¿CUÁL ES MI BAÑO? TENSIONES Y CONFLICTOS CON DISCURSOS TRANS-EXCLUYENTES EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
WHICH IS MY BATHROOM? TENSIONS AND CONFLICTS WITH TRANS-EXCLUSIONARY SPEECHES AT THE NATIONAL UNIVERSITY OF COLOMBIA
Cristina Rubio Salcedo*
Daniela Henao Álvarez**
Lina Zuleima Porras Herrera***
Resumen
En este trabajo nos proponemos realizar una aproximación a los discursos transexcluyentes y cuestionarlos a partir de algunas teorías feministas, como el feminismo decolonial, el feminismo negro y las teorías sobre el espacio. Iniciamos preguntándonos qué es el feminismo transexcluyente, dónde nace y qué es lo que plantea, posteriormente hacemos una reflexión sobre las implicaciones de estos discursos en Abya Yala y cómo han llegado a Colombia, para después cerrar con el análisis de un caso específico: las pintas TERF -Trans-Excluyente Radical Feminismo- en los baños de algunos edificios de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá.
Palabras clave: Trans-Excluyente Radical Feminismo TERF, feminismos, Universidad
Abstract
In this paper we intend to make an approach to trans-exclusionary discourses and question them based on some feminist theories, such as decolonial feminism, black feminism, and space theories. We begin by asking ourselves what trans-exclusionary feminism is, where it was born and what it raises, then we argue about which are the implications of these discourses in the Abya Yala and how they have arrived in Colombia, to then close with the analysis of a specific case: TERF Trans-Exclusionary Radical Feminism graffiti in the bathrooms of some buildings of the National University of Colombia, Bogotá.
Keywords: Trans-Exclusionary Radical Feminism TERF, feminism, University
Introducción
Los postulados, las teorías y las reivindicaciones trans-excluyentes están tomando una presencia relevante en los entornos feministas, posicionando nuevos y viejos debates acerca de lo que implica ser mujer (y no-serlo), las posturas políticas que se derivan de estas implicaciones y las disputas por diversos espacios que generan estas discusiones. Esta situación plantea una necesidad de revisión crítica y de posicionamiento político al respecto.
Los feminismos trascienden y atraviesan muy diversas esferas, entornos, instituciones, y por supuesto también los espacios académicos. La Universidad es un espacio donde confluyen y se confrontan todo tipo de ideas, incluso las relacionadas con las corrientes feministas. La Universidad Nacional de Colombia, la que habitamos quienes escribimos estas líneas, no es una excepción. Utilizar los baños de los distintos edificios que frecuentamos, principalmente los de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, nos descubrió una expresión de los debates y tensiones con los discursos TERF a través de las pintas en las puertas, las paredes, las entradas, los espejos… Fuimos testigas de intervenciones artísticas, stickers, así como el daño de estas, según iban reivindicando posturas TERF y posturas en defensa de las personas trans y no-binarias. La materialización del debate en una guerra de pintas nos puso de relieve la relevancia de estas tensiones y la necesidad de re-pensar sobre ellas, así mismo nos puso de manifiesto las disputas por los espacios universitarios, concretamente por los baños rotulados como “de mujeres”.
La metodología de este trabajo toma ese archivo de pintas y stickers como archivo para analizar las tensiones y disputas que se daban anónimamente en distintos lugares; que nos hablaban de unos momentos y puntos de enunciación específicos de quienes, con marcadores, aerosol, e incluso rayando el metal de los cubículos, hacían públicas sus posturas y sus posicionamientos políticos mediante frases reivindicativas, denuncias, dibujos y símbolos.
Por ello, nos propusimos realizar un repaso por diferentes corrientes feministas que chocan con los postulados TERF, para ponerlas en discusión y debatir con ellas, así como ver sus expresiones concretas a través de algunas de las pintas que fotografiamos durante esta etnografía crítica. En definitiva, este trabajo busca recopilar las críticas de diferentes miradas feministas hacia lo TERF y reconocerlas en los debates concretos que se dieron por medio de los rayones de los baños de nuestra universidad.
Como este texto partió de las experiencias cotidianas y manifestaciones materiales de estudiantes en los baños de la facultad, quisimos retornar nuestros resultados de la misma manera y así buscar cómo ampliar estas discusiones. Para ello creamos una cuenta de Instagram (@cualesmibano) y editamos un fanzine con el apoyo del Instituto Bogotano de Corte, ya que es un formato que permite incluir las imágenes, y es fácil de reproducir y distribuir en circuitos del mano-a-mano de la Universidad y fuera de ella. De esta manera vamos ampliando el archivo y la discusión en redes sociales como Instagram.
Así pues, este escrito está compuesto tanto por las discusiones que giran alrededor del feminismo transexcluyente, como por la evidencia de su materialización en espacios concretos de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá, y por una reflexión sobre sus efectos y la acción política que consideramos que debe responder a estas acciones.
¿Qué es lo TERF?
Una genealogía de los discursos transexcluyentes puede situar su origen en el feminismo radical de los años 60s, en países anglosajones, en un contexto político del movimiento por los derechos civiles en EE. UU., un nuevo movimiento de izquierdas por la paz contra la guerra de Vietnam. En ese marco político, el feminismo transexcluyente nace también de un diálogo entre esos movimientos sociales y los ámbitos académicos, más bien como una reflexión académica de los cambios políticos que estaban aconteciendo.
Los postulados del feminismo radical parten de una fuerte influencia del feminismo cultural, del que toman la defensa de una “cultura femenina” que comprende una serie de valores y características esenciales que tiene La Mujer. En este sentido, el punto central que desarrollaron las feministas radicales se da en torno al sistema sexo-género: se erige sobre unas características naturales, biológicas –el sexo– una construcción sociocultural –el género–. En esa línea, Rubin, define este sistema sexo-género como un “conjunto de disposiciones mediante las cuales una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana” (Rubin en Ghandy, 2006, p. 9). Esto implica afirmar que sí existen unas características fisiológicas, anatómicas que conforman el sexo biológico, y que el origen de la subordinación y opresión de las mujeres se encuentra en la base ideológica que se construye a posteriori en función de estas categorías sexuales hembra/macho. Si bien Rubin se desindentifica de todo esencialismo y determinismo biológico del sexo en la posterior publicación de su texto “El tráfico de mujeres: notas sobre la "economía política" del sexo” (1975), muchas feministas radicales toman la noción del sistema sexo-género para explicar la distinción entre lo sexual que identifican como biológico, y el género como constructo ideológico. Esta ideología del género construye unas identidades, unos roles de comportamiento asociados que dictaminan lo masculino y lo femenino, qué es ser hombre y qué es ser mujer.
El TERF (Trans-exclusionary Radical Feminism) o feminismo radical trans- excluyente, es identificada como una corriente del feminismo radical que abiertamente rechaza a las personas trans como parte del movimiento feminista. Si la naturaleza sexual se concibe como inmutable, el lugar de lo trans en la propuesta teórica feminista radical sería una suerte de reproducción de la dimensión ideológica del género. Lo que lleva a preguntarnos ¿se pueden desarrollar posturas transincluyentes dentro del sistema sexo-género propuesto por las feministas radicales, ya que parte de la asunción de que existe un sexo biológico natural?
Aunque muchas feministas radicales cuestionaron los discursos transexcluyentes dentro de esta corriente, tratando de separarse de lo TERF, consideramos que es importante preguntarnos si realmente existe cabida para concebir lo trans en los postulados teóricos del feminismo radical. La crítica desde miradas antirracistas, transfeministas, decoloniales, lesbianas puede darnos algunas pistas.
Miradas críticas a los postulados TERFs
La idea esencialista y biologicista de la Mujer. Como venimos mencionando, uno de los ejes sobre los que se articulan los postulados TERFs tiene que ver con la definición del sujeto del feminismo entendiéndolo como “un movimiento de mujeres para mujeres” (Tomado de pintas de baños y discursos escuchados en espacios feministas). Sin embargo, esta definición de lo que es “ser Mujer” está atravesada por planteamientos esencialistas y biologicistas. Al oponerse a la idea de que “ser mujer es un sentimiento” (Tomado de pintas de baños UNAL), idea que puede ser complejizada, las feministas transexcluyentes han caído en la definición de “la Mujer” como hecho biológico a partir de sus genitales. Este es un problema que históricamente ha sido señalado por el feminismo negro y el feminismo decolonial frente a los postulados del feminismo blanco y occidental, siendo la corriente TERF una herencia de ese feminismo hegemónico.
Así pues, al igual que lo que ocurre con los primeros planteamientos del feminismo blanco, el “sujeto mujer” planteado por la corriente TERF pareciera que se acercara más a un modelo de Mujer blanco, burgués y biológico, dejando por fuera a una gran diversidad de mujeres y de formas de serlo. La biologización y esencialización que se hace del “sujeto Mujer” desconoce que, en palabras de Mara Viveros:
El racismo y el sexismo comparten una misma propensión a naturalizar la diferencia y la desigualdad social de tres maneras, por lo menos. La primera, ambos acuden al argumento de la naturaleza para justificar y reproducir las relaciones de poder fundadas sobre las diferencias fenotípicas. La segunda, ambos asocian estrechamente la realidad “corporal” y la realidad social, anclando su significado en el cuerpo, locus privilegiado de inscripción del carácter simbólico y social de las culturas (Kilani 2000). La tercera, el sexismo, como el racismo representan a las mujeres y a los otros como grupos naturales, predispuestos a la sumisión. (Viveros, 2009, p. 66)
Es así como, a partir de los planteamientos TERF, se termina reificando a “la Mujer” como un hecho biológico y predispuesto siempre a la sumisión. Este discurso también desconoce elaboraciones teóricas que han realizado los feminismos negros y decoloniales que se preguntan por las imposiciones coloniales y las construcciones sociales, resaltando que, así como el género, el sexo es un discurso de poder que ha sido construido socialmente y que por lo tanto no es inmutable, y que la división sexo/género podría asemejarse con la división que se hace de naturaleza/cultura.
Por otro lado, para María Lugones el género fue una imposición colonial y quienes habitaban en los territorios colonizados no eran considerades ni hombres ni mujeres, sino que eran entendidos como “machos” y “hembras”. Si el objetivo del feminismo radical y la corriente TERF es la abolición del género ¿por qué se insiste en fijar las categorizaciones binarias, coloniales y capitalistas?
La búsqueda por ser reconocida como “la mujer verdadera” ¿no carga consigo una aspiración de blanqueamiento y de asimilación a la categoría colonial que, como lo plantea Lugones, es homogénea, anatómica y separable? Ir más allá de la búsqueda de definición de un “sujeto mujer” como sujeto válido de la acción feminista, permite ampliar la potencia transformadora del feminismo, como propone Lugones:
La tarea de la feminista decolonial comienza por ver la diferencia colonial, enfáticamente resistiendo su propio hábito epistemológico de borrarla. Al verla, ella ve el mundo con nuevos ojos, y entonces debe abandonar su encantamiento con “mujer”, con el universal, y comenzar a aprender acerca de otros y otras que también se resisten ante la diferencia colonial. (2011, p. 115)
Lo TERF y el Régimen Heterosexual. Tomando como base el sistema sexo-género del feminismo radical, la diferencia sexual biológica es –además- el fundamento del régimen heterosexual (Curiel, 2013, p. 109). Reconocer el carácter político de la heterosexualidad desde y en el movimiento feminista, pasa por caracterizarla como una institución, un régimen: la heterosexualidad obligatoria. La heterosexualidad está indisolublemente ligada a la división sexual del trabajo, necesaria en las relaciones capitalistas. Entonces, la naturalización del sexo que proponen los discursos TERFs se sitúa más en el apuntalamiento de estas relaciones de explotación, dominación y opresión más que en su desestabilización. Por el contrario, como propone Curiel (2013), las sexualidades disidentes de la heterosexualidad obligatoria, que transitan más allá́ de esas categorías binarias y dimorfistas son las que “desestabilizan la relación entre cuerpo, género y deseo”, transgrediendo el sistema sexo-género.
Por otro lado, Yuderkys Espinosa va un paso adelante mirando desde una especificidad latinoamericana los movimientos sociales de reivindicación de género y sexualidad. Espinosa sitúa el origen de estos movimientos en el tiempo y lógica de la modernidad y critica las pretensiones universalistas y generalizables que pueden deducirse de ellos. Así plantea:
Un análisis de estos movimientos en su compleja trama de producción de ideas, discursos y luchas internas por obtener el control del proyecto político y la interpretación del problema de “las mujeres” y el sujeto “no- normativo”, “disidente sexual” o “disidente de género” (Espinosa, 2017, p. 3).
Esta propuesta sostiene que, si bien las disidencias sexuales y de género cuestionaron la unidad del sujeto mujeres, esta no puede sustituirse por una nueva unidad; la del sujeto abyecto del género y la sexualidad, e insiste en que:
No deberíamos olvidar que el dispositivo de la sexualidad, al menos como ha sido documentado por Foucault, surge en el siglo XIX dentro del contexto europeo como “mecanismo de regulación de la sexualidad burguesa”, por lo que desde sus inicios está marcado por la idea de raza, la sociedad de clases y el legado colonial (Leticia Sabsay, 2014, p. 52 en Espinosa, 2017, p. 5).
Entonces, se considera que el sistema sexo-género y la heterosexualidad obligatoria no son ejes de la dominación patriarcal únicamente, sino también capitalista y colonial, que son reproducidos por los discursos TERF en sus bases teóricas binarias y dicotómicas. Las miradas críticas de los discursos trans-incluyentes nos invitan a problematizar estas teorías en el contexto histórico latinoamericano cuestionando “las condiciones históricas geopolíticas que lo producen, desentrañando, en el caso del sujeto colonial, las operaciones de resistencia y asimilación que lo trastocan” (Espinosa, 2017, p. 4).
Racismo y clasismo en la corriente TERF. Precisamente por estas condiciones históricas y geopolíticas es que, además de la violencia que genera lo TERF en las personas trans por su decisión de género y sus maneras de manifestarse, es importante decir que esta opresión no tiene ese único origen, pues, producto de la primera surgen imbricaciones inseparables en cuanto a clase y raza que encarnan estos cuerpos. “En Latinoamérica las personas trans no son solo trans: son trabajadoras sexuales, indígenxs, cimarronxs, negrxs, activistas, defensorxs, abogadxs, profesorxs, migrantes, lesbianas, bisexuales, gays. En el pensamiento de mujeres blancas y europeas del siglo pasado no caben sus experiencias” (Volcánicas, 2022).
Bien nos recuerda Espinosa (2017) que “el estallido y desestabilización del sujeto mujer universal del feminismo provino del cuestionamiento de lesbianas negras, latinas y de color” (p. 7), también de las trans y disidencias. Es decir, de las que estaban por fuera de la norma y de esa figura hegemónica de mujer, blanca, pura, educada y femenina. Por eso resulta tan incoherente que mujeres del Sur Global defiendan el feminismo radical, incoherente porque para las que lo plantearon desde Europa, aquí ninguna entraría por completo en esa categoría de Mujer, ni de blanquitud, ni de clase, ni de la combinación de estas que marca nuestros cuerpos. Viveros, apoyándose en la pensadora del Black Feminism Patricia Hill Collins, explica cómo estos se confundan mutuamente:
El racismo y el heterosexismo son sistemas de opresión que se fundamentan el uno en el otro para existir. Sus interrelaciones son las que han permitido asumir que todas las personas negras son heterosexuales y que todas las personas LGBT son blancas, distorsionando las experiencias de las personas LGBT negras y trivializando la importancia de la sexualidad en el racismo y de la raza en el heterosexismo (Collins, 2005, en Viveros 2009, p. 73).
Quienes somos atravesadas por las opresiones somos quienes comenzamos a cuestionarlas, pero al tiempo, desde posiciones privilegiadas, tenemos el importante papel de cuestionarnos y comprender las relaciones estructurales que nos atraviesan para pensar en otras formas posibles de existir y compartir este mundo, haciendo frente a un cis-tema cargado de violencias históricas y relacionadas, como bien lo plantearon desde la colectiva del Río Combahee al proponer:
Un análisis y una práctica basados en el principio de que los sistemas de opresión racial, sexual, heterosexual y de clase estaban interrelacionados de tal forma que era difícil distinguirlos en la experiencia concreta de las mujeres racializadas (o trans), y planteó la necesidad de constituir un espacio político de alianzas y luchas comunes en relación con las complejas intersecciones constitutivas de las relaciones de subordinación a las que se enfrentan las mujeres concretas, respondiendo no sólo a la dominación de género y de clase, sino también al racismo y al heterosexismo (y a la transfobia) (Combahee River 1982, en Viveros, 2009, p. 67).
Es así como identificar las características de lo TERF pasa no únicamente por comprender sus postulados frente a la construcción del género, sino que es clave dar cuenta de que el género se construye no como un proceso aislado, sino que opera en articulación con construcciones de raza, clase y sexualidad.
Implicaciones de los discursos TERF en América Latina. Resulta preocupante la relación que tienen los discursos feministas radicales con el conservadurismo político y la manera en que las personas del común repiten y fomentan discursos TERF, antiderechos, esencialistas y demás, pero esta no es una cuestión nueva, hace años ya advirtió Rita Segato (2018) que la demonización del término “ideología de género” y todo lo relacionado a esta se tergiversa y se usa como herramienta para infringir temor en quienes por desconocimiento consideran que pensar el género les afectará directamente en su subjetividad y la de sus familias.
Ejemplos como el voto por el “No” en el plebiscito por el Acuerdo de Paz en Colombia[1], el triunfo de gobiernos conservadores en distintos países, los discursos moralistas y la fuerte violencia en las manifestaciones sociales, “acaban por demostrar de forma irrefutable, la relevancia de la embestida familista y patriarcal en sus respectivas estrategias” (Segato, 2016, p. 15).
Entonces, considerando este gran trasfondo político y la instrumentalización de categorías como el género, el rechazo a lo trans y otros pensamientos conservadores deberían generarnos más que simples reacciones, muchas preguntas. Yuderkis Espinosa plantea estas en 2010 desde y para América Latina, cuya vigencia es indiscutible:
Cuando se ha instalado como nunca una reflexión sobre el sujeto y los cuerpos del feminismo [...] ¿quiénes han ocupado el lugar material de esta reflexión postergada y por qué la preocupación se ha limitado al cuerpo sexuado y generizado, sin poder articularla a una pregunta por la manera en que las políticas de racialización y empobrecimiento estarían también definiendo los cuerpos que importan en una región como Latinoamérica? ¿Cómo ha sido posible que el feminismo latinoamericano no haya aprovechado este estallido de producción teórica sobre el cuerpo abyecto para articular una reflexión pendiente y urgente sobre los cuerpos expropiados de las mujeres dentro de la historia de colonización geopolítica y discursiva del continente? ¿Cuándo se ha abierto dentro de los movimientos sociales, y en particular, dentro del feminismo, un espacio para la visibilidad y recuperación de posiciones de sujeto antes no reconocidas? ¿Qué cuerpos han pasado a ser objeto de la representación de este olvido y cuáles han quedado una vez más desdibujados y por qué? (Espinosa 2010ª, p. 40, en Espinosa 2017).
Estas preguntas nos llevan a pensar en cómo la falta de representación y la negación de cuerpos otros niegan también la existencia de estas personas y la validez de sus deseos, reflejando una intención implícita de omitirlas del panorama, de borrarlas de la historia e de ignorarlas para no tener que pensar en cómo mejorar sus condiciones de vida y asumir, bajando la cabeza, las imposiciones coloniales, patriarcales, y capitalistas que llevan a encajar todo dentro de ciertas categorías hegemónicas que mantienen jerarquías sociales.
Marlene Wayar, activista travesti psicóloga, educadora y comunicadora argentina, por ejemplo, reivindica el ser travesti como identidad política que se resiste a encajar en las categorías binarias y coloniales de mujer y hombre, en sus palabras:
Hay algo indiscutible: existíamos, vivíamos en armonía, en comunidad con diferentes roles. Lo que se ha podido ir rescatando es que había una cosmovisión de que cada ser humano es una unidad en sí misma, que no hay dicotomías (2021, p. 23).
En su investigación Wayar habla de la existencia travesti en la época precolombina, y hace todo un recuento histórico de la presencia trans en la historia, recuperando memorias y reconociendo que los cuerpos e identidades disidentes están y han estado siempre en nuestras sociedades, de maneras más orgánicas y ecológicas que las impuestas por los discursos excluyentes, que especialmente desde Latinoamérica pueden ser refutados. Pues precisamente al analizar el origen de las categorías hegemónicas y binaristas es que podemos relacionar su imposición con los objetivos de este sistema-mundo europeo / euro-norteamericano capitalista / patriarcal moderno / colonial y heterosexual (Grosfoguel, 2010, en Curiel, 2012, p. 49), que hace necesario, entonces, dividir a la población en hombres y mujeres para que pueda funcionar adecuadamente la división sexual del trabajo, y con ella la apropiación del trabajo de los cuerpos feminizados, de la misma manera que resulta necesario categorizar incluso a los cuerpos disidentes y trans en hombres y mujeres, porque cualquier existencia por fuera de la norma resulta en una amenaza.
Para Wayar, la reivindicación de lo travesti incluye también no asumir una categoría impuesta así sea otra. Incluye una mirada crítica a las lógicas capitalistas y a las reivindicaciones falsas que siguen reproduciendo las mismas lógicas hegemónicas, que se materializa, por ejemplo, en no registrar el cambio de género en el documento de identidad que solo tiene opciones dicotómicas: “H” o “M”, pues ya no sería ella, no sería travesti sino mujer, y perdería no solo el valor de su diferencia, sino también la autoridad para hablar de y por la comunidad trans, travesti y no binaria (Wayar, 2022). En este sentido, sería importante resaltar a nivel de Colombia la sentencia T-033 de 2022, según la cual el género “no binario” está incluido en los marcadores del esquema de identificación de la ciudadanía en el país.
Discursos TERF en Colombia
Como hemos visto, las raíces teóricas en las que se justifica el TERF vienen del feminismo escrito fundamentalmente por mujeres blancas del norte global. Cuando toman fuerza los discursos TERFS, se traducen en posturas políticas en contra de las personas trans, suponiendo un retroceso en materia de derechos. El impacto que tiene en América Latina el discurso TERF se articula con otras posturas conservadoras para oponerse a los avances en materia de derechos sexuales, reproductivos y de identidad de género; sirviendo de justificación y de retroceso de conquistas políticas. Algunos ejemplos giran alrededor de cómo las feministas se movilizaron en el marco de Asamblea 52 de la Organización de los Estados Americanos (OEA), “Juntos contra la desigualdad y la discriminación” en Lima, Perú, en 2022, exhibiendo carteles con la frase: “a la mujer la define la biología, no la ideología”. También el caso de las críticas desde sectores católicos hasta feministas en contra del nombramiento de Matilda Gonzáles Gil, reconocida activista trans, como miembro de la Secretaría de la Mujer y Asuntos de Género de la Alcaldía de Manizales en 2020[2].
La llegada de los discursos TERF a América Latina se produce, entre otros, a través de los espacios académicos y los escenarios culturales. En Colombia, una de las feministas que se alinea con posturas trans-excluyentes es Carolina Sanín, académica y columnista. Bajo el paraguas de una visión crítica del género expone uno de los ejes que justifican el argumento TERF: el borrado de las mujeres (cisgénero). Según el TERF, la ideología de género –dogma trans como lo denomina Sanín- niega el sujeto del feminismo, la Mujer, condenándolo al ostracismo. El borrado de mujeres puede explicarse en los términos en que Ahmed sitúa a los Otros que “amenazan con llevarse lo que "tú" tienes, como sujeto legítimo (del feminismo) (por eso, “tu” debes) manifestar una cierta indignación en contra de estos otros ilegítimos que invaden (el feminismo)” (Ahmed, 2014, p. 20)
“Un mundo sin mujeres” es un artículo donde Carolina Sanín desarrolla estos discursos y los expone concretados en el comentario de un caso de un hombre trans embarazado. Partiendo de las concepciones teóricas que entienden el sexo como algo biológico, ignorando su componente ideológico, afirma que “si el hombre que se presenta como hombre está gestando a un hijo, puede estarlo porque es una mujer, no un hombre” (Sanín, 2017). De lo que se deduce que ser mujer es tener vulva, útero y poder gestar.
El caso de Sanín es paradigmático, pero hay otros muchos medios de difusión del discurso TERF en América Latina a través de medios de comunicación, en espacios académicos y cada vez en más espacios políticos y feministas en particular. En el movimiento feminista, impacta difundiendo estas teorías que llaman a defender la unidad de las Mujeres, y luchar contra su borrado. No podemos olvidar que:
la acción política de las mujeres (en América Latina) se ha dado frente a las políticas económicas y sociales discriminatorias, las dictaduras y los caudillismos, el machismo y el racismo. La construcción del sujeto político crítico se ha construido bajo una idea de liberación en función de estos fenómenos” (Curiel, 2007, p. 17)
Esta paradoja muestra a algunas feministas TERF más preocupadas por definir quién es una Mujer de verdad que por articularse contra los problemas de nuestra región.
Discusiones con lo TERF en los baños de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia
La precariedad laboral que usualmente atraviesa a las personas trans, su exclusión de ciertos espacios y contextos las lleva a una condición de empobrecimiento y a tratar de habitar espacios de la ciudad en los que sus cuerpos no sean negados ni prohibidos, espacios apropiados en los que se sientan más acompañadas. Esta separación de los espacios es fruto de los intentos por cuestionar y dominar cuerpos ajenos de diferentes maneras, ya sea negándoles su identidad o negándoles el acceso a ciertos lugares. Un ejemplo de ello son los baños de “Mujeres”.
Uno de los espacios donde estos discursos han hecho eco es en la Universidad Nacional sede Bogotá. Esto se ha hecho visible a través de algunas pintas de las TERF en las paredes del campus, especialmente en los baños. Consideramos que no es casual que esto ocurra allí, ya que los baños son uno de los espacios donde se hace énfasis en la división dicotómica del género hombre/mujer, división marcada principalmente por los genitales. Siguiendo a Doreen Massey en su definición del espacio:
como producto social el espacio es, en su misma constitución, lleno de, empapado de, poder social (...) y el poder, como sabemos, tiene múltiples formas (económica, política, cultural; dominación, igualdad, potencia) y se realiza ‘en relación’, entre una cosa (persona, nación, región, lugar) y otra (...) y por eso a su vez, el poder tiene una geografía (2007, p. 1)
Así, en los baños hay una inscripción y distribución de poder que, por un lado, pasa por dicotomizar los cuerpos y disciplinarlos: fijar a cada unx en el espacio que le corresponde; pero, por otro lado, como veremos más adelante, es un espacio también en disputa. Ahora bien, frente a la fijación del binarismo del género, encontramos lo siguiente en la Facultad de Ciencias Humanas y en el edificio de Posgrados de Humanas:
Fotografía 1. Facultad de Ciencias Humanas
Fotografía de Cristina Rubio Salcedo, Daniela Henao Álvarez y Lina Zuleima Porras Herrera (2022)
Fotografía 2. Posgrados de Ciencias Humanas
Fotografía de Cristina Rubio Salcedo, Daniela Henao Álvarez y Lina Zuleima Porras Herrera (2022)
En la primera imagen observamos que hay 3 letreros que anuncian que el baño que se encuentra allí es para mujeres: mujeres, mujeres, mujeres. Este anuncio parece ratificar que sólo pueden ingresar allí quienes ¿luzcan como una mujer? ¿tengan vagina? Más allá de dar una información, pareciera que estos anuncios intentan frenar el ingreso, no sólo de hombres, sino de cualquiera que transgreda el binarismo hombre/mujer. En la segunda imagen, este recelo de mantener un baño de mujeres para Mujeres se hace más explícito ya que arrancan un sticker que reclama “TAMBIÉN ES MI BAÑO”.
Fotografía 3. Facultad de Sociología
Fotografía de Cristina Rubio Salcedo, Daniela Henao Álvarez y Lina Zuleima Porras Herrera (2022)
Pero en los baños no sólo se busca establecer la dicotomía del género, sino que también intenta definirse qué es una Mujer. Siguiendo con Massey: “‘la identidad’ de cada lugar es producto de negociación, conflicto, contienda entre distintos grupos, grupos con intereses materiales, y posiciones sociales y políticas distintivas” (2007, p. 9), y es aquí donde aparecen las pintas TERF: “Hermanas RADFEM somos muchas”, “De sentimientos de machos no copeo”, “Ser mujer es una realidad, no un sentimiento o una energía tanto como la feminidad es una imposición y debería ser una opción”). Estas pintas las registramos en los baños del departamento de Sociología. En la Fotografía 3 se apela nuevamente al discurso de que ser mujer no es un sentimiento, argumento que, como mencionamos anteriormente, suele usarse para definir a la Mujer a partir de la biología, asociada a una genitalidad determinada.
En las pintas se apela a la hermandad de las feministas radicales. Esto podría entenderse como una expresión de la sororidad que ya ha sido cuestionada por las feministas negras y decoloniales ¿hermandad entre quienes?, ¿entre mujeres blancas de clases privilegiadas?, ¿entre mujeres con vagina? Así mismo, esto se conecta con la crítica a la creencia de la “unidad en la opresión”.
En ese mismo baño encontramos otra pinta que es una declaración explícita de las feministas transexcluyentes: “en este baño no entran personas no binarias ni trans”, su enunciación es tachada y reemplazada por “Mujeres”. Hemos visto cómo las pintas TERF se alinean en esa defensa de los baños como un espacio sólo para Mujeres, es decir, Mujeres-con-vagina según sus lineamientos políticos. Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿cuál sería el espacio para personas trans según estas feministas? ¿los baños de hombres?
Si las jerarquías se construyen juntamente con el espacio, tampoco es casual que estas pintas aparezcan en Sociología, Posgrados y la Facultad de Ciencias Humanas. Nuestra hipótesis es que, si bien estos son lugares donde las resistencias feministas han sido fuertes, también son lugares donde estudian mujeres que ostentan ciertos capitales económicos y culturales que coinciden con las características de quienes se enuncian desde lo TERF. No es casual tampoco que estas disputas se den en medio de la Universidad, un lugar donde, a pesar de los cuestionamientos, se mantiene un enfoque eurocéntrico en la construcción del conocimiento que implica la concepción del “otro” como objeto de estudio y, en este caso, de debate, pero no una aproximación de la comprensión de un “otro” como sujeto que también construye conocimiento y que existe. En el plano epistémico, relegar a las personas trans a ser siempre un “objeto de estudio” y no un sujeto que produce conocimiento, reproduce no sólo los marcos eurocéntricos de distinción respecto a los temas de estudio, sino unas lógicas patriarcales binarias alineadas con la estructura de dominación. Frente a esta espacialización de los discursos TERF, un rayón anota que “mucha terfa está en sociología”.
Fotografía 4. Facultad de Sociología
Fotografía de Cristina Rubio Salcedo, Daniela Henao Álvarez y Lina Zuleima Porras Herrera (2022)
Fotografía 5. Posgrados de Ciencias Humanas
Fotografía de Cristina Rubio Salcedo, Daniela Henao Álvarez y Lina Zuleima Porras Herrera (2022)
La Fotografía 5 nos dirige a Massey nuevamente, ya que, si los espacios están abiertos a la política, esto significa que pueden ser transformados. Ante los rayones TERF que han hecho aparición, otros han sido escritos para resistir. Como lo plantea Massey: “de vez en cuando hay que poner en duda el acuerdo hegemónico, hacer explícito y visible el acuerdo y su geometría de poder – y eso es el momento político” (2007, p. 10). Además, “es el espacio lo que plantea la cuestión política más fundamental: ‘¿como vamos a vivir juntos; a convivir, co-existir?’ El espacio nos ofrece el desafío (y el placer y la responsabilidad) de la existencia de ‘otros’” (2007, p. 8). Nos ofrece la posibilidad de abrir discusiones, proponer espacios y pensar en estrategias pedagógicas que más que revictimizar logren abrazar la diferencia y sean plataformas para construir desde allí nuevas relaciones entre quienes comparten un espacio múltiple y con tanto potencial transformador como es la Universidad Pública.
A modo de conclusión
La Universidad Nacional, espacio donde confluyen todo tipo de personas, debería ser un ejemplo de apertura, escucha y propuestas materiales distintas basadas en lo que aprendemos en las aulas. Un comienzo para abordar esta situación podría ser explorar las experiencias de otras universidades donde se han implementado baños mixtos o neutros, en lugar de solo cubrir a medias con pintura beige las inscripciones en las paredes. Es claro que quienes toman estas decisiones, si bien no expresan provenir de lo TERF, en su privilegio y desde sus oficinas, no se hacen preguntas por estos otros cuerpos y seres que tienen derecho a los espacios del campus como les otres estudiantes.
En definitiva, consideramos tarea de primer orden ampliar las discusiones críticas al respecto, tanto en el movimiento feminista como en los espacios académicos. En el ámbito que nos ocupa, planteamos necesario romper con la reproducción en la arquitectura, en el espacio, y en nuestros discursos de las lógicas binarias hegemónicas, a las que resisten personas como Wayar y los cuerpos disidentes, que perpetúan los discursos TERF; así como contribuir a las críticas a los postulados transexcluyentes en el ámbito académico y cotidiano de la Universidad.
Recibido: 19/07/2023
Aceptado: 21/12/2023
Referencias Bibliográficas
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* Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas, Maestría en Estudios Culturales. Seminario de Feminismo Decolonial. Bogotá, Colombia.
** Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas, Maestría en Estudios Culturales. Seminario de Feminismo Decolonial. Bogotá, Colombia.
*** Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas, Maestría en Estudios Culturales. Seminario de Feminismo Decolonial. Bogotá, Colombia.
[1] El plebiscito sobre los Acuerdos de paz de Colombia de 2016 fue el primer mecanismo de refrendación para aprobar los acuerdos de paz entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (Farc-Ep). En dicha votación ganó el “No”, pero de igual modo los acuerdos se llevaron aprobaron.
Por esas mismas épocas latinoamérica vivió los mandatos y triunfos de gobiernos conservadores como el de Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia y Enrique Peña Nieto en México. Estos mandatos tradicionales recibieron como respuesta fuertes manifestaciones sociales en todo el territorio de Abya Yala, que fueron fuertemente reprimidas por fuerzas policiales y militares en cada país, y dieron como resultado posturas divididas entre la población civil.
[2] Pueden profundizar en la cuestión de las alianzas entre feministas TERF y sectores religiosos y conservadores en los artículos: Volcánicas (2022) El terfismo en América Latina: un borrado histórico de las personas trans y Fondo Lunaria (2023) BIENVENIDA LA LIBERTAD: REFUTANDO POSICIONES ESENCIALISTAS Una aproximación al feminismo transexcluyente en Colombia.