palabra de una testigo, que declara, meses después del crimen, que Emanuel
sigue vivo y que “a ningún lado se fue. Volvió del agua. Siempre estuvo en el
agua” (Enríquez, 2016, p. 161). Desde este momento de la historia, el horror
algo dentro suyo la hace dudar, “la razón le decía que la chica embarazada
solo estaba buscando dinero, pero había algo en la historia que sonaba
extrañamente real, como una pesadilla vívida” (Enríquez, 2016, p. 162); el
se presenta. La cabeza de vaca empalada, el suicidio del cura y la posterior
procesión sectaria en la que la gente cargaba el cadáver de Emanuel como un
ídolo fue demasiado para la protagonista. El escape se da en cuanto ella no
puede aguantarlo más. El terror la ha vencido.
En relación con esto, podríamos pensar el cuento “Bajo el agua negra”
en un diálogo con el género del policial negro argentino. La trama narrativa del
y una investigación, todo el archivo previo del delito y el viaje a Villa Moreno.
Además, lo interesante de este género, la razón por la cual se diferencia del
policial negro extranjero o clásico, es cómo subvierte el supuesto garante del
orden, que debería ser el Estado, y lo convierte en el criminal de los relatos.
En este aspecto, podemos hablar de una relación entre el terror de Enríquez
y el género del policial negro argentino.
La línea de sentido que se encuentra en este cuento y “Esa mujer” tiene
que ver con las desapariciones de cuerpos, como planteamos anteriormente en
la introducción del trabajo. En el cuento de Walsh, el delito es la desaparición
del cadáver de Eva Perón, un crimen de Estado, y la investigación de su
paradero queda a manos de un periodista, encargado de impartir justicia
porque el Estado corrupto e inoperante no lo hace. Ambos cuentos narran
hechos violentos que se relacionan íntimamente con el poder estatal, que
sirven de tapadera para otros delitos cometidos por este mismo ente. En el
caso de “Bajo el agua negra”, la desaparición de los cuerpos oculta los previos
golpes y torturas que efectuaron los policías sobre sus víctimas y, en “Esa
mujer”, la ocultación del cadáver funciona como distracción mediática de los
crímenes dictatoriales de la época. Estos hechos son investigados no por la
justicia del Estado, sino por un periodista, al que no le interesa nada más que
recibe la ayuda necesaria para trabajar en el caso y que “había visto a muchos
así. Había logrado que condenaran a demasiado pocos” (Enríquez, 2016, p.
Caterina Reschigna Mesiano 83