BORDAR MEMORIA

 

EMBROIDERING MEMORY


Colectiva Bordamos por la Paz Córdoba*

 

 

Resumen

En este trabajo presentamos un registro de la acción político-artística que la colectiva Bordamos por la Paz Córdoba lleva adelante desde el año 2012, colectiva que se ocupa de la denuncia de diferentes casos de violencia a partir de la práctica del bordado, y de la ocupación de espacios públicos.  

 

Palabras claves: bordados - memoria - denuncia - artes menores

 

 

Abstract

In this work we present a record of the political-artistic action that the collective Bordamos por La Paz Córdoba has been carrying on since 2012; a collective that deals with the denunciation of different cases of violence from the practice of embroidery and from the occupation of public spaces.

 

Keywords: Embroidery - Memory - Denunciation -  Minor Arts

 

 

Bajo la consigna “Una víctima, un pañuelo”, tomamos espacios públicos para bordar femicidios, transfemicidios, desapariciones, asesinatos. Nuestra política de acción es entender que cada pañuelo da lugar a los nombres, vidas, historias de las víctimas, construyendo una maquinaria de visibilización y denuncia. No son estadísticas, son historias que exigen justicia y un lugar en la memoria colectiva.

La colectiva nace en resonancia con el proyecto Fuentes Rojas, de la Ciudad de México. Desde ese momento, hemos accionado en plazas, museos, escuelas, centros de detención clandestina, espacios de memoria, entre otros. Nuestra acción busca poner en tensión las formas de hacer memoria, la utilización del espacio público, el propio campo artístico, las formas colectivas de trabajo. Para nosotras, el bordado es un ritual que intenta hablar sobre lo inexplicable y, al mismo tiempo, organizar la furia que nos provoca. Sabemos que la furia y la paz generan un conflicto semántico sobre nuestro trabajo: lo asumimos, y le damos cauce en cada trazo, en cada tramo a bordar, en cada historia que tomamos y contamos.

Las diferentes colectivas bordadoras de América Latina, red de las que formamos parte, definen sus objetivos, su modo de organización, así como su logística y formas de ocupar los espacios públicos. Esta acción en red, pone en cuestión una compleja capa de sentidos dados sobre el bordado, en tanto práctica ancestral, histórica.

Dentro de las artes, el bordado ha sido considerado tradicionalmente como un arte menor, meramente decorativo que, además, se realiza dentro del espacio íntimo de la casa, siempre asignado a las mujeres, de allí su marginalización. En Las bordadoras del arte. Aproximaciones estéticas feministas, Francesca Gargallo Celentani indica la necesidad de seguir “desubicando la figura del genio creador” (2020: 16), esa figura eurocentrista de carácter individual, dominante, en vínculo directo con la divinidad, portavoz de una verdad absoluta. Para operar sobre esa urgente desubicación, Gargallo sugiere proponer al mundo las sensaciones producidas por esas prácticas que el sistema patriarcal no considera bellas artes porque las realizaban principalmente mujeres” (2020: 19). Desde la mirada de varixs investigadorxs sobre esta cuestión, se observa una constante reflexión sobre la minorización de la práctica, su reclutamiento al hogar, pero al mismo tiempo, su potencia rebelde. Fue la historiadora Rozsika Parker (1984) quien nombra a su estudio “la puntada subversiva”, para abordar esta rebeldía y esta insurrección a las formas históricas de entender el bordado.[*]  

Desde esa misma perspectiva, nosotras tomamos “lo menor” o “minoritario”, desde las reflexiones de Gilles Deleuze y Félix Guattari (2008), que le asignan a lo minoritario una potencia de disrupción, variación, sobre las lógicas de lo mayor, es decir, lo estandarizado, normalizado. Desde este enfoque, la práctica del bordado deviene práctica que discute, interrumpe, y pone en jaque, no sólo “el gran” arte, sino que también se construye como herramienta de denuncia y de acción política. Aquí la aguja es arma política, trama de sentido y batalla. Pero también subvertimos la espacialidad histórica del bordado, y llevamos nuestros pañuelos a la calle, a las plazas, al espacio público. El bordado ya no es una acción que se desarrolla dentro de las puertas del hogar, sino que se desplaza, busca otro territorio, se vuelve visible, colectivo, comunitario. Rompe con el estereotipo que lo piensa como una práctica decorativa, para transformarse en una acción que permite visibilizar y hacer memoria. Es por esto que, en cada encuentro que hacemos, las repercusiones entre lxs transeúntes son significativas. Hay una situación que se repite en cada Plaza: personas que, desde lejos, ven pañuelos bordados, y les llaman la atención. Se acercan, con alguna expectativa que desconocemos y, frente a los pañuelos, quedan en silencio. En absoluto silencio, frente a esos fragmentos de lienzo, que exponen hechos de violencia, historia de muerte y dolor. A veces, algunas personas deciden quedarse a bordar, piden un pañuelo, eligen hilos, piden que les enseñemos a bordar. El ritual siempre es diferente, pero también es igual: siempre implica la reunión, el armado de los pañuelos, su exhibición, el bordado colectivo, el reparto de hilos y agujas, los cuadernos en los que anotamos quién borda cada caso, el silencio y la palabra, el tiempo para compartir, y el tiempo para callar, el tiempo para pensar cómo bordar / abordar esas historias.

En un mundo patriarcalizado, capitalista, las colectivas de bordadorxs por la paz, proponen una acción pequeña, detallista, de tiempo lento y pausado. Es decir, una acción anticapitalista, un ejercicio de memoria colectiva y comunitaria. Pero también, ponemos en valor otros saberes, diferentes de los estandarizados, cierto “pensar con las manos” (Rivera Cusicanqui, Silvia, 2018: 86), que implica recuperar no sólo otras formas de conocer -diferentes a las que propone el paradigma cientificista- sino también el lugar del cuerpo en esa acción. Bordar, entonces, genera conocimiento en comunidad, pero también activa políticas de memoria y cuidado colectivo. Aquí, el tejido es denuncia, pero también es construcción de comunidad.

Actualmente, en América Latina, existen decenas de colectivas que llevan adelante prácticas de activismo textil, recuperando los saberes menores, para transformarlos y armar tramas de organización y resistencia. Allí, los hilos nos unen y nos potencian. Nos permiten entender otras formas de existencia artística, otros activismos posibles, modos de estar, proponer, accionar, en los cuales los paradigmas patriarcales van diluyéndose, para permitirnos imaginar, como dicen lxs compañerxs zapatistas, un mundo donde quepan muchos mundos.

 

 

Recibido: 27 de junio de 2022

Aceptado: 9 de agosto de 2022


 

Referencias Bibliográficas 

Colectivos Bordados por la paz, Bordamos por la paz y Bordando por la paz (2014). Bordados de paz, memoria y justicia: un proceso de visibilización. Grafisma.

Deleuze, Gilles y Guattari, Félix (2008). Kafka. Por una literatura menor. Era.

Gargallo Celentani, Francesca (2020). Las bordadoras del arte. Aproximaciones estéticas feministas. Viceversa.

Parker, Rozsika (1984). The Subversive Stitch. Embroidery and the making of the femenine. The Women’s Press Limited.

Rivera Cusicanqui, Silvia (2018). Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis. Tinta Limón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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* Integrada por Claudia Abichain, Carola Margara, Sandra Mutal, Daniela Martín. Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.

[*] Este estudio no ha sido traducido, pero es citado con frecuencia en las diferentes investigaciones sobre la historia del bordado y de las diversas prácticas textiles. Su título completo es: “The Subversive Stitch. Embroidery and the making of the feminine” (traducción: La puntada subversiva: el bordado y la construcción de lo femenino).