SIGNIFICACIONES Y REPRESENTACIONES DE GÉNERO SOBRE ABORTOS Y MUJERES QUE ABORTAN EN DOS OBRAS LITERARIAS SUDAMERICANAS

 

SIGNIFICATIONS AND REPRESENTATIONS OF GENDER ABOUT ABORTIONS AND WOMEN WHO ABORT, IN TWO SOUTH AMERICAN LITERARY WORKS


Natalia Santarelli*

 

 

Resumen 

Este ensayo se basa en una lectura feminista y situada de dos obras literarias de escritoras sudamericanas: La Casa de los Espíritus (1981) de Isabel Allende y Código Rosa. Relatos sobre abortos (2015) de Dahiana Belfiori. Se reflexiona sobre las significaciones, las emocionalidades, las representaciones y autorepresentaciones de género, y los sentidos políticos advertidos en una selección de fragmentos de ambos libros que versan sobre experiencias de abortos clandestinos de mujeres. La literatura puede estar al servicio de la construcción de sentidos de género feministas sobre abortos en varios sentidos: para denunciar violencias e injusticias; para sortean las narrativas hegemónicas patriarcales que condenan las prácticas; para reivindicar derechos y para posibilitar otras maneras de imaginar, pensar y representar a las mujeres que abortan, de formas más cercanas y empáticas con sus experiencias contextualizadas. intergénero e intragénero que conforman las experiencias narradas y se valora la intervención de las escritoras feministas en los discursos socialmente disponibles sobre el tema. En el caso de Código Rosa, esta intervención es entendida como parte de procesos de despenalización social más amplios impulsados por los activismos feministas socorristas en Argentina.

 

Palabras clave: Allende - Belfiori- Abortos - Escrituras Feministas - Experiencias de mujeres

 

 

 

Abstract

This essay is based on a feminist situated reading of two literary works by South American writers: La Casa de los Espíritus (1981) by Isabel Allende and Código Rosa. Relatos sobre abortos (2015) by Dahiana Belfiori. It reflects on the meanings, affects, representations and self-representations of gender and the political meanings noted in a selection of stories from each book about experiences of clandestine abortions of women's experiences of clandestine abortions. Literature can be at the service of the construction of feminist gender meanings about abortions in several ways: to denounce violence and injustice; to circumvent the patriarchal hegemonic narratives that condemn abortion practices; to claim rights and to enable other ways of imagining, thinking and representing women who abort, in ways that are closer and more empathetic to their contextualized experiences. From the reading of both works, some intergender and intragender differences that make up the narrated experiences are recognized and the intervention of feminist writers in the socially available discourses on the subject is appreciated. In the case of Código Rosa, this intervention is understood as part of broader social decriminalization processes driven by socorristas feminist activisms in Argentina.

 

Keywords:  Allende - Belfiori -  Abortions - Feminist Writings - Women's experiences

 

 

 

Y donde las palabras de mujeres están gritando por ser oídas,  cada una de nosotras debe reconocer nuestra responsabilidad de buscar esas palabras,  leerlas y compartirlas y analizar su pertinencia respecto de nuestras vidas.

Audre Lorde[1]

 

Introducción

En el presente ensayo invito a seguir reflexionando y hablando sobre abortos y mujeres que abortan, que escriben sobre abortos, que leen sobre abortos, que acompañan abortos, que lucharon por la legalidad del aborto en Argentina y que siguen luchando por su ejercicio como legítimo derecho. Lo hago a partir de una selección de fragmentos de dos obras literarias de escritoras sudamericanas feministas: la chilena Isabel Allende con su primer libro La Casa de los Espíritus escrito en 1981 y la argentina Dahiana Belfiori con su primer libro Código Rosa. Relatos sobre abortos, escrito más de 30 años después, en 2015.

Las preguntas iniciales que me planteé para armar este escrito fueron: ¿cómo relatan ambas escritoras los abortos y las subjetividades femeninas comprometidas en estas experiencias, considerando sus contextos de escritura concretos? ¿Qué muestran, qué destacan? ¿Qué significaciones y emocionalidades buscan proyectar acerca de las mujeres que abortan y sobre las condiciones en que ocurren los abortos? ¿Cómo lo hacen? ¿Qué puntos tienen en común, qué las distancia? ¿Qué representaciones y autorepresentaciones de género en torno al aborto, desafían, producen o reproducen?

Según Golubov (1994) el acto comunicativo no solo está determinado por las múltiples y contingentes posiciones de le sujete hablante y sus condiciones de posibilidad, les sujetes que son hablades y configurades como personajes, el contexto de producción y las características formales del texto. Sino que, en la construcción del sentido del texto y como parte misma del acto comunicativo, necesariamente deben considerarse a les lectores y al contexto de recepción. Las posibles lecturas que se hagan fijarán sentidos temporales, condicionados también por las múltiples y cambiantes posiciones que ocupan les lectores.

Desde mi posición lectora como mujer, activista feminista, militante por el derecho al aborto en Argentina, y desde una visión apoyada en mi tarea de investigación que entrecruza aportes de la Psicología y de los Estudios de Género con vistas a interrogar los procesos de construcción de significaciones sobre abortos, mis preguntas hicieron un giro: ¿cómo leo los abortos y las subjetividades femeninas implicadas que se me ofrecen en los relatos de estas dos escritoras? ¿Qué logro ver, qué me interesa destacar, qué puntos encuentro en común, qué distancias observo? ¿Desde dónde puedo hacerlas dialogar? ¿Qué significaciones y emocionalidades encuentro proyectadas sobre estos textos? ¿Qué valor político me parece que poseen las representaciones y autorepresentaciones de género presentes en estos textos literarios?

En función de estos interrogantes, el objetivo de este ensayo es compartir algunas reflexiones sobre las significaciones, las emocionalidades, las representaciones y autorepresentaciones de género y los sentidos políticos advertidos en los relatos sobre experiencias sociosubjetivas de mujeres que abortan y que se encuentran contenidas en ambas obras literarias, desde una mirada de género feminista. 

A continuación, tras una breve consideración teórica sobre los aportes de la literatura en los procesos feministas de construcción de género, describiré los fragmentos elegidos de ambos libros para luego analizarlos en busca de aquellas significaciones, configuraciones emocionales, representaciones de género que me sugieren. Destacaré algunos sentidos políticos que encuentro en los textos en función de su contexto de producción, partiendo de la idea de que son estos contextos los que delinean las posibilidades de enunciación y de representación sobre aborto, pero circularmente, es la apropiación activa que hacemos las mujeres de esos lugares de enunciación y (auto)representación lo que permite ensanchar nuestras posibilidades. Finalizaré presentando algunos puntos de encuentros entre las obras elegidas.  

 

La literatura y la construcción de sentidos feministas de género

Teresa de Lauretis (1996) propone que el género es un aparato semiótico que se vale de complejas tecnologías y discursos institucionales. Comprende tanto sus productos como su mismo proceso de construcción que está en continua (re)actualización y (re)producción. Estas tecnologías y discursos cuentan con el poder de controlar el campo de significaciones al producir e implantar determinadas representaciones de género, que son objetivas y subjetivas. Sandra Harding (1996) destaca al menos tres niveles de actuación del sistema de género: el subjetivo, el social y el valorativo/normativo. El nivel subjetivo donde el género actúa como dimensión de la identidad personal incluye conceptos vinculados con la propia imagen, la auto-percepción y la dimensión subjetiva. En términos de de Lauretis (1996) podríamos hacerlo corresponder con las representaciones subjetivas –o autorepresentaciones- de género. El género operando como principio de organización de la estructura social podría ligarse al nivel de representaciones objetivas de género. Finalmente, el género operando en la base de los valores normativos que definen la feminidad y la masculinidad, que alimentan el discurso sociocultural predominantemente androcéntrico, podría pensarse tanto a nivel de representaciones y autorepresentaciones así como en su compleja interacción.

Este campo de batalla discursivo que es el género -entendido como proceso en construcción, las relaciones y las subjetividades que a partir de allí se generan y regeneran- se construye desde los discursos hegemónicos y también se ve afectado por discursos de tipo más radicales, como el feminista, que, situados desde los márgenes y en las prácticas micropolíticas generan efectos principalmente a nivel de las resistencias locales, las subjetividades y las autorepresentaciones de género (Lauretis, 1996). La literatura es uno de los discursos sociales que aporta a los procesos de construcción de género, tanto desde la reproducción acrítica o intencional de constructos de género y de representaciones estereotipadas, como a partir de la recreación de nuevos sentidos en torno al género que habilitan nuevas formas de pensar, sentir, valorar, imaginar, desear, actuar, etc. 

Iris Zavala (1993) señala que la literatura es un objeto saturado ideológicamente, revelador de opiniones sobre el mundo y transmisor de valores y valoraciones. La lectura nos configura como sujetes y nos ayuda a construir el contenido de las experiencias mediante proyecciones valorativas de imágenes, identidades e identificaciones que se incorporan en nuestras vidas cotidianas y en nuestras actitudes, todo lo cual se va comunicando y transmitiendo a las generaciones posteriores. Una práctica lectora –y escritora- feminista sugiere la doble identificación de los constructos culturales sociales e históricos sobre género presentes en los objetos literarios. Por un lado, para demostrar, develar y desenmascarar los constructos mismos. Y por otro lado, para iluminar las posibilidades de una cultura de resistencia que cuestione los poderes y la autoridad que nos oprime y que favorezca un relato legitimador que nos permita ser autoras de nuestra propia novela (Zavala, 1993).

Las producciones feministas, en sus diversos formatos discursivos, disputan sentidos de manera activa y sostenida frente a los discursos hegemónicos que postulan una sexualidad de las mujeres como meramente heteroreproductiva y una relación de enajenación con sus propios cuerpos que quedan al servicio de los intereses de dominación del sistema patriarcal, capitalista, racista y colonialista.

En cuanto al aborto voluntario, históricamente, las narrativas hegemónicas en países latinoamericanos han construido un estatus legal y social que lo asocia a lo criminal, lo delictivo y lo susceptible de ser reprochado. Estas narrativas han impregnado negativamente las representaciones sociosubjetivas y las emocionalidades asociadas al aborto voluntario y a las mujeres que abortan. Se apoyan fuertemente en producciones míticas sobre “lo que las mujeres son y deben ser”, en función de un sistema patriarcal de representaciones de género que implementa la ecuación Mujer = Madre, fundante y eficaz en los procesos de subjetivación femenina (Fernández, 2016).

Sin embargo, frente a la diada compuesta por la penalización legal y social de aquellas que no siguen los guiones heteronormativos escritos para ellas –pero sin ellas-, los feminismos locales entendieron que bregar por el derecho al aborto implicaba  demandar y proponer una reforma legal, como también en simultaneo, desandar el largo camino construido socio-históricamente que ubica al aborto y a quienes abortamos en el terreno de lo estigmatizado, lo pecaminoso, lo anormalizado, lo susceptible de reproche y de condena moral. Es decir, que ha sido y sigue siendo necesario desarmar toda una compleja maquinaria de disciplinamiento que además de influir notablemente en las legislaciones y políticas públicas de la mayoría de los países de nuestro continente, impone modos hegemónicos de atravesar y vivenciar las experiencias subjetivas y sociales de aborto. Esta maquinaria somete a los cuerpos, regula los sentires y el sentido común construido sobre la práctica, y de esta manera, impregna los modos en que estas experiencias se viven. Para trastocar sus engranajes y contribuir a los procesos de construcción de autonomía de las mujeres y de otras personas con capacidad de gestar, los movimientos feministas locales ofrecen prácticas directas de resistencia frente a estos modos. Una de ellas es implicándose directa y organizadamente en los acompañamientos de abortos. Otra estrategia es construyendo, en clave genealógica, nuevos marcos de inteligibilidad sobre las prácticas abortivas y las sexualidades femeninas (Vaggione, 2014), es decir, siendo una parte activa y transformadora en/de los procesos de construcción de género. Es así que las feministas crean y recrean argumentos y sentidos en torno al aborto como derecho legítimo de las mujeres y de las personas con otras identidades de género con capacidad de gestar y, en esta tarea, también hacen uso de los formatos literarios para proyectar valoraciones en relación con el tema.

 

Breve descripción sobre los libros y los fragmentos elegidos

La Casa de los Espíritus fue escrita por Isabel Allende en 1981 y publicada en 1982.[2]  Es una novela de realismo mágico y también un testimonio político que narra la historia y los vínculos de la familia Trueba, desde 1920 hasta el golpe militar de 1973, en un anónimo país latinoamericano signado por turbulentos contextos de revolución, represión feroz y resistencia política. En esta obra, Allende relata múltiples violencias propias de una sociedad profundamente patriarcal, clasista, racista y colonialista, a la vez que detalla las variadas micro-resistencias que se ponen en juego frente a esas violencias.

Para este ensayo me interesa retomar particularmente el capítulo VII titulado “Los hermanos”, donde se narran dos embarazos entramados y con destinos distintos. La historia se ambienta aproximadamente en los años 60´, en un contexto de máxima penalización legal y social de los abortos y de los embarazos por fuera del matrimonio. Por un lado, se muestra la situación de embarazo avanzado de Blanca Trueba, una mujer de clase alta, hermana de los mellizos Jaime y Nicolás. Este embarazo es producto de una relación amorosa con el hijo de un campesino y su develamiento social hace que sea sometida por su padre a un matrimonio forzado con un hombre burgués. Y, por otro lado, aparece el embarazo y aborto de Amanda, una mujer de 25 años de clase social empobrecida, que se encarga en soledad y con total entrega del cuidado de su hermano de 5 años que es su única familia. Junto al niño, vive en condiciones de pobreza y precariedad, en una pensión alquilada de cuartos mal iluminados, tristes e incómodos. Este embarazo es producto de una relación de amor libre con Nicolás Trueba, mellizo de Jaime. Jaime es estudiante de medicina, ateo y comprometido con la militancia socialista de la época y es quien realiza el aborto quirúrgico ante el pedido de Amanda, motivado por el enamoramiento que siente hacia ella y la preocupación por su bienestar.

Código Rosa, relatos sobre abortos fue escrito por Dahiana Belfiori en 2014 y publicado en 2015.[3] Este libro está compuesto por diecisiete relatos ficcionalizados sobre experiencias de abortos farmacológicos de mujeres que fueron acompañadas por la colectiva feminista La Revuelta en la patagonia argentina.[4] El libro se basa en entrevistas realizadas por las activistas a mujeres que abortaron durante 2012 y 2013, cuenta con un prólogo de la escritora feminista Selva Almada, un epílogo de la socióloga feminista Nayla Vacarezza e ilustraciones de Luis Acosta y Gisela Martino.

  Belfiori, en su doble función de narradora y autora es una más de las que ponen en escena su propio testimonio sobre la experiencia de abortar, sobre el proceso de escritura y también sobre su activismo feminista. En sus palabras, este libro es un híbrido que se inscribe tanto en el terreno de la ficcionalización como dentro del amplio género de la no ficción. El trabajo de ficcionalización implicó una serie de operatorias, recortes necesarios e invenciones de escenarios, escenas y personajes que permitieron crear las condiciones necesarias para que las historias avanzaran en el sentido deseado. La no ficción se centra exclusivamente en el respeto por la textualidad de los testimonios de base, lo que le implicó un trabajo de constante vigilancia para dejar que “las voces dijeran lo que tuvieran que decir, sin colocarse sobre las voces” (Belfiori, comunicación personal, 27 de mayo de 2018). Para este ensayo, seleccioné dos de los relatos que lo componen. 

El primero se titula “No te quiero.” Aborda el diálogo interno de una mujer que abortó con medicamentos en su casa y que repasa situaciones vitales que la rodean y la conforman: su relación de pareja y la relación con sus hijas; el contexto en el que habita la ruralidad de la inmensa Patagonia; su trabajo como “doula”; el recuerdo del parto domiciliario de su hija Mora junto al recuerdo de su aborto farmacológico también realizado en su casa; y el embarazo tan buscado y anhelado luego de seis abortos espontáneos de su amiga Sol.

El otro capítulo que elegí es “Conocerse adentro.”  Se trata de un relato donde aparece la voz de Lucrecia, una mujer de 26 años, madre de tres hijos, que ejerce la prostitución y se encuentra en una relación de violencia psicológica y económica con el padre de sus hijos. El embarazo ocurre tras mantener una única relación sexual con un cliente enamorado de quien se aleja sin contarle nada de lo sucedido. Lucrecia aborta con medicamentos a las 14 semanas de gestación, con la ayuda económica de la psicóloga que la atendía en el Hospital por “depresión” y quien le facilita el contacto con las activistas feministas que la acompañan en el proceso para que la práctica fuera lo más segura posible.

 

Análisis del relato de aborto en la obra de Allende

En primer lugar, para introducir el análisis del relato del aborto de Amanda resulta menester entender qué significaba en el contexto social de les protagonistas, excelentemente retratado por Allende, atravesar un embarazo fuera de una relación matrimonial, lo cual refleja ciertos mandatos de género y de clase que recaían sobre las mujeres.

La actividad sexual femenina por fuera del matrimonio heterosexual estaba condenada atrozmente por la sociedad, bajo la imposición de un ideal de virginidad y castidad ligado al honor familiar. La escritora ilustra el bochorno y la tragedia que implica esta situación, sobre todo en los estratos socioeconómicos más pudientes. Así lo relata en el comienzo del capítulo con el embarazo de Blanca, mujer sin voz ni posibilidades de oponerse –al menos, en ese momento- a la tiranía de su padre quien la obliga a casarse con un conde. El matrimonio negociado entre el futuro esposo y el padre da cuenta del proceso de cosificación y de uso como objeto de transacción de Blanca entre ambos hombres para resguardar sus propios intereses. Esta parte del relato representa una muestra más de la cotidiana imposición del poder masculino sobre las vidas y los destinos de las mujeres para su control (Rich, 1980). Aunque también es destacable que, en los siguientes capítulos del libro, Allende dota a las protagonistas de la fuerza necesaria para resistir y sustraerse del peso de estos poderes y torcer sus destinos aparentemente marcados.

En cuanto al relato del aborto de Amanda, lo que se destaca es su condición de inseguro y clandestino. Este evento aparece en el orden de lo trágico, lo pecaminoso, lo indecible e impronunciable, lo cual observo en las palabras elegidas por Allende para referirse al aborto, en tanto la “solución drástica”, “la palabra terrible”, “los instrumentos de su tortura” [en referencia al instrumental quirúrgico] o la frase que hace pronunciar a Clara –madre de los mellizos- cuando recibe a Amanda en situación de post aborto en su casa para cuidar de ella: “Si es pecado, prefiero que no me lo cuenten.” (Allende, 2020: 258)

Respecto a Amanda, en la narración no aparecen alusiones directas a las implicancias emocionales ni a posibles conflictos éticos al tomar la decisión de abortar. A pesar de estar situada en un contexto altamente represivo en cuanto a las relaciones sexo-afectiva, la protagonista mantiene con Nicolás un amor libre que se fuga de estas ataduras, por lo cual infiero que es posible que sostenga ideas críticas sobre la ligazón embarazo-maternidad y sobre la maternidad como destino de las mujeres que la despejan de posibles sentimientos culpógenos sobre la propia práctica de aborto. Pero además, y considerando que todo aborto se entrama  con las condiciones sociales y también con las condiciones subjetivas vitales de quien aborta, Allende muestra cómo Amanda cuenta con un saber encarnado sobre las adversidades y dificultades que implica para una mujer ejercer el rol de madre –en su caso, con su hermano Miguel- en condiciones de empobrecimiento económico y de soledad emocional. Además de lo que supondría para ella afrontar una crianza junto a la falta de madurez que constantemente demuestra el personaje de Nicolás en su propia vida. Todo lo cual permite otorgar coherencia a la decisión de la mujer, así como comprender que las significaciones sobre el aborto y la maternidad con las que se presenta a Amanda están en consonancia con una decisión libre de contradicciones, firme y sin dilemas.

A partir del relato puedo inferir las implicaciones de portar un embarazo no deseado y el alivio que supone su interrupción para Amanda. Mientras el relato de la vida familiar y política de los/as Trueba continúa como un río de sucesos y emociones, la figura de Amanda desaparece. Su existir queda detenido. Tras tres semanas de interrumpir su visita a la casa de la familia y tras la advertencia de su ausencia por parte de Jaime, Nicolás va por primera vez a la pensión donde vive para buscarla. La descripción de su estado físico y emocional da cuenta de que estar embarazada en esas condiciones y circunstancias es semejante a estar desvitalizada. Nicolás la encuentra en la cama, verdosa y disminuida, demacrada, pálida y difícil de reconocer, con aspecto enfermizo y los ojos extraviados. “-No estoy enferma-respondió ella. - Estoy embarazada.” (Allende, 2020: 246). Amanda decide la interrupción de ese embarazo y se lo comunica a Nicolás para conseguir la ayuda indispensable de su hermano Jaime, que estudia medicina. La inviabilidad de continuar ese embarazo se refleja en la contundencia con que se expresa Amanda ante la pregunta de Nicolás sobre qué hacer: “-Un aborto, por supuesto- respondió ella.” (Allende, 2020: 247).

Los sentimientos y vivencias previas al aborto no se centran en la práctica en sí misma sino en las condiciones de realización. La vivencia de terror de Amanda se hace carne y la amenaza de muerte va cobrando forma y alejándose de lo abstracto, lo cual es reflejado en los siguientes fragmentos:

En los últimos días ella había alcanzado a madurar la idea de la muerte y la temía menos que al dolor y a la humillación que esa noche tendría que soportar (…). En la puerta del pabellón Amanda se detuvo con una expresión de terror: había visto el instrumental y la mesa ginecológica y lo que hasta ese momento era una idea abstracta y un coqueteo con la posibilidad de la muerte, en ese instante cobró forma, (Allende, 2020: 254).

Como lectora, este relato sobre aborto me enfrenta y me traslada esa idea de riesgo de muerte que ronda constantemente en el sentir de la mujer que pone el cuerpo y que se materializa en la descripción del material quirúrgico y las condiciones infrahumanas de insalubridad y suciedad en que se realiza la práctica. Pero, respetando los matices de las experiencias, al mismo tiempo que el fantasma de la muerte y de lo terrible se hacen presente para la y los protagonistas de esta historia, la escritora logra introducir gestos de alegría y amorosidad mediante una sonrisa, una broma, el sentimiento de alivio luego de la intervención y las relaciones de cuidado que describe y que rodean al aborto.

Respecto al personaje de Jaime, su inexperticia en la práctica, la inseguridad y la preocupación por la salud de Amanda lo llevan a vivir la situación como indeseable pero necesaria. Se siente un “ladrón” por entrar al hospital sin permiso y en un horario donde, de ser descubierto, no tendría explicaciones aceptables para dar. Por sus estudios, ha estado en contacto con las consecuencias físicas de los abortos clandestinos e inseguros. Sobre su sentir previo a realizar el aborto, dice la narradora:

Procuraba no pensar en las mujeres que había visto llegar agonizando a la sala de emergencia del hospital, a las que había ayudado a salvar en ese mismo consultorio y las otras, las que habían muerto lívidas, en esas camas, con un río de sangre fluyendo entre las piernas, sin que la ciencia pudiera hacer nada para evitar que se les escapara la vida por ese grifo abierto (Allende, 2020: 252-253).

La presencia médica, pero sobre todo humana, de Jaime permite la configuración de una práctica cuidada y atenta a sus aspectos emocionales, que evita dolores innecesarios. Por ejemplo, mediante la colocación correcta de la anestesia, o al evitar desnudar a Amanda estando ella consciente, o por la cercanía física y emocional en el momento post-aborto, donde el sentir que prima en el relato es el alivio de la protagonista de seguir viva y de ya no estar embarazada. Finalmente, la cercanía física y emocional de Jaime con Amanda configura una experiencia de aborto acompañado que le permite experimentar protección y seguridad, lo cual dota de calidez a una escena helada rodeada de metal y olor a desinfectante. 

El relato del aborto de Amanda me renueva la idea sobre la importancia de contar con recursos materiales y/o afectivos, en tanto facilitadores de una experiencia que, por las condiciones de clandestinidad e inseguridad producto de la criminalización, puede ser vivida como cercana a la muerte y de gran riesgo físico. Dentro de estos recursos, en este relato se destacan principalmente los afectivos, que se apoyan en las redes que Amanda ha construido con les integrantes de la familia Trueba, lo cual posibilita: contar con un allegado con conocimientos en medicina que facilita los medios y el lugar para realizar la intervención; una práctica teñida por el amor y el aprecio que ambos hombres sienten hacia ella y no por el espíritu de lucro o rentabilidad económica y los malos tratos que comúnmente acompañan las prácticas clandestinas de médicos abortistas no feministas; el contar con los cuidados médicos personalizados posteriores al aborto y el acompañamiento emocional por parte de Jaime y Clara, a la vez que contar con el apoyo de Clara en los cuidados de Miguel, su hermano a cargo, mientras Amanda se recupera de la intervención quirúrgica.  

Reflexionando sobre el sentido político que encuentro en el texto según su contexto de producción, lo pienso en términos de denuncia y visibilización de las violencias. La escritora, más allá de no elegir un final trágico para su historia, destaca el dramatismo que implica para las mujeres de la época verse enfrentadas a un embarazo no deseado y/o a un aborto en condiciones de clandestinidad e inseguridad. Este relato está escrito a principio de los 80´y situado aproximadamente en los años 60´, en concordancia con una época de silenciamiento extremo y de crueldades en las que ocurrían –y continúan ocurriendo- los abortos en la mayoría de países latinoamericanos, especialmente para aquellas mujeres con escasos o nulos recursos materiales y simbólicos.

En cuanto a las configuraciones emocionales y representaciones de género destacables, me resulta interesante el interjuego cualitativo entre, por un lado, lo pesado que desvitaliza de la condición de estar embarazada sin desearlo y, por otro lado, el alivio y el retorno a la propia vida que sucede tras abandonar la condición de embarazo y no morir en el intento; pasaje en el que abortar oficia como proceso indispensable. Puedo leer en términos de decisión política y de cierta transgresión a las significaciones dominantes en el momento de escritura, el hecho de que Allende muestre una mujer atemorizada pero no culpógena ni dudosa. Siguiendo a Fernández y Tajer (2006) gran parte de los efectos psíquicos atribuidos a las prácticas abortivas se despliegan en función de los complejos mecanismos  biopolíticos de control y disciplinamiento patriarcal sobre las mujeres, los cuales se aprehenden de maneras más o menos profundas en función de las configuraciones socio-subjetivas que cada mujer compone sobre la práctica y sobre la legitimidad asumida para tomar decisiones sobre sí misma. En este sentido, la subjetividad de Amanda es bien distinta a la de Blanca, mujer cuya decisión sobre el destino del embarazo y sobre el propio destino aparece completamente anulada en ese momento de la historia de Allende que estoy analizando.

 

Análisis de dos relatos de abortos en la obra de Belfiori

 

Relato “No te quiero”

Este relato, así como abre las puertas del libro, también abre la posibilidad de hacer imaginables y decibles otras formas de atravesar los abortos, donde conviven un contexto hostil y restrictivo para con la autonomía de las mujeres con un contexto amoroso, fortalecido y fortalecedor generado por el activismo feminista socorrista que acompaña decisiones y que facilita recursos para ensanchar libertades.

La narradora de este relato nos invita generosamente a introducirnos en los pensamientos, sentimientos y diálogos internos de una mujer decidida que sabe lo que quiere y sabe darle lugar al deseo propio. A pesar de que la protagonista carece de nombre, el carácter íntimo de la narración en primera persona permite bucear en la profundidad de su visión de la vida para comprender, entre otras cosas: cuáles son sus principios éticos y su filosofía de vida, cómo ha ido construyendo la relación de pareja apasionada y cargada de deseo con Marcelo, cómo es el proyecto de vida que han emprendido en un pueblo cercano al río Limay junto a sus pequeñas hijas con quienes comparte la aventura cotidiana del maternaje. En las ricas descripciones del texto, encuentro proyectadas las concepciones de la protagonista respecto a la vida y al amor. Belfiori dota de total humanidad a una mujer anónima para quien el aborto es una experiencia más que transcurre en su vida. Otorga primacía a mostrar el deseo de la mujer frente a un proceso corporal que se inició a partir de una relación de placer y destaca el rotundo “no” que guía su accionar posterior. Es un relato que no necesita recurrir al dramatismo ni a la necesidad de recalcar el peligro emocional y físico al que son expuestas las mujeres por la clandestinidad de los abortos.

En este primer capítulo, el modo en que se representa el aborto nos invita a reflexionar sobre la relación de las mujeres con nuestros cuerpos, poniendo en primer lugar una práctica abortiva autónoma y no sobre-medicalizada; tema de particular interés para pensar tanto los modos de abortar de forma voluntaria y legal en el nuevo contexto institucional y legal argentino como los lugares que las mujeres disputan/disputarán en las interacciones con profesionales de los servicios de salud. 

Otra cuestión que destaco de este relato es que logra subvertir el falso binomio aborto/maternidad, cuyos términos son entendidos como irreconciliables en contextos donde la criminalización abona sentidos que asocian aborto con asesinato y maldad, y maternidad con lo instintivo y lo inmaculado. Por el contrario, el modo en que las distintas experiencias de esta mujer y entre las mujeres de su vida son entrelazadas, logra armonizar el aborto con los nacimientos y las maternidades, poniendo el deseo en primer lugar en todos estos procesos ligados a lo reproductivo y a lo no reproductivo. Justamente es por eso que elegí este relato, porque desborda deseo y placer: el placer de una relación sexual consentida, el placer de la maternidad libremente elegida, el placer de acompañarse entre mujeres, el placer de vivir según las propias leyes y respetando los propios deseos. Tal como lo expresa la mujer en su última frase que dirige a su amiga Sol, quien cursa un embarazo indudablemente deseado: “Algo nos une y se lo dije. Hacemos de nuestros cuerpos el lugar para albergar nuestras decisiones. Querer y no querer, estamos atravesadas por el deseo. Vos le decís sí. Yo: no te quiero” (Belfiori, 2015: 24)

 

Relato “Conocerse adentro”.

En este relato, la autora me contacta con la voz de Lucrecia en forma de diálogo y de narración en primera persona, y con su propia voz bajo preguntas retóricas y una autoreferencia al aborto que se realizó 20 años antes de la escritura del libro.

Lucrecia carga en su piel con una historia de marginaciones, expulsiones, abusos, violencias y carencias que se actualizan cada noche cuando pone su cuerpo en un “bulo” para obtener su sustento económico diario y el de sus hijos. La maternidad y el aborto en soledad representan una violencia más. Pero como contracara, su aborto representa la posibilidad de salvarse de lo tortuoso que sería llevar adelante otra maternidad acorralada por la pobreza.  Lucrecia aborta sin compañía de personas de su entorno cercano, a pesar de que Roberto –padre de sus hijos- estaba en la misma cama que ella. Los dolores son tan intensos que debe asistir a un Hospital luego de expulsar un feto que deja debajo de la cama en una bolsa. Luego de regresar a su casa, el relato muestra las humillaciones verbales que Roberto le dispara, esta vez por haber abortado. Pasado un tiempo, logra separarse de él.

La narración no se centra estrictamente en la situación de aborto, sino que esta experiencia queda entramada en su trayectoria de vida más amplia. A los 11 años se fue de la casa donde vivía con su madre y 7 hermanos. “A los 18 ya sabía lo que era la cárcel, el loquero, la droga, ser madre, la pobreza” (Belfiori, 2015: 67). Las situaciones de violencia psicológica y económica por parte de Roberto son lo cotidiano. Él le recrimina por su actividad como prostituta a la vez que no provee nada económica ni afectivamente para el cuidado de los hijos en común. Además de esta hostilidad, el relato contempla las violencias y la actitud explotadora por parte de la dueña del lugar donde ejerce y por parte de los “clientes”, ante quienes queda plenamente sometida y en situación de esclavitud sexual. Las violencias y las soledades se acuñan en el cuerpo y en la subjetividad de esta mujer, quien materna y aborta en la pobreza y en la soledad.

Este relato permite problematizar cuánto de libertad hay en las decisiones de las mujeres sobre sus cuerpos, atendiendo a los condicionamientos socio-subjetivos que se ponen en juego al momento de decidir y actuar. Además, pone de relieve una voz pocas veces autorizada para hablar, que se expresa desde los márgenes de las múltiples instituciones de las que ha sido expulsada: la infancia, la escuela, la familia, la pareja, el trabajo elegido sin coerciones. Finalmente, en este capítulo Belfiori pone en juego el recuerdo de su aborto atravesado desde una condición de clase que le aseguró un aborto cuidado, al menos en los aspectos orgánicos. Es así que su lectura me genera un efecto inquietante de re-reconocimiento de las condiciones de injusticia social y reproductiva que crea la ilegalidad del aborto, que marcan y distancian las experiencias de las mujeres que abortan.

Respecto a los sentidos políticos que me sugieren estos textos, es necesario revisitar el contexto de escritura que sitúa a Belfiori en 2014 y que hoy retrospectivamente podemos precisar como la antesala del logro del debate social y legislativo de 2018 y de la posterior legalización del aborto a fines de 2020. De modo que la distancia entre el tiempo social en que este libro fue escrito y el tiempo actual es corta pero significativa.

En Argentina, desde hace más de treinta años y progresivamente, las organizaciones feministas y de mujeres lograron asumir la palabra en el espacio público y social para disputar el reconocimiento formal del derecho a decidir sobre el propio cuerpo, y junto con ello, disputar múltiples sentidos para avanzar hacia sociedades más igualitarias y democráticas. El trabajo desde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, creada hace más de quince años,[5] logró proyectar el tema del aborto de la agenda feminista a la agenda de la salud pública, la justicia social, la democracia, la laicidad del Estado y la defensa de los Derechos Humanos de las humanas a la vez que instalar el tema en voz alta, sustraerlo del silencio y la clandestinidad con vistas a la despenalización social (Anzorena y Zurbriggen, 2013; Bellucci, 2014).

En 2012, activistas de la campaña dieron forma de red al trabajo de acompañamiento y contención cara a cara que venían realizando con las mujeres que abortaban voluntariamente con medicamentos y se articularon en Socorristas en Red- feministas que abortamos- a nivel federal. De la mano de la tecnología de la comunicación y de los medicamentos como el misoprostol, y luego, afianzando articulaciones con sectores del sistema de salud, las socorristas posibilitaron otras formas de atravesar los abortos, teñidos de cuidados feministas y de discursos políticos reivindicativos del aborto como derecho de las mujeres y de otras personas con capacidad de gestar, sobre su soberanía corporal. El libro Código Rosa. Relatos sobre abortos se sitúa en esta genealogía feminista. Tuvo su origen en el entramado de agenciamientos feministas socorristas, que se propusieron desarmar las representaciones y autorepresentaciones hegemónicas de género sobre el aborto asociadas a crimen, muerte, culpabilidad mediante la puesta en escena de prácticas y discursos enérgicos y revolucionarios que afectaran la opinión y el sentir público (Santarelli y Anzorena, 2017).

El libro es una acción política en sí mismo, definido por su autora en 2018 –simultáneamente al primer debate legislativo y social de ese momento- como una micro-intervención que pretende deslizar los imaginarios que circulan en torno al aborto y sacar la práctica del silencio, para seguir avanzando hacia la despenalización social (Belfiori, comunicación personal, 27 de mayo de 2018). Graselli (2019) entiende que este libro es un texto urgente que trae a escena las voces protagónicas de las experiencias, y no solo se aventura a otorgar enunciabilidad a lo largamente silenciado, sino que en el acto de narrar propone una subversión y resignificación de los sentidos patriarcales sobre las experiencias vitales de mujeres, “desde un sistema ideológico antipatriarcal mostrando las violencias a las que se ven arrojadas las mujeres que abortan en la clandestinidad así como las estrategias de resistencia que se urden para enfrentar esa violencia.” (Graselli, 2019: 154).

 

Buscando puntos de encuentro…

El principal punto de encuentro entre ambos textos que me interesa destacar es que los relatos se encarnan en los cuerpos y subjetividades de mujeres representadas como seres reales. Ellas cuentan con una historia y una inserción social concreta, con un rostro imaginable, un recorrido vital realizado y por realizar, unos determinados condicionantes y circunstancias que forman parte de su existir y de sus decisiones de abortar, en contextos sociales y legales que ponen en riesgo su salud y que limitan ferozmente sus derechos. Mediante el ejercicio de escritura y lectura se socializan experiencias de aborto, híbridas en cuanto a su carácter de ficción y no ficción, que son relatadas en primera persona del singular o que hacen referencia directa a las palabras y pensamientos de personajes mujeres. Con ello, contribuyen a dotar con carácter de protagonistas a las mujeres, aquellas que son representadas y aquellas que asumen el lugar de representar. Estos textos literarios aportan a complejizar y transformar los organizadores socio-subjetivos de sentidos imperantes en sus respectivos contextos de escritura en relación con las prácticas abortivas y con su legitimidad como derecho de las mujeres y otras personas con capacidad de gestar. Ahora bien, ¿qué sentidos, emocionalidades, representaciones se renuevan y se refrescan en estos textos literarios?

En primer lugar, ambos nos permiten apreciar las condiciones de existencia que entraman los abortos en sus diversidades y muestran los matices en los tránsitos emocionales implicados en esta práctica. De esta manera, sortean las visiones estáticas y dicotómicas hegemónicas que polarizan la situación entre la maléfica o la santificada mujer, ambas representaciones de género descontextualizada. Estos relatos permiten comprender mejor las experiencias y sus condiciones, sentirlas más cercanas, favoreciendo otras formas de pensar, sentir y representar los abortos, a la vez que generando identificaciones emocionales más complejas con y entre las mujeres.

En segundo lugar, las narrativas de ambas autoras reflejan, entre otras cosas, las cadenas de violencias que recaen sobre las mujeres criminalizadas y las complejas circunstancias que enmarcan sus decisiones. Muestran las tensiones de la clandestinidad y las paradojas de la ilegalidad así como la función primordial de sostén de los vínculos y de los cuidados. En el caso de Código Rosa, los cuidados se entraman con las afectaciones de otras mujeres que acompañan y con las aperturas que posibilitan, al favorecer experiencias de abortos que reafirman la propia autoridad de las mujeres.

Otra cuestión interesante que me permiten apreciar los relatos es la vivencia en función del género sobre el embarazo no deseado y el aborto para las dos personas que se encuentran igualmente involucradas en la concepción aunque no en la posterior asunción de las consecuencias de los giros biológicos, que toman su curso independientemente del deseo. 

Para el caso de Amanda, Allende recalca las limitaciones de Nicolás para responsabilizarse de sus actos. No lo atribuye únicamente a su condición masculina, sino también a la dinámica establecida desde la infancia con su hermano mellizo. De esta manera, Jaime en su doble condición de médico y de enamorado de Amanda ocupa un lugar fundamental en el aborto de ella a pesar de no estar involucrado en el embarazo. Para el caso de Lucrecia, también hay dos figuras masculinas involucradas: Marcos y Roberto. Mientras Marcos –el cliente enamorado- jamás tendrá conocimiento de lo sucedido ni muestra intenciones reales de investigar las consecuencias de una relación sexual sin protección anticonceptiva, la presencia de Roberto es brutal y añade un color más al cuadro de violencias que pinta Belfiori. En cuanto a la situación de la doula, la resolución del aborto es relatada como una situación que solo la involucra a ella, sin mostrar registro de las posibles implicaciones de Marcelo, su pareja. Más allá de esta gama de formas de estar o no estar por parte de las figuras masculinas en la experiencia de embarazo no deseado/aborto voluntario, los tres relatos ponen en evidencia que estas experiencias y sus tonalidades se transitan diferencialmente en función del género, en lo que refiere a las cargas emocionales y corporales que implican.

Finalmente, a partir del análisis de estos cuatro relatos de abortos (incluyo ahora también el de la autora de Código Rosa) me interesa introducir la distinción que realiza la psicoanalista Ana María Fernández (2009) para pensar los efectos biopolíticos de la criminalización en las subjetividades de las mujeres que abortan, en función de las posiciones que ocupan en términos de clase social y de las posibilidades de acceder a un aborto más o menos seguro pero de todas formas clandestino. Esto nos permite pensar interseccionadamente diferencias intragénero en las experiencias.

Señala Fernández (2009) que el modo en que actúa el disciplinamiento en las mujeres de clases empobrecidas con escasos recursos es la vivencia de cercanía con la muerte y los riesgos corporales reales que conlleva una práctica sin condiciones mínimas de seguridad sanitaria. Lo vemos en el caso del aborto de Amanda y de Lucrecia. En esta última no se hace referencia directa a la cercanía del riesgo de muerte, pero puedo inferirlo a partir de la urgencia sentida por la mujer ante los dolores corporales que la llevan a acercarse a un hospital, lugar en el que muchas veces les profesionales de salud materializaban la criminalización sobre las mujeres que buscaban atención sanitaria. Es decir que, según esta autora, para las mujeres de sectores empobrecidos la criminalización opera directamente sobre el cuerpo.

A diferencia de las mujeres con mayores recursos socio-económicos, donde el riesgo de muerte inminente o de consecuencias corporales duraderas se encuentra salvado por las condiciones en que se realiza la práctica (en general, clínicas clandestinas con profesionales en medicina). Pero allí los efectos biopolíticos del control patriarcal, dice Fernández (2009), operan más eficazmente a nivel de las subjetividades, a través de los sentimientos de culpa y vergüenza y del silenciamiento social impuesto sobre la experiencia. Esta permanencia psíquica enquistada de la experiencia dificulta su incorporación saludable, tanto en la biografía subjetiva de cada mujer como en la colectiva.

Sin embargo, ambas obras literarias nos muestran que las presencias de personas del entorno afectivo cercano o desde los activismos, que sostienen estas experiencias, son fundamentales y pueden acortar las distancias referidas a las condiciones en que abortan las mujeres de diversas clases sociales. Y, particularmente, observamos en las experiencias recuperadas por Belfiori en Código Rosa que cuando se construyen, se encuentran o se ponen a disposición las condiciones necesarias para realizar abortos cuidados, los tránsitos emocionales y corporales se ven afectados positivamente para las mujeres. En este sentido, el relato del aborto de la doula, que transcurre sin grandes violencias ni muestras de auto-culpabilizaciones, como un evento más en la vida compleja de esta mujer, ilustra otras posibilidades de transitar los abortos, donde el reconocimiento y la asunción del propio deseo junto al acompañamiento feminista, facilitan la experiencia en un contexto adverso. Esta forma feminista de acompañar está presente también en el relato del aborto de Lucrecia y en los quince relatos más que componen el libro. En este sentido, como lectora, puedo apreciar experiencias de abortos representadas a partir de significaciones y afectos que, cada vez más, se alejan de aquellas que asocian aborto con arrepentimientos, culpas y riesgos insalvables.  Esta forma de representar los abortos en estas condiciones y las emocionalidades implicadas coincide con mis apreciaciones como activista y, también, como investigadora sobre el tema.

A modo de conclusión, esta lectura situada de ambas obras me permite destacar sus sentidos políticos de denuncia y de visibilización de las consecuencias negativas y de las violencias implicadas en la criminalización del aborto sobre las mujeres, en tanto experiencia signada por relaciones estructurales de género que son desiguales y que se recrudecen por otras opresiones que interseccionan la condición de género y que conforman igualmente las experiencias.

Finalmente, entendiendo estas obras como productos culturales y como parte de los procesos sociosubjetivos de construcción de género, aprecio el valor de los aportes de la literatura escrita por mujeres feministas comprometidas con la intervención en los discursos socialmente disponibles, en este caso, en torno al aborto y a las mujeres que abortan. Las autoras sortean las narrativas hegemónicas patriarcales condenatorias de la práctica, y posibilitan imaginar, pensar, sentir y representar los abortos de diversas maneras, como lo son: tan diversas como mujeres existan.

 

Agradecimientos

A María del Carmen Cortés Zaborras, mi profesora de “Crítica literaria feminista y creación de mujeres” en el Master en Igualdad y Género de la Universidad de Málaga.

A Dahiana Belfiori, a quien me une una relación de profundo cariño y admiración, eso que muchas llaman “amistad”.

A todas las que contribuimos a que hoy sea ley.

 

Recibido: 28 junio de 2021

 

Aceptado: 6 de septiembre de 2021

 

 





 

Referencias Bibliográficas 

 

Allende, Isabel (2020). La casa de los espíritus. Debolsillo.

Anzorena, Claudia y Zurbriggen, Ruth (2013). Trazos de una experiencia de articulación federal y plural por la autonomía de las mujeres: la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en Argentina. En Anzorena, Claudia y Zurbriggen, Ruth (comp.), El aborto como derecho de las mujeres. Otra historia es posible (pp. 17-38), Herramientas. 

Belfiori, Dahiana (2015). Código Rosa. Relatos sobre aborto. La parte maldita.

Bellucci, Mabel (2014). Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo. Capital Intelectual.

Fernández, Ana María (2009). Embarazos adolescentes: ¿precocidades desventajosas? En Las lógicas sexuales: amor, política y violencias (pp. 101-150), Nueva Visión. 

Fernández, Ana María (2016). La mujer de la ilusión. Paidós.

Fernández, Ana María y Tajer, Débora (2006). El aborto y sus significaciones imaginarias: dispositivos políticos sobre los cuerpos. En Checa, Susana (comp.), Realidades y coyunturas del aborto: entre el derecho y la necesidad (pp. 33-46), Paidós.

Golubov, Nattie (1994). “La crítica feminista literaria contemporánea: entre el esencialismo y la diferencia.” Debate feminista 9, (5). Disponible en  https://doi.org/https://doi.org/10.22201/cieg.2594066xe.1994.9.1754

 Grasselli, Fabiana (2019). “Sherezade, complicidad y subversión: notas sobre Código Rosa (2015) de Dahiana Belfiori.” Boletín GEC (23), 148-158. Disponible en https://revistas.uncu.edu.ar/ojs/index.php/boletingec/article/view/1827

Harding, Sandra (1996). Ciencia y feminismo. Morata.

Isabel Allende. Sitio web. Disponible en https://www.isabelallende.com

Lauretis, Teresa de (1996). “La tecnología del género.” Mora, 2, 6‐34. Disponible en http://blogs.fad.unam.mx/asignatura/adriana_raggi/wp-content/uploads/2013/12/teconologias-del-genero-teresa-de-lauretis.pdf 

Lorde, Audre (2008). La transformación del silencio en lenguaje y acción. En Los diarios del cáncer (7-10). Hipólita Ediciones. Traducido por Gabriela Adelstein.

Rich, Adrienne (1980). “Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana.” Duoda: Revista d'Estudis Feministes. (10) 15-45. Disponible en https://raco.cat/index.php/DUODA/article/view/62008/90505 

Santarelli, Natalia y Anzorena, Claudia (2017). “Los socorrismos y las disputas de sentidos sobre el aborto voluntario. Consideraciones teóricas desde una perspectiva del feminismo crítico.” Descentrada, Vol. 1, Núm. 1, e008. Disponible en http://www.descentrada.fahce.unlp.edu.ar/article/view/DESe008

Vaggione, Juan Marco (2014). Prólogo. En Bellucci, Mabel. Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo (pp. 9-19), Capital Intelectual.

Zavala, Iris (1993). Las formas y funciones de una teoría crítica feminista. Feminismo dialógico. En Díaz-Diocaretz, Myriam y Zavala, Iris (coords.) Breve historia feminista de la literatura española (en lengua castellana). I. Teoría feminista: discursos y diferencia (pp. 27-76), Anthropos.

 



 



* Doctoranda en Estudios de Género (Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina) y becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Docente en el Departamento de Formación Profesional. Facultad de Psicología, Universidad Nacional de San Luis, San Luis, Argentina. Licenciada en Psicología (Universidad Nacional de San Luis). Magister Universitaria en Igualdad y Género (Universidad de Málaga, España).

[1] Lorde, Audre (2008: 10).

[2] La autora chilena Isabel Allende se ganó el reconocimiento mundial con ésta, su primera novela, que fue un best seller adaptado a múltiples formatos y que la consagró como una fuerza feminista en el mundo literario de América Latina dominado por el sexo masculino y como una de las pocas escritoras referentes del realismo mágico iberoamericano. Allende considera que la novela es una ficción, un atado de mentiras que reflejan una realidad. Este y otros de sus escritos han sido influenciados por sus convicciones feministas, su compromiso con la justicia social y las duras realidades políticas que dieron forma a su destino, principalmente a su condición de exiliada política tras la última dictadura militar en Chile.

[3] Dahiana Belfiori es activista feminista argentina, poeta, narradora y escritora. Desde hace más de diez años publica notas de opinión, entrevistas y crónicas en diferentes diarios y revistas de Argentina. Desde 2013 coordina talleres de lectura y escritura creativa y gestiona eventos culturales. El libro Código Rosa. Relatos sobre abortos fue re-impreso en 2018 y re-editado en 2021 por Ediciones La Parte Maldita. Fue reconocido por la Cámara de Diputados/as de Santa Fe y recibió la distinción “Con X”. Fue presentado en más de treinta localidades argentinas y a nivel mundial en la Universidad de Erasmus de La Haya y en la emblemática librería Traficantes de Sueños en Madrid. En 2018, el libro recorrió numerosos centros culturales y universidades de Andalucía y fue presentado en la emblemática librería Proleg en Barcelona; aventura que pude compartir junto a su autora y a numerosas mujeres españolas y argentinas que asistieron a las presentaciones.

[4]  La Revuelta es una de las colectivas impulsoras de Socorristas en Red –feministas que abortamos, una articulación feminista federal conformada por distintas colectivas que, mediante encuentros grupales, brindan información para realizar un aborto seguro con medicamentos y ofrecen un espacio de escucha feminista atento a la singularidad de cada mujer que se contacta, entre otras cosas. Con estas prácticas también se busca la politización de la experiencia de abortar con medicamentos de manera autogestionada, cuidada y con acompañamiento feminista. Su presencia en el espacio público con recursos visuales, audiovisuales, producciones literarias y de investigación es notable. Para mayor información véase: https://socorristasenred.org/quienes-somos/ y http://larevuelta.com.ar/

 

[5] La Campaña es un espacio de alianza y articulación de agrupaciones con orientaciones políticas y prácticas activistas diversas, de sectores que exceden al movimiento de mujeres y feminista. Tuvo su origen en la tradición feminista de lucha por la autonomía de las mujeres, las grandes movilizaciones populares de 2001-2002 y los por entonces llamados Encuentros Nacionales de Mujeres. Su objetivo unificador fue lograr la despenalización y legalización del aborto, para lo cual presentó ocho proyectos de ley sobre interrupción voluntaria del embarazo como un derecho. En 2018, su lucha se extendió enormemente, se convirtió en una de las principales interlocutoras y protagonistas del debate parlamentario y en la impulsora fundamental de los sentidos que llevaron a grandes avances en cuanto a la despenalización social y, luego, a la legalización de la práctica por plazos y a voluntad de quien gesta, a fines de 2020.