ESCRITORAS EN EL BICENTENARIO: GÉNERO Y NACIÓN EN  “200 AÑOS, 200 LIBROS. UN RECORRIDO POR LA CULTURA ARGENTINA”

 

FEMALE WRITERS IN THE BICENTENNIAL: GENDER AND NATION IN “200 AÑOS, 200 LIBROS. UN RECORRIDO POR LA CULTURA ARGENTINA”


Agustina Ruiz Bellingeri*

 

 

Resumen 

Las discusiones respecto al lugar atribuido a las escritoras en las historias de la literatura o en los muchos cánones establecidos no son recientes y pueden ser rastreadas a inicios del siglo XX. Nos proponemos observar cómo se construye un corpus literario en torno a la nación en relación a este problema, a partir del análisis del texto curatorial de la muestra “200 años, 200 libros. Un recorrido por la cultura argentina” organizada por la Biblioteca Nacional y llevada a cabo en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)). Este artículo parte de la premisa de que la muestra, las obras seleccionadas y su disposición pueden ser leídas como una reconstrucción de la literatura nacional en la que es factible observar el espacio asignado a las escritoras en el canon literario argentino en el año 2011. Las preguntas que guían este trabajo son ¿Qué lugares ocupan las escritoras en la muestra “200 años, 200 libros”? ¿Cómo se fundamenta la distribución de las escritoras en la selección? ¿Qué nos dicen estos lugares y fundamentaciones sobre el espacio que ocupan las escritoras en la cultura literaria nacional? Y ¿Qué construcciones de la nación en relación al género es posible observar en esta muestra? Para dar respuesta a estos interrogantes recurriremos tanto a textos clásicos de los estudios feministas como a conceptos planteados por autores provenientes de los estudios poscoloniales.

 

Palabras clave: Canon - Género - Literatura- Feminismo

 

 

Abstract

Discussions regarding the place attributed to female writers in the histories of literature or in the many established canons are not recent and can be traced back to the beginning of the 20th century. We propose to observe how a national literary corpus is built in relation to this problem, focusing on the analysis of the curatorial text of the exhibition “200 años, 200 Libros. Un recorrido por la cultura argentina ”organized by the National Library and held at the Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (former Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)). This article starts from the premise that the exhibition, the selected works and their arrangement can be read as a reconstruction of national literature in which it is possible to observe the places assigned to women writers in the Argentine literary canon in 2011. The questions that guide this work are: What places do the female writers occupy in the exhibition? What is the basis for the distribution of women writers in the selection? What do these places tell us about the space that female writers occupy in the national literary culture? And also, what constructions of the nation in relation to gender can be observed in this sample? To answer these questions, we will appeal both to classic texts from feminist studies and to texts by authors from postcolonial studies.

 

Keywords: Canon - Gender - Literature - Feminism

 

 

Este trabajo  parte de una inquietud nacida ante la ausencia de obras de escritoras en mi trayectoria de lectura tanto universitaria como pre universitaria. Al discutirlo con compañeres, descubrimos que la inquietud era compartida y percibimos que esa ausencia era algo generalizado en la trayectoria de todes, ya que salvo contadas excepciones nuestros recorridos de lectura habían sido mayoritariamente masculinos. En torno a esta inquietud organizamos talleres, buscamos material teórico, leímos escritoras -algunas contemporáneas otras no tanto, algunas nacionales y otras extranjeras- comentamos y compartimos sus libros. Esto implica que este trabajo es, en sus bases, fruto de un compromiso y una búsqueda colectivos.

A poco de iniciar la búsqueda teórica para pensar el proyecto percibimos que el problema que nos interesa es antiguo y artistas y académicas feministas lo han trabajado con anterioridad en las últimas décadas, también junto  a ellas elegimos pensarlo. Uno de los mayores problemas ha sido y sigue siendo aún el de la accesibilidad, en este sentido Silvia Molloy afirmaba en “Sentido de ausencias”, un texto publicado en 1985 “Durante años leería a más hombres que a mujeres, no por decisión propia, sino porque el canon patriarcal resultaba de más fácil acceso. Todo lo favorecía: los programas universitarios, la opinión pública y un medio familiar poco dispuesto a la apertura” (Molloy, 1985: 486). En este sentido, su apuesta es también la nuestra: reconstruir genealogías, conformar tradiciones, trazar linajes. Este trabajo tiene como objetivo pensar las ausencias, darle un sentido, encontrar los vacíos y trazar algunas hipótesis sobre sus condiciones de posibilidad para colaborar en su problematización.

El proceso inició esta vez desde la pregunta por la ausencia de las escritoras en corpus varios y decantó en la búsqueda de un objeto donde esto pudiera observarse. El corpus aquí seleccionado es uno entre los muchos posibles: antologías de todo tipo, programas escolares, programas universitarios, libros de texto, historias de la literatura, etc. Su potencialidad radica en la presencia de fundamentaciones, ya que por lo general las selecciones de este tipo no explicitan demasiado sus criterios de inclusión y exclusión y se justifican por la “calidad” atribuida a determinadas obras, calidad acerca de la cual hay consensos y difícilmente sea sujeta a críticas. El texto aquí analizado presenta, por el contrario, algunos indicios de que es lo que vuelve a algunas obras susceptibles de integrar el corpus que define a una nación. Lo que pretendemos es observar, a partir del texto curatorial, las formas en las que las obras de escritoras se distribuyen en la muestra “200 años, 200 libros” y cómo estas formas dan cuenta de su subalternidad en un corpus que pretende pensar la nación en su bicentenario.

 

 “200 años, 200 libros: recorridos por la cultura argentina”

La muestra “200 años, 200 libros: recorridos por la cultura argentina” se inauguró en octubre de 2011 y finalizó en febrero de 2012 en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (ex Escuela de Mecánica de la Armada[1] (ESMA)). Mientras duró su instalación allí se realizaron lecturas de poesía, conferencias y proyecciones de películas. La muestra propone en su fundamentación un recorrido lúdico y aunque significativo, azaroso por la literatura argentina a partir de la selección de doscientos libros realizada por veintitrés personalidades del ámbito cultural, motivada por el festejo del bicentenario argentino. Cada uno de les selectorxs eligió diez obras que consideraba fundamentales para pensar la nación.[2]

Las discusiones respecto al lugar atribuido a las escritoras en las historias de la literatura o en los muchos cánones establecidos no son recientes y pueden ser rastreadas a inicios del siglo XX (Amícola, 2006;  Doll Castillo, 2002; Franco, 1986; Robinson, 1983). Es de común conocimiento que el lugar ocupado por personas que se autoidentifican como mujeres en el espacio público, planes de estudio, reconocimientos e historias es menor y nuestro objeto de estudio no es la excepción: del listado de doscientas obras solo veinte están escritas por alguna de las diecinueve escritoras que integran el corpus. Estas obras se encuentran articuladas con otras según criterios diversos que serán de nuestro interés. Debido al propósito explícito de la muestra de “hacer un recorrido por nuestra cultura”, es que resulta útil para observar esta cuestión. Este artículo parte de la premisa de que la muestra, las obras seleccionadas y su disposición pueden ser leídas como una reconstrucción de la literatura nacional en la que es factible observar el espacio asignado a las escritoras en el canon literario argentino en el año 2011. Debido al contexto de la obra y sus gestores/as surge la inquietud de pensar qué noción/es de nación en relación al género es posible entrever en esta propuesta. Entonces, las preguntas que guían este trabajo son ¿Qué lugares ocupan las escritoras en la muestra “200 años, 200 libros”? ¿Cómo se fundamenta la distribución de las escritoras en la selección? ¿Qué nos dicen estos lugares y fundamentaciones sobre el espacio que ocupan las escritoras en la cultura literaria nacional? Y ¿Qué construcciones de la nación en relación al género es posible observar en esta muestra? Para intentar dar respuesta a estos interrogantes recurriremos tanto a textos clásicos de los estudios feministas como El segundo sexo de Simone de Beauvoir y El pensamiento heterosexual de Monique Wittig como a conceptos planteados por autores provenientes de los estudios poscoloniales como Homi Bhabha. El diálogo entre los estudios de género y los estudios poscoloniales resulta productivo ya que habilita el cruce género/nación y además, nos permite observar un problema de larga trayectoria desde una nueva perspectiva que complejiza las explicaciones clásicas centradas en el funcionamiento social de la dicotomía masculino-femenino.

En cuanto al texto curatorial, la presentación de la muestra consta de cuatro textos introductorios que desarrollan distintos aspectos de la propuesta: conceptos subyacentes, metodología y disposición. En las páginas siguientes se encuentra la representación gráfica de la muestra con la fundamentación de cada una de las secciones que la integran. Por último, encontramos una serie de obras de arte asignadas a cada libro elegido, este apartado no será analizado debido a su desconexión con el resto del material y al desconocimiento del campo de las artes visuales.

 

El canon en el Bicentenario

El bicentenario de la nación fue un acontecimiento de gran relevancia, con eventos masivos en espacios públicos y un gran caudal de producciones académicas con una clara tendencia al revisionismo histórico (Acha, 2011). 1810, 1910 y 2010 fueron importantes momentos de reflexión y consolidación de lo nacional que cuentan con caracterizaciones varias, producto de las disputas por los significados en el ámbito historiográfico que continúan en la actualidad. En el campo literario son reconocidas como fundacionales dos publicaciones que acompañaron las celebraciones por el primer centenario de la nación: Biblioteca Argentina de Ricardo Rojas (1915) y la colección La Cultura Argentina, de José Ingenieros (1915).

La relevancia del bicentenario como acontecimiento histórico que da lugar a nuestro objeto de estudio es evidente desde el título de la muestra: “200 años, 200 libros. Un recorrido por la literatura argentina”. La muestra se instala en un momento que se percibe de gran importancia histórica para la nación y contribuye en su construcción como acontecimiento. Estas cuestiones se desarrollan especialmente en el segundo texto del catálogo, titulado “Literatura y política” que se encuentra firmado por Eduardo Jozami, en ese momento Director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. En el texto se traza una genealogía de la nación en la cual la muestra se encuentra inserta y que tiene como hitos previos su fundación, el primer centenario y la última dictadura militar.

Resulta provechoso, en primera instancia, revisar la construcción del 1910 y su vínculo con la contemporaneidad: “En el primer Centenario fue necesario crear la literatura argentina” (Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti,[3] 2011: 6), es decir establecer una serie de obras que permitieran pensar una literatura nacional en las repúblicas sudamericanas. Esta construcción es caracterizada como forzada, una operación política, que se delata en la cantidad de escritores que integran el corpus y el rápido ingreso al canon literario de El gaucho Martín Fierro, de José Hernández, entendida como acto oficial. Esta lectura del sistema literario en el primer centenario ha sido ampliamente investigada y descripta, uno de los ejemplos más difundidos de ello es el texto de Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano “La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos” (1980), que inicia afirmando: “Es un hecho reiteradamente señalado - por la crítica y por sus propios protagonistas- que la generación del 900 desarrolló una actividad literaria y propagandística en torno a los temas del nacionalismo cultural,” (Sarlo y Altamirano, 1980: 33). El contexto en el cual se produce la muestra se plantea en relación y contraposición de la situación del centenario, ya que se considera que la pregunta por la existencia o no de la literatura argentina carece de sentido. Al afirmar que “La literatura argentina existe al margen de reconocimientos universitarios o gubernamentales” (CCMHC, 2011: 6), la necesidad de crear la literatura argentina desaparece y esta adquiere, en cierto sentido, una vida propia, ajena a la necesidad de legitimación institucional o estatal.

En el texto curatorial hay una clara intención de separar la propuesta de la posibilidad de establecer un canon: “aunque no falten los intentos de fijar un canon”(CCMHC, 2011: 6), “No era fácil y sin dudas sí arbitrario definir cuáles eran esas obras que consideramos fundamentales” (CCMHC, 2011: 6).[4] En un primer momento, es posible inferir que la contrariedad expresada en todos los textos hacia la posible formulación de un canon se relaciona con la necesidad de distanciar a la muestra del carácter de acto oficial que pesó sobre los acontecimientos en torno al primer centenario. En relación a ello se reitera la afirmación de que la selección de los libros que conforman la muestra fue azarosa y no planificada, lo que impediría pensar que tras la selección existen intencionalidades determinables o motivaciones políticas: “Tarea imposible la de elegir un número determinado de libros para dar cuenta del mundo cultural del que emergen”(CCMHC, 2011: 8).

Sin embargo, consideramos que más allá de las intenciones expresadas o las voluntades personales en la configuración de nuestro objeto se efectúa la construcción de un canon en tanto se realiza una operación de lectura que tiene por objetivo dar cuenta de lo nacional en un momento determinado. En el acto de definir obras fundamentales o elegirlas para dar cuenta de un mundo cultural como sucede en la muestra, se conforma un corpus de obras que “se consideran valiosas y dignas por ello de ser estudiadas comentadas” (Sullá, 1998: 11), es decir, un canon. Al ser organizada por el Director de la Biblioteca Nacional, puesta en escena en el Centro Cultural Haroldo Conti, delineada por intelectuales de diversa procedencia teórica y política e institucionalizada por el Estado, la selección cuenta con gran legitimidad y con la posibilidad de tener efectos sobre la constitución de otros corpus en el futuro.

En la introducción de El canon literario (1998), Enric Sullá afirma que entre las posibles funciones del canon se encuentran proveer modelos, transmitir una herencia intelectual, crear marcos de referencia comunes, intercambiar favores, legitimar la teoría, ofrecer una perspectiva histórica y por último, pluralizar, es decir reconocer nuevas influencias y tradiciones relevantes (Sullá, 1998: 12). Al observar los fragmentos recuperados hasta el momento, se encuentran de manera expresa las intenciones de transmitir herencia intelectual, crear marcos de referencia y ofrecer una perspectiva histórica. En este sentido, Horacio González afirma: “En estos libros, cuya valía no puede someterse a estadísticas, se ha pensado la Argentina. O se han pensado muchas Argentinas, con sus dramas, dilemas y alegrías” (CCMHC, 2011: 8). Los libros de la selección se configuran así como valiosos, fundamentales, capaces de dar cuenta del mundo cultural del que emergen, o lugares donde se ha pensado y aún se piensa el país en su complejidad.

“Una nación se piensa, también, en sus textos” (CCMHC, 2011: 8) afirma González en el último texto que precede a la muestra, y resuena allí la propuesta de Mignolo (1995), que considera a la conformación de cánones como producto de la necesidad humana de estabilizar un pasado, adaptarse al presente y proyectarse en un futuro. Ya en el texto que abre la presentación se afirma: “Pensamos que los libros, su circulación y en lo que portan de generosa donación a un lector desconocido, tienen la potencia de aludir a ese vínculo que une a los distintos habitantes del territorio nacional” (CCMHC, 2011: 8), aquí la construcción de un pasado, un presente y un futuro común reaparecen junto a uno de los significantes que más se reitera, el de territorio. Mignolo afirma también que en la formación de un canon las comunidades legitiman y definen su propio territorio, creando o transformando una tradición (1995) y en nuestro objeto esta cuestión, la idea de la literatura como bagaje fundamental en la comunidad de una nación, reaparece continuamente. En esta función atribuida a la literatura, la de crear comunidad y ser lugar de la comunidad simultáneamente, se aúnan tres significantes: territorio, lengua y cultura. En el texto, los libros son parte de un recorrido, se sitúan en espacios determinados “El recorrido que proponemos no es sino un intento de sugerir afinidades, marcar lecturas posibles más allá de las distinciones de géneros, romper con cánones…” (CCMHC, 2011: 9) y así la literatura adquiere una cualidad espacial, con todo lo que ello implica: “La propuesta es imaginar la cultura en un espacio” (CCMHC, 2011: 9).

 

Espacios habitados

Sin duda la figura más relevante de la muestra es la del ferrocarril, que la estructura y da lugar a espacios y cruces. El ferrocarril como metáfora refleja en su historia la historia de la política cultural del país. Efectivamente, el sistema ferroviario argentino inicia a la par de la consolidación del estado nacional a mediados del siglo XIX, es monopolizado por Gran Bretaña durante la década del 30 y su nacionalización por parte del primer gobierno de Perón se convierte en uno de los hechos más trascendentes de su gestión. Con la estatización de todas las líneas entre 1946 y 1948 bajo la órbita de Ferrocarriles del Estado Argentino cada una de ellas recibe los nombres de personalidades destacadas de la historia argentina: San Martín, Belgrano, Sarmiento, Urquiza, Mitre y Roca. Los nombres de cada línea corresponden con zonas recorridas por cada uno de ellos. Esta decisión se repite en la muestra, en la que cada uno de los siete ferrocarriles lleva el nombre de un escritor argentino y se ramifica en ramales en relación a las temáticas de su obra: “Cada ferrocarril de esta muestra lleva un nombre propio: el de un autor relevante de la cultura argentina. Muchos otros nombres han sido omitidos, pero bajo éstos se pueden situar núcleos y recorridos fundamentales del pensamiento del país”(CCMHC, 2011: 10).

La selección de los doscientos libros fue realizada por un conjunto de artistas e intelectuales de variada procedencia, cada uno de los cuales aportó diez libros, muchos reiterados y muchos otros mencionados solo una vez. Los ferrocarriles son siete y reciben los nombres de conocidos escritores argentinos: los ferrocarriles Viñas y Piglia, que piensan a la crítica literaria como “máquina de lectura, selección y consagración” (CCMHC, 2011: 13), el ferrocarril Martínez Estrada relativo a las escrituras de la Civilización y la Barbarie y al territorio de Buenos Aires, el ferrocarril Borges, centrado en el uso de la lengua y sus artificios, el ferrocarril Scalabrini Ortiz, relacionado a la historia argentina y la filosofía de la nación, el ferrocarril Perlongher, relativo a las pasiones y los colectivos en resistencia y el ferrocarril Walsh, en relación a la literatura de denuncia y al peronismo como drama personal. Por último se encuentra el Río Conti, en el que se ubican obras que giran en torno al río. La división propuesta permite observar, en un primer momento, que en la muestra la literatura argentina está dividida con criterios en parte estrictamente literarios y/o artísticos y, por otro, políticos, relativos a las formas de pensar el territorio, la historia y la política nacional.

De las doscientas obras que componen la muestra, veinte se encuentran escritas por alguna de las diecinueve escritoras (Los trabajos y las noches, de Pizarnik se repite en dos ramales). Es importante mencionar que no hacemos referencia a otras identidades sexo-genéricas porque no se encuentran presentes, es decir, nuestro objeto de estudio no permite escapar del binarismo masculino-femenino. En este apartado abordaremos aquellas secciones de la muestra donde encontramos obras de escritoras, para observar qué elementos posibilitan su presencia en las mismas.

Encontramos entonces veinte obras de escritoras distribuidas en seis de los siete ferrocarriles y en once de los diecisiete ramales. La cantidad de obras de escritoras solo llega a ser representativa (siete de veinte) en el ramal “En primera persona”, luego encontramos un máximo de tres en cada espacio. Esto dificulta el análisis, porque si bien encontramos obras de escritoras, estas no llegan a representar siquiera el diez por ciento del corpus de cada uno de los ramales. La teoría feminista otorga algunas herramientas para pensar la localización de obras en la muestra y en la cultura en general, operación ya realizada en investigaciones previas anteriormente citadas. Si bien no podemos decir que estos lugares son exclusivos de lo femenino, de hecho las obras de escritoras son minoritarias hasta en estos espacios, las investigaciones previas pueden explicar por qué es factible que estas obras se radiquen allí. Lo que buscamos reconstruir son las razones por la que estos espacios se vuelven habitables, cómo se habilita su presencia, las condiciones de posibilidad de esta distribución. El género como construcción social, histórica y cultural funciona descriptiva y productivamente como código regulador de conductas que norma la percepción social de mujeres y varones, estableciendo patrones de actitudes y comportamientos esperables. El binomio masculino/femenino actúa en nuestra cultura adjudicando valores y atributos y en la muestra esto se observa en los lugares ocupados por las escritoras. El estudio de cómo se han atribuido estos lugares tiene larga data, siendo uno de sus principales antecedentes El Segundo sexo, de Simone de Beauvoir (1959) que en el tercer capítulo, “Mitos” rastrea los roles atribuidos al género desde la antigüedad hasta la modernidad.

La construcción de la mujer y de todas las identidades feminizadas y disidentes como lo Otro, ha sido útil en la afirmación de lo masculino como género no marcado, en este sentido lo Otro se constituye como una alteridad necesaria para reafirmar al sujeto, “una conciencia separada de la mía e idéntica a ella” (Beauvoir, 2016: 139). El espacio donde hay mayor presencia de escritoras es el “Ramal En primera persona”, que tiene al yo narrativo como hilo conductor, “Libros en primera persona: que van desde los testimonios al relato de viajes; desde las crónicas de ciudades a los recuerdos autobiográficos; desde las memorias literarias hasta los poemas…” (CCMHC, 2011: 14). Entre las obras allí presentes se encuentran Testimonios de Victoria Ocampo, Los trabajos y las noches de Alejandra Pizarnik, Mujer de cierto orden de Juana Bignozzi, Languidez de Alfonsina Storni, Canon de alcoba de Tununa Mercado, La razón de mi vida de Eva Perón y Banco a la sombra de María Moreno. Que a las mujeres se les ha atribuido en la historia la posibilidad de narrar desde lo particular en oposición a la posibilidad de narrar desde la universalidad no es una novedad. Podemos pensar que aquí se construye una narración otra de la nación, una narración desde lo propio, lo íntimo. En este sentido, se constituye una visión Otra de lo nacional. Si en las sociedades occidentales las mujeres trasponen muchas de las funciones atribuidas a la hembra animal, como conservar la vida, personificar el calor del hogar y la “intimidad de la matriz”, engendrar y alimentar a las futuras generaciones, es por lo que habilita en la construcción del género no marcado. En este sentido, la narración desde una visión personal, única, habilita la existencia de otras narraciones generalizables o de lo público.

El Ramal Juegos incluye obras que permiten transformar la realidad a través de la palabra, la escritura en estas obras implica la “invención de artefactos verbales performáticos” (CCMHC, 2011: 16). En este espacio se agrupan obras tan disímiles como El reino del revés de María Elena Walsh, los Cuentos completos de Silvina Ocampo (que no es en sí un libro de la autora, sino una compilación póstuma realizada por Emecé) y Juegos peligrosos, de Olga Orozco. Lo lúdico se piensa aquí en la re-creación de la realidad, en la superposición de dimensiones y su visión onírica. La presencia de escritoras en este espacio puede ser asociada, en parte, a la construcción discursiva de la mujer como aquella que tiene la función de poner en tela de juicio “la seriedad de las duras arquitecturas masculinas: suaviza las aristas introduciendo en ellas un lujo gratuito, una gracia imprevista.” (Beauvoir, 2016: 185). En este sentido su tarea es la de suavizar la dureza del mundo, introducir lo no fundamental y sin embargo bello, gracioso, brindar una vez más la visión Otra, la de lo prescindible y aún así provechoso o agradable. Construida como una proyección de todo lo que el hombre decide no ser, encarna lo onírico, lo misterioso. Sin embargo, se destaca también en este espacio la creación de obras que funcionan como artefactos performáticos, caracterización que permite pensar a la producción de las escritoras desde lo creativo, como textos capaces de introducir transformaciones en la realidad.

El ferrocarril Perlongher, que reconoce el papel central del revolucionario militante peronista y fundador del Frente de Liberación Homosexual, resulta interesante en la medida  que es su figura la única que habilita pensar la nación vinculada a lo emocional. En relación a su figura se abren dos ramales, por un lado el denominado “Conspiradores y rebeldes” donde no encontramos obras de escritoras y el ramal “Pasiones” que incluye veinticuatro obras y entre ellas, dos de escritoras: Los trabajos y los días, el reconocido poemario de Alejandra Pizarnik y Lo mejor que se tiene, compilación de cuentos de Griselda Gambaro. Las obras aquí concentradas se distinguen, según el texto curatorial, por narrar historias marcadas por la pasión y la presencia de sentimientos intensos y entre ellas se encuentran. La pasión es entendida en un sentido amplio, política pero también amorosa, sentimental. La pasión implica por lo general una interrupción de lo racional y lo razonable, se construye como una fuerza primigenia del mismo carácter que la intuición, más próxima a la naturaleza que a la razón civilizada. Si bien la asimilación de lo femenino a lo natural, lo primigenio, observada por la autora de El segundo sexo y el ya reconocido par razón/emoción pueden estar actuando aquí para que este espacio sea habitable para las escritoras y sus obras, es importante mencionar que no llegan siquiera a conformar el diez por ciento del corpus.

El último ramal a analizar es el llamado “Poder, resistencia y tragedia”, donde encontramos a Traiciones de Ana Longoni y Poder y desaparición de Pilar Calveiro reconocidos textos que analizan la última dictadura militar. Las obras que integran este espacio abordan de alguna manera la última dictadura militar, tanto para narrarla cuanto para analizarla. Es dificultoso arriesgar una interpretación de esta presencia. La posibilidad de analizar el horror del terrorismo de Estado y la acción de la sociedad civil atribuida a estas obras es posible debido al reconocimiento de la participación de mujeres, lesbianas, gays, travestis y trans entre quienes fueron perseguidxs, asesinadxs y desaparecidxs en la última dictadura. Aunque las posibilidades de narrar y analizar el terror son, pensando en el corpus, predominantemente masculinas, es innegable la presencia y persecución de estos colectivos en la última dictadura.

 

Espacios vacíos: decir sobre lo que no está

Hasta aquí hemos intentado dar cuenta de algunas maneras de interpretar la presencia de escritoras en la muestra y especialmente, de explicar cómo esta presencia es posible desde una lectura en perspectiva feminista. Nos encontramos ahora ante el desafío de interpretar la ausencia rotunda de obras de escritoras en algunos de los espacios delimitados.

El primero de estos espacios es el “Apeadero Crítica y Contorno” que agrupa a obras en torno a la revista Contorno, fundada en 1953 por Ismael Viñas. Este espacio contiene cinco obras de integrantes del grupo intelectual, que abarcan la crítica literaria, el ensayo y la ficción. La ausencia de Adelaida Gigli, única mujer integrante del grupo resulta llamativa, ya que su último  libro Paralelas y solitarias (2006) fue prologado y presentado por integrantes del comité de selección.[5] Otro espacio en el cual la producción de escritoras se encuentra ausente es el “Ramal ficciones de la vida literaria”, en el que se articulan “argumentos en torno a problemáticas, episodios, relaciones y circunstancias particulares de los circuitos literarios” (CCMHC, 2011: 16). Los autores o los personajes de estas obras son escritores que participan en movimientos literarios que luego serán recuperados en la historia de la literatura argentina. Se repite aquí, al igual que en el ramal anterior, la imposibilidad de pensar a las escritoras argentinas como parte de los circuitos intelectuales de mayor relevancia para nuestra tradición. Estos circuitos reproducen lógicas propias de las sociedades del discurso en términos foucaultianos.

En estos espacios la existencia de identidades no masculinas puede desconocerse, es posible relegar a estas identidades otras a los márgenes, al lugar de espectadores y no de protagonistas de la escena, en este caso, cultural. Al respecto, Simone de Beauvoir afirma “Los hombres están demasiado ocupados con sus relaciones de cooperación y de lucha para constituir un público los unos de los otros; no se contemplan. La mujer está al margen de sus actividades, no toma parte en las justas y combates: toda situación la destina a representar ese papel de mirada” (2016: 187). Es posible afirmar que la imposibilidad de participar de los grandes circuitos intelectuales, o más bien, teniendo en cuenta que esta participación ha existido, la imposibilidad de ver reconocida su participación, relega a las escritoras al lugar de observadoras de lo que sucede en dichos espacios.

A continuación encontramos al “Ramal frontera”, compuesto por dieciocho obras atravesadas por el conflicto de la otredad, recuperando la oposición civilización-barbarie: “La frontera es entendida muchas veces como la línea que separa la civilización de la barbarie. Se intuye entre ella el límite entre dos mundos, de un lado lo esperable y del otro lo desconocido. Aparece entonces el enfrentamiento, el conflicto montado sobre el problema de la otredad y la idea de su amenaza permanente sobre los cuerpos…” (CCMHC, 2011: 18). En este espacio encontramos obras consideradas imprescindibles en el canon literario argentino por su peso en la historia cultural y política de la nación como Una excusión a los indios ranqueles, de Lucio V Mansilla, La cautiva, de Esteban Echeverría, El gaucho Martín Fierro de José Hernández, Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez o Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes. A la ausencia de escritoras en este tramo bien podríamos considerarla consecuencia de las condiciones materiales de existencia de gran parte de las mujeres en el siglo XIX y los inicios del siglo XX y su imposibilidad de escribir o participar en la esfera pública en este período. Sin embargo, no resulta inverosímil insertar en este espacio alguna de las obras de Juana Manuela Gorriti, Juana Manso o Eduarda Mansilla, por ejemplo, contemporáneas de muchas de las obras que integran el corpus.[6] De todas maneras, este ramal también recupera obras contemporáneas como Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (2003) de Cristian Alarcón, por lo cual la ausencia de escritoras se vuelve aún más llamativa. Aquí vale la pregunta sobre si es posible narrar la otredad siendo efectivamente lo Otro, sobre la posibilidad de decir la centralidad desde los márgenes.

El ferrocarril Scalabrini Ortiz es sin duda un espacio paradigmático de nuestro análisis, ya que entre las cuarenta y seis obras que lo componen no encontramos ninguna obra de escritoras. Este espacio se encuentra subdividido en cuatro sectores, cuyo denominador común es albergar obras que construyeron interpretaciones sobre la historia, la política y la filosofía nacional. En primer lugar encontramos al “Ramal conflictos y debates”, integrado por “libros que construyeron interpretaciones de la historia, y que haciéndolo pusieron de relieve los combates de su presente” (CCMHC, 2011: 22). En el ramal “Filosofías de una nación”, se encuentran obras que ponen en debate la identidad argentina, planteando discusiones, proponiendo consagraciones o estableciendo mitos de origen. El ramal “El enigma de la multitud” contiene obras que piensan la multitud desde las ciencias sociales o la política. Por último, se encuentra el “Apeadero ante la infamia” marcado por las interpretaciones de la Década Infame.

Lo interesante de esta ausencia es que hablamos de un espacio cuya función es la de establecer un núcleo filosófico-cultural identitario. Ya no hablamos aquí de círculos intelectuales en su especificidad, si no de la identidad cultural nacional. ¿Cómo es posible que resulte factible pensar la identidad cultural nacional sin tener en cuenta ninguna obra escrita por alguien que no sea un hombre? Podemos arriesgar algunas respuestas a esta incógnita a partir del análisis del campo filosófico realizado por Mariana Alvarado en “Interrupciones en Nuestra América, con voz de mujeres” (2017). En su análisis de la constitución de la filosofía como campo de saber, se impuso una normalización de la disciplina que implicaba la ausencia de “lo femenino” en la generación de los “forjadores” del siglo XX y construyó una disciplina perteneciente a los varones. Esto es posible ya que se plantea la distinción entre el saber ingenuo, vulgar o cotidiano del saber crítico o reflexivo, “La actividad cognitiva nada tiene que ver con los deseos, la imaginación o los sentimientos, no es cosa de mujeres; vale en la medida en la que esté descorporizada, asexuada, ubicada en un no-lugar, sin color de piel ni clase, hablante de una lengua universal, es decir, no afectada por la vida misma, la lengua del logos.” (Alvarado, 2017: 38). Así, las mujeres que conocen poseen una visión desde un lugar específico -"a view from somebody"- en contraposición a la visión abstracta, eficiente, eficaz y neutral característica de "a view from nowhere", el “patrimonio de cuerpos desmarcados que institucionalizan una lista de nombres y obras como canon consagrado y por lo tanto, transmisible.” (Alvarado, 2017: 39).

El último espacio a incluir en esta etapa del análisis es el “Ramal Conspiradores y rebeldes” que incluye nueve obras y a pesar de que en su descripción declara “Hombres y mujeres que se organizan. Que conspiran en las sombras o se manifiestan en la vida pública en rebeldía contra sus trazos dominantes” (CCMHC, 2011: 26), no incluye ninguna obra escrita por mujeres ni las cuenta entre las protagonistas de las ficciones que agrupa. La atribución del lugar de conspiración y rebeldía a la masculinidad no sorprende a esta altura del análisis. Para conspirar es preciso un proyecto en común, conocimientos precisos y pertenencia a determinados espacios, probablemente vedados a las identidades feminizadas. Pero además, permite construir una épica heroica de la salvación, en palabras de Beauvoir, “Al soñarse a sí como dominante, liberador, redentor, el hombre desea todavía la sumisión de la mujer; porque para despertar a la Bella durmiente del bosque, es preciso que duerma” (2016: 188).

 

Sobre el cruce género nación

En nuestro análisis intentamos interrogar a la nación desde su performatividad (Bhabha, 2002), observando cómo se conforma el pasado y la identidad de la nación en la muestra. La nación como construcción cultural se desarrolla en el tiempo doble de la modernidad, lo que implica que de manera constante se realiza el proceso mediante el cual se selecciona lo memorable entre los acontecimientos del pasado y se los introduce en el presente. Es decir, la narración de la nación se produce en un continuum de fundaciones y refundaciones del pasado y el presente de la nación (Bhabha, 2012). Entendemos que nuestro objeto de análisis forma parte de este proceso y propone de manera consciente una selección de acontecimientos relevantes. Esta doble temporalidad se corresponde con la doble temporalidad del pueblo nación, que es simultáneamente objeto de la pedagogía de la nación y sujeto de la significación de esta pedagogía. El efecto de la dinámica de doble temporalidad se intensifica en el período analizado debido al gran peso atribuido a la política cultural desde el Estado, cuya disputa por los significantes llegó a denominarse “Batalla cultural”. En el texto curatorial estas dinámicas pueden observarse por ejemplo en la resignificación de la década de los noventa, el posicionamiento respecto a la última dictadura militar o la selección de significantes para pensar la nación: derechos, política, soberanía, memoria. Y también, puede verse en la selección de determinadas obras invitadas a integrar esta narración y su distribución. Aquí, centramos la mirada en esta selección y distribución en relación a las desigualdades y jerarquías en términos de género.

 Que lo producido por identidades alternativas a la masculina-cis-heterosexual y su participación en los hechos considerados relevantes para la historia de las sociedades ha sido ignorado o invisibilizado no es para nada novedoso. Hasta el momento hemos intentado dar cuenta de esta situación en nuestro objeto, identificando cómo ha sido posible para las obras de las escritoras ocupar ciertos espacios y ser excluidas de otros. Entre las regularidades actuando en la muestra, la que emerge con mayor claridad es la de la construcción de lo femenino y de sus productos como lo Otro, lo particular y situado, imposible de asimilar al discurso universalista, generalizable y racional de la nación. Que lo nacional se encuentre atravesado por este sesgo se desprende de la masculinización de la cultura propia de la hegemonía cultural y discursiva de ese momento específico. Evidentemente, no todos los sujetos pueden enunciar lo mismo y el género es considerado un rasgo primordial en la distribución de la palabra, lo que implica que las escritoras aquí sean limitadas a los espacios relacionados a lo personal, lo pasional, lo lúdico o creativo y simultáneamente imposibilitado su reconocimiento como integrantes de círculos intelectuales-culturales, como creadoras de una identidad nacional o actoras válidas en lo político.  Si la emergencia de la nación exigió una rearticulación de los corpus bibliográficos al dar lugar a nuevas clasificaciones, una de las primeras cuestiones a tener en cuenta son las sub clasificaciones que funcionan en la muestra. Estos criterios rigen la selección de lo memorable en el pasado y se reinscripción en el presente, posibilitando inclusiones y exclusiones.

Si encontramos que los criterios aquí son excluyentes, tanto por la imposibilidad de escritoras de participar de ciertos debates públicos en épocas determinadas, su falta de reconocimiento en esa época, o de la imposibilidad de acceder a la educación o la publicación por parte de las mujeres durante el siglo XIX y parte del siglo XX por ejemplo, es necesario tener en cuenta que estos criterios no son los únicos posibles, estos hitos no son los únicos rescatables. Es posible imaginar que al igual que la década infame es considerada un hito histórico a ser pensado o analizado lo sea también el voto femenino o la sanción de la ley de matrimonio igualitario, acontecimiento muy reciente al momento de la muestra. La inclusión de estos hechos permitiría también, pensar a la nación en un presente otro, que a través de la política cultural dé lugar a una pedagogía de la nación diferente.

En los criterios construidos aquello a lo que se da valor o se considera memorable obtura en cierto grado la posibilidad de incluir escritoras, conforma series donde (tal vez) su inclusión se dificulte. Sin embargo, no es posible tampoco afirmar que no ha habido escritoras pensando, discutiendo, analizando aquellos asuntos que atraviesan a la sociedad en sus obras. Su ausencia se vincula también con la imposibilidad de leer e interpretar su producción desde otra visión que logre observar la politicidad, aquello de la sociedad que se disputa en sus obras, cualesquiera que sean sus temas. Este es uno de los principales mecanismos de control de la enunciación destacado por Wittig en El pensamiento heterosexual, ya que la aparición de alguno de los temas considerados “femeninos” obtura la posibilidad de leer algo más en estas obras, un tema asume el todo y así es aislado del resto de las producciones contemporáneas y se convierte en algo que incumbe a un grupo específico y solo puede resultar interesante para este mismo. Esta operación posibilita su silenciamiento, su borramiento del entramado de textos relevantes para una sociedad por su visión particular. Es por ello que resulta relevante releer estas obras a contrapelo, procurando restituirles su politicidad y posibilidad de decir. Al respecto, Ludmer afirma en su conocido ensayo “Las tretas del débil” “Una posibilidad de romper el círculo que confirma la diferencia en lo socialmente diferenciado es postular una inversión: leer en el discurso femenino el pensamiento abstracto, la ciencia y la política, tal como se filtran en los resquicios de lo conocido.”(Ludmer, 1985: 47). La posibilidad de ejercer la memoria, reinscribiendo sus obras en el presente de la nación se juega en aquello que somos capaces de leer en ellas.

Si en el hacer narrativo que construye al pueblo nación se traza una historia propia y única y se configura simultáneamente un otro o unos otros, en la muestra se configura claramente al menos una otredad. Resulta productivo pensar que en el relato homogéneo de la nación se produce un proceso de normalización cultural, en el que actúa la violencia de la imposición de un relato hegemónico universalizante, que excluye a comunidades que pondrían en tensión esta construcción. La exclusión de las obras de escritoras es parte de este proceso de normalización que implica olvidar todo lo que puede generar un quiebre en este discurso monológico de lo nacional. La adscripción a colectivos otros, no masculinos y hetero-cissexuales blancos no es voluntaria. Podemos afirmar también que estos colectivos otros sin embargo disputan el relato de la nación desde sus espacios de resistencia. Y esta propuesta nos permite pensar que aquellos espacios que las escritoras y sus obras consiguen ocupar son espacios de resistencia. La enunciación desde la primera persona, la posibilidad de transformar la realidad desde la ficción, el discurso pasional, son y deben ser rescatados como espacios de resistencia desde los cuales las escritoras pueden disputar los sentidos de lo social y lo nacional. Resulta productivo extrapolar los planteos de Donna Haraway (1995) al respecto de la racionalidad posicionada, ya que la perspectiva situada de los textos escritos por mujeres aloja en sí la potencialidad de ofrecer una visión del mundo particular, que se reconoce parcial y es por ello potente. La visión situada es una visión que no le teme a su vulnerabilidad, que no aspira a totalitarismos y es intrínsecamente política en la medida en que asume una posición y lucha por proporcionar una visión del mundo otra, parcial pero responsable, amplificadora y abierta a posibilidades inesperadas.

El silencio impuesto sobre la producción de las escritoras en el proceso de construcción del relato de la nación se evidencia a medida que avanzamos en el análisis, especialmente al llegar a los espacios donde se juega la identidad cultural de la nación. Este silenciamiento es posible debido a que existen sujetos con posiciones de enunciación privilegiadas, que pueden darse el privilegio de desconocer la producción en este caso de al menos de la mitad de la población. En Epistemología del armario (1998) Sedgwick brinda herramientas para pensar las posibilidades y los efectos de la ignorancia, y a partir de su propuesta entendemos que este desconocimiento tiene efectos claros, ya que posibilita la centralidad de lo conocido, es producto de esta y la produce simultáneamente, ocultando y naturalizando los privilegios de aquellos que ocupan un lugar central.

La falta de reconocimiento a la participación de escritoras, al igual que a otros colectivos, tiene efectos en la imposibilidad de reconocer su “autoridad social, es decir, su legitimación social como individuos de pleno derecho” (López Navajas, 2012: 27) es decir, su participación en la construcción del saber socialmente reconocido. En un movimiento de retroalimentación, la imposibilidad de acceder a los espacios de autoridad social, se fundamenta en la posibilidad de desconocer sus aportes a la cultura.

Las estrategias desde la práctica teórica-política del feminismo para interrumpir la performatividad de lo nacional, resistir a la narración unívoca y monológica e imponer sus demandas en el campo de la cultura han variado, muchxs han optado por construir otros cánones, cánones de literatura femenina, de literatura negra, de literatura disidente, etc. Otra de las opciones es apuntar a la destrucción del concepto de canon y su funcionamiento, intentos al menos por el momento infructuosos, debido especialmente a su funcionamiento en el terreno de la educación. Otra posibilidad es la de estudiar y producir en relación a obras, por ejemplo, de escritoras e intentar insertar sus producciones en el canon, en este caso, nacional. La construcción de corpus alternativos posee la potencia de reconstruir las genealogías otras, las genealogías borradas o dispersas para aquellos colectivos que se identifican con ellas, sin embargo los mantiene por fuera del relato hegemónico y disminuye su posibilidad de acceder a espacios, reconocimientos y derechos. Resulta además, difícil pensar a estas obras por fuera de sus relaciones con el resto del universo cultural de cada sociedad, por lo que la efectivización de políticas culturales que permitan complejizar y diversificar el canon literario resultan imprescindibles.

 

Recibido: 25 de junio de 2021.

 

Aceptado: 19 de agosto de 2021.





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* Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Centro de Estudios Avanzados (CEA)  – Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

[1] A partir de 2001 pasó a llamarse Escuela de Suboficiales de la Armada.

[2] Entre les selectorxs se encuentran les escritorxs, críticxs e investigadorxs Juana Bignozzi, Arturo Carrera, José Pablo Feinmann, Griselda Gambaro, Alan Pauls, Andrés Rivera, Alberto Szpunberg, David Viñas, José Emilio Burucúa, José Carlos Chiaramonte, Ángela Di Tullio, Leonora Djament, Jorge Dotti, Norberto Galasso, Germán García, Horacio González, Noé Jitrik, Eduardo Jozami, Jorge Lafforgue, Laura Malosetti Costa, Eduardo Rinesi, León Rozitchner y Beatriz Sarlo. La coordinación de la muestra fue realizada por Horacio González y la curaduría por un equipo de investigadores del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.

[3] De aquí en más será abreviado como CCMHC.

[4] Al respecto también se afirma que “Estos 200 libros pueden ser considerados como piezas de un rompecabezas, materiales ofrecidos para múltiples trabajos de reconstrucción” (CCMHC, 2011: 6).

[5] Al respecto de su vida y obra María Moreno escribió la (bellísima) nota “Donde habita el olvido” el 08/10/2006 en el suplemento “Radar” del diario Página 12.

 

[6] En su conferencia de 1895 “Las obreras del pensamiento de América del sur”, Clorinda Matto de Turner se detiene en la producción de estas escritoras y agrega: “Los nombres que he mencionado bastarían para la gloria literaria de un pueblo; no obstante, aún tengo otros que agregar: Ana Pintos, que tan galanamente maneja el idioma, escondida tras el seudónimo de Amelia Palma; Amalia Solano, de las nutridas revistas; Carlota Garrido de la Peña, autora de las novelas Mundana y Tila; María Emilia Passicót, Eufrasia Cabral, Aquilina Vidal de Bruss, María E. Cordero, Adela A. Quiroga, Isabel Coronado, María Luisa Garay, Elena Jurado, María Brown, Arnold de González, Benita Campos, Elia M. Martínez, Yole Zolezzi, Macedonia Amavet, C. Espinosa, la señora de Funes y algunas otras que tal vez no he alcanzado a conocer, son, pues, las que hoy forman la legión de honor en la patria de Alberdi y de Sarmiento, con la particularidad de que las más de ellas son de provincias, muy pocas de esta gran Buenos Aires, con propiedad llamada la Nueva York del Sur,” (2016: 173).