CANTAR Y VIVIR SIN MIEDO EN MÉXICO:

ENTREVISTA A VIVIR QUINTANA

 

TO SING AND TO LIVE WITHOUT FEAR IN MEXICO:

AN INTERVIEW WITH VIVIR QUINTANA


Merarit Viera*

 

Resumen 

Vivir Quintana, a través de su proceso creativo musical, nos cuenta su experiencia en la industria de la música mexicana y su inserción en los feminismos actuales. Sobre todo, su reflexión nos lleva como espejo a pensar el activismo feminista, la música como una herramienta política y la importancia del trabajo colectivo para construir puentes que permitan denunciar y hacer visible la realidad que las mujeres cotidianamente experimentan en un país como México. Nos comparte al final un poco del proceso creativo que enmarca “Canción sin miedo”, pero sobre todo es posible ver la importancia del trabajo colectivo, una de las características fundamentales de los feminismos actuales. Mediante una entrevista realizada vía remota (por la plataforma Zoom) -debido a las condiciones de pandemia Covid-19 por las que actualmente pasamos en todo el mundo, Vivir nos comparte un poco de su vida, de su experiencia y del proceso creativo que le permitió dar a conocer sus sentires, emociones y pensamiento sobre el contexto de violencia y los altos índices de feminicidios que se viven en México. El presente escrito, más que una serie de preguntas en un sistema de entrevista tradicional, es el resultado de un diálogo con una mujer artista. Sostuvimos un diálogo sensible sobre su experiencia como norteña, una manera de identificarnos como originaria de un estado que se encuentra al norte del país, viviendo en la Ciudad de México y como hija de padres normalistas, profesores de educación básica como profesión. Como una nota extra, debo compartir que mucha de su experiencia fue un espejeo de los sentires y las experiencias que las mujeres vivimos en este país.

 

Palabras clave: Feminismos - Juventudes - Música - Proceso creativo - Colectividad.

 

 

Abstract

Vivir Quintana, trought her musical creative process, tells us about her experience in the Mexican music industry and her insertion into current feminist. Above all, her reflection leads us like a mirror to think about feminist activism, music as a political tool, and the importance of collective work to build bridges that allow to denounce and make visible the reality that women experience every day in a country like Mexico. At the end, she shares with us a bit of the creative process that frames “Canción sin miedo”, but above all, it is possible to see the importance of collective work, one of the most fundamental characteristics of current feminisms. In this interview, conducted remotely through the Zoom platform due to the ongoing Covid-19 pandemic, Vivir shares a little bit of her life, her experience and the creative process that allowed her to acknowledge her feelings, emotions and thoughts about the context of violence and the high rates of femicides that are experienced in Mexico. This interview, rather than just a series of questions as a traditional way to do an interview, is the result of a dialogue with a female artist. We held a sensitive dialogue about her experience as a northerner, a way of identifying ourselves as originating from a state that is in the north of the country, living in Mexico City and as daughters of normalist (rural teachers’ college) parents. As an extra note, I must share that much of her experience was a mirror of the feelings and experiences that women live in this country.

Keywords: Feminism – Youths – Music - Creative Process - Collectivity

 

 

 

17 de junio de 2021 a las 11:48 de la mañana en Ciudad de México.

 

Muchas gracias Vivir, por darte el tiempo para poder tener esta plática ¿Me podrías decir tu nombre completo?

Gracias a ti. Mi nombre completo es Viviana Montserrat Quintana Rodríguez, tengo 35 años y soy de Francisco I. Madero, Coahuila del norte de México.

 

Bueno, algo tiene el norte que siempre nos atraviesa de forma distinta en México,[1] eso habría que decirlo. ¿Tu nombre artístico es Vivir Quintana?

Así es. Mi nombre artístico es Vivir Quintana; desde hace ya cinco años que llevo este nombre y me lo puse para hacer un trabajo de sanación con mi historia familiar, sobre todo con las mujeres, con mis ancestras, porque tú bien sabes que las mujeres en México siempre hemos sido violentadas de una u otra forma y mi familia no se queda atrás. Mi familia materna tiene una historia de abuso muy fuerte y tiene una historia de silencio; y más que de silencio, de que no puedan hablar por el hecho de ser mujeres. Mi abuela y mi bisabuela, que eran mujeres que se dedicaban a trabajar muy duro para sacar a la familia adelante, fueron madres solteras que fueron abandonadas por los esposos y también por los padres; venían de una historia de abandono, pero también venían de una historia de decirles a las hijas o a las nietas:  “no te puedes dedicar a la música”.

Mi abuela materna quiso cantar y quiso tocar la guitarra y le dijeron que no porque era mujer; le decían los hombres de su familia: “es que las mujeres no se hicieron para la música y si hay mujeres que están dentro de la música, pues son unas cualquieras; tú no vas a divertir borrachos ni vas a divertir hombres”. Entonces, se quedó mucha energía guardada de querer dedicarse a la música, pero mis ancestros hombres, por ejemplo, el hermano de mi abuela, sus sobrinos y sus hijos, ellos sí tocan todos la guitarra o sí llegaron a cantar; los hombres sí, pero las mujeres no. Cuando empiezo en la música, pues, sí pasaban cosas como que se me abrían puertas y todo, o había proyectos, pero no se llegaban a concretar. Entonces, estuve haciendo terapia de biodescodificación que es,[2] precisamente, para sanar tu árbol genealógico y saber cuál es la lealtad que tienes ahí. Yo me di cuenta que tenía una lealtad hacia las mujeres de mi familia, que era una creencia muy fuerte en los genes, que las mujeres no podemos cantar o las mujeres no podemos dedicarnos a la música.

Hablando con mi terapeuta, me dijo: “hay que cambiarte el nombre”; porque yo llevo el nombre de mi abuela, de mi tatarabuela y de otra abuela; yo soy como la cuarta Viviana en mi árbol genealógico y varias de ellas quisieron cantar y quisieron tocar y les dijeron: “¡no, tú no puedes!”. Incluso, hay una historia de mi abuela materna que ella me contaba y es que a ella la bajó su papá de un escenario cuando ya estaba vestida, lista para cantar, tenía como 14 años y era su sueño, decía: “quiero cantar y quiero tocar la guitarra”. A escondidas, se metió en un festival del pueblo (ellos vivían en Tamaulipas).[3] Hicieron unos panfletos, unos carteles, que empezaron a repartir entre la gente y llegó a manos de mi bisabuelo, vio el nombre de su hija ahí y dijo: “¡¿cómo que Viviana Rodríguez está anotada para cantar?!”. Entonces, allí se fue. Dice mi abuela: “apenas iba a abrir la boca para cantar, ya habían puesto la pista y todo; fue la mayor humillación de mi vida porque me bajaron del cabello, me estiró el cabello y me bajó del escenario; fue una golpiza y un no te puedes dedicar a esto”. Ya después, con el tiempo, me enteré que ese mismo bisabuelo había intentado, con un cuchillo, matar a mi bisabuela; imagínate, toda la historia de violencia, toda la historia de “tú te callas por ser mujer”.

Entonces, tenía guardada genéticamente esa lealtad de: “ah, entonces yo voy a estar traicionando a mi familia sí me dedico a la música y soy exitosa”. No era que me auto boicoteara, pero sí pasaba algo, algo me detenía. Entonces, hice ese ejercicio que parece fácil, pero es súper doloroso y es súper largo y me cambié el nombre a Vivir, en tiempo presente, a vivir un infinitivo. A partir de ahí, todo empezó a cambiar. No fue que se tardó, fue al mes. Estaba buscando, desde hace mucho tiempo, una beca que da el Auditorio Nacional[4] para compositoras y compositores contemporáneos que se llama la Beca María Grever,[5] es súper peleada porque se da solamente a seis personas cada año y participa muchísima gente talentosa. Ya había aplicado varias veces y era ¿cómo? ¿por qué no me la dan?. Yo decía: “¡por qué sí se la dan a mi amiga, a mi amigo, a mis compañeros que estaban súper cercanos!”; incluso me decían: “güey, no entiendo por qué no te dan esa beca, conocemos tu trabajo”. Esas cosas sucedían. Entonces, por dos años hice estos ejercicios de biodescodificación. Siento que hasta la fecha no los he terminado porque romper todas esas cosas que vienen desde tus ancestras es duro, es doloroso y es triste, pero también está lleno de mucha alegría, de muchos frutos bonitos. Entonces, al mes cambió todo, completamente, hasta la fecha; ha sido cada vez más grande lo que me pasa y agradezco. De ahí viene el Vivir.

 

Es una historia bien bonita la que me acabas de contar. Esa transmutación que haces con tu nombre me parece bien significativa, también de lo que estamos viviendo ahora con la transformación de las vidas de las mujeres ¿Cómo Vivir decide dedicarse a la música? ¿Cómo es esta historia de la Vivir artista en Coahuila,[6] y cómo llega a la Ciudad de México?[7]

Desde muy chiquita me di cuenta de que lo que me gustaba era la música. Yo creo que cuando eres niña no entiendes qué significa la palabra “talento”, no la dimensionas, o no sabes cuáles son los parámetros para decir “tengo talento”; pero lo que yo sí sabía era que me gustaba mucho escuchar las canciones que ponían mi padre y mi madre. Para esto, yo tuve un privilegio muy grande, una fortuna muy fuerte, que fue crecer en una familia muy bella, me tocó un papá y una mamá que nos dieron la misma voz; yo tengo dos hermanos hombres, uno más grande y uno más chico, yo soy la de en medio, soy la única mujer. Debería ser un derecho que tuviéramos las mismas posibilidades tanto hombres como mujeres y yo agradezco mucho a la vida y a mis papás que ellos hayan sido así. O sea, que mi papá, hombre, me haya dado la posibilidad de: “ah, ¿quieres jugar a los carritos como tus hermanos? ¡Juega!” o que a mis hermanos les dijera “¿quieres jugar también con muñecas? También juega”. Nunca nos separaron en eso, siempre nos dieron la misma posibilidad. Entonces, mi papá nos ponía mucha música los fines de semana y ponía un tornamesa[8] que tenía, viejito, ponía discos de acetato en el patio de la casa, que es una casa que crecimos viéndola construirse, porque mis papás fueron profesores normalistas rurales.[9] Yo crecí en una casa viéndola hacerse de pegoste,[10] primero un cuarto con ladrillos, y luego otro, y luego otro, y de repente otro, y fue un proceso largo, largo, largo, que hasta la fecha siguen haciendo, porque es poco a poco.

Tú sabes que el trabajo de maestros está mal pagado en México y más cuando se trata de normalistas. Creo que también fue ver un crecimiento, también de ellos y de nosotros; era como ver la casa transformándose, pero también nos íbamos viendo transformándonos, íbamos creciendo juntos. Mi papá es del estado de Morelos,[11] de Yautepec;[12] y mi mamá es de Tamaulipas de Ciudad Victoria,[13] y se conocieron en Coahuila porque eran de esos maestros a los que se les decía desde la Secretaría de Educación Pública (SEP);[14] “la única plaza que tengo para ti es en tal lugar”. Entonces a los dos les tocó en Francisco I. Madero y allí se conocieron.[15] Ellos solos hicieron este match de “bueno, vamos a criarlos de esta manera”. Yo recuerdo que en unas vacaciones fuimos a casa de mi abuela, no habíamos ni terminado de desayunar y me dijo: “¡apúrate, para que laves los platos de tus hermanos!”. Eso fue así, y yo: “¿cómo, pero por qué?”, y mi papá fue súper rápido y dijo: “no, no, no, es que los tres lavan sus platos porque los tres comieron; mi hija no va a lavar el plato de los otros dos”. Y mi abuela: “pero es que ella es la mujercita”. Mi papá le dijo: “sí, pero yo no quiero que cuando crezca, ella piense que por ser mujer tiene que servirle a alguien; no, aquí los tres son iguales, los tres lavan, los tres planchan y los tres esto”. Eso me ayudó muchísimo a tener una visión distinta, pero el problema es que cuando sales de tu casa te das cuenta de que no en todos lados es igual. Entonces, la música me ayudó mucho a darme cuenta de que tenía una voz y a darme cuenta que habían otras realidades, también, y que por medio de la música yo quería contar otras realidades que suceden.

Me di cuenta a los 16 años que quería dedicarme a la música; decía mi papá: “no tiene caso que yo te obligue a estudiar ingeniería o que te obligue a estudiar una licenciatura en algo que tú no quieres, porque no vas a funcionar ahí, porque tu corazón no está ahí”. Eso también sirvió mucho a que saliera de casa a estudiar música, de ahí, de ese pueblo en el que viví mis 17 años, Me fui a Saltillo,[16] la capital de Coahuila, ¡una ciudad grande! Imagínate, yo venía de un pueblo donde teníamos un semáforo (cuando tenía trece años era solo un semáforo y las calles sin pavimentar); entonces, irme a la ciudad, Saltillo, ya era así como: “¡wow, no manches!”; o sea, aprender a andar en combi,[17] a llegar a la universidad y todo. También estudié la Normal porque hubo un quiebre entre la música clásica y la música popular. Cuando llego a la facultad de música, me doy cuenta de que era música clásica, entonces no me dejaban tocar porque mi pasión es la música regional[18] y me decían los profesores: “no, porque esa no es música; no te salgas de esta línea”.

Entonces, estudié música, pero no terminé la carrera. La carrera duraba ocho años y yo hice cuatro, hice todo el tronco común. Hice como una carrera normal, cuando hay esa ruptura de querer hacer música popular, porque en ese tiempo empecé a trabajar en bares, mis papás sí me apoyaban económicamente pero no me alcanzaba para muchas cosas, era súper contado, y cuando tienes 18 o 19 años quieres hacer muchas cosas, tienes un montón de ideas, de sueños, de aventuras. Yo me di cuenta de que tenía un poder en la música, entonces empecé a trabajar en bares y me pagaban. Tocando música popular. O sea, yo cantaba a Silvio Rodríguez, a Violeta Parra, a Mercedes Sosa; desde trova hasta cantar canciones norteñas y rancheras.

Esto era en Saltillo. Empecé a tener una vida nocturna, por así decirlo, y en el primer bar que trabajé sentí alegría, porque era la primera vez que me pagaban por tocar y me pagaban 150 pesos dos horas. O sea, estaba dos horas ahí y después caí en la cuenta de que como tenía que trabajar en la noche, entonces regresaba en taxi y se me iba como la mitad en taxis, ¡pero me estaban pagando por tocar! No importaba. Luego ya me subieron el sueldo a 200 pesos. Era un sueño y, de repente, cuando hubo ese quiebre cuando yo dije: “bueno, realmente lo que me gusta es la música popular”, dejé la escuela de música clásica; y me dijo mi papá: “¿y ahora qué sigue?”. Fue como un llamado muy fuerte y le dije: “quiero estudiar la Normal”, y se alegraron mucho, porque mi familia es normalista. Entonces, ingresé a la Normal, hice mi examen de admisión, me aceptaron (porque hasta eso: me gustaba mucho la escuela).

Mis papás estaban felices y me dijeron: “¿qué especialidad vas a escoger?”. Estaban muy contentos porque iba a estudiar en la Escuela Normal Superior del estado, sabes, estaba en Saltillo, tenía una gran reputación. Entonces entré a estudiar español y me enamoré muchísimo de la carrera, pero yo seguía tocando, de martes a sábado en la noche y por otra parte la Normal allá en Saltillo era nocturna, empezaba a las 5:40 de la tarde y salíamos a las 9:40 de la noche. Yo salía de la Normal y me iba a tocar. Siempre traía la guitarra de un lado, luego el miércoles iba a otro bar, los jueves iba a otro y así me la pasaba. Eran como 200 pesos por bar, hasta que me di cuenta de que yo ya estaba haciendo canciones,  ya componía y la escuela me ayudó muchísimo para entender el español de otra forma, y cómo abordar la lírica popular mexicana para desglosarla, para desmenuzarla; me ayudó muchísimo a entender el lenguaje desde otro lado y conectar más con la gente. En eso me ayudó mucho la Normal. Entonces, yo ya escribía. Terminé la Normal y tenía la opción de tener plaza, ponerme a dar clases en secundaria; ya había dado clases en varias secundarias (hasta la fecha me escriben ex alumnos/as y me dicen: “profe, la vi en la tele”). Entonces pensé: “o me quedo aquí y doy clases y soy como la artista del pueblo porque ya me conocía mucha gente; o me aviento a la Ciudad de México a realmente dedicarme profesionalmente a esto y a buscar oportunidades para mostrar mis canciones”. Porque mis canciones ya se las sabía Saltillo, mis amigos/as, la gente que iba a los bares decía: “canta una tuya”; y ya empezaban a corearla. Yo decía: “tal vez yo puedo hacer esto, pero más en grande”. Y entonces decido venirme a la Ciudad de México. Ya me titulé, presenté mi tesis, mi examen profesional y todo, y ahora quiero intentar hacer música popular y escribir canciones.

 

¿Hace cuánto llegaste a la Ciudad de México?

Va para nueve años y lo más que pude llegar a la Ciudad de México fue a Cuahutitlán Izcalli,[19] fue lo más que me pude acercar porque no conocía a nadie. Mi hermano, el chico, se vino un año antes a la Ciudad de México de intercambio, a estudiar. Entonces, él buscó becas, pero él vivía hasta Santa Fe, en las colonias cercanas a Santa Fe,[20] súper lejos de donde yo quería intentar. Buscando, di que una amiga estaba viviendo acá y me dijo, “mi tía está rentando cuartos en su casa porque se acaba de divorciar y lo que ella quiere es compañía, porque es una casa muy grande, pero vive en Cuahutitlán”, y yo dije: “¡sabe dónde será eso!”. Me fui para allá y descubrí que estaba lejísimos de la Ciudad de México.

 

¿Y ahora dónde vives?

Ahora vivo en la colonia Santa María la Ribera.[21]

 

Ya vives en la parte centro, porque para ir a Cuautitlán son como dos horas…

¡Sí! Y los primeros dos años fueron fatales, fueron fracaso tras fracaso, sabes, de tocar puertas, de andar, de que te dijeran “¡no!”, de hacer casting. Recuerdo que hice alguna vez casting de estos de La Academia,[22] y de esas cosas porque no sabía realmente para dónde darle. Lo que quería era conocer gente que estuviera, que me dijera por aquí o por allá; no tenía ningún amigo/a. Ahora veo y tengo muchas compañeras y compañeros que se dedican a la música y veo que vienen de Argentina, de Chile, de otras partes de los estados de la República, pero vienen ya con amigos acá. Yo no tenía ningún amigo, ninguna amiga, entonces mi papá me dijo “es que te fuiste como El Borras,[23] así nada más”, y yo pues… a ver cómo le hago. Era muy doloroso. Tuve esa escena cliché de estar llorando afuera de una parada de autobuses y me acuerdo que fue en Balderas, porque fui a una entrevista por ahí para hacer producción de música, y dije “¡qué estoy haciendo aquí! Ya me quiero regresar” y luego decía: “no, ¡no te vas a regresar!”. Habían pasado como seis meses de estar aquí y mi hermano estaba con que teníamos que vernos cada fin de semana; él estaba como muy pendiente, mi hermano el chico. Un día me dice:“oye, me voy a ir a Rusia por una beca de intercambio” y yo “¡no, mi único apoyo!”. Recuerdo que ese día iba de regreso a la casa de mi tía, porque después le dije tía a la señora que me rentaba porque nos hicimos súper amigas, solo vivíamos ella y yo. Nos fuimos haciendo amigas y como era la tía de mi amiga, era pues la tía y después me invitaba como a los cumpleaños de sus sobrinos, a las quinceañeras, entonces me decía “oye, fíjate que este fin de semana me voy a ir con mi hermana que vive cerca de las pirámides: ¿no te quieres ir conmigo?”; y yo: “sí”, ¿qué más hacía, no? Llegué a ser como otra más de su familia y hasta la fecha la sigo frecuentando. Lo primero que recuerdo que me dijo es: “sí, nada más que para poder vivir conmigo -yo con mi maleta y mi guitarra- necesito que me des dos cartas de recomendación de personas que vivan aquí en la Ciudad” y yo: “¿de dónde voy a sacar eso?”, y le dije: “sí, este fin de semana se las entrego”. Llegó el fin de semana y creo que antes me dijo:“ya no me des las cartas”, porque ya habían pasado bien poquitos días y ya nos llevamos súper bien y fue muy lindo. Para mí fue un alivio, “¡muchas gracias!”. Fue maravillosa la tía.

 

La Ciudad de México siempre he dicho que es un monstruo que te come, te abraza, te escupe, te vuelve a agarrar; y esto que compartes, me hace pensar en que quienes no somos de la Ciudad, tenemos que generar estas redes familiares alternas. Es una ciudad llena de gente pero, a veces, te hace sentir muy sola… 

Sí y te hace cuestionarte muchas cosas, te hace también cuestionarte la voluntad, la fuerza y la paciencia, porque también tenemos en provincia esa idea de que vas a la Ciudad de México y vas a triunfar. Es algo que me da mucha risa porque un amigo me dijo una vez, cuando ya sabía que iba a venir acá: “¡ay, te vas a ir a la Ciudad de México! Cuando veas a Bárbara Mori, la actriz, me la saludas” (risas).  Es algo muy loco porque es como si fuéramos a convivir en los mismos lados y pasaron los años y me tocó hacer junto con ella una cápsula hace unos meses. Al final de cuentas la conocí, pero pasamos muchos años, me dio mucha risa cómo se conectó todo. La Ciudad de México me ha maravillado muchísimo por todos lados; he tenido experiencias muy bellas, más que las negativas. También me han pasado asaltos, una vez me dispararon a mí y a una amiga en un coche y por fortuna no nos dieron, pero sí la policía hizo el peritaje y dijo: “les apuntaron directamente por quitarle el coche”. Esto es la ciudad, esto es lo que pasa en la Ciudad.

 

Y cómo es esta Vivir que conocemos ahora, que tiene una resonancia por todos lados, con toda esta experiencia de obstáculos, de luchas como mujer en la música y en la música en general que es áspera. ¿Cómo empieza esta Vivir que ahora es escuchada por muchas mujeres y por qué? Hay una cosa energética muy linda que nos cuentas ¿tú cómo podrías identificar qué fue lo que sucedió para que Vivir empezara a abrirse este camino musical?

Pues, fue gracias a todas estas terapias que he tenido, y a estas ganas de querer decir y de contar cosas, porque a pesar de que soy muy extrovertida, en un escenario, en la vida real me costaba mucho pedir cosas, hacer cosas o levantar la voz, porque ya me había pasado muchas veces de ir a pedir oportunidades y me decían no, no y no. Hubo una cosa muy bella. Llegué a la Sociedad de Autores y Compositores de México y ahí dan un taller de composición popular, que es como un diplomado que dura dos años (ahorita creo que ya dura uno, pero antes duraba dos años) y me encontré con gente muy buena y talentosa. Fue mi primer acercamiento de colectividad, el saber que todas y todos podemos avanzar en lo que queremos, que hay público para todas, y que podemos hacer que nuestros discursos sean poderosos. Aparte, también, me encanta que quien dirige ese taller es una mujer feminista, es una mujer que está luchando por paridad de género, se llama Mónica Vélez, siempre diciendo: “a ver, si hay tantos compositores, también tiene que haber compositoras”. Empecé ahí a tener ganas de querer que las mujeres tuviéramos la misma oportunidad de voz. Entonces, me encuentro con otra mujer como ella que estaba haciendo lo mismo, fue así como maravilloso.

Encontré ese lado bueno de la música, esa cara bonita, realmente la que te abraza y la que te enseña, la que te comparte lo que sabe, me di cuenta que tienes que compartir todo lo que sepas; que todas las cosas que te pasaron no tienen que volver a pasarle a otras, porque luego creemos: “no le voy a decir mi secreto de cómo hice tal cosa, no voy a decir cómo yo llegué hasta aquí, no le voy a pasar el contacto, no le voy a pasar el correo para que pregunte, porque a mí me costó mucho llegar aquí y entonces que también le cueste”. Yo soy de las mujeres que dicen: “pues si a mí me costó, que a la que viene atrás de mí que no le cueste tanto”, porque a mí me hubiera encantado que alguien me dijera: “oye, es por aquí” y que me abrazara cuando estuviera fuera del metro Balderas,[24] llorando. Entonces, por ejemplo, con la Beca Grever, nadie te quiere decir: “oye, ¿qué canciones mandaste? No te puedo decir porque es confidencial”; ¡no es confidencial! Entonces, cuando sale la convocatoria yo público: “quien quiera asesoría sobre la beca, la doy en mi casa, de dos de la tarde en adelante; lo he hecho dos veces y en la primera llegaron como 12 personas, compositoras y compositores y vimos canción por canción; a la siguiente llegaron 20. Si tu sabes algo, pues compártelo. Creo que la colectividad, y lo he dicho muchas veces, es un medio por el cual es más fácil cumplir tus sueños. Jalarnos entre todas y sobre todo las compañeras mujeres que somos las que tenemos menos espacios en festivales, menos espacios en escenarios, menos espacios incluso en regalías de compositores de México; las que cobramos menos somos mujeres. Buscar eso de decir a las compañeras “oye, hazte para acá, es por este lado, por allá no te vayas, es de esta manera”. Es decir, acortarles ese camino, porque alguien también por nosotras ya lo hizo allá arriba, entonces pues nosotras hacerlas por las que vienen atrás. Entonces, ahí vienen esas ganas de hacer esa música.

 

Dices cosas bien importantes sobre  el trabajo colectivo, la colectividad, el encontrarte con otras mujeres que tienen esa conciencia de ayuda, de apoyo y reproducirlo también en tu propio trabajo ¿Cómo se encuentra Vivir con el feminismo y cómo la música se concilia también con esos feminismos?

Yo al feminismo lo conocí en la calle. Cuando yo llegué a la Ciudad de México, no estaba acostumbrada a ver marchas; hace nueve años no había en mi pueblo. Ahorita me da muchísimo gusto que haya compañeras que salen a marchar en todos lados y eso es maravilloso porque antes estaba súper centralizado el movimiento, estaba aquí en la Ciudad de México. Mi primera marcha política, a la que yo tenía muchas ganas de asistir, había sido publicitada por parte de los medios de comunicación como una marcha que iba a tener “bloqueos”, es decir, que ocasionaría desacuerdo en mucha gente porque les bloquean el paso, pero creo que quienes no están de acuerdo son quienes están bloqueando; no es nadie que les está bloqueando a ellxs la vida, no, ellxs están bloqueando la vida de todxs. Yo siempre pensaba algo que mi papá y mi mamá nos decían: “es que por algo están ahí, algo están buscando y algo están luchando”. Acababa de leer el libro de Elena Poniatowska, el libro de Tlatelolco. Entonces, mi primer acercamiento a una marcha fue el dos de octubre, fui a Tlatelolco y allí vi cómo esta indignación y esta rabia de “queremos que las cosas sean distintas”. Empecé a interesarme mucho por los movimientos sociales porque desde niña veía todas las injusticias que pasaban alrededor mío: desde como las niñas y los niños no podían obtener educación o que sus papás les decían “ahora te tienes que poner a trabajar porque no hay de otra”. Siempre veía cómo mi papá y mi mamá trataban de que su lucha era que los/las adolescentes terminaran la secundaria; les decían: “aunque sea termina la secundaria” e iban por ellos/ellas a las casas, a los ejidos, y platicaban con los papás; les decían: “no, profe, es que yo no tengo dinero ya para mandarlo”, “bueno, mire, yo le doy para el camión o que viva en mi casa”. Mis papás así nos decían, “va a vivir con nosotros Fulanito de tal y Fulanita en lo que terminan la secundaria”.

Entonces, te digo, siempre vi la necesidad de buscar que la demás gente tuviera las mismas oportunidades que tú y a eso se le llama empatía. Me di cuenta de que nos falta mucho en el país. Cuando fui a esa marcha [refiriéndose a la marcha del dos de octubre], me di cuenta de todo lo que guarda la historia y toda la justicia que se le debe a mucha gente. Entonces, cuando fue la primera marcha feminista a la que fui, hice un clic enorme porque me di cuenta. Cuando te pones los lentes violetas, empiezas a ver en todos lados estos micromachismos, estas injusticias. Entonces empiezas a hacer memoria de la vez que me dijeron esto, me estaban violentando; la vez que me dijeron aquello o la vez que me criticaron, la vez que no me dejaron cantar por aquello, realmente no era por mí, no es que no estuviera preparada o que no estuviera haciendo lo que decía una convocatoria, era por el simple hecho de que yo era una mujer que está cargando una guitarra y que estaba pidiendo una oportunidad. Decía, “bueno, pero por qué a él se la dieron si no toca tan bien, si no canta tan bien, sabes; era este pacto patriarcal que existe.

 

¿Te acuerdas en qué año, qué marcha fue la que fuiste? Estamos en 2021, hace seis años fue la marcha de 2016, la “Primavera violeta” que fue una marcha súper grande. Pero también en 2011 fue otra de las marchas importantes…

¡Ah, sí! A ésa fui, a la del 2011. En ésa éramos poquitas, pero luego fue la marcha del 2016 y éramos más y luego el 2020 que fue un boom. Me encanta realmente estar en el movimiento. Creo que el feminismo cambia constantemente, no está quieto y eso me gusta mucho porque aprendes todos los días. A veces es cansado porque te quita todas esas creencias que tú tenías, con las que creciste; empiezas a ver en todos lados esas cosas que normalizabas o  antes creías que las cosas eran de esta manera y no es que estuvieras mal, es que no te habían dicho que existía otra forma. No te habían dicho que existía otra forma de ser, de existir, de tú sentirte mujer en el mundo, porque luego creemos que sentirnos mujeres es estar al servicio o a la orden de, o “yo hasta aquí hablo”, o “yo no puedo participar”, o “yo no puedo correr”, o “yo no puedo jugar fútbol”, o “yo no puedo hacer estas cosas”, o “yo no puedo llenar un escenario”. ¿Por qué? Porque es de ellos. Cuando te das cuenta de que todas podemos, entonces se hace una sinergia maravillosa, porque le hablas a tus otras compas y creo que eso es algo que hace la música también, hace un llamado. Creo que la música es el arte por el que más inconscientemente se nos queda guardado en el cuerpo y en la piel; entonces, a mí me gusta mucho poder hacer esos llamados por medio de la música.

 

Llega Vivir, se pone estas gafas violetas, hace este match con la música, ¿Cuándo surge la “Canción sin miedo”? ¿Cómo surge? Esta canción es muy significativa para el movimiento feminista, tú has sido muy significativa. Todas nos conectamos, nos enchina la piel[25] porque es ese grito en  un contexto de violencia brutal que vivimos en México las mujeres y que tiene que ver con toda esta conciencia que tú has generado con tu propia experiencia de vida ¿cómo esta visión violeta atravesó la creación de esta canción?

Fue gracias a que conocí a Mon Laferte. Yo conocí a Mon Laferte, esta cantautora chilena en el 2020, hace un año, hace poco. Nos conocimos en enero porque ella terminaba su gira, se llamaba “Norma”, en el Palacio de los Deportes.[26] Entonces, ella convocó a mujeres que estuvieran en la música, sobre todo en la música independiente. Hizo un llamado si queríamos cantar una canción con ella para cerrar su concierto. Hizo este ejercicio de sonoridad y digo que es un ejercicio de sonoridad porque pudo haberle hablado a cualquiera y decir “yo voy a cerrar sola mi concierto”.

Un amigo, que precisamente conocí en la Sociedad de Autores y Compositores cuando estudiábamos juntos, que se llama Mauricio Díaz y al que que le dicen El Hueso, cantautor también, me habló y me dijo: “oye, fíjate que soy amigo de Mon y ella está buscando chavas que estén muy prendidas en el rollo de la música y pensé en ti; ¿tú no quieres ir a cantar una canción con ella? Y van a ir más”. Le dije: “sí, claro que sí”. Porque también tenía en la cabeza eso de voy a tocar en todos lados, en donde sea; ya estaba tocando mucho, y tenía estas canciones que hablaban de acción social. Estaba trabajando un proyecto que era con mujeres que están privadas de su libertad física por haberse defendido de su agresor, estaba haciendo corridos[27] para ellas; estaba entrando a diferentes Centros de Readaptación Social (CERESOS),[28] o a varios CERESOS como para tener estas historias y hablar con ellas, para tener este apoyo entre ellas y yo con la música. Entonces cuando llego a ese ensayo, donde conocí a Mon, me tocó a mí tocar la guitarra y vamos a cantar una canción que se llama “Cucurrucucú paloma”. A mí me tocó estar muy cerquita de Mon y me dijo: “vamos a cantar esta canción”; y le digo: “bueno, en qué tono” y entonces tuvimos un acercamiento; me dijo: “¿cómo te llamas?”, “Vivir”, “¿y qué música haces?”, y le dije: “hago como folk regional”, “¡ah, mira!, ¿ahorita que estás haciendo?”; y le contesto: “ahorita estoy haciendo corridos”. Le llamó mucho la atención; y me dice: “oye, precisamente yo estoy trabajando con mujeres que también están privadas de su libertad física, pero en Chile, deberíamos de hacer algo juntas un día”; y le dije: “¡ah, sí, claro”. Ese deberíamos hacer algo juntas a mí en esta industria me lo han dicho una y otra vez. Yo siempre digo que es como una despedida obligada que tienes a veces con la gente que miras, como puede pasar o lo más probable es que no pase.

Entonces, a las semanas me habla alguien de su equipo y me dice: “oye, Mon te quiere invitar a un podcast que tiene ella para visibilizar el trabajo de mujeres artistas, pero que estén como en la industria independiente, como para que tengan esa visibilidad; entonces, te quiere invitar a un episodio”; y yo dije: “claro”. Ahí me dice: “oye, me puedes cantar uno de los corridos”; y yo: “sí”, y cante y creo que es el segundo episodio de su podcast que está en Spotify y que se llama Trenzando. El capítulo era sobre la música y el activismo, precisamente. Entonces  canto y nos despedimos; y me dice: “oye, sí, en serio, a ver cuándo hacemos algo”; y fue que pensé: “¡ay, qué bonito que Mon me lo esté diciendo!”. Y realmente lo cumplió, en el sentido de que me habló como a la semana y media y me dijo: “oye, fíjate que voy a tocar en el Zócalo,[29] creo que es un escenario en el que tenemos que denunciar el feminicidio”: me dice: “porque estoy hasta, la madre”, así me lo dijo, “de que haya tantos feminicidios”. Luego me dijo: “me acabo de enterar de otro”;  y acaba de pasar lo de Ingrid.[30] Estaba toda la gente súper indignada, bueno no toda la gente, pero sí mucha gente estábamos muy indignadas con el caso.

Entonces, Mon me dice: “traigo una rabia adentro y te quiero preguntar si tú no tienes una canción que hable de feminicidio”; le dije: “no tengo, pero la puedo hacer”; y me dijo: “bueno, entonces, ¿cómo ves? ¿Te haces una canción? Es que creo que tu manera de escribir y de cantar conectaría mucho porque tú sí eres mexicana. Tú conoces más cómo está la situación en México. ¿Cómo ves, la cantamos el 7 marzo?”; y yo le dije: “sí”. Faltaban como dos semanas, y le digo: “¿para cuándo necesitas la rola?”; y me dice: “para hoy en la noche porque se la tengo que mandar al equipo, se la tengo que mandar a quien hace los visuales, se la tengo que mandar al Palomar,[31] porque quiero que la acompañe”. Entonces eran como las 11 de la mañana, yo estaba en casa de mis papás, los había ido a visitar y le dije:“¡wow, es súper rápido!”; y me dice: “¿cómo ves, mi amor, puedes?”; y le dije: “sí, como a las siete de la tarde te mando un avance”; y me dijo: “va”.

A las 7:05 de la tarde me escribió: “¿cómo vas?”. Ya llevaba mucho de la canción, me había súper metido en su creación, además, ya había tenido un tema muy cercano al feminicidio con una compañera de la Escuela Normal, que fue víctima de feminicidio años atrás; entonces fue como una herida que yo no había querido abrir, que había estado muy marcada, que nos había dolido mucho a mis compañeros y a mí.

Desde entonces, no hablé del tema hasta que hice “Canción sin miedo”, no caí en la cuenta de que lo que había pasado con mi amiga había sido feminicidio. Fue abrir un detonante con esta canción: pensar en ella. Pero también me puse a ver un micro documental que hay en YouTube, creo que es de Vice,[32] no me acuerdo de quién es, que es sobre feminicidios de Ecatepec,[33] del Estado de México y dura 20 minutos. Lo vi y me acordé de mi amiga; fue ver las noticias y entonces ver que estaba pasando todo eso. Creo que también ser del norte me ayudó a no tener esta centralización de que el movimiento pasa solo aquí en la Ciudad de México. Yo quería hablar de todas las mujeres que luchan, de todas las mujeres, porque hay muchas mujeres a las que les debemos tanto, que están buscando justicia, que están buscando que tengamos derechos y que están buscando que tengamos visibilidad. Creo que desde todos los puntos hay tantas mujeres, no es algo imposible realmente retratarlo en la canción, por eso: “por todas las compas marchando en Reforma, por las morras de Sonora, por las de Tijuana, por las comandantas de Chiapas, por todas las madres que buscan a sus hijas y a sus hijos”.[34]

Era tener en cuenta eso y también hacer un llamado al gobierno, un llamado de que yo realmente quería hacerlo algo más duro, porque la canción dice: “no olvides sus nombres, por favor, señor presidente”; y yo quería ponerle a la canción: “y nadie hace nada, ni el buen presidente”. Quería ser más fuerte, pero también estuve como estudiando mucho. Te digo que la Normal me ayudó mucho a hacer esta búsqueda del lenguaje; tampoco quería que fuera una canción que no quisiera alguien cantar porque fuera tan disruptiva. Yo quería una canción que conectara con las compañeras y que se unieran más a la lucha, y creo que funcionó porque cuando haces algo con toda la sinceridad y la honestidad, conecta. Creo que eso fue algo que me ayudó, ser súper sincera y honesta; decir: “bueno, sí me siento así” y creo que así como yo me siento se sienten muchas compañeras que han sido víctimas de violencia, y también se sienten así las familiares y los familiares de las que han sido asesinadas. De ahí nace “Canción sin miedo”. Al principio no tenía título; era una canción que hablaba del feminicidio y me acuerdo que se la mandé a Mon a las 10 de la noche, así grabada en una nota de voz de whatsapp y le dije a mi hermano el mayor: “a ver, agárrame aquí el teléfono y voy a cantar”; y me dijo: “¿pero se la vas a mandar a Mon Laferte así nada más? Yo tengo un amigo que, tal vez, nos puede prestar un micro y no sé qué”; y le dije: “no, no, no, así, así, es pa´que la escuche no’más, no es para grabarla, na’más pa’que sepa cómo va”. Entonces, me puso el teléfono y agarré la guitarra, se la mandé en una nota de audio y me contestó como a la una de la mañana: “no, no manches, estoy llorando”, dijo: “realmente me siento así y pues, vamos con todo al Zócalo”.

De ahí sale esa participación en el Zócalo y el estreno de “Canción sin miedo”. Me acuerdo que Mon me dijo: “¿cómo se llama la canción?; le dije: “no sé, todavía no sé”. Leyéndola mucho, leyéndola, dije: “bueno, pues esta es una canción sin miedo, porque nos han dicho cómo hacer las cosas y nos cuidamos tanto de qué decir, qué no decir, a quién no hablarle y a quien sí hablarle; esta es una canción sin miedo, realmente, es un llamado a las demás compañeras”.

Soy muy feliz, te soy sincera, de que me escriban mensajes diciendo: “gracias a la canción, yo salí a marchar”; “gracias a la canción, pude denunciar a mi agresor”; “gracias a la canción, mi papá entendió el feminismo”. Esas cosas me han pasado tres veces, de morras[35] que me han escrito diciéndome: “mi papá se burla de mí porque me decía que ya van a rayar y ya van a hacer no sé qué y gracias a la ‘Canción sin miedo’, mi papá acabó de entenderlo todo por medio de la música”. Entonces me dicen: “ahora me lleva a la marcha, me espera”. Me han pasado muchos mensajes. Una chica que me dio mucha ternura, incluso, responsabilidad; su mensaje fue :“oye, gracias a ‘Canción sin miedo’ pude salirme de mi casa y denunciar a mi agresor que es mi esposo”, dice: “hace dos años hizo que perdiera a mi primer bebé porque me golpeó estando embarazada y tuve mucho miedo de dejarlo, y no sé qué tanto, y ahora estaba embarazada también; acabo de dar a luz y solamente quiero decirte que es una niña y que le puse Vivir Azucena porque gracias a tu canción y gracias a ti, pude buscar ese apoyo que necesitaba para dejarlo, para salirme de la casa”.

Entonces, eso es lo que hace la música, sabes. Es una responsabilidad porque tienes que ser  congruente, tienes que ser honesta con tu discurso y creo que los artistas tenemos esa responsabilidad. Entonces, a seguir haciendo estas canciones. También tengo estas canciones de amor; trato de que mis canciones sí sean de amor, pero que no sean de este amor enfermo y loco que nos enseñaron las canciones mexicanas; que sean, sí canciones mexicanas, pero que hablen desde el amor sano, desde el amor personal y desde el amor que hable de: “si tú estás qué chido y si no estás, también estoy bien”. Obviamente todas hemos llorado por amor, porque no te gusta estar lejos o no te gusta estar separada de quien amas o algo, pero tampoco saber que dependemos de eso nada más para existir. Entonces, seguir haciendo esas canciones, seguir también hablando de las cosas que nos molestan y que no nos dejan ser realmente ciudadanas del país y del mundo.

 

Te quiero compartir, para cerrar, que me parece que “Canción sin miedo” ha tenido un impacto muy fuerte, que llega en un momento preciso de mucho hartazgo por parte de las mujeres; pero también un impacto intergeneracional muy lindo como el que compartes del papá que le cae el veinte.[36] Considero que tu canción ha generado vínculos generacionales,  creo que llegas al corazón de mucha gente. Muchas gracias.

Muchas gracias a ti, porque creo que todas las luchas son necesarias y que todas llegamos de cierta forma, hay unas que llegan antes, hay otras que llegan después; hay otras que estamos en el camino, intentándolo, y gradezco mucho que haya así mujeres como tú, que lo hacen, que abren camino. Creo que tenemos que voltear y decirles a las que vienen atrás: “te estoy dejando esto, un poquito mejorcito de como lo encontré”, para que ellas también lo hagan. Y que un día, tal vez no muy lejano, porque merecemos la paz y la justicia, las mujeres podamos verlo. Tal vez no nos toque verlo a nosotras, pero ojalá que a nuestras sobrinas o a las hijas de las personas que más amamos sí les toque verlo. Entonces, pues a seguirle, a seguir haciendo lo que más nos sale mejor. A mí lo que mejor me sale es hacer canciones y eso es lo que puedo ponerle al mundo. 

 

Muchísimas gracias, Vivir.

 

Recibido: 28 de junio de 2021

 

Aceptado: 23 de agosto de 2021

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 





 



* Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X), Departamento de Política y Cultura, Área Mujer, Identidad y Poder. D.F. México.

[1] Se habla de norteñas y se identifica el ser del norte del país cuando se hace alusión al estado de origen de México. Estos estados tienen la particularidad de ser fronterizos con el país vecino Estados Unidos y, a su vez, esto mismo tiene una fuerte carga geopolítica en México.

[2] Es una terapia propuesta por la medicina alternativa que busca el origen y/o significado emocional de las enfermedades para intentar sanarlas desde allí. Trata de explicar el origen de una patología y propone de manera complementaria una sanación.

[3] Tamaulipas es uno de los treinta y un estados, junto con la Ciudad de México, que conforman México. Ubicado en el noroeste del país, está limitado por el Río Bravo que lo separa de Estados Unidos, al este con el golfo de México, al sur con Veracruz, al sureste con San Luis Potosí y al oeste con Nuevo León. Cuenta con una población de 3, 528, 000 habitantes, según censo de población del 2020.

[4] El Auditorio Nacional es un centro de espectáculos ubicado en la Ciudad de México.

[5] Es una beca dirigida a compositorxs mexicanxs para promover la música popular mexicana en diferentes estilos. Se dirige principalmente a mayores de edad (18 años) hasta los 40 años. Consiste en la composición de 16 canciones con letra bajo la tutoría de compositores miembrxs de la Sociedad de Autores y Compositores de México.

[6] Coahuila de Zaragoza es uno de los treinta y un estados, junto con la Ciudad de México, que conforman México. Su ciudad más poblada es Saltillo. Está ubicado en el noroeste del país, limitando con al norte el Río Bravo, al este con Nuevo León, al sur con Zacatecas y San Luis Potosí y al oeste con Durango y Chihuahua. Cuenta con una población de 12, 702, 000 habitantes, según censo de población del 2020.

[7] Abreviada como CDMX (antes denominada Distrito Federal o D.F.) es uno más de los treinta y dos estados del país, aunque tiene la particularidad de ser la capital de los Estados Unidos de México. Está ubicada en lo que se considera el centro del país, en el Valle de México. Tiene una población que supera los nueve millones de habitantes, aunque cuando se considera su zona metropolitana suma una población de más de 21 millones de habitantes, según censo de población del 2020.

[8] Tocadiscos.

[9] Egresados de la Escuela Normal, estas escuelas están dedicadas a formar profesores/as principalmente de educación básica (primaria y secundaria). Ser normalistas rurales implicó sobre todo en las décadas de los ochentas y los noventas ser parte de sistemas educativos ubicados en contextos rurales como una política para el desarrollo educativo del país.

[10] Casa construida por partes, poco a poco.

[11] Es uno de los treinta y un estados, junto con la Ciudad de México, que conforman México. Su capital es Cuernavaca, esta ubicado en el centrosur del país, limitando al norte con la Ciudad de México, al este con Puebla, al sur con Guerrero y al oeste con el Estado de México. Cuenta con 1. 971.520 habitantes, según censo de población del 2020.

[12] Yautepec de Zaragoza es uno de los treinta y seis municipios que integran el estado de Morelos. Cuenta con 102.290 habitantes, según el censo de población del 2020.

[13] Es una ciudad y capital del estado de Tamaulipas. Cuenta con 367. 770 habitantes, según el censo de población del 2020.

[14] Es la secretaria encargada a nivel nacional del servicio educativo del país.

[15] Francisco I. Madero es uno de los treinta y ocho municipios que integran el estado de Coahuila de Zaragoza. Cuenta con 51.528 habitantes, según el censo de población del 2020.

[16] Saltillo es la ciudad y capital del estado de Coahuila de Zaragoza. Cuenta con 1.030.200 habitantes, según el censo de población del 2020.

[17] Vehículo utilizado para transporte público.

[18] Música regional mexicana es un término mediático para definir producciones musicales de música campirana de México. Agrupa géneros como el mariachi, la banda, el norteño, sierreño, son jarocho, entre otros. Son consideradas música popular, su instrumentalización es variada.

[19] Cuahutitlán Izcalli es uno de los ciento veinticinco municipios que componen el estado de México. Es la cabecera municipal del municipio y se ubica en el Valle de México. Cuenta con 531.041 habitantes, según el censo de población del 2020.

[20] Es una zona ubicada al poniente de la Ciudad de México, dentro de la Alcaldía Cuajimalpa y Álvaro Obregón.

[21] Es una colonia de la Ciudad de México ubicada en el centro de la ciudad, de la Alcaldía Cuauhtémoc.

[22] Es un reality show de la televisora Tv Azteca,  fue presentada una primera generación en 2002. El programa busca formar cantantes profesionales y da seguimiento a una especie de competencia de sus participantes. Lxs participantes son instruidxs por reconocidxs artistas y cada domingo se presentan competencias en el canal televisivo con una cobertura nacional, hasta tener un ganador de la generación.

[23] Lanzarse como El Borras significa actuar intempestivamente ante un hecho deseado o insoportable. Es un acto impulsivo. Es una expresión mexicana basada en un personaje ficticio del imaginario mexicano. Cualquiera puede ser El Borras.

[24] Es una estación del sistema de transporte colectivo llamado el Metro de la Ciudad de México. Está ubicado en el centro de la ciudad.

[25] Nos pone la piel de gallina, nos eriza la piel.

[26] El Palacio de los Deportes Juan Escutia es un recinto de la Ciudad de México de eventos artísticos, es un espacio grande con una capacidad de 17.800 asientos y está ubicado en el centro-sur de la ciudad.

[27] Es un género musical mexicano que tiene como característica la narración de una historia en su lírica.

[28] También se les dice CERESOS, son centros de reclusión para personas infractoras de la ley.

[29] El Zócalo o Plaza de la Constitución se encuentra en el corazón del centro de la Ciudad de México. Esta plaza es considerada el centro de Tenochtitlán, la ciudad antes de la colonización y llegada de los españoles habitada por los mexicas o aztecas. Es una plaza grande que en ocasiones es utilizada para conciertos o eventos artísticos, entre otros.

[30] En febrero del 2020, en el norte de la Ciudad de México, Ingrid Escamilla fue víctima de feminicidio por su pareja, los medios de comunicación del país publicaron de manera alarmante su cuerpo desollado. La manera de tratar el caso de feminicidio causó indignación y tristeza, lo cual provocó manifestaciones de mujeres jóvenes en la ciudad. Véase: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51518716 (recuperado el 27/06/2020).

[31] El coro El Palomar está integrado por un grupo itinerante de mujeres músicas y compositoras mexicanas y latinoamericanas, más de 60. Es un colectivo que se formó como misión hacer visibles las obras musicales de las mujeres en la industria de la música. Surge en el 2020.

[32] Vice es una revista internacional fundada en Montreal, Quebec Canadá, actualmente instalada en Nueva York. Trata temas de interés internacional sociales, políticos y culturales, juveniles principalmente. Además, produce videos o cortos sobre los mismos en distintos idiomas.

[33] Ecatepec es uno de los 125 municipios que conforman el Estado de México, es considerado uno de los más violentos de este estado. Cuenta con 1.687.549 habitantes, según el censo de población del 2020.

[34] Fragmento de la letra de Canción sin miedo.

[35] Morras es un modismo que se utiliza en el norte de México para referirse a mujeres, generalmente consideradas jóvenes.

[36] Que le cae la ficha, que se da cuenta de algo.