayorías urbanas, de gran valor para los territorios donde se desarrollan.
Referencias metodológicas
Con inicio en el año 2021, nuestro estudio se orientó al desarrollo de conocimiento específico sobre procesos y condiciones de trabajo de la rama socio-comunitaria de las economías populares en la ciudad de Córdoba desde una perspectiva de género, en la búsqueda por contribuir en la generación de líneas estratégicas para el diseño e implementación de las políticas públicas sobre la temática. Para ello, desarrollamos una indagación desde dos estrategias metodológicas: una de tipo cuantitativo y otra cualitativa.
El relevamiento cuantitativo tuvo por objetivo, desde un instrumento de encuesta, caracterizar los procesos y las condiciones de trabajo que sostienen las actividades de comedores y merenderos atendiendo específicamente a las brechas de género existentes en la actividad. Por ello, la unidad de análisis fueron las/los trabajadoras/es en su lugar de trabajo, los espacios socio-comunitarios. La complejidad de la unidad de análisis nos desafió a pensar un diseño metodológico que pudiera aprehender las distintas dimensiones que adquiere el trabajo socio-comunitario. Es por esto por lo que la realización de las encuestas en los propios lugares de trabajo durante un día cotidiano de trabajo en los espacios fue también una decisión metodológica: nos interesaba captar los procesos y las condiciones de trabajo desde el desarrollo mismo de las múltiples actividades que envuelven al trabajo socio-comunitario. De este modo, echando mano de herramientas metodológicas de la antropología social y la etnografía, el instrumento cuantitativo fue acompañado de un “registro de campo por ESC”, donde las personas encuestadoras pudieran registrar aquellos aspectos que el cuestionario no lograba asir: en qué lugar del barrio se encuentra el espacio, qué dificultades se perciben para llegar al espacio, cómo es la circulación de personas, cuál es la temporalidad de las actividades y su simultaneidad, cómo es la organización del trabajo mientras se realiza la encuesta, entre otras.
Por su parte, las variables que estructuraron el instrumento de encuesta estuvieron vinculadas a las características socio-demográficas y socio-económicas de las/los trabajadoras/es de los ESC (edad, sexo, nivel educativo, lugar de residencia y distancia al lugar de trabajo, composición familiar, contribución monetaria y no monetaria al hogar), los ámbitos y áreas de trabajo (tipos de tareas y su distribución), las capacidades laborales (competencias, saberes, habilidades y trayectorias profesionales en la tarea), las condiciones de trabajo (nivel y frecuencia laboral, tiempos y ritmos de trabajo, remuneración, características del espacio de trabajo, higiene y seguridad, situaciones de violencia y desgaste, combinación con otras actividades laborales), los modos de organización interna de los ESC. Bajo estas referencias, en los meses de abril y mayo de 2022 realizamos 150 encuestas a trabajadores y trabajadoras de 51 ESC de la ciudad de Córdoba. En la construcción de la muestra se pretendió garantizar la representación de la heterogeneidad propia que presentan los ESC en el territorio, atendiendo a las vinculaciones con organizaciones de distinto tipo, a su anclaje en diversas zonas de la ciudad y a la multiplicidad en sus prestaciones de servicios. Al interior de estos espacios, buscamos considerar específicamente en las personas encuestadas la diversidad de género y de roles que allí se desarrollan.
En el año 2023, a partir de los aportes de los resultados de la primera etapa de la investigación, iniciamos un segundo momento a través de un estudio cualitativo con diez entrevistas semiestructuradas[3] a referentas-trabajadoras. Las entrevistas tuvieron por objetivo profundizar el análisis sobre algunos casos de estudio seleccionados a partir de la información cuantitativa y se focalizaron en la dimensión colectiva de los procesos y las condiciones de trabajo. Las mismas fueron realizadas a partir de un formulario abierto, no estructuradas pero sí focalizadas en dimensiones vinculadas a las trayectorias, características y modos de organización colectiva del trabajo en los ESC; las estrategias socio-económicas y políticas generadas por las/os trabajadoras/es para la gestión de los recursos y desarrollo de las actividades; y las dificultades para cubrir las necesidades en relación a los recursos materiales, herramientas y capacidades personales y comunitarias para realizar las tareas propias de los ESC.
La distinción entre trabajadoras y referentas-trabajadoras, base de distinción en los instrumentos de relevamiento, responde a fines analíticos. Nos permitió abordar de una manera más específica algunas divisiones técnicas del trabajo que se dan hacia el interior de los ESC, vinculadas a quienes cumplen un rol más político de gestión y articulación con el Estado, organizaciones sociales y partidos políticos en la obtención de recursos. Asimismo, la mayoría de los ESC funcionan en las propias casas de las referentas-trabajadoras, quienes presentan una mayor antigüedad y tiempo de trabajo en los espacios.
El trabajo socio-comunitario en escena
Las formas diversas y múltiples de provisión de bienestar que suceden en los barrios populares de las ciudades argentinas reflejan la disposición de un circuito amplio de trabajo, sostenido desde una diversidad y amplitud de características y bajo relaciones espacio temporales-otras. Estas son expresión de la movilización de medios de trabajo comunes y condiciones técnicas-productivas colectivas que enlazan las nuevas figuras proletarias que viven sin salario (Denning, 2011) y que, sin embargo, generan valor.
Si nos situamos en la ciudad de Córdoba, su desarrollo se da en los barrios de mayor relegación urbana, en una acumulación de condiciones precarias, que suman a la laboral: del hábitat, de la tenencia de la tierra, de movilidad, entre otras tantas infraestructuras sociales que han sido “economizadas” y “adelgazadas” por el Estado en el neoliberalismo (De Martinis, 2011, citado en Magliano, 2019). Las referencias históricas nos permiten reconstruir hitos en un largo recorrido que adquiere sentido desde el último cuarto del siglo XX y fueron dibujando un entramado comunitario como expresión del antagonismo social, desde una capacidad concreta, práctica y creativa de cooperación y reciprocidad (Gutierrez Aguilar, 2017). Como lo señalan Cielo, Gago y Tassi (2023, p. 12), “han funcionado como las principales superficies de inscripción de la crisis y, a la vez, como los espacios de respuesta a sus efectos más devastadores”. Esto trajo aparejado el surgimiento de formas de aprovisionamiento y organización del trabajo por parte de grandes proporciones de la población, frente al imperativo polanyiano de ganarse la vida o el “miedo al hambre” (Polanyi, 1957). Informalidad, subempleo, tercerización, trabajo asalariado no registrado o trabajos temporales, junto a diversas formas de trabajo no asalariado, cuentapropismo -familiar y comunitario-, se constituyeron en recurrentes modalidades del mundo del trabajo en nuestras latitudes.
En este sentido, recuperamos aquella literatura que inscribe en dicho proceso al devenir de las economías populares como infraestructuras populares que no surgen al margen o por fuera de la institucionalidad política del régimen de acumulación, sino como un “entre”. Éstas dan lugar a un espacio de oscilación y problematización de formas productivas, reproductivas, de comercialización y de construcción de vínculos sociales que expresan la creatividad y la capacidad de amplios sectores sociales de entretejer prácticas y estrategias que permiten producir y reproducir sus condiciones materiales de existencia (Gago, Cielo y Gachet, 2018; Fernández Álvarez, 2018). En un contexto de fuertes transformaciones del mundo del trabajo -denominado como una “multiplicación del trabajo” por Mezzadra y Nielson (2016) o como la configuración de “nuevas morfologías polisémicas del trabajo” según Antunes (2005)-, estas prácticas populares producen, disputan y circulan riqueza, atravesando las fronteras de lo “formal y lo informal, la subsistencia y la acumulación, lo comunitario y los cálculos de valor” (Gago, Cielo y Gachet, 2018, p. 11).
Estas actividades aparecen así subordinadas directa o indirectamente a la lógica del capital que se (re)produce y extrae valor desde una “imbricación funcional” entre lo mercantil y relaciones sociales no mercantiles; imbricación donde tienen lugar actividades económicas populares como el trabajo socio-comunitario, desde un continuo movimiento de trabajo vivo que resulta la “condición de fondo para la acumulación de capital” (Fraser, 2014, p. 65). Bajo procesos de subsunción formal del trabajo al capital donde predominan novedosas pero estables formas de explotación, las/los trabajadoras/os de las economías populares “viven, a la vez, dentro y más allá de la teoría marxista del valor del trabajo, subvirtiendo y difuminando nuestras categorías teóricas y desafiando nuestra política” (Mezzadri, 2019, p.39). Las diversas y heterogéneas formas que asume el trabajo así organizado, resignifica las formas de vida sin salario para amplios sectores que viven de su trabajo, ahora ya sin una retribución regular y estable a partir de un vínculo contractual, y sostenida desde soportes de seguridad social. Esto implica la disposición y movimiento de diversas actividades, tareas, tiempos y recursos generadores de ingresos, así como de infraestructuras populares que dan lugar a procesos que permiten producir y reproducir las condiciones materiales de existencia.
De este modo, siguiendo los aportes de Urban Popular Economy Collective (2022), recuperamos la potencia de las nociones de diversidad y heterogeneidad para pensar el trabajo socio-comunitario en el marco de las economías populares: aquellas aparecen como una característica generativa de las conexiones y relaciones que se multiplican entre trabajadores, familias, agrupamientos y no meramente como una adjetivación descriptiva; lo que hace de las economías populares “ecologías diversas” que amalgaman lo heterogéneo. Una ecología diversa donde se “reúnen grupos sociales con miembros que se entrecruzan en lugares de trabajo, redes de amistad, estatutos de propiedad de la tierra, etnias, organizaciones religiosas, diversos regímenes de tenencia y sindicatos, que crean una infraestructura de transacciones movilizadas” (p. 1), como estos complejos y múltiples modos en que las personas se organizan para construir y forjar una “vida digna de ser vivida” (Narotzky y Besnier, 2020).
A continuación, presentamos un conjunto de datos relevados en nuestra investigación que nos permiten caracterizar, desde una perspectiva de género, los procesos y las condiciones de trabajo que desarrollan las mujeres en los ESC. En particular, identificamos los modos de organización del trabajo y la distribución de los tiempos de trabajo a partir de la división sexual y técnica del trabajo, y las particularidades que adquiere el trabajo socio-comunitario en esa frontera ficticia y difusa entre lo productivo y lo reproductivo.
Las características del trabajo socio-comunitario
En este escenario de ecologías diversas en el que se desenvuelven las economías populares antes descritas, el trabajo socio-comunitario aparece como una actividad altamente feminizada. Como se desprende de varios estudios[4] y es reflejado por el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (RENATEP)[5], la actividad en Comedores o Merenderos Comunitarios muestra una brecha en la participación por género, siendo el 62,5% de la población trabajadora mujeres, frente a un 37,5% de trabajadores varones (RENATEP, 2021). Si ajustamos el lente sobre nuestro relevamiento específico, realizado en la ciudad de Córdoba, advertimos que la desigualdad estructural profundiza la brecha de género en la dinámica misma de los ESC: el 87% de quienes llevan adelante esta labor en Córdoba son mujeres, frente al 13% de varones[6]. En palabras de una referenta-trabajadora: “normalmente la mayoría de los espacios están movidos por mujeres, si no fuera por las mujeres no existirán los espacios” (Entrevista referente-trabajadora, ESC42).
Asimismo, la forma organizativa que adquiere este trabajo se da a través de lo que llamamos espacios socio-comunitarios, como ámbitos colectivos y organizados donde las trabajadoras atienden la demanda alimentaria de manera integral, en conjunto con otras actividades de apoyo a la comunidad -principalmente de aquellos grupos sociales que demandan cuidados de manera fundamental, como infancias y personas mayores-; la detección y el abordaje de situaciones problemáticas complejas y diversas; y la generación de estrategias laborales para garantizar su propio ingreso.
El trabajo socio-comunitarios como desborde imbricado de lo reproductivo
La caracterización que se desprende de nuestro trabajo de campo sobre las mujeres trabajadoras socio-comunitarias, advierte sobre un solapamiento en tiempo y espacio de múltiples actividades que se entrecruzan en los ESC: las propias de los ESC, las tareas de cuidado familiar y otras actividades de la economía popular.
Nuestro relevamiento identificó que para un 49% de las mujeres encuestadas el trabajo en el ESC se presenta como su única actividad laboral, frente a un 51% restante que indicó combinar su trabajo socio-comunitario con otro trabajo, también de la economía popular y fundamentalmente vinculado a tareas altamente feminizadas. Principalmente indicaron trabajar en una o más de las siguientes actividades: servicio de limpieza (35%), feriantes y venta ambulante (32%), cuidado de niños/as, personas ancianas o enfermas (23,5%) y servicio de cocina y elaboración de alimentos (16%). Sin embargo, cuando observamos la población masculina que se desenvuelve en los ESC, encontramos que casi la totalidad combina el trabajo socio-comunitario con otra actividad laboral, principalmente de economía popular e históricamente masculinizadas[7].
Frente a este escenario altamente feminizado de lo socio-comunitario, desde los ESC se desarrollan actividades productivas (en el 64% de los casos) que permiten ampliar las posibilidades de trabajo remunerado de sus trabajadoras (producción de alimentos, ferias, huertas comunitarias). En palabras de las propias trabajadoras,
algunas trabajan en casas familiares a la mañana, y vienen a la tarde a trabajar. Bueno, también tenemos el taller que es otra entrada, más el merendero y rifas también (Entrevista referente-trabajadora, ESC20)
[algunas] acá hacen reciclados, hacen alfombras con reciclados, porque van a un lugar donde les dan la tela, hacen fundas para almohadas, eh, hay otras chicas, otro grupo que tiene carpintería, eh? con las herramientas básicas que hay una casa, una amoladora, una perforadora, lo demás, lijan a mano con la amoladora, hacen especieros (...), hacen cosas muy lindas las chicas trabajando acá en lo que es, nosotras le llamamos actividad productiva (...). [A eso] lo venden, vamos a la feria, a las ferias que tiene la Municipalidad (...). [Lo que ganan de la venta es] para ellas, eso no es por el espacio, son recursos individuales exactamente si son un grupito de 5 se dividen la ganancia, entre las 5 nos ayuda a su economía. (Entrevista referente-trabajadora, ESC04).
A partir de un conjunto de registros de campo que acompañaron nuestra encuesta, pudimos constatar también que la gran mayoría de estas mujeres trabajadoras acuden a los ámbitos de trabajo socio-comunitario con hijos/as o nietos/as a cargo, lo que les permite articular trabajo y cuidados familiares; como reflexionan las referentas-trabajadoras frente a la pregunta sobre ello,
no estoy en casa, la nena por ahí viene del colegio y se viene para acá, estamos con las chicas toda la noche cosiendo a veces, cuando tenemos que entregar así, son 22 o 22:30 horas y todavía estamos acá. (Entrevista referente-trabajadora, ESC20).
tenemos que duplicar los trabajos para poder nosotros auto-financiarnos para seguir sosteniendo y trabajando esas compañeras, porque las compañeras, la gran mayoría a veces no puede dejar su casa porque tiene niños chicos, tiene que ir a la parada y, de la parada, 30 a 40 minutos perder para llegar a los trabajos que son los normales, pero hay compañeras que tienen dos tres niños que generalmente no lo pueden hacer entonces esto también es una forma de organizarse en los barrios, de que las mujeres también se sientan con esos derechos que ellas puede trabajar y sentirse útil (...). Trabajar en el barrio y criar a sus niños y hacer frente a su hogar, que ella también aporte esa plata digamos, ¿no?, que ella también trabaja. (Entrevista referente-trabajadora, ESC08).[8]
Por otra parte, nuestro relevamiento también indagó sobre esas actividades de cuidado desarrolladas hacia el interior de los hogares de estas mujeres trabajadoras, a los fines de medir la distribución de las responsabilidades y realización de las actividades domésticas. En la mayoría de los casos, dichas actividades son realizadas exclusivamente por las mujeres trabajadoras relevadas o con ayuda de otras personas integrantes del hogar. Para el primer caso, cuando ellas solas realizan las tareas de limpieza, cocina y cuidado de niñeces del hogar (incluyendo la ayuda en tareas escolares), la concentración de las actividades se da entre 64% y 69% de las trabajadoras. Si tenemos en cuenta, además, las respuestas que dividen esta responsabilidad entre la trabajadora encuestada y otras personas integrantes del hogar, este número asciende al 80%. En el caso de los varones encuestados, la proporción es significativamente menor: en estas tres categorías la participación masculina oscila entre un 21% y 32%, aún considerando el caso de responsabilidad compartida entre el trabajador encuestado y otra persona.
Este desborde imbricado de lo reproductivo respecto de los ámbitos hogareños y comunitarios, muestra un escenario donde las características específicas del trabajo en los ESC es condición de posibilidad para las mujeres trabajadoras de desarrollo de las tareas de cuidado familiar junto con las actividades socio-comunitarias; siendo las primeras las que moldean las condiciones, los ritmos y la dinámica organizativa interna del trabajo socio-comunitario, mostrando una resolución colectiva de los cuidados.
estamos bien acá, trabajamos entre compañeros y más que todo también nos abre un camino de estar tan cerca a nuestros hijos, porque viniendo de trabajar de otro lado, como que quita tiempo y también, te aleja de tus hijos, ¿no? en cambio acá, por ahí está cerca de tu casa, o sea, un trabajo cerca, se puede decir. (Entrevista referente-trabajadora, ESC08).
Contribuye al análisis recuperar dos indicadores sociolaborales: el promedio de las trabajadoras socio-comunitarias se encuentra en edad productiva (entre los 35 y 40 años), al mismo tiempo que la antigüedad laboral promedio en la actividad en los ESC asciende los 5 años[9]. Nuestra indagación nos permite afirmar que el trabajo socio-comunitario aparece como una labor configurada a partir de la profesionalización de saberes comunitarios específicos, el cual no surge como prolongación de la reproducción del ámbito familiar-privado -sustentadas en la generosidad o el altruismo- sino en el marco de una infraestructura común de territorios domésticos que debe ser producida y requiere trabajo continuo (Gago, 2022).
Tiempos y procesos del trabajo socio-comunitarios
En el ámbito comunitario, las horas semanales en actividades rutinarias ascienden a 20 horas con 40 minutos para el caso de las mujeres y 16 horas con 18 minutos para los varones, lo que refleja una brecha horaria de 4 horas con 22 minutos. Al mirar al interior del proceso de trabajo en los ESC, la distribución técnica del trabajo, encontramos que aquellas tareas que se refieren estrictamente al proceso central para la elaboración y distribución de alimentos (actividades de decisión; organización y limpieza de la cocina; preparación; cocción y distribución de los alimentos), la participación alcanza al 85% cuando se trata de trabajadoras mujeres. Ello da cuenta de una desigual distribución de acuerdo con el género: los varones se involucran en una medida inferior en aquellas tareas específicas de cocina (37%) y en algo más del 50% en la toma de decisiones, ordenar y limpiar el espacio y servir/armar las viandas. “Cabe mencionar que se trata de tareas que requieren una significativa coordinación por su intensidad en un lapso acotado” (Tomatis, 2022, p. 27).
La dedicación a la actividad socio-comunitaria desde una perspectiva de género tiene su correlato cuando analizamos las jornadas laborales por fuera del ESC (otros trabajos), es decir, se invierte la relación entre varones y mujeres. En el caso de los primeros dedican en promedio 34 horas por semana a actividades no comunitarias, mientras que las segundas 26 horas con 30 minutos, lo que refleja una brecha horaria semanal de 7 horas y 30 minutos en favor de los hombres. A ello se suma la mayor participación de las mujeres como trabajadoras exclusivas en los ESC.
Si desagregamos el tiempo promedio que las mujeres le dedican al trabajo en el ESC entre trabajadoras y referentas, encontramos que las segundas ocupan dos horas diarias adicionales y trabajan una jornada y media más con respecto al tiempo semanal. Ello da como resultado una dedicación horaria de 31 horas semanales para las referentas-trabajadoras, el doble de horas a la semana que las trabajadoras que dedican 15 horas y media. En efecto, si bien en líneas generales encontramos que el trabajo en los ESC se encuentra atravesado por una lógica colectiva que incluye la rotación en un número importante de actividades, resulta interesante destacar que existe una división técnica en este proceso. Ello se refleja especialmente en la participación en aquellas tareas vinculadas a la organización y decisión sobre la prestación de servicio alimentario (comunicación, diseño de menú, distribución de tareas, etc.) y en la gestión de recursos para el ESC. Si bien, para la organización las trabajadoras en su mayoría son parte, en un 85%, en el caso de las referentas asciende a un 96%.
En cuanto a aquellas tareas que demandan la gestión de recursos generales para el espacio (registros, compra de mercadería, entregas) esto se encuentra principalmente a cargo de las referentas y, por lo tanto, con bajo nivel de rotación. En el caso particular de la gestión de recursos para el espacio, interesa señalar que adquiere una dimensión social y política en tanto que el conjunto de tareas asumidas por las referentas implica llevar adelante responsabilidades y relaciones frente a diferentes actores como el Estado, otras organizaciones, grupos de vecinos, etc. En este caso vemos que en un 90% son las referentas quienes toman en sus manos estas acciones y en una medida muy acotada lo hacen las trabajadoras (26%).
Finalmente, nos interesa señalar una característica fundamental del trabajo socio-comunitario: más allá de las tareas y actividades que se realizan de manera rutinaria (lo cual permite identificar una cierta carga laboral entre quienes participan en estos espacios), existe un sinnúmero de tareas que se enmarcan en el trabajo del ESC y se dan en horarios no habituales, como expresión del rol territorial. Frente a una multiplicidad de tareas llevadas adelante tanto por trabajadoras como por referentas-trabajadores, y como un adicional a la dedicación horaria de trabajo semanal regular, nuestro relevamiento puso de manifiesto que el 51% de las trabajadoras socio-comunitarias realiza numerosas tareas vinculadas a los ESC por fuera del horario específico de funcionamiento del espacio. Si observamos en términos de la división técnica del trabajo, el 84% de las referentas-trabajadoras realiza actividades por fuera del horario de funcionamiento de los ESC.
Esto nos obliga a problematizar, tanto teórica como metodológicamente, las estrategias y los indicadores clásicos para la medición de los tiempos de trabajo de las actividades desarrolladas en el marco de las economías populares en general y del trabajo socio-comunitario en particular. Aquí, las actividades laborales son expresión de la disposición de medios de trabajo comunes y de condiciones técnicas-productivas donde los tiempos no son una cualidad abstracta de la actividad de los individuos y su vida cotidiana, sino que están supeditados a arreglos de carácter político y territorial, de cómo se van definiendo las urgencias y las necesidades de la comunidad y de quiénes integran estos espacios, en una trama de trabajo no-clásico.
Produciendo valor: los aportes económicos de las trabajadoras socio-comunitarias a sus núcleos familiares
A partir de nuestro relevamiento, identificamos que más del 90% de las trabajadoras socio-comunitarias realiza algún aporte económico a su núcleo familiar a partir de su trabajo, donde casi el 40% dijo ser quien mayores aportes generaba[10]. Se trata de mujeres que componen hogares principalmente integrados por infancias, un 69% con 1 a 3 niños/as y un 10% con 4 o más (hasta 14 años), mientras que un 46% cuenta con 1 a 3 personas adolescentes o jóvenes.
Este escenario se complejiza cuando hacemos doble clic sobre aquel 49% de mujeres que sólo trabaja en los ESC. Aquí encontramos que el 84% de las trabajadoras socio-comunitarias realiza algún aporte económico a su hogar, donde casi el 30% realiza el mayor aporte familiar y 17% hace un aporte equivalente a otro miembro/a de la familia. Si observamos la composición familiar de este grupo de trabajadoras, observamos que en el 62% de los casos integra 1 a 3 infancias en su núcleo familiar; y el 11% indicó convivir con 4 o más infancias. Asimismo, de aquel 30% que indicó ser quienes mayores aportes monetarios genera en la familia, encontramos que el 26% de estas mujeres son únicas adultas aportantes económicamente de su hogar, integrados con 1 a 3 infancias. Como reflexiona una referenta-trabajadora entrevistada en torno al impacto de la compensación económica por el trabajo socio-comunitario,
en realidad, hoy nada te alcanza, si lo tuvieras que poner en la balanza no, deberían cobrar mucho más, pero bueno, sabemos que los salarios están todos por el piso, más aún, esto de que aún no están reconocidos los que trabajan acá en estos espacios comunitarios, porque es la verdad, no te reconocen en ningún lado. Está bien que el gobierno lance esos planes así para poder pagar, pero bueno, debería haber obra social, como todo el mundo, ¿no? de pagarnos después jubilación, que tuvieran un sueldo, como un trabajo. Pero bueno, eso estaría faltando: un salario para las que trabajamos en esto. (Entrevista a referenta-trabajadora, ESC20).
Esto sucede en un contexto donde aproximadamente 8 de cada 10 de las trabajadoras perciben alguna compensación económica por el trabajo socio-comunitario que realizan, principalmente a partir de políticas y programas sociales estatales[11], volviendo la discusión al valor y la “revalorización” social de las actividades reproductivas en los territorios domésticos ampliados. En este sentido, las referentas-trabajadoras reflexionan y marcan una doble lectura, en torno a la necesidad de la retribución económica de su trabajo, así como del reconocimiento social y político del mismo:
¿qué implicaría para mí? O sea, que reconozcan que es un trabajo y que lo bonifiquen de alguna forma (…) O sea, un salario… que sí, tienen un Potenciar Trabajo, pero no es reconocido. Es un salario que está en negro, que no tiene obra social, que no tiene nada, o sea, no tiene reconocimiento. (Entrevista a referenta-trabajadora, ESC42).
ya en sí los maridos nos cagan a palo diciéndonos que somos unas vagas y que cobramos la asignación de ama de casa y que la sociedad te cague a palos diciéndote eso más encima cada vez que vos vas a una institución, che, fui a tal lugar, pero si usted cobra la jubilación de ama de casa, ¿qué más quiere? O sea… te indigna eso al escuchar. (Entrevista a referenta-trabajadora, ESC45).
En este escenario, el trabajo socio-comunitario vinculado a la reproducción social que realizan estas mujeres no sólo ocupa un lugar central en las economías populares, sino que el carácter altamente feminizado y no-asalariado del mismo pone de relieve el correlato que aparece entre las formas de organización de la reproducción social y las formas de reproducción de las desigualdades (Rodríguez Enríquez, 2015; Ferguson, 2020). Frente a los contextos de crisis económica se acentúan las desigualdades estructurales y aumenta la inseguridad en el mercado de trabajo contemporáneo, sólo el 36% de las trabajadoras encuestadas manifiesta que la motivación por la que realiza su labor en el ESC es porque es un trabajo[12]. Es en este contexto donde las trabajadoras socio-comunitarias tienen la necesidad y urgencia de ampliar sus redes laborales no sólo para la propia subsistencia y la de sus núcleos familiares, sino también para seguir garantizando el sostenimiento mismo del espacio socio-comunitario.
Esto nos pone ante el desafío de reparar en el carácter “multidimensional de las (in)justicias de género” de la que nos habla Fraser (2008); enmarcadas en un contexto de (in)justicia social donde los procesos de inclusión/exclusión de la realidad social entrelazan desigualdades de redistribución económica, de reconocimiento social-cultural y de representación político-institucional. Pensar en este carácter multidimensional posibilita disputar los sentidos de un sistema socioeconómico dominante que configura y legitima la exclusión de las personas en función del género, la clase, el lugar de residencia, entre otras, fundada en una estructura social jerárquica y desigual. Al mismo tiempo, permite deconstruir y resignificar las formas de socialización genéricamente diferenciadas que crean y consolidan distintos ámbitos de exclusión social (Magliano, 2009).
Frente a esto, el trabajo socio-comunitario que llevan adelante las mujeres de la economía popular desdibuja las fronteras entre trabajo productivo -remunerado- y trabajo reproductivo -no remunerado-, en tanto entrelaza actividades cotidianas productivas y reproductivas, teniendo en su interior dinámicas de funcionamiento y tomas de decisiones que funden diferentes aspectos del trabajo con lo personal; al tiempo que traen a escena estas nuevas figuras proletarias (Denning, 2011): mujeres, madres, en edad reproductiva y que viven sin salario.
El trabajo socio-comunitarios en los territorios
La inscripción del trabajo socio-comunitario en el abanico de las economías populares se configura, entonces, desde la oscilación y problematización de formas productivas, reproductivas, de comercialización y de construcción de vínculos sociales. La lógica que estructura al trabajo socio-comunitario envuelve una dimensión reproductiva central: construyen una infraestructura común para la prestación y el acceso a servicios básicos en los barrios, que no son garantizados ni por el mercado ni por el Estado. Ello refleja su centralidad en la provisión de bienestar, donde el trabajo socio-comunitario de las mujeres adquiere una centralidad y potencialidad fundamental en los territorios populares en tanto brinda formas complementarias a la subsistencia familiar (Magliano, 2019) y que hacen a la reproducción social de los territorios. La misma no sólo refiere a aquellas actividades que implican el trabajo afectivo de subjetivación y cuidado, sino que involucra las distintas formas de aprovisionamiento, atención e interacción que producen, sostienen y hacen posibles los vínculos sociales (Fraser, 2014; Federici, 2018). Movilizando actividades que históricamente han sido negadas como trabajo, quienes sostienen estos espacios son, de hecho, efectoras[13] de derechos humanos fundamentales.
En este contexto, en nuestro estudio pudimos verificar que el 98% de los espacios relevados desarrollan al menos una actividad adicional a lo alimentario, principalmente el sostenimiento de actividades productivas. Estas permiten ampliar las posibilidades de trabajo remunerado de sus trabajadoras (producción de alimentos, textil o artesanías, ferias, huertas comunitarias) y, en algunos casos, financiar el mismo espacio. Asimismo, entre 5 y 6 de cada 10 ESC brindan otras actividades socioculturales o vinculadas a los cuidados, como apoyo escolar, actividades recreativas, promoción de la salud, acompañamiento de personas en situaciones de violencia de género, consumos problemáticos, entre otras. Sumado a ello, la mitad desarrolla sus actividades en una casa de familia (47%) -poniendo en tensión la relación de propiedad-, mientras que solo el 39% tiene un espacio de uso exclusivo.
Cuando indagamos sobre la trayectoria de los ESC y sus trabajadoras, encontramos experiencias de larga data -como el caso de un espacio creado en 1957 y otro de 1970-, donde sus orígenes remiten a la organización de las/os vecinos/as y de las familias frente a múltiples necesidades. En algunos casos el trabajo en los espacios busca dar continuidad a las tareas comenzadas por alguna organización social y/o institución religiosa, en otros a proyectos individuales de referentas barriales. Sin embargo, el trabajo socio-comunitario en el marco de las economías populares ha ido creciendo exponencialmente en las últimas décadas en una íntima relación con la temporalidad de la crisis, dibujando un mapa no sólo estable sino también extenso de infraestructuras populares que contribuyen a la reproducción social en los territorios. Siguiendo nuestro relevamiento, del conjunto de espacios relevados el 82% surgió en la última década; más del 50% entre el 2015 y el 2019. Asimismo, en su mayoría los ESC funcionan de manera constante desde su creación (73%), mientras que el cuarto restante ha sufrido algunas interrupciones en su funcionamiento, aunque sostuvieron actividades más allá de ese momento particular; lo que muestra la permanente multiplicación de estrategias territoriales y la vitalidad de la organización, como “archivo vivo” (Urban Popular Economy Collective, 2022, p. 7).
En este sentido, nos interesa resaltar las razones que plantean las referentas-trabajadoras de los ESC en sus relatos sobre el surgimiento. Si bien las trayectorias remarcan la resolución de la emergencia alimentaria del barrio y el apoyo principalmente a las infancias, estas iniciativas también buscan crear nuevas formas de trabajo como respuesta al problema del desempleo o la posibilidad de un empleo formal de las últimas décadas. Esto pone de manifiesto cómo, muchas veces, la urgencia de las necesidades en ciertos barrios de la ciudad se entreteje con una precariedad sostenida en el tiempo, donde la temporalidad de las economías populares ensambla saberes, afectos y experiencias compartidas de construcción y gestión colectiva de recursos, servicios y herramientas que hacen posible la vida en contextos territoriales deteriorados. En un escenario donde la crisis aparece como dinámica histórica del conflicto capital-vida, el trabajo socio-comunitario altamente feminizado y no-asalariado refleja su centralidad en la provisión de bienestar de amplias mayorías sociales, como una cuarta esfera en aquel diamante de cuidados compuesto por la familia, el Estado y el mercado (Razavi, 2007; Zibecchi, 2014).
En este contexto, los ESC se despliegan en los territorios como contenedores de problemáticas sociales a partir de la generación de infraestructuras populares que toman el lugar (no ocupado o disminuido) del Estado y el mercado en la provisión de bienestar en las ciudades. Es decir, en un entre de la organización de la vida en los territorios urbanos desde el entramado comunitario donde “la producción de bienes y usos comunes en femenino se plantea tanto como bloque de continuidad de la desposesión y explotación como la puesta en marcha de otra imaginación y otros lenguajes para las prácticas económicas urbanas” (Quiroga Díaz y Gago, 2017, p. 115).
Es así como, las tareas desplegadas por las mujeres trabajadoras en los ESC permiten la reproducción social de la vida en los ámbitos comunitarios, principalmente en momentos de crisis. Las trabajadoras populares entretejen redes que articulan distintos tipos de trabajos socio-comunitarios para garantizar la sostenibilidad de la vida de la comunidad en sí misma, desplegados bajo tiempos y procesos novedosos y generando particulares valores de uso. Sin embargo, estas actividades han sido enmarcadas históricamente por fuera del mercado laboral, vistas como prolongaciones de la reproducción en el ámbito familiar y privado, sustentadas en la generosidad y el altruismo, y teñidas por una lógica arraigada en el “voluntariado” que no produce ningún tipo de valor productivo (Pérez Orozco, 2009; Rodríguez Enríquez y Marnozetto, 2015; Faur y Brovelli, 2020).
No obstante, desde estas líneas que ponen sentido a nuestro trabajo de campo, emerge la centralidad de este trabajo, un trabajo socio-comunitario que se organiza “para algo más que la supervivencia” (Urban Popular Economy Collective, 2022, p. 6). Los ESC resultan ámbitos de confluencia de cooperaciones, organización y movilización de tiempos, energías, vecindades, así como disputas y diferencias, dando forma a “sistemas colectivos que sustentan la vida” (Narotzky y Besnier, 2020, p. 26). Los mismos son reflejo de un paisaje estable en los barrios de mayor relegación, donde las crisis evidencian la centralidad de los espacios y sus trabajadoras para la atención de las urgencias (como en la pandemia de Covid-19)[14], por su capacidad resolutiva desde lo colectivo y situado a partir de un conjunto de conocimientos y saberes comunitarios en torno a la gestión y organización colectiva construidos a lo largo del tiempo.
Palabras finales
A partir de lo expuesto hasta aquí y de los datos presentados en torno a los procesos y condiciones de trabajo en los espacios socio-comunitarios de la economía popular en la ciudad de Córdoba desde una perspectiva de género, pudimos observar cómo aquellas actividades (re)productivas desarrolladas en el ámbito socio-comunitario que son vistas como prolongaciones de la reproducción del ámbito familiar y privado, sustentadas en la generosidad y el altruismo, y teñidas por una lógica arraigada en el “voluntariado”; finalmente exponen y problematizan la propia división del trabajo o distinción de las prácticas económicas consideradas productivas por el sistema mercantil de aquellas tareas reproductivas, no mercantiles, resueltas en el ámbito doméstico unilateralmente feminizado.
Es así como esta modalidad de trabajo se presenta como una expresión de la disposición de medios de trabajo comunes y de condiciones técnicas-productivas marcadas por las temporalidades, las urgencias, las necesidades de las comunidades y de quiénes integran estos espacios. En estas tramas de las economías populares en las que se funden diferentes aspectos del trabajo y lo personal es que emergen las nuevas figuras proletarias en mujeres, madres, en edad reproductiva y que viven sin salario, donde las capacidades y estrategias económicas cotidianas desplegadas desde lo comunitario van creando infraestructuras populares de bienestar y modos de recrear la vida. Por ello, creemos que resulta necesario reconocer efectiva y formalmente que las relaciones en apariencia “no económicas” de estas lógicas de trabajo no-clásico, son en sí mismas formas concretas de aprovisionamiento, producción y sostenimiento material y de reproducción de los territorios. Son parte de los modos en que las economías populares hilvanan los trabajos de cuidado comunitario y reproducción de la vida, donde las distintas formas que ese trabajo adquiere ponen de manifiesto su gran valor social y comunitario que habilita el acceso real a derechos de una gran proporción de la población.
Recibido: 03/11/2024
Aceptado: 20/12/2024
Antunes, Ricardo. (2005). Los sentidos del trabajo. Ensayo sobre la afirmación y la negación del trabajo. Ediciones Herramienta, Taller de Estudios Laborales.
Castel, Robert. (1996). Trabajo y utilidad para el mundo. Revista Internacional del Trabajo (115), 671-678.
Cielo Cristina, Gago Verónica, Tassi Nico (2023). Introducción. Mapear las economías populares como apuesta analítica y política latinoamericana. En C. Cielo, V. Gago, N. Tassi (comp.) Economías populares. Una cartografía crítica latinoamericana, 11-51. CLACSO.
Denning, Michael. (2011). Vida sin salario. New Left Review (66), 77-94.
Faur, Eleonor y Brovelli, Karina. (2020). Del cuidado comunitario al trabajo en casas particulares. ¿Quién sostiene a quienes cuidan? En Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) Cuidados y mujeres en tiempos de COVID‐19: la experiencia en la Argentina, 101-124. CEPAL.
Federici, Silvia. (2018). El patriarcado del salario. Tinta Limón.
Fernández Álvarez, María Inés. (2018). Más allá de la precariedad: prácticas colectivas y subjetividades políticas desde la economía popular argentina. Íconos Revista de Ciencias Sociales (62), 21-38. https://doi.org/10.17141/iconos.62.2018.3243
Fraser, Nancy. (2008). Escalas de Justicia. Herder.
Fraser, Nancy. (2014). Tras la morada oculta de Marx. Por una concepción ampliada del capitalismo. New Left Review (86), 57-76.
Gago, Verónica, Cielo, Cristina y Gachet, Francisco. (2018). Economía popular: entre la informalidad y la reproducción ampliada Presentación del dossier. Íconos. Revista de Ciencias Sociales (62), 11-20. https://doi.org/10.17141/iconos.62.2018.3501
Gago, Verónica. (2019). La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo. Tinta Limón.
Gutiérrez Aguilar, Raquel. (2017). Horizontes comunitario-populares: Producción de lo común más allá de las políticas estado-céntricas. Traficantes de sueños.
Magliano, María José. (2019). La división sexual del trabajo comunitario. Migrantes peruanos, informalidad y reproducción de la vida en Córdoba, Argentina. Revista de Estudios Sociales (70), 88-99, https://doi.org/10.7440/res70.2019.08
Mezzadra Sandro y Neilson, Brett. (2016). La frontera como método, o la multiplicación del trabajo. Tinta Limón.
Mezzadri, Alessandra. (2019). On the value of social reproduction Informal labour, the majority world and the need for inclusive theories and politics. Radical Philosophy (2), 33-41. https://www.radicalphilosophy.com/article/on-the-value-of-social-reproduction
Narotzky, Susana y Besnier, Niko. (2020). Crisis, valor y esperanza: repensar la economía. Cuadernos de Antropología Social (51), 23-48, https://doi.org/10.34096/cas.i51.8236
Pérez Orozco, Amaia. (2009). Cadenas globales de cuidados: preguntas para una crisis. Diálogos. Monográficos del pensamiento feminista (1), 10-17.
Polanyi, Karl. [1957] (2012). Textos Escogidos. CLACSO-UNGS.
Quiroga Diaz, Natalia y Gago, Verónica. (2017). Una mirada feminista de la economía urbana y los comunes en la reinvención de la ciudad. En C. Carrasco Bengoa y C. Díaz Corral (ed.) Economía Feminista: desafíos, propuestas, alianzas, 87-120. Entrepueblos.
Razavi, Shahra. (2007). The political and social economy of care in a development context: Conceptual issues, research questions and policy options. Gender and Development. Programme Paper (3). UNRISD. https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/47163
Rodríguez Enríquez, Corina y Marzonetto, Gabriela. (2009). Organización social del cuidado y desigualdad: el déficit de políticas públicas de cuidado en Argentina. Perspectivas de Políticas Públicas 4 (8), 103-134. https://doi.org/10.18294/rppp.2015.949
Benjamin, Solomon, Castronovo, Alioscia, Cavallero, Luci, Cielo, Cristina, Gago, Verónica, Guma, Prince, Gupte, Rupali, Habermehl, Victoria, Salman, Lana, Shetty, Prasad, Simone, AbdouMaliq, Smith, Constance y Tonucci, João. (2022). Urban Popular Economies: Territories of Operation for Lives Deemed Worth Living. Public Culture, 34(3), https://doi.org/10.1215/08992363-9937241 Traducción: Julio Mena. Mimeo.
Tomatis, Karina. (2022). Aproximaciones al estudio del trabajo en comedores y merenderos comunitarios en la ciudad de Córdoba. [Presentación de ponencia completa] XVII Seminario Internacional PROCOAS-AUGM, Sao Carlos, Brasil.
Zibecchi, Carla. (2014). Cuidadoras del ámbito comunitario: entre las expectativas de profesionalización y el ‘altruismo’. Íconos, Revista de Ciencias Sociales (50), 129-145. https://doi.org/10.17141/iconos.50.2014.1433
![]() |
* Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Ciencias Económicas. Córdoba, Argentina.
** Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad Nacional de Córdoba, Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichón”. Córdoba, Argentina.
*** Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Ciencias Sociales. Córdoba, Argentina.
**** Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Ciencias Sociales. Córdoba, Argentina.
***** Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Ciencias Económicas. Córdoba, Argentina.
****** Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Ciencias Económicas. Córdoba, Argentina.
[1] El trabajo de investigación fue desarrollado por un equipo interdisciplinario de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC, Argentina), involucrando a estudiantes, docentes-investigadoras y becarias doctorales de la UNC, junto a organizaciones sociales vinculadas a la Unión de Trabajadores de la Economía Popular de Córdoba, en un trabajo de investigación-intervención.
Se trata de un desarrollo financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, según Aporte No Reembolsable en el marco del Programa “Ciencia y Tecnología contra el Hambre”. Préstamo CAF - CFA 891. Periodo: 2021-2023.
[2] Véase Informe Técnico N°1 - El trabajo socio-comunitario en comedores y merenderos de la ciudad de Córdoba (Argentina). Caracterización desde una perspectiva de género. Resultados de relevamiento cuantitativo. Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Ciencias Sociales, Córdoba (Argentina), 2022; Informe Técnico N°2 - El trabajo socio-comunitario en la ciudad de Córdoba desde una perspectiva de género. Organización, infraestructuras y creatividad popular. Resultados de relevamiento cualitativo y propuestas de líneas estratégicas para las políticas públicas. Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Ciencias Sociales, Córdoba (Argentina), 2022
[3] Las referencias de las entrevistas usadas en el trabajo serán identificadas con el número del ESC asignado en la base del relevamiento con el fin de resguardar la identidad de las referentas-trabajadoras entrevistadas.
[4] Entre ellos podemos mencionar a nivel local el relevamiento de comedores y merenderos en el marco de la Campaña Comer Bien Córdoba “Con hambre no hay futuro” realizado en el año 2019 entre la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Disponible en:
https://sociales.unc.edu.ar/sites/default/files/comer%20bien%20informe%20FINAL%20con%20ISBN_compressed.pdf
[5] El RENATEP es un Registro público creado bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación Argentina en el marco de una nueva prórroga y modificación de la Ley de Emergencia Pública, Ley Nº 27345, sancionada en diciembre del 2016, como parte de una serie de dispositivos institucionales específicos de reconocimiento y tratamiento a las problemáticas del sector de la economía popular. El Registro fue implementado en 2020 y funcionó hasta diciembre de 2023.
[6] Es importante destacar que la metodología de recolección de los datos en este caso difiere de la utilizada por el ReNaTEP: mientras que en el Registro Nacional la inscripción fue voluntaria e individual por trabajador/a partir de la página web del Ministerio de Desarrollo Social; nuestra investigación realizó la recolección de datos y encuestas en el espacio mismo de trabajo. Particularmente, fuimos a realizar las encuestas a los propios ESC durante la jornada laboral, lo cual hace más elocuente el gran porcentaje de feminización de la tarea registrada como indicamos en apartados anteriores.
[7] Principalmente vinculadas a la construcción, venta ambulante y en ferias, recuperación y reciclado de RSU, limpieza de espacios verdes y mecánica automotor.
[8] Lo resaltado es nuestro.
[9] Cuando en nuestro relevamiento indagamos sobre las edades y trayectorias hacia el interior de las trabajadoras, pudimos constatar que el promedio de edad en referentas-trabajadoras es mayor al del resto de trabajadoras (42 y 37 años, respectivamente). Al mismo tiempo, observamos que las referentas-trabajadoras cuentan con una mayor antigüedad de trabajo en los espacios: las mismas registran 7,5 años de antigüedad en promedio, frente a 3,5 años promedio para el resto de las trabajadoras.
[10] Del total de las trabajadoras encuestadas, sólo el 7,6% dijo no realizar aportes económicos en su hogar.
[11] La principal fuente de ingresos por el trabajo socio-comunitario es el programa Potenciar Trabajo (87.5% de quienes perciben un ingreso), política de transferencia de ingresos de jurisdicción estatal nacional a través del Ministerio de Desarrollo Social. En segundo lugar, se menciona la Tarjeta Activa, en un 21% de los casos, provista por el estado municipal desde una política específica para los comedores y merenderos comunitarios.
[12] El 73% manifiesta que la razón por la cual desarrolla actividades socio-comunitarias es por el interés, gusto y la posibilidad de despejarse respecto de sus problemáticas personales que brinda el trabajo en este tipo de espacios.
[13] En adelante usaremos en forma genérica el femenino para referirnos a quienes cumplen esas funciones en los ESC, con la excepción de en aquellas secciones donde distingamos por género a los fines analíticos.
[14] En nuestro trabajo de campo, tanto cuantitativo como cualitativo, pudimos advertir cómo la situación de crisis desatada por la pandemia de COVID-19 tensionó el trabajo socio-comunitario, donde las actividades allí desarrolladas adquirieron un lugar sumamente significativo en la resolución de problemas vitales comunitarios. El 71% de los ESC declaró desarrollar un acompañamiento sistemático durante el contexto de ASPO, no sólo para los testeos y las campañas de vacunación, sino también en la realización de trámites para el acceso a políticas sociales específicas desplegadas por el Estado durante la pandemia.