ALGUIEN, ALGUNA VEZ, AMÓ A UN* TRABAJADOR* SEXUAL

 

ONCE UPON A TIME, SOMEONE LOVED A SEX WORKER


Ana Sofía Gerber*

Florencia Ravarotto Kohler**

 

 

Resumen 

Teniendo en cuenta los recientes estudios del llamado giro afectivo en relación a la relevancia ética y política que tienen las emociones en el espacio público/privado, el presente trabajo indaga a partir de prácticas e imaginarios de una sujeta que ofrece servicios sexuales cómo podemos leer el afecto amor -en el marco de la teoría cultural de las emociones de la filósofa Sara Ahmed-. Con el fin de inscribir el entramado conceptual de la autora en un contexto específico, se retomarán de una investigación etnográfica entrevistas realizadas a una sujeta que ofrece servicios sexuales en la ciudad de Córdoba. A partir del diálogo entre los entramados conceptuales filosóficos y etnográficos, buscaremos analizar cómo nuestra interlocutora privilegiada articula, obtura y (re)narra imaginarios en cuanto al amor. ¿Qué se pone en cuestión a la hora de amar a un* trabajador* sexual? ¿Pueden acaso est*s sujet*s ser no sólo objeto de placer sino también de amor? ¿Quiénes son los objetos de amor de esta trabajadora sexual? El sexo/amor está atravesado por ideas y valores sobre el tiempo y el trabajo. Nuestra intención, en este sentido, no es sólo poner en jaque los vínculos sexo-afectivos normados, sino también los marcos temporales que los atraviesan.


Palabras clave: amor - afecto - trabajo sexual - tiempo

 

 

Abstract

Taking into account the recent studies of the so-called affective turn in relation to the ethical and political relevance of emotions in the public/private space, this paper, based on the practices and imaginaries of sex workers, investigates how we can read affection and love within the framework of the cultural theory of emotions of the philosopher Sara Ahmed. In order to inscribe the author's conceptual framework in a specific context, we have selected from ethnographic research some interviews with a female subject who offers sexual services in the city of Córdoba and has clients with some kind of disability. From the dialogue between philosophical and ethnographic conceptual frameworks, we will seek to analyze how our privileged interlocutor articulates, obturates and (re)narrates imaginaries of love. What is at stake when loving a sex worker? Can these subjects be not only objects of pleasure but also of love? Who are the objects of love for this sex worker? Sex/love is traversed by ideas and values about time and work. Our intention, in this sense, is not only to question the normative sex-affective bonds, but also the temporal frames that traverse them.


Keywords: Love - Affected - Sex Work - Time

 

 

 

Primeros acercamientos

Este artículo indaga respecto a posibles respuestas afectivas generadas en torno a la emoción-afecto amor por parte de una sujeta que ofrece servicios sexuales en la ciudad de Córdoba (Argentina). Para ello partimos de nuestras investigaciones realizadas en nuestros Trabajos Finales de Licenciatura en Filosofía y Antropología respectivamente. La primera investigación refiere a las gramáticas afectivas que se generan en torno a la emoción amor desde, principalmente, la teoría de los afectos de la autora Sara Ahmed; mientras que la segunda aborda modos en cómo sujet*s que ofrecen servicios sexuales y tienen como client*s a personas con algún tipo de discapacidad actualizan,[1] reifican y/o disputan imaginarios y experiencias de sus trayectorias, en tanto trabajador*s sexuales, asistentes sexuales y/o putas.[2] Ambos trabajos se enmarcan dentro del Proyecto de Investigación (CONSOLIDAR, SECyT-UNC) titulado “Emociones, temporalidades, imágenes: hacia una crítica de la sensibilidad neoliberal” del Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon” de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.

En un primer momento del trabajo, se repondrá brevemente lo que refiere Ahmed al hablar de afecto y, principalmente, al hablar de amor. Por afecto-emoción la autora hace referencia a algo “pegajoso”: a aquello que pega una cosa con otra, que sustenta o preserva la conexión entre ideas, valores y objetos. Con el fin de inscribir el entramado conceptual de la autora en un contexto específico se retomará una investigación etnográfica, realizada entre abril del 2018 y junio del 2020 en la ciudad de Córdoba, Argentina, focalizada en una sujeta que ofrece servicios sexuales. Un segundo momento se centrará en desarrollar la relación entre amor y sexo a partir de Firestone (1976), explicitando y poniendo en jaque los contratos que se generan en el establecimiento de vínculos tanto amorosos como sexuales. Finalmente, se propondrá pensar el tiempo que se invierte en toda relación sexo/amorosa. El sexo/amor está atravesado por ideas y valores sobre tiempo y trabajo. A partir de este análisis, reflexionaremos acerca de la posibilidad de otras construcciones sexo-afectivas que habiten/habitan otr*s tiempos y convivan/conviven con otros otr*s.

 

Del “buen amor” al triste amor

Will you still love me

When I'm no longer young and beautiful?

Lana del Rey, “Young and Beautiful”[3]

 

Sara Ahmed, en su libro La política cultural de las emociones (2015), explora cómo funcionan las emociones para moldear las “superficies” de los cuerpos individuales y colectivos. Las emociones son relacionales en el sentido de que involucran (re)acciones o relaciones de “acercamiento” o “alejamiento” con respecto a ciertos objetos, personas o situaciones. En la medida en que se genera cierto contacto con determinado objeto/ sujet*, a la vez, se configura una determinada orientación, en otros términos, una lectura del contacto que se asocia a una o varias emociones específicas. A esta lectura del contacto Ahmed la denomina “acercadeismo”. Las emociones circulan y en su reiterada asociación a determinados objetos van creando orientaciones y direcciones. Las emociones para la autora son “pegajosas”, generan uniones entre ideas, valores y objetos. Es allí, en su reiterada asociación a determinados objetos que las emociones condicionan el acercamiento o alejamiento del sujet*. En palabras de la autora:

Los cuerpos adoptan justo la forma del contacto que tienen con los objetos y con los otros. Las emociones moldean las superficies de los cuerpos, que toman forma a través de la repetición de acciones a lo largo del tiempo, así como a través de las orientaciones de acercamiento o alejamiento de los otros. (Ahmed, 2015: 24)

Es menester destacar que la autora no piensa en un modelo meramente económico o psicologista, sino en un modelo de sociabilidad emotiva “que se sobrepone a las determinaciones del análisis individual y las generalizaciones superestructurales, para dar cuenta del funcionamiento de las economías como políticas culturales geopolíticamente situadas” (Ahmed, 2019b:14). En otros términos, las emociones no son simplemente algo que “yo” posea interiormente y luego exprese, como sostienen ciertas posiciones “psicologistas”. Ni tampoco algo que se impone desde afuera a un nivel sociopolítico y que “yo” me apropio, como sostienen algunas concepciones “externalistas”. Más bien, lo que se sustenta es que, a partir de ciertas asociaciones reiteradas de afectos como el miedo, el odio, el amor hacia determinados objetos o personas, se configura un “juicio emocional” que condiciona nuestras orientaciones de acercamiento o alejamiento. En el marco de una determinada narrativa, ciertos cuerpos van acumulado valor afectivo. En la medida en que ese valor afectivo circula no sólo se afianza la lectura de ese cuerpo como “temeroso”, por ejemplo, sino que también se incrementa. Dando como resultado que se vuelva demasiado dificultoso escapar a las lecturas de sujeción afectiva que ya están realizadas sobre los cuerpos. Eso explica, entre otras cuestiones, porque es tan complejo llevar adelante ciertas transformaciones sociales, “los sujetos se involucran emocionalmente en ciertas estructuras específicas, de manera tal que la desvinculación, la desaparición o la inestabilidad de tales estructuras se vive como la muerte en vida” (Mattio, 2018: 10).

Otra clave de lectura para comprender la propuesta de Ahmed es la de economías afectivas. Tomando ciertas ideas del psicoanálisis y el marxismo, entiende como “económico” la circulación de las emociones en un campo social y psíquico. Propone una analogía entre el movimiento del capital y el movimiento de las emociones. Así como en la circulación de la mercancía su valor no solo queda intacto, sino que también se acrecienta; en la circulación de los afectos sucede lo mismo. A medida que se “pega” de forma reiterada un afecto a determinado objeto, no solamente se enfatiza esa asociación, sino que en la misma reiteración su valor aumenta. De esta forma, es posible pensar en la acumulación de valor afectivo que van adquiriendo los objetos (Ahmed, 2015).

En este sentido, se puede caracterizar al amor como una construcción de ciertas asociaciones específicas a objetos, situaciones y sujet*s que se generan de forma reiterada. Tales asociaciones pueden ser la idea de novio-novia, matrimonio, procreación, familia, cónyuge, concubino, pareja, etc. En esta dirección, Ahmed caracteriza al amor como un investimento que crea un ideal,[4] como la “inclinación hacia” un objeto específico de amor, que entonces legitima a quien ama y a quien es amad*. Tomando la distinción que realiza Freud en El Malestar de la Cultura (2012) entre amor anaclítico y amor narcisista la autora recupera dos nociones que nos parecen básicas y cruciales a la hora de pensar el amor: identificación e idealización.[5] Por un lado, la identificación con determinado objeto amoroso implica una “inclinación hacia”. Deseo aquello a lo que me quiero parecer, acercar y, al mismo tiempo, en ese impulso de identificación me diferencio de es* otr* (Ahmed, 2015). Nunca voy a poder ser es* otr* al menos que ocupe su lugar. En palabras de la autora, “la identificación involucra la construcción de la similitud más que el ser similar; el sujeto se vuelve como el objeto del otro, solo en el futuro” (Ahmed, 2015: 198).

Por otro lado, la autora menciona que “la idealización del objeto no es acerca del objeto, o incluso dirigido al objeto, sino que es un efecto de la imagen ideal que el sujeto tiene de sí mismo” (Ahmed, 2015: 200). Dado el objeto al que me quiero parecer, identificar- en el entramado conceptual freudiano este vínculo está descrito en torno al lugar del niño y sus padres -deseo la idealización de eso que contribuye, eleva mi individualidad, mi sujeción. La idealización, de esta forma, crea tanto sujet*s dign*s de atraerme, como objetos dignos de amar.

Dicho esto, es posible expresar que tanto la identificación, como la idealización generan orientaciones. “El término orientación es en sí un término espacial: designa cómo se ubica la persona en relación a los objetos, en el sentido de la dirección que se tiene y que se adopta hacia los objetos'' (Ahmed, 2019a: 101). Aquí, es posible pensar que la orientación sexual que se “tiene” determina mi objeto de deseo. De modo que, el deseo sexual orienta al sujet* hacia determinad*s otr*s y no hacia otros otr*s estableciendo y constituyendo la línea, la norma. Esos otros hacia los cuales el deseo se orienta forman parte de la matriz heterosexual (Butler, 2007). La matriz heterosexual naturaliza la unión entre sexo, género, deseo y práctica sexo-afectiva. Alineando lo masculino al hombre y lo femenino a la mujer.[6] Proponiendo, además, que las relaciones sexo-afectivas que se pueden generar son entre los “opuestos” (hombres-mujeres). En este sentido, Freud, sosteniendo esta matriz, propone la idealización en base al binarismo que se genera dentro de la misma familia (el niño desea al objeto ideal del padre: madre y viceversa).

Asimmismo, la orientación en los vínculos amorosos está signada no solo por desear al mal llamado “sexo opuesto”, sino también, por desear al otr* dentro del marco del “buen amor”. Este “buen amor” se caracteriza por la durabilidad de una pareja monógama y, puntualmente, por si esa pareja representa una posibilidad a futuro para la construcción de una familia. Es en este sentido que Ahmed enuncia en Fenomenología Queer que “la heterosexualidad es una forma de sexualidad de contacto’: las orientaciones heterosexuales están determinadas por el contacto con otras personas que son construidas como accesibles como objetos de amor por las líneas de las herencias social y familiar” (2019a:143). 

Aquí podríamos pensar que la orientación hacia el “sexo opuesto” dentro del marco del “buen amor” implica en los términos de Berlant un optimismo cruel:

un manejo aspiracional, pero también cambiante e incoherente, de promesas hegemónicas acerca de la experiencia de pertenencia social presente y futura a las que es posible acceder de distintas maneras, por medio de transacciones afectivas que tienen lugar junto a las demás, de carácter más instrumental. (Berlant, 2020: 311)

La sensación de estar en pareja se lee como un ejercicio de lo “normal” en los términos de aceptación social e intimidad, al mismo tiempo, esta cualidad hace del amor normativo un lugar donde descansar ante un contexto económico cambiante e inestable. Berlant en su libro El Optimismo Cruel (2020) retoma dos películas de los hermanos Dardenne: La Promesse (1996) y Rosetta (1999). En ellas dos jóvenes pertenecientes a una clase empobrecida en Holanda e inmers*s en una realidad familiar bastante hostil y compleja, ven en la capacidad de generar lazos y medios de trabajo precarizados la esperanza para ser “normal”, sentirse parte de una clase media sin importar a qué costos. Asimismo, se persiste en estas acciones como herencia de una vida de la cual alguna vez sus padres soñaron.

Aunando las teorías de Berlant y Ahmed, podríamos pensar que ese “juicio emocional” que se genera hacia determinado tipo de instituciones, como la familia, el “buen amor” y poseer un trabajo estable, funciona como garantía del optimismo invertido en lograrlas. Sin embargo, al cargarlas de optimismo siempre emerge la idea de decepción. En el caso de los lazos afectivos se proyecta en el otr* una idea de amor, muchas veces normado, que en su proceso de sostenimiento y necesidad de recrearlo puede resultar cruel y abrumador. A pesar de ello, en esta “normalidad” se descansa. Dando como resultado, en los términos de Berlant, la difuminación de toda acción política, creyendo que allí es donde transcurre la vida.

Para poner a dialogar estos marcos conceptuales con un contexto específico retomaremos entrevistas realizadas a GG, una sujeta que ofrece servicios sexuales en la ciudad de Córdoba y quien se refiere a sí misma como puta callejera marica. El particular cruce entre sexo/amor nos parece interesante por el hecho de pensar que el trabajo sexual irrumpe en la jerarquía sexo-afectiva impuesta por la heterosexualidad obligatoria. Debido a que vincula el sexo a narrativas otras de las que produce el amor normativo, a través de un acuerdo económico explícito por algo que dentro del matrimonio o ciertos “vínculos estables” abalados socialmente se supone no tendría precio (RRTS, 2012).

Al momento de conocernos, en el año 2018, GG ofrecía servicios sexuales en diferentes páginas y redes sociales, lo que constituía su principal fuente de ingreso. Nació a principios de la década de los ´90 en la ciudad de San Juan, estudió y se recibió de una carrera universitaria relacionada a Ciencias de la Educación, pero no ejercía en instituciones formales. Comenzó a ejercer el trabajo sexual de joven. A los 20 años empezó a participar de distintas organizaciones conformadas por sujet*s activistas de la disidencia sexual, much*s de ell*s trabajador*s sexuales. Su llegada a Córdoba fue un par de meses antes de habernos conocido y estuvo relacionada no sólo a motivos laborales sino también a la intención de poder sortear los diferentes acosos y hostigamientos civiles e institucionales que venía sufriendo por ofrecer servicios sexuales públicamente. Fueron amig*s y (ex)amantes, tanto l*s que vivían en una como en la otra ciudad, quienes l* acompañaron en su mudanza y a que pudiera instalarse.

Una de las investigadoras comenzó a relacionarse con GG por medio de encuentros casuales en ciertos espacios académicos y de activismo, como en el primer Encuentro Nacional de Trabajadorxs Sexuales (ENTS) y las jornadas de Sexualidades Doctas, que acontecieron durante noviembre de 2018 pero cuyo trabajo previo de organización nos implicó estar en contacto ya desde meses previos.[7] La participación de esta investigadora en la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual (RRTS) desde 2017 también influyó en nuestro vínculo,[8] debido a que situó a esta en el campo no sólo como estudiante de la Lic. en Antropología sino también como activista en pos del reconocimiento del trabajo sexual, posibilitando otro tipo de acercamientos y complicidades entre nosotras.

Como herramienta analítica y método de producción de información recurrimos a la “descripción densa” (Geertz, 2003), con el motivo de dar cuenta de las distintas prácticas discursivas y prismas de significados que circulan en las dimensiones sensibles del universo de sentidos de nuestra interlocutora. Las instancias de encuentros acordados entre nosotras contemplaron tanto entrevistas como así también la ida a fiestas y talleres que GG dictaba, además de la contratación de servicios sexuales que ésta ofrecía. Sin embargo, aquí trabajaremos puntualmente con dos de las entrevistas, no sólo para adecuarnos mejor al espacio de escritura disponible sino para también poder profundizar en esta narrativa particular de GG.[9] Con este recorte no se pretende totalizar ni tampoco relativizar experiencias en torno al trabajo sexual y el amor, sino puntualizar en cómo una sujeta, de forma local y parcial, concibe y define su propia realidad social en relación al bagaje teórico aquí contemplado.

Retomando estas entrevistas con GG, ella nos mencionaba:

Para mí el poliamor no es la respuesta. Yo del amor convencional no decidí irme porque dije “no me cabe”, que esto hable mucho con ellos [terapeutas sexuales], a mí me sacaron. Yo decidí ser puta porque decidí ponerle un precio a mi sexualidad y decidí trabajar del sexo y de repente fue que, bueno... nadie te quiere de novio, te quieren de puta, sos objeto, sos más sujeta u objeto de deseo que sujeta u objeto de amor. [...] Soy una puta sad, triste también como la mayoría de las personas que nos construimos en la feminidad, porque nos construyen desde ese lugar porque tenemos pocos agenciamientos desde ahí pero bueno, en esos lugares vas decidiendo ciertos principios. Yo sé que no quiero la monogamia, sé que no quiero la heterosexualidad y me escapo como puedo de ella. Pero eso no quiere decir que no quiera ni los cariños ni los mimos o que no quiera esto, ciertas mentiritas de "para siempre", sí tengo ganas de que me digas que va a ser para siempre aunque sé que va a durar un par de horas, amo. (Comunicación personal, 30 de abril de 2019)

El fragmento tomado de la entrevista con GG dispara muchas cuestiones a pensar e interrelacionar con los marcos teóricos reconstruidos. En principio, se podría analogar ese amor convencional que nombra la interlocutora con el “buen amor”. Ese amor es el que está de fondo cuando se quiere reflexionar acerca de cualquier tipo de vínculo. Es un amor heterosexual, monógamo y que, en el mejor de los casos, durará para siempre. Al mismo tiempo, es un amor en el que se establece explícita o implícitamente un contrato sexo-afectivo; tener relaciones sexuales con esa otr* amad* se supone como parte del contrato. Justamente, una de las cuestiones que evidencia el trabajo sexual como tal es vincular el sexo a otras narrativas que escapan al contrato de parejas. El sexo es un trabajo, una mercancía que adquiere un valor y al hacerlo genera rupturas dentro de esta sociedad, en donde se supone, que una tiene sexo por amor o sin una articulación económica explicita.

Al habitar eso otro otr* de la norma nadie te quiere de novio, te quieren de puta. Amar a un* trabajador* sexual o ser objeto de amor de un* trabajador* sexual, en este punto, es amar lo otro. Porque se corre de la orientación alineada, del “buen amor” y muchas veces, de la matriz heterosexual. El amor de una noche, ocasional, en el sauna, por otros otr*s sólo aparece cuando se evidencia “el buen amor”. Lo cual no quiere decir que dejemos de negociar con esa norma, esa norma funciona como un optimismo, como un apego difícil de modificar, al mejor estilo de lo propuesto por Berlant. Es tan fuerte la construcción de durabilidad del “buen amor” que no quiere decir que no quiera (...) ciertas mentiras de “para siempre”. Como menciona Ahmed “los afectos negativos de no precisamente vivir en las normas nos muestran cómo amar amores que no son normativos implica someterse a esas normas precisamente en cuanto a los costos y daños provocados cuando no las seguimos” (Ahmed, 2015: 224). GG menciona que es una puta sad, que desde ese lugar va decidiendo ciertos principios y tal cómo dice Lana del Rey ¿la seguirán amando cuando no tenga más que su alma dolorida?

            Negociar con la norma habitando lugares otros otr*s puede ser muchas veces cansador e incluso despertar diversos sentimientos como el dolor. Sin embargo, habitar esa emocionalidad otra que surge a la hora de amar a un* otr* solo en una noche, amar y ser amad* por un otro otr* acerca nuevos objetos, deseos y placeres que no serían próximos en la forma “normal” de vincular al cuerpo.

 

Amo coger contigo

You fucked me so good that I almost said: I love you

Lana del Rey, “Norman Fucking Rockwell”.[10]

 

Ahora bien, en esta línea que Ahmed sigue para preguntarse qué hacen los afectos, ¿no podríamos considerar al sexo también como un afecto? A GG trabajar del sexo le implicó vínculos específicos en torno a una distribución diferencial sexo-afectiva. El sexo, como el amor, tiene aquí un carácter performativo en tanto van condicionando las posibilidades y modos de vincularnos con otr*s a partir de una historia de contactos que va operando sobre el encuentro entre los cuerpos y las cosas, al mismo tiempo que esa asociación afectiva entre los cuerpos y los objetos va modelando orientaciones, direcciones y normas  (Ahmed, 2015). Es decir, lo sensible y lo afectable van imprimiendo en la superficie de los cuerpos y las cosas, trazando lo que estos pueden hacer. GG menciona que no decidió irse del amor convencional sino que la sacaron, por lo que nadie la quiere de novio pero sí de puta. Puta que no es cualquier puta, sino una puta sad, triste por no poder habitar ese amor convencional del cual la sacan. GG, al igual que la amiga trabajadora sexual de Califia (2000) que alivió “su dolor” al observar que este no era algo que sólo dependía de ella sino que estaba articulado a procesos históricos-político específicos, da cuenta de que esa tristeza que siente no es sólo suya, sino que es compartida con otr*s sujet*s. Quienes se encuentran vinculad*s con un contexto en el cual ofrecer servicios sexuales es una de las pocas profesiones donde trans, bisexuales, lesbianas, mujeres y maricas pueden obtener un mayor ingreso económico en comparación con los hombres. Sin embargo, se hostiga constantemente, y de diferentes maneras, a formas de sexo no reproductivo.

Este contexto podemos situarlo en torno a lo señalado por Firestone (1976), lo cual requiere que, para hablar de sexo, sea también necesario hablar de amor. Por ello, al analogamiento del apartado anterior entre amor convencional y “buen amor” se vuelve pertinente sumarle el “amor romántico” del que habla esta autora, el cual funciona como principal base justificativa de los contratos matrimoniales en la era moderna, sobre todo en los países industrializados. El foco de la discusión estaría en las estructuras de propiedad y control que en nombre del amor refuerzan, sostienen y reproducen desigualdades entre “hombres” y “mujeres”.

Firestone afirma que el amor no tiene el mismo significado para hombres como para mujeres, como así tampoco los mismos usos políticos que est*s de él pueden hacer. Para las mujeres el matrimonio se presenta como una promesa de amor, reconocimiento y, ligado a esto último, seguridad social y económica. Sin embargo, muchas veces termina siendo un lugar de posesión y control por parte de los hombres hacia ellas, quienes suelen no concebirlas como compañeras a su par sino que disponen de ellas en tanto madres, amas de casa, cocineras, etc. A su vez, una podría pensar que la respuesta a esto sería simplemente evitar el casamiento, pero, como el fracaso de la retórica de la revolución sexual ha demostrado, los hombres han continuado usando eso a su provecho para reafirmar su posición y vulnerabilizarlas aún más, tomando a “otra mujer” que les sirve para resaltar aún más su virilidad e independencia. Es decir, no casarse la única garantía que muchas veces brinda a las mujeres es la de seguir participando del régimen político que implica la lógica heterosexual. Incluso desde una posición que puede perjudicarlas aún más por no contar con, por ejemplo, la seguridad social/económica o la ciudadanía de algún país que proporciona dicho contrato.

Frente a esto, una de las herramientas que las mujeres han tenido y tienen a su disposición frente a los hombres es el sexo, lo que no tiene por qué significar comportarse de forma “complaciente y amable” ni tampoco “imitar los patrones sexuales masculinos” (Firestone, 1976). No es posible amar a cualquier otr* debido a que las construcciones socioculturales acerca del amor nos direccionan hacia determinado objeto amado y, a la vez, esto se corresponde con un sujet* ideal. Muchas veces la inversión de tiempo que se genera tratando de sostener ese vínculo “ideal” no es correspondido. Existe un apego relacionado con el deseo de mantener esa proximidad, al costo que sea necesario, con tal de reificar ese “buen amor” (Berlant, 2020). Es decir, amar está restringido por la identificación e idealización con es* objeto/otr* que tuve que hacer previamente y no significa que ese amor sea devuelto de la misma forma, debido a que un* insiste en sostenerlo (Ahmed, 2015). En esta línea, podríamos pensar que si no es posible amar a cualquier otr* tampoco lo es tener sexo. Mejor dicho, es posible hacer un uso político otro del sexo/amor con un* otr*, otro respecto al desplegado por los hombres.

Como señala nuestra interlocutora, se puede no querer el tipo de contrato que implica el amor convencional, “buen amor”, “amor romántico”. Sin embargo, también es posible querer la idea del amor convencional, “buen amor”, “amor romántico” pero que otro contrato medie con el objeto de tal amor. GG sabe que el para siempre es una mentirita, pero a pesar de ello quiere la fantasía de saberse participando de esa narrativa normativa. ¿Quién no quisiera cariños y mimos por un par de horas? Sin embargo, esto no a cualquier costo. Justamente, lo que media el encuentro sexual/afectivo es un contrato explícito en el que se consensua precio, además de un lugar, práctica sexual y momento específico. Un contrato explícito para amarse por siempre, una eternidad que cabe en los minutos que dure el encuentro.

Si nos preguntamos por aquello que (re)une a es*s otr*s construidos en la feminidad/masculinidad que buscan hacer un uso político otro del sexo/amor con un* otr*, podríamos decir que no es necesaria o únicamente el amor, sino la tristeza/nostalgia de/por aquel amor normativo y lo que el sexo con ello (re)articuló. “Me cogiste tan bien que casi dije “Te amo” dice del Rey, ese “casi” señala con nostalgia aquella “promesa de amor” de la que habla Firestone, donde para decir “Te amo” hace falta primero una articulación vincular en línea con el amor convencional, “buen amor”, “amor romántico”. GG, como bien evidencia, no puede pero tampoco quiere participar de dicha articulación vincular que implica el amor normativo, es decir, la articulación vincular “necesaria” que permite poder decir “Te amo”. Sin embargo, GG quiere los cariños, los mimos y ciertas mentiritas de "para siempre". En esta línea, el encuentro sexual/afectivo que involucra el trabajo sexual no es habitar ese “casi” que señala la nostalgia de ese amor que podría haber sido, que pone en evidencia el amor convencional que no fue. Habitar el encuentro sexual/afectivo es una otra que canta triste “Amo coger contigo”, es esa posibilidad otra de amar que articula ese sexo mediado por el contrato económico que implica y la otras formas de articulaciones vinculares que posibilita.

 

Ámame para siempre o en el sauna  

Hope is a dangerous thing for a woman like me to have - but I have it

Lana del Rey, “Hope is a dangerous thing for a woman like me to have - but I have it”.[11]

 

Decidí ponerle un precio a mi sexualidad y decidí trabajar del sexo, nos dice GG. La manera en que estamos pensando el cruce sexo/amor funciona por/gracias a su articulación con el trabajo y el tiempo. Cada uno de estos elementos en interacción actúa en tanto afecto, configurando (re)acciones/relaciones que moldean nuestros acercamientos y/o alejamientos de determinados, objetos, personas o situaciones.

En esta línea, al “buen amor”/“amor romántico”/amor convencional podemos vincularlos al tiempo hétero-lineal planteado por Muñoz en su libro Utopía Queer (2020). El autor menciona que este tiempo

nos dice que no hay futuro, sino tan sólo el aquí y ahora de nuestra vida cotidiana. La única futuridad que se promete es la de la mayoritaria heterosexualidad reproductiva, el espectáculo del Estado que renueva sus rangos a través de actos de reproducción evidentes y subvencionados. (Muñoz, 2020: 64)

Esta temporalidad brinda el marco para que el amor normativo pueda desplegarse, sosteniendo así la “promesa de amor” necesaria para la (re)producción del “buen futuro”, el camino “correcto” para habitar el aquí y ahora. El tiempo hétero-lineal sustenta ese amor normativo que implica la conformación de una familia y la reproducción de tal institución. Esto es clave a la hora de pensar el amor y la conformación de parejas. Algo para lo cual se suele invertir tiempo y trabajo con la intención de poder pasar por “las muchas pruebas” que se presentan antes de llegar a ser esposo/a de alguien. Las ideas respecto a que “estas yendo muy rápido”, “dale tiempo”, “toma tiempo conocer a alguien y enamorarse” no sólo recorren los entramado del tiempo hétero-lineal, sino que también lo constituyen.

Sin embargo, en consonancia con el amar a un otro otr*, aquí podríamos pensar en un tiempo otro, en un tiempo queer, un tiempo que habitan es*s otr*s de la norma, un tiempo improductivo. Un tiempo otro en el sentido que no es normativo, pero que, a la vez, está inscripto y superpuesto con ese tiempo normativo constantemente. Lo que da lugar a que el tiempo normativo, en su reiterada repetición, siempre pueda fallar. Como menciona Dahbar, “la temporalidad queer puede ser una falla en el marco temporal hegemónico, y eso puede o no coincidir con un sujeto marcado por una identidad queer” (2018: 10). En este sentido, el deseo hegemónico, el “buen amor” siempre puede desviarse hacia un amor por l* otr*, en un sauna, una noche, a ser amada por una trabajadora sexual.

En torno a esto, es que Dahbar siguiendo a Halberstam en su libro El arte queer del fracaso (2018, Egales), nos invita a reflexionar en torno al “fracaso” que implica la temporalidad “queer”, fracaso que puede entenderse en tanto anacronismo revolucionario. Como la autora menciona,

pensar en términos de fracaso es desconcertante, pensar en proyectos que no solo han fracasado sino que insisten en fracasar, y que son en ese sentido irredentos. Otra gramática de la posibilidad, según demanda Halberstam en su texto (2018:13). Fracasar, ir más allá de lo que se entiende por éxito, habiendo definido por éxito, en una sociedad heteronormativa y capitalista, a las “formas específicas de madurez reproductiva combinadas con la acumulación de riqueza” (Halberstam, 2018:14). (Dahbar, 2018: 234)

El sexo y el amor ponen en evidencia el tiempo que implica agenciarlos dentro de un sistema capitalista que solo busca la (re)producción de la especie humana y del capital y, con ello, del capital. Como dijo la compañera Noe Gall, “lo que se criminaliza del placer es que no sea productivo” (comunicación personal, 5 de junio de 2019). Productivo en el sentido de que no contribuye al amor hétero-lineal, no se invierte tiempo en la construcción de un amor que garantice el futuro familiar. Contratar o ejercer el trabajo sexual implica habitar un tiempo otro, un tiempo improductivo, del fracaso. Un tiempo que solo se invierte en el sexo/amor de ese momento y en el ejercicio de poder generar placer. Algo que GG lo señala muy bien, habilitándonos a pensar otras construcciones temporales posibles en torno al sexo/amor. En una entrevista ella nos comentaba:

El mundo en realidad lo que se cree es esto, que no podes construir una intimidad, o que no podes construir afecto en este corto tiempo. (...) El trabajo sexual es justamente un tiempo, el servicio, o la práctica tiene un tiempo determinado. Pero además el trabajo sexual lo podes ver en otro tipo de relaciones callejeras y marginales, o de yire, que es esto. Los afectos que duran esa promesa de futuro. No creo que no haya afecto cuando voy a un sauna, yo voy a un sauna a sentirme queride, amade y deseade por un montón de cuerpos que no sé el nombre y capaz ni le reconozco la cara, porque entro al laberinto para no verles la cara, para no saber quiénes son y ese jaque de cosas para mí también está buena para problematizarlas. (GG, comunicación personal, 2 de julio de 2019)

Muñoz en su texto propone la idea de “cruising utopia” que hace referencia al momento de salir de yire, de levante, la utopia de encontrar sexo en rondas callejeras. El trabajo sexual es justamente un tiempo, el servicio, o la práctica tiene un tiempo determinado. Pero además el trabajo sexual lo podes ver en otro tipo de relaciones callejeras y marginales, o de yire, que es esto. En esta dirección, podemos pensar el tiempo queer como el tiempo de levante, el tiempo que no está aquí ni ahora pero que se aproxima. “Lo queer, como formación utópica, es una formación basada en una economía del deseo y del desear” (Muñoz, 2020: 69). El momento de levante no es un tiempo hetero-lineal, se pierde el tiempo, se “fracasa” en el mejor de los sentidos, buscando sexo/amor como una promesa. Los afectos que duran esa promesa de futuro, esa promesa que no es la “promesa de amor” normativo. Esa promesa que nombra GG es sobre sexo/amor y no es para siempre. La experiencia sexual nunca es siempre la misma, por ello esa promesa es pasajera, para seguir habitando aquella “futuridad queer” que menciona Muñoz, aquella que “no minimiza el deseo. De hecho, es toda sobre el deseo, deseo (...) de mejores relaciones en lo social que incluyan mejor sexo y más placer” (Muñoz, 2020: 77).

 

El arte de amar o ser amado por una trabajadora sexual

            A lo largo del texto hemos tratado de plantear un recorrido -a partir del diálogo entre diversos autorxs como Ahmed, Berlant, Firestone, Muñoz, Halberstam y Dahbar con nuestra interlocutora privilegiada- por conceptos tales como amor, afecto, trabajo sexual y tiempo. La intención no sólo ha sido poner en evidencia los marcos normativos que se articulan a la hora de habitar el amor convencional, “buen amor”, “amor romántico”; sino también de disputarlos. Es justamente el ejercicio del trabajo sexual lo que pone en jaque estos contratos sexo-afectivos.

Tal como se enuncia en el apartado anterior, en el hecho de habitar el tiempo hetero-normativo de forma reiterada la orientación siempre puede desviarse. En el contrato de servicio sexual, en el estar de “yire” media otra negociación que no es la del “casi dije: Te amo”. Es decir, la norma fracasa y no es sólo porque GG no pueda pero tampoco quiere participar de dicha articulación vincular que implica el amor normativo. Al mismo tiempo, es en ese fracaso que amar o ser amada por un* trabajador* sexual desafía al tiempo hetero-lineal, ya que no sólo media otro tipo de amor, sino también otro tipo de tiempo. Fracasa el futuro reproductivo y lo que queda es la promesa. La promesa de otro encuentro con esa trabajadora sexual, del buen sexo, del sexo que fue y que se renueva. No importa quién se es - en cuanto a por ejemplo las marcas sexo-genéricas con las que son leíd*s-, importa qué se hace, qué se genera, qué se habita. En esta dirección, GG menciona: No creo que no haya afecto cuando voy a un sauna, yo voy a un sauna a sentirme queride, amade y deseade por un montón de cuerpos que no sé el nombre y capaz ni le reconozco la cara, porque entro al laberinto para no verles la cara, para no saber quiénes son. Lo que se pone en jaque en este encuentro sexual específico no es tanto quiénes son aquell*s que están involucrados en el sauna sino la posibilidad y el énfasis en generar placer; sin darle un gran valor a la subjetividad del individuo. Amar a una trabajadora sexual se presenta como esa promesa pasajera de amarse para siempre durante un par de horas. La promesa que (re)une a esas personas que nos construimos en la feminidad mediante el sexo que (re)articulamos con eso que nos dejó el “buen amor”.

 

Recibido: 21 de junio de 2021.

Aceptado: 29 de octubre de 2021.

 





 

Referencias Bibliográficas 

 

Ahmed, Sara (2015). La política cultural de las emociones. Universidad Nacional Autónoma de México.

Ahmed, Sara (2019a). Fenomenología queer: Orientaciones, objetos, otros. Bellaterra.

Ahmed, Sara. (2019b). La promesa de la felicidad. Caja Negra.

Berlant, Lauren (2020). Optimismo cruel. Caja Negra.

Butler, Judith (2007). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Paidós. 

Cabral, Mauro (2009) Interdicciones. Escrituras de la intersexualidad en castellano. Anarrés.

Califia, Pat (2000). When Sex Is a Job. Public Sex. The Culture of Radical Sex. Cleis Press.

Dahbar, María Victoria (2018). Marcos temporales de la violencia. Hacia una configuración de lo humano-inhumano (tesis doctoral). Universidad de Buenos Aires, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Firestone, Shulamith (1976). La dialéctica del sexo. En defensa de la revolución feminista. Kairós.

Freud, Sigmund (2012). El malestar de la cultura. Amorrortu. 

Geertz, Clifford (2003). La descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura. La interpretación de las culturas. Gedisa.

Halberstam, Jack (2018). El arte queer del fracaso. Egales, Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand (2004). Diccionario de psicoanálisis. Paidós.

Mattio, Eduardo (2018). “El peso de la vergüenza. Normalización corporal, economía emocional y resistencia gorda”. En List Reyes, Mauricio y Méndez, Manuel (coord.) Cuerpos perfectos o la domesticación de los placeres (p. 247-265). La Cifra. 

Muñoz, José Esteban (2020) Utopía queer. EL entonces y allí de la futuridad antinormativa. Caja Negra.

Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual (RRTS) (2012, septiembre). “Documento de Lanzamiento de RED POR EL RECONOCIMIENTO DEL TRABAJO SEXUAL RRTS.” Facebook (sitio web). https://www.facebook.com/notes/378840576487287/

Taylor (trad.) (s/n). “Norman Fucking Rockwell”. Lana del Rey. Letras (sitio web). https://www.letras.com/lana-del-rey/norman-fucking-rockwell/traduccion.html

Taylor (trad.) (s/n). “Young and Beautiful”. Lana del Rey. Letras (sitio web). https://www.letras.com/lana-del-rey/young-and-beautiful/traduccion.html

Taylor (trad.) (s/n). “ Hope is a dangerous thing for a woman like me to have - but I have it”. Lana del Rey. Letras (sitio web).https://www.letras.com/lana-del-rey/hope-is-a-dangerous-thing-for-a-woman-like-me-to-have-but-i-have-it/traduccion.html

 

 

 

 

 

 

 

  



* Universidad Nacional de Córdoba. Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon”. Córdoba, Argentina.

** Universidad Nacional de Córdoba. Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon”. Córdoba, Argentina.

[1] Optamos por el uso del asterisco (*) con la intención de que la escritura en plural no evoque a un masculino universalizante ni un binarismo genérico mediante el uso de la “o” y la “a”. Al momento de mencionar a nuestra interlocutora, los pronombres utilizados varían acorde a los usos que ella hace.

Para una mayor reflexión con respecto a decisiones escriturales en torno a este signo tipográfico, ver “Asterisco” (en Cabral, 2009).

[2] El  proyecto  de  Ana Sofía Gerber se titula Gramáticas Afectivas: entre lo dicho y hecho en nombre del amor,  y fue dirigido  por  Eduardo Mattio y emma song. Por  otra  parte,  el  proyecto  de Florencia  Ravarotto  Kohler  tiene  por  nombre  Todo  encuentro  es  sexual.  Los  nuestros  más.  Un análisis etnográfico entre trabajador*s sexuales, asistentes sexuales y putas en la ciudad de Córdoba, y fue dirigido por Liliana Pereyra y María Gabriela Lugones.

[3]¿Me seguirás amando/ Cuando ya no sea joven y hermosa?”, (Taylor, s/n).

[4] Un investimiento involucra el tiempo y el trabajo que se “gasta” en algo, lo que permite que esa cosa o persona adquiera una cualidad afectiva (Ahmed, 2015: 200). El concepto tiene origen en un entramado teórico psicoanalítico, donde es más bien entendido como catexis. Implica un término económico que hace que cierta energía psíquica se halle unida a una representación o grupo de representaciones, una parte del cuerpo, un objeto, etc. (Laplanche y Pontalis, 2004). Catexis hace referencia a un “quantum afectivo” en la representación de cualquier objeto o persona del mundo, en otros términos, la carga afectiva que tiene la relación simbólica con el mundo. Asimismo, Freud (2012) muchas veces lo utiliza para explicar la economía del aparato psíquico, lo que “gasta” y cómo lo “gasta”, su valor afectivo.

[5] Para un mayor abordaje de esta distinción es necesario recurrir a El Malestar de la Cultura (2012) y un entramado conceptual propiamente psicoanalítico. La autora simplemente lo usa como material, entre tantos otros, para construir su teoría.

[6] Emplearemos la categoría “hombre” en tanto grupo político cuyo imaginario es heterosexual, cis, blanco, capacitado. A su vez, como toda categoría, es relacional. Es decir, se configura en torno a un* otro, por lo que, de manera imperiosa, se vincula binariamente con la categoría “mujer”.

Sin embargo, el uso de los términos “masculino” y “femenino” en este texto no evocan, necesariamente la expresión de género de las categorías mencionadas. Recordando que hay sujet*s que performan desde el masculino/femenino sin ser hombre ni mujer, sino marica, como en el caso de nuestra interlocutora.

[7] El primer Encuentro Nacional de Trabajadorxs Sexuales (ENTS) fue organizado por la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) - Córdoba junto a la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual. Se realizó los días 14 y 15 de noviembre de 2018 en la sede de la organización, ubicada en el barrio Centro de la ciudad de Córdoba. Sexualidades Doctas, por otro lado, es un espacio de discusión e intercambio sexo-disidente sobre sexualidad y género que convoca a activistas, docentes y estudiantes, el cual cada cierto tiempo busca llevar a cabo jornadas que insisten en continuar y profundizar el vínculo entre academia y activismo. La última edición se llevó a cabo los días 27, 28 y 29 de noviembre de 2018.

[8] La Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual (RRTS) se presenta como “un colectivo de trabajador*s sexuales, equipos de investigación académicos, activistas, artistas y organizaciones sociales que desde la provincia de Córdoba se interesa en legitimar cualquier actividad sexual paga como un trabajo,” (RRTS, 2012).

[9] A lo largo de la investigación etnográfica se trabajó con cuatro sujet*s que ofrecen servicios sexuales, sin embargo, por las mismas razones esgrimidas en el párrafo señalado, sólo focalizaremos en GG.

[10] Me cogiste tan bien que casi dije: Te amo”, (Taylor, s/n).

[11] La esperanza es algo peligroso de tener para una mujer como yo - pero la tengo” (Taylor, s/n).