EL PENSAMIENTO DE CHRISTINE DE PIZÁN: EDUCAR PARA CONSTRUIR UNA CIUDAD DE MUJERES

 

THE THINKING OF CHRISTINE DE PIZÁN: EDUCATING TO BUILD A WOMEN'S CITY


Sandra Alicia Salina*

Brenda Irina García Tito**

Resumen

 

Christine de Pizan, autora del Renacimiento, es reconocida en el campo de las letras como escritora profesional, proponiendo una crítica frontal a la tradición misógina dominante de la época. Indagamos aquí algunos puntos centrales de su obra literaria El libro de la ciudad de las Damas (Le Livre de la Cité des Dames, 1405) como datos de su vida directamente relacionados a su posibilidad de ser autora y de pensar la condición de las mujeres. En tal caso, entendemos su discurso como acción mediante el cual visibiliza la construcción de un nuevo rol para las mujeres en ese nuevo lugar que es la ciudad, siendo la educación común para las mujeres un punto imprescindible en su propuesta. Esto es, la educación, que en su caso fue excepcional y privilegiada en comparación con la de las mujeres de la época, en esta ciudad será común para todas y por ello justa. Así, la construirá utilizando un recurso retórico como la alegoría para dar vida y dialogar con tres damas virtuosas: razón, derechura y justicia quienes la ayudarán a desafiar la doxa de su contexto epocal, creyendo en sí misma y asentando las bases de la nueva ciudad que posibilitaría el surgimiento de un lugar propicio para la libertad, igualdad y emancipación de las mujeres.

 

Palabras clave: mujeres- educación- emancipación-utopía- ciudad.

 

 

Abstract

 

Christine de Pizan, author of the Renaissance, is recognized in the field of literature as a professional writer, proposing a frontal criticism to the dominant misogynist tradition of the time. We investigate here some central points of her literary work The Book of the City of Ladies (Le Livre de la Cité des Dames, 1405) as data of her life directly related to her possibility of being an author and of thinking about the condition of women. In this case, we understand her discourse as an action through which she makes visible the construction of a new role for women in that new place, that is the city, being common education for women an essential point in her proposal. That is, education, which in her case was exceptional and privileged compared to that of the women of the time, in this city will be common for all and therefore fair. Thus, she will build it using a rhetorical resource such as allegory to give life and dialogue with three virtuous ladies: reason, right and justice who will help her to challenge the doxa of her epochal context, believing in herself and laying the foundations of the new city that would enable the emergence of a place conducive to freedom, equality and emancipation of women.

 

Keywords: Women- Education- Emancipation-Utopia- City

 

 

Introducción

 

El presente artículo recupera la trayectoria de la escritora Christine de Pizan, autora del Renacimiento en la que se pueden notar influencias del pensamiento humanista propio del contexto epocal. Desde nuestro trabajo de investigación apostamos al reconocimiento y visibilización de la autora, considerando marcó precedentes en el pensamiento feminista, ya que en pleno siglo XV reflexiona respecto al rol asignado a la mujer, así como de la imagen construida respecto a ellas por autores reconocidos específicamente en el campo de las letras, donde ella interviene, por lo que sus escrituras siguen siendo un aporte a pensar en la contemporaneidad.

Es interés de las autoras establecer la relación que construye esta autora renacentista respecto al estatus de las mujeres, su rol y la relación que guarda con el conocimiento. Por ello consideramos su obra más importante, nombrada El libro de la Ciudad de las Damas (Le Livre de la Cité des Dames, 1405), una obra literaria dialógica mediante la que se apuesta a pensar a la mujer en diferentes sentidos y específicamente en el ámbito público, es decir, en un ámbito que no era común para las mujeres de la época sino todo lo contrario. Esto habilita a reflexionar respecto al rol históricamente asignado a la mujer, utilizando a su vez a la ciudad como ese espacio social y público en el que ella también podría intervenir y actuar. Al plantear ese nuevo espacio también hace alusión a diferentes tipos de mujeres, pero refiriéndose siempre a ellas como quienes están perfectamente dotadas para hacer ejercicio del poder, actuando de forma coherente y desde una postura ético política sin diferencia alguna con los varones a quienes acusa de difamarlas, asignándoles un lugar de inmoralidad el cual las inhabilitaba para el ejercicio de ciertas actividades o funciones.

Hipotetizamos que Christine denuncia que si la educación de las mujeres fuera la misma que la que se impartía a los varones se liberarían de acciones misóginas, ya que se reconocerían con el mismo estatus y en ese sentido realizar reclamos en ciertos espacios sociales y públicos, respecto a las asimetrías en las relaciones entre hombres y mujeres. Por ello, entendemos a partir de la lectura de su escrito que hay una búsqueda por el reconocimiento de las mujeres en dos sentidos posibles: por un lado, el reconociendo de la educación como un bien para todo ser humano, es decir, reconoce e insta a reconocer que las mujeres deberían tener el mismo acceso a la educación que cualquier varón, ya que poseen las mismas capacidades intelectuales. Y a la vez esta instancia sería central para que las mujeres hagan ejercicio y habiten un estatus que no les era ajeno, más aún teniendo otras posibilidades las cuales posibilitarían la participación en espacios y temas públicos, habitando más allá del que se les asignaba por su condición de mujeres.

Es lo dicho anteriormente lo que nos hace pensar a Christine como cierto antecedente dentro del pensamiento de los feminismos, notando el enlace entre su biografía y su escritura, esto es, de lo personal como político, ya que fue su trayectoria vital uno de los puntos de partida para reflexionar y hacer un cambio rotundo, politizando su escritura.

 

Christine de Pizan, una femme de lettres

 

Christine de Pizan (1364-1430), italiana de origen y francesa por adopción, fue hija de Tomasso da Pizzano, astrólogo y médico de Carlos V de Valois, quien por mandato hace que Christine "participe de todas las fiestas y divertimentos de la corte compatibles a su edad y fuera educada como una princesa" (Lemarchand, 1995, p. 11). Por el gran prestigio e influencia de su padre Christine disfrutó de las bondades de la Bibliothéque Royale ofrecidos por la corte de Carlos V de Valois, con el estilo renacentista que se encontraba en pleno auge. Pero contrariamente a la postura de éste, que la impulsa al estudio y la dedicación intelectual, su madre, se muestra defensora de la dedicación de su hija a las tareas hogareñas, lo cual pudo haber impedido que Christine en su juventud profundice y amplíe sus conocimientos.

En el año 1379 contrajo matrimonio con Estienne du Castel, un joven noble notario del rey, la cual estuvo fuera de ser una unión por conveniencia y resultó ser una década apasionada, como dirá la joven en una de sus baladas "ya desde la primera noche" (Lemarchand, 1995, p.15). Pero así también comienzan a sucederse una serie de hechos que trastocan la buena fortuna en la vida de nuestra joven autora como, por ejemplo, la muerte de la reina Juana de Borbón, la muerte de su padre y otros miembros importantes de la corte de los cuales Christine gozaba de favor y en 1389 le llega la mayor desgracia, la muerte de su esposo producida por la peste. En la situación de viudez y con tres hijos, comienza un camino de luchas para defender y recuperar sus bienes de manos de quienes en forma deshonesta se apropiaron de la dote de sus hijos. Estas desventuras llevarán a Christine a lanzarse al mundo de las letras y convertirse en femme de lettres (Lemarchand, 1995, p. 16). Tal es la decisión de abocarse a la literatura, que Christine se encierra en su estudio, dedicándose solo a la actividad intelectual.

En el año 1404 escribe La Mutación de Fortuna y allí se refiere justamente a su dedicación a la literatura como un cambio o ́mutación ́ haciendo referencia a que "Fortuna la convirtió en hombre para pilotear su nave" (Lemarchand, 1995, p. 16). Esta mutación significa, pues, también un cambio de papeles: de mujer encargada de las tareas domésticas a viuda que lleva el papel tradicional del hombre manteniendo ella su familia.

Christine comenzó sus primeros escritos enlazados al duelo por la pérdida de su esposo, con un notorio gusto por la escritura que se notan en la posterior composición de obras más largas para ganarse la vida, aunque esto implicaría considerar una perspectiva reducida de la personalidad de la autora, ya que sus escritos reflejan vivencias del ser mujer que cuestionan y polemizan con el pensamiento de la época medieval.

Como señala Marie-José Lemarchand (1995), debe tenerse en cuenta también que tanto el círculo familiar de Christine como el de la corte de Francia obedecen a un espíritu crítico y de libre examen basado en la experiencia, rasgos que anuncian la modernidad, así como el humanismo. Esto le permite a nuestra autora reivindicar la experiencia que tienen las mujeres de su propio cuerpo para contrarrestar el discurso misógino sostenido por la autoridad masculina, la cual se expresa en las doctrinas eclesiásticas y los tratados médicos.

La primera obra había sido la Epístola del dios del Amor (1399); luego habían venido Las Cartas de la Querella del Roman de Rose (1398-1402) para finalizar con su última obra El tesoro de la Ciudad de las Damas (1405). Con esta obra Chistine pasa a ser parte de la Querelle des Femmes, famoso movimiento de intelectuales de la época, reivindicativo de las mujeres y que combatía la postura misógina difundida, entre otros textos, en el Roman de la Rose (Fernández Gonzalez, 2007). Así, la autora ingresó en la escena intelectual parisina y dirán algunos críticos que de esta manera reafirma su papel de escritora, su voz y autoridad como campeona del sexo femenino. En este sentido, el punto culminante de la controversia de Christine con la tradición misógina fue su libro La ciudad de las damas - obra que la convierte en la primera escritora profesional -. La obra más destacada que lleva un período de más de treinta años de escritura centrada en la mujer. Es significativo remarcar que la alegoría de dicha obra es el proyecto antitético que propone en relación con la tradición misógina, al modo de escribir la historia y a la creación de un nuevo universo para las féminas.   

 

La condición femenina postulada en La ciudad de las damas

 

La autora pone en escena fuertes debates teóricos, filosóficos y políticos sobre la naturaleza, capacidad y valía de las mujeres. Mediante la ejemplaridad e invocación de mujeres notables de la historia, el problema antropológico del reconocimiento se resuelve demostrando la confluencia entre virtud y mujer en el espacio alegórico de la ciudad de las damas. Así, se coloca en un nuevo plano de reflexión para pensar temas como la condición femenina en relación con la historia de las mujeres y el poder político, interpelando de esta manera al momento histórico reinante y sobre todo el campo de las letras, espacio dominado por la voz masculina y la retórica misógina. Por ello su apuesta es pensar e invitar a reflexionar a las mujeres respecto a su condición a partir de su propio cuerpo, concebido como un ente en sí y no como un ente en defecto o invertido.

A partir de lo expuesto, nos centramos en algunos de los rasgos de la naturaleza femenina que denota el discurso de Christine, a partir de los cuales pone en discusión la igualdad de condiciones intelectuales y "virtudes" en relación con el hombre, entendiendo que sus manifestaciones son revolucionarias por la continua referencia o espíritu de igualdad respecto a las mujeres a quienes les habla, apelando a que ellas comprendan y se reconozcan iguales independientemente de ser varones o mujeres. Para esto en primer lugar y como punto de partida desafía a la doxa de la época, mediante su diálogo con la Dama Razón, quién se le acerca y le dice: 

 

Nos ha dado pena tu desconcierto y queremos sacarte de tu ignorancia que te ciega hasta tal punto que rechazas lo que sabes con toda certeza para adoptar una opinión en la que no crees, ni te reconoces porque sólo está fundada sobre los prejuicios de los demás. ... ¿Dónde anda tu juicio, querida? ¿Has olvidado que es el crisol donde se depura el oro fino, que allí ni se altera ni cambia sus propiedades sino todo lo contrario, cuanto más se trabaja más se depura y afina? ¿Acaso ignoras que lo que más se discute y debate es lo que más valor tiene? Piensa en las Ideas, es decir, las cosas divinas que mayor trascendencia tienen: ¿no ves que incluso los más grandes filosófos cuyos testimonios alegas en contra de tu propio sexo no han logrado determinar qué es lo verdadero o lo falso, sino que se corrigen los unos a los otros en una disputa sin fin? ... Tú pareces creer que todo cuanto afirman los filósofos es artículo de fe y que no pueden equivocarse (Pizán, 1995, p. 67).

 

Así, Christine desafiando los prejuicios de la época pone en cuestión un punto central: el saber filosófico, esto, para aportar desde su construcción retórica mediante la utilización de figuras alegóricas, un recurso literario para el diálogo, en el que realiza una práctica reflexiva, como modo de volver sobre sí misma en el que dialogando con las damas que se hacen presentes se desmontan supuestos de dominación que en este texto específicamente tienen que ver con la imágen construida por los doctos respecto de las mujeres. En este afán de su pensamiento reflexivo, aborda y responde preguntas en relación a las complejas situaciones de las féminas, así como propone preguntas simples a las damas en relación a la difamación que se realizaba, la cual la dejaba a ella en una situación de tristeza e impotencia. Es en ese simple y contundente diálogo que decide exhortar e invitar a las mujeres a pensarse a sí mismas, más allá de lo que dicen los hombres, quienes han decidido sobre la educación de las mujeres manteniendo el orden social vigente al cual las mujeres presentan sus quejas, dando cuenta del abuso de poder tanto verbal como físico que ciertos varones concretan.

Por esto, nuestras referencias a la importancia y trascendencia de su pensamiento, porque tras su condición femenina, se posiciona en defensa de ellas, asumiendo su lugar de mujer, con la firmeza y convicción necesaria para ganar terreno en el campo de las letras y cuestionando a los intelectuales de la época en sus ataques misóginos en acciones o expresiones, campo netamente de corte masculino. En este atrevimiento, visibiliza la historia desde el propio lugar de las féminas haciéndoles notar mediante su texto que todo aquello construido como verdadero es parte de continuas discusiones, esto es, que esas verdades indiscutibles son en realidad construidas y discutidas, pero justamente de esas discusiones no han sido partícipes por ser mujeres ni se ha llegado a ninguna verdad irrefutable.

Aquí el concepto de utopía nos permite nombrar a la "ciudad", construida en La ciudad de las damas, como ese objeto que trasciende la realidad en este caso de la autora, y de acuerdo al contexto en el que vivía, ella selecciona minuciosamente objetos que va eligiendo retóricamente para construir ese otro lugar - idealizado- para las mujeres. A partir de allí inferimos que hay en Christine deseos y ansias de justicia, específicamente para las mujeres, con quienes se hace parte y reconociéndose como tal, asume con certeza que la base para ser parte y lograr la "ciudad" que propone será necesaria la educación, cuestión negada a las féminas. Es así, que son Razón, Derechura[*] y Justicia quienes aportan a la construcción de ese lugar, una ciudad justa donde la educación apunta a la construcción de mujeres ilustres para poblar la ciudad justa.

 

 

Razón, Justicia y Derechura en la construcción de ese otro lugar 

 

Hay algunos puntos de la historia de su vida, como el contexto de soledad frente a la (in)justicia de su época a la que se tuvo que enfrentar luego de la muerte de su marido, lo que la llevó a escribir y pensar en un modelo de sociedad justa, poblada por mujeres (Lemarchand, 1995) en la que edifica una ciudad que les posibilite emanciparse, expresarse y siendo ellas quienes escriban su propia historia.

Para esto, una cuestión imperante en su discurso es la naturaleza femenina, a partir de allí pone en discusión la igualdad de condiciones intelectuales y virtudes en relación al hombre. Su método es proponer y relatar un sinnúmero de mitos referidos a féminas ilustres como ejemplos para negar la desigualdad considerada natural ante el varón. Así, la nueva ciudad les permitirá pensar de acuerdo a su naturaleza. En cada oportunidad y presentación de personajes de su obra, la autora redobla sus esfuerzos para manifestar valores y cualidades que las mujeres poseen por lo que es una constante valorización hacia las féminas, luego de narrar que ella misma también se "empecinaba en acusarlas porque no podía ser que tantos hombres en sus condiciones intelectuales hubiesen tomado posiciones tan tajantes, concluyendo siempre en sus escritos que la mujer es mala por esencia y naturaleza, se inclina hacia el vicio" (Pizán, 1995, p. 64).

Esta apreciación hace notar su sentido humanista, desde el momento en que desconfía de reconocidos autores de su época a quienes leía, para comenzar a rebatir y así construir sus propias verdades que estarán avaladas por su propia experiencia, su propio cuerpo, así como por las vidas y voces de las mujeres que la rodean y a las cuales se refiere. Esto resulta significativo porque al mismo tiempo insta a las mujeres a tomar esa posición de buscar y descubrir las verdades por sí mismas, como un modo de posicionarse que le permite deconstruir y construir, en un ida y vuelta permanente, para

ir deconstruyendo la linealidad entre pensamientos y acciones naturalizados respecto al rol que asumen, así como los prejuicios instalados respecto a ellas.

Es así que Christine junto a las damas que se le presentan, Razón, Derechura y Justicia,  se manifestarán respecto de la grandeza de los seres humanos, diciendo que "el más grande es aquel o aquella que más méritos tiene" (Pizán, 1995, p. 82) comenzando a perfilar el tipo de mujeres que habitarían esa ciudad ideal y manifestando un criterio respecto de "la gente", en el que, según sus palabras "la superioridad o inferioridad de la gente no reside en su cuerpo, atendiendo a su sexo, sino en la perfección de sus hábitos y cualidades" (Pizán, 1995, p. 82). Claras manifestaciones de los parámetros de igualdad que irán construyendo la ciudad de las damas.

En este sentido, con agudeza de perspectiva aborda y expresa que la capacidad de juicio en relación al saber y la calidad humana son cuestiones que no son inherentes una de la otra, sino que el saber es algo que se adquiere a través del estudio, no así la calidad humana. Por ello considera que sus coetáneas tienen las condiciones intelectuales y experiencias necesarias para la construcción del mundo, para habitar la ciudad, defendiendo así la perspectiva femenina para el que Christine desafía a las mujeres al uso de la palabra para un nuevo modo de ver la construcción del mundo, de la historia y de la ciudad, lo que facilitará el proceso de emancipación rompiendo justamente con el modelo de mujer silenciosa, relegada a los ámbitos domésticos o al claustro.

Christine cuestiona el modelo imperante de mujer de la época estereotipado en torno a féminas –débiles, sin formación intelectual, sin pensamiento propio– que las dejaba en condición de desigualdad frente al ejercicio del poder masculino. Entendemos que esta acción tan significativa, haciendo uso de la escritura y la palabra, implicó comenzar a cuestionar las difamaciones, lo que se decía falsamente y sin fundamentos sobre la naturaleza de las féminas, especialmente desde una voz masculina. Por ello, a la luz de lecturas contemporáneas, consideramos que en la poética ciudad de Pizán hay rasgos distintivos de prácticas feministas actuales, como así también la necesidad todavía largamente justificada de afirmar y afirmarse dentro de los límites de espacios, áreas, dentro de los cuales recorrer los horizontes del saber, es decir, el campo de las letras. Y es mediante su obra La ciudad de las damas que Christine de Pizán construye un orden utópico en el que utiliza la ciudad como el espacio en el que propone este nuevo orden, para una nueva forma de vida para las mujeres ya que las que habitarán la ciudad, al contrario de lo que sucedía en la época de la autora, serían mujeres emancipadas, dignas, iguales por ello la ciudad es un lugar en el cual, el nuevo orden representa en qué términos piensa Christine las necesidades de las mujeres.

La palabra "ciudad" tenía, además, para la sociedad medieval un significado noble y escatológico, con todas las connotaciones derivadas de la categoría de "urbe ideal", la civitas por oposición a "villa" o "burgo". Es una palabra marcada por el sello bíblico de la urbs beata Hierusalem, en la visión celeste del capítulo veintidós del Apocalipsis, contrapuesta a la Babilonia demoníaca de los capítulos diecisiete y dieciocho. Modelo de ciudad fortificada, cuyas puertas se abren al último reducto paradisíaco, sirvió a su vez para cristianizar las descripciones de ciudades de la Antigüedad - tan presentes en La ciudad de las damas- en los cantares de gesta y en la novela cortés. (Lemarchand, 1995, p. 27).

Así también July Edith Chaneton (1998) se manifestará en relación al discurso de Christine, sobre la necesidad de construir una ciudad nueva en la que se pueda reconocer el gesto fundacional y moderno, la novedad feminista en la cultura y el pensamiento occidental. Está allí la exhortación, expresa Chaneton (1998) para la acción política en la voz de La Razón –tan ligada a la moderna constitución histórica del feminismo– y su discurso defensivo dando respuesta a una situación previa injusta que es su motivación, que le da sentido y orientación.

De esta manera, Christine revoluciona el campo literario, político y social, pretendiendo establecer la igualdad entre el hombre y la mujer y es mediante el uso de la retórica alegórica en la construcción de la ciudad, con la construcción de las Damas, quienes poseen características no realistas ya que son celestiales y hacen una aparición, a la vez que serán quienes le narran y responden los diversos interrogantes de Christine. En esta línea, nuestra autora utiliza su retórica y es mediante la aparición de las damas que expone las argumentaciones más importantes para deslegitimar los discursos misóginos construidos por los hombres. En este sentido,

 

La alegoría no presenta significados dobles, sino diferentes niveles de interpretación ... Frente a los paralelos de correspondencia entre las palabras y su semántica, nos encontramos con una multiplicidad de significados explícitos e implícitos, concretos y abstractos, ficción y realidad. Siempre hay un nivel literal y varios niveles interpretativos de significado. La alegoría destruye la expectativa obvia que el lector tiene sobre un texto y transforma lo que se dice en otra cosa o varias otras cosas (Favoretto, 2009, p. 385).

 

Como plantea Mara Favoretto (2009), la alegoría como recurso está directamente relacionada con las estructuras discursivas de la sociedad que habita quien la utiliza, realizando una interacción compleja entre diferentes técnicas y géneros literarios que forman parte de la narrativa alegórica y en tal sentido, el poder cumple un rol fundamental para quien la utiliza, esto ya que ataca “de incógnito” y en la elaboración de argumentos dobles y polaridades se reduce y regula la velocidad de la existencia de su ficción, ejerciendo poder sobre su propia narrativa así como una actitud pedagógica.

Tal es el caso de Christine, quien utiliza la primera persona y su propia voz para dar autoridad a su relato cuando el poder se encontraba en la voz masculina. Entendemos así, que tanto la alegoría y la compilación, como fórmula poética habitual de la época, que consistía en redactar a partir de varios textos, un texto nuevo (Fernández González, 2007) son instrumentos retóricos utilizados estratégicamente por Christine en su lucha por construir un sentido que cuestiona el sistema de creencias al cual se enfrenta en el campo androcéntrico de las letras, desde donde hizo uso de cada palabra escrita, reflejando la valoración puesta hacia las féminas, quienes poseen cualidades para habitar la ciudad. Irene Rodriguez Sanchez expresa que:

 

Razón, Derechura y Justicia van proporcionando a la escritora las mejores piedras con las cuales construir los diferentes recintos de la Ciudad. Las protagonistas de la obra son todas las mujeres que la historia, la mitología y la leyenda han consagrado después de demostrar su ingenio, su constancia, su arte, su virtud, su entrega, su fidelidad, su valor en la guerra y en la defensa de unos principios. A todas ellas se las iguala por su mérito, y no por la condición de su nacimiento o posición social (2016, p.11).

 

Así, las damas alegóricas convocarán a Christine para la construcción de una nueva ciudad para las mujeres. Razón le manifestará que de esta manera la sacará del desconcierto y de la ignorancia que está atravesando nuestra joven autora, al punto que la ciega frente a su propio conocimiento negando todo aquello que sabe y dejándose llevar por el prejuicio de otros. Razón tiene como misión “corregir a los hombres y a las mujeres cuando yerran para volver a ponerlos en la vía recta” (Pizán, 1995, p. 68), por ello su papel es que cada uno y cada una se vea en su alma y conciencia y conozca sus vicios y defectos y su emblema es el espejo como reflejo profundo de su alma.

Derechura se presenta ante Christine para ayudarla a construir la ciudad, esta dama lleva en su diestra una vara resplandeciente que delimita como una recta regla el bien y el mal, lo justo y lo injusto, diciendo a Christine que quien la siga no se extraviará, teniendo la regla variadas virtudes para trazarse los límites de cualquier cosa y por ello siendo útil para medir los edificios de la Ciudad que se construirá (Pizán, 1995). Y es Justicia quien la interpela ante sus lamentaciones, diciéndole “¿dónde anda tu juicio querida?” (Pizán, 1995, p. 66) poniendo en cuestión esa “verdad” que se dice sobre las mujeres. Justicia le expresa que "su única obligación es juzgar,distribuir y devolver a cada uno su mérito. Sostengo el orden en cada estado y nada puede durar sin mí" (Pizán, 1995, p. 73). Se observa una insistencia en "seguir esta vía para no errar". Justicia, se manifiesta delante de Christine y le hace ver el símbolo que lleva en su diestra "esta copa de oro fino [...] " "[...] medida de buen tamaño, me la ha dado Dios para devolver a cada uno lo debido" (Pizán, 1995, p. 73). Claramente hay una similitud de estas figuras alegóricas con la Trinidad, explicitando que "las tres son una sola", pero que cada una aporta desde su virtud para que concluya Justicia en la construcción de la ciudad. Una ciudad fortificada, la cual tendrá una llave que le será otorgada a Christine. Entendemos que tendrá en sus manos la decisión de construir una ciudad "nueva y eterna", guiada por las damas celestes.

Para ello, además, vuelve en uno de sus diálogos sobre el argumento de la naturaleza de Dios para construir allí otro argumento respecto la igualdad entre el varón y la mujer, planteando que éste hizo al hombre a su imagen pero que no fue imagen física sino a imagen del alma, por ello dirá:

 

¿Cómo fue formada la mujer? No sé si te das cuenta de que fue formada a la imágen de Dios. ¿Cómo puede haber lenguas que renieguen de una impronta tan noble? Sin embargo, hay locos que creen cuando oyen decir que Dios hizo al hombre a su imágen, que se trata del cuerpo físico. Nada más falso, ya que Dios aún no había tomado cuerpo humano. Al contrario, se trata del alma, reflejo de la imágen divina, y esta alma, en verdad, Dios la creó tan buena y noble, idéntica en el cuerpo de la mujer y del varón (Pizán, 1995, p. 70).

 

Se plantea de esta manera igualdad entre el sexo masculino y el femenino y en ese mismo sentido respecto a las distintas procedencias de las mujeres que habitarán la ciudad. Es decir, Christine no hace distinción en su obra respecto del origen social, por ejemplo, sino que apunta a la posesión de virtudes, es decir, a ciertas cualidades, en este caso de damas ilustres y dignas para las pobladoras de la ciudad, ya que Razón le plantea:

 

Tú serás la elegida para edificar y cerrar, con nuestro consejo y ayuda, el recinto de tan fuerte ciudadela. Sólo la habitarán damas ilustres y mujeres dignas, porque aquellas que estén desprovistas de estas cualidades tendrán cerrado el recinto de nuestra Ciudad (Pizán, 1995, p. 70).

 

         Así, Pizán (1995) mediante cada uno de sus interrogantes y argumentos a la hora de responder en favor de la mujer insta a reconocer la igualdad, esto es, a ser tratadas en su condición de persona, reconocimiento necesario para la igualdad de condiciones con los varones en cuanto a inteligencia, fuerza, valor, tenacidad, entrega, ternura, fidelidad, prudencia entre algunas de las características que resalta. Reivindicando así, todos aquellos valores que el poder masculino negó de la naturaleza femenina los cuales a lo largo de la historia permitieron la invisibilización de las mismas y la ausencia en la toma de decisiones en el orden público. En ese sentido, su apuesta fue nombrar, hacer uso de sus conocimientos para poner en palabras el valor de las mujeres, cuestionando la misoginia mediante los vastos ejemplos de mujeres que ocuparon lugares a la altura de los hombres, así es que dice:

 

no hay texto que esté exento de misoginia. Al contrario, filósofos, poetas, moralistas y todos -y la lista sería demasiado larga- parecen hablar con la misma voz para llegar a la conclusión de que la mujer, mala por esencia y naturaleza siempre se inclina hacia el vicio. Volviendo sobre todas esas cosas en mi mente, yo, que he nacido mujer, pues me puse a examinar mi carácter y mi conducta y también la de otras muchas mujeres que he tenido ocasión de frecuentar, tanto princesas y grandes damas como mujeres de mediana y modesta condición, que tuvieron a confirmarme sus pensamientos más íntimos. Me propuse decidir, en conciencia, si el testimonio reunido por tantos varones ilustres podría estar equivocado (Pizán, 1995, p. 64).

 

          Ella, como escritora profesional comienza un largo camino de lucha que pretendía se extendiera entre las mujeres de su época como las que vendríamos, por ello consideramos su valentía y el deber de reconocerla como un antecedente luego de años de lucha, teniendo la oportunidad de retomar su pensamiento, para reconocer su palabra como un importante antecedente de nuestra historia.

 

La educación (negada) como posibilitadora de emancipación

 

        La misión de las damas que se le hacen presente a Christine era ayudarla a construir una “Nueva Ciudad” donde las mujeres pudieran refugiarse para defenderse de las agresiones misóginas de los hombres, donde tendrían salvaguardados sus derechos y donde podrían desarrollar plenamente sus capacidades. En esta ciudad podrían morar las mujeres destacadas de todas las épocas (abundan los ejemplos tomados de la mitología, del relato bíblico, de la historia cultural y política, etc.), pero asimismo las desconocidas y de humilde condición (Lemarchand, 1995, p. 169). Las tres damas expresan que en esta ciudad "estará toda ella habitada por mujeres y de gran mérito, porque son las únicas que queremos aquí" (Pizán, 1995, p. 169).

         Resulta interesante pensar que la construcción de esta urbe compete, pues, a las mujeres "de mérito" como un trabajo nacido del mérito y virtud de cada una de ellas, que en esta línea se diferenciaría de otras urbes, nacidas de iniciativas divinas o humanas, pero aún así, no del trabajo de sus ciudadanas.

         El discurso de Christine y su reflexión respecto la condición de la mujer son de carácter contemporáneos considerando, desde una perspectiva feminista, que históricamente dicha condición a estado estrechamente ligada a la asignación de su status de desigualdad en el orden social. Por ello al considerar la "naturaleza" femenina Christine reconsidera dicha discusión respecto a la igualdad de condiciones intelectuales y virtudes en relación al hombre. Este trabajo intelectual de Christine hace que se la considere con rasgos modernos en su pensamiento, principalmente por la defensa del acceso femenino a la educación, al uso de la palabra y a la recuperación de la experiencia del propio cuerpo para decir sus verdades y construir su identidad. Por ello, consideramos que la emancipación femenina según Christine radicaría especialmente en la educación así como en el acceso a diferentes actividades y funciones que ésta podría garantizar, por ello expresa: "Si la costumbre fuera mandar a las niñas a la escuela y enseñarles las ciencias con método, como se hace con los niños, aprenderían y entenderían las dificultades y sutilezas de todas las artes y ciencias tan bien como ellos" (Pizán, 1995, p. 119).

         Además, cuando Christine pregunta por qué las mujeres saben menos, Razón responde:

 

Es sin duda porque no tienen, cómo los hombres, la experiencia de tantas cosas distintas, sino que se limitan a los cuidados del hogar, se quedan en casa, mientras que no hay nada tan instructivo para ser un dotado de razón como ejercitarse y experimentar con cosas variadas (Pizán, 1995, p. 119).

 

         Para comprender el carácter revolucionario de este posicionamiento para la época veamos, pues, esta semblanza de la situación de las mujeres en lo que respecta a su acceso a la educación y a la cultura mediante la que Montserrat Cabré Pairet expresa que

 

para el humanismo, la retórica era una materia central en su teoría de la educación, ya que se estudiaba para alcanzar competencia en la elocuencia pública lo que para este movimiento cultural era objetivo básico de una trayectoria educativa ideal. Los ideólogos humanistas, sin embargo, insistieron en que el currículum formativo de las niñas debía diferir del de los niños en un punto fundamental: no debían estudiar retórica, ya que para ellas era una enseñanza innecesaria. La educación de las niñas debía ser funcional a un modelo de género femenino que condenaba a las mujeres al silencio público. Un silencio que Cristina rompió, ya que tempranamente en su carrera literaria, intervino en ese duro ámbito público, para que la experiencia femenina tuviera allí su voz. (2006, p. 42).

 

         Actualmente, autores que estudian el pensamiento de Christine, la reivindican como una heroína de la época, colocándola en primer lugar en protestar y defender la feminidad contra las generalizaciones y prejuicios de escritores misóginos que desarrollaban literatura inmoral. Christine fue defensora de las lecturas edificantes, pidiendo a los padres que pusieran en manos de sus hijas, "lecturas edificantes". Es interesante el posicionamiento de la autora en lo que implica la educación de las mujeres, posibilitando que sea un ser dotado de Razón. Así también valora que Dios haya dado a la mujer "la palabra", expresando que con ella fue enviada a dar buenas noticias, rebatiendo discursos misóginos que quitan de autoridad la palabra femenina. Christine, expresa que "la falta de estudio lo explica todo". Insiste en la igualdad de hombres y mujeres para el estudio revalorizando aportes de las mujeres para las ciencias y la dedicación de su espíritu a los estudios.

         Dirá Elena Laurenzi que

la misión de Christine supone una “pars destruens y una pars construens”. La primera tarea consiste en la demolición de los prejuicios contra las mujeres: se trata de echar fuera del campo “rico y fértil” de las Letras “todos los negros y sucios pedruscos” de la misoginia. Una vez limpiado el terreno, se puede proceder a la edificación de la ciudad: una ciudad simbólica, emblema de un saber nuevo, cuyas piedras “vivientes” están constituidas por “figuras de mujeres excelentes traídas de la historia, del mito, de la leyenda, de las Escrituras” (2009, p. 306).

 

         Christine de Pizán realiza un interesante aporte sobre el derecho de las mujeres a estudiar, en contra de los postulados que realizan los varones "pretendiendo limitarlas a las tareas del espacio doméstico, alegando que los estudios arruinarían sus costumbres" (Barrios y Guazzaroni, 2011, p. 185). Por ello, según Danielle Regnier- Bohler (1992), hacia fines del siglo XIV y principios del siglo XV, Christine de Pizán se impone como una de las figuras principales de la historia de la literatura francesa. Dentro de los cuadros tradicionales de los códigos literarios de la época, el problema fue la creación de una nueva voz.

         Su identidad como mujer debió reconstruir forzosamente un problema cuando, por entonces fue la primera en afirmar su identidad como mujer y autora y marcar así su entrada en el "fértil campo de las letras". Esto da cuenta de la notable conciencia que Christine tiene de sí misma como escritora, y sigue muy de cerca su constitución como tal, así como también se interesó por la constitución material de sus libros, encargándose de dirigir tanto a los copistas como la ilustración a plasmar. En nombre propio debió hablar en aquel contexto social y cultural, generando en un camino de ida y vuelta, entre su vida personal y la práctica de la escritura, un estilo que le es propio.

         Podemos inferir en Christine que se enseña a través de un buen ejemplo que un hombre de alta posición debe servir como espejo de perfección, por lo que "el señor debe dar un buen ejemplo a sus coetáneos, de padres a hijos, del maestro a su alumno, de los ricos a los pobres, de los inteligentes a los simples" (Astrik, 1955, p. 9).

       En diálogo con Razón, Christine manifiesta "me importa mucho la respuesta, porque los hombres siempre pretenden que las mujeres tengan muy escasa capacidad intelectual" (Pizán, 1995, p. 143). A lo que Razón le responde,

 

te vuelvo a decir, y nadie podrá sostener lo contrario, que si la costumbre fuera mandar a las niñas a la escuela y enseñarles las ciencias con método, como se hace con los niños, aprenderían y entenderían las dificultades y sutilezas de todas las artes y ciencias tan bien como ellos (Pizán, 1995, p. 143).

 

         En este diálogo podemos observar claramente esta disputa de las capacidades y tareas que le son asignadas a las mujeres por sus condiciones consideradas como naturales, es decir, su argumento principal ronda en cuestionar la educación que se les ha dado a las mujeres las que tienen las mismas capacidades que los hombres, pero a las que se les ha negado el acceso a una educación que cambie el rol asignado a las féminas. Por ello, el conocimiento les podría garantizar otro rol y otro status en la sociedad.

         Así Christine se empecina e interpela a Razón, a lo que ella le responde: "¿Y por qué crees tú que las mujeres saben menos?". Christine responde negativamente, reclamando a Razón que se lo diga,

 

es sin duda porque no tienen, cómo los hombres, la experiencia de tantas cosas distintas, sino que se limitan a los cuidados del hogar, se quedan en casa, mientras que no hay nada tan instructivo para un ser dotado de razón como ejercitarse y experimentar con cosas variadas (Pizán, 1995, p. 143).

 

         Christine advierte la necesidad del estudio por parte de las mujeres, lo que daría lugar a que posean variadas experiencias y en ese sentido a través de ejemplos muestra a mujeres que ilustraron las artes, las letras y las ciencias, pero fundamentalmente le pregunta a Razón si Naturaleza ha dotado a la mujer de templado juicio y discernimiento "para decidir lo que hay que hacer o dejar de hacer" lo que podríamos manifestar que se trata de la adquisición de la sabiduría moral, de la "facultad de juzgar de forma razonada" (Pizán, 1995, p. 143). Pero en realidad, si alguien posee por naturaleza una gran capacidad de juicio –lo que se entiende a veces familiarmente por "buen sentido"– y además ha adquirido saber, es seguro que su espíritu es de una calidad admirable. Sin embargo, "como tú misma lo has dicho, poseer lo uno no significa poseer lo otro, porque el juicio es una capacidad natural, mientras que el saber sólo se adquiere a través del estudio" (Pizán, 1995, p. 144). Ella insiste en sus diálogos con Razón sobre la necesidad de la instrucción de las féminas.

         Algunos autores consideran a Christine como campeona de la educación, porque ella manifiesta que saber es un deber y un beneficio para todxs, "la suma de sus conocimientos es de mayor provecho para la humanidad que toda la capacidad de juicio que hayan recibido los hombres a lo largo de la historia si esta no va a la par con el saber" (Pizán, 1995, p. 144). En este sentido, Christine advierte que el conocimiento por sí solo no es suficiente. Debe ser desarrollado junto y en armonía con la virtud. Dice al respecto:

 

Ahora que me he convencido por vuestros ejemplos y mi propia experiencia de que las mujeres pueden estudiar las ciencias más difíciles y todas las ramas del saber, quisiera que me dijerais, Señora, si la mente femenina es capaz de buen juicio y discernimiento para decidir lo que hay que hacer o dejar de hacer. ¿Es la experiencia la que guía a las mujeres para que aprendan a enjuiciar su conducta presente a la luz de su pasado? ¿Los asuntos del presente les enseñan a discernir mejor lo que les reserva el futuro? Estas preguntas, me parece, tienen que ver con la gran facultad de juzgar de forma razonada (Pizán, 1995, p. 143).

 

         Enfatiza así, la necesidad de que las ciencias prácticas "sean útiles para la administración de las tierras, los ingresos y los “castillos” del noble esposo de la joven, que por deber se va a la guerra o por viajes, a menudo está ausente del hogar" (Pizán 1995, p. 144). Aquí podemos manifestar un modo de accionar de fuerza y dulzura por parte de Christine en diálogo con Razón que justifica el acceso al conocimiento de la mujer que podríamos decir auxiliar al marido en la ausencia de este, pero en realidad la coloca en un lugar de discernimiento, toma de decisiones, administración y ejecución de acciones de la vida doméstica por lo que podemos inferir la mujer podría estar preparada para hacerse cargo del gobierno de la ciudad. Así expresa

 

Observa y verás que todas, o casi todas, administran las cosas de su casa con sumo cuidado y diligencia, se ocupan de todo con tan buen gobierno que hasta algunos maridos despreocupados se enfadan pensando que ellas, creyendo que valen más, intentan manejarlos e insisten demasiado para que ellos hagan frente a sus obligaciones (Pizán, 1995, p. 143).

 

         El debate puesto sobre el tapete por Christine sigue convocándonos cada día, actualmente, cuando desde nuestros espacios seguimos en la lucha por el reconocimiento de nuestras capacidades en igualdad de condiciones y, fundamentalmente, como un espacio de encuentros y de posibilidad para revisar, deconstruir y construir conocimientos a través del uso de la palabra y de la escritura que entendemos redundará en problematizar las prácticas culturales donde habitamos.

 

 

 

Conclusiones

 

         Para cerrar, reconocemos, al igual que autoras como Simone de Beauvoir, María Lara Martínez, Montserrat Cabre Pairet, Ainhoa Agos Diaz y Ruth Alonso Flores la figura de Christine de Pizan, insistiendo en que pertenece a una época en que se pusieron en escena fuertes debates teóricos, filosóficos y políticos sobre la naturaleza, capacidad y valía de las mujeres. Discusiones de siglos, principalmente referidas a la naturaleza femenina, entre quienes apoyaban y quienes, por el contrario, rebatían una antigua tradición de carácter misógino que despreciaba la fisiología femenina y negaba las capacidades intelectuales y morales de las mujeres.

         En esta línea, consideramos que releer a la autora en la actualidad, y desde una perspectiva de género, ha implicado no sólo visibilizar su obra sino también dar cuenta que su lugar como escritora y su impulso político en el campo de las letras, del que fue consciente y experimentó también en su propia trayectoria vital por el lugar de exclusión para las mujeres, a lo que respondió posicionándose y poniéndole voz a su búsqueda de justicia.

         Ahora bien, esta estrategia de defensa y promoción de las mujeres que consiste en reunirlas y acogerlas en un espacio ideal, nos abre otros interrogantes respecto a dicho espacio que se articulan con nuestro problema de investigación, ya que, si se está fundando una ciudad-fortaleza de y para todas las mujeres "de mérito" (que, desde luego, no son todas las mujeres sin más) nos preguntamos: ¿cuál sería el criterio que permite establecer lo que cuenta como "meritorio"? ¿Se trataría, pues, de un criterio de índole moral y, en tal caso, de cuál? ¿Qué sucedería con aquellas mujeres que no se ajusten a este estándar? Por otra parte, ¿en qué situación y relación quedan, respecto de ella, los varones (aquellos que, como el padre de Christine no sólo no son misóginos, sino que, incluso, adhieren a la causa de la igualdad de los derechos de las mujeres en la vida social)? Y, finalmente, ¿qué tipo de "realidad" tendría, o que la autora aspira a que tenga, esta ciudad? ¿Acaso el de una posible comunidad separada de las mujeres (como es el caso del reino de las Amazonas, que son un ejemplo recurrente en la obra)? ¿O no se trataría de ninguna comunidad fáctica, sino sólo de una, por así decir, "espiritual", análoga a la Civitas Dei de San Agustín (un autor al que también hay claras alusiones en su obra)? En ese caso, quizás podría ser pensada como una suerte de comunidad potencialmente universal (en el espacio y en el tiempo), producida y articulada por el discurso (comenzando por el discurso "inaugural" de la propia Christine) y con presencia y eficacia (¿creciente?) en el mundo fáctico e histórico, en cuanto se constituye en "refugio" y "baluarte" (Pizán, 1995, p. 272) contra los sistemáticos atropellos cometidos contra las mujeres y en testimonio utópico de un (posible) reconocimiento para ellas de un status igual. Podríamos pensar, pues, que dicha comunidad se constituye y desarrolla a través de una suerte de juego espiralado de recogerse, encerrarse en un determinado recinto para fortalecerse y nuevamente salir a realizar nuevas conquistas en el terreno enemigo a través de las letras. Pero, por otra parte, ¿gozaría dicha ciudad de una existencia "eterna" (Pizán, 1995, p. 272) (como parece sugerir la autora), es decir, definitiva? ¿O sólo tiene sentido como islote (ideal) o como bastión de la igualdad en medio de un mundo en que la misma tiende a no ser respetada? Por otra parte, dada la índole discursiva de esta ciudad, edificada en y a través de un "texto", ¿cuáles serían las estrategias de las que se vale esta construcción y cuáles sus efectos?


 

Recibido: 31 de mayo de 2022

Aceptado: 16 de agosto de 2022


 

Referencias Bibliográficas 

 

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Regnier-Bohler, Danielle (1992). Voces Literarias, Voces Místicas. En Georges Duby y Michelle Perrot (dir.), Historia de las Mujeres, Tomo 2, La Edad Media, Taurus, Alfaguara.

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* Universidad Nacional de Entre Ríos. Facultad de Trabajo Social. Cátedra Ética, Proyecto de Investigación Docente: “Dimensiones prácticas de utopías clásicas y modernas: fundación de repúblicas, comunidades de mujeres y cooperativas”. Paraná, Argentina.

** Universidad Nacional de Entre Ríos. Facultad de Trabajo Social. Cátedra: Problemática Filosófica, Proyecto de Investigación Docente “Dimensiones prácticas de utopías clásicas y modernas: fundación de repúblicas, comunidades de mujeres y cooperativas”. Paraná, Argentina. Instituto de Estudios Sociales (INES) Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná, Argentina..

[*] “‘Derechura’ es una figura alegórica creada por Cristina. Droitture en el texto original significa a la vez ‘dirección en línea recta’, de ahí acertada, y ‘rectitud’; alude también al campo de lo judicial y de la geometría, reforzando la metáfora del texto como construcción arquitectónica, cuya regla es emblema de Derechura. Para conservar todo ello, he descartado el término ‘Rectitud’, que como el francés rectitude tiene connotaciones de rigurosa y hasta rígida moral religiosa, y he preferido, aunque fuese menos usado, el antiguo castellano ‘Derechura’ tan ligado como el francés droiture al campo semántico del Derecho y a los conceptos de Justicia y Equidad” (Lemarchand, 1995, p. 276).