EDITORIAL
Cuestionar el presupuesto de normalidad normativizada ha sido estandarte de nuestras luchas cotidianas desde los colectivos feministas y las disidencias sexuales. Es decir, reconocer y deconstruir las fuertes marcas y prácticas cis-heteronormativas, blancas, jerárquicas, capacitistas, (re)productivas, de clase media, etc. con las que esa normalidad se instaló y se repite con insistencia, a veces encubierta, en nuestras vidas singulares y colectivas. Con la pandemia se produjeron y siguen produciéndose desplazamientos radicales en el modo de vincularnos, de encontrarnos, algunos inesperados incluso para los feminismos y las disidencias. En un sentido, se ensancharon y aceleraron las urgencias y las problemáticas de siempre -violencias, desigualdades, discriminaciones interseccionadas- y en muchos otros, se nos impuso el desafío de plantear nuevos horizontes.
La pandemia puso al desnudo, sobre todo, no sólo aquella normalidad que nos habita, nos corroe y también resistimos, sino precisamente lo inaceptable de nuestros modos de vida común: la repronormatividad y las versiones de la familia burguesa -hetero u homo, realizada o idealizada-, la propiedad privada entendida como casa particular que promueve desmonte y créditos; el transporte privado entendido como el auto personal que depende del extractivismo contaminante; la insalubridad de las ciudades y de muchas instituciones (por ejemplo, oficinas sin ventanas), lo inaceptable de los modos de consumo y producción progresiva de basura (pañales, plásticos, cloacas, etc.), basurales y lugares basura, la degradación extrema de los recursos naturales; la indecencia de las condiciones de trabajo de muchas trabajadoras del sector en casas particulares (o trabajo “doméstico”); la dependencia de las nuevas tecnologías y los acuerdos software de cooperación condicionada; la destrucción de zonas enteras del planeta para extraer "materiales sucios" necesarios para el consumo irracional, la estupidez en las redes y también la creación transformadora… Pero también vimos y vemos eso de la vida en común que se volvió vital y en lo vital se nos jugó (y se nos juega) la vida: la centralidad del trabajo de enfermerxs y recolectorxs de basura; los cuidados cotidianos e íntimos; la vitalidad del acceso a la salud pública y al transporte público; la importancia de los abrazos y también del silencio creativo “desconectado del celular”; la belleza incondicionada e infinita de las montañas, los ríos y la naturaleza toda que no puede ni debe estar sometida a la lógica del mercado; el aire puro, el agua potable y los alimentos nutritivos; el descanso y el juego, el deporte, el movimiento y los paseos; las ruedas de mates y las charlas debajo de un árbol o en la vereda con amigues y vecines; las ollas de encuentro, resistencia y alimento; la acción colectiva de los feminismos indígenas argentinos y del mundo reclamando la propiedad comunal y el yo comunal en el establecimiento de otros modos de vida, los cuales disputan y ensanchan las posibilidades de lo público-estatal, del individualismo posesivo y del derecho y “el sujeto liberal” vigente, incluso igualitarista. Hemos visto la urgencia de volver a pensarlo todo de vuelta, de hacerlo todo de vuelta con lo que existe y con los materiales de la imaginación que siempre nos abre a lo imposible que signa las huellas de lo posible y deseable.
Con este horizonte incierto y potente, presentamos el número 5 de Polémicas Feministas como una apuesta y un aporte a la producción de conocimientos feministas y disidentes frente al desafío, las preguntas, las dificultades y también las potencialidades de eso que llamamos lo virtual. Esperamos que nuestra labor y la de todes quienes colaboraron en este nuevo número se disfrute y que habilite nuevos interrogantes y creaciones.
EQUIPO EDITORIAL
Polémicas Feministas