EL HABITAR EN CONTEXTOS DE POBREZA URBANA Y DEGRADACIÓN AMBIENTAL. LAS TENSIONES ENTRE EL SUEÑO DE LA CASA PROPIA Y LOS PROBLEMAS URBANOS. 

Verón, Eduardo Francisco

 

Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH-UNSAM); Área de Ambiente (AAP-EPyG-UNSAM); Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).

ORCID ID: https://orcid.org/0000-0003-0528-1617

E-mail: franciscoveron@live.com.ar

 

Mantiñán, Luciano Martí

Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH-UNSAM); CONICET; Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).

ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-5501-5099

E-mail: lmmantinan@yahoo.com.ar

 

Grinberg, Silvia Mariela

 

Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH-UNSAM); CONICET; Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).

ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-9261-9035

E-mail: grinberg.silvia@gmail.com

 

Resumen

En este artículo describimos el habitar en espacios caracterizados por la extrema pobreza y la degradación ambiental, entendiendo tal dinámica como una construcción atravesada por múltiples dimensiones. Nos proponemos describir dicho habitar priorizando la experiencia de los habitantes. Planteamos como hipótesis que la conformación del habitar en estos espacios adquiere particularidades específicas relacionadas con la llegada al lugar, la construcción de la vivienda y las relaciones con el entorno geográfico. En estos espacios, los vecinos son llamados a construir su experiencia del habitar urbano entre la gestión y la construcción constante. El trabajo etnográfico extendido en el tiempo permite ver las líneas de fuga y las fisuras que expresan dicho habitar en relación a las condiciones socio- ambientales que marcan esos espacios urbanos. 

Palabras claves: habitar, pobreza urbana, degradación ambiental.

Fecha recepción: 31 de agosto de 2021

INHABIT IN A CONTEXT OF URBAN POVERTY AND ENVIRONMENTAL DEGRADATION. THE TENSIONS BETWEEN THE DREAM OF THE OWN HOUSE AND THE URBAN PROBLEMS.

 

 

 

 

 

 

 

 

Abstract

In this article we describe living in spaces characterized by extreme poverty and environmental degration, understanding such dynamics as a construction crossed by multiple dimensions. We propose to describe said inhabit prioritizing the experience of the inhabitants. We propose as a hypothesis that the conformation of living in these spaces acquires specific characteristics related to arrival at the place, the construction of the house and relations with the geographical environment. In these spaces, residents are called to build their experience of urban living between management and constant construction. Ethnographic work spread over time allows us to see the lines of flight and the cracks that express said inhabiting in relation to the socio-environmental conditions that mark these urban spaces.

 

 Keywords: inhabit, urban poverty, environmental degradation

Fecha aceptación: 01 de diciembre de 2021


Introducción

La casa propia suele ser uno de los “sueños” más importantes y recurrentes entre las familias. La concreción de dicho “sueño” comprende un largo camino de búsqueda de lugar, inversión de tiempo, dinero y edificación de la vivienda. La imagen de la construcción (en sentido amplio de la palabra) del hogar familiar suele estar descripto de maneras más o menos románticas. Sin embargo, la construcción de la vivienda está cruzada por fuertes luchas, por tensiones y en algunos casos por precariedades urbanísticas a sortear. Esto se debe a que, a lo largo del siglo pasado, y con mayor pronunciación en los dos últimos decenios, las ciudades han vivido procesos crecientes de metropolización y –al mismo tiempo– de precarización del hábitat. En este artículo nos proponemos describir la construcción del hogar en áreas caracterizadas por la pobreza urbana y la degradación ambiental desde la crisis del capitalismo industrial de la década del 70, descripción que procuramos a partir del relato de los habitantes. De esta manera buscamos sumar a la comprensión del habitar en dichas áreas urbanas.

El crecimiento poblacional en las ciudades y la expansión de la mancha urbana, particularmente desde fines del siglo pasado, ha repercutido de modo especial en las metrópolis del sur global, donde buena parte de los espacios ocupados combinan pobreza urbana y degradación ambiental (Davis, 2007; Curutchet, Grinberg y Gutierrez, 2012; Hernández Rejón, 2014; Tristán Rodríguez, 2019). Recientes estudios dan cuenta de esta precarización del hábitat en América Latina, donde se calcula que más de 120 millones de personas viven en asentamientos irregulares (Hernández Rejón, 2014). Aunque uno de los aspectos que define a estos espacios es la vivienda precaria, es posible observar cómo sus habitantes desarrollan múltiples estrategias en torno a ella y que involucran la mejora del habitar diario (Mantiñán, 2013).  

El acercamiento que aquí proponemos a dicha experiencia esta solventado en una investigación etnográfica realizada entre los años 2018 y 2020[1] en un barrio ubicado en la cuenca hidrográfica del rio Reconquista, Partido de General San Martín, Buenos Aires.[2]

Mapa 1. Ubicación del barrio Carcova dentro del partido de General San Martín, Buenos Aires. Fuente: ILSE Expedicionario.

Como mencionamos en las primeras líneas del artículo, la construcción de la casa se conforma por múltiples dimensiones, algunas concretas como la de edificación material y otras más abstractas que tienen que ver con la creación de significado sobre el hogar. La conceptualización profunda del habitar fue postulada por Heidegger como “la forma en que nosotros los humanos somos en la tierra” (Heidegger, 2015, p. 17) en una conferencia que brindó en Darmsträder. A partir de entonces, diversos académicos desarrollaron teorías sobre el habitar (Bollnow, 1969 y 1993; Baudrillard, 1969; Bachelard, 1997; Yory, 2003; Tuan, 2007). De este modo, la experiencia del habitar comenzó a pensarse como resultado de diversas características, configurada por variables económicas, sociales, geográficas, culturales entre otras.

En las últimas décadas, el foco de los estudios sobre el habitar versó en cuanto al derecho a la ciudad (Lefebvre, 1969; Harvey, 2003; Borja, 2011; Oszlak, 2017), la problematización sobre el arraigo al territorio (Cravino, 2010; Nuñez, 2011; Snitcofsky, 2012) y más recientemente sobre la sustentabilidad de los materiales de construcción de las viviendas (Gaggino, Argüello, Gatani y Berretta, 2004; Dávila e Isunza, 2010; Gaggino, 2014).

Aquí pretendemos aportar a la literatura sobre el habitar una reflexión desde la propia experiencia de los sujetos mediante el registro etnográfico. En este sentido entendemos la etnografía como el diálogo en sentido amplio del que hablara Geertz (2005), diálogo que incluye palabras, pero también gestos, compartir momentos, proyectos, angustias y alegrías. Por otra parte, abogamos por la etnografía en su triple acepción de “método de investigación, experiencia y género narrativo” (Segura, 2015), es decir donde la etnografía no se reduce a un mero método, sino que da forma al desarrollo de toda la investigación y la reflexión asociada a ella. En este sentido, entendemos que la investigación etnográfica es clave para acercarse a la comprensión y descripción de fenómenos y situaciones, revelando sus matices, fisuras y particularidades que se inscriben en toda experiencia social. En este caso la etnografía nos permite observar las tensiones del habitar en la construcción de la casa propia en contextos de pobreza urbana y degradación ambiental.

Espacio de estudio, áreas de pobreza urbana y degradación ambiental

La descripción y visibilidad sobre las formas de habitar en contextos de pobreza urbana y degradación ambiental adquiere importancia tanto para el área de políticas públicas dedicada a las viviendas, como también para la reflexión académica sobre la construcción de la casa propia. La importancia sobre el habitar se ve reflejada en el lugar que tiene en las discusiones políticas locales e internacionales[3]. A su vez, el habitar es un tema con importante riqueza reflexiva, ya que es una actividad en la que convergen múltiples acciones y dimensiones de la vida: cultural, económica, social, física, ambiental, entre otras. Para las particularidades del habitar en áreas de pobreza urbana y degradación ambiental trabajamos haciendo foco en relatos, observaciones y experiencias de campo de familias de un barrio de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA) ya que sostenemos que la reflexión sobre la propia experiencia de los sujetos implicados, aporta claves para la generación de conocimiento y visibilidad de las formas que adquiere el habitar. Es un dato constatado que la falta de análisis integrales y de formulación de diagnósticos provocan deficiencia en los objetivos de las políticas, de ello dan cuenta numerosos estudios que analizan fallas en políticas públicas, en general debido a no estudiar en profundidad el territorio, la población y sus formas de habitar (Cuervo Calle, 2009; Espinosa Ortíz, Vieyra y Garibay Orozco, 2015).

Los espacios urbanos hiperdegradados que nuclean pobreza y degradación ambiental pronunciada, se fueron conformando desde las últimas décadas del siglo pasado, cuando entró en crisis el capitalismo industrial (Davis, 2007; Grinberg, 2013 y 2020). Desde entonces, comenzó un pronunciado proceso de formación de asentamientos informales alrededor de los centros urbanos con población despedida de sus trabajos, desalojadas de sus tierras y en un contexto de desindustrialización. Así, estos lugares fueron adquiriendo cualidades económicas, sociales, físicas y ambientales particulares (Clichevsky, 2002; Auyero y Swistun, 2008; Merklen, 2010) redundando en una fragmentación física y simbólica del territorio (Auyero, 2001; Svampa, 2002 y 2005). En estos espacios, miles de familias construyen sus hogares depositando en ellos sus sueños, sus identidades, sus significados, es decir, en términos de Heidegger, los habitan.

El barrio Carcova[4], en la localidad de José León Suárez, partido de General San Martín en la RMBA, es una clara expresión de los procesos mencionados y por sus características sociales, económicas y ambientales constituye un caso clave para el análisis que nos proponemos. La cercanía al río Reconquista (Ver fotografía 1) –la segunda cuenca más contaminada del país– (Salibian, 1996; Topalián, Castañe, Rovedatti y Salibián, 1999; de la Torre, Ferrari y Salibián, 2005; Nader, 2009) y a la Coordinadora Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE) –el centro de disposición de residuos más grande de la Argentina[5]– (ver fotografía 2) lo signa como área de degradación ambiental. A ello se debe sumar que la zona donde hoy se asienta el barrio pertenece a la zona de inundación del río, históricamente utilizada para realizar vuelcos de residuos, en general de forma irregular y clandestina. De hecho, muchos espacios en el barrio y en sus cercanías continúan en la actualidad siendo utilizados para tales fines. Asimismo, la precariedad que presenta en las construcciones de sus casas, como la misma urbanización deficiente en cuanto a lo que el acceso a los servicios básicos, da como resultado aquello que la literatura trata como espacios hiperdegradados (Davis, 2007; Machado, Mantiñán y Grinberg, 2016).

Fotografía 1. Arroyo que se desprende del Río Reconquista. Fuente: fotografía propia (noviembre 2019)

Fotografía 2. El relleno sanitario Norte III, en General San Martín. Fuente: Martín Katz de Greenpeace en images.greenpeace.org.ar

Metodología

El principal desafío que presentó esta investigación fue el reconocer las complejidades de abordar la temática del habitar, que en gran medida se juega en el ámbito doméstico y siendo ésta una práctica cotidiana, dinámica y que se desarrolla en un espacio íntimo como es el hogar. Para ello nos valimos de la investigación etnográfica sustentada en un trabajo de campo, por parte de nuestro equipo de investigación, extenso en la zona que se remonta en su origen al año 2009 y a partir del cual hemos desarrollado diversas líneas de investigación: educación y trabajo (Langer y Orlando, 2019; Guzmán, Grinberg y Langer, 2021); educación en contextos de extrema pobreza (Grinberg, Dafunchio y Mantiñán, 2013; Carpentieri, Dafunchio, Machado y Langer, 2015;  Armella, Langer y Machado, 2017 ); expresión artística (Schwamberger, Armella, Dafunchio y Carpentieri, 2019)  luchas por subsistencia (Grinberg, Dafunchio y Mantiñan, 2013; Grinberg, 2020); cuestiones urbanas (Grinberg y Verón, 2021), entre otras. A partir de conocer decenas de familias del barrio, hemos elegido profundizar el estudio en cinco de los hogares, donde se realizaron continuas visitas durante el año 2019 y primeros meses del año 2020. La intensión al seleccionar cinco viviendas fue la de profundizar la mirada en torno a un grupo de familias específicas, familias con las cuales tenemos afinidad, que conocemos desde hace largos años, con las que nos hemos relacionado en diferentes situaciones. Por otra parte, esas cinco familias están distribuidas en diferentes sectores del barrio. Dada las diferencias que presenta el mismo en los distintos lugares. Así la selección nos permite observar el tema de estudio con mayor exhaustividad.

El trabajo de campo lo realizamos en los hogares de las familias[6]: Gómez; Domínguez, Rojas, Pedraza y Nieva. La familia Gómez se asienta en la primera parte del barrio, en la franja de casas que primero se construyó en la década del 70. Esta familia está constituida por siete miembros, madre (66 años) y padre (71 años) de familia con dos hijos, un hombre (41 años) y una mujer (35 años), la hija tiene su pareja (31 años) y dos hijos (7 y 3 años). Asimismo, la familia Pedraza también tiene su casa en la primera franja. En ese hogar lo habitan tres miembros, Nena (71 años), la madre de familia con su hija (35 años) que tiene un hijo (9 años). La familia Domínguez vive ya adentrado el barrio, en la segunda franja de viviendas que se construyeron, en la década del 80. En este terreno viven seis miembros distribuidos en dos casas. En la vivienda principal vive la madre (64 años) y el padre (69 años) de familia con dos hijas (25 y 20 años). En la parte delantera del terreno (desconectada de la casa principal) hay una amplia habitación con baño y cocina donde vive el hijo mayor (28 años) de la familia con su hijo (7 años). La casa de la familia Rojas también se encuentra en la segunda franja con la particularidad que el terreno lo comparten con otras familias porque vendieron algunos fragmentos. En la casa viven tres personas, la madre de familia (49 años) con dos hijos (28 y 25 años). En la tercera franja del barrio, en la que se comenzó a construir casas a fines de la década del 90 se encuentra el hogar de la familia Nieva, constituido por Fernanda madre de familia (47 años), cuatro hijas (24, 9, 7 y 3 años) y un pequeño de 2 años nieto de Fernanda. Vale aclarar, que en las visitas de campo solía ocurrir la llegada de familiares y amigos a las casas de las familias en estudio y aportaban experiencias y/o información que abona al estudio. Es por ello que entre los relatos aparecen líneas dichas por otras personas no miembros de los aquí detallados. Estas intervenciones dan cuenta también de un modo en que se habitan estos barrios: el compartir charlas, mates y momentos cotidianamente con vecinos y familiares.   

Consideramos que focalizar en cinco familias ya afines, nos permitió ingresar a los hogares en varias ocasiones, por muchas horas y no ser un extraño en el espacio, y de este modo, poder presenciar momentos cotidianos de las familias.

 

Mapa 2. Mapa urbano del barrio Carcova en José León Suárez. General San Martín. Fuente: Google Maps

Las franjas que mencionamos anteriormente, hacen referencia a partes del barrio que fueron construyéndose en distintas décadas. Durante la década del 70, se construyó la primera franja que se comprende desde la calle Beltrán a Maipú. La segunda franja del barrio se construyó durante la década del 80 y parte del 90 hasta 2 de Abril. La tercera franja es la que comprende desde 2 de Abril al arroyo que fue construida desde fines de los 90. Las franjas dan cuenta de diferencia de décadas en las que fueron construyéndose las casas reflejadas en los materiales de construcción -las primeras franjas construidas en buena parte son de material, mientras que la última franja son casas hechas con chapas, madera y otros materiales-; el trazado urbano – la primera franja del barrio tiene una cuadricula tradicional, mientras que las dos franjas siguientes no- y los motivos por los que vecinos se acercaron al barrio varía entre las franjas.

En los sucesivos encuentros conversamos con los habitantes de dichos hogares sobre sus llegadas al barrio y las formas en las cuales se hicieron de sus primeras edificaciones. Se utilizó el método biográfico en investigación social (Bertaux, 1999; Sanz Hernández, 2005; Mallimaci y Giménez Beliveau, 2006; Guber, 2016), particularmente del estilo relato de vida. Además, se realizaron entrevistas de carácter polifónicas (Pujadas Muñoz, 1992), en las que participaban varios miembros de la familia que habita el hogar, buscando –de esta manera– conocer las diversas perspectivas, debidas en parte a factores generacionales, de género, relaciones y arraigo al lugar, entre otros. Complementariamente a las entrevistas, se realizaron observaciones que permitieron recolectar información en los registros y notas de campo, las cuales sirvieron para atender a acciones cotidianas (Sanmartín, 2003; Guber, 2016) que constituyen características claves en el habitar de las familias y que, en general, no suelen aparecer en los relatos de los entrevistados. Ello se debe a que a veces algunos modos, actitudes y situaciones pueden estar naturalizadas por los sujetos y de esa manera escapan en las formulaciones de sus relatos. Sin embargo, pueden resultar de valor a la hora de considerar y evaluar la problemática. Lo que buscamos con la estrategia metodológica fue acercarnos a la experiencia de la cotidianidad de las familias y construir una descripción sobre el habitar lo más aproximado a su cotidianeidad, tomando como insumo lo relatado por las familias, como también lo observado; la construcción material de la vivienda y también lo intangible de su armado, como el esfuerzo, el anhelo y el sueño depositado en la vivienda.

A este trabajo de campo con las cinco familias, se sumaron de forma complementaria las visitas constantes al barrio y a organizaciones sociales del mismo, para poder nutrir con observaciones y otras voces el material recogido. El trabajo de campo fue registrado por medio de grabaciones, anotaciones, fotografías. También nos sirvieron de insumo mensajes telefónicos que intercambiamos en diferentes instancias con vecinos del barrio. En fin, la suma de estos testimonios y su análisis fue lo que nos permitió reflexionar sobre las formas del habitar en el barrio.

A los efectos de organizar la lectura dividimos el artículo en dos partes. En la primera parte, describimos de forma introductoria la formación física y social de estos espacios urbanos en la ciudad contemporánea. En la segunda, nos dedicamos a describir la construcción del habitar en el barrio Carcova.

El habitar en contextos de pobreza urbana y degradación ambiental

Los procesos de metropolización que tuvieron lugar en América Latina en las últimas décadas provocaron que los asentamientos informales ya no se encuentren en las periferias sino que quedaran dentro de las ciudades. Este fenómeno de convivencia entre habitantes de distintos contextos socio-económicos produjo fragmentación de los espacios. A diferencia de Estados Unidos o de países europeos en donde la diferenciación espacial entre los habitantes provoca segregación (Wacquant, 1993, 2013 y 2015). En este trabajo queremos marcar una diferenciación entre aquellos barrios segregados, de los asentamientos informales en la RMBA dado que los habitantes de estos barrios circulan, trabajan, se visibilizan y ocupan, muchas veces espacios céntricos.

Pese a la estrecha cercanía entre barrios residenciales de condiciones económicas medias y medias-altas con asentamientos informales, la diferenciación urbana es visible. Por ello, preferimos hablar de fragmentación del espacio. Los asentamientos informales son lugares material y simbólicamente diferenciados de los centros. La dicotomía entre barrios céntricos y asentamientos informales se produce y reproduce constantemente, ya que cada uno de estos espacios está signado por una serie de percepciones, definiciones, descripciones y representaciones sociales que construyen subjetividad y a su vez producen fragmentación. Estas representaciones se construyen sobre todo por dos grandes cuestiones: condiciones infraestructurales y discursos. Sobre la cuestión infraestructural, cabe destacar que los espacios se construyen en gran medida por el capital económico de quienes se asientan en esos lugares. En este sentido Bourdieu afirmó que “el espacio social se retraduce en el espacio físico” (2013, p. 120) y eso se puede constatar en las construcciones de los distintos barrios. A su vez, los discursos también forman representaciones sobre los espacios: Tella y Amado (2015) plantean que los discursos que se producen y reproducen sobre los distintos espacios generan mapas-relatos, una especie de descripción subjetiva de los lugares conformada por los discursos que se emiten sobre ellos, generando representaciones sociales sobre los mismos. El peso de los relatos que se construyen sobre las periferias reafirma la precariedad de esos espacios y contribuyen a la formación de subjetividades, que estigmatizan a la población que vive en determinados lugares.

En los espacios hiperdegradados los servicios básicos están ausentes o funcionan con precariedad (Curutchet, Grinberg y Gutiérrez, 2012; Besana, Gutiérrez y Grinberg, 2015; Besana, 2016), son espacios marcados con fuertes estigmas sociales, y allí recae todo lo que no es deseado, y hasta temido, por la sociedad: inseguridad, violencia, droga, pobreza, contaminación (Mantiñán, 2018; Bonilla Muñoz y Grinberg, 2019). Como refuerzo para la marginalización, el lenguaje del espacio lo verbaliza ubicándolo “abajo”, “atrás”, “al fondo”, “en los márgenes” y hasta “afuera” de la ciudad, en una verdadera jerarquización del espacio (Rose, 1999; Grinberg, 2010 y 2013), cuando no se los tacha directamente como «villas» o peor aún «villas miseria» (Ratier, 1986).

Estos barrios suelen emerger en espacios considerados como “vacíos”, donde la urbanización no había llegado. De esta forma terrenos baldíos fueron ocupados por familias que llegaban de distintos puntos en búsqueda de un lugar donde vivir y cercano a las posibles o únicas fuentes de trabajo (Grinberg, 2013). La constitución material, social, económica y ambiental de estos lugares no es azarosa; por el contrario, es el resultado de una serie de sucesos sociales, decisiones políticas y de mercado, factores naturales, físicos, culturales e institucionales (Cardoso, 2017) que se conjugan y producen espacios. Bourdieu (2013) plantea que las áreas relegadas -y particularmente las más precarizadas- son espacios que se construyeron con la intención de aglutinar a la población con menor capital material y social.

De tal modo, se constituyeron en los espacios del estigma y destitución social (Merklen, 2010; Wacquant, 2013 y 2015), debido a la concentración de pobreza, precariedad en los servicios básicos, el alto nivel de contaminación y déficit infraestructural (López Seijas, 2011; Porzionato, 2016). Las poblaciones que se asientan en los espacios con estas características sufren los impactos de las desigualdades, reflejadas en el deterioro vertiginoso de la salud, en las escasas posibilidades de acceso a un adecuado desarrollo profesional, cuestiones que se suman al ya mencionado estigma que recae sobre estos espacios y sus habitantes (Merklen, 2010; Wacquant 2013 y 2015).

Producto del auge de migraciones de poblaciones empobrecidas alrededor de los centros urbanos, fueron ocupadas áreas expuestas a altos y constantes niveles de contaminación. Se constata la construcción de hogares en estas zonas durante las últimas cuatro décadas con una presencia del Estado que en estos espacios aparece brindando precarios, limitados y desorganizados recursos (Besana, 2014 y 2016; Besana, Gutiérrez y Grinberg, 2015). El barrio de Carcova, en José León Suárez, ubicado sobra la zona de inundación del rio Reconquista –como tantos otros barrios- no escapa a dicha lógica constitucional.

Del habitar en Carcova

Carcova es un territorio compuesto por 50 hectáreas (Curutchet, Grinberg y Gutiérrez, 2012) en donde viven 13.000 personas aproximadamente[7]. Como ya se mencionó es un lugar caracterizado por la pobreza que se sublima en la infraestructura urbana y en las viviendas: aguas servidas en los cordones de las calles, alumbrado y conexión eléctrica precarias en las viviendas, inexistente servicio de cloacas y deficitaria red de agua (Besana, 2014). Incluso es importante aclarar que los servicios básicos que llegaron al barrio se dio en gran medida por la acción colectiva de sus habitantes, que exigieron al Estado su provisión o bien debieron organizarse por cuenta propia para acceder a ellos (Besana, Gutiérrez y Grinberg, 2015).

El barrio da cuenta de desigualdades urbanas desde la primera franja de casas hacía el arroyo. Las diferencias urbanísticas se observan en los trazados de las calles, el material de construcción de las viviendas, las terminaciones, las fachadas, la intervención de residuos por las calles, entre otras. La calle Beltrán es la que marca la separación entre Carcova y Suárez Norte. Esta calle no solo separa dos barrios sino también dos tipos de sociedades diferenciales[8], infraestructuras de las viviendas distintas, urbanizaciones dispares, acceso a servicios básicos desiguales, formas de acceso a la tierra diferentes, incluso historias que remiten a formaciones en distintos contextos históricos.

Carcova comenzó a constituirse desde aproximadamente 1970, mediante diferentes llegadas de grupos de vecinos (Mantiñán, 2018). Cada década significó en el barrio la avanzada de una “capa” más de viviendas. La primera franja de casas que se construyeron fue en la década del 70 y son las manzanas que se encuentran entre las calles Beltrán y Ernesto de la Cárcova. En aquellos años, las familias que llegaban a esta zona de bañados descampados eran en buena parte de países limítrofes, de zonas rurales del país y de la ciudad capital de Buenos Aires que en la década del 70 estaban siendo desalojadas por el gobierno dictatorial (Daich Varela, 2016; Aboy, 2017; Belingheri, 2017). Los habitantes que llegaron a la primera esgrimen diferentes causas de la migración que giran en torno a la búsqueda de mejores condiciones de vida, escapar de la violencia militar ejercida sobre las villas de capital en los años 70 y la búsqueda de empleo en los centros urbanos. 

Justamente, las familias Gómez y Pedraza son dos casos que dan de ese proceso migratorio. Rafaela Gómez migró de Paraguay hacía Argentina, primero se asentó en otro partido del conurbano bonaerense porque allí había hermanas suyas. Posteriormente, llegó a Carcova traída por su esposo.

Rafaela, vecina de 66 años, proveniente de Paraguay, explica que en su país se ve a la Argentina como un lugar para poder desarrollar la vida en mejores condiciones. Cuando ella llegó a Argentina se instaló en la localidad de San Antonio de Padua porque allí había conseguido lugar su hermana mayor. Luego, en el año 80, llegó a Carcova de la mano de su novio (ahora esposo) que vivía en este territorio, en un cuartito de 2 metros por 4, que está ubicado en la primera franja de casas que se constituyeron en el barrio.

Cuando vine a vivir con él a esa casita... En ese momento eran poquitas casas. No había casi en esa época. (…) Yo vivía rodeada de lona y mi casa era de madera, todo esto era de madera (Rafaela, vecina de Carcova. Enero/2020).

Hoy, 41 años después de su llegada al barrio, Rafaela cuenta con una amplia casa construida con ladrillo. Para lograr el sueño de la casa propia, la familia Gómez fue pidiendo préstamos a particulares durante varios años. Recientemente, hace un lustro, pudo acceder a un crédito más institucional a un “banquito comunitario”[9] con intereses menores a los cobrados por los particulares. Y también créditos estatales otorgados por la municipalidad mediante el fondo “Angelelli”[10]. No pudo pedir créditos a bancos.

La madre de la familia Pedraza proviene de la provincia del Chaco -Argentina- y argumenta la partida de su territorio hacía Buenos Aires en la búsqueda de oportunidades de trabajo por parte de su padre. Cuando cumplió su mayoría de edad, se puso de novia y junto a su cónyuge consiguieron comprar una casilla que estaba ubicada en la primera franja de casas construida en Carcova.

Yo acá tenía familiares y también una amiga que vivía acá (…) Entonces un señor empezó a vender porque se quería ir de acá. (…) Cuando llegué construí todo de chapa, hice una piecita, adentro tenía mi cama, cocinaba en calentador con querosene. La casa la construíamos entre los dos y a veces llamábamos albañiles cuando comenzamos a agrandar y a construir con ladrillos (Nena, vecina de Carcova. Enero/2020).

Al igual que la familia Gómez, la familia Pedraza comenzó la construcción de la vivienda con materiales conseguidos por las calles: chapas, nylon y madera. Posteriormente, cambiaron esos materiales por ladrillo. Asimismo, en ambos casos comenzaron con una sola habitación y fueron agrandando, primero construyendo dormitorio para estar separado de la cocina-comedor y luego armando comedor.

La segunda franja de casas en el barrio comenzó a construirse en la década del 80. La familia Rojas llegó por esa década. La madre de la familia Rojas cuenta que ella llegó a Carcova cuando era muy chica (unos 7 años de edad), anteriormente estuvo en la villa 31 en capital pero que debieron dejar esa casa, ella no recuerda porqué. Sin embargo, en entrevista con hermanas mayores[11], Liliana, una de las hermanas recordó que su padre ya no podía pagar alquiler por eso debieron abandonar la casa. Susana, la otra hermana agregó que antes vivían en Tucumán y que por falta de trabajo fueron a capital y de ahí a Carcova en el año 1981.

Las hermanas Rojas, oriundas de Tucumán llegaron a Buenos Aires en 1975 y se instalaron en la villa 31, en Capital Federal. El recrudecimiento de la violencia por parte de los militares durante el proceso (Daich Varela, 2016; Aboy, 2017; Belingheri, 2017) sumado al aviso de una tía que informó la disponibilidad de espacio en Carcova, produjo que esta familia se instalará en la segunda franja que se pobló en el barrio. Esta parte comenzó a construirse en la década del 80. Las causas fueron similares a las de la anterior oleada: violencia militar en villas de capital, erradicación y búsqueda de terrenos y fuentes laborales por parte de la población empobrecida. Esta franja de Carcova se extiende entre las calles Maipú y 2 de Abril. Allí se puede observar un trazado de las calles más angosto y pasillos que se ramifican a los costados, a medida que se la recorre por la calle 1ro. de Mayo. En fin, el espacio aquí se precariza aún más, que en el sector inicial del barrio, si bien las casas que se encuentran en esta parte se asemejan a la primera franja -casas en construcción, gran parte con ladrillo hueco a la vista, desprovistas de revoque, poco espacio de calle, angostas veredas y puertas de entradas a las casas que dan directamente a la calle-, el hacinamiento en esta parte de Carcova se hace más visible. 

Carmen, de la familia Dominguez, también recuerda haber llegado en el 80 de una villa de capital y haber construido en el terreno una casilla de madera.

 Empezamos con una casillita y después fuimos haciendo poquito. Yo siempre digo ¿cuándo hemos empezado a levantar el material? Me lo tengo re grabado, fue en el año de Menem, porque el uno y uno[12], aprovechamos a full ahí.

 

Fotografía 3. Pasillo de la segunda franja Fuente: Revista Anfibia

Fotografía 4. El trazado urbano en la segunda franja. Fuente: Fotografía propia (febrero 2020).

La tercera franja (barrio nuevo) es la más cercana al arroyo que, en consecuencia, es la parte de Carcova con mayor nivel de degradación ambiental. Esta parte se formó a comienzo del año 2000. Una entrevistada da cuenta de haber llegado en el 98 y recuerda que solo eran dos casas en aquel momento en dicho espacio. La crisis económica y social que atravesó Argentina a fines de siglo XX y principios del XXI golpeó fuertemente a la población más pobre que, sin posibilidad de seguir pagando alquileres, buscaron terrenos baldíos para ocupar. Así comenzó a poblarse esta parte del barrio que va desde la calle 2 de Abril a Costanera, la calle que bordea el arroyo. Este sector se caracteriza por tres cualidades: construcciones considerablemente más precarias, aunque visiblemente más “nuevas” que las franjas anteriores; menor densidad de construcciones, lo que permite observar menor nivel de hacinamiento entre casas y pronunciada bajada en altitud respecto a la franja anterior del barrio. En los últimos años, ya sin tierras disponibles dentro de los límites del barrio, se instalaron algunas pocas casas a la vera del zanjón y los terrenos del ferrocarril. La precariedad de la vivienda, la ausencia de todo tipo de servicios y la exposición a la contaminación allí son extremas. 

Fotografía 5. La tercera franja, calle Costanera. Fuente: Fotografía propia (noviembre 2019)

Fernanda es una vecina de 47 años, habita el barrio Carcova. En su momento nos comentaba:

Ojalá nos pudiéramos mudar. Los de acá al frente del zanjón[13] casi todos nos mudaríamos. No es lindo vivir al frente del zanjón que tiran basura, perros muertos, coches, de todo. Además, tenemos asfalto, pero la gente sigue tirando lo del baño a las calles (Fernanda Nieva, Febrero/2020).

La misma vecina, en otra charla que tuvimos días después, nos contó:

Yo estuve acá un tiempo, después me fui y después volví. Me fui a San Martín de los Andes[14] a la casa de mi hermana. Es re lindo. Fui allá pero después volví a Carcova. Mi hermana me llevó porque me decía que no era vida acá. Pero yo no me hallaba allá. Porque acá es todo barrio y allá todo cerrado, era barrio militar[15], no salían afuera, se comunicaban todos por teléfono y como que me sentía muy encerrada. Allá estuve dos años. Y no me hallé y me vine. Allá no conocí a nadie en dos años, solamente estaba con mi hermana y la familia de mi hermana. Allá los vecinos no se hablan. Allá no trabajaba, mi hermana no me conseguía trabajo. Volví cuando mi hijo tenía cinco años” (Fernanda Nieva, Febrero/2020).

Y también nos compartió los proyectos de refacción de su casa.

Esos ladrillos que tenemos ahí es para construir la medianera, porque la madera se está cayendo. Ahora que tenemos la tarjeta para alimentos[16] vamos a poder comprar con eso comida y con lo de las changas[17] ahorramos un poco de plata y compramos cemento y ponemos los ladrillos (Fernanda Nieva, Marzo/2020).

Aquí se puede observar como los pensamientos, discursos y acciones pueden parecer contrapuestos. Sin embargo, aquí proponemos pensarlo como solapamientos: ambientalmente no es apto para vivir aquella zona y Fernanda, por ello, manifiesta su malestar. Exclama que si pudiera mudarse lo haría. No obstante, al relatarnos su historia de vida pudimos conocer que ella en un momento se fue de Carcova a San Martín de los Andes y luego de dos años decidió volver al barrio. Ella esgrime como motivo de su regreso la falta de socialización en aquel otro lugar.

Esa casa de la cual desea mudarse también es objeto de proyectos de reformas y construcciones. De mejora continua de ese habitar. Pensamientos, acciones, ideas, historias, sociabilidad, ambiente, materialidad, sentimientos, como muchos otros aspectos de la vida, conviven, se superponen, se conjugan y construyen la experiencia del habitar. Ella proyecta construir con ladrillo porque la madera y el nylon son traspasados por los roedores que viven en el arroyo del frente de su casa.

Más allá de las singularidades de cada franja de Carcova, existen características comunes: los motivos de llegadas; la relación de construcción con materiales descartados por otros; la aspiración de la construcción de la vivienda a ladrillo, entre otras. El modo de llegar al barrio era casi siempre el mismo: las familias llegaban al barrio a terrenos baldíos ante el aviso de familiares que agarraban terrenos e informaban de la disponibilidad de espacios. Al llegar, visualizaban un campo vacío, con pocas casas construidas precariamente, con gran cantidad de basura en el piso. La composición del suelo es una característica que atraviesa a todas las franjas de Carcova, ya que el barrio se construyó sobre basura. Los relatos de los vecinos hacen mención de encontrar el lugar con residuos que tapaban el piso y sobre los cuales, marcaban sus parcelas con hilos atados a palos que clavaban en el suelo. La familia Domínguez, como otras familias describen la presencia de basura en los suelos en el momento que llegaron.

Toda basura, relleno. Mucha basura. Iba ascendiendo la basura. Era como que iban rellenando con basura. Y así venimos, tomamos[18]. Tenías que marcar tu terreno, con un hilo, con la misma basura. Vos le ponías tu palito acá, tu palito allá y ya está, ya era tuyo. Nadie entraba. El que venía y veía la tierra marcada no podía entrar. La misma gente lo iba haciendo. Entonces yo hice eso con mi suegra. Agarré esto, agarré acá al lado, que es de mi hermana, mi hermana vivía alquilando. Desde Maipú para acá era todo campo, basural, lleno de vidrio molido, ojotas, viste la goma de las ojotas, lo que sobra, planchuelas de eso. Una tierra muy... no era tierra, era todo basural, ¿no? No podías meter la pala abajo porque no encontrabas tierra (Carmen Dominguez, Enero/2020)

Las viviendas fueron autoconstruidas, generalmente por los hombres de la familia junto con amigos o familiares. En un primer momento con maderas y chapas cirujeadas[19] o compradas a bajo costos y construían una casilla de un ambiente. Luego, fueron reemplazadas por ladrillo en la medida de las posibilidades. En este punto resulta de interés reflexionar sobre dos aspectos: por un lado, el valor material y simbólico que adquiere el ladrillo como elemento de construcción. Valor material, porque soluciona algunos problemas de fragilidad en la vivienda que presentan otros materiales; a su vez, simbólico, porque en el relato de los vecinos hacer la casa con ladrillo es percibido como un avance hacía la solidez de la vivienda y de crecimiento social.

Todas casitas bajitas, de cartones, de madera, rodeado de lona. No te digo que yo vivía rodeado de lona y mi casa era de madera, todo esto era de madera. Y después venimos avanzando de poder hacer nuestra casa de material (Rafaela Gómez. Enero/2020).

Nosotros empezamos con una casillita. Estaba hecha de tarimas. Una casilla grande y la limpiamos. Teníamos un solo hijo y después de a poquito empezamos a hacer la casa de material. No pudimos hacer la casa de material con Alfonsín[20] porque fue algo muy crítico. Como mi esposo toda la vida trabajó en la construcción y él es oficial constructor, entonces toda la vida trabajó con un constructor. Entonces él solo hizo todo. Hizo una buena base y ahí es cuando sacó toda la basura. Creo que tenía de relleno... habrá tenido 25cm aprox. y después él lo hizo, digamos sacó toda la basura llegó al tope de la tierra, sacó y puso, hizo el encadenado. Y después empezó a levantar y dividió. Tenemos dos dormitorios, comedor-cocina y se empezó a levantar (Carmen Dominguez. Enero/2020).

Yo siempre tuve de madera la casa, después cuando volví al tiempo empecé a hacer de material (…) trabajando con la cooperativa[21] hice encadenado en los cordones de la calle y ahí aprendimos, siempre trabajamos haciendo veredas. El piso lo hizo de material mi hija, porque si no tenés piso te entran las ratas. Las ratas hacen nido ahí debajo de la tierra, no son lauchitas, son gatos[22] (Fernanda Nieva, Febrero/2020).

Por otro lado, la manera de construir la vivienda por fragmentos, a medida que las condiciones económicas lo permiten es otra de las características en estos hogares. En una oportunidad, cuando ingresamos al cuarto a la vera del zanjón construido por el hijo de Fernanda, éste nos comentó:

El piso lo fui haciendo por partes, a medida que fui consiguiendo material, por eso me falta este pedazo (Alexis, hijo de Fernanda Nieva. Febrero/2020).

En los relatos aparecen de manera marcada los momentos de construcción y los de espera. En todas las familias entrevistadas aparece la construcción y/o refacción de alguna parte de la casa como una inversión que les representa un monto de dinero extraordinario, para el cual deben pedir préstamos, trabajar más de lo habitual, obtener algún ingreso extra del Estado o similar. Los materiales de construcción requieren de sumas significativas para sus ingresos y más aún la mano de obra -aunque buena parte de la población trabaja en la construcción, otra parte carece de esos conocimientos-, por eso suele haber mucha autoconstrucción con materiales y/o elementos comprados de segunda mano[23] o bien encontrados de la basura, cuestión que se hace visible en la precariedad de las edificaciones y/o instalaciones.

Yo ahora estoy con un préstamo para hacer el comedor con todo. Es por medio del Fondo Angelelli. Con eso compro material y mi marido los fines de semana va trabajando de a poco (Rafaela Gómez, Febrero/2020).

Yo iba comprando material cada mes un poco y después junté para el albañil. Mandé a revocar un mes antes que nazca él (su hijo más pequeño) porque había mucha humedad y se metían las ratas por los agujeritos. Y hacían el préstamo de ANSES[24], saqué el préstamo y compré materiales y pagué al albañil. Después no tenía baño y le pedí préstamo a un hombre de la otra cuadra y me hice el baño (Karen, cuñada de Fernanda Nieva. Febrero/2020).

La precariedad se hace presente en todo el barrio. En términos de Butler (2006) podemos afirmar que aquí se encuentra precaridad en la precariedad. El agua potable de red en el barrio se instala desde los años 2011 a 2015 por medio de cooperativas que trabajaban para el municipio[25]. Sin embargo, la instalación oficial de AySA (ente estatal encargado del ser servicio) llega hasta las veredas y en muchos casos no ingresan ni siquiera a los pasillos; debido a la falta de recursos económicos que presentan muchas familias del barrio, se encuentran limitadas en realizar las instalaciones para tener agua dentro de sus casas. Una de las familias entrevistadas nos cuenta que del tanque de agua baja una canilla y de ahí llevan baldes para utilizar dentro del hogar. Similar es el caso de la luz, a falta de posibilidad de contar con electricista, las familias bajan un cable que es conectado a alguna zapatilla desde la cual realizan las conexiones a toda la casa. Trabajadoras sociales que recorren el barrio hace varios años comentan que los accidentes por electricidad son numerosos y en invierno suelen haber incendios, producto de recalentamientos de artefactos.

El agua… pusieron hace cinco años, pero la instalación adentro no pudimos hacer, acá es todo precario. Acá se llega a prender fuego y arden todas las casas, todo precario es. Acá solo pusieron el tanque, después cada familia se tenía que poner sus caños para adentro. Acá no tenemos instalación en el baño, tenemos que tirar todo con tachos. Cuando nos bañamos tenemos que llevar tachos. Cuando es invierno calentamos con la pava eléctrica o con ollas en la cocina. La luz también, mira la luz. El cable tocaba la casa y tuvimos que levantar porque a los de al lado le daba corriente, porque tocaba la chapa el cable (Fernanda Nieva, Febrero/2020).

El déficit de cloacas es un problema que afecta gravemente al área Reconquista (Mantiñán, 2013), en Carcova el problema se agudiza más aún. En primer lugar, por la falta de espacio y además por el relleno de residuos con el que se compone el suelo en este barrio es poco aconsejable y de hecho difícil hacer pozos ciegos. En segundo lugar, aquellas casas que cuentan con pozo plantean el problema de vaciamiento del mismo: el costo que cobra un camión atmosférico para vaciarlo les resulta elevado y muchas familias no se encuentran en posibilidad de pagarlo. El municipio presta el servicio, aunque encuentra limitada la capacidad de extracción debido a que son muchas las familias que solicitan este servicio[26] y el camión municipal va esporádicamente, por lo que extrae poca cantidad de cada pozo ciego. La consecuencia es que a falta de pozos ciegos o la saturación de estos, los vecinos expulsan las aguas en los cordones de las calles del barrio.

El agua que corre por los cordones. Ahora nos matamos con el verdín[27]. La gente desagota los baños y tira a la calle. Cloacas no hay y los pozos ciegos se llenan y la gente pone la bombita y lo tira para la calle. Por eso es ese verdín, que te re matas. A veces hay un olor que te revuelve el estómago. Vos lo ves que lo tiran a la calle pero no podes decirle que no lo hagan. Yo a veces cuando veo de que casa es le digo que no tiren. (…) Del municipio vienen pero no te saca nada. Hacen 10 casas y no te saca nada. Yo desagoto el pozo una vez por año, llamo y me sacan todo. Pero sale caro, la última vez me salió $1300, de ´los mellizo´ es el único camión que entra. Te saca todo y luego le ponen una cosa que es para desengrasar y dura más. Yo durante un año no lo desagoto. Con el agua con la que nos bañamos y lavamos usamos otro pozo, mi marido le hizo como una cisterna. Un pozo así, entonces viene el desagüe ahí del baño, entonces todos los días lo tenemos que desagotar para que no agarre olor, le ponemos lavandina, cloro y eso lo tiramos a la calle (Carmen Dominguez. Enero/2020).

Los residuos son otro de los elementos de la cotidianeidad del barrio y punto crítico que colabora a la degradación ambiental en el territorio. Basura en las calles, en el zanjón y en las casas. Basura producida por los miembros de las familias de Carcova, también “importada” por los mismos vecinos que trasladan residuos de capital, de otros centros urbanos y de “la montaña”[28] al barrio. La usan para consumo propio o bien para la venta. También residuos que llegan clandestinamente, en camiones y carretas siendo depositados en el zanjón (Mantiñán, 2018).

El servicio de recolección de residuos es diario, aunque el horario en que pasa el camión es a las 8 hs. La basura no puede ser sacada la noche anterior porque las bolsas son rotas por los perros que también buscan en ellas alimento, las ratas hacen lo suyo. Resulta difícil para los vecinos lidiar con la basura, tenerla dentro del hogar es invitación a los roedores, tenerla afuera es para los perros. Las esquinas y el zanjón son por tanto espacios utilizados para acumular estos residuos. A los vecinos les molesta tener estos focos infecciosos cerca de sus hogares, aunque son de alguna manera empujados a eso. De esta forma, la basura se hace omnipresente. Se vive sobre, con y de la basura (Mantiñán, 2013).

Una vez más conviven los elementos, las diferentes miradas, las aparentes contradicciones, que en realidad son el fruto de la experiencia del construir urbanidad en estos espacios precarizados de la ciudad.

Reflexiones finales

La construcción del habitar es un proceso dinámico, multidimensional y sumamente variado. Aquí pretendimos acercarnos a la experiencia de los habitantes de un barrio con características socioeconómicas y ambientales particularmente vulnerables: pobreza, contaminación, hacinamiento y rezago habitacional. Por medio de una investigación de corte etnográfica tuvimos acceso a relatos de vida por parte de integrantes de diversas familias, que fueron las primeras en poblar las distintas capas de ese territorio y, adicionalmente, realizamos observaciones in situ a partir de visitas frecuentes.

Las conversaciones y observaciones recogidas en el trabajo de campo formaron un corpus de material que, al transcribirlos, sistematizarlos y analizarlos muchas veces, presentaban aparentes contradicciones. Lejos de pensarlas como tales, aquí proponemos verlas como un habitar construido por adiciones más que por oposiciones. Al reflexionar sobre ello creemos encontrar una respuesta que versa en torno a la confluencia de diversas dimensiones en una construcción como lo es el habitar. Cada dimensión: ambiental, arquitectónica, social, económica tiene su influencia en los discursos y acciones de los habitantes y conforma aquello que pensamos como la experiencia del habitar en estos contextos urbanos, donde la propia urbanización en gran medida queda a cargo de los mismos habitantes.

Como describimos en el artículo, los habitantes llegaban a lugares vacíos donde todo era a construir, desde la casa hasta el trazado urbano y los servicios básicos. La descripción desde el enfoque etnográfico nos permite mostrar el habitar desde las experiencias de los habitantes, y con ello algo de la complejidad que constituye dicha experiencia. El análisis etnográfico en pos de recuperar aquella experiencia vital, con sus encuentros y discordancias, permite acercarnos a la dimensión humana y social que atraviesa la problemática del habitar en la ciudad contemporánea, base para la posible futura elaboración de políticas públicas, que tiendan a mejorar la calidad de vida en los espacios signados por pobreza y degradación ambiental.

Como fuimos describiendo, el habitar se compone de dimensiones concretas y abstractas. Aunque son varias las cuestiones que podrían ilustrar tal conjunción, nos parece relevante resaltar la cuestión del ladrillo. Todas las familias entrevistadas mencionaban al ladrillo como un elemento anhelado para la construcción de la casa. Por un lado, este material que brinda solidez y por ello es requerido por las familias. Por otro lado, el ladrillo tiene una representación simbólica, para las familias significa dejar el rezago habitacional y tener un hogar sin el estigma de la pobreza. 

Aunque existen estudios que teorizaron sobre la urbanización, pocos han tomado en cuenta la construcción del habitar desde las familias, y en ese sentido, este artículo expuso algunos hallazgos que dan cuenta de la dimensión activa de los habitantes en la construcción del hogar. Asimismo, este articulo hecha luz sobre el peso que tiene el estigma sobre los habitantes de los barrios más empobrecidos que se esfuerzan para asimilar los materiales de sus casas a la de otros barrios. Estudiar dicha problemática en sus diferentes aspectos y en los diferentes contextos que hacen al trazado de la ciudad es ineludible para reflexionar acerca de lo que significa habitar las ciudades en nuestro tiempo. Esto adquiere matices especiales en el sur global, donde la metropolización creciente ha redundado en la proliferación de asentamientos marginales y en muchísimos casos, accediendo a una ciudadanía con notables marcas de precariedad.

Entre las infinitas aristas a desarrollar en busca de aquella problemática del habitar en estos espacios relegados de la ciudad, hemos empezado por las llegadas al barrio, las primeras construcciones y en algunos casos sus siguientes mejoras. Conocer este aspecto nos permite dar marco y un punto inicial a las demás preguntas acerca de las diversas dimensiones y situaciones que confluyen en la experiencia del construir habitar en los espacios relegados de la ciudad.

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[1] En el marco de un proyecto de investigación interdisciplinario de la UNSAM: “Hábitat sustentable en la cuenca del río Reconquista” dirigido por Roberto Busnelli.

[2] Si bien en el mencionado período nuestra pregunta giró justamente en los términos que refieren al habitar, cabe mencionar que este trabajo se inscribe dentro de los proyectos de investigación que son realizados en la zona donde se desarrolla la actual investigación desde el año 2009.

[3] Ver https://unhabitat.org/

[4] Si bien el nombre oficial del barrio es Ernesto de la Cárcova, aquí preferimos utilizar la nomenclatura “Carcova”, ya que de esa forma es que lo conocen popularmente sus habitantes y con ese nombre por tanto se refieren a su barrio en los registros y entrevistas. Segura (2009) en su texto “Si vas a entrar a una villa, loco, entrá de otra forma…” plantea las luchas, distanciamientos y enfrentamientos existentes por las identidades que se forjan, entre otras por las denominaciones del barrio.

[5] Recibe diariamente 16 mil toneladas de residuos. Ver en CEAMSE-estadísticas https://www.ceamse.gov.ar/estadisticas

[6]  Los nombres y apellidos de las familias fueron cambiados para reservar la identidad.

[7] No existen estadísticas precisas que den cuenta de la cantidad de habitantes en el barrio. Este número se ha extraído de una nota periodística de febrero 2019 en Redacción. Ver https://www.redaccion.com.ar/en-una-villa-de-jose-leon-suarez-el-padre-pepe-rehace-su-vida-y-vuelve-a-dar-batalla/. En el 2009, Segura (2009) describió al barrio mencionando 11.000 habitantes aproximadamente.

[8] En las entrevistas realizadas suele aparecer la diferenciación entre los de “afuera” de Carcova y los de “adentro”.

[9] Creado por una fundación llamada “construyendo” que brinda préstamos a personas de bajos recursos.

[10] Es un programa municipal de General San Martín que se llama Fondo de Financiamiento Monseñor Enrique Angelelli. Consiste en otorgar préstamos a vecinos con el objetivo que los vecinos mejoren progresivamente sus hogares, mejoren las condiciones de vida de los vecinos y no comprometan su economía diaria.

[11] Entre las visitas que realizamos a la casa, en una oportunidad la madre de la familia Roja citó a sus hermanas mayores para relatar con mayores voces e información la llegada al barrio.

[12] Hace referencia a una medida económica denominada “Ley de Convertibilidad” que rigió en Argentina entre 1991 y el 2001 en el que se sostuvo  1 peso argentino al valor de 1 dólar estadounidense por medio de reservas del Banco Central de la República Argentina

[13] Se refiere a uno de los arroyos que a cielo abierto atraviesan el barrio de Carcova, trayendo en sus aguas desperdicios de diverso tipo. Estos arroyos reciben dichos desperdicios en zonas urbanas de la ciudad, muchas veces a varios kilómetros de distancia.

[14] Es una ciudad turística, caracterizada por su paisaje con lagos y montañas que se encuentra al sur de Argentina en la provincia de Neuquén.

[15] Son barrios cerrados tipos countries, con seguridad privada y vigilancia en el acceso.

[16] Son tarjetas del tipo de débito otorgadas a familias que no están registradas en trabajos formales y allí el gobierno argentino deposita una suma mensual destinada a la compra de alimentos.

[17] Son trabajos ocasionales con ganancias bajas en general.

[18] Hace referencia a ocupar un lugar, ya sea tierra, casa o fábrica entre otros, sin tener permisos para instalarse allí.

[19] Recuperar de los residuos desechados.

[20] Presidente de la República Argentina desde 1983 a 1989.

[21] Las cooperativas que hace mención la entrevistada son asociaciones que se crearon en el marco de programas sociales (Argentina trabaja y hacemos futuro) para que los beneficiarios realicen determinadas actividades a cambio de la contraprestación económica que el Estado le brinda.

[22] Usa esa forma para dar cuenta del gran tamaño de los roedores.

[23] De segunda mano significa que no son elementos nuevos, sino que ya fueron usados o bien tienen fallas.

[24] Es un organismo nacional encargado de la política de la Seguridad Social en Argentina. Entre las funciones principales se encuentran otorgar jubilaciones y pensiones, asignaciones familiares a los trabajadores en actividad y jubilados, subsidios familiares, prestaciones por desempleo, financiadas por el Fondo Nacional de Empleo, e implementar diversos programas de Seguridad Social.

[25] Antes, la provisión de agua era realizada a través de una red informal organizada por los propios vecinos.

[26] El municipio brinda este servicio de manera gratuita.

[27] Hace alusión a las caídas frecuentes con agua resbalosa que hay en las calles, producto del desagote de los baños en las calles.

[28] Se le dice “la montaña” al cúmulo de residuos que se junta en el relleno sanitario Norte III de la CEAMSE en José León Suárez.