narrador, perviven en los personajes como una “chispa perdida en el invierno
interminable de los oidores” (Moyano, 2021, p. 211). Además, los personajes
apelan a la imaginación, que se convierte en el estandarte que les permite
sortear la censura y la inuencia de un poder omnímodo. En esta obra, la
imaginación de la mano del instinto de supervivencia de los minalteños están
puestas al servicio de una misión: conservar su identidad, es decir, quiénes
son o quiénes fueron y qué les sucedió.
Para comenzar, resulta importante un primer acercamiento a los
dos autores principales trabajados en este artículo, para comprender su
cosmovisión y sus perspectivas. Por un lado, Daniel Moyano es un autor que
vivió la mayor parte de su vida en el interior de Argentina, especícamente en
Córdoba y La Rioja. En territorio riojano, lo encontró el último golpe de Estado
nacional, del cual fue víctima directa: gendarmes irrumpieron en su hogar
para llevarlo detenido por días, por lo que, cuando logró salir de la detención,
decidió junto con su familia exiliarse a España. Sin embargo, se valió de
herramientas que lo ayudaron a atravesar o a convivir con el sabor amargo de
este periodo. Una de las más importantes la adquirió desde pequeño con su
abuelo, quien le abrió la puerta al arte, la palabra y la música, y esa puerta no
se cerró nunca más. Ahora bien, a partir de esta breve descripción, podemos
comprender por qué su escritura contiene temáticas recurrentes que lo
atravesaron a lo largo de toda su vida: exilio, dictadura, música, identidad,
palabra, lenguaje y memoria son algunas de ellas. En este sentido, como parte
de una sucesión de novelas con temáticas compartidas —El trino del diablo,
El vuelo del tigre, Libro de navíos y borrascas—, Tres golpes de timbal es una
obra que el autor gesta durante las décadas de los 70 y 80, que representa el
impacto dictatorial en cuanto a censura y control y, paralelamente, se centra
en la búsqueda de la identidad. Es interesante, además, la forma en la que
Daniel Moyano narra el exilio, el territorio y el sujeto americano —en sus
obras en general y en esta en particular—, ya que en sus propias palabras se
puede reconocer que nunca pudo sanar su sensación de desarraigo y, a raíz
de eso, la mayor proliferación literaria de su carrera fue fruto de recuerdos,
del ejercicio constante de la memoria y de un sentimiento que lo acompañó
siempre: el amor por su patria.
Por otro lado, el antropólogo y lósofo Rodolfo Kusch es un autor
que, interesado en reexionar acerca del sujeto americano, escoge una
perspectiva geocultural, es decir que pone foco en él, en su cultura y en su
cosmovisión. Para esto, opta por viajar y conocerlo, tratar con él, escucharlo;
de este modo, reexiona a partir del saber experiencial, de experimentar
en carne propia qué es ser americano. Y así, a partir de lo recolectado en
Ariane Ortino
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