RESISTENCIAS SOBRE RUEDAS[1]. EXPERIENCIAS DE MUJERES Y DISIDENCIAS EN APPS DE REPARTO

P. Sebastián Cortez Oviedo

INVIHAB – IDH CONICET / Núcleo IA+SIC   -   FCEI   U-CHILE

pcortezoviedo@unc.edu.ar

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4697-2345

 

María Jesús Ibáñez Canelo

Núcleo IA+SIC   /   FCEI   U-CHILE

maria.ibanez@u.uchile.cl

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8279-542X

 

 

DOI: https://doi.org/10.59047/2469.0724.v9.n10.40582

 

 

Resumen

La economía de plataformas ha crecido exponencialmente durante los últimos años catalizada por la pandemia global de covid-19. Este artículo presenta preliminares de un estudio exploratorio acerca del trabajo de reparto en Santiago de Chile y Córdoba (Arg.). Parte del supuesto que la consolidación de las plataformas digitales promueve formas emergentes de interacción social en el espacio público urbano, transformando modos y corporalidades del trabajo. Interesa caracterizar las experiencias móviles, afectivas, encarnadas y transmediáticas de mujeres y disidencias sexo-genéricas en labores de reparto por plataformas durante la pandemia, periodo 2020/2021. Las reflexiones se estructuran a través de un análisis interpretativo basado en el método del enfoque segmentado, cuyos resultados se organizan en tres dimensiones integrales: sociocultural, físico-espacial y simbólica.

Palabras clave: economía digital; espacio público; género; transformación digital.

 

 

Fecha recepción: 10 de dicembre de 2022

RESISTANCE ON WHEELS. EXPERIENCES OF WOMEN AND DISSIDENCES IN FOOD DELIVERY APPS

Lionel Brossi

Núcleo IA-SIC   /   FCEI   U-CHILE

lionel.brossi@uchile.cl

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5885-2028

 

Ana María Castillo

Núcleo IA+SIC   /   FCEI   U-CHILE

anacastillo@uchile.cl

ORCID:https://orcid.org/0000-0002-2632-2185

 

 

Abstract

The platform economy has experienced exponential growth in recent years, particularly accelerated by the global COVID-19 pandemic. This article presents the preliminary findings of an exploratory study on the delivery work in Santiago de Chile and Córdoba, Argentina. The study is grounded on the assumption that the proliferation of digital platforms fosters new forms of social interaction in public spaces, thereby transforming work modalities and embodied experiences. Our research aims to characterize the mobile, affective, embodied, and transmedia experiences of women and dissidents engaged in delivery work through digital platforms during the pandemic, specifically focusing on the period between 2020 and 2021. We employ an interpretative analysis framework using the segmented approach method, which enables us to organize our findings into three comprehensive dimensions: sociocultural, physical-spatial, and symbolic

Keywords: digital economy; public space; gender; digital transformation.

 

Fecha aceptación: 1 de marzo de 2023

 


  1. Pandemia, confinamiento y repartos. Introducción al contexto del estudio

En los últimos años la Economía de Plataformas (EP) consolida su desarrollo y transformación de la vida cotidiana en un proceso acelerado por la pandemia covid-19. En un contexto de confinamientos intermitentes, el trabajo analiza las transformaciones sociolaborales de territorios y movilidad (Hoang et al., 2020) en la crisis coyuntural de la ciudad, la inmunidad y la seguridad (Jirón Martínez, 2020; Preciado, 2020; Butler, 2010; Lewis, 2014). El estudio se enfoca en las experiencias socioespaciales emergentes de la plataformización[2] (Ballón, 2009) durante la pandemia en Santiago de Chile y Córdoba, sin que esto represente un estudio comparativo[3].

Ambas ciudades se vieron afectadas por dinámicas de restricciones de circulación y sucesivos confinamientos que condujo a una destrucción del trabajo formal e informal que incrementaron la precariedad laboral y la pobreza (Véjar, 2020), siendo los más perjudicados jóvenes, mujeres y disidencias sexo-genéricas (Barrientos et al., 2020; OIT, 2020). En este contexto, se produce un aumento inédito del trabajo de delivery por plataformas, en Santiago mayoritariamente ejercido por trabajadores migrantes sudamericanos en condiciones de inestabilidad, inseguridad y desregulación laboral; en Córdoba, por jóvenes universitarios y trabajadores de servicio. Se destaca que en ambos contextos el trabajo de reparto se declara servicio estratégico, siendo de las pocas ofertas laborales disponibles durante los confinamientos.

La Economía de Plataformas (EP) refiere a empresas mediadoras entre la oferta y la demanda en ámbitos que van desde el transporte, pasando por la entrega de alimentos y los servicios personales, hasta la creación de contenido digital (Finquelievich, 2022). La función y característica principal de estos nuevos contingentes laborales es la conexión a través de plataformas digitales y una administración algorítmica de una fuerza de trabajo (plataformización), “supuestamente independientes con consumidores y proveedores para tareas puntuales que se completan virtualmente o en persona [...] bajo demanda” (Diana Menéndez, 2019, p. 6).

En relación al incremento de la EP, se proyecta que para 2025 un tercio de todas las transacciones laborales serán mediadas por plataformas digitales. En el contexto de postpandemia, la actividad en línea y la economía digital seguirá en alza en áreas para las cuales la pandemia ha actuado como catalizador, aunque a un menor ritmo (OECD, 2020, 2022). Dentro de los aspectos de mayor discusión sobre la EP está la transformación de las prácticas laborales existentes, especialmente en cuanto a (la ausencia de) los vínculos, figuras y condiciones laborales y la falta de regulación estatal para proteger derechos laborales; “la estructura invisible” que sostiene estas economías (Unzué y Chávez, 2019): fragmentación, informalización, dispersión, internacionalización, entre otras (De Stefano, 2015; Diana Menéndez, 2019; Graham y Woodcock, 2018). Como advierten los estudios recientes, estas características configuran contextos de vulnerabilidad y precariedad para quienes encarnan la principal fuerza de trabajo de la EP (Hidalgo, 2020; Valencia, Hidalgo y Parmenio, 2020), contrastando con la imagen que estas aplicaciones presentan públicamente; identificado como “el espectáculo de innovación para ocultar al trabajador" (Scholz, 2015).

Es clave aclarar que aún son limitados los estudios que buscan comprender las relaciones sociales y laborales establecidas por la EP (Veen et al., 2019); aún menos aquellos que reconocen y abordan las vivencias y problemáticas de mujeres y disidencias sexo-genéricas. Una excepción es el trabajo de Kruskaya Hidalgo “Habitando las economías de plataforma. El ser mujer repartidora en Uber Eats y Glovo en Quito” (2020), y la iniciativa “Las plataformas no me cuidan, me cuidan mis compañeras” de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS) (2020). Las experiencias y problemáticas de las mujeres y cuerpos disidentes resultan ser las zonas opacas de las mismas zonas grises de estas transformaciones. Por tanto, el estudio se enfoca en esta creciente economía digital desde las experiencias móviles, afectivas, encarnadas y transmediáticas de quienes se reconocen mujeres y disidencias en labores de reparto por plataformas.

 

1.1 Problema y metodología

Se problematiza la EP desde las plataformas de delivery como promotoras de emergentes sociales y nuevas arquitecturas socioproductivas de pandemia en estas ciudades. Interesa observar los procesos vinculados a las experiencias de mujeres y disidencias en el espacio público urbano desde el supuesto que la consolidación de plataformas digitales en la EP promueve cambios socioespaciales que transforman formas, usos y corporalidades del trabajo. El objetivo principal es analizar y caracterizar dinámicas socioespaciales de mujeres y disidencias sexo-genéricas (en adelante “las y les deliverys[4]) y sus emergentes asociados con la plataformización de reparto en el periodo 2020-2021. ¿Qué experiencias y trayectorias encarnadas con tecnologías y plataformas digitales existen asociadas a la vida laboral y los algoritmos? ¿Qué se conoce de quienes se reconocen mujeres y disidencias en este proceso? ¿Cómo y qué se mueve virtual, afectiva y comunicativamente con y a través de ellas? ¿De qué maneras se transforman los modos y corporalidades socioproductivas?

La investigación es exploratoria con enfoque transdisciplinar, recoge aportes de carácter cualitativo de los estudios culturales, de género y del urbanismo. Plantea una breve netnografía[5]  cuyo trabajo de campo se desarrolla entre 2020 y 2021 y su estudio es entendido desde sus inicios como un continuum entre lo online y offline, fusionados y simultáneos[6] (Palenzuela, 2017). Las observaciones se ensamblan por la técnica del campo en red, entre interlocutores y observadores que contempla: la etnografía virtual de diagnóstico desde dispositivos móviles (grupos de Facebook y WhatsApp); la implementación de grupos de conversación online dirigida a informantes clave; y la participación directa en grupos de WhatsApp y sucesivos grupos focales; y la observación y participación directa de sus trayectorias de reparto (Guber, 2014), restricción mediante por pandemia.

Se reconocieron así experiencias y prácticas de interlocutores que expresaron un internet situado en su vida cotidiana como deliverys en la ciudad (Pink y Horst, 2019). Siguiendo la etnografía celular de Gómez Cruz (2018), se registraron fenómenos a través de estos artefactos, como instrumentos teóricos-metodológicos que proporciona la noción “celular”. En esta relación, personas y artefactos digitales son caracterizados como actantes digitales, sujetos humanos y no-humanos en la interconstrucción y transformación del habitar y sus narrativas transmediáticas en el espacio. El estudio prescinde de la distinción entre lo online y offline, donde se abordaron su ambivalencias, extensiones y posibilidades (Gómez Cruz, 2018; Floridi, 2015), evidenciado en las imbricaciones entre cuerpo y tecnologías de estos embodiments emergentes. Finalmente, las miradas y reflexividades se estructuraron y analizaron por el método del abordaje segmentado (Cortez Oviedo, 2020) integrado por tres dimensiones: sociocultural, físico-espacial y simbólica.

Respecto a la definición del sujeto etnográfico, se buscó reconocer experiencias, vivencias y derivas de mujeres y disidencias sexo-genéricas (rango etario 22-41 años) asociadas al proceso de plataformización del trabajo de reparto (Pedidos Ya, Uber Eats, Rappi, Justo, Cornershop), sus prolongaciones e intercambios en el espacio público urbano de Santiago y Córdoba, y sus interacciones en grupos de Facebook y WhatsApp. Interesa profundizar en la asociación fluida entre el mundo de las Apps y los emprendimientos emergentes del trabajo de reparto, caracterizados aquí como nuevas arquitecturas socioproductivas que posibilitan resistencias. A continuación, se sintetiza y articula en la tabla 1 el proceso metodológico de la investigación:

           Proceso metodológico – Investigación exploratoria transdisciplinar

Meses

                   Estructuración de la investigación / Estudios bibliográficos y de antecedentes

2

Enfoque

etnográfico – Trabajo

campo

Netnografía (redes sociales: Facebook, WhatsApp, Instagram)

 

 

 

3

 

 

 

 

 

 

 

 

 

8

Técnicas

Actividades

Resultados

-    Participación observante. (Guber, 2014).

-    Participación directa.

- Análisis cualitativo de datos por Atlas TI.

- Sondeos de opinión.

- Sistematización de eventos y procesos.

- Técnica del campo en red.

-  Etnografía celular.

 

-    Identificación de redes sociales asociadas al problema (Repartidores Pedidos Ya, Rappi CBA, Uber Eats Vzla & CHI, Repartidores de Uber Eats, Pedidos Ya y Rappi Chile)

-    Participación en grupos de WhatsApp y grupos de Facebook de repartidores.

-    Seguimiento de posteos y comentarios.

-   Análisis de capturas de pantalla. Redes y grupos.

-   Encuestas estructuradas vía formularios.

Se observó dinámicas de segregación y violencia dentro de la comunidad de repartidores en ambas ciudades. Se identifican dos problemáticas: discriminación de mujeres migrantes en Santiago, y violencias hacia disidencias sexo-genéricas en Córdoba.

Readecuación de la observación y del problema

 

    

1

Precisión del sujeto etnográfico: Juventudes - mujeres migrantes en Santiago y disidencias sexo-genéricas en Córdoba.

Identificación de informantes clave en Santiago de Chile

Identificación de informantes clave en Córdoba

Inicio de grupos de conversación con informantes clave (se mantienen hasta el final de la investigación vía WhatsApp)

Grupos focales (vía Google Meet)

 

 

2

1

Santiago de Chile

5 partic.

 

Rango etario 22 a 41 años

5 mujeres migrantes

Se reconocieron categorías nativas, problemáticas emergentes y experiencias de vida y emergentes productivos de las y les interlocutores.

2

Córdoba

6 partic.

4 no-binaries, 2 hombres cis

3

Santiago de Chile

5 partic.

3 hombres cis y 2 mujeres migrantes

4

Córdoba

6 partic.

4 mujeres, 1 hombre cis, 1 no-binarie

 Observación participante (Guber, 2014)

 

2

-    Participación directa.

-    Técnica del sombreo.

Actividad: acompañamiento semanal diurno y nocturno a las y les interlocutores en reparto.

Desde la corporalidad del campo se verifican las reflexividades de la netnografía y los G. focales.

            Construcción del dato / análisis de campo - Método del abordaje segmentado (Cortez Oviedo, 2020)

 

 

 

 

 

2

 

Enfoque

segmentado

Segmentación del registro de campo a partir de 4 aspectos: urbano, soma-tecnológico, agencia e imaginarios sociopolíticos

 

Segmentación de tipologías con relación a los estudios sobre juventudes

Deleuze y Guattari (2002)

Horizontal

Circular

Lineal

Taguenca Belmonte (2009)

Conducta

Espacio

Metadestino

Par dialéctico

Sumisión-Rebeldía

Abierto-Cerrado

Libre-Fijado

Adaptación al trabajo

Lo identitario

Lo relacional

Lo simbólico

 

 

Aporte al trabajo

Expresa el entramado de interconstrucciones subjetivas de resistencia social entendidas como dialécticas de poder. Plantea relaciones comunes y colectivas, articuladas y superpuestas.

Visibiliza “lo relacional” en la calle, como espacio natural de desarrollo y visibilidad de los intercambios socioprod. y simbólicos que expresan “el espectáculo de innovación para ocultar al trabajador”.

Reconoce discursos y ritos que agencian pertenencias y expulsiones. Caracteriza la relación social y estética de la mirada y la visibilidad política.

Dimensión de análisis predom.

Sociocultural

Física-espacial

Simbólica

           Identificación, análisis y caracterización de procesos y transformaciones sociolaborales en Santiago y Córdoba

 

Tabla 1. Síntesis metodológica. Articulación de procesos, técnicas y actividades. Fuente: Elaboración propia (2023).

 

  1. Calles, cuerpos-máquinas y emergentes socioproductivos. Notas de campo.

El registro se estructura por cuatro aspectos: urbano, soma-tecnológico[7], agencia e imaginarios sociopolíticos, que logran caracterizar con cierta homogeneidad procesos culturales y prácticas sociales diversas de las y les deliverys. Miradas que se caracterizan por desarrollar una primera aproximación al fenómeno de la EP y sus Apps en Santiago y Córdoba. 

Lo urbano refiere al espacio público, sus entornos ciberfísicos, espaciales, culturales, simbólicos y políticos. Comprende la ciudad como hibridación constante (Sennett, 2019) capaz de reproducir condiciones para el espacio social (Lefebvre, 2013), en cuyos ámbitos de intercambios se expresan transformaciones de la ciudadanía, la socialización y la visibilidad (Segovia y Oviedo, 2002; Jirón, 2016; Muxí, 2018). Lo soma-tecnológico remite a las experiencias que articulan y configuran física y discursivamente subjetividades encarnadas, en tanto corporalidades materiales complejas unidas por las técnicas y tecnologías que forman y transforman los cuerpos (Pugliese y Stryker, 2009; Haraway, 2014). El proceso de agencia caracteriza desde la perspectiva de habitus (planteada por Bourdieu) la interacción con los entornos ciberfísicos de la plataformización y la transformación digital, donde adquieren otra lectura y dimensión, asociada en este trabajo a la ontología del actante-rizoma (Latour, 2009). Finalmente, los imaginarios sociopolíticos interpretan lógicas socioculturales y tensiones de poder en las prácticas y dinámicas de presencia (Ahmed, 2019) y la representación (Hall, 2013); pone en juego la construcción de significado y posiciones sociales de mujeres y disidencias en el reparto de lo común y lo colectivo (Laval y Dardot, 2013); y construyen contextos hiperconectados de intercambios de imágenes (Castillo, 2015) que promueven un régimen escópico[8].

 

2.1       Ciudad en dos ruedas. Una mirada sobre lo urbano  

La plataformización urbana del espacio público asocia procesos y dimensiones múltiples que configuran un nuevo entorno: el ciberfísico, donde transcurren y se leen los intercambios socioespaciales de la Economía de Plataformas (EP). Se expresan en él la apropiación social y simbólica de la calle por parte de las y les deliverys, y se construyen proscenios tecnoculturales en lo urbano tanto de sus relaciones socioproductivas como de sus desigualdades y brechas.

La calle, lugar hostil para el cuerpo y el trabajo

Durante las entrevistas resulta evidente la problematización de la (in)seguridad de la calle. No solo relacionada      con la seguridad ciudadana, sino con los términos de la seguridad humana: como problema de integridad personal, física y emocional.

La calle es hostil y violenta (…) Igual otro punto a considerar es que a la gente le chupa un huevo el otro hoy en día. La calle es un lugar muy hostil y muchas veces sin tener ganas tenemos que salir igual porque las cuentas no se pagan solas (Mujer, Córdoba).

La experiencia de la calle es disímil: no será lo mismo pasear en ellas que trabajar allí. El campo expresa la experiencia situada de vivenciar la calle como un sujeto laboral condicionado por la bicicleta y una App. Las (in)seguridades de los cuerpos y las emociones de las y les deliverys se suman a las desigualdades de género preexistente tensionando su forma productiva, es decir, la calle, en estas condiciones, potencia las desigualdades. Zonas inseguras, robos y amedrentamientos, violaciones y muertes, marcan simbólicamente la (con)vivencia laboral de mujeres y disidencias en reparto.

Por mí sí hay una gran diferencia en el ser delivery mujer, porque soy tan miedosa de andar en la calle. En cambio, yo veo a los hombres que se meten ahí en medio de los autos y a mí me da miedo. O a veces se enfrentan al ladrón porque son entre hombres y yo no haría eso (Mujer migrante, Santiago).

Al principio cuando me conectaba en verano me parecía que era un trabajo medio de riesgo. Por un lado, los autos y por otro, tormentas todo el tiempo. En muchos momentos estaba ‘ah voy a morir’. Y en la noche mucha inseguridad / que te toque un pedido en un lugar que vos dices ‘uf’. Entonces sí, para mí es un trabajo de riesgo.  (Disidencia no binaria, Córdoba)

El temor al robo y la pérdida de la bicicleta (o motocicleta) junto a la agresión física, condiciona fuertemente la experiencia urbana de repartidores, tanto en términos de movilidad y desplazamientos en la ciudad como en límites laborales. La distancia es un factor importante a la hora de ejercer este oficio. Residir alejado de las ‘zonas de logueo’ y ‘zonas calientes’ implica una forma de segregación y un riesgo extra en la circulación.

Yo no vivo cerca del centro, donde se trabaja, entonces además tengo que hacer 5 kilómetros a mi casa. Y era de noche, porque cuando más se mueve es de las ocho a 00:30 o 01:00 am. Entonces para hacer más plata me tenía que quedar hasta más tarde y después para volver, con toda la plata (...) Para mí era mucha ansiedad / mucho estrés. Era todo el tiempo, ‘me van a robar, me van a chocar/ no voy a llegar’”. (Disidencia no binaria, Córdoba)

La calle como lugar literal de trabajo configura el espacio de permanencia y ambiente laboral predominantemente masculino. Entre los trabajos que allí se desarrollan, pocos se ven tan condicionados como este rubro, siendo evidente en la reducida cantidad de mujeres y disidencias dedicadas al trabajo de reparto. La calle como entorno físico y social visibiliza desigualdades: el temor constante, a veces interiorizado y asumido, y no por ello menos presente ni importante. La violencia e inseguridad de la calle se expresa en el acoso a mujeres y disidencias. Es en el espacio público urbano donde se ejercen las miradas patriarcales en torno a los cuerpos, expresión de una trama cultural que intenta revertirse, aunque presente en la cotidianidad laboral del reparto.

El hombre sigue creyendo que la mujer es el sexo débil y siente que tiene completo derecho, sigue creyendo que nosotras dependemos de su piropo para sentirnos lindas o dependemos de que ellos nos inviten a cenar. Y nosotras no salimos a eso, a que vos nos piropeas, sino que salimos a trabajar como lo estás haciendo vos. (Mujer, Córdoba)

La calle como lugar de trabajo tracciona también otras lógicas en su apropiación social. El trabajo on-demand configura nuevos requerimientos del espacio público que no han logrado ser subsanados a través de nuevos equipamientos e infraestructuras acordes, necesidades que siguen siendo invisibilizadas en Santiago y Córdoba.

Nosotros tenemos nuestra zona de logueo en Chacabuco y ahí nos juntamos, nos quedamos ahí hasta que salgan pedidos. Ahí pasamos mucho tiempo hasta que entran pedidos (…) en Chacabuco y San Lorenzo, hay unos banquitos por ahí. (Mujer, Córdoba)

Nuevos programas

Estas apropiaciones del espacio público urbano generan nuevos usos, otros requerimientos y programas urbano-laborales, espacios de intercambio, visibilidad y performatividad laboral. Los espacios de “los Rappi” y “los Peya” son reconocidos por la comunidad como espacios urbanos de pertenencia y visibilidad, y como tal, espacios en disputa. Representan la expresión física de una forma sociolaboral emergente, sin embargo, siguen sin ser reconocidos por los Estados como nuevos ámbitos laborales que requieren equipamientos que aporten condiciones mínimas de bienestar.

Las oficinas se van haciendo de a poco, siempre empieza con una o dos personas, un grupo de conocidos, amigos, unos vecinos, el grupo de extranjeros que llegaron juntos, y siempre son lugares donde hay muchos restaurantes o mucho flujo de tráfico. (...) Todo el mundo llega ahí a descansar, a esperar, pero eso se va formando de a poco. (Mujer migrante, Santiago)

Las llamadas “oficinas” y “bases” se expresan como el espacio comunitario dispuestos en torno a centralidades e intensidades de pedidos en sectores urbanos específicos (zonas rojas o calientes). Representan el espacio de lo público para estas comunidades, no exentos de disputas y segregaciones. En ellos surgen tanto charlas e incentivos laborales como intercambios de experiencias, o expresiones de expulsión de mujeres y disidencias afectadas por lógicas hegemónicas. Estos espacios, justamente simbólicos, son el lugar del “logueo social” y del “baneo[9]” entre repartidores. Encontrarse en ellos, compartir falencias y problemáticas no implica la pertenencia como colectivo, aunque sí de lo común. 

Los repartidores no tienen un espacio. Los repartidores van simplemente por la calle conectados (...) Claro, en ciertos puntos de la ciudad hay lugares con mayor concentración de restaurantes y las personas repartidoras se colocan ahí, pero como tal ese lugar no les corresponde a los repartidores. A veces colocas tu mochila en un banco o tu bicicleta y te dicen cosas como “eso no es para que pongas tus cosas” o “échate más allá”. Por eso yo siento que los repartidores no tienen un espacio, porque no lo tienen. (Mujer migrante, Santiago)

Antes por lo menos te dejaban entrar a los locales y usar el baño del local. Pero ahora eso es mucho más complicado (...) no existe algo que realmente le facilite al repartidor en temas de sus necesidades, como lavarse la cara, cambiarse de ropa, sentarse, beber agua e ir al baño. (Mujer migrante, Santiago).

El espacio público en Santiago y Córdoba alberga estas relaciones y disputas sociales en su dimensión sociocultural y simbólica, mientras que en su dimensión físico-espacial exhiben déficits de un espacio urbano no apto para este tipo y modo de trabajo, ya que no incorporan la infraestructura, el equipamiento y los servicios que requiere este tipo de trabajo.

 

2.2       Cuerpos tecnológicos.  El reparto y lo soma-tecnológico

En los relatos aparecen nuevas formas de subjetividad que expresan otra ciudad, otros ensamblajes y experiencias que pueden describirse como mito urbano de un cuerpo-máquina o cuerpo-prótesis, que emerge en este contexto sanitario. En tanto corporalidad-prótesis productiva, en su anclaje con la App, mujeres y disidencias se narran como un cuerpo de rendimiento, instalado en lógicas de consumo, exigido y metamorfoseado por una tecnología que amplía y potencia sus capacidades, alcances, experiencias y conocimientos: el GPS, el móvil, la bicicleta o bicimoto, los auriculares, la mochila de encomiendas, el logo de una marca en su vestimenta, los sonidos de la aplicación encendida, les bloquea y separa de otros cuerpos-prótesis en reparto, les monitorea y ranquea.

 

Ensambles de un cuerpo-prótesis en reparto

El ensamble del cuerpo-prótesis de mujeres y disidencias es descrito como la incorporación dinámica de estímulos y tecnologías en una ciudad en pandemia y en transformación. La experiencia de reparto conlleva un cuerpo atento a su batería, que necesita recargarse, enchufarse, encenderse/apagarse y (ojalá) “sonar” todo el tiempo, señal de un día productivo[10].  El ritmo de la jornada de las y les deliverys es el pulso de la inmediatez en sus cuerpos tecnologizados: una vibración, un grito robótico en el oído y/o la cuenta regresiva de una bomba, se vuelven estéticas sobre las cuales construyen cotidianeidad y aprendizajes.

Al principio cuando vas con audífonos es un poco insoportable que de pronto vas escuchando una música y suena “Yiiiiiijaaaa” que es como suena Rappi. Y como que te duelen los oídos. Esa aplicación es muy escandalosa. Otro escandaloso es el de Pedidos ya, que hace igual que cuando va a explotar una bomba, va aumentando más y más fuerte porque se te puede acabar el pedido, hasta que llegas a sentir que se te va a romper el celular (Mujer migrante, Santiago)

Mujeres y disidencias relatan haber llegado a este trabajo por la precarización de la pandemia, a modo de improvisación de una salida económica. En el caso de Santiago esto se configura desde una población mayoritariamente migrante, lo que marca sus ensambles con la ciudad, las TIC y los transportes.

Mi experiencia de inicio fue súper mala. Me confundía con las direcciones porque no sabía, no me ubicaba en Santiago. (...) Me perdía, llegaba tarde con los pedidos, me caía de la bicicleta, de hecho, un día me chocó un carro. Fue horrible (...) Pero yo dije, na, tengo que seguir adelante con esto porque veía que sí valía la pena, porque me hacía mi plata y llegaba a mi casa con algo. Porque fue difícil la situación que se vivió con la pandemia, sin trabajo. (Mujer migrante, Santiago)

Por mi parte venía de estar sin laburo mucho tiempo y necesitaba para subsistir, para moverme, para comer. Y me prestaron una cuenta de Pedidos ya y me salvó. No tenía estado físico para nada, pero laburaba los días que me quedaban fuerzas y hacía 500 pesos, que para mí significaban. Me rescató. (Disidencia no binaria, Córdoba)

En Santiago y en Córdoba los aprendizajes de este emergente socioproductivo son descritos como experiencias improvisadas de competencias. Volverse un cuerpo-prótesis ligado al consumo, en el caso de mujeres migrantes (Santiago) y disidencias (Córdoba), está marcado por la necesidad de conformar comunidades que resuelvan el “cada quien se las arregla como puede”. 

Al principio no tenía bicicleta, no tenía nada y de a poco empecé. Por lo menos para mí no fue nada fácil. En ese trayecto conocí muy buenas personas que me ayudaron hasta el día de hoy que tenemos una amistad muy bonita. (...) Me volvieron a escribir del restaurante para que volviera y no volví, me compré una bicicleta nueva, me compré otro bolso y aquí estoy.  (Mujer migrante, Santiago)

Aun cuando contar con un GPS es crucial, deben sortear el hecho de ser una figura que no tiene lugar dentro de esta tecnología ni en el espacio de lo público. La mayoría utiliza bicicletas, que a falta de ciclovías no cuentan con rutas dentro de las App para llegar a su destino, configurando un híbrido entre peatón y automóvil. Frente a una ciudad descrita como hostil y violenta, la mayoría opta por la ruta de peatones e improvisar.

La otra aplicación que utilizo para repartir es el Google Maps y es importantísimo, es lo que utilizo para llegar al destino. (...) Cuando comencé usaba el GPS de Uber y me daba cuenta que me hacía meter en túneles como si fuera un auto o una moto, entonces dije ‘no, esta cuestión está loca, cómo cree que me voy a meter por ahí’. (Mujer migrante, Santiago).

Esta creatividad e improvisación surgida por la necesidad del cuidado de sus vidas aparece mayormente frente a los cambios que experimenta la ciudad en ciertos horarios, particularmente de noche y en zonas consideradas peligrosas, donde mujeres y disidencias deben aprender a ‘hackear’ o manipular la lógica de la App.

La aplicación te va alejando cada vez más de donde empezaste. Lo que hacíamos muchos es que como no me quería alejar y meterme más y más a los barrios, por una cuestión de seguridad, me desconectaba y me volvía al centro y ahí me volvía a habilitar. Y perdés mucho tiempo por hacer eso. (Disidencia no binaria, Córdoba)

Te toman como una máquina

El cuerpo-prótesis de mujeres y disidencias en reparto acusa un cansancio y sobre-exigencia que impide asimilar un futuro. Se trata de un cuerpo que habita un presente radical propio de la hiperconexión materializada en la iluminación de una pantalla conectada ante sus ojos.

Recuerdo llegar a la casa y los muslos me hacían unos calambres / yo decía ‘no puedo’. Duré dos meses y me dije, ‘tengo que comprar una motito’, porque esto en las rodillas, no // Yo a los 40 años ya no iba a servir para nada. (Mujer migrante, Santiago)

No me veo trabajando toda la vida de delivery porque también tiene sus complicaciones estar arriba de la moto tantas horas (...) Va muy en contra de nuestros cuerpos el hecho de que las calles están reventadas y todo eso te complica. (Mujer, Córdoba)

En este cuerpo-prótesis generizado mujer y mujer-migrante, o tensionado desde el género en tanto disidencias, se encarnan subjetividades con historias y condiciones comunes de precarización que las y les deliverys denuncian que se pierden en la deshumanización, al ser “tomadas como máquinas” que “no pueden estar descompuestas”. Sus necesidades, afectos e incluso sus presencias no encuentran lugar, o incomodan desde su situación de frontera ante lo humano/máquina en un contexto de consumo. Este habitar de frontera es percibido desde una desposesión de su propia humanidad, reemplazada por una posición de eslabón transaccional de dinero, tiempo y materiales, donde sus experiencias no caben.

Tenés ranking, y si a vos te pasa algo, se te pincha la bici o lo que sea, te perjudica y te baja el nivel. Te toman como una máquina, sinceramente. No puedes cometer un error, si lo haces, chau. (Mujer, Córdoba)

Si pinchás una rueda o tenés que hacer algo de urgencia o te chocaron o cualquier cosa que implica pausas te afecta en el ranking (...) No podés estar descompuesta porque pasás a cobrar menos o a afectar tu trabajo. (Mujer, Córdoba)

Sería bueno que las aplicaciones tuvieran en consideración las opiniones de los repartidores para mejorar esas cosas, porque uno es humano y también tiene necesidades (Mujer migrante, Santiago).

 

2.3      Nombres y lógicas. La agencia como soporte

Desde el sentido y perspectiva del habitus, lo soma-tecnológico se expresa como un proceso de agencia. El campo manifiesta lo laboral como una condición estética: la experiencia y posición social de lo común y lo colectivo. Las violencias percibidas y ejercidas hacia las y les deliverys en la plataformización de la calle encarna una relación cuerpo-máquina cuya reflexividades individuales y colectivas por momento se invisibilizan.

Hacia lo común y lo colectivo

Los habitus emergentes devenidos de lo soma-tecnológico promueven nuevos espacios del intercambio social que sustentan el reconocimiento de lo común y lo colectivo, develando otras lógicas laborales.

Trabajo con un grupo feminista que me llena, no es lo mismo que trabajar con las aplicaciones. No estás atada a eso. (Disidencia no binaria, Córdoba)

Si hablamos de las aplicaciones estás totalmente atado a sus reglas, tienes horarios y puntajes. Es meritocrático, coincido. Pero si sos independiente es otra cosa, puede darte satisfacción. (Disidencia no binaria, Córdoba)

La cadetería es algo mucho más complejo que implica muchas más cosas. Es algo independiente, pudimos sumar a compañeras que se estaban quedando sin laburo (trabajo).  (Disidencia no binaria, Córdoba)

El trabajo de campo expresa un hábitus laboral emergente que caracteriza un proceso de (des)codificación entre lo común, lo colectivo y lo ajeno. Es un espacio social que sustenta nuevas vinculaciones socioproductivas donde surgen constantes (de)marcaciones que expresan situaciones de vulnerabilidad de mujeres y disidencias en la calle, la ciudad y el trabajo, junto al empoderamiento por construcciones identitarias emergentes.

Lo llamaría cadetería o mensajería, un trabajo (…) En el ámbito independiente está más instalado como servicio de cadetería. Pero si trabajás con aplicación le llamas delivery. (Disidencia no binaria, Córdoba)

En cadetería independiente si entra mucho en juego Facebook y la territorialización. Hay dos grupos en Facebook está Barrio Cofico que no son muy amistosos, y está Cofique que es donde estoy trabajando. Le pusimos así porque en el otro grupo re gorilas (alude a un sesgo ideológico de derecha en Argentina) no les gustaba que usáramos el lenguaje inclusivo y le pusimos así. Yo me manejo con las personas de Cofique y de ahí cree todas mis redes. (Disidencia no binaria, Córdoba)

De barrio CO.FI.CO. a la red Cofique[11]

La dialéctica de agencia entre cuerpos-máquinas y discursos se articula por formas transmediáticas a partir de plataformas y redes sociales. Grupos de la red social Facebook, WhatsApp y cuentas de Instagram dan soporte a la construcción y manifestación de un hábitus emergente, complementando redes de socialización en la calle y en lo digital. Las redes se transforman así en la calle intangible. En ellas se configuran varios de los intercambios que se expresarán en la dimensión físico-espacial de la ciudad, en la empatía y hostilidad hacia mujeres y disidencias. También son el lugar de la solidaridad, del intercambio entre pares, del pensamiento y la visibilidad política, dialécticas que se expresan particularmente en el contexto de Córdoba por la red social Feministas Trabajando y Cofique.

Estoy en un grupo de Facebook donde hay una bolsa de trabajo feminista, ahí es donde empecé haciendo reparto en bici y creo que esas conexiones, las redes sociales y las necesidades de las personas las podemos satisfacer de esa manera, gracias a las tecnologías. Hay mucha gente que no habría conocido si no fuera por las redes sociales. (Mujer, Córdoba)

Yo para trabajar puse un flyer al principio de la pandemia, lo subí a mis redes Instagram y Facebook en diferentes grupos, incluso en marketplace, grupos de WhatsApp de amigues. Sí, lo uso mucho, habito harto lo que es Instagram. Y la mayoría de mis trabajos han salido de Facebook. (Mujer, Santiago)

Esta dialéctica es resultado directo de las dinámicas laborales de la plataformización laboral de reparto. Expresa un proceso de agencia y de relación entre discursos, visibilidades y tecnologías donde se desarticularía lo soma-tecnológico opresivo. Surge así una nueva relación actante, entre sujetos humanos y no-humanos, entre mujeres, disidencias, discursos y tecnologías. Un nuevo hábitus que construye sentidos productivos y colectivos. Dimensión simbólica del trabajo y las tecnologías que, como dialéctica actante, imprimen sentidos de pertenencia, visibilidad e interconstrucción política que se expresa en el espacio público urbano.

Activé las redes en el grupo Feministas Trabajando y Cofique (…) Partí individualmente y con la última medida que se decretó el cierre de los bares, Peter y Tisa, dos chicos trans, se quedaron sin trabajo y dije, ‘bueno a mí me alcanza y tengo para compartir’ así que los invité y tenía intenciones de que creciera la mensajería diversa. Todo esto orientado a las diversidades y las redes feministas. (...) No volvería a la relación de dependencia después de esto. 100% de la ganancia nos queda a cada uno, cada uno hace sus viajes y cada uno hace sus emprendimientos amigos. (Disidencia no binaria, Córdoba)

Feministas Trabajando son varios grupos que derivan del mismo que funcionan como una bolsa de trabajo. Se dividen por rubros, son como grupos satélites. Y entre nosotros tenemos un grupo de WhatsApp de repartidores, donde nos mandamos pedidos en caso de que yo no puedo lo mando ahí (...) Entonces te manejás con cierta seguridad, podés planear, te escriben con anticipación entonces te podés fijar en el mapa, cotizás y te fijás donde podés ir (Disidencia no binaria, Córdoba)

Así, el nuevo hábitus laboral-sociocultural se expresa vinculando personas y artefactos, y contribuyendo al sentido simbólico y político de nuevas arquitecturas socioproductivas. Prácticas sociolaborales emergentes que representan y conducen otros sentidos estéticos y políticos del mundo de reparto, y que signan la apropiación disidente de la calle como espacio de lo común y lo colectivo en un proceso de resistencia.

 

2.4       La marca, el virus y la cadete soy yo. Imaginarios sociales y políticos

Las experiencias de reparto dan cuenta de una movilidad, en tanto transacciones, transporte, envíos y recepciones, que va más allá de la circulación de objetos y cuerpos por la ciudad. Implica un flujo de datos, dinero, afectos, relaciones y narrativas que configuran sus experiencias de trabajo y sus propias presencias en tanto cuerpos-prótesis.

Sujetos de sospecha

En los relatos aparece de forma reiterada la auto-percepción de sujeto de sospecha, son las personas con las cuales entablan relaciones en su cotidianeidad laboral quienes les hacen sentir así. La sospecha se torna compleja pues no responde a una única dimensión o a un sólo factor desde el cual las y les deliverys comprendan o den lectura a las actitudes y expresiones de las personas. Dependiendo del contexto será la relación dinámica y compleja del género, la sexualidad, la migración y la clase con los discursos del virus covid-19 lo que invoque la presencia del “sujeto repartidor” que precede a su propia presencia encarnada, la que se experimentará como sujeta/e de alteración, incomodidad, sorpresa, rechazo y (des)ubicación en sus encuentros y trayectorias de trabajo.

Te miran despectivamente. Una vez iba cruzando la calle con mi bicicleta al lado y pasa una señora y me dice ‘ay, ándate más allá’, para ella poder cruzar / Era como que yo tenía algo. (Mujer migrante, Santiago)

En Santiago, las mujeres migrantes describen interacciones cotidianas ligadas a sentimientos y sensaciones de molestia y desagrado a partir de una asociación del ser “repartidor” con la criminalidad, la precariedad, la contaminación y la enfermedad en tiempos de pandemia. Ellas asocian esa experiencia con la estética y estructuras del trabajo de reparto, que en esta ciudad se entrama con una fuerza de trabajo mayoritariamente migrante. Muchas mencionan la migración como parte de las características que en su relación con otros se vuelven marcas significativas. Son instancias breves, pasajeras y reiteradas donde algo de su imagen activa una cadena de significados que coinciden en describir como una fantasía en la que se vuelven una amenaza o pierden “valor”.

Hay muchas personas en el sector de arriba que te miran, así como ‘ay, delivery, qué pobre’ o ‘pobre muchacha’ o ‘ay es extranjero, por qué no un chileno’ (...) Al extranjero como que te miran, así como raro. (Mujer migrante, Santiago)

Mi jefa una vez dijo ‘mi cuñada compró una hamburguesa, se la llevó un delivery y al día siguiente tuvo Covid’ // Y yo le digo que el del delivery imposible porque el del restaurante entrega la comida empaquetada y lo que uno hace es recogerla, meterla en el bolso, llevarla y entregarla al conserje (Mujer migrante, Santiago).

Esto contrasta con la significación de la presencia que realizan algunas repartidoras, en tanto discursos de meritocracia y posicionamiento de la marca comercial. La buena presencia es considerada por algunas como algo clave para una buena calificación y propina. Así, cuando hablan de “la buena presencia”, lo hacen lejanas a sus historias personales y más próximas al lugar de la compañía, en tanto imagen de la empresa circulando por la ciudad.

Nuestras labores de repartidores son, primero, comenzar con una buena presencia. (Mujer migrante, Santiago).

A nosotros nos califican por el trato en sí, ‘hola, buenas tardes’ ‘buen provecho, que esté bien’. Una sonrisa, deja buena propina. (Mujer migrante, Santiago)

Masculinización de los espacios onlife [12]

En Córdoba, por otro lado, los relatos del cuerpo-prótesis de las y les deliverys, en el lugar y experiencia de ser sujetos de sospecha, guarda relación con otro fenómeno: la masculinización de los espacios de encuentros y trayectorias. Se describen experiencias de sexismo, homofobia, acoso virtual y callejero, entre otras violencias, que guardarían relación con una mirada masculina que configura estos espacios y sus presencias.

La mayoría de esos grupos los integran hombres. Y se dan mucho las experiencias de acoso. Por eso yo no estoy en esos grupos porque es bastante molesto. Estaba en un grupo grande donde había muchos cadetes y había una chica que obviamente se vestía como se le cantaba y a ellos les llamaba la atención. Se empezaron a mandar fotos de esta chica en calzas. Y bueno, yo me enojé // y enojarme en un grupo que estaba integrado el 90% por hombres // se fueron todos contra mí / ‘es que vos sos una histérica’. Ahí dejé de formar parte de los grupos. También pasa que sacan tu número y te mandan mensajes por privado / bastante molesto. (Mujer, Córdoba)

Mi novio empezó a la par mía a recolectar muestras y lo contrataron a él porque él es hombre / fue una cuestión de eso, de que yo era mujer / no se ve mucho a las mujeres en la cadetería, no es común. Por ejemplo, él se quebró el mes pasado y (...) Durante un mes y medio lo estuve reemplazando y a la veterinaria que iba era como una sorpresa que llegara una mujer, o no me consideraban que era la cadete o por ahí me decían “¿esa moto es tuya?” no podían creer que yo anduviera en moto. (Mujer, Córdoba)

Dicha mirada hace que los cuerpos-prótesis femeninos no pudiesen entrar por completo a los espacios de repartidores hegemónicos, como redes sociales o “las oficinas”, quedan fragmentadas entre las posiciones de “repartidor” y “mujer”. Ante lo segundo, surgen prácticas que niegan o dificultan su posición y trabajo de repartidoras: sexualizadas o maternizadas, son puestas en falta para el trabajo de reparto. En Córdoba, la proyección de la maternidad en estos cuerpos “ser mujer” queda anclado a un “ser madre”, que se castiga en tanto factor de riesgo pues implica otras necesidades que el trabajo de reparto no considera. En Santiago, las experiencias de maternidades que como tal no toman lugar en los espacios comunes de repartidores, y por tanto tampoco sus necesidades y problemáticas.

En ambas ciudades, las redes sociales WhatsApp y Facebook son descritas en general como espacios relevantes de encuentro social y laboral. Sin embargo, no son percibidos ni experimentados de igual forma por mujeres y disidencias, quienes reconocen una presencia escasa o nula; en el caso de disidencias, un espacio no abierto a reconocerles o hacerles presente en tanto disidencias, en cuanto a un lenguaje inclusivo, como la experiencia Cofique.

Ahora sí, lo común y lo colectivo

La falta de reconocimiento o posibilidad de hacerse presente desde sus posiciones políticas y sociales que desean, guarda relación con cómo lo común y lo colectivo (en tanto repartidores) promueve otras estructuras socioproductivas que en el caso de mujeres y disidencias en Santiago y Córdoba han implicado un “afuera” de las aplicaciones de reparto. Al no verse incluidas/es, las y les deliverys deciden organizar sus propios espacios que activan políticas y dinámicas de trabajo en las que se sienten más afines diferenciándose de las lógicas hegemónicas de las Apps.        

Existe un grupo que se llama Feministas trabajando donde no se aceptan varones cis, hay normas de convivencia, se preguntan los pronombres. Entre eso y Cofique, que es el grupo feministas de mi barrio. Son gente amena y te da propina. Si publicás en otros grupos el ambiente es mucho más hostil, no sabes si es una estafa, pero aquí yo me atrevo a que me van a pagar y saber que sus clientes también son de la grupa. Me gusta manejarme en ese ambiente y pretendo seguir. (Disidencia no binaria, Córdoba)

En Santiago, no ocurre de igual forma con las mujeres migrantes, quizás por no aparecer el género como una posición o situación desde la cual signifiquen sus experiencias de reparto. Aquí es la migración y la experiencia de reparto en una “otra” ciudad lo que entronca lo común y lo colectivo.

Yo cuando empecé en esto yo era solita, saludaba y nada más. Pero ya después generé un grupo de amigos // Incluso uno de ellos tuvo problemas donde vivía y actualmente vive conmigo. Tengo amigas del delivery que van a mi casa, duermen ahí / cocinan // O sea prácticamente son extranjeros que no tienen familia aquí y bueno los acogemos porque yo también soy extranjera y entiendo por lo que ellos están pasando (Mujer migrante, Santiago)

 

3.          De resistencias, lugares y estéticas. La plataformización emergente como sentido

A partir de estas observaciones de campo se busca construir ahora un encuadre teórico que caracterice la relación socioespacial de las y les deliverys. Las cuatro dinámicas desarrolladas, si bien expresadas de manera segmentada, no deben comprenderse por separado, más bien expresan una simultaneidad transdimensional de un mismo fenómeno: la plataformización de la vida laboral en la ciudad.

El análisis de campo se articula por el método del abordaje segmentado (Cortez Oviedo, 2020) que integra y recupera aportes de la segmentación propuesta por Deleuze y Guattari (2002), desde las tipologías planteadas por Taguenca Belmonte (2009) sobre juventudes. Expone tres dimensiones de abordaje: sociocultural, físico-espacial y simbólica. Dimensiones ―en principio segmentadas― que integran la experiencia de las y les deliverys a partir de tres tipologías de análisis: lo identitario, lo relacional y lo simbólico, tipologías que se asocian a tres pares dialécticos que interpretan el problema: a)- Rebeldía-sumisión; b)- Abierto-cerrado; y c)- Libre-fijado.

La dimensión sociocultural del problema expresa un entramado de interconstrucciones subjetivas de resistencia social entendidas como dialéctica de poder, plantean relaciones comunes y colectivas, articuladas y superpuestas. Castro Orellana (2017) expresa que “la pregunta por el poder siempre va a implicar la pregunta por la resistencia. Si el poder es productivo, la resistencia es inventiva; si el poder se desplaza, la resistencia es móvil” (p. 49). Es posible así reconstruir trayectorias de resistencias al poder hegemónico (expresado por las Apps) por parte de las y les deliverys, quienes expresan una oposición a situaciones de violencia y segregación laboral, fundamentalmente un modo particular de ejercer la plataformización de reparto: la heteronormatividad del ambiente y sus códigos laborales donde no son incluidas/es.

Castro Orellana (2017) argumenta que estas resistencias pueden ser interpretadas como una relación de identidad, en tanto construcción especular que (de)marca y (re)configura una otredad no siempre racionalizada. Desde el planteamiento de Leonor Arfuch (2005), la identidad es una posicionalidad relacional temporalmente fijada en el juego de las diferencias, y no un conjunto de cualidades estáticas, predeterminadas e impermeables; por tanto, conforma su relación en los marcos de la representación social. Se observa que los ejercicios de resistencias y relaciones de identidades no debieran comprenderse sin atender, por un lado, el sistema de representación heterosexual y de género moderno-colonial en el cual ocurren (Lugones, 2007); por el otro, al género como tecnología de representación agenciosa que propone De Lauretis (2004).

Si bien el modelo de análisis considera la identidad como construcción marcatoria y posibilitante de la dialéctica sumisión/rebeldía (como interconstrucción identitaria colectiva y común en el ecosistema laboral), se reconoce las tensiones actuales del propio concepto de “identidad” para las disidencias, cuyo sentido se vive y comprende por un posicionamiento político crítico a la lógica clasificatoria de la identidad (moderna). Justamente, ubicados y reconociendo este conflicto, se evidencian espacios discursivos y sociales posibilitados por su relación laboral la que buscan transformarla en una posibilidad social.

La dialéctica sumisión-rebeldía expone a mujeres y disidencias que, siendo parte de una lógica que les demanda y les reconoce sujetos en circulación (en la calle) y de rendimiento para el consumo (rankings), (trans)formando sus propios cuerpos y energías en un objeto de consumo, son ellas mismas quienes también se perciben embodiments de interrupción de lógicas identitarias fijas del “repartidor” en su aparición corporal en los espacios públicos. Así, en este entorno digital y urbano (ciberfísico), esta dimensión de análisis posibilita representar y comprender no solo un aspecto central en la construcción de imaginarios sociales que dan sentido a nuevas arquitecturas socioproductivas del trabajo de reparto, sino que lo identitario se hace presente también en las interdependencias y resistencias que la visibilizan, trazan y respaldan como lugar común y colectivo del trabajo plataformizado.

Lo identitario y las posiciones sociales emergentes expresan nuevos espacios transfigurados de reensamble social. Un espacio social emergente vinculado con otredades, violencias y segregaciones, con lugares no-propios y apropiaciones de otras/es; con construcciones subjetivas que se encarnan en otros nombres; otras prácticas laborales y otros sentidos tanto en la ciudad como en la comunidad; espacios que sostienen las (de)marcaciones y codificaciones de los cuerpos-máquinas.

En cuanto a la dimensión físico-espacial, esta se configura por la visibilidad material de las dinámicas de resistencia y el par dialéctico abierto-cerrado. Reconoce “lo relacional” en la calle como espacio natural de desarrollo y visibilidad donde los intercambios socioproductivos y simbólicos se expresan como “el espectáculo de innovación para ocultar al trabajador” (Scholz, 2015). Este ocultamiento, paradójicamente, está expresado por una sobre visibilidad performática, es decir, la exposición de los cuerpos-máquinas encarnados en las y les deliverys. Implica una dialéctica espacial y simbólica, un espacio ciberfísico enunciativo de reensamble social. Proceso que encuentra en la calle su espacio de lo público en el que se reconfigura constantemente por formas transmediáticas del intercambio digital (inteligencia artificial, sesgos algorítmicos, flujos, geolocalizaciones y redes sociales).

Representa un proceso de exposición de los cuerpos convertidos en “marca”, corporativizados por una estética uniformada (Rancière, 2011) que remarca el sentido concreto de la dimensión de análisis: la visibilidad urbana. Se comunica así dos sentidos dialécticos en la ciudad: por un lado, la manifestación concreta de la plataformización de la calle como lugar y espacio (expresados por mochilas e isologos, lugares del encuentro y “logueo social”, y expulsiones y violencias (in)visibilizadas); por el otro, la (re)significación del espacio, tanto público (Delgado, 2015; Borja y Muxí, 2003) como social (Lefebvre, 2013). Ambos en conjunción representan las estéticas disidentes que construyen narrativas transmediáticas y expresan en lo urbano nuevas asociaciones y lógicas socioproductivas abiertas del trabajo de reparto: arquitecturas socioproductivas emergentes en las calles de Santiago y Córdoba.

Son estas experiencias que, lejos de ser cerradas e individuales (como se piensan las aplicaciones de reparto), dan cuenta de otras lógicas laborales. Sostenidas por su apertura a conformar entramados basados en afinidades de cuidado y trayectorias vitales de precarización compartidas, no sólo laborales ―instancia en la cual se comprometen las propiedades de los cuerpos humanos en la producción y circulación de valores y energías (Landa y Marengo, 2011)―, sino también por una comunidad para el soporte de la vida misma: vidas migrantes, vidas disidentes a la heteronorma, vidas no cualificadas como reconocibles, legibles o dignas (Butler, 2010). Estos embodiments repartidores entretejen íntimamente lo público y lo privado: no se enfrentan ni se oponen, sino que lo público y lo privado se ensamblan en las trayectorias abiertas de un mismo cuerpo visible en la calle y en las redes.

Desde estas dinámicas podemos comprender que los procesos de transformación socioproductiva encuentran en la calle un lugar de visibilidad y sentido performático que las instituye como espacio social de resistencia. Representa un claro proceso de transformación de identidades de trinchera a identidades de proyecto (Castells, 2009), configurándose así dialécticas estéticas reconocibles entre ambos procesos de plataformización: entre la plataformización hegemónica y lo que damos en llamar plataformización emergente.

Por último, la dimensión simbólica expone el metadestino de la plataformización emergente. La relación social vinculada con la estética que es comprendida como relación política de la mirada y la visibilidad. Sobre estética, Rancière dirá que “es una delimitación de tiempos y espacios, de lo visible y lo invisible, de la palabra y el ruido, de lo que define a la vez el lugar y el dilema de la política como forma de experiencia” (2014, p. 17). Las experiencias de las y les deliverys dan cuenta de una relación estética asociada con lo que caracterizamos como “logueo social” (parafraseando el proceso de acceso diario a las Apps de reparto), una relación estética con un sentido laboral disidente.

Los cuerpos prótesis y cuerpos máquinas encuentran en la construcción simbólica de la plataformización emergente un espacio estético que apoya, refuerza y traza una resistencia social de un colectivo en la ciudad, tanto en sus relaciones sociales como laborales; que a la vez es la propia reflexividad sobre su metadestino político que se expresa contingentemente. Estas asociaciones emergentes del trabajo de reparto se ejercen y expresan contrarios a la deshumanización que experimentan mujeres migrantes y disidencias sexo-genéricas en el trabajo de reparto en el contexto de la Economía de Plataformas. La expresión “cada quien se las arregla como puede” encuentra en la solidaridad un sentido común, político y estético, un espacio de contención y una (de)codificación de lo común y lo colectivo.

Esta otra relación estética laboral es lo que da el sentido de llamarles “nuevas arquitecturas”, y no solo nuevas ingenierías (como suele referirse a procesos productivos). La imbricación laboral emergente en Santiago y Córdoba existe, se posibilita y expresa por una relación estética. Aquí radica una particularidad sobre los estudios previos en la temática al reconocer y caracterizar la relación laboral como una experiencia estética, comunicativa, asociada a la plataformización. Es una experiencia ligada a la visibilidad escópica (Jay, 2003; Aumont, 2013), en otras palabras, una necesidad (política) de mirar(se) y ser visto. El metadestino político de la visibilidad se expresa ante un espacio social patriarcal, colonial y racializado, presente no solo en el ámbito de la calle como lugar laboral, sino, particularmente, en los lazos sociales de trabajadores de Apps de reparto. Este posicionamiento simbólico y político vinculado con “lo libre y lo fijado” se expresa resistente a la hegemonía heteronormada, identificándose en el campo como dinámicas de segmentación y segregación espacial, violencias y expulsiones, (de)marcaciones de zonas de trabajo y sujetos de sospecha.

Así, mujeres y disidencias sexo-genéricas se articulan desde los desbordes y transgresiones del ser repartidor (ser mujer en territorios y estéticas masculinas), en su presencia en la calle en pos de la configuración y la visibilidad de la disputa política. En tanto sus formas de performatividad corporeizada y plural (Butler, 2017) se ensamblan en la ciudad a través de un lazo de precarización que posibilita la reflexividad de los relatos del espacio de lo público masculino, heterosexual, colonial y neoliberal. En ello toma carne la experiencia ambivalente de lo “evidentemente invisible” de mujeres y disidencias en reparto. Es en el espacio de lo “en-común” donde esto último se entiende como límite que abre y cierra un cuerpo (Castillo, 2016). La dialéctica libre-fijo de la dimensión simbólica expone el circular de figuras cyborgs[13] que lidian, negocian y resisten posiciones de sujetos cargados de estigmas (Goffman, 2006) y fantasmas contradictorios en sus navegaciones materiales y simbólicas en la ciudad y las redes: liberan y desplazan imaginarios y significados en vez de fijarlos.

Esto instala las dialécticas de sumisión-rebeldía, abierto-cerrado y libre-fijado en manifestaciones desencajadas que no ingresan a lo reconocible, lo legible o lo digno, sino a través de la parcialidad de lo cyborg. Son estos cuerpos-maquinas los que transgreden fronteras, dicotomías y clasificaciones (Haraway, 2018), exponen las experiencias de consumo, desecho, desposesión y rendimiento de cuerpos atados a dispositivos de poder como el género y los discursos hegemónicos. Por ende, aquí lo estético construye afinidades, resistencias e imaginación de mundos posibles, articulados esta vez por nuevas arquitecturas laborales que integra lo digital, lo político y lo urbano.

 

4.         Hacia nuevos (re)ensambles sociales. Consideraciones finales

El documento construye un marco de aproximación teórica y metodológica a futuros estudios acerca del trabajo de reparto en la Economía de Plataformas para Santiago y Córdoba. Se constata que el supuesto de partida es verificable: las plataformas digitales promueven otras formas de ensamble socioproductivo en el espacio de lo público en la ciudad, y por tanto transforman modos y corporalidades del trabajo en lo urbano, lo social y lo simbólico.

En Santiago, las arquitecturas socioproductivas emergen desde las experiencias de mujeres repartidoras fuertemente marcadas por su situación de migrantes latinas, expresadas por su racialización y las condiciones de precarización de las plataformas de delivery. Surgen así relaciones socio-afectivas y espacios de lo común que se asocian a los procesos de otredad encarnados (embodied) en la ciudad, ligados a lo que este documento caracterizó como sujetos de sospecha. Será la relación compleja del género, la sexualidad, la migración y la clase junto a los discursos de la pandemia lo que les haga advertir esa “sospecha” encarnada, en tanto presencia de imaginarios y afectos que preceden lo personal en sus interacciones con los otros, gatillando experiencias de alteración y (trans)ubicación. Sus presencias soma-tecnológicas (generizadas y racializadas) dan cuenta de experiencias de vidas sostenidas por su apertura a conformar entramados basados en afinidades de cuidado y trayectorias vitales de precarización.

Respecto a Córdoba, el emergente se refleja por nuevas formas del trabajo en la economía digital sustentado por la construcción estética: asociaciones y lógicas socioproductivas que recuperan sustratos políticos vinculados con la igualdad de género y las disidencias sexo-genéricas. Refleja un (re)ensamble del espacio público ciberfísico, donde tecnologías y plataformas son reconocidas por las y les deliverys como expulsantes de mujeres y disidencias, promoviendo la necesidad de construir vínculos encarnados resistentes a la plataformización hegemónica, de las que no se sienten parte. Esta construcción soma-tecnológica alternativa se instituye y expresa como un colectivo político ―no siempre consciente de esta construcción― expuesto a la ocupación y visibilidad de la calle. El trabajo de campo en Córdoba refleja una parte de los múltiples procesos que agencian la vida social y política de la ciudad: nuevos hábitus ciudadanos devenidos de la transformación digital y procesos políticos de minorías y sectores oprimidos que reconocen en la tecnología un espacio público en disputa.

Por último, estas construcciones que a priori se expresan laborales, surgen de un fuerte sentido de pertenencia social, de lo común y lo colectivo. Expresan una nueva arquitectura (una nueva estética) del trabajo con relación a la plataformización, que se ejerce como acto político de resistencias en estas ciudades. Lejos de concluir, el trabajo abre posibilidades de futuros estudios que profundicen la comprensión y caracterización del proceso de plataformización emergente asociado con lo social, más allá del sentido meramente instrumental con que suele abordarse la transformación digital.

 

Agradecimientos especiales

A Christian Fieseler, director del proyecto global Future Ways of Working in the Digital Economy; a Sandra Cortesi, directora del proyecto Youth and Media; a Víctor Avellaneda y Andrés Lombana por sus invaluables contribuciones y apoyo. A todas y todes les repartidores que formaron parte de este estudio, sin cuyos testimonios, colaboraciones y experiencias cotidianas no hubiera sido posible.

 

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Informes técnicos

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[1] El artículo corresponde al resultado de un proceso colectivo e interdisciplinario como núcleo chileno del proyecto Future Ways of Working in the Digital Economy (FWWDE) de la Norwegian Business School.

[2] La plataformización describe el fenómeno socio-     tecnológico en que las plataformas digitales han adquirido una creciente importancia como actores clave en la organización y el funcionamiento de la sociedad, particularmente observado en las dinámicas industriales. Desde la perspectiva de las ciencias sociales, la plataformización se refiere al papel central que desempeñan estas Apps en la organización de la producción, la interacción social y la distribución de bienes y servicios      (Helmond, 2015).

[3] La selección de Santiago y de Córdoba como unidades de observación responde, por un lado, a los requerimientos del proyecto Future Ways of Working in the Digital Economy y el contexto de pandemia; por el otro, a los recursos de investigación y trabajos previos en estas ciudades. El estudio no se basa en una metodología comparativa ya que los contextos y procesos son diferentes, no obstante, busca dar cuenta de ellos explorando asociaciones, diferencias y similitudes.      

[4] Categoría nativa de campo.

[5] La netnografía es una metodología de investigación cualitativa que se centra en el estudio de las dinámicas culturales y sociales que emergen en los contextos digitales (Kosinets, 2010). Esta metodología combina la observación participante, desde la inmersión activa en las comunidades en línea, con el análisis de contenido de las interacciones y los significados generados en dichos espacios y fuera de ellos (Gómez-Cruz, 2012; Pink y Horst, 2019). La netnografía se basa en la premisa de que los comportamientos y las prácticas en línea participan de la construcción de la cultura y la sociedad contemporáneas. Uno de sus principales aportes es su enfoque en la “comunidad” en los contextos digitales. De acuerdo a Sarah Pink (2019), la netnografía  concibe a la “comunidad”  tanto en su forma en línea como en su interacción social offline, en reconocimiento de aquel grupo de personas que comparten interacciones y vínculos sociales en un espacio común, ya sea físico o virtual, mediado, en este caso, por las plataformas digitales.

[6] Se considera que el campo de la netnografía es amplio, diverso, complejo, no pre-definido y co-construido entre quien investiga y sus interlocutores (Palenzuela, 2017; Gómez y Ardévol, 2013).

[7] El concepto de somatecnia o somatecnológico, propuesto por Joseph Pugliese y Susan Stryker en "The somatechnics of race and whiteness" (2009), se refiere a la interrelación compleja y difuminada entre el sujeto encarnado y el objeto tecnificado. Este neologismo sugiere que la corporeidad material (soma) está inseparablemente ligada a las técnicas y tecnologías (technics) que dan forma y transforman los cuerpos.

[8] Término introducido por el filósofo francés Jacques Rancière, para examinar las relaciones entre la organización y control de la visión y la experiencia del sujeto en y con el mundo. El uso del concepto alude al interés de análisis en cómo las estructuras sociales y políticas influyen en la manera en que vemos y comprendemos la realidad.

[9] “Logueo social” y “baneo” son dos categorías nativas de campo. El “logueo social” remite al acto de acceso a las plataformas, empleado aquí como sinónimo de “acceso social” a la comunidad de repartidores; mientras que baneo, de la acción de “banear”, de restringir, funciona como proceso inverso en el campo.      

[10] “Sonar” (del sonido) en las Apps de reparto significa que se ha realizado una transacción y que pueden iniciar una carrera.

[11] Cofique: categoría nativa del registro de campo. Resignificación disidente del nombre CO.FI.CO. (Cooperativa Fiduciaria Córdoba), barrio pericentral de la ciudad. La alusión en el texto remite a la dialéctica semiótica entre Cofico (grupo social del barrio en la red Facebook y WhatsApp) y Cofique, este último responde a grupos feministas y disidentes, residentes del sector que lo renombran suplantando la letra O (género masculino) por la letra E (género inclusivo).

[12] Con relación a The Onlife Manifesto, Being Human in a Hyperconnected Era (Floridi, 2015).

[13] El cyborg corresponde al mito político de Donna Haraway que alude tanto a la figura del organismo cibernético (máquina y organismo) que diluye y transgrede, partiendo desde su propia existencia, las fronteras de lo natural/ artificial, animal/humano, físico/no físico, entre otros binarios; como también a la ficción política que da lugar a una construcción de conciencia y una comprensión imaginativa de la opresión y lo otro posible.