Los epígrafes de Operación masacre: Rodolfo Walsh y las suaves,
tranquilas estaciones
Rodrigo Arenas1
Estudiante de Letras,
Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires, Argentina
rodrigoarenas99@gmail.com
Recibido el 9 de septiembre de 2024, aprobado el 24 de octubre de 2024
Resumen: mientras vivió, Rodolfo Walsh se ocupó de mantener Operación
masacre
para inscribir la obra en el contexto político. Hoy en día, el trabajo archivístico
de la crítica es necesario para evitar que el libro, monumentalizado por el
canon, pierda esa capacidad de actuar. El presente artículo comparte este
objetivo con trabajos como los de Crespo, Hernaiz, Link y Luppi, y se dedica,
para alcanzarlo, al estudio de un paratexto que en las ediciones actuales no

a partir del trazado de un recorrido físico-subjetivo, acceder a una nueva
lectura del aparato paratextual de Operación masacre, analizar de otra forma
a su protagonista y comprender mejor la relación entre literatura y realidad
en la escritura de Walsh.
Palabras clave: literatura contemporánea, Argentina, canon, archivo,

The Epigraphs of Operación Masacre: Rodolfo Walsh and the Soft Quiet
Seasons
Abstract: While he was alive, Rodolfo Walsh tried to keep Operación masacre
open to reality, modifying the paratextual apparatus in each edition to
inscribe the text within the political context. Today, the archival work of
criticism is necessary to prevent the book, monumentalized by the canon,
from losing its ability to “act”. The following article shares this objective
with works by Crespo, Hernaiz, Link and Luppi, and aims to achieve it by
studying a paratextual element that is not present in current editions: the
epigraph that Walsh removed in 1969. Pulling on this thread will allow us,
through the tracing of a “physical-subjective path, to access a new reading of
the paratextual apparatus of Operación masacre, analyze its protagonist in a
different way and understand better the relationship between literature and
reality in Walsh’s writing.
Keywords: contemporary literature, Argentina, canon, archive, literature and

1 Con aval del Dr. Juan Pablo Luppi, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
13
Preferiría no hacerlo
Nota al margen
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
Vol. II Nº 4 | julio-diciembre 2024
En “Canon contra archivo”, Daniel Link señala los efectos perniciosos del
canon, que “transforma el documento en monumento” (Link, 2019, p. 14).
Monumentalizada, “la obra pierde su carácter documental”, su urgencia y
su capacidad de “gritar su fuerza puramente indexical” (p. 14). Según Link,

de todo el fetichismo que se asocia a ella, de su carácter mercantil, de la
reproducción de lo ya sabido” (p. 19). Si, mientras estuvo en vida, Walsh se ocupó
de mantener Operación masacre
cada edición los paratextos, que guardan “como característica inalienable la

presente político y cultural de cada reedición” (Hernaiz, 2012, p. 15), en las
décadas que suceden a su muerte, el aparato paratextual se ha estabilizado.
Por esa razón, este libro necesita especialmente que la crítica, mediante la
práctica del archivo, evite su monumentalización y guarde, de esa forma, su
carácter documental, su capacidad de actuar

de Walsh en la tradición de violencia argentina como testimonio, categoría
aplicada tanto a la obra como a la vida”, pero “la obra abierta más allá de la

y menos uniforme que un monumento” (Luppi, 2015, p. 117), entonces este

imagen canónica que reduce su complejidad.
Nuestra lectura de Operación masacre adoptará la actitud que Piglia


en el acto de contarse, pues “espejo y máscara, ese hombre habla de sí al
hablar del mundo y a la vez nos muestra el mundo al hablar de sí mismo” (Piglia,
2015, p. 336). Continúa el escritor: “la autobiografía necesita del lector para
completar el círculo de su expresividad: cerrada en sí misma esa subjetividad
se ciega, es el lector quien rompe el monólogo, quien le otorga sentidos
que no estaban visibles” (pp. 336-337). Nos focalizaremos en un elemento
del paratexto: el epígrafe que Walsh decide eliminar en 1969. Tirar de ese
hilo perdido nos permitirá trazar el recorrido físico-subjetivo realizado por
el protagonista de Operación masacre, que va desde las “suaves, tranquilas
estaciones” de T. S. Eliot hasta la declaración del comisario Rodríguez Moreno
del nuevo epígrafe. Ese recorrido activa un circuito que nos ofrece formas
alternativas de pensar la relación entre literatura y realidad en la escritura de
Rodolfo Walsh.
Pero antes de abordar Operación masacre, compararemos la edición
Rodrigo Arenas
14
de 1969 de este libro con la que Borges hace de Fervor de Buenos Aires en el
mismo año, para señalar algunas características del tratamiento que Rodolfo
Walsh hace de los paratextos.
Puerta de entrada: Walsh y Borges en el zaguán
En cada nueva edición de Fervor de Buenos Aires, Borges revisa el texto y lo

y como forma de intervenir de modo siempre actualizado en los distintos
contextos político-culturales” (Hernaiz, 2015, p. 16). Para la edición de 1969,
escribe un prólogo que reemplaza al original. En ese nuevo zaguán del
libro —para usar, en lugar de “umbral” (Genette, 2001), un término caro a
Borges—, dispone recuerdos de su vida, desde aquel poemario de 1923 hasta
el presente, para que veamos en qué se parecía y en qué se diferenciaba el
muchacho del hombre. Nos dice que el joven de 24 años que escribió los
        
que, a los 70, se resigna o corrige: los dos descreen del fracaso y del éxito, de
las escuelas literarias y de sus dogmas, los dos son devotos de Schopenhauer,
de Stevenson y de Whitman.
Dejando atrás este zaguán, abrimos la puerta para ingresar al texto
y leer, en los poemas de 1923, al autor
autoral está fuertemente consolidada y que ha hecho del muchacho un
precursor suyo. Al apoyar la mano en la manija, leemos: “en aquel tiempo,
buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora, las mañanas, el
centro y la serenidad” (Borges, 2016, p. 15). Las habitaciones de la casa no
sufrieron solo refacciones leves —destinadas a mitigar “excesos barrocos” y
desmontar “sensiblerías y vaguedades” (Borges, 2016, p. 15)—; se trata de una
construcción distinta, que solo se parece a la anterior. Ya cerramos la puerta;
no podemos obedecer a la inquietud que nos impulsa, repentinamente, a
volver al zaguán y levantar la vieja edición de Fervor, sin índice ni números
en las páginas, para resucitar al muchacho, para averiguar nosotros en qué se
diferencia del señor, a quien, en verdad, no tenemos por qué creerle.
En 1969 se publica, también, la tercera edición de Operación masacre,
con grandes diferencias respecto de la primera: además de corregir el texto
y robustecer “La evidencia, Walsh ha cambiado el epígrafe y ha sustituido los
múltiples escritos que funcionaban como prólogos y epílogos por un único
par. Similar al zaguán de Borges, los de Walsh (uno a la entrada, otro a la salida)
miran hacia atrás. El autor presenta su visión de los trece años transcurridos:
en la entrada, el año entre 1956 y 1957 y cómo llegó a escribir el libro. En la
Rodrigo Arenas 15
salida, cómo cambió él a partir de la publicación. Quizá sea esencialmente el
mismo, pero lo que importa, lo que quiere mostrar, no es lo que se mantiene,
sino lo que se transformó. Los zaguanes no nos disponen a leer en el texto

de la obra mediante la presentación de los cambios que la investigación
que llevó al texto produjo en él. Con esa intención, ediciones póstumas de
Ediciones de la Flor reincorporan los paratextos que Walsh eliminó y los
presentan diacrónicamente. Si la de 1969 exhibía una imagen monológica que

escuchar las voces de los distintos Walsh: se activa así un circuito de lectura
que va de un paratexto a otro y de los paratextos al texto, lo que nos permite
leer los cambios subjetivos del autor.
El recorrido físico-subjetivo
Entre la edición del 57 y la del 69 (mediada por la del 64), Walsh corrig
el texto —sobre todo eliminó, como lo comprueba Bárbara Crespo, “huellas
explícitas de simpatía o rechazo del narrador que subrayan innecesariamente
una actitud de valoración ya evidente” (Crespo, 1994, p. 225)—, retiró el
parágrafo 23 —una letanía muy literaria en la que el narrador les hablaba a
las víctimas y al basural— y agregó el “Expediente Livraga” y el “Retrato de la
oligarquía dominante. En cuanto a los paratextos, sustituyó el “Prólogo para
la edición en libro, la “Introducción, el “Obligado apéndice” y el “Provisorio
epílogo” por un único “Prólogo” y un único “Epílogo, y también cambió el
epígrafe. En la edición del 57, el epígrafe era un fragmento del poema Murder
in the Cathedral, de T. S. Eliot, que culmina con el verso: “how can I ever
return to the soft quiet seasons”. En el 69, es una cita del “Expediente Livraga

encomendada era terriblemente ingrata para el que habla, pues salía de todas

     
ediciones contemporáneas de Ediciones de la Flor.
Indaguemos en los efectos del cambio de epígrafe. Primero, qué se
gana. Walsh escribió el libro “para que actuara” (Walsh, 2013, p. 185) y el cambio
funciona en ese sentido: la denuncia gana contundencia por incluir, antes del
relato de la investigación, la declaración de un comisario, Rodríguez Moreno,
que acusa a la jerarquía policial; ya no es solo un periodista de izquierda
quien denuncia la ilegalidad de los fusilamientos. Pero Operación masacre
gana contundencia, también, por lo que se pierde con el cambio: no importa
Rodrigo Arenas
16
resaltar únicamente la parte más saliente de la que Walsh consideraba la
prueba más categórica, sino también dejar 
el gesto de resaltar una evidencia, la que sea, en vez de los versos de un poeta
modernista inglés. En otras palabras, el epígrafe original podía generar cierta
ambigüedad en torno al motivo detrás de la investigación: ¿es una búsqueda


el cómo se percibe el texto, en calidad de qué, a partir de cómo ve el autor su
propia investigación. Pero, fundamentalmente, se perdería el contenido del
epígrafe: las palabras, la pregunta “cómo puedo volver a las suaves, tranquilas
estaciones”. Sin embargo, las palabras no se pierden. Walsh conserva cuatro
de ellas y las hace ingresar a otro paratexto. En el 69 la pregunta está, casi
íntegra, en el “Prólogo, aunque ya no es una pregunta. Con la primera
entrevista a Livraga, escribe, “la larga noche del 9 de junio vuelve sobre mí,
por segunda vez me saca de ‘las suaves, tranquilas estaciones’” (Walsh, 2013,
p. 19). La pregunta ya no es una pregunta, volver no es una posibilidad y esas


del epígrafe original: en el 57, Operación masacre tenía un epígrafe que, en
vez de aludir a la investigación, aludía a los cambios subjetivos que había
experimentado el autor al realizarla.
El Rodolfo Walsh de Operación masacre se construye tanto por su
investigación como por el estilo
doce años después y cómo plantea su relación con la literatura y la realidad
en las ediciones del 57, el 64, el 69 y el 72. Como propone Eduardo Jozami,
“las sucesivas ediciones registran no sólo los cambios en el texto sino,
fundamentalmente, la transformación del enunciador” (Jozami, 2006, p. 86).
Ese personaje es, quizá, el mejor de la literatura argentina. No solo porque, como

periodista oscila constantemente entre la condición de personaje-narrador
y la de autor” (Amar Sánchez, 1986, p. 101), o porque encarna la tensión entre
realidad y literatura, sino que también, y sobre todo, por las distintas capas
temporales del personaje que conviven en el libro debido a la decisión de

de reemplazar cada vez los paratextos, en vez de hacerlos coexistir, y por
lo tanto de subsumir, en cada edición, sus posiciones subjetivas previas;
sabiendo que Walsh presentaba los nuevos prólogos y epílogos como los
únicos, donde una voz del presente comentaba sobre un yo del pasado que
era inaccesible, podemos cotejar hoy, por ejemplo, cómo habla de los mismos
Rodrigo Arenas 17
hechos en distintos momentos, lo que dice y lo que calla. Esto es lo que nos
proponemos hacer en las ediciones del 57 y el 69 con los hechos que entre
junio y diciembre de 1956 lo llevaron a la investigación. Los sucesos que narra
    
que había narrado en el 57. Pero lo esencial está en lo que cambia.
En el “Prólogo” del 64 (que nunca reemplaza), Walsh escribe que, con
la entrevista a Livraga, la noche del 9 de junio lo saca por segunda vez de
las suaves, tranquilas estaciones (Walsh, 2013, p. 19). La primera vez había
sido narrada en la “Introducción” del 57, salvo que allí las estaciones estaban
únicamente en el epígrafe, no se las relacionaba explícitamente con la noche
del levantamiento. Algo lo saca por segunda vez: es decir que, tras la primera,
volvió. Está claro: las estaciones son de naturaleza temporal antes que espacial
y hacen referencia a las posiciones subjetivas de Walsh. Una cuestión que por
evidente no deja de ser importante es que, en ambas ocasiones, Walsh narra
recorridos físicos trazables en mapas. En las dos, parte del mismo lugar, el
café, aunque en el 57 parecía no ser del todo consciente de que estaba en el
café; en todo caso estaba en un café. En la misma línea, tanto en el 57 como
en el 69, la noche del levantamiento de junio, Walsh llega a su casa invadida
por los militares y la violencia: pero, en el 57, no sabemos desde dónde llega,
no se nos dice el punto de partida. Sí sabemos que está en un café cuando en
diciembre recibe la noticia de que Livraga —uno de los fusilados del motín—
en realidad vive y no está en la cárcel, lo que dispara la investigación, lleva
a Walsh a la entrevista, a la declaración del comisario Rodríguez Moreno
           
explica en la “Introducción” del 57; de hecho, es lo primero que dice y lo
primero que leemos —luego del epígrafe de T. S. Eliot—. Por lo tanto, nuestro
recorrido, el de los lectores, empieza en el café, aunque no en junio sino en
diciembre. En los paratextos del 57, la llegada a su casa atravesando la zona de
combate en junio se narra recién en el “Provisorio epílogo” y separada de la
“Introducción” por todo el texto. Walsh no nos informa de dónde llega, pero
nosotros empezamos la lectura en el café y terminamos en la casa invadida
por la violencia. En esa edición, la cronología está alterada: comenzamos en
el punto inicial del recorrido de la segunda vez, el café donde recibe la noticia

la primera, aislado no solo temporal sino espacialmente por los cientos de
páginas de la investigación.
Desde el 64, Walsh narra ambos recorridos cronológicamente y en el
mismo paratexto, el “Prólogo. Allí, revela que el café donde Livraga irrumpió
como un fantasma en diciembre de 1956 es el mismo en el que, seis meses
Rodrigo Arenas
18
antes, durante el levantamiento de Valle, lo había sorprendido “el cercano
tiroteo con que empezó el asalto al comando de la segunda división” (Walsh,
2013, p. 17). Esa noche, entonces, Walsh llegó a su casa desde el café; es solo
ahora que ese café, un café, se vuelve el café, porque es caracterizado: allí se
jugaba al ajedrez, “se hablaba más de Keres o Nimzovitch que de Aramburu
y Rojas” y “la única maniobra militar que gozaba de algún renombre era el
ataque a la bayoneta de Schlechter en la apertura siciliana” (Walsh, 2013, p. 17).

la realidad: dos veces es sacado de las suaves, tranquilas estaciones del café
por la noche del levantamiento; primero, bajo la forma del tiroteo y, luego,
bajo la forma de la noticia sobre Livraga y la entrevista con él. Ahora, Walsh
cuenta cómo caminó a su casa desde el café. Al llegar, el relato es parecido al
del 57, pero aparece lo siguiente:
Después no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada
anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanús, ni la ola
de sangre que anega al país hasta la muerte de Valle. Tengo demasiado
para una sola noche. Valle no me interesa. Perón no me interesa, la

y a la literatura fantástica que leo, a los cuentos policiales que escribo,
a la novela “seria” que planeo para dentro de algunos años, y a otras
cosas que hago para ganarme la vida y que llamo periodismo, aunque
no es periodismo. (Walsh, 2013, p. 18)
Puedo volver
de 1956, pudo regresar; en diciembre, cuando escuchó el relato de Livraga,
ya no. Así queda, pasado en limpio, el recorrido: del café de ajedrecistas a la
casa en el levantamiento, vuelta a las suaves, tranquilas estaciones y destierro


lo que le sucedió en ese año, cuando “[supo] lo que era el incoercible miedo
físico” (Walsh, 2013, p. 216): el café era solo un café, el recorrido no se podía
trazar, la pregunta no aparecía más que en el epígrafe, y en los paratextos no
hacía grandes referencias a sus cambios subjetivos, salvo lamentarse sobre
algunas decepciones respecto de los efectos de su denuncia y mencionar que

Rodrigo Arenas 19
detrás de la elección del epígrafe y de la decisión de abrir el libro en el café y
cerrarlo en el levantamiento.
Las nuevas suaves, tranquilas estaciones
Ese recorrido físico-subjetivo está contenido en el “Prólogo” del 64, donde
es un viaje ya-realizado y, por lo tanto, si continuamos con la pauta de
lectura, puede funcionar como un nuevo punto de partida. ¿Cuál sería el

decepciones que se llevó al ver pasar la denuncia por sucesivos gobiernos
sin que nada cambiara. El escritor pretendía que el gobierno de Aramburu,
el de Frondizi o el de Guido “reconociera que esa noche del 10 de junio de
1956, en nombre de la República Argentina” (Walsh, 2013, p. 220) se había
cometido una atrocidad. Y retoma su recorrido subjetivo desde el punto en
donde lo dejó en el “Prólogo. Si en 1957 había dicho, “con grandilocuencia,
que “este caso está en pie, y seguirá en pie todo el tiempo que sea necesario,
meses o años”, ahora pide retractarse: “este caso ya no está en pie, es apenas
un fragmento de historia, este caso está muerto” (Walsh, 2013, p. 221). Y más
         
la ilusión en la justicia, en la reparación, en la democracia, en todas esas

2013, p. 222).
Al igual que Borges con Fervor de Buenos Aires, al releer Operación
masacre Walsh critica cuestiones formales: “hay frases enteras que me
molestan, pienso con fastidio que ahora la escribiría mejor” (Walsh, 2013, p.
222). Pero lo central es: “¿la escribiría?. Walsh puede cambiar frases, pero
la escritura y la publicación de Operación masacre eran indesligables de los
efectos que su autor quería obtener y que, ahora, cree inalcanzables. Así, el
recorrido va desde el periodista que creía en los efectos de su investigación
a un desengaño respecto de todos los gobiernos y de la potencia de trabajos
periodísticos como el suyo. Si en el 57 el desengaño llevaba a Walsh a investigar,
el nuevo desengaño lo hace dudar de su labor.
En una entrevista del 69 por la publicación de ¿Quién mató a Rosendo?,
Walsh dijo que a partir de Operación masacrese [le cayeron] un montón de
vendas e ilusiones” (Walsh, 1996, p. 142). Eso parece repetirse en cada nueva
edición del texto, entiende que las suaves, tranquilas estaciones abarcaban
más de lo que antes pensaba y que, cuando creía haberlas abandonado, había
caído en otras. En el 64, comprende que en el 57 todavía vivía en las suaves
estaciones de la fe en la justicia, el castigo y “la inviolabilidad de la persona
Rodrigo Arenas
20
humana” (Walsh, 1996, p. 144). Cinco años después parece decir: en el 64
vivía en otras estaciones porque, decepcionado de los gobiernos, no tenía el
encuadre histórico, la comprensión del sistema. Si bien mantiene el prólogo
del 64, en el 69 cambia el epílogo y escribe allí:
Una de mis preocupaciones, al descubrir y relatar esta matanza cuando
sus ejecutores aún estaban en el poder, fue mantenerla separada, en lo
posible, de los otros fusilamientos cuyas víctimas fueron en su mayoría
militares. Aquí había un episodio al que la Revolución Libertadora no

        
(Walsh, 2013, p. 173)
Ahora, en cambio, entiende que “la clase que esos gobiernos representan
se solidariza con aquel asesinato”; que los militares fueron fusilados
        
del peronismo y la clase trabajadora” y que “las torturas y asesinatos que
precedieron y sucedieron a la masacre de 1956 son episodios característicos,
inevitables y no anecdóticos de la lucha de clases en la Argentina” (Walsh, 2013,
p. 173). De modo que observamos un viraje de Walsh del alegato particular
hacia el encuadre histórico. En el 64 se preguntaba si volvería a escribir
Operación masacre: en el 69 retira el epílogo en el que se hacía esa pregunta
—porque cree que sí hay que escribirla, pero con encuadre histórico—, reedita
el libro y publica ¿Quién mató a Rosendo?
Literatura y realidad: el parágrafo 23 y el aroma de los tilos
Algunos de los cambios realizados entre el 57 y el 69 podrían llevarnos a la
conclusión de que, con cada edición de Operación masacre, Walsh buscaba
reducir los elementos literarios para enfocarse en la denuncia, debido a un
supuesto abandono cabal de la literatura. Tal conclusión sería coherente, sin


literaria y el rol de la literatura que Walsh no compartía.
En la entrevista ya citada del 69, Walsh expresa la convicción de que las
zonas de lo real que debe tratar en su escritura son aquellas cuyo tratamiento
Rodrigo Arenas 21

zonas de lo real donde se perpetran injusticias, que son privilegiadas por su
capacidad de irradiar desde el caso individual al sistema y no “quedar en la
anécdota” (Walsh, 1996, p. 146), como sucedía con Operación masacre hasta
el 69. Al momento de decir esto está hablando de su obra ¿Quién mató a
Rosendo?, pero también de su novela en proceso.
Walsh duda del estatuto de la novela en el mundo contemporáneo
por aquello que llama las “falsas articulaciones” del género, que establecen
una continuidad por mera relación de cercanía entre personajes: “más que la
continuidad de los personajes”, dice, “me interesa la continuidad de ciertas


le está exigiendo un “enorme trabajo de documentación” (Walsh, 1996, p.
143): investigar, buscar testimonios. Para Walsh, lo que distingue la escritura
novelística de la periodística es el grado de pulido de la forma: el “periodismo
de acción” está comprometido con la inmediatez de los hechos y por lo
tanto exige “estar en la calle, escribir con grandes apuros y terminar, tal vez,
un capítulo o dos en un día” (Walsh, 1996, p. 143), mientras que la escritura
novelística necesita un repliegue.
Cuando Walsh habla de libros como Operación masacre o ¿Quién mató
a Rosendo?, plantea que los hechos tratados allí tienen más “valor literario
(Walsh, 1996, p. 143) al ser presentados periodísticamente que si fueran
presentados en una novela. Desde la perspectiva que ve un abandono de la


en una novela o en una investigación periodística: hay diferencias entre cómo
un lector lee un libro que sabe que antes fue notas en un periódico y cómo lee
una novela que narra esos mismos hechos pero que nació en forma de libro.
Pero a lo que parece referirse Walsh es que “el valor literario” de un texto se
relaciona con su capacidad de actuar en la realidad. De cualquier manera, la
cuestión tiene que ver con los efectos. Lo que debe ser una novela para Walsh




las llama, “vasos comunicantes” (Walsh, 1996, p. 142).
           Operación
masacre un alejamiento desde la literatura hacia el periodismo. Todo lo que
hace Rodolfo Walsh es literatura, todo responde a la pulsión de escritura que
Rodrigo Arenas
22



factual, lo poético y lo político, no son elementos contrarios. Es una cuestión
de escritura, y las diferencias tienen que ver con los efectos y la ecacia
literaria: Operación masacre, como libro sobre hechos reales que funciona

deseados. Cambiar un epígrafe de T. S. Eliot por otro del comisario Rodríguez
Moreno no hace a Operación masacre menos novela y más denuncia: la hace

1. En el parágrafo 23 de las ediciones del 57 y el 64, el narrador les
hablaba a los fusilados y al mismísimo basural de José León Suárez. Walsh
lo elimina en el 69. Sin dudas, aquí elide un pasaje literario, pero la cuestión
parece ser que es demasiado literario: “poemático, impostado, literario en el
mal sentido de la palabra” (Verbitsky, 1984, p. 23). “¡Siniestro basural de José
León Suárez”, comenzaba, “leproso de zanjas anegadas en invierno, pestilente
de moscas gordas y azules en verano, insultado de bichos insepultos, corroído
de latas y chatarra, velludo de pastos acerbos, último sumidero del mundo,
mira la carga que te traen!” (Crespo, 1994, p. 226). En Los ocios terrestres,
siete años después de la escritura del párrafo, Walsh pudo manejar este tono
            
anécdotas muy reducidas” como las de los irlandeses, “que suceden en un
medio pequeño, pero que “no [se] permitiría, quizá, si tuviera que escribir
una historia épica, donde “usaría un lenguaje muy reducido” (Walsh, como
se citó en Piglia, 1987, p. 19). Dentro de Operación masacre, ese tono falla.
Si pensáramos que la razón para eliminarlo es el carácter literario de las
imágenes, no se entendería que las más logradas pasen, en la edición del 69,
al parágrafo 22, como señala Crespo: “a la izquierda, se extiende un amplio
baldío, depósito de escorias, el siniestro basural de José León Suárez, cortado
de zanjas anegadas en invierno, pestilente de moscas y bichos insepultos en
verano, corroído de latas y chatarra [cursivas añadidas]” (Walsh, como se citó
en Crespo, 1994, p. 226). Algunos excesos barrocos que fueron acertadamente

2. En el “Prólogo” del 64, Walsh escribe que la noche del levantamiento
llegó a su casa —desde el café— “entre el aroma de los tilos que siempre
me ponía nervioso, y esa noche más que otras” (Walsh, 2013, p. 18). Daniel
Link señala que los tilos, en junio, no tienen hojas, mucho menos olor: ¿qué
es ese olor, se pregunta, sino un puro suplemento estético que introduce
subrepticiamente, como suplemento, los valores de la literatura, la mirada
Rodrigo Arenas 23

propone que “lo novelesco estaba en Operación masacre como un polvillo
amarillo que ‘ponía nervioso’ al narrador” porque “lo novelesco no puede ser,
para Walsh, más que eso: un suplemento intranquilizador, un aroma vago,
fuera de lugar y del tiempo” (p. 287). No podemos saber si Walsh incluyó
conscientemente ese aroma imposible o si, al escribir la noche del 56 desde
el 64, este ingresa porque lo puso nervioso en otras noches, porque Walsh
se siente nervioso al ponerse el atuendo de su yo del 56 cuando el del 64 usa
otro muy diferente, o si simplemente lo hace porque mezcla las dos noches.
           
desprenden un aroma que se difunde hacia todas las páginas de Operación
masacre. Es el mismo efecto de la pregunta del viejo epígrafe del cual, en las
ediciones posteriores, solo persisten cuatro palabras.
Al escribir la escena en el 64, Walsh opera un desplazamiento
temporal desde el invierno de junio hacia la suave estación primaveral.
  elige novelizar o
noveliza inconscientemente. De cualquier forma, en su narración de la
noche en la que fue desterrado por primera vez de las suaves, tranquilas
estaciones, encontramos que las estaciones lo acompañan en el recorrido y
lo acompañarán todavía, aunque lo pongan nervioso, siete años más tarde,
cuando se siente a escribir. Sí, Walsh va desde el café hasta la casa invadida
por la violencia, pero ese recorrido no es ni único ni unidireccional: es un
vaso comunicante que instaura la circulación entre los extremos. Al llegar a
su casa desde el café encuentra, de vuelta, el café.
Puerta de salida
En 1923, Borges buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha; en 1969, las
mañanas, el centro y la serenidad. En 1956 Walsh vivía en las suaves, tranquilas
estaciones; en 1969 tiene plena consciencia de haber sido desterrado de ellas.
Borges delinea un recorrido desde los arrabales hacia el centro, desde el límite
hacia el adentro; pero es claro que, en ambos momentos, buscaba la literatura,
solo que en distintos lugares. Por contraste, Walsh, podría parecer, se aleja
de ella. Sin embargo, aunque el periodista puede no buscar la literatura en
esa realidad, una y otra vez la encuentra. “Operación masacre cambió mi vida,

íntimas, existía un amenazante mundo exterior” (Walsh, 1996, p. 15). Borges
salía a caminar por Buenos Aires para escribir literatura; Walsh sale y escribe
literatura. Ese año, 1969, es el año en el que mitiga los excesos barrocos del
Rodrigo Arenas
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parágrafo 23, pero también es el año en el que traslada las imágenes poéticas
más logradas allí al parágrafo 22, y en el que mantiene el aroma literario de los
tilos que, cinco años antes, había introducido imposiblemente a las suaves,
tranquilas estaciones en el levantamiento de Valle.
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Rodrigo Arenas
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