DEBATES SOBRE LA CIUDAD Y LO URBANO: DIÁLOGOS ENTRE EL URBANISMO CRÍTICO Y EL URBANISMO DE ENSAMBLAJES
Comesaña, Micaela
GESU-UNMDP/CONICET
https://orcid.org/0000-0003-0753-936X
DOI: https://doi.org/10.59047/2469.0724.v10.n13.44909
Resumen
Dentro del campo de la teoría social urbana, aún persisten los debates en torno a la definición de dos conceptos claves para la disciplina: la ciudad y lo urbano. Por más que ello no ha significado un problema para el desarrollo de investigaciones empíricas sobre las ciudades, resulta interesante recuperar estas divergencias para problematizar el modo en que se definen y, en consecuencia, se interpretan los fenómenos urbanos. Siendo así, en este artículo me propongo profundizar en los debates epistemológicos sobre la ciudad y lo urbano, a partir del diálogo entre el urbanismo crítico y el urbanismo de ensamblajes. Para ello, se recuperan los intercambios llevados a cabo entre Neil Brenner, Colin McFarlane e Ignacio Farías durante 2009 y 2011 en diferentes revistas académicas. El aporte del presente artículo consiste en ahondar en la propuesta del urbanismo de ensamblajes, el cual plantea un desafío a las bases de la crítica urbana convencional, introduciendo un marco conceptual que trae consigo un giro epistemológico significativo para los estudios urbanos. El urbanismo de los ensamblajes urbanos propuesto por Farías (2011b) se distingue por su atención a la ciudad como un proceso continuo de composición y recomposición, donde múltiples actores humanos y no humanos interactúan y se entrelazan para dar forma a entornos urbanos complejos y dinámicos. Si bien la teoría urbana crítica también refiere a la ciudad cómo producto y producción, y no como un objeto acabado, el urbanismo de ensamblajes radicaliza esa lectura al incluir la noción de composición, la cual abre el abanico de actores y agencias involucradas en las formaciones urbanas.
Palabras clave: Ciudad, Urbano, Teoría Urbana Crítica, Teoría Ensamblajes Urbanos, Debates epistemológicos
Fecha recepción: 01 de mayo de 2024
DEBATES ON THE CITY AND THE URBAN: DIALOGUES BETWEEN CRITICAL URBANISM AND URBANISM OF ASSEMBLAGES
Abstract
Within the field of urban social theory, debates still persist around the definition of two key concepts for the discipline: the city and the urban. Although this has not been a problem for the development of empirical research on cities, it is interesting to recover these divergences in order to problematize the way in which urban phenomena are defined and, consequently, interpreted. Thus, in this article I propose to deepen the epistemological debates on the city and the urban, based on the dialogue between critical urbanism and urbanism of assemblages. For this purpose, the exchanges carried out between Neil Brenner, Colin McFarlane and Ignacio Farías during 2009 and 2011 in different academic journals are recovered. The contribution of this article is delve into the debate on the city and the urban the proposal of urbanism of assemblages, which poses a challenge to the foundations of conventional urban criticism, introducing a conceptual framework that brings with it a significant epistemological shift for urban studies. The urbanism of urban assemblages proposed by Farias (2011b) is distinguished by its attention to the city as a continuous process of composition and recomposition, where multiple human and non-human actors interact and intertwine to shape complex and dynamic urban environments. While critical urban theory also refers to the city as product and production, and not as a finished object, assemblage urbanism radicalizes this reading by including the notion of composition, which opens up the range of actors and agencies involved in urban formations.
Keywords: Critical Urban Theory, Urban Assemblage Theory, epistemological discussions
Fecha aceptación: 14 de octubre de 2024
Introducción
En un contexto en el que los procesos de urbanización contemporáneos han puesto en cuestión los límites de las ciudades y lo urbano, creando nuevas e interconectadas formas de territorialización e incentivando una serie de transformaciones espaciales, donde el poder, la desigualdad y las luchas adquieren una escala planetaria (Lefebvre, 2003 [1970]), los temas y problemas urbanos aparecen cada vez más como eje central de debate tanto en el campo académico como en el de la política pública. El advenimiento de la “era urbana” (ONU-Hábitat) ha conllevado una serie de reorientaciones intelectuales que coinciden temporalmente con la creciente transformación del espacio que resulta de la implementación de iniciativas políticas de desarrollo urbano que fomentan la inversión de capitales trasnacionales en territorios particulares. A su vez, estas nuevas formas de organización y regulación socioespacial ha motivado nuevas luchas sociales urbanas. Bajo estas condiciones, el campo de los estudios urbanos se enfrenta con serios problemas epistemológicos. En este marco, dentro del campo de la teoría social urbana, aún hoy persisten los debates epistemológicos en torno a la definición de dos conceptos claves para la disciplina: la ciudad y lo urbano. Por más que ello no ha significado un problema para el desarrollo de investigaciones empíricas sobre las ciudades –el cual ha sido sumamente fructífero, ya que no fue necesario llegar a un “consenso teórico-metodológico” para ello–, resulta interesante recuperar estas divergencias para problematizar el modo de definir y, en consecuencia, interpretar los fenómenos urbanos.
En un conocido texto de Neil Brenner (2013), titulado Tesis sobre la urbanización planetaria, el autor afirma que las recientes transformaciones espaciales y las estrategias estatales de regulación visibilizan a la ciudad no solo como el escenario donde ocurren los conflictos sociopolíticos, sino también como un motivo de disputa –por su acceso, delimitación y definición–. A causa de ello, las nuevas geografías de la urbanización adquieren, en las últimas décadas, morfologías nuevas y extendidas, que tensionan la separación entre lo urbano y lo rural. Como consecuencia, los espacios urbanos se vuelven cada vez más esenciales para la vida política, económica, social, cultural y ambiental. Este contexto trae consigo un problema epistemológico para la investigación social: lo urbano –y la ciudad– funciona cada vez más como un significante vacío, carente de definición y de coherencia morfológica. Si lo urbano ya no se encuentra en un lugar particular, si, como afirman Ash Amin y Nigel Thrift, “la ciudad está en todos lados y en todas las cosas. (…) ¿Qué queda por fuera?” (en Brenner, 2013, p.44). ¿Qué es lo específicamente urbano? y ¿cuál es el campo de interés de los estudios urbanos? Más importante aún, entonces, ¿que justifica la existencia de un campo intelectual destinado a su estudio? Siendo así, propone, a modo de ensayo, una serie de “orientaciones” para nuevas conceptualizaciones e investigaciones en las que afirma el carácter de construcción teórica de lo urbano y reconstruye cómo fue interpretado por los estudios urbanos desde comienzos del siglo XX en pos de idear nuevos caminos conceptuales.
En diálogo con Brenner, et al (2011), autores como Farías (2011a; 2011b) y McFarlane (2011) incorporan el paradigma de la Teoría del Actor-Red[1] con la finalidad de encauzar la crisis epistemológica de los estudios urbanos. En vista de ello, proponen entender a la ciudad como el producto de la actualización de ensamblajes, como una entidad en permanente composición, ontológicamente múltiple e híbrida. Esta ontología alternativa promueve una comprensión de “las ciudades como un efecto relacional e interior de redes de prácticas urbanas” (Farías, 2011, p. 28). Redes de prácticas y objetos que devienen urbanas por orientarse a la construcción performática de la ciudad y no por estar situadas en ella (Farías, 2011). Así, lo urbano adquiere el sentido de una cualidad específica: es todo aquello que esté dirigido a la acción performática de la ciudad, que existe y se actualiza al interior de redes de prácticas sociomateriales particulares. En ellas radica el interés de los estudios urbanos enfocados desde una perspectiva de ensamblajes.
El presente artículo deriva de mi tesina de grado[2], la cual parte del debate teórico-conceptual de estas dos teorías urbanas y se ocupa de explorar la controversia que emerge de la toma de un predio de viviendas sucedido en la ciudad de Mar del Plata en 2009. Con el fin de dar cuenta de los efectos concretos que las acciones de los habitantes promueven sobre sobre la ciudad, esta última entendida como un ensamblado urbano, se analizan las asociaciones y re-asociaciones entre diferentes actores humanos y no humanos. En este sentido, este objetivo pretende no sólo contribuir a la comprensión de las transformaciones urbanas recientes resultado de los conflictos por el acceso a la tierra y a la vivienda, sino también aportar al debate de los estudios urbanos en torno a la forma de abordar la ciudad como objeto de estudio. Siendo así, aquí me propongo reparar en los debates epistemológicos sobre la ciudad y lo urbano a partir del diálogo entre el urbanismo crítico y el urbanismo de ensamblajes, recuperado del intercambio de trabajos entre Neil Brenner, Colin McFarlane e Ignacio Farías en revistas académicas, con el fin de seguir aportando a la construcción analítica de dichos conceptos.
El artículo está estructurado en tres partes. En la primera, retomo el diálogo llevado a cabo entre Neil Brenner y Colin McFarlane en la revista City durante 2009 y 2011 en torno a la “crisis epistemológica” de los estudios urbanos críticos y a la posible incorporación de la noción de ensamblaje para suturar dicha crisis. Posteriormente, me remito a los aportes realizados por Ignacio Farías a este debate en la revista Athenea en 2011, el cual aborda los desafíos que el concepto de ensamblaje y la Teoría de Actor-Red plantean a los estudios urbanos. Por último, recupero la interlocución entre Brenner y Farías durante 2011, nuevamente en la revista City, quienes acuerdan en la inconmensurabilidad entre la teoría urbana crítica (TUC) y el urbanismo de ensamblajes. En este apartado me detengo particularmente en la propuesta del urbanismo de ensamblajes, la cual considero fructífera para el estudio empírico de la ciudad y lo urbano, y comprometida con la construcción de nuevos futuros posibles.
En diálogo con la teoría urbana crítica
Iniciaremos este diálogo con dos artículos del politólogo y director del laboratorio de Teoría Urbana de la Universidad de Harvard, Neil Brenner, publicados en 2009 en la revista llamada “City: analysis of urban trends, culture, theory, policy, action” –uno de ellos en colaboración con Peter Marcuse y Margit Mayer. Estos, a grandes rasgos, abordan los desafíos que el actual contexto de urbanización mundial y crecientemente generalizada (Lefebvre, 2003 [1970]; Schmid, 2005; Soja y Kanai, 2007; en Brenner, 2009) conlleva para los intelectuales críticos y para el proyecto de la teoría urbana crítica (TUC) en todo el mundo. Siendo así, ubica en el marco de la TUC a todos aquellos estudios que, a pesar de sus diferencias, articulen la teoría crítica con los siguientes cuatro enunciados: incluir en sus argumentos abstracciones teóricas sobre la naturaleza de los procesos urbanos en el capitalismo, rechazando la visión instrumental de la teoría; concebir las cuestiones urbanas como históricas y mediadas por relaciones de poder; rechazar la motivación tecnocrática y regida por el mercado del análisis urbano que legitiman las formaciones urbanas existente; y por último, profundizar en las formas de urbanismo alternativas, radicales y emancipadoras latentes en las ciudades contemporáneas. Con esto, pretende resaltar los “acuerdos fundacionales” del fundamento epistemológico de la TUC (Brenner, 2009), para subsanar las intensas querellas metodológicas y epistemológicas presentes entre los urbanistas críticos desde la conformación del campo a principios de 1970 (Gottdiener, 1985; Saunders, 1986; Soja, 2000; Brenner & Keil, 2005; Robinson, 2006 en Brenner, 2009). Vale aclarar que, entonces, para Brenner (2009), la TUC incluye tanto la crítica de la ideología como de las relaciones de poder de y entre las ciudades.
Al detenernos en el concepto de crítica, ya tantas veces nombrado, podemos observar que la noción que retoma este autor proviene de la obra de Marx y su análisis de la economía política, vale decir, una concepción dialéctica que implica la crítica del capitalismo en sí mismo y la contribución a su superación (Brenner, 2009). De esta manera, la teoría crítica, entendida bajo la lectura frankfurtiana –heredera del pensamiento marxista–, se ocupa de la crítica inmanente de la sociedad capitalista y de la búsqueda de alternativas presentes en esta que desafíen su estabilidad (Marcuse, 1964 en Brenner, 2009). Así, para Brenner (2009) la teoría crítica se caracteriza por: ser una teoría, ser reflexiva, implicar una crítica a la razón instrumental y centrarse en la separación entre lo actual y lo posible. En este sentido, el carácter reflexivo de esta teoría, y las cada vez más numerosas contribuciones a dicho campo en el siglo XXI, lo llevan a preguntarse, en sintonía con la pregunta de Fraser (1989) a Habermas, ¿qué tiene de crítica la teoría urbana crítica? (Brenner, 2009, p.4). Si bien este autor no ignora que tanto Marx como los pensadores de la Escuela de Frankfurt realizaban sus teorizaciones en momentos específicos del capitalismo, lo que genera que su noción de crítica esté arraigada a ese contexto histórico, considera que el inacabable movimiento de urbanización capitalista impide que los significados y las modalidades de crítica permanezcan constantes. Como resultado, uno de los principales desafíos que deben enfrentar los teóricos urbanos críticos son “los patrones contemporáneos de urbanización capitalista y sus consecuencias de largo alcance para las relaciones sociales, políticas, económicas y ecológicas” (Brenner, 2009, p.5).
Asimismo, se pregunta por el carácter urbano de la teoría crítica y concluye que, dado el lugar que tiene la ciudad en el avance del capitalismo y la acumulación del capital, no puede haber una teoría crítica que no sea urbana. No obstante, si lo urbano ya no se encuentra en un lugar particular, si, como afirman Ash Amin y Nigel Thrift, “la ciudad está en todos lados y en todas las cosas. (…) ¿Qué queda por fuera?” (en Brenner, 2013, p. 44). ¿Qué es lo específicamente urbano? y, entonces, ¿cuál es el campo de interés de los estudios urbanos críticos?
“[lo urbano] se ha convertido en una condición planetaria generalizada en la cual, y a través de la cual, se organizan y combaten simultáneamente la acumulación de capital, las regulaciones de la vida político-económica, la reproducción de las relaciones sociales cotidianas y la contestación de los futuros posibles para la humanidad y la Tierra” (Brenner, 2009, p.5).
Este contexto, suscita, para Brenner (2009) un problema epistemológico: lo urbano –y la ciudad– se vuelve un significante vacío, carente de definición y de coherencia morfológica. En este sentido, Brenner et al (2009) consideran que, a pesar de las dificultades teóricas y metodológicas, el mandato político de Harvey (1976) sigue vigente: la labor clave de la TUC es “‘trazar el camino’ hacia una forma de urbanización alternativa y poscapitalista” (Brenner et al, 2009, p.6). A tal efecto, requiere que los intelectuales radicales comprendan las particularidades de los patrones contemporáneos de reestructuración urbana y, sobre dicha base, indaguen en sus implicancias para las posibilidades de acción revolucionaria (Brenner et al, 2009).
En relación a lo anterior, considera que las recientes transformaciones espaciales y las estrategias estatales de regulación han dejado de manifiesto que la ciudad no es solo el escenario donde ocurren los conflictos sociopolíticos, sino que es ella también motivo de disputa. Todo esto, en el marco de un sistema económico capitalista cada vez más globalizado, neoliberal y financiarizado (Therborn, 2008 citado en Brenner, 2009). Según Brenner (2009), como la acumulación es una parte constitutiva de este tipo de urbanización capitalista, los conflictos por el acceso, la delimitación y definición de las ciudades acarrea tensiones irresolubles. La urbanización continúa expandiéndose y transformando socioespacialmente los asentamientos, generando profundas desigualdades. Por lo tanto, este autor retoma las formulaciones de Lefebvre (1996 [1968]) y Harvey (1976) sobre la constante reconfiguración que ostenta el espacio urbano bajo el capitalismo, como resultado del continuo choque de fuerzas sociales opuestas, orientadas a darle valor de cambio o valor de uso a las formaciones socioespaciales urbanas.
Aquí hace su aparición otro concepto importante dentro de la TUC: el "derecho a la ciudad" –retomado de Lefebvre (1996 [1968]) y reevaluado por académicos y activistas radicales como Mayer (2003)–. Este representa, según Brenner et al (2009) la base para la movilización política en muchas ciudades contemporáneas, llamando a construir "ciudades para los ciudadanos" (Douglass y Friedmann, 1998) a partir de la reactivación de las “sociedades civiles urbanas participativas” (Brenner et al, 2009). Sin embargo, en sintonía con Mayer (2003), estos autores advierten que muchas veces es recuperada por instituciones estatales para legitimar modelos de gobernanza urbana existentes, carentes de participación ciudadana. En efecto,
“el potencial transformador de las movilizaciones de los movimientos sociales dependerá de dos factores básicos: la posición objetiva, el poder y las estrategias de quienes están actualmente establecidos en posiciones de dominación; y la posición objetiva, el poder y las estrategias de quienes se movilizan en oposición a las formas establecidas de urbanismo” (Brenner et al, 2009, p.12, traducción propia)
Ello los conduce a preguntarse, ¿qué lugar queda para la acción de los movimientos sociales que engendren alternativas radicales al capitalismo en un mundo regido por el capital privado? ¿Cuáles son las posibilidades de transformación? Será tarea de la TUC dar una respuesta.
Con intención de responder a estas preguntas y de sumergirse en los debates epistemológico de la teoría urbana, en 2011 el geógrafo urbano Colin McFarlane de la Universidad de Durham publica en la revista antes mencionada un escrito en el que lleva a cabo un análisis de los aportes que el pensamiento de ensamblajes puede hacer a los estudios urbanos críticos. Sin oponerse a estos, propone complementar dicha línea de pensamiento con ciertos conceptos orientadores. Es así que incorpora la noción de ensamblaje con el fin de “pensar y actuar en favor de un urbanismo más justo desde el punto de vista social y ecológico” (McFarlene, 2011; traducción propia). A tal efecto, retoma la concepción deleuziana de ensamblaje como "una multiplicidad constituida por términos heterogéneos y que establece vínculos y relaciones entre ellos" (Deleuze y Parnet, 2007, p.52 citado en DeLanda, 2006). Este engendra tres contribuciones centrales: primero, la incorporación de una descripción orientada a cómo se produce la ciudad en relación con la historia y lo posible, vale decir, de los procesos que históricamente producen desigualdad urbana y las posibilidades de rechazo y transformación; segundo, la reformulación de la concepción de agencia; y, por último, las implicaciones políticas del imaginario crítico. Siendo así, según McFarlane (2011), el ensamblaje es a la vez una orientación –hacia un modo de descripción que permita la crítica generativa–, un imaginario –de la posibilidad de composición cosmopolita–, un concepto –con énfasis en la agencia material y social– y un proceso –de construcción continua.
El pensamiento del ensamblaje refiere a cómo las coyunturas particulares son el resultado de diferentes procesos espacio-temporales, en los cuales intervienen actores poderosos. No obstante, tiene en cuenta que estas pueden dispersarse o realinearse en función de nuevos contextos o interacciones. De este modo, en el ensamblaje está siempre presente la posibilidad latente de nuevas políticas y movimientos que surjan a través del capitalismo y lo superen, es decir, de su re-ensamblado. Para este autor la atención debe estar puesta en el proceso de ensamblaje. Por ello, retoma la idea de “crítica generativa” propuesta por Latour (2004), el cual invita a desarrollar una crítica orientada hacia el presente –que pueda seguir los cambios del mundo y generar nuevas preguntas– y direccionada hacia una "investigación multifacética" que busque detectar "cuántos participantes se reúnen en una cosa para hacerla existir y mantener su existencia" (Latour, 2008, p. 246). La tarea del crítico será, entonces, para esta perspectiva, la de reunir todos los elementos e interacciones que le dan existencia al ensamblado, sin desacreditarlos. El ensamblaje diversifica la cantidad de agentes y, por lo tanto, las causas de las desigualdades urbanas. Como resultado, este enfoque conceptual sobre la distribución de la agencia multiplica los espacios de intervención crítica. La agencia es definida por este enfoque como una capacidad y un proceso emergente de los ensamblajes, como una acción o fuerza que suscita un tipo de representación, en este caso, de la ciudad, la cual es paralelamente social y material. Como tal, amplía la cantidad de actores que forman parte de los ensamblajes. La agencia surge en el proceso: emerge al reunir a los actores, disolver o reformular los ensambles. Por consiguiente, la materialidad posee un devenir interactivo, es un hacer en el tiempo, un aglomerado de agencias humanas y no humanas (Barad, 2007). Para McFarlane (2011), al enfocarse en las materialidades, el urbanista puede observar cómo se construye la desigualdad urbana[3].
Sumado a ello, el ensamblaje, como reunión y composición de la ciudad, da lugar al imaginario de la composición urbana cosmopolita (McFarlane, 2011). El cosmopolitismo, es definido por McFarlane (2011) como la capacidad relacional y móvil de llegar a reunirse y permanecer unidos: “el cosmopolitismo es una relación de encuentro, gestión o negociación de la diferencia” (2011, traducción propia). En este sentido, concuerda con la preocupación por “el derecho a la ciudad” de Lefebvre y Harvey, desde una con concepción política que pretende reconocer las potencialidades de transformación urbana que portan los nuevos conocimientos, colectivos y ontologías urbanas emergentes. El derecho a la ciudad podría encontrar un medio potencial de realización a través del imaginario de reunión y composición, ya que entiende el derecho como un “proceso de composición agonística” (McFarlane, 2011, traducción propia).
Como se puede observar, las lecturas no son contradictorias, sino que tienen intereses comunes. En sí, este debate gira en torno a tres cuestiones centrales para la teoría urbana: el proceso de configuración de las ciudades y las desigualdades urbanas, la posibilidad de construcción de un urbanismo alternativo, y el alcance y definición de la ciudad y lo urbano en el mundo contemporáneo. Sobre este último punto McFarlane no se detiene, aunque puede leerse su forma de entender la ciudad como un proceso en composición que posee múltiples actores humanos y no-humanos. Para ampliar esta idea, retomaré a continuación las contribuciones que para Farías (2011) hace la Teoría del Actor-Red a los estudios urbanos.
Las contribuciones de la TAR: una ontología alternativa de la ciudad
Paralelamente, el sociólogo Ignacio Farías contribuye al debate entre Brenner y McFarlane con un artículo publicado en la revista Athenea que profundiza sobre los ensamblajes urbanos y su posibilidad de aplicación para el estudio de las ciudades. Para él, el principal desafío que la TAR plantea a los estudios urbanos es la forma en que es y puede ser concebida la ciudad. Esta perspectiva formula una “ontología alternativa” (Farías, 2011, p. 28), con tres principios fundamentales. El primero sugiere que la ciudad –y todo lo real– sólo existe como objeto en un adentro. Este principio tiene su origen en la metafísica de la presencia que impulsa la TAR para dar cuenta que los objetos, de la índole que sean[4], son hechos y desechos en sitios y contextos particulares, cobrando existencia en el interior de redes de prácticas que lo sustentan. Esta concepción promueve una comprensión de “las ciudades como un efecto relacional e interior de redes de prácticas urbanas” (Farías, 2011, p. 28). Redes de prácticas y objetos que devienen urbanas por orientarse a la performación de la ciudad y no por estar situadas en ella. En este sentido, lo urbano es entendido como una cualidad específica de las prácticas dirigidas a la acción performática de construir y habitar la ciudad, que existe y se actualiza al interior de y gracias a redes de prácticas sociomateriales particulares.
En relación a lo anterior, el segundo principio indica que la ciudad es posible gracias a un trabajo de composición. Esta palabra “resulta atractiva porque enfatiza que las cosas deben juntarse (latín componere) conservando al mismo tiempo su heterogeneidad” (Latour, 2014, s/n). En efecto, el término composición amplía la noción de construcción social porque, además de reconocer los objetos como constituidos en un adentro, incorpora los elementos “no sociales” que forman parte de las redes. Poner el énfasis en el trabajo de composición permite dar cuenta del papel activo que humanos y no humanos tienen en las redes de prácticas en las que se actualiza la ciudad y deviene en objeto. En este sentido, la ciudad depende de la acción colectiva de entidades heterogéneas que actualizan redes también heterogéneas y que es posible gracias a un activo trabajo composicional en la que se definen –y negocian– las formas de convivencia entre los diferentes agentes y objetos (Farías, 2011). El último principio afirma que la ciudad constituye un objeto múltiple, compuesto simultáneamente por múltiples redes de prácticas. Es importante resaltar que las distintas formas en las que deviene el objeto en situaciones y lugares diversos implica la movilización de diferentes ontologías (Mol, 2002): se trata de una multiplicidad ontológica. En este sentido, se pasa de la idea de varias ciudades que aparecen como superpuestas, a la de un objeto múltiple (Farías, 2011): la ciudad puede ser entendida como lugar turístico, mercado inmobiliario, jurisdicción territorial, y muchas formas más, y es todo esto a la vez, no un agregado de redes o niveles.
Es así que estos autores proponen correr la mirada desde la ciudad hacia los ensamblajes urbanos, para entenderla como una entidad en permanente actualización y composición, ontológicamente múltiple e híbrida. Esta lectura prioriza el cómo por sobre el qué y, como consecuencia, ya no se preocupa por encontrar aquello específicamente urbano de las formaciones sociales, sino que se pregunta cómo se re-ensamblan y re-asocian diversos elementos a priori no sociales ni urbanos, dando lugar a un mundo común habitable (Grau-Solés et al., 2012). El campo de interés de los estudios urbanos, abarca entonces, la investigación abierta y exploratoria de las asociaciones que componen y recomponen el ensamblado urbano. Según Estevez Villarino (2016) este concepto, por un lado, facilita la descajanegrización, visibilizando y politizando mediaciones, relaciones y entidades habitualmente ignoradas, y por otro, invita a la articulación alternativa y democratización de estas mediaciones, dando siempre la posibilidad de un reensamblado distinto – y tal vez más justo.
De esta forma, el concepto de ensamblaje permite poner el acento en la multiplicidad de la ciudad (Farías & Bender, 2009). Las diversas entidades que la conforman se constituyen con autonomía de su participación en el ensamblaje, el cual es posible gracias a la capacidad que estas tienen para afectarse mutuamente. Son las constantes actualizaciones de dichas capacidades lo que da como resultado el ensamblaje (Farías, 2011). En términos de DeLanda (2006), es necesario diferenciar entre las propiedades actuales de los componentes y las capacidades que sobrevienen actuales gracias a la interacción con otros. Los ensamblajes urbanos implican la constante actualización y emergencia de las capacidades de producir la ciudad, y con ello, de nuevos espacios, actividades y acciones colectivas. En palabras de Farías (2011): "Los ensamblajes urbanos no constituyen, en ese sentido, realizaciones finales de la ciudad, sino que se hallan entrelazados y concatenados en múltiples niveles, haciendo proliferar los planos y capacidades de acción en la ciudad" (p. 30). Esta lectura pretende ampliar la ecología de la ciudad para dar cuenta de la heterogeneidad de elementos que la componen: humanos, objetos técnicos y elementos naturales convergen en los ensamblados. Reconocerlos, denota la exploración de las prácticas, los procesos, los ordenamientos sociomateriales –vale decir, los productos de las asociaciones entre actores humanos, no-humanos, objetos técnicos–, los elementos naturales y la reproducción de las asimetrías en la distribución de recursos, poder y capacidad de agencia que son parte de los entramados urbanos.
El urbanismo de ensamblajes urbanos
Brenner et al (2011) hacen eco de los artículos de Mc Falarne (2011) y Farías (2011) en una nueva publicación en la revista City. En este escrito descartan la perspectiva de ensamblajes principalmente por calificarla como no vinculada con el proyecto del urbanismo crítico. La juzgan de caer en un “objetivismo ingenuo”, lo que la conduce a reafirmar las condiciones actuales de las ciudades, y, por ello, no se detiene lo suficiente a la hora de comprender las formas macroestructurales productos de un sistema de producción capitalista. Además, estos autores consideran que carece de claridad teórica a la hora de definir el concepto de ensamblaje, por lo que su aplicación solo ayudaría a intensificar la crisis epistemológica.
Ante estas críticas, Farías (2011b) responde con un artículo, publicado también en City, en el cual profundiza algunas nociones centrales para comprender la propuesta del urbanismo de ensamblajes urbanos. Este autor, a diferencia de McFarlene quien proponía una complementariedad o articulación entre teorías, afirma estar de acuerdo con Brenner et al (2011) en que el pensamiento de ensamblaje es incompatible con el proyecto del urbanismo crítico. En sus palabras: “el pensamiento de ensamblaje está en contradicción con una comprensión de la crítica basada en la noción del poder como recurso que posee una clase dominante y del conocimiento como una construcción ideológica” (Farías, 2011b, traducción propia)[5]. Más bien, asegura que las teorías de ensamblaje basadas en la TAR se apoyan en una idea radicalmente relacional del poder-conocimiento y promueven la indagación más que la crítica. Impulsan una investigación abierta y exploratoria de lo urbano para reconocer los múltiples actores implicados o afectados por el objeto de estudio. Recuperan de la TAR su compromiso con lo empírico, en el sentido que ofrece una teoría sobre cómo realizar indagaciones a partir de tres principios metodológicos: “seguir a los actores, olvidar los contextos”, “describir, no explicar” y “no cambiar de repertorio conceptual al describir” (Farías, 2011b). En este sentido, la investigación desde la perspectiva de ensamblajes, no rechaza la crítica, sino que se alinea con una visión de la crítica comprometida con lo empírico, con la descripción de las investigaciones que los propios actores llevan a cabo en sus vidas cotidianas para realizar sus acciones, recuperando las formas de poder-conocimiento lego-experto (Boltanski y Thévenot, 2006; Farías, 2011b).
Por otra parte, en coincidencia con Brenner et al (2011), para Farías (2011b) es un hecho que el pensamiento de ensamblajes no se detiene en la discusión sobre la organización del capitalismo contemporáneo. Si bien es parte del objeto de estudio, no es de su interés analizar el sistema capitalista. Por el contrario, hace foco en la ciudad, la vida urbana y la organización de la vida colectiva en las ciudades, ya que no entiende a la ciudad como una instancia más de otra cosa, como el capitalismo, sino como un proceso positivo, real y autónomo. Propone un urbanismo verdaderamente comprometido con los estudios urbanos, que se pregunte por la manera en que la ciudad y la vida urbana es reconstruida y rehecha a través de cada uno de los objetos, procesos y fenómenos que la componen (Farías, 2011b). Esto tiene efectos sobre la forma de entender el capitalismo como proceso que se territorializa en el espacio urbano: “al mirar a las ciudades podemos aprender más sobre el capitalismo como una forma de vida, no como una lógica abstracta global que impone sus formas en los espacios locales, sino como un proceso concreto que asume múltiples formas incluso dentro de una ciudad” (Farías, 2011b. Traducción propia). Estas concepciones derivan en una perspectiva habitante (Farías, 2011b) que indaga sobre las múltiples formas de habitar, sabiendo que estas a su vez involucran modos diversos de construir la ciudad. De este modo, se aborda la ciudad –mejor dicho, el ensamblado urbano– como un proceso ecológico, una unidad dinámica y transaccional conformada por múltiples elementos en-su-entorno (Ver Dewey en Farías 2011b). De ahí que esta es un
“universo en el que hay incertidumbre y contingencia reales, un mundo que no está acabado, y nunca lo estará, un mundo que, en cierto modo, está incompleto y en construcción, y que, por consiguiente, podría ser hecho de esta u otra manera según el juicio, los valores, el amor y el trabajo [sic] de los hombres” (Dewey, 1918, p. 44)
Aquí es donde se inserta la idea de ensamblaje. Este es utilizado por una importante cantidad de escuelas de pensamiento que, a pesar de sus contrastes, comparten una preocupación común: la forma de comprensión de lo real. A través de este concepto, el estudio de los ensamblajes urbanos múltiples plantea la proposición ontológica de entender a la ciudad como una multiplicidad de procesos que se ensamblan, y no como un todo ya ensamblado. Debido a ello, se basa en la suposición de que el mundo es un producto inacabado, que está en permanente construcción, y por ello, no hay una edición terminada en la cual habitar. Al adentrarnos en los ensamblajes urbanos, podemos interpretar las formaciones espaciales “como productos que deben ser constantemente defendidos, unidos, mantenidos y reparados” (Farías, 2011b, traducción propia).
Según este autor, “la consecuencia más obvia de esta ontología es que implica la contabilización de todas las entidades involucradas en tales procesos de construcción, ya sean humanas o no humanas, sus interacciones y transformaciones” (Farías, 2011b, traducción propia). Esta ontología fluida, plana y simétrica impulsada por los estudios de los ensamblajes urbanos deja ver su dimensión cosmopolita. Para Latour (2008), este término refiere a la comprensión de que la política urbana no deviene del conflicto entre intereses humanos –o de clase–, sino que involucra disputas por diferentes "cosmogramas", esto es, la forma de articular los elementos del mundo y sus conexiones. En este sentido:
“Al revelar quién y qué se tiene en cuenta y quién y qué no se tiene en cuenta, y cómo se componen, subordinan o excluyen las formas de vida, el estudio de los ensamblajes urbanos busca establecer una base de conocimiento empírico a disposición del público para una política democrática. No pretende ofrecer un análisis estructural ni una crítica teórica. Su objetivo es apoyar una política participativa con un conocimiento más rico y detallado de lo real, incluyendo los modos y formas de poder que conforman la vida en la ciudad” (Farías, 2011b, traducción propia).
En efecto, el urbanismo de los ensamblajes urbanos propuesto por Farías (2011b) implica un giro epistemológico para los estudios urbanos. Se aleja de la noción de crítica de la teoría crítica, para llevar a cabo una ciencia social direccionada hacia el estudio empírico de co-formación activa de la vida urbana. No son pocos los estudios de casos desarrollados bajo la noción de ensamblaje urbano (Vasudevan, McFarlane, y Jeffrey, 2008; Farías y Bender, 2009; Cabrera, 2011; Grau-Solés et al, 2012; Pineda, 2012; Estévez Villarino, 2016). De este modo, las contribuciones que la teoría del Actor-Red puede hacer a los estudios urbanos involucra una perspectiva teórica “sensible a las diferencias y un enfoque metodológico despojado de aprioris” (Nardacchione y Acevedo, 2013, p. 88), que explore como distintos elementos sumamente heterogéneos se unen para darle forma y hacer existir los entramados urbanos.
Reflexiones finales
Como es posible observar, este artículo no se propone generar un nuevo enfoque para los estudios urbanos sino poner en tensión, en debate, dos perspectivas diferentes: la teoría urbana crítica –la cual es retomada a partir de los aportes de Neil Brenner– y el urbanismo de ensamblajes –abordado desde los trabajos de McFarlane y Farías. Ambas perspectivas toman para sí objetivos disímiles, aunque comparten su interés por los interrogantes urbanos y las implicancias epistemológicas involucradas en su estudio. Siendo así, mientras que las teorías urbanas críticas buscan cuestionar y desafiar las estructuras de poder, las decisiones y sus implicancias sobre la justicia social y la equidad espacial a partir de la crítica al capitalismo, el urbanismo de ensamblajes plantea un enfoque pragmático, basado en el estudio empírico para explorar cómo se forman los ensamblados urbanos, en vistas de la planificación urbana y la construcción de nuevos futuros posibles. De este modo, ambas perspectivas se enfrentan con el desafío metodológico de superar la tensión entre lo global y lo local, aunque desde lugares diferentes. Por un lado, el urbanismo crítico busca realizar conexiones entre las dimensiones diversas de la urbanización mundial y los marcos regulatorios, instituciones y actores particulares intentando no caer en un excesivo determinismo estructural, y por otro lado, el urbanismo de ensamblajes propone abordar la constante re-construcción de formas urbanas particulares, intentando no caer en una excesiva particularización que ignore los efectos de las estructuras globales del capitalismo actual, entendiendo que lo global es formado a partir de redes de actores y prácticas locales.
Al integrar las consideraciones de Neil Brenner, Colin McFarlane e Ignacio Farías en el contexto de los estudios urbanos contemporáneos, emerge un panorama complejo y diverso que invita a replantear las formas tradicionales de entender y abordar las dinámicas urbanas. Tanto Brenner como McFarlane, desde sus respectivas aproximaciones, subrayan la complejidad inherente a las ciudades como entidades activas, moldeadas por fuerzas socioeconómicas y políticas que exigen un análisis profundo de sus estructuras y procesos. Sin embargo, es a través de la propuesta de Ignacio Farías que se plantea un desafío fundamental a las bases de la crítica urbana convencional. Farías introduce la noción de ensamblajes urbanos como un marco conceptual que trae consigo un giro epistemológico significativo para los estudios urbanos. Este enfoque se aparta de la crítica tradicional de la teoría crítica para adentrarse en una ciencia social orientada hacia el estudio empírico de la co-formación activa de la vida urbana. Mientras que Brenner y sus colegas critican la noción de ensamblajes urbanos por su supuesto alejamiento del urbanismo crítico, McFarlane y Farías defienden una visión relacional y empírica del poder-conocimiento en el contexto urbano. El urbanismo de los ensamblajes urbanos propuesto por Farías (2011b) se distingue por su atención a la ciudad como un proceso continuo de composición y recomposición, donde múltiples actores humanos y no humanos interactúan y se entrelazan para dar forma a entornos urbanos complejos y dinámicos. Si bien la teoría urbana crítica también refiere a la ciudad cómo producto y producción, y no como un objeto acabado, el urbanismo de ensamblajes radicaliza esa lectura al incluir la noción de composición, la cual abre el abanico de actores y agencias involucradas en las formaciones urbanas. Esta mirada, amplía el espectro de análisis para abarcar no sólo las estructuras y sistemas urbanos, sino también las interacciones cotidianas y las prácticas que configuran la vida urbana. Desde esta perspectiva, la ciudad se convierte en un laboratorio vivo de experiencias, negociaciones y transformaciones constantes, donde la diversidad y la interconexión de elementos juegan un papel central en la configuración de entornos habitables y sostenibles.
Este enfoque no solo tiene implicaciones teóricas, sino también prácticas y políticas. Al reconocer la multiplicidad de actores y fuerzas involucradas en la producción urbana, se abre la puerta a estrategias realmente inclusivas y participativas de planificación y gestión de ciudades. Además, al centrarse en la co-formación activa de la vida urbana, se resalta la importancia de considerar las múltiples dimensiones implicadas en la construcción de entornos urbanos. En resumen, el enfoque de ensamblajes urbanos propone un paradigma relacional e integral, que busca comprender la complejidad urbana desde las múltiples perspectivas y prácticas urbanas que construyen las ciudades, con el horizonte de pensar nuevas posibilidades de futuro que incluya acciones más inclusivas, sostenibles y democráticas.
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[1] Este abordaje tiene su origen en los estudios sobre ciencia y tecnología y su necesidad de una nueva forma de aproximación teórica que contemple lo no-humano (Callon y Latour, 1981). Según Latour (2008), comenzó formalmente a partir de tres escritos: Latour, 1988; Callon, 1986 y Law, 1986.
[2] Defendida el 17 de diciembre de 2021, para obtener el título de Licenciatura en Sociología de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
[3] Un ejemplo es el trabajo de este autor sobre los materiales de las infraestructuras de los asentamientos informales de Bombay (Vasudevan, McFarlane, y Jeffrey, 2008).
[4] Hechos científicos, obras de arte, objetos técnicos, ciudades, etc.
[5] Para una lectura más profunda ver Boltanski (2014).