GRACIELA ALONSO: UNA MAESTRA PROVOCADORA

 

GRACIELA ALONSO: A DEFIANT TEACHER


Ruth Zurbriggen*

 

 

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Archivos La Revuelta

 


 

Resumen 

Graciela Alonso nació en Cañuelas, Buenos Aires (Argentina), el 25 de noviembre de 1961. Estudió el Profesorado en Ciencias de la Educación. Trabajó en barrios populares del Gran Buenos Aires. En febrero de 1986 se radicó en Neuquén. Ingresó a trabajar en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue (UNCO). Allí ejerció como docente de grado y posgrado e integró activamente el sindicato Asociación de Docentes de la Universidad Nacional del Comahue (ADUNC). Desde 2010 sus proyectos de investigación se centraron en analizar las relaciones entre colonialismo y género, los feminismos comunitarios e indígenas, y, en particular, el protagonismo de las mujeres mapuce en la pelea contra el extractivismo. Al momento de su fallecimiento, el 1 de marzo de 2020, integraba el Núcleo de Estudios Socio-antropológicos del Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales (IPEHCS) del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en la Universidad Nacional del Comahue (UNCo). El 8 de marzo de 2001 puso manos a la obra en la creación de la colectiva feminista La Revuelta en Neuquén junto a Ruth Zurbriggen y val flores.

 

Palabras clave: Maestra – Feminista – “Revuelta”

 

 

Abstract

Graciela Alonso was born in Cañuelas, Buenos Aires (Argentina), on November 25, 1961. She studied Teaching Educational Sciences. She worked in several popular neighborhoods of Buenos Aires. In February 1986 she moved to Neuquén (Argentina). She started working as a professor in Educational Sciences at the Universidad Nacional del Comahue. There, she worked as an undergraduate and graduate teacher and she was an active member of the university teachers' union Asociación de Docentes de la Universidad Nacional del Comahue (ADUNC). Since 2010 her research projects have focused on analyzing the relationships between colonialism and gender, on community and indigenous feminisms, and, in particular, on the role of Mapuce women in the fight against extractivism. At the time of her death, on March 1st, 2020, she was a member of the Núcleo de Estudios Socio-antropológicos of the Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales (IPEHCS) of the Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), based on the Universidad Nacional del Comahue. Since 2001 she collaborated with Ruth Zurbriggen and val flores on the foundation of the feminist collective La Revuelta in Neuquén.

Keywords: Teacher - Feminist – “Revuelta”

 

 

 

Graciela Alonso nació en Cañuelas, Buenos Aires (Argentina), el 25 de noviembre de 1961. Desde 2001 celebrábamos en la reciente Revuelta un año más de su nacimiento en medio de foros, radios abiertas, marchas, seminarios, instalaciones... Hija de un obrero de Gas del Estado y de una mujer dedicada al trabajo en el hogar. Militó en el Centro de Estudiantes de su facultad en la Universidad de Morón, donde estudió el Profesorado en Ciencias de la Educación. Trabajó en Laferrere, Rafael Castillo y González Catán, barrios populares del Gran Buenos Aires.

En febrero de 1986 se radicó en Neuquén. Ingresó a trabajar en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue. Allí ejerció como docente de grado y posgrado e integró activamente el sindicato Asociación de Docentes de la Universidad Nacional del Comahue (ADUNC).

Magister en Investigación Educativa, a mediados de los años 90 fundó con otrxs compañerxs el Centro de Educación Popular e Interculturalidad (CEPINT), desde donde comenzó a trabajar y articular con el equipo de educación de la Coordinadora de Organizaciones Mapuce. El feminismo de Graciela se nutrió tempranamente de las enseñanzas del pueblo mapuce, sus preocupaciones intelectuales y activistas buscaron unir la lucha contra el patriarcado, el colonialismo y el capitalismo. Fue una pionera indiscutible en la promoción de estos debates en la región. En 2015 organizó y ocupó la dirección de la Especialización en Educación y Estudios en Interculturalidad, Género y Sexualidades; en 2018 fue nombrada secretaria de Ciencia y Técnica de la Facultad de Ciencias de la Educación.

Durante ocho años fue consejera superior por el espacio político-sindical que impulsó junto a docentes y trabajadorxs no docentes: Encuentro para Cambiar la UNCo (ECU). Desde ese lugar impulsó discusiones y resoluciones como el primer protocolo contra los abusos de poder y las violencias sexistas, el apoyo al debate del aborto legal, seguro y gratuito en el Congreso Nacional, el reconocimiento de la identidad de género antes de sancionarse la Ley Nacional 26.743.[1]

Mediante innumerables seminarios organizados desde el CEPINT y en conjunto con los sindicatos docentes Asociación de Trabajadorxs de la Educación de Neuquén (ATEN) y Unión de Trabajadores de la Educación de Río Negro (UNTER), instaló importantes debates, enseñanzas y aprendizajes con maestras y maestros rurales. Sus inquietudes incursionaron también en temas de sexualidades, cuerpos y géneros, aportando al desarrollo de la política curricular en materia de educación sexual integral. Dirigió proyectos de extensión e investigación que abogaron por una educación antidiscriminatoria, no sexista, no androcéntrica, no racista. Desde 2010 sus proyectos de investigación se centraron en analizar las relaciones entre colonialismo y género, los feminismos comunitarios e indígenas, y, en particular, el protagonismo de las mujeres mapuce en la pelea contra el extractivismo.

Al momento de su fallecimiento, el 1 de marzo de 2020, integraba el Núcleo de Estudios Socio-antropológicos del Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales (IPEHCS) del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en la Universidad Nacional del Comahue (UNCo).

Todo lo anterior necesita ser ensamblado en la definición política tomada el 8 de marzo de 2001: fundar y poner manos a la obra en la creación de la colectiva feminista La Revuelta en Neuquén junto a quien escribe y a val flores. Desde entonces La Revuelta fue un lugar de impulso para todo el devenir de su hacer en el terreno universitario. Graciela dijo para el libro que La Revuelta publicó al cumplir 10 años de existencia:

La Revuelta me dio un espacio de activismo y militancia política y social que para mí es fundamental. Siempre activé en la facultad, en el gremio docente, en el sindicato universitario cuando vine a Neuquén. Pero la militancia feminista, al menos como la hacemos nosotras, te compromete desde otro lugar. En un grupo feminista la exposición es permanente, eso para mí tiene un atractivo muy particular. Siempre dije que lo que más me entusiasma de nuestras acciones es la calle, los escraches, la acción directa con un poco de forcejeo, gritos, impertinencia, restregarle en la cara a la policía, a un juez, a un político que su autoridad o su cargo, no me conmueven, no me asustan y no significan nada para mí (Reynoso, 2011: 103).

Durante esa misma cantidad de años (10 años) estuvo en pareja con su compañero de vida Luis Tiscornia. Antes tuvo tres hijos: Gabriel, David y Victoria. “Siempre digo que el feminismo me permitió analizar las relaciones con los hombres y las mujeres adultas, pero fue mucho más complicado entender y desarmar las relaciones de poder que se construyen en los vínculos con hijos e hijas” (Reynoso, 2011: 101), señaló Graciela en el mismo libro. Llegó a experimentar ser abuela de dos niñxs, otra relación que la inquietaba y a la que le dedicaba tiempo y afecto.   

 

Lxs muertxs nos visitan, nos llaman, nos hostigan, nos apasionan, nos conmueven

Virginia Cano, 2021 

 

Cuando me invitaron a escribir este homenaje me interesó la compañía de algunas personas que la conocieron y que -de alguna manera- me rondan y acompañan en la herida abierta que nos trae su ausencia y su presencia vívida en nuestras existencias. Con ayuda de Belén Grosso elegí uno a uno los nombres para una escritura colectiva y diversa. Siento que la Gra -en cierta medida- armó su vida con muchas pieles, como en una especie de capas que se superponen, se sostienen y se dan alojo unas a otras. De allí el plan de juntar voces. Claro que sería imposible reunir acá a gran parte de las personas que tanto quisieron a ella desde distintos espacios colectivos. Decidimos circunscribir la invitación a personas que residen en ciudades patagónicas, el territorio que eligiera para vivir y en el que su activismo, su trabajo docente y su pensamiento agudo y mordaz se hicieron lugar.

Así este texto trae la evocación de casi una docena de activistas feministas, trabajadorxs de educación que la conocieron en calidad de estudiantes y compañerxs docentes militantes en ADUNC: Lara Acosta, Poli Carreño, María Trpin, Laura Loncopán, Lorena Higueras, Nadia Mamani, Tamara Ramírez, Mary Coller, Lucas Zori, Marita Quiroga y Andrea González. Como un tapiz que se hace de un entramado de hilos variados, robustos, endebles, anudados, incendiarios, ásperos, invisibles, sensibles, revueltos, junté palabras en este escrito. Lo que sigue es una selección intencionada y política de los párrafos que me enviaron y que buscan armar una polifonía afectiva en la que se desdibujan autorías.

Y tengo que decirlo, casi a modo de confesión, me recorre todo el tiempo un interrogante incisivo: ¿qué diría Graciela si leyera esto que escribo/escribimos? Es difícil despojarse de esa pregunta. Una pregunta que se hace también de la inquietud de querer ser justa con su ardiente legado. Una inquietud que se hace del enorme reconocimiento de la herencia que le dejó a mi existencia, esa herencia que no se mide mercantilistamente, esa herencia que lejos de ser pasado fijo e inmóvil, se nutre de una anterioridad que me hace sentir privilegiada por la amistad política que pudimos construir y los bienes comunes que nos agenciamos. ¿Qué pide la herencia? “Un gesto de amorosidad que dé paso a la interpretación, a las diferencias perceptivas, a la traducción. Eso pide la herencia”, en palabras de Carlos Skliar (2011:178). Y supongo que también pide otro porvenir para el mundo y sus relaciones.

Los gestos de pensarla y añorarla me devuelven siempre a la Gra, como la que nos abrió las puertas de sus casas (en plural, porque se mudó muchas veces), la que dispuso el tinto amable en su temperatura justa o el té exquisito, la que pensó proyectivamente hacia dónde ir y de qué lado había que estar ante determinados conflictos, la que me enseñó a pensar desde la sospecha permanente, la que le dio templanza a nuestras peleas y discusiones acaloradas, la que supo advertir cuándo resultaba conveniente asumir que algunos proyectos políticos no daban para más, la que arrebató con descaro la cámara de fotos de una mujer antiderechos que nos molestaba en un seminario por aborto legal en el senado de la nación, la que empapeló el auto del bibliotecario acusado de violación en la facultad donde trabajaba, la que se trepó justiciera con la pancarta en mano al camión del sonido de quienes no respetaron los acuerdos de las asambleas feministas, la que escribió ponencias y me las convidó para que le haga una devolución antes de presentarlas, la que prefería no estar en los medios de comunicación y no obstante se paraba a mi lado para autorizarme en el decir y dar cuenta que no estamos siendo en soledad, la que me enseñó a abrazar el interés por las pedagogías cotidianas, la que formó docentes para la tarea política de educar, la que compartió equipos de investigación invitando a estudiantes, la que quiso que ingrese a la universidad a dar clases y no pudo convencerme, la que me alentó, la que me escuchó siempre también, la que me enseñó sobre el valor político de lo contingente y de las contradicciones, la que negoció todo lo que fue posible en espacios hostiles, la empecinada en hacer de la universidad pública un lugar habitable para todxs, la que supo hacer en las multisectoriales contra el fracking,[2] la que nos empujó constantemente  a darle una vuelta más al asunto, la que me obligó a pensar la muerte...

La que abría esa pausa inconmovible en el decir con que ensordecía el aula cada vez que fingíamos una pregunta que nos llevaba por los lugares ya viciados del discurrir. La que nos convidó a trocar nuestrxs mezquinos territorios, con-movernos con otrxs, darnos los cuerpos, trenzarnos en nuevas alianzas. La de la transparencia brutal de esa mirada que sirve la mesa, se pone las chinelas a la espera de que nos animemos a un contar nuestro. La del andar pensando de entrecasa, desalineado, curioso, afectuoso, indiscreto, bravísimo, desvergonzado.

La que es parte de la memoria de nuestro cuerpo-territorio, memoria feminista, memoria del socorrismo, memoria de nuestro activismo político. La que atraviesa mi vida de manera enojada, directa, dura; la que me trae su risa. La que hacía con su dedo un círculo para decirte que redondearas la idea. La que, ante la pedagogía cruel del silencio, levantó trincheras de escucha y de palabra. La que nos llamó a descolonizar, a denunciar los entronques patriarcales, a despatriarcalizar el territorio cuerpo y el territorio tierra. La peleadora y guerrera, a la que señalaron por su rudeza, mientras colmaba de abrazos a lxs discas, travas, trans, putas, lesbianas, mujeres y lamngen.[3]

La que nos instaba desde su “hay que ensancharse hacia los costados”, la de la habilidad especial para instalar un pensamiento incómodo, disruptivo, inapropiado. La que puso bajo sospecha los regímenes de verdad. La que ensayó modos de producción de conocimientos desde una epistemología feminista. La que facilitó la circulación de saberes que de otra manera no tendrían presencia en las cátedras de la universidad.

La que sabía que su compromiso no era conseguir un puñado de reivindicaciones, sino cambiar el estado de cosas. La que veo en la celebración del Wiñoy Xipantv a orillas del río Limay (momento en que el pueblo mapuce recibe un nuevo ciclo y renace la vida). Se cumplirá la promesa: germinarán los brotes y la Gra será raíz.

La que quiso comprender qué y cómo se sienten en las vidas cotidianas, en los cuerpos, los avances sobre sus territorios, impuestos por el actual proceso de acumulación para comprender la articulación de estos discursos con una memoria de más largo plazo.

La que nos insistió que la apuesta de politizar en el feminismo es politizar el valor de lo colectivo. La agitadora de aquelarres, la que respiraba rebeldía, la que abrió caminos para que otras pisemos. La que nos transmitió que los espacios colectivos feministas requieren apuestas, paciencias, escuchas, avances, retrocesos y repliegues. La que nos enseñó que tenemos la calle. La que extrañamos, porque la tristeza también es feminista.

La que fuera nuestra gran maestra aguafiestas. Sara Ahmed (2017) dice que encontrar a la aguafiestas puede ser una gran alegría, y en este caso, recordarla también lo es. Graciela la que significó el encuentro con una promesa y un proyecto: la promesa de que un mundo justo es posible, y ese mundo es feminista; y el proyecto de hacer de la vida docente y activista una experiencia vital de justicia.

La que te sostenía con un dedo. El que tomó las tizas, la palabra, el megáfono, los lápices, el que llevó pancartas en las innumerables marchas del amor y de la furia. Un dedo flaco que levantó mil veces para decir por acá no, por acá sí, para enjugar una lágrima perdida. El dedo que eligió siempre lo difícil. El mismo que abrazó la espalda mapuce de la vida. El que enseñó también cuando no se levantaba.

La que me hizo sentir tan a gusto y convencido de lo que estaba estudiando. La profe, académica e investigadora, activista, rigurosa. La hermosamente empática que no se encuentra todos los días. Yo la encontré. O ella me encontró a mí, no sé. Supe por ella y por otras personas que me quería. Yo también, y mucho. La que me dio mi título de profe, la que elegí porque quiero ser como ella.

La que enseñó sobre las vidas de las gentes, así en plural, complejas, variopintas y cruzadas, atravesadas, particularizadas por clase, género y raza. La que hizo saber que vérselas con esas vidas era estar, tocar, ver, implicarse, moverse con, estar en las calles, en las plazas, donde hiciera falta, estar con esas vidas, junto a esas vidas. La que hizo aprender de luchas, de las de otro tiempo, las de otras latitudes, las de acá y también aprender el valor de narrarlas, narrar nuestras luchas y cada lucha, porque esa historia que vamos tejiendo entre nosotras nos hace poderosas, nos alienta, nos liga a quienes nos precedieron y nos muestra un horizonte para seguir andando. La que convidaba todo con una sencillez y rigurosidad emocionante. La que siempre ponía una pregunta que nos estimulaba a estirar el límite del pensamiento, y de lo posible, y de lo deseable, y de lo necesario, y de lo justo, y de lo bello.

La que enseñó la implicancia de la pedagogía para la vida. La que enseñó a mirar por fuera, a mirar más allá: fuera de la academia, fuera de la escuela, fuera de los diseños, fuera de los discursos, de las normativas, de lo pensado. La que enseñó a mirar la experiencia que queda afuera, el residuo, poder comprender la urgencia de autorizar lo que quedaba por fuera, y entonces permitirnos el asombro. La que nos instó a observar qué regulaciones institucionales intervienen y se resquebrajan, cuando aquello omitido se autoriza como algo necesario de ser escuchado, leído, aprendido. Graciela, la que enseñó el acto de justicia epistémica que significa que todes, al decir de bell hooks (2000), entremos enterxs al aula. Y desde allí re-enhebrar los hilos del deseo y la incerteza. La de la pasión por la pedagogía en cualquier lugar.

Graciela Alonso la que hizo de la provocación un arte. La que provocó deseos, luchas, saberes y desobediencias múltiples. La que provocó huellas y grietas imborrables. La que provocó que tanto la extrañemos. La que provocó el amor que le tengo y el deseo de volver a encontrarla en algún lugar del universo donde me espere con su mano pequeña extendida.

 

 

Este texto fue coordinado por Ruth Zurbriggen, pero es de autoría múltiple.

Agradezco a Maite Rodigou Nocetti y a Gabriela Morales la incitación para que fuese posible.

 Neuquén, 28 de junio de 2021.

 

 



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Referencias Bibliográficas 

 

Ahmed, Sara (2017). Vivir una vida feminista. Bellaterra.

hooks, bell (2000). Eros, Erotismo y Proceso Pedagógico. En Lopes Louro, Guacira (org.), O Corpo Educado. Pedagogías da sexualidade, Auténtica.

Cano, Virginia (2021). Dar (el) duelo. Galerna.

Reynoso, Mónica (2011). Colectiva feminista La Revuelta. Una bio-genealogía. Herramienta.

Skliar, Carlos (2011). Lo dicho, lo escrito, lo ignorado. Miño y Dávila.

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* Activista e investigadora en La Revuelta y en Socorristas en Red (feministas que abortamos) en Neuquén, Argentina.

[1] Congreso de la Nación Argentina (23 de mayo de 2012). Ley de identidad de género [Ley 26.743 de 2012].

[2] Fracking: también conocida como fractura hidráulica es una técnica experimental para yacimientos no convencionales, provoca -entre otras cosas- degradación ambiental y movimientos sísmicos en las zonas donde se la desarrolla. Está prohibida en numerosos países. Para más información ver: www.opsur.org.ar

[3] Lamngen: hermana, en mapugundun.