LOS IMAGINARIOS URBANOS DESDE EL PRISMA DE LA PANDEMIA EN SAN CARLOS DE BARILOCHE

María Cristina Cravino

Instituto de Cultura, Estado y Sociedad de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego - CONICET

https://orcid.org/0000-0002-4082-9441

mariacristinacravino@yahoo.com.ar

 

Carla Fainstein

Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento - CONICET

https://orcid.org/0000-0002-6504-0586

carla.fainstein@gmail.com

 

DOI: https://doi.org/10.59047/2469.0724. v9.n11.41652

 

Resumen

El artículo se propone describir y comprender cómo la pandemia del COVID 19 reforzó, reprodujo o modificó los imaginarios urbanos de los habitantes de las periferias de San Carlos de Bariloche. Indaga las formas de significar el espacio que se visibilizaron en imaginarios emergentes. En el trabajo encontramos que estas imágenes estuvieron tensionadas por las temporalidades de la pandemia, el ritmo de las actividades del turismo y las medidas gubernamentales. Al mismo tiempo, los imaginarios urbanos están atravesados por las escalas geográficas de la ciudad y del territorio.

La indagación se basó en un estudio cualitativo que recurrió a técnicas de entrevistas semi-estructuradas (realizadas durante el año 2021), análisis documental de normativas locales, provinciales y nacionales, así como también de noticias de periódicos locales.

 

Palabras clave: San Carlos de Bariloche, imaginarios urbanos, pandemia, COVID 19

 

Fecha recepción: 27 de junio de 2023

 

URBAN IMAGINARIES FROM THE PRISM OF THE COVID 19 PANDEMIC IN SAN CARLOS DE BARILOCHE

 

 

 

 

 

 

 

 

Abstract

The article aims to describe and understand how the COVID 19 pandemic reinforced, reproduced or modified the urban imaginaries of the inhabitants of the peripheries of San Carlos de Bariloche. It investigates the social representations of the city and issues that became visible in emerging imaginaries. In this paper we find that these images were stressed by the temporalities of the pandemic, the pace of tourism activities and government measures. At the same time, urban imaginaries are crossed by the geographical scales of the city and the territory.

The research is based on a qualitative study that used semi-structured interview techniques (carried out during the year 2021), documentary analysis of local, provincial and national regulations, as well as news from local newspapers.

 

 

Keywords: San Carlos de Bariloche, urban imaginaries, pandemic, COVID 19

 

Fecha aceptación: 03 de noviembre de 2023



Introducción

El presente artículo se propone describir y comprender cómo la pandemia del COVID 19 reforzó, reprodujo o modificó los imaginarios urbanos de los habitantes de las periferias de San Carlos de Bariloche. Esto significa indagar sobre qué cuestiones se visibilizaron en estas formas de significar la ciudad durante la pandemia y cuál fue la incidencia de las temporalidades de la difusión del virus, el turismo y las medidas gubernamentales en ellos. Al mismo tiempo buscamos registrar qué diferencias y coincidencias se encuentran en las formas de representar el espacio y de experimentarlo, tomando diferentes tipologías de barrio y localización dentro de la periferia sudoeste de dicha localidad. Los autores que estructuran nuestra caja de herramientas teóricas comparten la concepción de que las ciudades se producen al mismo tiempo material y socialmente, dando relevancia a la dimensión simbólica de los procesos urbanos. Adoptamos el término de imaginario urbano de Lindón (2007), quien lo entiende como “la construcción social de los distintos lugares que integran la ciudad, es un proceso constante de manufacturación del espacio que realizan las personas en interacción unas con otras, orientando sus prácticas espaciales a través de una trama de sentido” (pp. 32).

Desde la geografía crítica, Harvey (1977) propone para una teoría general de la ciudad, relacionar los procesos sociales con la forma espacial, integrando para esto la imaginación sociológica y la conciencia espacial, en lo que denomina imaginación geográfica. Esto significa comprender las representaciones sociales del espacio urbano (Harvey, 1977). La antropología y la sociología, que analizan las vivencias y percepciones de los sujetos sociales, señalan que éstas no son uniformes, sino que, por el contrario, varían de acuerdo al tipo de contextos socio espaciales que las personas habitan (Duhau y Giglia, 2008). En concordancia con lo anterior, la geógrafa Alicia Lindón (2007) utiliza el concepto de imaginarios urbanos para referirse también a los sentidos, sensibilidades, percepciones y representaciones sociales y compartidas sobre la ciudad de los sujetos que la habitan. Son imaginarios geográficos porque denotan las estructuras socio-espaciales y la división social del espacio. Esta última está asociada a la distribución residencial de los distintos estratos socio-económicos y las diferencias se traducen en diversas formas de producción del espacio urbanizado. Los barrios o zonas de la ciudad se encuentran estructurados relacionalmente en jerarquías urbanas (Bourdieu, 1999), que son dinámicas, lo que implica un vínculo intrínseco de cada vecindario con la urbe en su conjunto. Es por ello que en este trabajo se indagó sobre experiencias urbanas (Duhau y Giglia, 2008 siguiendo la teoría bourdieana) en distintos tipos de espacios urbanos residenciales, que nos mostraron imaginarios urbanos comunes en relación a San Carlos de Bariloche, pero también algunos matices de acuerdo al lugar geográfico y social que ocupaba sus habitantes en cada tipología habitacional.

Partimos de esta perspectiva, ya que consideramos que las percepciones de la ciudad están indisolublemente asociadas a la localización que los habitantes tienen en ella, mediadas por posiciones de clase, género y étnicas (que, a su vez, son distribuidas espacialmente). No obstante, estas representaciones no son ni espontáneas ni mecánicas, ya que implican procesos historizados y relaciones de poder entre los actores de la ciudad. Como afirma García Vargas (2020) la representación de la ciudad está en permanente disputa y los resultados de esta puja de poder se vinculan con los procesos de legitimación, con qué actores imponen sus interpretaciones y la construcción de una tradición histórica de imágenes, a lo que podemos agregar estereotipos de lugar, producidos por el marketing urbano. A su vez, los medios de comunicación son actores centrales para la reproducción de los imaginarios urbanos y toman posición por algunos actores en detrimento de otros, como veremos luego. 

La pandemia del COVID 19, que tuvo su momento álgido entre 2020 y 2021, marcó la geografía en cada localidad, encuadrada a su vez en temporalidades propias de la difusión de la enfermedad y las políticas sanitarias. Esto impactó de manera diferencial a las ciudades intermedias y, en particular, a aquellas cuya economía depende del turismo. Consideramos que esta actividad fue el vector central para comprender la dinámica urbana de la ciudad de San Carlos de Bariloche y los imaginarios urbanos que circularon en esos años.

Podemos destacar dos períodos, aunque ninguno fue en sí mismo homogéneo: el primero, de cierre (al comienzo de la pandemia) contuvo momentos de lo que se llamó Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO)[1] y Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO)[2]  que se inició en marzo de 2020 y continuó hasta fines de ese año, cuando se secuenció una reapertura del turismo en la ciudad (su principal actividad económica), pero aun así, con momentos de mayor restricción que otros lugares del país justamente por ese movimiento de población[3]. Un segundo período de aperturas y cierres, desde finales del año 2020 y durante el 2021, cuando las actividades permitidas fueron prácticamente las mismas que en los momentos de la pre-pandemia, aunque con fases de fuertes restricciones siguiendo criterios epidemiológicos.

La modificación de las medidas se justificó en criterios sanitarios nacionales y/o regionales a lo largo de los años 2020 y 2021. Al constituir el marco de las prácticas y de la construcción de representaciones sociales de los entrevistados, es relevante considerarlas a la hora de indagar en sus imaginarios urbanos. Las medidas de ASPO y DISPO supusieron además el cierre de fronteras nacionales y de las vías de ingreso terrestre y aéreo de la ciudad, cortando de cuajo al sector económico principal de la localidad, el turismo. En junio del año 2020, por otra parte, el congreso nacional sancionó una ley de auxilio a esta actividad, ya que se vislumbró que la imposibilidad de habilitar el flujo de personas dentro del país continuaría por varios meses. En este contexto, el gobierno provincial decretó en julio a Bariloche (y la localidad cercana de Dina Huapi) como zona de desastre económico social.

Por su parte, el gobierno local no desplegó políticas territoriales diferenciadas en la ciudad (como sucedió en otras localidades argentinas) en relación a la pandemia. Sólo impuso algunas restricciones al tránsito con puntos de control vehicular localizados estratégicamente. Estos estaban ubicados en las cercanías del centro y en la entrada a rutas nacionales. A lo largo del año 2020 y del 2021 estableció diversas medidas que modificaban los horarios en los que se permitía circular, la forma de acceder a los comercios (por ejemplo, según el último número del documento de identidad), la habilitación de las clases presenciales y los controles a las personas no residentes que estaban autorizadas a arribar a la ciudad. Así, según la capacidad del sistema de salud, la cantidad de casos positivos del virus y tomando en gran consideración los períodos de “alta temporada” turística, el gobierno local abrió y cerró la ciudad y la circulación dentro de ella durante este período de maneras diversas.

Este trabajo partió de las siguientes preguntas: ¿Qué experiencias urbanas se vivieron durante la pandemia en Bariloche y en la periferia suroeste con sus distintos barrios? ¿Qué momentos diferenciales pueden encontrarse en cuanto a las prácticas y estrategias urbanas localizadas en la ciudad durante la pandemia? ¿Cuáles fueron los imaginarios urbanos hegemónicos en relación a la ciudad y cuáles fueron las miradas diferenciales en relación a la localización barrial por parte de los vecinos? ¿Qué percepciones tienen los barilochenses sobre el centro urbano y las periferias? ¿Cuáles sobre el espacio público, el entorno y el paisaje? ¿Cómo se vivieron las restricciones gubernamentales por la pandemia en relación a los flujos interurbanos?

En cuanto a la metodología, adoptamos un enfoque cualitativo. Para esto realizamos 24 entrevistas[4] semiestructuradas a habitantes de San Carlos de Bariloche de la zona sur-suroeste, correspondiente a las distintas tipologías habitacionales seleccionadas (las que luego serán detalladas) entre abril y setiembre 2021. Por otra parte, recopilamos noticias periodísticas de medios regionales y locales (El Cordillerano, Bariloche 2000 y ANBariloche) y relevamos las resoluciones del gobierno municipal durante marzo 2020 y setiembre 2021[5].

La estructura de este artículo es la siguiente: en un primer apartado presentaremos el punto de partida teórico Luego algunas características generales de la ciudad de Bariloche. Seguidamente, se analizarán algunos aspectos de los imaginarios urbanos de los habitantes de la zona sur–sudoeste sobre habitar la ciudad en pandemia en contexto de ASPO y DISPO. En una cuarta parte, nos enfocaremos en las experiencias urbanas en los barrios de la zona sur-sudoeste en relación a la movilidad y vida cotidiana en la ciudad en contexto de pandemia. Concluimos presentando algunas reflexiones finales.

 

Construcción social de la ciudad e imaginarios urbanos

Los trabajos en torno a los imaginarios son perspectivas mayormente dejadas de lado en los estudios urbanos, más centrados en miradas “objetivistas” o “materialistas” (Lindón, 2007). Sin embargo, después del giro subjetivo en la geografía y los aportes de las demás ciencias sociales –particularmente antropología y sociología-, las percepciones de los habitantes/ visitantes de las ciudades o los paisajes fueron cobrando relevancia para entender las dinámicas urbano-territoriales. Los imaginarios se relacionan de manera compleja, inestable e incompleta con el espacio material, incidiendo entonces tanto en los modos de significar el espacio como en su transformación material (Segura, 2015). En esta construcción social del espacio urbano (Lindón, 2007) observamos representaciones geográficas[6] que denotan condiciones más estructurales, pero que también son sensibles a nuevos procesos y transformaciones físicas, sociales y simbólicas (Cravino, 2020). Así, el estudio de la experiencia y las prácticas urbanas (cotidianas y situadas), las representaciones e imaginarios (Silva, 1992), las formas de uso y consumo del espacio urbano, entre otras líneas de investigación, dan cuenta de que el espacio urbano es producto y deviene, tanto de una realidad material como de los diferentes modos en que esta realidad es experimentada y vivida por los sujetos (Cravino, 2020). Esta “conciencia espacial” permite además al individuo “comprender el papel que tienen el espacio y el lugar en su propia biografía, relacionarse con los espacios que ve a su alrededor y darse cuenta de la medida en que las transacciones entre individuos y organizaciones son afectadas por el espacio que los separa” (Harvey, 1977: 17). De este modo, el espacio se experimenta a través de las representaciones o imaginarios simbólicos –en este caso urbanos-, que no son inmutables, sino que se modifican junto con la experiencia. Las situaciones disruptivas o traumáticas, como lo fue la pandemia, son momentos fértiles para captar esas representaciones sociales de la ciudad que fueron puestas a prueba con los cambios en rutina cotidiana y de la urbe, motivando interpretaciones/reinterpretaciones sobre las experiencias urbanas.

Esta perspectiva se asume como un “constructivismo geográfico” (Lindón, 2007) y asimila estos procesos con los de la construcción material de la ciudad a través de prácticas intersubjetivas permanentes entre personas, las que se orientan a través de una trama de sentidos que se denominan “imaginarios geográficos” a partir de la propuesta de Harvey pero también de Lindón (2007: 36), quien agrega el término de imaginarios urbanos para continuar con la línea de investigación iniciada por Armando Silva y García Canclini en América Latina. A su vez, estos imaginarios delimitan una comunidad de pertenencia y sentimiento “en la que se articulan la imagen (la circulación de imágenes), lo imaginado (la construcción de comunidades imaginadas) y el imaginario (como paisaje construido de aspiraciones colectivas) (Appadurai, 1991 en Segura y Pinedo, 2022: 2).

En este sentido, los imaginarios cualifican a la ciudad y sus lugares, adjudicándoles ciertas características (Lindón, 2007) y jerarquías (Cravino, 2020) y suponen procesos de naturalización de la desigualdad urbana (Álvarez, 2015), que hay que deconstruir. Estas perspectivas se tocan con la concepción bourdieuiana sobre los efectos de lugar en referencia a la relación más o menos “turbia” entre espacio físico y social (Bourdieu, 2002) y la relevancia que le da este autor a los efectos de las representaciones espaciales en la construcción del campo social.

Específicamente en este artículo, y como parte del proyecto en el cual se enmarca esta investigación, se pone el énfasis sobre algunas categorías específicas para el estudio de los imaginarios geográficos (Cravino, 2020): foco, flujo y frontera. Por medio de ellos podemos indagar en las formas en que la imaginación socio-espacial distribuye, conecta y separa lugares, objetos y actores en el territorio. Siguiendo los lineamientos de dicha pesquisa la noción de foco alude a una concentración elevada de un fenómeno en un determinado lugar producto de su distribución diferencial en el espacio. Así fue utilizado durante la pandemia para referirse a los lugares con relevante cantidad de casos de personas con el virus y los imaginarios geográficos que derivó –foco de contagio-. Por su parte, flujo refiere al proceso de desplazamiento de personas y objetos, que implican, por tanto, las dimensiones espaciales y temporales y que en la ciudad pueden implicar circuitos recurrentes por parte de los habitantes o turistas. En este caso, nos ocupados de dos escalas: la salida y entrada a Bariloche y los movimientos dentro de ella.  Por último, frontera indica algún tipo de separación en el espacio, delimitación o cierre, involucrados en la interacción social (Segura, 2015; Giglia y Duhau, 2008).

 

Bariloche: breve descripción de la ciudad y los barrios del sur-suroeste

La ciudad de San Carlos de Bariloche se ubica en la provincia de Río Negro, en la región patagónica de la Argentina.  Es una ciudad de tamaño intermedio y según el Censo Nacional de Población y Vivienda del año 2022 en ella habitan 164.065 personas[7]. El ejido urbano tiene una superficie de más de 250 kilómetros cuadrados y se extiende longitudinalmente de este a oeste alrededor de 50 kilómetros a lo largo de la costa del Lago Nahuel Huapi. Su perfil económico es turístico, siendo el tercer destino más visitado de la Argentina después de Buenos Aires y Mar del Plata, lo que tiene impactos en su dinámica urbana. Reúne una amplia oferta de actividades en entornos naturales (el Parque Nacional Nahuel Huapi, además de algunas reservas municipales), deportivas (incluyendo el esquí invernal), con extensa oferta de alojamiento para todos los niveles socioeconómicos. Desde hace algunos años, si bien las temporadas altas son en invierno y verano, la llegada de visitantes se da todo el año[8].

La ciudad se caracteriza por ser una dispersa, pero transita una lenta densificación a partir de la subdivisión de lotes en algunas zonas consolidadas. Podemos identificar en Bariloche cuatro áreas en las que se divide socialmente el espacio urbano. En primer lugar, el centro de la ciudad, donde se asientan las autoridades locales y provinciales. Además, allí se concentra la mayor parte de los hoteles, oficinas de turismo, comercios y locales de gastronomía, así como las sedes de las universidades y la catedral de la Iglesia Católica, entre otras instituciones. En el este se agrupan las industrias y los talleres y sectores residenciales de grupos sociales de ingresos medios o medios bajos. En la zona oeste, muy extensa, se ubican numerosos hoteles (muchos de ellos de alta gama como el histórico Hotel Llao Llao), cabañas para turistas y viviendas de clase media y media alta. Por último, identificamos a la zona sur, conocida por los locales como “El Alto”, donde se localizan prácticamente todas las viviendas de interés social de la ciudad, la mayoría de los asentamientos informales y barrios de loteos populares. En esta área se concentran las mayores densidades habitacionales e índices de necesidades básicas insatisfechas (Matossian, 2015ª y b). Hacia el sudoeste y de forma contigua a la zona sur se localiza el barrio cerrado de mayor envergadura -Arelauquen Golf y Country Club-, donde se asientan familias de sectores altos (algunas son residencias vacacionales) y barrios de clase media en consolidación y crecimiento. 

En Bariloche la imaginación geográfica urbana es construida en un binomio (Gorelik, 2015), donde por un lado se visibiliza un centro (con fuerte peso simbólico) y otro espacio que se constituye como periferia, a los que en esta ciudad se alude bajo el nombre de barrios. Estos últimos se corresponden con sectores de clase media, algunos de media-alta y otros de grupos de clase media baja o sectores populares. Aquellos localizados en El Alto, son depósito de imaginarios de pobreza y conflictividad social y sobre ellos recae un fuerte estigma que los asocia con el delito, la ilegalidad y la peligrosidad (Matossian, 2011).

Dada la heterogeneidad social-urbana del sur y sudoeste de la ciudad decidimos concentrar la indagación allí, incluyendo barrios de todas las tipologías habitacionales: asentamiento informal (Nahuel Hue), conjunto de vivienda de interés social (barrio 400 viviendas), loteo popular (El Frutillar), urbanización cerrada (Arelauquen) y dos barrios de viviendas unifamiliares en lote propio -uno en consolidación (Villa Lago Gutiérrez) y otro consolidado (Los Coihues)- (ver Mapa 1). Desde el punto de vista socio-demográfico los barrios Nahuel Hue y Frutillar se asocian a sectores populares. El barrio Arelauquen es habitado por sectores de clase media alta y alta, mientras que Villa Lago Gutiérrez y Los Coihues corresponden a sectores de clase media en su mayoría.

Figura 1. Barrios seleccionados como casos de estudio. Sur y suroeste de la ciudad de Bariloche. Fuente: Elaboración propia en base a planos provistos por el Municipio de San Carlos de Bariloche

 

Los imaginarios urbanos de los habitantes de la zona sur-suroeste

La pandemia tuvo efectos en los imaginarios urbanos de los habitantes de Bariloche, particularmente a partir del aislamiento (obligatorio o recomendado). Se retematizó y resignificó la vida cotidiana en su dimensión espacial y se movilizaron categorías espaciales nuevas que pusieron en tensión las prácticas urbanas y sus percepciones. Además, reordenó las acciones cotidianas dentro de las viviendas, las dinámicas barriales y los flujos y movilidades dentro de la ciudad y hacia -y desde- otras localidades.

Identificamos tres ejes en los cuáles estas representaciones sociales del espacio urbano se vieron afectadas por la pandemia, los que se asocian a tres escalas geográficas: un primero vinculado con la entrada y salida de la ciudad, particularmente adscripto al flujo de turistas. Un segundo nudo de imaginarios se centra en los flujos, es decir la relación entre la periferia y el centro de Bariloche (y viceversa) y, por último, encontramos los que dan cuenta de las dinámicas intrabarriales y del habitar la periferia. En este marco, se desató un proceso multiagencial de imaginación geográfica en un sentido urbano y social, incidiendo tanto en las formas de significar el espacio como en la transformación material del territorio (Segura, 2015). Más allá de la incidencia de la pandemia, estos imaginarios eran preexistentes porque el habitar los supone, pero a su vez, se modificaron/reafirmaron/matizaron en este contexto. 

 

La ciudad vacía y los focos de contagio: la circulación de turistas en la ciudad de Bariloche

Debido al crecimiento acelerado de la ciudad, fallas en la planificación y en su financiamiento (Wallace y Guevara, 2022), el sistema de transporte público interurbano en la ciudad de Bariloche se encontraba en crisis hacía años cuando se inicia la pandemia. El sistema genera además un acceso desigual a la movilidad y a la ciudad según las diferentes áreas del ejido urbano (Medina, 2019). En las temporadas turísticas con el influjo de población estas cuestiones se agravaban generando grandes congestiones principalmente hacia el oeste (donde se localizan gran parte de los atractivos turísticos paisajísticos de la ciudad) y en el centro, pero también en las rutas que van al centro de esquí (en invierno) y hacia el sur (en verano) (Medina 2019). Esta crisis de movilidad se agravó durante la pandemia generando diversos conflictos entre los trabajadores y la empresa de colectivos, así como con los usuarios (Wallace y Guevara, 2022). En los primeros meses de aislamiento preventivo el turismo se restringió por completo debido a las medidas gubernamentales para evitar los contagios por COVID 19. Se cerraron las fronteras nacionales y la llegada de turistas extranjeros estuvo detenida hasta el año 2022. En un primer momento, los visitantes varados en la ciudad (es decir, que se encontraban allí en el momento de la sanción del ASPO) se conformaron como una primera problemática para el gobierno local y en la mirada de los residentes de Bariloche. En este caso, la tarea era evacuar a los visitantes, que no fueron vistos como potenciales transmisores del virus, pero sí como un problema para el cierre de las actividades. Como afirmaron Canestraro et al. (2021) para el caso marplatense (principal destino turístico del país), el énfasis entre los flujos permitidos y no permitidos conformó una distinción adentro–afuera en la imaginación geográfica de los habitantes de la ciudad. 

Luego de un primer momento de cerramiento en el que el afuera de la ciudad aparecía como peligroso, el ablandamiento de las medidas en los períodos de temporada alta para el turismo puso en tensión esta representación. Así, observamos cómo se fue transformando la situación inicial de cierre total de la ciudad, que había sido percibida como espacio vacío. A medida que avanzaron los meses, los medios de comunicación acompañaron las posturas aperturistas de los funcionarios estatales (provinciales o locales) y de actores económicos, presentándolas como una esperanza para la reactivación económica. Por su parte, los discursos se centraban en que los barilochenses se beneficiarían con la apertura de las circulaciones, ya que tendrían la posibilidad de disfrutar la ciudad, pero al mismo tiempo debían contribuir con sus cuidados a sostener la dinámica económica y urbana. Los entrevistados, a la vez que veían el peligro de la apertura reconocían también lo esencial e identitario de la actividad turística para la ciudad:

Bariloche tiene que vivir del turismo y necesita del turismo. Nosotros dentro de la construcción necesitamos del turismo. Acá el turismo mueve muchísimo digamos. Después la construcción vendría a ser como el segundo, pero el turismo es todo. Si anda bien el turismo, todo se mueve.  El barilochense siempre está contento de recibir turismo. Creo que como te digo mucha gente depende del turismo. Acá el 80% de la población digamos está ligada al turismo así que no podes no quererlo. Imposible no quererlo (César, barrio 400 viviendas, mayo 2021).

Bariloche tiene su particularidad en relación a otras localidades o provincias: acá nosotros vivimos netamente del turismo, el que no lo quiera creer es una mentira porque el turismo es el motor de Bariloche (Pedro, barrio Nahuel Hue, abril 2021).

Paradójicamente, el turismo de origen argentino se incrementó notablemente en los años de pandemia (cuando estuvo permitido), llegando a récords históricos en las temporadas de verano del año 2021 y 2022. Esos períodos se vieron, a su vez, marcados por una grave situación en términos epidemiológica y una saturación del sistema de salud local. Así lo señalaba uno de los entrevistados:

A los empresarios les salió muy bien este verano, por lo que explicó recién Marcelo, la gente dijo “Me voy a Bariloche” y ha habido ocupación plena. Por ejemplo, diciembre no es un mes que se ocupa mucho, y ha tenido ocupación. Marzo es un mes que no se ocupa mucho, ha tenido ocupación. Abril todavía sigue ocupado. Es decir, como que empezó a aparecer gente en el momento donde no se te venía mucha gente (Javier, barrio Arelauquen, abril 2021).

Varios de los vecinos interrogados destacaron que en la temporada alta (de verano en particular)[9] las restricciones a la movilidad fueron casi inexistentes, a pesar de los agudos aumentos en las curvas de contagios (El País, 05-01- 2022). Así lo relataba una vecina:

“Los primeros días que hacía calorcito, fuimos al lago y veía ese distanciamiento de la gente. Después ya fue un descontrol. Terminando el verano ya era un descontrol, ya no respetaban el distanciamiento, nada (…). Como que la gente andaba muy muy alocada durante la pandemia” (Alcira, barrio Frutillar, abril 2021).

Así, los habitantes de Bariloche detectaron estas contradicciones entre discursos vinculados al cuidado, la escasez de recursos sanitarios y los peligros de la pandemia, con el hecho de que las actividades relacionadas con el turismo fueron liberadas y se observó un influjo y concentración de personas muy grande en el centro y las principales playas y miradores de la ciudad. Luego de casi un año en el que lo foráneo se había construido como el foco del peligro y el contagio (Canestraro et al., 2021), la temporada de verano parecía estar por delante de la necesidad de cuidados frente a la pandemia. De este modo, una de las vecinas entrevistadas del barrio Nahuel Hue afirmó: “Es que en verano no hubo restricciones casi. En verano parecía todo muy normal, como que en verano fue como que no hubo pandemia” (Rosa, barrio 400 viviendas, junio 2021).

La imagen urbana que predominó en verano fue que la ciudad se vio repleta de personas. Los vecinos narraron que en ese momento hubo muchos contagios porque “los visitantes no se cuidaron”, repitiendo la imaginación geográfica de que el virus provenía del exterior, de un afuera. Aun así, las entrevistas dan cuenta de amontonamientos de gente en las playas, en los locales gastronómicos. El período del verano y los espacios turísticos fueron marcados como focos de contagio y lugares en los que las normativas de distanciamiento social y cuidado no eran seguidas. Esto llegaba hasta los lugares al aire libre, que desde la epidemiología eran recomendamos para encuentros con distanciamiento. Así lo expresaba Matías, del barrio Villa Los Coihues, que nombraba estos espacios naturales como zonas peligrosas: “Al estar tanto tiempos alejados (…) de un momento para el otro vas a la playa y tenés acá todo lleno de gente y era como, bueno, no queríamos que nos agarre COVID”.

Esta mirada estaba atravesada por imaginarios geográficos de la pandemia donde persistía la idea de necesidad del distanciamiento. Por eso, se afirmaba que: “…era cualquier cosa, era como si no existía pandemia” (Felipe, Villa Lago Gutiérrez, setiembre 2021). Además, estos incumplimientos de las medidas de circulación afectaron las posibilidades de moverse y utilizar la ciudad de los residentes:

Por un lado, para nosotros felices de salir, por otro lado, decís, que se yo, nada, como que abren el turismo y no te cuidan sentís en un punto, ¿no?, como que nos tuvieran secuestrados adentro sin poder asomarnos y después… Yo digo habilitaron las clases porque quieren tener temporada y no pueden tener suspendidas las clases y después decir bueno, sí, que venga el turismo. Quince días antes habían dicho que Dina Huapi, Bariloche éramos los que más casos teníamos y después abrieron y como que no pasó nada, como que uno dice bueno, ya sé por dónde viene el tema (Verónica, Villa Lago Gutiérrez, agosto 2021).

Un vecino del barrio Villa Lago Gutiérrez se refirió también a la existencia de una mirada diferencial del gobierno local hacia el sector del turismo y aquellos ligados a los habitantes de la localidad. Un ejemplo que se mencionó fue una medida tomada por el municipio en el año 2021 por la cual se podía circular luego del horario indicado solo si se portaba un recibo de haber consumido en algún local gastronómico de la ciudad, para fomentar la actividad de ese rubro:  

Es todo como medio contradictorio, viste, como esto de que los chicos no van a la escuela, pero podés ir a esquiar al cerro o esas cosas, o podes, por ejemplo, ahora está esto de que la circulación es hasta las 10 o algo así y antes no, pero los bares están abiertos. Vos podés ir a tomar una cerveza a un bar y volver a la una, a las doce, pero te piden el ticket. Está bien, estamos esforzándonos, tratando de que los pibes no se contagien y después podemos ir a tomar una cerveza y volver a la hora que se nos cante. Es medio raro (Mario, Villa Lago Gutiérrez, agosto 2021).

Similar situación sucedió en relación a los flujos de entrada y salida de la ciudad. Esto mostraba claramente, además, la tensión entre las necesidades económicas y las medidas sanitarias en la ciudad.  Así lo expresaron algunos de los entrevistados:

Hay mucha gente que vive del turismo y la mayoría nos estábamos muriendo de hambre, pero no sé, a mí me chocaba como el tema de que venga tanta gente y todo esto estalle y que esto se estalle de gente, de turistas en el hospital y ponele, no sé, me agarre a mí y quedo ahí tirado, me entendés (Manuel, barrio Los Coihues, setiembre 2021).

Yo entiendo que es un pueblo que vive del turismo, que no es mi caso. Pero, qué sé yo, tendría que ser un poco más cuidado. Una amiga que vino en enero hasta acá no la pararon, no le pidieron un permiso, no le pidieron un papel, nada (Verónica, Villa Lago Gutiérrez, agosto 2021).

Los habitantes de la ciudad vincularon directamente la apertura de la ciudad a los turistas con la necesidad económica de los actores públicos y privados locales por reactivar el sector de mayor rentabilidad de este centro urbano: “Bariloche abrió, ¡Vengan, turistas, vengan! me entendes” (Mirta, barrio 400 viviendas, setiembre 2021).

Si bien encontramos que los habitantes de todas las tipologías habitacionales asociaban en sus imaginarios urbanos a Bariloche con el turismo, y hasta en algunos casos lo etiquetaban como identitario, los vecinos consultados no ponderaban positivamente las consecuencias de esta impronta para el cuidado requerido en contexto de pandemia.

 

El centro y los barrios: flujos y movilidad dentro de la ciudad

En este segundo apartado buscamos reconstruir los imaginarios urbanos de los barrios periféricos de Bariloche sobre esta zona, en cuanto a los flujos. Este concepto pretende designar la práctica social de desplazamiento espacio – temporal a través del territorio de personas y objetos, la que puede estabilizarse en ciertos circuitos (Magnani, 2002).

Al indagar en los imaginarios geográficos de los habitantes de (y en) la periferia barilochense observamos el cruce de dos factores en términos de los flujos por la ciudad. Por una parte, una cuestión estructural e histórica en Bariloche, vinculada con un sistema deficitario de transporte que tiene grandes efectos sobre las posibilidades y formas de movilizarse y circular por la ciudad. La perspectiva de los entrevistados mostró que en la pandemia esto se visibilizó al mismo tiempo que se agravaban las fallas del servicio. Por otra parte, las medidas gubernamentales frente a la pandemia impusieron restricciones en particular a la movilidad por la ciudad que incidieron también sobre estos flujos. Esto se tradujo en impedimentos iniciales para utilizar dicho sistema, con excepción de los considerados trabajadores esenciales –salud, actividades gubernamentales que requerían presencia, producción y venta de elementos indispensables-; establecimiento de menores frecuencias y cantidad de pasajeros, etc., que luego se fueron levantando. También se plantearon restricciones en relación al acceso al centro, reservado sólo para trabajadores esenciales. Esto llevó a que los habitantes pusieran en marcha diferentes mecanismos y arreglos para resolver esta necesidad.

Ante las recurrentes modificaciones en las normativas de tránsito o de uso de servicio público de pasajeros, algunos de los entrevistados destacaron la confusión y dificultades que esto generó en sus vidas cotidianas al tener que alterar sus rutinas, arreglos familiares y laborales continuamente. Las medidas redujeron los horarios y frecuencia de funcionamiento del transporte urbano. Esto trastocó la vida cotidiana de los residentes de la ciudad, como relató un entrevistado: “El último bondi que yo sé que llega al barrio es a las seis de la tarde creo, después fuiste” (Federico, Villa Lago Gutiérrez, junio 2021).

Esto hizo que los habitantes sin automóviles tuvieran más dificultades para moverse por la localidad. Inclusive, algunos relatos hicieron referencia a la pérdida de empleos por el mal funcionamiento del transporte público. Puede señalarse que es particularmente difícil en la ciudad circular desde uno de los ejes de la periferia hacia otro, para lo cual siempre hay que tomar un mínimo de dos recorridos de ómnibus público. Por ejemplo, a esto se refirieron entrevistados de la periferia sur (Nahuel Hue y el Frutillar) que trabajaban en el eje oeste de la ciudad (conocido por el término nativo de “los kilómetros”). A pesar de que excede las posibilidades de este artículo, diversas investigaciones han indagado en la utilización en la ciudad de la movilidad privada y de cómo supone un acceso totalmente diferencial y desigual de los espacios urbanos. No hay dudas de que las variables de clase y localización en la ciudad juegan allí un rol de suma importancia (Medina, 2019a; 2019b).

Durante la pandemia, a estas dificultades ya existentes, se sumaron los problemas sindicales en la empresa de colectivos, que tuvieron por efecto huelgas recurrentes que dejaron “a pie” a muchos habitantes por períodos de hasta un mes. Uno de los vecinos de Villa Los Coihues relataba los inconvenientes que esto implicaba, en particular dado que su lugar de trabajo se encontraba en el centro de la ciudad:

Siendo sincero, una porquería [el sistema de transporte urbano de la ciudad]. Es un desastre porque el año pasado me volvieron loco con los paros. Ahora, hasta hace poco hubo uno también y yo me tengo que ir a trabajar hasta allá [al centro] y no me puedo pagar un remise 500 pesos para ir, 500 pesos para volver. La verdad que el servicio de acá es malísimo (Manuel, barrio Los Coihues, agosto 2021).

Más allá de las deficiencias del sistema de transporte público, muchos de los entrevistados narraron que trataron de no utilizarlo, tanto por considerarlo un lugar de mayor contagio, es decir como un foco. Destacaron las faltas de cuidados que observaban en muchos casos dentro de los colectivos (personas sin barbijos, exceso en las cantidades, etc.). Por ejemplo:

“para ir a laburar[10] si lo usaba [al colectivo] porque era mi único medio, pero traté de no usarlo. Trataba de ir caminando. Por el mismo virus” (Mónica, barrio Frutillar, setiembre 2021).

En este contexto, varios de los habitantes de la periferia barilochense indagados se refirieron a nuevos arreglos para resolver las cuestiones de circulación por la ciudad. Se organizaron de redes entre vecinos, con familiares o compañeros de trabajo, o comenzaron a utilizar sistemas de transporte alternativos: 

Había un compañero que vivía en Dina Huapi y yo con el auto lo iba a buscar al centro... Decirle che, compañero, salió el laburo, el presupuesto, tenemos los permisos, venite que vamos a hacer un mango[11]. Ese fue el primer momento (Tito, barrio Frutillar, agosto 2021)

Hay uno [grupo de WhatsApp] que es de viajes para esto. Está muy aislado el barrio, entonces si alguien necesita que lo tiren al centro o que lo levanten de algún kilómetro, se puede avisar por ahí (Manuel del barrio Villa Los Coihues, septiembre 2021)

A su vez, la cuestión del aislamiento social como forma de prevenir el contagio del virus, generaba que otras formas usuales de movilizarse se obstaculizaran. Por ejemplo, uno de los vecinos de Villa Lago Gutiérrez relataba que, aun cuando él habitualmente solía detenerse cuando iba en su vehículo particular y veía gente “haciendo dedo”[12], dejó de hacerlo durante la pandemia -en particular al comienzo- por cuestiones de cuidado.

Se masificó el uso de sistemas de transporte privado alternativos (en particular entre las clases medias y altas) como remises no habilitados, conocidos localmente como “Uber truchos”[13]. Los remises y taxis autorizados también fueron utilizados por los habitantes con mayor frecuencia que antes de la pandemia. Incluso, en este mismo sentido, muchos de los entrevistados refirieron a que comenzaron a realizar trayectos caminando o recurriendo a bicicletas como opción para las distancias cortas o medias a fin de evitar el transporte público. En particular, estas dos últimas iniciativas se hicieron más válidas cuando fueron habilitadas las actividades recreativas al aire libre. Así lo describía, por ejemplo, Verónica en relación a lo sucedido con su hijo:

En general, al que más le costaba era mi hijo ¿viste? (...). Lo primero que habilitaron fue la salida en bicicleta. Hacían todo andando en bicicleta, cosa que nunca habían hecho, claro, pero yo entiendo la necesidad, pobre. Tuvimos tres meses encerrados los cuatro acá. Entonces, la necesidad de ver a los amigos, viste, era impresionante (Verónica, Villa Lago Gutiérrez, setiembre 2021).

Otro de los obstáculos o frenos al fluido flujo de las personas por la ciudad fueron los controles policiales en las principales arterias de circulación, tal como señalamos en apartados previos. En las entrevistas se relataron pocos sucesos vinculados con el control del movimiento dentro de los barrios o en zonas de paseo. En contraposición, la mayor parte de ellos resaltaron la existencia de las inspecciones en las avenidas y rutas principales que permitían la circulación desde la periferia al centro de la ciudad de Bariloche y viceversa, así como otros distritos. Los efectivos policiales examinaban a quienes se movían por la localidad, verificando que tuvieran permisos emitidos por el municipio y que no hubiera personas circulando fuera de los horarios autorizados:

Yo salía y me han llegado a parar, cuatro veces me paró el control policial acá en la rotonda del Diarco[14], me paraban después en la bajada de pasaje Gutiérrez porque yo pasaba a buscar a la persona de limpieza y el guardia de seguridad porque no había transporte (Cecilia, barrio Arelauquen, abril 2021).

De este modo, los circuitos que los vecinos realizaban dentro de la ciudad se vieron apenas alterado para aquellos que estaban autorizados y contaban con vehículo propio, mientras se vio altamente restringido para quienes circulaban por medio de transporte público. Esto último, reforzaba la metáfora de la ciudad cerrada durante las primeras etapas de la pandemia. De todas formas, muchos vecinos en los casos en que no tenían fundamentos autorizados para poder tramitar los permisos de circulación, buscaron diferentes alternativas o estrategias para evitar los controles policiales y desplazarse.

El centro de la ciudad es donde se concentran algunas oficinas administrativas, los bancos y una parte importante de los locales gastronómicos y hoteleros vinculados con el turismo. Los entrevistados al comienzo de la pandemia se mostraron sorprendidos, en sus pocas visitas a esta zona, por encontrarla desierta y vacía. Así lo relataba uno de los entrevistados, habitante del barrio Villa Los Coihues:

Después de como 5 meses fui al centro con Fer y era la... era el desierto era ir por Gallardo, éramos nosotros en la calle Gallardo que era una locura. Ahí, flashee... Le escribí a mi familia de Buenos Aires y les dije “che, no saben lo que es Gallardo”, como que ahí... me cayó más la ficha[15], porque el barrio es tranquilo. Bueno, no circulaban los chicos que iban a la escuela, es como... más… eh, como que… pero el centro vacío flashee[16], si, una imagen fea (Gisela, barrio Los Coihues, setiembre 2021).

En este fragmento observamos, por una parte, la sorpresa de ver este espacio, concebido como un foco de gente, vacío y, por otra parte, también la sensación de temor o disgusto frente a esta imagen de este lugar desierto. La misma se vio reforzada desde los medios de comunicación locales, que destacaron esta situación novedosa: “El centro de la ciudad está desolado. Es poco o nulo el tránsito, permanecen los perros callejeros que quedaron a la deriva más que nunca y los pocos vecinos que salen a comprar algo en sus alrededores. La lluvia comenzó este lunes y también contribuyó al paisaje desolado que deja el aislamiento” (ANBariloche, 24-03-2020).

En una asociación directa entre centro y ciudad, el portal ANBariloche titulaba el 6 de abril de 2020: “postales de una ciudad desierta”. Acompañada de una foto, la noticia informaba: “El aislamiento total ya transita su tercera semana y esto se hace sentir en la ciudad de Bariloche. Con casi la totalidad de los comercios cerrados, se puede ver un centro totalmente vacío” (ANBariloche, 06-04-2020). Percibiéndolo como un espacio de riesgo, algunos entrevistados no comprendían por qué ciertas personas decidían acercarse a esa zona de la ciudad cuando comenzó a reactivarse el turismo: “En vez de decir bueno, me voy a caminar a la bicisenda, me voy a caminar a la ruta que no hay gente, no, se va al centro y lo vimos eso cuando recién empezaban a abrir que veíamos en la tele que la gente está toda en el centro, en la costanera. ¿Qué haces en la costanera? ¡Andate a otro lugar!” (Rosa, barrio Nahuel Hue, setiembre 2021). Así, muchos residentes cambiaron sus movilidades cotidianas y evitaron ir al centro “esquivarle un poco al amontonamiento, ¿viste?, de gente que en los últimos años. Igual, sobre todo en verano se siente mucho” (Tomás, Frutillar, mayo 2021).

Los imaginarios urbanos de los habitantes de la periferia barilochense durante el COVID 19 se construyeron sobre aquellos preexistentes y constituyeron imágenes de flujos y focos que modificaron sus habitus urbanos. El centro apareció entonces a la vez como “desierto” y como “foco” y espacio de concentración de personas y contagios. Como plantea García Vargas (2020) los “sentidos de lugar” articulan tanto el nivel de los individuos como las dinámicas locales, pero no se puede olvidar que están social e históricamente construidos y articulan diferentes escalas. El centro se asocia así a la imagen de las postales, como lugar obligado de los visitantes, al patrimonio histórico, pero también lugar de las autoridades y, a la vez, permite construir un contraste con los barrios.

 

Habitar los barrios de la periferia sud-sudoeste durante la pandemia del COVID – 19

Las nuevas reglamentaciones supusieron también cambios en las dinámicas intrabarriales en Bariloche. En ese marco, debieron actualizar sus rutinas en estos nuevos ordenamientos, cambiando temporalmente sus “sentidos del juego” en la ciudad. Algunos entrevistados destacaron su búsqueda explícita por recuperar un orden y una rutina (preexistente) en un marco de incertidumbre, como lo relataba Giseela:

Mi intención siempre es mantenerles como ese orden mental, que hay un horario que levantarse... no es lo mismo las 11 que las 9, hay un orden en la casa (Gisela, barrio Los Coihues, agosto 2021)

Una de las transformaciones más destacadas por los entrevistados, que implicó nuevas movilidades y cambios en sus imaginarios, fue la proliferación de los delivery de muy diversos productos y servicios. Muchos comercios y locales gastronómicos incorporaron esta prestación durante la pandemia para resolver la situación de que las personas no podían acercarse a sus locales (o no estaba autorizados). Luego de algunos meses, el gobierno municipal permitió la circulación de estas personas, lo que supuso una nueva forma de acceso al consumo de los habitantes de la periferia y nuevos flujos de circulación. Dentro de un imaginario urbano que localiza a este tipo de consumos mayormente en el centro de la ciudad y que suponía siempre un desplazamiento por parte de los habitantes de la periferia, esta incorporación implica cierto acercamiento o una mayor fluidez en la conectividad dentro de la localidad. Estas novedades no fueron sólo soluciones temporales, sino que persistieron pasados los períodos más restrictivos de la pandemia. Así lo indicaba una de las entrevistadas:

Fue obviamente una nueva manera de vivir en términos de movimiento y salir. No necesitas casi salir. Pedís, te traen toda la verdura, la carne, todo a la puerta. O sea, que ya casi prácticamente más que hacer alguna gestión o algo no vas (al centro) (Liliana, barrio Arelauquen, mayo 2021)

Como contracara, en los barrios del “Alto” -que identificamos como barrios de sectores populares en las diversas tipologías habitacionales- la situación fue distinta.  Allí habitan muchos de los trabajadores de estos deliverys o incluso personas que incorporaron esas modalidades en sus comercios para adaptarse al contexto. Así lo relataba uno de los habitantes del barrio El Frutillar, que añadió la venta a domicilio para sostener su actividad económica:

Antes, nos manejábamos con un puesto en la ruta de venta de comida] y ahí vendíamos, pero después... Vimos la posibilidad de hacerlo delivery, cuando se abrió para circular. Y el tema del delivery nos ayudó de otra manera. Ampliar el negocio. Tuvimos más clientes. Salieron más pedidos (Marcela, barrio El Frutillar, agosto 2021).

Las entrevistas dan cuenta también de una pluralidad de acciones y prácticas colectivas en los barrios que buscaron resolver las nuevas problemáticas que las restricciones a la movilidad crearon. En los barrios de clase media y alta seleccionados, las experiencias referían más bien a grupos de whatsapp (o redes sociales) en los que los vecinos difundieron sus iniciativas productivas y comercios, coordinaron para realizar algunas compras comunes o pusieron a disposición sus vehículos para trasladar a vecinos a otros puntos de la ciudad. Así lo relataba por ejemplo uno de los vecinos del barrio cerrado Arelauquen:

[Tenemos] WhatsApp comunes para compras de comida. WhatsApp del tipo de las pastas que bueno… viene los jueves al mediodía a la guardia del lago. Entonces, todos hacen sus compras y van todas de tal hora a tal hora a la guardia del lago a buscar las pastas de las compras que hicieron. Se organizó muy bien eso (Juan, barrio Arelauquen, abril 2021).

Por su parte, uno de los habitantes de Villa Los Coihues se explayaba más acerca de esta cuestión:

Tenemos grupo de WhatsApp que se llama ´Feria del Barrio´ y cada uno publica lo que hace y después hay otro que se llama ´Feria Villa Los Coihues´ algo así que es todo online, viste, vos entras y ves tipo el folleto, vos ves lo que vende cada uno (Manuel barrio Los Coihues, setiembre 2021).

En las entrevistas a habitantes de los barrios de sectores populares (Nahuel Hue y El Frutillar) encontramos referencias a repertorios de acción colectiva tradicionales en la Argentina. Esto es, por ejemplo, ollas populares en las que vecinos cocinaban para el barrio y la gente podía ir a retirar comida, en otras ocasiones se optó por el reparto de bolsones de alimentos. Así lo destacaba uno de los entrevistados:

“Empezamos a trabajar mucho más duro nosotros porque a la gente le cortaron el trabajo de golpe y te vinieron a pedir comida así que tuvimos que empezar a hacer comida (…) Todo el año pasado [en relación al 2020] tuvimos que hacer comedor. Empezamos con 300 viandas, terminamos con 1.200 por semana” (Juan, barrio Nahuel Hue, abril 2021). 

En una tarea similar, otra de las vecinas de ese barrio relataba sobre su experiencia creando una olla popular durante la pandemia y ante la difícil situación económica:

Durante la pandemia estuvimos repartiendo comida. Nosotros llevamos la comida a la gente y estuvimos en contacto, cerca de gente que se contagiaba, que sabíamos que estaba enferma. Le llevábamos la comida al portón de la casa (Susana, barrio Nahuel Hue, agosto 2021).

La movilidad dentro de los vecindarios se redujo y se vieron ciertos nuevos flujos. Según nuestros informantes, mientras antes de la pandemia solían movilizarse a grandes súper o hipermercados (más cercanos al centro de la ciudad o en la ruta que atraviesa el eje sur), ahora remarcaron que utilizaban, en mayor medida, comercios de cercanía. Además de las restricciones a la circulación que impedían el acceso a esos grandes comercios, los supermercados también fueron percibidos como focos de contagio.

Tomó un lugar muy relevante en las entrevistas la referencia al paisaje y la relación de éste con los habitantes de la ciudad de Bariloche. Una de las formas en las que esto se expresaba era con la figura de la naturaleza como espacio recreativo (encontramos otras acepciones más vinculadas a las prácticas económicas del sector turístico). Muchas de las personas interrogadas se refirieron a la realización de distintas actividades al aire libre como una forma de alivio ante las medidas restrictivas a la circulación impuestas durante la pandemia. Mientras que, en la mayor parte de los habitantes de los barrios de clase media o alta, los deportes o actividades recreativas ya eran parte de sus vidas cotidianas previas a la pandemia, ciertos entrevistados de los barrios caracterizados como de sectores populares indicaron que comenzaron a realizarlas en ese contexto de aislamiento. En particular, relataron como novedoso la realización de paseos y caminatas por la montaña. Así lo indicaba por ejemplo Roxana del barrio Nahuel Hue,

Debe haber sido la situación de mucho tiempo de encierro y que la gente decidió salir, como a las montañas. Todo el mundo hace montaña ahora, que nadie hacía montaña antes (…) Mucha gente de acá, la gente, por eso te digo, la gente de acá empezó a conocer porque la verdad que yo sabía todo lo que había, pero nunca fui y ahora empecé a ir y la verdad es que es muy lindo (…) Empezamos a ir el año pasado, empezamos a salir a esos lugares a caminar (…) La gente de Bariloche está saliendo, está aprendiendo a conocer la ciudad que no conocíamos (Rosa, barrio Nahuel Hue, agosto 2021).

Una de las entrevistadas que habitaba en el barrio Arelauquen narró que en la pandemia agregó nuevas actividades en la naturaleza. Incluso, señaló que en algunos momentos “la pasaron bárbaro”:

Lo que hice el año pasado mucho antes que abriera el cerro es esquí de travesía cuando el cerro estaba abierto, entonces sí, salía a la montaña que por ahí antes subía siempre con la sillita y empecé a salir más con esquí de travesía y por otros lugares de la montaña como deporte. (…) Acá después, cuando se empezó ya a habitar que podías circular un poco más, salir a caminar y todo ese tipo de cosas acá, la verdad que nosotros la pasamos bárbaro acá porque, bah mis hijos antes de que el cerro abriera por ejemplo este año que hubo tanta nieve, los chicos salían a esquiar por el jardín, podíamos salir a esquiar por el jardín (Cecilia, barrio Arelauquen, abril 2021).

A los ojos de otra de las entrevistadas, este interés por las actividades al aire libre es una de las características de los habitantes de esta localidad.

A diferencia de lo ocurrido en las grandes ciudades las bitácoras de la pandemia en Bariloche, aún con fuertes restricciones normativas, no parecieron registrar en su imaginario urbano la sensación de encierro. Esto es así, en particular, a escala barrial. En su narrativa, muchos vecinos entrevistados resaltaron la calma, el escaso movimiento de personas y la baja en la actividad comercial. Los barrios aparecen como espacios residenciales y de comercio de proximidad, excluyendo las actividades turísticas. Muchos de los entrevistados destacaron que, luego de un primer momento -relativamente breve- de encierro absoluto, circularon por sus barrios y sus alrededores de manera bastante flexible. Hablaron de paseos a pie, así como de caminatas por la montaña u otras zonas cercanas a sus lugares de residencia. Además, muchos de ellos (sin distinción de clase) contaban con jardines en sus terrenos, los cuales aprovecharon durante toda la pandemia, especialmente fuera de la temporada del invierno, que se caracteriza por el clima extremadamente frío. Como las calles son amplias y circulan pocas personas en las periferias, se adoptaban como espacio público de permanencia, así como los senderos en los parques municipales o nacionales constituyeron desde la perspectiva de los entrevistados un lugar seguro respecto de los contagios del virus: “Hemos salido a caminar. Sí, donde no hay peligro de contagio: en el (Cerro) Otto” (Manuel, Villa Lago Gutiérrez, setiembre 2021).

Entonces, pareciera que el contexto particular provocado por el COVID 19 significó el descubrimiento de lugares de la ciudad desconocidos para algunos grupos, el disfrute de los espacios públicos y el paisaje para otros y el aprovechamiento de jardines y fondos que en las grandes ciudades muy pocas casas cuentan.

 

Concluyendo

La implementación de medidas de restricción de circulación de las personas en el país y desde el exterior en el contexto de la pandemia COVID 19 en los años 2020 y 2021 tuvo un impacto directo en las actividades turísticas que se desarrollaban en San Carlos de Bariloche, su principal sector económico y, por lo tanto, en la dinámica urbana de la ciudad en su conjunto. El gobierno local y el provincial tuvieron que lidiar con la tensión entre la aplicación de medidas sanitarias que limitaban la circulación de personas y visitantes y la búsqueda de la apertura del turismo, que intentaron fuera lo más temprano posible. Los discursos de los funcionarios acompañaron los reclamos del sector, observable ante las temporadas de invierno 2020 y del 2021 o la llegada del verano 2020/21 particularmente, pero también durante momentos de alta circulación del virus en la ciudad en el 2021.  Los medios se hicieron eco de esas demandas de los actores económicos y de los discursos de los funcionarios, dando lugar a los pedidos de estos últimos. Se reforzaba desde distintos actores –medios de comunicación, empresarios, funcionarios públicos y medios- el imaginario urbano de ciudad turística, que era hegemónico entre los habitantes del distrito.

En los períodos marcados por la modificación de las normativas y reglamentaciones, variaron temporalmente ciertas reglas del orden urbano (Duhau y Giglia, 2004) que trastocaron en diversa medida tanto la dinámica de la ciudad como los imaginarios urbanos más arraigados. La pandemia nos fue útil como fenómeno que visibilizó y tornó explícitos muchos de los sentidos y representaciones del espacio urbano de los vecinos barilochenses, que involucran significaciones sobre las jerarquías urbanas y de cada una de las zonas de la urbe. 

Tomando las distintas escalas de análisis, encontramos que una primera mirada de los barilochenses sobre su ciudad antepone su perfil socioeconómico, donde cobra centralidad el turismo. Así, sin importar la tipología habitacional y la pertenencia social de los entrevistados, todos resaltaban una y otra vez que se trataba de una ciudad turística. El mismo sentido le dieron los medios de comunicación analizados durante el período de 2020 y 2021 en relación a la pandemia y si la ciudad se abría o cerraba. Unánimemente planteaban la reafirmación de la relevancia de esta actividad y sus urgentes requerimientos. Este imaginario urbano fue hegemónico y el ordenador de otras percepciones y valoraciones de los espacios urbanos y el paisaje en el contexto de la pandemia. Así el binomio ciudad vacía-ciudad llena se refería a la presencia o no de visitantes y fue la forma también de comprender las diferentes temporalidades de la situación sanitaria y las medidas gubernamentales.

Los flujos de mayor o menor circulación del virus en la ciudad se relacionaron centralmente con los períodos de mayor o menor llegada de turistas, a la vez que se evidencia la imaginación geográfica de los residentes de Bariloche en relación a que los ”focos de los contagios” se ubicaban en los espacios mayormente ocupados por los visitantes: el centro durante toda la pandemia, las playas más concurridas en particular en el verano cuando la ciudad se encontraba colmada de turistas y los locales gastronómicos cuando estuvieron habilitados, inclusive más allá de las temporadas turística. Nuestros entrevistados relataban que evitaban esos espacios, reproduciéndose más agudamente una estrategia habitual durante las temporadas de invierno y verano, cuando suelen visitar lugares menos concurridos. Esta mirada sobre la ciudad en su conjunto fue compartida por nuestros entrevistados en todos los barrios y la pandemia reforzó la idea de que la ciudad depende de la presencia o no de viajeros.

En cambio, en la escala intra e interbarrial, las miradas se fueron diferenciando por localización o por uso de medios de transporte, ambos aspectos asociados a distintos niveles socioeconómicos. La vida cotidiana barrial se vio modificada, así como los modos de comercialización. El delivery, en toda la localidad, emergió como una salida a las restricciones de circulación y permaneció como práctica en los momentos del levantamiento de las mismas. No obstante, para los sectores medios o medios altos que habitaban Arelauquen, Los Coihues o Villa Lago Gutiérrez se incorporaron con un modo más de compra, mientras que para los habitantes del Alto fue una oportunidad laboral en contexto de caída de los salarios o ingresos. A su vez, al igual que otras urbes, se organizaron grupos de whatsapp entre vecinos, tanto para las compras como para la comunicación de novedades y en particular en el barrio cerrado relevado para estar actualizados acerca de las normativas vigentes y las decisiones de los administradores del predio en relación a las medidas preventivas en el contexto de pandemia. Por su parte, en los barrios populares se desplegaron acciones de solidaridad, especialmente de ayuda alimentaria, para paliar los efectos económicos de los trabajadores informales que no pudieron realizar sus tareas. En la mayoría de los casos fueron los mismos habitantes quienes las realizaron y de esta forma complementaron las ayudas municipales de módulos alimentarios.

Durante la pandemia los habitantes de Bariloche modificaron su relación con la ciudad, su paisaje y su entorno natural: se revalorizó la característica de ciudad dispersa, con muchos espacios verdes y contigua a un parque nacional. Todos los sectores sociales en sus diferentes tipologías habitacionales coincidieron en este aspecto, que se asoció al imaginario de ciudad del paisaje bello. Cuando estuvo permitido las salidas recreativas más allá de los barrios, vecinos de todos los barrios indagados señalaron que acudieron a los lugares del entorno de la ciudad para disfrutar de los paisajes andinos patagónicos, incrementando su uso en relación a sus circuitos recreativos previos a la pandemia. Observamos que en los vecindarios de ingresos medios y altos esto se relató como parte de una serie de costumbres y prácticas usuales, mientras que en algunas entrevistas de los barrios Nahuel Hue y Frutillar (de menores ingresos), se destacó como novedad el comenzar a llevar adelante esas actividades (en particular, las de montaña).

En relación a los vecindarios, los sectores medios disfrutaron de sus espacios cercanos e incorporaron de mayor manera el uso de bicicletas, tanto con fines recreativos como de transporte. En Arelauquen desarrollaron dentro del predio deportes invernales como el esquí de travesía o paseos en sus bosques, mientras se cerraron los parques nacionales o se prohibía acercarse a las playas. Los barrios del Alto valorizaron la solidaridad vecinal en cuanto ayuda para cubrir las necesidades en la pandemia. Si bien todos los entrevistados manifestaron una visión positiva de la ciudad para soportar el contexto de “encierro” por sus lugares de paisajes naturales, los sectores populares enfatizaban las dificultades para acceder al trabajo. De esta forma, vemos que se vivenció de modo desigual la ciudad, aun cuando se compartieran imaginarios geográficos positivos de Bariloche.

Esa desigualdad también se expresó de forma muy evidente entre quienes contaban con automóvil y quienes debían trasladarse por medios de transporte público. Esta división ya era marcada antes de la pandemia por la mala calidad del servicio de colectivos, pero se agudizó por las decisiones gubernamentales de bajar la frecuencia, restringir horarios y quienes podían utilizarlo. Esto obligó a generar dos estrategias: Por un lado, compartir el automóvil, utilizar bicicletas, caminar largas distancias. Por el otro, evitar el transporte público por considerarlos focos de contagio y poco práctico dado que su calidad había empeorado. El imaginario urbano de una ciudad con dificultades para moverse por las distancias y por las fallas en la movilidad se reforzó con la pandemia. Por otro lado, los controles laxos por parte de las autoridades en la circulación hicieron a sus habitantes vivirlo de forma muy diferente a que sucedió en las áreas metropolitanas de Argentina, donde las fronteras internas fueron un gran obstáculo para circular dentro de las urbes. Los imaginarios que se visibilizaron en la pandemia se construyeron sobre los preexistentes y en contraste -o no- con ellos, pero siempre tomándolos como referencia. También adoptaron un marco comparativo con lo que sucedía en otros lugares de la Argentina, especialmente el Área Metropolitana de Buenos aires, de donde provenían la mayor parte de las noticias de los medios de comunicación nacionales y de donde son originarios algunos de los entrevistados. En ese sentido, resaltaban las bondades de vivir en esa ciudad patagónica, aunque siempre advertían de las dificultades que surgían en el invierno, cuando la vida cotidiana podía ser adversa. Como ciudad intermedia el entorno al aire libre les resultaba accesible, pero dependía en gran medida de contar con un automóvil. Como ciudad de baja densidad se percibía que se morigeraba la condición de “encierro”, tal como vivían los que habitaban las grandes ciudades, en particular aquellos que habitaban en edificios de departamento. De este modo, encontramos que los vecinos actuaron y percibieron de múltiples formas las periferias sur y suroeste de Bariloche, no obstante, también tuvieron miradas comunes, que como dijimos se asociaba a su perfil turístico.

El análisis nos muestra, finalmente, que la pandemia modificó y también creó nuevas formas de la sociabilidad barrial. En todos los vecindarios los entrevistados nos hablaron sobre cambios en sus prácticas y relaciones con sus vecinos. Desde la creación de grupos de WhatsApp -asentados en redes preexistentes-, los arreglos para realizar compras comunitarias o a través de un mismo delivery hasta la organización para resolver la situación del transporte al centro de la ciudad o el apoyo al trabajo y emprendimientos de personas del barrio, se observaron en la pandemia dinámicas y búsquedas de soluciones intrabarriales ante el encierro.

Entendemos que durante la pandemia se reforzaron imaginarios urbana sobre la ciudad asociados al paisaje natural, tanto para los habitantes como para los turistas, así como se acrecentaron las distancias sociales y simbólicas entre algunos barrios. Por esta razón podemos decir, que encontramos imaginarios comunes sobre la ciudad en su conjunto, pero también múltiples formas de vivir las periferias y percibir los propios barrios. Los sentidos del juego que constituyen los habitus urbanos (Duhau y Giglia, 2004) de los habitantes de Bariloche entraron en tensión o se modificaron frente a estas transformaciones.

 

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Fuentes periodísticas

ANB Bariloche (24-03-2020) Así esta Bariloche durante la cuarentena obligatoria. https://www.anbariloche.com.ar/noticias/2020/03/24/73978-asi-esta-bariloche-en-medio-de-la-cuarentena-obligatoria

ANBariloche (06-04-2020) Notifoto: Cuarentena en Bariloche, postales de una ciudad desierta. Recuperado: https://www.anbariloche.com.ar/noticias/2020/04/06/74184-notifoto-cuarentena-en-bariloche-postales-de-una-ciudad-desierta

Bariloche 2000 (13-05-2020) Gennuso: pedimos al vecino que sea responsable. https://www.bariloche2000.com/noticias/leer/gennuso-pedimos-al-vecino-que-sea-responsable-en-sus-actos-/125854

Diario El País (05/01/2022). La paradoja argentina: la mejor temporada turística de la década convive con la mayor ola de covid. Diario El País. https://elpais.com/sociedad/2022-01-06/la-paradoja-argentina-la-mejor-temporada-turistica-de-la-decada-convive-con-la-mayor-ola-de-covid.html

 

 

 

 

 



[1] El Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, impuesto por Decreto del gobierno nacional argentino por primera vez el 20 de marzo del año 2020 estableció que “las personas deberán permanecer en sus residencias habituales (…) Deberán abstenerse de concurrir a sus lugares de trabajo y no podrán desplazarse por rutas, vías y espacios públicos, todo ello con el fin de prevenir la circulación y el contagio del virus COVID-19 y la consiguiente afectación a la salud pública y los demás derechos subjetivos derivados, tales como la vida y la integridad física de las personas” (Decreto 297/2020). Estableció además una serie de actividades que podían continua en funcionamiento con permisos especiales: principalmente todos aquellos que formaran parte del Sistema de salud, las fuerzas de seguridad y los funcionarios de altos rangos.

[2] El Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio se establece en junio del año 2020 para aplicar a aquellas zonas del país en las que no había circulación comunitaria del virus. Establecía una serie de medidas más laxas respecto de la circulación de las personas y la habilitación progresiva de distintas actividades económicas. El pasaje de las zonas y aglomerados urbanos del país de ASPO a DISPO se decidía considerando los indicadores epidemiológicos actualizados cada dos semanas (Decreto 520/2020).

[3] Las restricciones o habilitaciones de las actividades se fijaron de acuerdo al establecimiento de cinco fases en función de la situación epidemiológica.

[4] Los nombres de los entrevistados fueron modificados a fin de preservar su identidad.

[5] Este trabajo se enmarca en el proyecto “Flujos, fronteras y focos. La imaginación geográfica en seis periferias urbanas de la Argentina durante la pandemia y la pos pandemia del COVID19” dirigido por Ramiro Segura.  El nodo San Carlos de Bariloche estuvo a cargo de AUTORA1.

[6] Utilizamos el concepto de imaginarios geográficos para las representaciones sociales espaciales más amplias sobre las ciudades y territorios e imaginarios urbanos a similares percepciones y sentidos enmarcados en las ciudades y los espacios urbanos.

[7] Al año 2010 contaba con 112.887 habitantes. Esto representa una variación intercensal relativa de la población de un 45,3%.

[8] El programa nacional Previaje, dependiente del Ministerio de Turismo y Deportes, creado en el año 2020 como respuesta a la crisis que la pandemia del COVID – 19 generó en los sectores economicos ligados al turismo (Ministerio de Turismo de la Nación, 2023) reforzó esta tendencia. Desde su creación el programa ha tenido ya cinco ediciones.

 

[9] Cabe recordar que los destinos nacionales fueron más relevantes porque las restricciones para viajar al exterior los favorecían.

[10] Término coloquial que alude a trabajar.

[11] Termino coloquial que hace referencia al dinero.

[12] “Hacer dedo” es una expresión que refiere a la práctica de hacer autostop, que realizan personas que quieren trasladarse gratuitamente por vía terrestre (en auto, camión, etc.) haciendo gestos con la mano para indicarle a los que manejan que se encuentran requiriendo un viaje.

[13] En referencia a la plataforma de provisión de movilidad, que no se utiliza en la ciudad de Bariloche.

[14] Hipermercado localizado en la zona sur de la ciudad, más específicamente en aquella denominada “El Alto”, sobre la ruta nacional N° 40.

[15] Término utilizado para referirse a que una persona “se dio cuenta” de algo.

[16] Término utilizado para referirse a “quedar impresionado” por algo o alguien.