CONMOCIONES FEMINISTAS EN EL COLECTIVO FEMINISTA DE FILÓSOFES

 

FEMINIST COMMOTIOS AT THE COLECTIVO FEMINISTA DE FILÓSOFES

 

 

Colectivo feminista de filosofes*[1]

 

 

Resumen

El artículo aborda las "conmociones feministas" desde la experiencia del Colectivo Feminista de Filósofes, formado en 2019 en la Escuela de Filosofía de la Universidad Nacional de Córdoba por estudiantes, docentes, egresadas e investigadoras de la carrera. Partiendo de la reflexión sobre la conmoción que producen los feminismos en términos políticos y subjetivos, rememoramos la creación del colectivo y sus acciones desde tres puntos: su memoria y narración, el tramado de la construcción de un colectivo y los gestos y afectos implicados, y las conmociones vigentes y las vigencias de las conmociones. Destacamos la importancia de gestos y afectos en la formación de un espacio de confianza y diálogo, y la potencia de alcance federal que pueden tener las acciones como fue la creación de la Red Argentina de Colectivas Feministas de Filosofía. Concluimos resaltando que las conmociones feministas siguen vigentes y son imprescindibles para la práctica filosófica y la defensa de derechos en un contexto de profunda precarización de la vida.

 

Palabras clave: feminismo - universidad pública - filosofía.

 

 

Abstract

The article addresses the ‘feminist commotions’ from the experience of the Colectivo Feminista de Filósofes, formed in 2019 in the Department of Philosophy of the UNC and formed by students, teachers, graduates and researchers of the career. Starting from a reflection on the commotion produced by feminisms in political and subjective terms, the creation of the collective and its actions are recalled from three points: its memory and narration; the weaving of the construction of a collective and the gestures and affections involved; and the current commotions and the validity of the commotions. The importance of gestures and affections in the formation of a space of trust and dialogue is highlighted, as well as the power of federal scope that actions such as the creation of the Red Argentina de Colectivas Feministas de Filosofía can have. It concludes by highlighting that feminist upheavals are still valid and are essential for philosophical practice and the defense of rights in a context of profound precariousness of life.

 

Kywords: Feminism - Public University – Philosophy.

 

Convocaciones y conmociones1

 

Nos convocan las conmociones feministas, nos alienta una amiga trayendo a Virginia Woolf cuando afirma que “una feminista es cualquier mujer que dice la verdad sobre su vida”, nos animan los ecos de María Luisa Bemberg en la entrevista en la que dice que ser feminista es ser antifascista, nos estimulan las inquietudes y las inquietas que a lo largo de la historia no permanecieron inmóviles. Tomamos aliento, sobre todo, por ser parte de este colectivo feminista de filósofes, por lo que hemos hecho y recorrido juntas y juntos en este tiempo y por las voces que hemos aprendido a escuchar o que vuelven a hacer(se) oír.  

Conmoción feminista señala entonces un “movimiento”, no algo estático sino más bien un desplazamiento, un tipo de acción que involucra exterioridad e interioridad, y por la historia de esos movimientos es posible hablar de conmociones en plural, porque no es algo que se haya frenado o que pueda darse en una sola capa de sentido o que pueda situarse e inmovilizarse en una fecha precisa. La conmoción también implica la perturbación violenta del ánimo o del cuerpo. También la sacudida, el tumulto, el levantamiento, la alteración de un estado de cosas y, a veces, por qué no, el recorrido y las contorsiones en simultáneo de lo subterráneo, de lo que se manifiesta e, incluso, hasta muchas veces de lo que no se sabe o conoce.

Queremos pensar las conmociones feministas desde nuestra participación en el Colectivo Feminista de Filósofes, conformado en 2019 en la Escuela de Filosofía, de la Facultad de Filosofía y Humanidades (FFyH), de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Proponemos reconstruir esas conmociones feministas en el Colectivo y en la filosofía como práctica (de enseñanza, de aprendizaje, de investigación, de escritura y también política) desde tres puntas de ovillo: la historización, el trazado de una memoria y su narración; el tramado de la construcción de un colectivo en los gestos y afectos implicados; y los desafíos y conmociones vigentes.

 

Historizar, narrarnos como Colectivo

 

Revisamos algunas fotos, conversamos en la galería de afuera “del Francia”[2], rastreamos correos, combatimos la mala memoria con la prótesis del drive, con los mails compartidos. Va apareciendo una memoria compartida que se muestra en oleadas y que adquiere sus tonalidades según quién y desde dónde la evoque.

En 2019, hubo un primer encuentro organizativo, allí nos vimos las caras y nos convocamos de otro modo: se trataba de vernos (entre nosotras). Durante ese año nos bautizamos “Colectivo de filósofas”. Fue vernos de otro modo porque era encontrarnos, no desde las cátedras, desde lo institucional y las amistades, sino desde la provocación por un encuentro entre un nosotras, “atraídas” por el feminismo, convocadas por el 8M, habiendo escuchado en ese momento (sí, la mayoría de nosotras entonces y no tan atentamente antes) y sentirnos convocadas por el feminismo. Se fue tramando un colectivo que convocaba y convoca a estudiantes, egresadas, docentes, e investigadoras (con el deseo de interrumpir ahí y también en/ y desde nuestros lugares institucionales). Una consigna práctica (pongámoslo de ese modo) nos convocó: marchar juntas el 8M, sumarnos a una “marea” de cuerpos en las calles y empapelar el “pasillito” de nuestra escuela con preguntas, consignas, leyendas. Se trataba de una suerte de juego que, si bien empezó puertas adentro, se desplegó en un hacernos ver: mostrar en esos afiches lo que en ese momento podíamos decir, ver, señalar, apuntar y, también, lo que otras nos ayudaron a ver. Se trata de algún modo de llevar la marea feminista a nuestro molino filosófico, produciendo con ello las primeras conmociones.

En esos afiches, sobre todo, escribimos preguntas que surgieron de  intervenciones que nos hacíamos a nosotras mismas, las pegamos en el pasillo de la Escuela de Filosofía, con la intención de interrumpir –también entre nosotras– hábitos y sentidos asentados, para hacer notar las diferencias y dejar en evidencia, también, las desigualdades que se van volviendo imperceptibles en tanto se repiten y sedimentan en prácticas y hábitos de nuestro quehacer filosófico y académico: “¿qué sería armar un programa con perspectiva de género? ¿Por qué los conferencistas son en su mayoría hombres? ¿Por qué las tareas organizativas (académicas) recaen mayormente sobre mujeres? ¿Qué filósofas mujeres conocés?”, fueron algunas de esas preguntas.

En 2019 también estuvimos atentas a lo que hacían otros colectivos, buscando la articulación y diálogo con otras y otros. En este camino adherimos a convocatorias para solicitar cupo femenino en instancias de evaluación (en investigación, docencia y extensión). Desde dicha adherencia, apareció con fuerza la necesidad de visibilización de lógicas patriarcales que instauran relaciones desiguales y que dictan tácitamente criterios de selección. Así, fue apareciendo cada vez con mayor fuerza la conmoción feminista bajo la idea de lucha.

Fue en octubre de 2019 que el nombre que nos habíamos dado se tornó extraño. El extrañamiento surge atravesado por cómo el feminismo o, mejor dicho, los feminismos, cuestionan esa “paradójica política de mujeres” en el señalamiento de su exceso o su ilimitación (Castillo, 2018). Nos constituímos, entonces, como Colectivo Feminista de Filósofes. Ese nombre no salió rápidamente ni sin discusiones y argumentos, claro está. En la disputa del nombre y en la ampliación de la nominación, el colectivo hizo práctica de la política feminista al disputar espacios de legibilidad, al arriesgar modos de reparación ante las desigualdades, al constituir alianzas en la invención de un común que se sitúa como un colectivo que puede ganar mayor heterogeneidad. El colectivo se planteó, así, como un espacio de diálogo constante y articulado, abierto a mujeres y disidencias (sean docentes, estudiantes o egresadas y egresados), pertenecientes a la Escuela de Filosofía (FFyH, UNC). En nuestra presentación lo expresamos así:

 

 

Entendiendo el momento histórico que nos atraviesa, apostamos a la construcción de un espacio transversal, colectivo e interclaustro donde podamos, entre todes, repensar, con una perspectiva feminista y latinoamericana, las prácticas y relaciones que se dan en nuestra unidad académica. No sólo comprendiendo el lugar físico que habitamos, sino también los vínculos que lo conforman. (Colectivo Feminista de Filósofes, 2019)

 

 

De este modo, nos vamos dando espacios y tiempo de encuentros, construyendo espacios de confianza, conformando un “espacio de (de)construcción feminista interclaustro” y, a la vez, propiciando la apertura de encuentros abiertos a quienes se sientan convocadas y convocados.

Durante el año 2019 tuvieron lugar varios encuentros que fueron muy importantes para tomar conciencia de las distintas violencias, injusticias, abusos y prácticas que se dan en el ámbito universitario: poder decir; escucharnos; tomar conciencia y atender a los afectos que esos relatos, vivencias y experiencias despertaban en nosotras. Y, también, dejar de lado lo táctico y poner sobre la mesa una herida grave en nuestra comunidad. Un abuso. En diciembre de 2019 lanzamos un comunicado como Colectivo Feminista de Filósofes bajo la consigna de ¡Basta de silencio e impunidad! (en realidad el silencio era más bien institucional, pues por los pasillos y en reuniones era más bien algo “hablado en voz baja”). Frente a lo silenciado, frente a la subestimación de los efectos de ese silencio, frente al menosprecio de la palabra y el testimonio dado, de lo que se trató, fue de hacer perceptible y alzar la voz. Levantar nuestra voz colectiva:

 

Como Colectivo Feminista de filósofes abrazamos y apoyamos a nuestra compañera en su denuncia a un profesor de la escuela de Filosofía de la FFyH. Asumimos y renovamos el compromiso de sostener con nuestra reflexión, solidaridad y acompañamiento a todas y todes les compañeres que sufran o hayan sufrido violencia machista y heteropatriarcal en el ámbito de nuestra comunidad universitaria. ¡Basta de silencio e impunidad! (Colectivo Feminista de Filósofes, 2019)

 

Esto se convirtió en uno de nuestros nudos feministas –como los menciona Natalia Martínez Prado al asumir que “las tensiones entre nudos generan disputas, incluso rupturas; pero también tejido y movimiento” (2022, pp. 132-133)[3]–, que muestra con contundencia el entramado entre lo personal y lo político; entre lo íntimo, lo personal y lo político; entre lo íntimo, lo colectivo, lo personal y lo político. Y es el cuerpo, en su finitud y marca sexo-genérica lo que aparece para interrumpir (también) nuestro espacio filosófico de ideas, de idealizaciones, de teorías y de conciencia. Los cuerpos situados entre lo institucional, lo político y lo personal. La violencia sufrida por una de nosotras nos volvió a situar como cuerpos que piensan y se afectan, como cuerpos en un circuito y una red de afectos; nos puso en el lugar en el que la conciencia y las prácticas se conmueven.

A ese comunicado se sumaron otros colectivos, grupos, equipos, escuelas, etc. que adhieren y reconocen el comunicado y se conformó así un antecedente interesante y relevante de desarme de ciertas lógicas, habitus y prácticas, como así también de revisión de casos y discursos.

Durante 2020 y 2021, la pandemia interrumpió el encuentro de los cuerpos en los espacios institucionales, pero eso no inhabilitó la búsqueda de seguir dando lugar a encuentros, organización de discusiones y espacios virtuales de aprendizaje y escucha mutua. Entre esas actividades hicimos talleres que respondieron a la necesidad de formarnos y discutir los efectos de nuestras intervenciones, de la visibilización y de lo colectivo. Una comisión interclaustro propuso y organizó talleres de discusión sobre punitivismo, sobre justicia epistémica y sobre filosofía y feminismo, entre otros temas.

Además, durante 2020 algunas compañeras formaron parte de la comisión de reformas del Plan de Prevención contra Violencias de Género de la UNC. En diciembre de 2020 el Consejo Superior aprobó las modificaciones al Reglamento de Investigaciones Administrativas por unanimidad. Muchas áreas, programas y colectivos de la UNC se involucraron así en pos de justicia e igualdad de género y en contra de prácticas y violencias de género.

Hacia finales de 2020, encontramos eco[4] y apoyo en otras colectivas y se comienza a conformar la Red que nuclea a Colectivas Feministas de Filosofía. En apoyo a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, lanzamos una declaración desde la Red Argentina de Colectivas Feministas de Filosofía (RACFF), pronunciándonos a favor del derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Esto implicó aparecer como sujetos político y a la vez como filósofas, situándonos como sujetas y sujetos políticos desde la filosofía, bajo la exigencia de la implementación de políticas públicas en favor de la salud y la educación sexual y reproductiva (tal como se prevé en las Leyes de Educación Sexual Integral 26.150 y de Salud Sexual y Procreación Responsable 25.673). En un fragmento, el comunicado de la RACFF expresa:

 

Sabemos que el concepto de “vida” es motivo de disputas y no se corresponde con una realidad observable o delimitable desde una única disciplina científica. Hace siglos la filosofía rastrea, analiza e historiza los modos en que las nociones de vida y de viviente se construyen, se articulan en diversos contextos y son disputadas por diferentes discursividades (científicas, religiosas, etc.) que pretenden tener sobre ellas la razón última. También sabemos que la capacidad de gestar no es natural ni incuestionable, y no debe ser confundida con la esencia ni con la finalidad última de ningún cuerpo. La atribución de naturalidad a la capacidad de gestar es producto de una serie de operaciones conceptuales que la ponen en una relación de proporcionalidad inversa con la capacidad de tomar decisiones. Es decir, en la medida en que un cuerpo es transformado en “natural” y “esencialmente” gestante es reducido de sujeto a objeto de decisión e inferiorizado. Considerando lo anterior, sostenemos que en la deliberación sobre la presente ley no debe confundirse la interpretación personal del legislador sobre posibles dimensiones morales vinculadas a la gestación con las garantías jurídicas necesarias para tomar la decisión de gestar o no en un marco de libertad, legalidad, seguridad y autonomía. La interrupción voluntaria del embarazo no puede ser reducida a un dilema moral: es una disputa filosófico-política que involucra estructuras materiales, afectivas y simbólicas construidas socialmente. Quienes tienen la responsabilidad de legislar no deberían fundamentar sus decisiones en sus convicciones morales individuales, porque la tarea para la que fueron elegidxs y mandatadxs involucra la protección de los derechos humanos, entre los que se encuentran los derechos sexuales y reproductivos. (Firmas Colectivas: UNC, UBA, UNLP, UNRC, UNMdP, UNS, UNT, UNL, UNER entre otras colectivas)

 

En 2021, se realiza el I Foro de RACFF, que fue el resultado de un esfuerzo organizativo y de trabajo muy intenso e interesante que nos permitió re-situarnos como colectiva feminista de la UNC, reconociendo que no es lo mismo hacer filosofía en la capital, en el interior o en el interior del interior. Entrar en contacto con otros colectivos, con otras y otros filósofos y con otros modos de llevar adelante la práctica filosófica, supuso también dar cuenta de dos niveles de una experiencia y práctica compartida: elementos compartidos subterráneos y elementos visibles o visibilizables, conmociones y posiciones singulares y posiciones tanto estructurales como conmociones compartidas. Así, dicho foro fue muestra de la potencia de la apertura y la expresión de las conmociones también al interior de la práctica de la filosofía.

Finalmente, durante los años 2022 y 2023 volver al espacio público de las aulas y de la Escuela de Filosofía de nuestra Facultad, nos permitió volver a encontrarnos en actividades en las que compartimos semblanzas de mujeres filósofas de la Escuela[5], como así también actividades de debate y visibilización. El 8M, fecha en la que marchamos juntas, es también el tiempo en que nos encontramos para volver a vernos: mujeres y disidencias que filosofamos, que conformamos un colectivo, para recrear y apostar por el encuentro entre claustros. Este 2024 el 8M nos encontró, una vez más, interrumpiendo los claustros institucionales, enlazando edades y recorridos académicos e instituciones, para reconocer todo lo que aún falta y defender lo hasta ahora conseguido.

 

Construcción de un colectivo: gestos, afectos y tiempos

 

Historizar o narrar/narrarnos es una forma de ubicarnos en una historia plural de ideas, prácticas y organización feministas, con función emancipadora, en el horizonte crítico del quehacer filosófico y de los modos propios de la complejidad histórica de las mujeres y disidencias en la filosofía. Teniendo en cuenta las capas e historias de alteridad y de alterización que nos constituyen, eso que nos constituye no está dado ni lo que constituimos como colectivo está cerrado.

Al narrar e historizar el espacio de lo en-común es posible reconocer que se construye un colectivo precisamente ahí donde encuentra un límite y en ese límite se abre y cierra un cuerpo, se cierra y se abre un nosotras y nosotros. En otras palabras, estamos en una organización político-afectiva que genera un adentro (bajo la lógica del reconocimiento) y, paradójicamente, también un afuera (que busca interrumpir dicho espacio de visibilidad y reconocimiento). Momento y oportunidad de lo colectivo que juega con su límite. No solo docentes, estudiantes ni egresadas y egresados. Más que docentes, egresados y estudiantes. Lo colectivo instaura un entre, un lugar propicio para una política que quiere enlazarse y se enlaza en una práctica una filosófica feminista, y que sigue persiguiéndola como una promesa en palabras Hannah Arendt (2019), porque difícilmente sepamos de antemano a qué nos referimos con una política y una práctica filosófica feminista, aunque sí podemos llegar a reconocer, por momentos, gestos y afectos que abonan y defienden tanto la demanda por la igualdad, como la búsqueda de otros modos de hacer filosofía, de escuchar nuestras voces, de leernos y de que lo colectivo afecte a nuestros cuerpos y pensamientos.

Haciendo memoria sobre los encuentros (y las idas y vueltas para el hacer en conjunto), encontramos en nuestra correspondencia una serie de gestos y afectos que se traman en torno a lo colectivo: “confiar en el primer envión” (dice en algún momento una compañera), la atención a las susceptibilidades, prestar atención a los temas sensibles (pues, ¿no es acaso ese el tono y el lugar por el que muchas veces “nos corren” a quienes señalamos y por el que, desde una lógica patriarcal, se invalidan otras voces y tonos?). También asoma aquí y allá, en nuestros plenarios y en las minutas de nuestras reuniones, la centralidad de los acuerdos políticos dados en marcos de confianza específicos. Si tomar la voz y tornar la escucha hacia esa/s voz/voces son la ocasión y la situación en la que se va configurando nuestro colectivo, respetar la confidencialidad de las compañeras en virtud del cuidado y la discreción de lo compartido al interior del colectivo es fundamental. La confianza no deja de cobrar diversas formas: la que nos lleva a juntarnos (primer envión), la confianza (y vulnerabilidad) en el espacio construido/en construcción, como así también la que está en “este otro espacio” (allende las tradiciones, los claustros, los recorridos, las pertenencias e identidades políticas, etc.). También aparece la necesidad de recordarnos el carácter horizontal del CFF –en los modos de discusión, para la construcción de consensos y para el sostén de actividades, encuentros y disputas–. Recordarnos como colectivo que “desacuerdos no deshabilitan la confianza”, que las disputas se dan en marcos de confianza, contención y acompañamiento. Habilitar formas de discordia sin afectar al funcionamiento del espacio, acompañando la palabra con las acciones.

La constitución del Colectivo Feminista de Filósofes se tramó en torno a la búsqueda de una forma posible de reparación, de justicia. Y si esa es parte de su historia, no lo es por ser pasado, sino por ser ese horizonte que sigue iluminando el presente, exigiendo desde la virtualidad de su potencia volverse actuales: insistiendo en la necesidad de prestar atención a las violencias simbólicas en los usos de distintos espacios de poder y volviendo sobre los gestos y afectos de conmoción, considerando que los feminismos permiten ver y asumir posiciones y conflictos al interior de nuestros encuentros.

Por otro lado, si es posible describir las conmociones feministas al interior de nuestro colectivo en los términos de un circuito de afectos, los movimientos, las direcciones y los sentidos son variados y no lineales. Están tan presentes la ira, el dolor, la violencia, la indignación, el “caer en la cuenta”, como también lo están los lazos de solidaridad, complicidad y las filiaciones nuevas, novedosas, transgresoras de lo que se supone que es el lugar de cada una y uno. No nos quedamos solo con la indignación o la ira, como tampoco nos quedamos solo con la solidaridad y la empatía o lo festivo del estar-juntas.

En el entramado del colectivo, vamos actualizando formas de trazar otros circuitos de afectos y gestos, apuntando a que sean reparadores y a que se orienten hacia la justicia. No referimos a gestos que se paren frente a las violencias, pero que no sean solo reactivos, como señala Barbara Cassin en Despret y Stengers (2023): “la ira no es una simple reacción, ella alimenta una respuesta”, [que acaso supone], “crearse un lugar que inquiete, que desestabilice el supuesto universal” (p. 128). En este sentido, se nos abrió un nuevo lugar de enunciación y escucha, no ya en las formas conocidas de la academia, sino entre nosotras. Por eso, creemos que ha sido clave para el colectivo la posibilidad de garantizar espacios intergeneracionales y con un formato de participación abierta, con circulación de la palabra y de los roles, para habilitar, ante todo, el sostenimiento de la escucha de lo que la/el otra/o tiene para decir.

Esto supuso una conmoción en un registro insospechado: los modos de vinculación entre docentes, estudiantes y egresadas/os y, a su vez, los modos en que nos vinculamos con la filosofía como práctica y disciplina. Lejos de absolutizar, historizamos y pusimos voz a inquietudes que nos recorrían desde hace algún tiempo: ¿cómo nos vinculamos? ¿Cómo se re-localiza el poder entre nosotras y nosotros? ¿Existen las y los expertos en el feminismo? ¿Podemos hablar sin requerir citar un marco teórico? ¿Debemos dejar de lado la subjetividad en el aula? ¿Las filósofas tenemos que decir si somos también mujeres? ¿Se filosofa distinto siendo disidencia sexual? ¿Se filosofa distinto siendo mujer? ¿Se filosofa distinto siendo hombre?

Estos interrogantes, lejos de poder ser respondidos de una sola vez y con determinación, nos permitieron más bien iniciar una conversación y revisión sobre nuestra vida institucional, es decir, ya no solamente como filósofas o filósofos, sino en el marco de las relaciones políticas (gremial o institucional), de formación, de enseñanza, de investigación, de extensión. Pudimos así elaborar otras claves de cuestionarnos, que permitieran “suspender” momentáneamente la temporalidad que marca la institución.

Contra todo reducto instalamos el tiempo de la pregunta, no el de la palabra soberana del filósofo o del experto, sino el del pensamiento colectivo. No se trataba de pensar imágenes fijas, sino escenas: “admitir que nada de lo que se genera está concluido, y que lo que constituye singularidad es la manera en que los componentes entran en relación” (Duschatzky, Farrán y Aguirre, 2010, p. 11). Esto nos implicó instalar otras dinámicas, que no se acostumbran al interior de la práctica filosófica universitaria y académica y requirió de una temporalidad errática, más cercana a los tiempos del relato, la duda, el testimonio y la experiencia.

Decimos también que se trató de un ejercicio contra toda dicotomía infernal que redujese el problema. Tomando el concepto de Stengers y Pignarre (2018) de “alternativas infernales”, los autores las definen como:

 

Falsas dicotomías que, atravesadas por la urgencia, operan entre la lógica de la resignación y la denuncia impotente. Se trata de situaciones que parecen no dejar escapatoria, en una suerte de encrucijada infernal. En ellas, la lógica imperativa de la aceptación nos compele a resignarnos ante lo inevitable. (p. 22)

 

Ante la clausura resignada, nos atrevimos a pensar en una hendidura que se abrió cuando nos dispusimos a conversar entre nosotras, es decir, cuando nos animamos a actuar juntas. Así, siguiendo a Arendt: “se habían convertido en ‘retadores’, habían asumido la iniciativa y por lo tanto, sin saberlo ni advertirlo, comenzaron a crear ese espacio público que mediaba entre ellos” (2016, p. 15). La autora, en su lúcida comprensión de que “la esfera política surge de actuar juntos, de ‘compartir palabras y actos’” (2019, p. 221), nos lleva a advertir que nos hicimos cargo de un tiempo que se abría entre un ya no y un todavía no, que guarda la posibilidad de todo comienzo. Se trataba, en suma, del tiempo mismo de lo político como tal[6].

 

Desafíos y conmociones vigentes

 

La construcción de un colectivo, lejos de parecerse a la construcción de un edificio o de un espacio cerrado, se parece más bien al trazado de una filiación virtual (por virtual queremos decir potencial y potente en su realidad); a la apuesta de un espacio en construcción; abierto en y para el pensamiento, la filosofía y las prácticas feministas. La conmoción vigente del feminismo para este colectivo es todavía la apertura de un espacio material de encuentro y de pensamiento que nos convoque a pensarnos como filósofas y filósofos, como sujetas políticas, como cuerpos políticos que piensan y sienten.

Si los movimientos del feminismo han conmovido la estabilización de ideas, representaciones y políticas que signaban a algunos como humanos o ciudadanos de segunda, si la conmoción del feminismo lucha y arremete contra esa posición de denigración de algunas y algunos sujetos marcados sexo-genéricamente, la disputa actualizada de esa conmoción se impone para nosotras y nosotros en el centro de nuestro hacer filosófico: inquieta nuestra práctica filosófica, nuestro pensamiento, nuestras tradiciones y a nuestras antecesoras. Ni humanas ni ciudadanas de segunda, ni filósofas ni filósofos de segunda, nuestra tarea aún es reconocer a las mujeres y disidencias dentro la filosofía y, a la vez, reconocernos a nosotras mismas como esas mujeres y disidencias, dentro del entramado interseccional, que hacemos filosofía desde la incomodidad.  Aquellas de las cuales, muchas veces sospechamos, la filosofía no quiere saber nada.

Pensando nuestra interseccionalidad y reconociendo la parte de la historia que nos toca, parece imposible afrontar modos de resistencia sin el feminismo; sin la atención a los sujetos marcados que somos; sin una política de las interrupciones, de la sospecha, de la disputa y de la alteración. Incluso, siendo conscientes de esta parte actualísima de la historia que nos toca y nos golpea y de este momento en el que los derechos de la clase trabajadora están siendo diezmados, en el que los derechos de las mujeres y disidencias están siendo aplanados y vapuleados por las reactivas políticas de este gobierno, y en el que a las trayectorias e instituciones de desempeño de la filosofía, la enseñanza, el aprendizaje y la investigación se las quiere conducir a la destrucción (deseando su desguace y su desmantelamiento), parece imposible pensar y defender nuestra práctica como filósofas sin el feminismo.

Signadas y signados por una geopolítica de los cuerpos, de las trayectorias y de las instituciones, nos seguimos encontrando en torno a preguntas tales como: ¿qué le hacen las mujeres y disidencias al pensamiento? ¿Cómo trabajamos como filósofas y filósofos? ¿Qué hacemos en la universidad/filosofía "heredadas"? ¿Cómo tomar relevo? ¿Cómo pensar hoy? ¿Qué pensar hoy ante la urgencia de formas de lo común y ante la destrucción del saber común de las políticas de conocimiento? ¿Cómo pensar juntas y juntos? ¿Qué prácticas feministas poner en juego? ¿Qué sería un programa de filosofía feministas?, entre otras[7].

En este entramado –no sin paradojas en torno a los cuerpos[8]– entre filosofía, enseñanza y política; y entre filosofía, feminismo y universidad, volvemos una y otra vez a encontrarnos; a buscar esa experiencia de lazo político, comunitario y feminista que insiste en interrumpir desde el dispositivo del género cierto relato plácido de la filosofía, que pone el foco en el señalamiento de la obsolescencia del binarismo y de la posibilidad de otros nombres para describir el cuerpo (los cuerpos), y que persiste en reconocer injusticias, con el fin de relevar, cambiar, mover y conmover.

Algunas de esas insistencias –que las voces y escrituras de filósofas y feministas trajeron y traen[9] como oleadas– convertidas en preguntas se escucharían así: ¿qué ocurre cuando el sujeto de la filosofía no es masculino? ¿Qué ocurre cuando es mujer? ¿Cómo interrumpir la voz androcéntrica de la filosofía? ¿Cómo no reconocer que la neutralización de los cuerpos supone un reparto injusto de los saberes/recursos/otorgamiento de voz/visibilidad/lazos, etc.? ¿Qué hacer con el canon de la filosofía (lleno de misoginia y androcentrismo)? ¿Cómo hacerlo temblar? ¿Qué nudos articula el saber y la práctica feminista? ¿Qué sería tramar una política feminista? ¿Es posible una universidad feminista? ¿Qué y cómo sería una universidad que albergue a las disidencias? ¿Qué escritura/s, voces y modos de filosofar se pueden habilitar desde los feminismos?

Las conmociones feministas son actuales, siguen vigentes y se complican o co-implican unas con otras: cuando se pone en duda, incluso, el lugar de “actuación”, agencia o actualización de eso que somos (o de lo que deseamos ser), de lo que otros y otras han conquistado ser en conjunto; cuando es preciso defender la historia y a la vez inventar nuevos relevos; cuando sospechar de los lugares asignados, interrumpir el sentido común y alterar la lógica de “cada quien por su lado y haciendo lo suyo” son una política de lo en-común.

Catherine Malabou (2021) señala que “la derrota de la dominación es uno de los más grandes desafíos de nuestro tiempo. El feminismo es sin duda una de las figuras más vivas para ese desafío, punta de lanza muy expuesta justamente porque carece de arjé” (p. 123). Así, el desafío de la vitalidad del feminismo conmueve y toca, sin principio, pero con memoria, historizando y actualizándose bajo el desafío de atravesar las “alternativas infernales” y nos convoca a disputar, visibilizar, alterar, construir, relevar, pensar, defender, inventar, marchar, conversar y politizar.

 

Recibido: 23 de julio de 2024.

Aceptado: 25 de julio de 2024.

 

Referencias bibliográficas

 

Arendt, Hannah (2016). Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política. Ariel.

Arendt, Hannah (2019). La condición humana. Paidós.

Castillo, Alejandra (2018). Ars Disyecta. Figuras para una corpo-política. Palinodia.

Castillo, Alejandra (2019). Matrix. El género de la filosofía. Macul.

Despret, Vinciane y Stengers, Isabelle (2023). Las que hacen historias. ¿Qué le hacen las mujeres al pensamiento? Hekht.

Duschatzky, Silvia, Farrán, Gabriela y Aguirre, Elina (2010). Escuelas en escena. Una experiencia de pensamiento colectivo. Paidós.

Malabou, Catherine (2021). El placer borrado. Clítoris y pensamiento. La cebra.

Martínez Prado, Natalia (2022). Feminismos en democracia: una aproximación desde los nudos de la política feminista argentina. COORDENADAS. Revista de Historia local y regional, n° 2, julio-diciembre, pp. 131-156.

Stengers, Isabelle y Pignarre, Philippe (2018). La Brujería Capitalista. Hekht.

 

 

 

Anexo: imágenes

 

Colectivo Feminista de Filósofes, conformado por docentes, estudiantes y esgresadas de la Escuela de Filosofía (UNC) - 8M, 2019

 

 

Encuentro previo al 8M con ronda de conversación y armado de carteles - 8M, 2019

 

 

Encuentro previo al 8M con taller de discusión sobre el canon filosófico - 8M, 2023

 

 

Convocatoria a conversatorio y luego marcha - 8M, 2024

 

 

 

 

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* Escuela de Filosofía, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.

 

1 Este escrito surge inicialmente a propósito de la segunda edición de Filosofía al atardecer bajo el título “Feminismos en cuestión: lo personal es político”, ciclo organizado por Episteme, por la Escuela de Filosofía y la unicameral de la Legislatura de Córdoba. Abril de 2024.

[2] Pabellón Francia es el edificio donde se encuentran la Secretaría Técnica, la Dirección de la Escuela de Filosofía y algunos boxes (oficinas) que funcionan en ocasiones como espacios de estudio, toma de exámenes y encuentros de investigación y formación. Además, es el edificio donde funciona el Consejo Asesor de la Escuela. Algunos espacios memorables del edificio son el Box Alpha, la Sala de Profesores y el Aula Verdugo, espacios que con los años han alojado la vida institucional y colectiva de la carrera.

[3] Tomando relevo de la figura de los nudos feministas de Julieta Kirkwood y recuperando de Alejandra Castillo la contundencia de la metáfora del nudo en tanto algo tenso, duro, que remite a obstáculo y que a la vez señala la posibilidad del lazo y el tejido; la indicación e insistencia de Martínez Prado invita aquí a continuar pensando y abogando por la fortaleza y la centralidad de esas tensiones, tejidos y movimientos que une hebras diversas.

[4] En relación con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre), en 2020 se conformó el Comité Efímero de Interpelación Feminista que intervino en las redes, elaborando colectivamente preguntas con la intención de hacer visible(s) la(s) violencia(s) de género (ver enlace) y, en noviembre de 2021, parte del Colectivo participó en la creación de “Cuerpas exquisitas”, juego de creación colectiva y colaborativa que resignifica el dispositivo surrealista de “cadáver exquisito” y en el que participaron docentes, investigadoras, amigas, familiares y una red de mujeres que contribuyeron con fragmentos, imágenes, voces y música, aportando ideas y tiempo de trabajo para la composición final (ver enlace).

[5] Se destacan las semblanzas de Norma Silvia (Luly) Horenstein, de Elma Kohlmeyer de Estrabou y de Patricia Morey. Todas ellas con un fuerte protagonismo en la construcción de la política universitaria, con historias de lucha durante los dificilísimos años de la dictadura militar en Argentina y con el compromiso decidido durante la normalización de las universidades luego de la dictadura.

[6] Esta distinción corresponde a Arendt y fue utilizada por primera vez en 1946 para su análisis de la obra de Hermann Broch. En su análisis, Arendt utiliza la expresión “ya no, todavía no” para dar cuenta de la percepción del tiempo que se genera con la interrupción de la continuidad histórica y el silencio e imposibilidad de la tradición para pensar la novedad. Más adelante, con la publicación de Entre el pasado y el futuro en 1961, Arendt designará la expresión para dar cuenta del tiempo propiamente de lo político, “entre el pasado y el futuro”, entre dos fuerzas activas donde el presente se convierte en la posibilidad de un nuevo comienzo, siempre que existan quienes introduzcan la diagonal entre el pasado y el futuro, es decir, quienes tomen la iniciativa de ser enteramente presentes.

[7] Algunas de estas preguntas se derivan de la lectura de Vinciane Despret & Isabelle Stengers (2023) en el que las autoras retoman el gesto de Tres guineas de Virginia Woolf en el que se dirigía a las "hijas y hermanas de los hombres instruidos" para ponerlas en guardia en el momento en que las profesiones y las universidades comenzaban a abrirse para ellas (p. 85). El Think we must de Woolf es relevado por estas filósofas en cuyo gesto se deja ver cómo ese enunciado conservó su plena actualidad y cómo puede cobrar otros sentidos hoy a propósito de aquello que "las mujeres le hacen al pensamiento".

[8] “Siempre hay un cuerpo sexuado narrado en cada orden del saber, lo que ignoramos es cómo reconocerlo, cómo describirlo” dice Alejandra Castillo (2019, p. 16).

[9] Virginia Woolf, Clarice Lispector, Luce Irigaray, Diana Maffía, Marlene Wayar, Carole Pateman, Catherine Malabou, Alejandra Ciriza, Alejandra Castillo, Nicolás Cuello, Julieta Kirkwood, Simone de Beauvoir, Suely Rolnik, Michel Foucault, Françoise Collin, Judith Butler, Isabelle Stengers, Julia Kristeva, Vinciane Despret, Úrsula Le Guin, Hannah Arendt, Rita Segato, Sara Ahmed, Pedro Lemebel, por solo mencionar algunas de las voces y escrituras que más nos resuenan y conmueven.