Lo Ominoso freudiano en Jorge Luis Borges. Análisis del texto
El libro de arena
Santiago Marghetti
1
Estudiante de Psicología, Facultad de Psicología,
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
santiago.marghetti@mi.unc.edu.ar
Recibido el 06 de abril de 2024, aprobado el 13 de junio de 2024
Resumen: Freud, en 1919, escribe Lo Ominoso como parte de su giro teórico,
epistemológico y ontológico que se concretó en 1920 con Más allá del principio
del placer. En estos textos, el autor abandonó la hipótesis de que el aparato
psíquico humano está dirigido por el principio de placer-displacer y enuncia
la pulsión de muerte junto a la compulsión a la repetición. Lo Ominoso es
aquello que estuvo condenado a desaparecer bajo el imperio de la represión,
pero emerge como un desconocido en lo familiar. Ese aparecer genera, en
la mayoría de los casos, un terror ante ese algo que se desconoce y que
traumatiza el alma. Este texto junto a Duelo y melancolía fueron la antesala a
los postulados teóricos del Freud tardío.
La relación entre Borges y el psicoanálisis es un tema de estudio
conocido, ya que el escritor utilizó algunas guras analizadas por el
psicoanálisis para llevar a cabo varios de sus cuentos, ensayos y libros. En
este artículo, pretendemos vislumbrar y analizar la presencia de Lo Ominoso
en El Libro de arena, para profundizar el estudio de dicha relación y abrir
preguntas futuras sobre psicoanálisis y literatura.
Palabras clave: Ominoso, Freud, Borges, El libro de arena.
The Freudian Ominous in Jorge Luis Borges. An Analysis of the Text The
Book of Sand
Abstract: Freud, in 1919, wrote The Ominous as part of his theoretical,
epistemological and ontological turn, that took shape in 1920 with Beyond
the Pleasure Principle. In these texts, the author abandons the hypothesis
that the human psychic apparatus is directed by the principle of pleasure-
displeasure and enunciates the death drive, together with the repetition
compulsion. The Ominous is that which was condemned to disappear under
the rule of repression, but emerges as an unknown in the familiar. This
appearance generates, in most cases, a feeling of terror before something
that is unknown and traumatizes the soul. This text, together with Duel and
Melancholy, were the prelude to the theoretical postulates of late Freud.
The relationship between Borges and psychoanalysis is a well-known subject
of study, since the writer took some psychological elements to carry out
several of his stories, essays and books. In this article, we intend to glimpse
1 Con aval del Dr. Juan Ezequiel Rogna, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
La literatura y las cosas
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Nota al margen
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
Vol. II Nº 3 | enero-junio 2024
and analyze the presence of The Ominous in The Sand Book, to deepen the
study of this relationship and open future questions on psychoanalysis and
literature.
Keywords: Ominous, Freud, Borges, The Sand Book.
Introducción
El psicoanálisis no puede ser pensado como un paradigma cerrado o teoría
homogénea. Desde sus inicios, Freud aceptó la posibilidad de cambios
teóricos, epistemológicos y ontológicos de sus postulados, en aras de
defender la cienticidad de la psicología y procurar un método de análisis.
No es de sorprender que haya autores tan diversos como Winnicott, Lacan,
Jung y muchos/as otros/as que se diferencian sustancialmente. Incluso,
el propio padre del psicoanálisis postuló dos tópicas que son sus marcos
conceptuales y teóricos a la hora de analizar el aparato psíquico humano o el
mundo interno de las personas.
En la primera, inaugurada en 1900 con la publicación de La interpretación
de los sueños, Freud postuló que el aparato psíquico humano está dirigido
por los principios de placer y displacer. Tópicamente se puede ubicar un
polo sensitivo que recibe los estímulos del mundo, a su vez, ligados a deseos
inconscientes que buscan su descarga. Dicho polo es la parte receptiva del
aparato psíquico, que es estimulada por el mundo externo. Para que esto
suceda, esos deseos deben hilvanarse con representaciones preconscientes
—del mundo de lo simbólico—, con un representante lingüístico, y de allí
advenir en la conciencia.
El inconsciente puede ser pensado como aquellos deseos que tiene
toda persona, pero que no se pueden representar ni imaginar de forma
directa; es una parte del propio ser que no se puede nombrar ni controlar.
El preconciente es la parte del aparato psíquico donde se encuentran las
palabras que permiten la representación. Como el inconsciente necesita de un
vehículo para manifestarse, los deseos se unen o enlazan a representaciones
preconscientes que permiten su manifestación consciente, es decir, que el
propio sujeto puede decirlas.
Estos afectos deben superar la censura primaria para enlazarse
libidinosamente con huellas preconscientes y ser descargadas de manera
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consciente. Esa censura es el mecanismo de defensa construido a partir de
los diques anímicos (asco, moral y vergüenza), que busca frenar a los deseos
inconscientes, irreconciliables con la realidad, para que no logren devenir
conscientes. Si este proceso no se lleva a cabo, puede traer aparejada la
angustia del sujeto, ya que el aumento de la energía interna acongoja al alma
(no en el sentido judeo-cristiano, sino la idea de alma como mundo anímico
interno). El principio de placer versa en que el sujeto debe descargar la libido
y energía anímica para alcanzar un Nirvana o principio de constancia y evitar,
así, el displacer. Dicho de otra forma, el placer es evitar el displacer gracias
a la descarga de las pulsiones de manera consciente. Si esto no se realiza,
advienen los síntomas: sueños, chistes y actos fallidos como emergentes del
inconsciente.
Retomando lo desarrollado por Minhot (2017), la relevancia de estos
postulados reside en que Freud, formado dentro de la losofía kantiana, logró
demostrar la cienticidad de la psicología y la validación del psicoanálisis
como corriente. Para Kant, la psicología no podía ser una ciencia, ya que
no había una facultad u órgano de la razón humana que pudiera captar los
estímulos internos y lograr un fenómeno —es decir, la síntesis entre dicho
estímulo con los a prioris de espacio y tiempo—. Para Freud, la conciencia
es el órgano que habilita el estudio de los fenómenos psíquicos y de allí la
posibilidad de conocimiento mediante juicios.
Pues bien, Freud realizó una serie de estudios que cuestionaron el
primado del principio de placer-displacer. Ya en Tres ensayos de la teoría
sexual, en Introducción al narcisismo y en Duelo y melancolía se introducen
elementos que no coinciden con la primera tópica. El estudio de los sueños
traumáticos, del juego infantil y el hecho de haber analizado a excombatientes
de la Primera Guerra Mundial, sumado a la muerte de una hija de Freud,
lo llevaron a postular un cambio tópico: la psique humana ya no estaría
gobernada por el placer y displacer, sino por la pulsión de muerte y vida. La
primera es la búsqueda de regresar al estado anterior, donde la vida se piensa
como el interludio entre dos momentos inanimados, por lo que esta pulsión
empuja al individuo a morir. La pulsión de vida es el freno a la de muerte y la
encapsula.
Lo Ominoso aparece en este contexto. Antes de arribar a la teoría de la
pulsión de muerte, Freud planteó la compulsión a la repetición como aquella
tendencia que tiene el humano de repetir, inconscientemente o sin intención,
acciones que le generan un malestar. Lo Ominoso es una manifestación de
esa compulsión que trae consigo terror a quien lo vive, ya que en lo familiar
hay un desconocido que traumatiza al yo. Retomando a Zanchettin (2013, p.
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6), esta aparición se vincula con el terror, al excitar la angustia y horror, ya
que se trata de un extraño en lo cotidiano conocido. Lo Ominoso escenica
el desconocimiento de sí mismo, un no saber de sí, que aparece en lo familiar.
Esta aparición estuvo representada en un sinnúmero de obras literarias:
por ejemplo, el cuento de Hoffmann “El hombre de la arena” (1817) que, en
este caso, el mismo Freud analizó psicoanalíticamente. La literatura utilizó
Lo Ominoso como una estrategia para traumatizar —en el buen sentido— al
lector, al movilizarlo anímicamente. Borges se valió de esto en muchos de
sus cuentos, ensayos y libros, los cuales invitan al lector a adentrarse en este
terror. El doble, el espejo, el Otro son temáticas borgeanas que desarticulan
la lógica de la realidad espaciotemporal del lector y, por ello, incomodan. La
cotidianidad es trastocada y hace que el lector juegue con las reglas de ese
universo ccional.
En este trabajo se busca elucidar, de manera introductoria, una
relación entre la literatura argentina del siglo XX y el psicoanálisis freudiano,
a través del análisis del texto El libro de arena de Borges. ¿En El libro de arena
está presente Lo Ominoso que plantea Freud como recurso para generar un
trauma y sensaciones de extrañeza en el alma del lector? La hipótesis que guía
este trabajo es que Lo Ominoso es una presencia transversal en las obras del
escritor argentino y que este texto en particular no es la excepción. Quien lee
tiene la sensación de lo siniestro en lo conocido, en aquello que conocemos/
lo familiar, que puede volverse terroríco al vincularse con la compulsión a
la repetición.
Para demostrar esta idea, primeramente se establecerá qué entendió
Freud por este concepto y su relación con el trauma, el alma y lo siniestro, a
partir de la lectura de Lo Ominoso de 1919 y Más allá del principio del placer
de 1920. Luego, se vinculará este desarrollo con el texto borgeano para
demostrar una relación entre la literatura y el psicoanálisis.
Lo Ominoso freudiano y su relación con la literatura
Lo Ominoso es un constructo teórico y epistemológico que le permitió a Freud
indagar sobre la compulsión a la repetición y la relación entre miedo y terror,
con el n de allanar el camino hacia el desarrollo de la segunda tópica. Para
el padre del psicoanálisis, Lo Ominoso pertenece al orden de lo terroríco y
genera angustia en la persona que lo padece porque es una rememoración de
lo antiguo, condenado a sucumbir bajo el imperio de la represión, pero que
reaparece en lo familiar y lo desgura (Freud, 1996b, pp. 219-220).
La represión es un mecanismo de defensa de la psique humana
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mediante el cual se impide la emergencia y descarga pulsional de los deseos
inconscientes. Estos últimos deben ser reprimidos, ya que no se adecúan a la
sociedad y a las relaciones intrafamiliares-sociales —por ejemplo, el complejo
de Edipo o los deseos sexuales infantiles—. Por lo tanto, el aparato psíquico
posee dos barreras que ltran y reprimen aquello que no debe aorar en el
Yo, para evitar su angustia y malestar.
Según Zanchettin (2013, p. 1), para Freud el horror es intrínseco a la
psique humana, al vincularse con la angustia de lo reprimido. La diferencia
entre el miedo y el terror se da por la capacidad de identicar al objeto que
provoca: en el miedo, el objeto que nos genera esa sensación es identicable
y se conoce la amenaza que implica su presencia ante nosotros; en el terror,
esa gura no es clara, no se conoce el motivo de dicha angustia, porque afecta
a una parte del Yo que no se puede identicar (Freud, 1995, pp. 12-13).
En el texto Lo Ominoso, Freud inicia desarrollando la diferencia entre
dos palabras alemanas: Unheimlich y Heimlich. La segunda se reere a lo
habitual, familiar, conocido; mientras que la primera fue acercándose tanto a
Heimlich que terminó signicando lo desconocido de lo familiar. Este juego
lingüístico es utilizado por Freud en varios de sus textos para reejar la
limitación del lenguaje para referirse a lo anímico y la inuencia de la cultura
a la hora de la estructuración psíquica. Para Rodríguez Benítez (2020, p. 60),
Heimlich describe una cosa y al mismo tiempo su opuesto, donde lo familiar y
desconocido se funden en perjuicio de la persona. Lo Ominoso es el contacto
del individuo con una situación no familiar en lo familiar.
Recuperando a Luján Martínez (2010, pp. 216-217), Lo Ominoso es
una inesperada distancia con lo familiar, donde aparece un desconocido, el
Yo no se siente cómodo en esa cotidianidad y reacciona con terror. Es una
dislocación de su sentimiento sobre sí mismo, que se encarna en la sensación
de, por ejemplo, un doble que desgura al original. Por ello, la persona que
está frente a este siniestro siente la aparición de aquello que estaba oculto en
lo familiar y una parte del mundo interno pasa a controlar al individuo.
La compulsión a la repetición es aquel fenómeno que se exterioriza
en la reincidencia de acciones u omisiones que llevan al desconcierto o
extrañeza y derivan en una angustia. El ejemplo que postuló Freud es cuando
nos confundimos constantemente de calle mientras paseamos en una ciudad
no del todo conocida y siempre arribamos al mismo lugar peligroso sin
saberlo o cuando el espejo nos genera un rechazo al desgurar la noción de
unidad del Yo.
Freud dene a Lo Ominoso como “todo lo que estando destinado a
permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz” (Freud, 1996b, p. 225).
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El autor se pregunta por la tendencia a volver a lo peor: ¿por qué se repite
la experiencia que genera un terror en el alma? ¿Qué hace que el aparato
psíquico, que en teoría está dirigido por el principio de placer, reproduzca
lo displacentero sin ganancias aparentes? Lo Ominoso muestra que lo ajeno
se presenta en lo familiar y reeja que el aparato psíquico no está cerrado,
sino que hay un vacío que se escapa y está más allá del placer. No todas
las representaciones y construcciones lingüísticas se encuentran en el
aparato psíquico: hay un centro oscuro que no se puede representar ante la
experimentación y se escapa de la posibilidad de dejar una huella mnémica.
Aquellas vivencias que no tienen representante y que son manifestaciones
de la pulsión de muerte sorprenden al aparato psíquico, que busca repetirlas
para encontrarles representación. Esta última es placentera: la representación
permite la descarga pulsional y llegar al principio de constancia. Pero lo no
representable perturba al mundo anímico al no permitir la descarga frente a
la imposible representación, ello provoca la angustia del Yo. Por tal motivo,
para Freud (1995, p. 9), en el alma hay una tendencia al principio de placer,
pero hay fuerzas contrarias que llevan a su opuesto.
La compulsión a la repetición hace revivenciar situaciones
displacenteras para el Yo, al sacar a la luz operaciones pulsionales reprimidas,
ya que el inconsciente se satisface ante su manifestación, pero el Yo se
angustia. Además, hay situaciones que escapan totalmente al placer y no se
pueden vincular con ninguna descarga pulsional.
Los sueños traumáticos o ciertos juegos infantiles reejan la necesidad
de repetir vivencias para encontrarles un representante, pero, por la limitación
representacional de la condición humana, esto es imposible: es un eterno
devenir buscando volver representable aquello que no puede serlo, al ser una
pulsión de muerte.
Algunas guras que despiertan la sensación de Lo Ominoso están
presentes en la literatura en general. El doble es un claro exponente de ello,
ya que reeja dos copropietarios del saber, del sentir y de las experiencias
que se encarnan en un solo cuerpo. El propio Yo se confunde y se da el
retorno del igual (Freud, 1996b, p. 234). El doble viene a desgurar el espacio-
tiempo, trastoca la realidad: ¿quién es la copia y quién el original? ¿Soy yo o
hay innitos yoes al mismo tiempo y ninguno es el original? Esta gura, según
Vara Miranda (2020, p. 6), anuncia la muerte, ya que lo familiar se vuelve
desconocido y reeja la fragmentación originaria del Yo y su falsa unidad: la
completitud y su anclaje desaparecen frente a su no existencia. Hay que tener
en cuenta que, para el psicoanálisis freudiano, recuperando lo planteado en
Introducción al narcisismo (1996a), el Yo es una nueva instancia psíquica que
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da cierta sensación de estar completo al hermanar las zonas erógenas (boca,
ano, genitales) que hasta ese momento se autosatisfacían, pero no formaban
una representación de unidad. El individuo nace fragmentado y el Yo es una
promesa de estar completo, pero que es imposible de alcanzar. El doble es la
eterna amenaza y recuerdo de esa incompletud.
Otra gura siniestra es el espejo, ya que no solamente duplica al Yo
que se reeja, sino que representa la pérdida del Yo al mostrar el narcisismo
primario; es decir, aquel momento donde el Yo aparece como instancia
psíquica y es una promesa de estar completo, pero esta completitud nunca
sucede y la muerte propia aparece como posibilidad (Freud, 1996b, p. 235).
Para Zanchettin (2013, p. 7), el horror se articula al campo de la mirada y lo
visto, el espejo trastoca el dominio impoluto del ojo y lo cuestiona: ¿qué ves
cuando ves?
La muerte, el renacido, la muñeca que parece viva pero no lo está, los
fantasmas: son todas guras Ominosas que generan estupor a quien las vive,
ya que están dentro del imperio de la compulsión a la repetición, que depende
de la pulsión que doblega el principio de placer (Freud, 1996b, p. 238).
Estas guras Ominosas pueden ser muy bien representadas en la
literatura. Para el padre del psicoanálisis (Freud, 1996b, pp. 230-231), en ella se
construye un mundo diferente y el lector es invitado a crear-participar en él.
Quien lee acepta las reglas de juego propuestas por el escritor, que lo conduce
a un estado de espíritu guiado y lo encausa emocionalmente (Luján Martínez;
2010, p. 221). Por ello, es posible destacar la relación entre psicoanálisis y
literatura. En el próximo apartado, se analizará en estos términos el texto El
libro de arena de Jorge Luis Borges.
La elección del escritor argentino no es inocente. Según Luján
Martínez (2010, pp. 225-226), Borges juega con las posiciones, ya que
transforma al escritor en un personaje más del texto, mediante la disposición
de una alteridad íntima. Las guras del Yo y el Otro conviven para que
aparezca el doble, gura que aparece bastante en la obra borgeana, con un
carácter reexivo y metaccional. Borges juega con la falta de realidad de
un único mundo y la fragilidad de la percepción, allí aparecen los espejos
como un engranaje terroríco de la duda; tanto el doble como el espejo son
permanentes interrogantes del ser y la realidad. Para Vara Miranda (2020,
pp. 1-2), Borges cuestiona constantemente el concepto de identidad y se
vincula al psicoanálisis con la idea de la existencia de fuerzas contiguas que
se relacionan con la razón. El inconsciente vino a cuestionar el sentido de
realidad y la posibilidad ontológica de la verdad.
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Lo Ominoso en El libro de arena de Jorge Luis Borges
El libro de arena es un texto que Borges publicó en 1975, un conjunto de
cuentos que trabajan la idea del innito como un disruptor de las nociones
de espacio, tiempo y posibilidad. El innito tiene un papel preponderante y
monstruoso en la literatura borgeana.
En la literatura de Borges se observan trazas de su origen, proveniente de
una familia materna criolla y de una paterna europea. El autor constantemente
pregonó por una mirada de las cosas desde dos perspectivas, porque es en
esa distancia donde se abre el innito de posibilidades de interpretaciones
(Moyano; 2020, módulo 1, p. 8). La inuencia del psicoanálisis en su obra se
vislumbra fácilmente. En este apartado pretendemos analizarlo en El libro de
arena y señalar la presencia de lo siniestro en algunos de sus cuentos.
Como ya adelantamos, un ejemplo de esto es la gura del doble que
viene a romper la posibilidad del espacio homogéneo idealista, ya que se
desgura en el innito como condición de posibilidad de un decir (Moyano,
2020, módulo 1, pp. 18-19). El entrecruzamiento entre lo real y lo ccional
permite que la muerte anide en la vida y que las guras incomoden al lector
ante la imposibilidad de pensar en un tiempo único y en un espacio medible.
Borges exige en este libro que el lector siga sus reglas y abandone la pretensión
de control y predicción. Veamos esto en el cuento “El otro. En este relato,
un personaje Borges mayor se encuentra con otro Borges más joven, ambos
entablan una conversación incómoda, pero que genera expectativa en todo
momento:
Salvo en las severas páginas de la Historia, los hechos memorables
prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir
quiere acordarse de un grabado entrevisto en la infancia; los soldados
que están por entrar en la batalla hablan del barro o del sargento.
Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos preparados.
Hablamos, fatalmente, de letras; temo no haber dicho otras cosas que
las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención
o descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a
anidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado.
La vejez de los hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del
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tiempo y del agua. Le expuse esta opinión, que expondría en un libro
años después. (Borges, 1998, p. 6)
El doble parasita y destruye al original (o viceversa). El original viene
a molestar a la copia y a cuestionar su existencia propia. Ambas guras no
solo se tergiversan y desplazan mutuamente, sino que se abre el campo de la
inversión o invasión. Borges muestra en todo momento que se puede tejer y
destejer las dos guras, sus dos deseos y sentimientos en un perpetuo acto
de traducción mutua. El doble y el original se desguran y habilitan el innito
de posibilidades de la emergencia de un nuevo personaje:
Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a
los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra
punta de mi banco alguien se había sentado. Yo hubiera preferido
estar solo, pero no quise levantarme en seguida, para no mostrarme
incivil. El otro se había puesto a silbar. Fue entonces cuando ocurrió
la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba, lo
que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado), era el estilo criollo
de La tapera de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha
desaparecido, y a la memoria de Álvaro Melián Lanur, que hace tantos
años ha muerto. Luego vinieron las palabras. Eran las de la décima del
principio. La voz no era la de Álvaro, pero quería parecerse a la de
Álvaro. La reconocí con horror. (Borges, 1998, p. 3)
Además, Lo Ominoso del doble lleva al deseo de reprimir, como bien
lo expresa el narrador en el cuento: “no lo escribí inmediatamente porque
mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón” (Borges, 1998, p.
3). Igualmente, el autor no solo muestra a su alter ego como algo terroríco
que se presenta ante él, sino que también lo describe como una gura que
paralelamente existe y construye una alteridad perpetua.
En el cuento “El congreso, Borges habla de sí mismo pero desde un
otro:
El nuevo director de la Biblioteca, me dicen, es un literato que se ha
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consagrado al estudio de las lenguas antiguas, como si las actuales no
fueran sucientemente rudimentarias, y a la exaltación demagógica
de un imaginario Buenos Aires de cuchilleros. Nunca he querido
conocerlo. (Borges, 1998, p. 12)
En estos dos ejemplos, se vislumbra como ese Otro aparece como
una gura Ominosa porque cuestiona la identidad del Yo: se rompe la
homogeneidad de la unidad del sujeto al establecer dos presencias que creen
ser la original y ambas tienen razón. Lo siniestro reside en reconocer que el
Yo siempre está incompleto y, por ello, se abre el interjuego de la posibilidad
innita de que un Otro sea yo.
Otra gura Ominosa recurrente en este libro son los espejos. Estos
develan la propia visión que Borges tenía sobre sí mismo: aquel original que ve
su copia en el espejo y aprecia, con terror, la aparición de su descomposición
fragmentaria. La existencia del reejo rompe la existencia del Yo, nuevamente
abriendo el innito. Aquí, el doble y el espejo juegan de igual manera a partir
de dos coordenadas diferentes, donde el primero hace que el original se
enfrente a sí mismo, mientras que el espejo funciona como un otro que media.
Por ello, esa desguración que rompe la oposición clara entre origen y copia
abre el innito como posibilidad en todo lugar dentro del sujeto y objeto que
desaparecen como dimensiones únicas y causales (Moyano, 2020, módulo 3,
p. 8).
En el cuento “Ulrica” (que hace referencia a un amor casual que solo
puede suceder en ese momento y espacio, sin repetirse), en la consumación
del amor entre los protagonistas se procura marcar un momento clave:
la duplicación del acto en la ventana elimina la posibilidad de una escena
única, ya que en todo momento el evento se reeja y, por ello, se cierran
las cortinas y se saca el espejo de la escena. Para que el amor entre Ulrica y
Javier tenga sentido nada puede reejarlo, porque es un momento único que
desaparecería ante la mirada atenta de un espejo:
Al subir al piso alto, noté que las paredes estaban empapeladas a la
manera de William Morris, de un rojo muy profundo, con entrelazados
frutos y pájaros. Ulrica entró primero. El aposento oscuro era bajo, con
un techo a dos aguas. El esperado lecho se duplicaba en un vago cristal
y la bruñida caoba me recordó el espejo de la Escritura. Ulrica ya se
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había desvestido. Me llamó por mi verdadero nombre, Javier. Sentí que
la nieve arreciaba. Ya no quedaban muebles ni espejos. No había una
espada entre los dos. Como la arena se iba el tiempo. Secular en la
sombra uyó el amor y poseí por primera y última vez la imagen de
Ulrica. (Borges, 1998, p. 12)
La muerte Ominosa también aparece en el texto borgeano. El cuento
There Are More Things” inicia con la muerte del tío Edwin Arnett, que genera
una angustia en el protagonista, porque los vivos en realidad son muertos
que conversan con otros muertos. La muerte física genera angustia en el
Yo, ya que implica su desaparición y absoluta fragmentación, el retorno a un
tiempo donde lo inanimado predomina y la pulsión de muerte se satisface al
n. Pero al protagonista, además de luchar en contra de la idea de muerte, se
le presenta otra gura Ominosa: el monstruo. Aquella presencia que escapa
de lo humano y de la normalidad del cuerpo, y que se vuelve una amenaza en
contra del Yo, ya que quiere su muerte o su modicación en el mejor de los
casos:
Era un anteatro de piedra, cercado de cipreses y más alto que las
copas de los cipreses. No había ni puertas ni ventanas, pero sí una hilera
innita de hendijas verticales y angostas. Con un vidrio de aumento yo
trataba de ver el minotauro. Al n lo percibí. Era el monstruo de un
monstruo; tenía menos de toro que de bisonte y, tendido en la tierra el
cuerpo humano, parecía dormir y soñar. ¿Soñar con qué o con quién?
(Borges, 1998, p. 25)
Lo Ominoso se presenta también en lo familiar: en este caso, en la
casa del tío del protagonista, que de repente deja de ser el lugar donde
pasó su infancia para volverse la morada del terror, de aquello que no tiene
representante para su Yo y que se vuelve terroríco. Aunque, nalmente, ese
extraño se apodera de su Yo:
Me sentí un intruso en el caos. Afuera había cesado la lluvia. Miré el
reloj y vi con asombro que eran casi las dos. Dejé la luz prendida y
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acometí cautelosamente el descenso. Bajar por donde había subido no
era imposible. Bajar antes que el habitante volviera. Conjeturé que no
había cerrado las dos puertas porque no sabía hacerlo.
Mis pies tocaban el penúltimo tramo de la escalera cuando sen
que algo ascendía por la rampa, opresivo y lento y plural. La curiosidad
pudo más que el miedo y no cerré los ojos. (Borges, 1998, p. 26)
En este cuento aparecen tres guras Ominosas: la muerte, el fantasma
y monstruo, las tres emergen en un entorno familiar —una casa conocida o
el recuerdo de un pariente— y desguran la realidad del protagonista y del
lector, ya que lo seguro se desvanece y solo quedan las reglas que impone la
cción.
La última gura Ominosa que creemos interesante recuperar no fue
nombrada previamente como tal, pero está atravesando la narración en todo
momento: es el innito. En Borges, este concepto o idea es monstruosa porque
destruye toda pretensión de origen, unidad, espacio, tiempo y conocimiento.
El innito abre la posibilidad de la simultaneidad y de las diferencias, en tanto
borra los contornos de lo real y del Yo. Tiene un exceso de afecto y destruye
el lenguaje: las palabras y las cosas están separadas porque ninguna puede
expresar todas las posibilidades. Todo punto e idea se fragmenta porque el
innito las parasita. Si todo es posible, lo imposible es la regla dentro del
juego y allí la realidad entra en una desguración esencial. El propio innito
borra el tiempo lineal y Borges lo utiliza constantemente.
En el cuento “Utopía de un hombre que está cansado” puede leerse
la interacción entre dos extraños que recuerdan momentos de su vida,
pero donde el pasado, presente y futuro desaparecen, ya que el tiempo
está suspendido. El lenguaje cambia, al igual que la política; los Estados
desaparecen y las personas tienen la capacidad de elegir su propia muerte:
—Cumplidos los cien años, el individuo puede prescindir del amor y de
la amistad. Los males y la muerte involuntaria no lo amenazan. Ejerce
alguna de las artes, la losofía, las matemáticas o juega a un ajedrez
solitario. Cuando quiere se mata. Dueño el hombre de su vida, lo es
también de su muerte. (Borges, 1998, p. 40)
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El tiempo ya no importa, porque el innito invade la posibilidad de
ubicarse: qué importa pensar en una fecha cuando se da la conversación, si
el cuento invita a leerlo en clave de que podría haber sucedido en cualquier
(o todo) momento y, justamente porque el tiempo no importa, la posibilidad
de un mundo más justo aparece como una de las innitas posibilidades de su
emergencia.
El tiempo como gura innita Ominosa aparece en varios cuentos de la
obra de Borges. “El congreso”, “There Are More Things”, “Avelino Arredondo”
presentan la innitud del tiempo, donde toda delimitación es un ataque a la
emergencia de la posibilidad de algo distinto. Pero el cuento donde el innito
encarna todo el terror y lo siniestro invade al lector a nuestro parecer es en “El
libro de arena. En este, el protagonista compra un libro innito donde nunca
se puede releer una página, ya que en el momento en el que nace aparece
otra; un innito de posibilidades es monstruoso porque todo conocimiento
es limitado, el lenguaje no puede representar el objeto y el Yo reconoce su
limitación:
No mostré a nadie mi tesoro. A la dicha de poseerlo se agregó el temor
de que lo robaran, y después el recelo de que no fuera verdaderamente
innito. Esas dos inquietudes agravaron mi ya vieja misantropía. Me
quedaban unos amigos; dejé de verlos. Prisionero del Libro, casi no me
asomaba a la calle. Examiné con una lupa el gastado lomo y las tapas,
y rechacé la posibilidad de algún articio. Comprobé que las pequeñas
ilustraciones distaban dos mil páginas una de otra. Las fui anotando en
una libreta alfabética, que no tardé en llenar. Nunca se repitieron. De
noche, en los escasos intervalos que me concedía el insomnio, soñaba
con el libro.
Declinaba el verano, y comprendí que el libro era monstruoso. De
nada me sirvió considerar que no menos monstruoso era yo, que lo
percibía con ojos y lo palpaba con diez dedos con uñas. Sentí que era
un objeto de pesadilla, una cosa obscena que infamaba y corrompía la
realidad. (Borges, 1998, p. 54)
El innito es una amenaza a la existencia del Yo, porque abre la
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posibilidad de la no existencia y de la desaparición del propio Yo. Lo
representable desaparece, al igual que las hojas del libro de arena y Lo
Ominoso inunda tanto a nuestro protagonista como al lector: cuerpo y alma
son vulnerables ante el innito que nos invade desde lo más familiar. La
innitud destruye toda pretensión de unidad del espacio-tiempo y del propio
Yo. En una realidad innita, el doble, el espejo y los monstruos son posibles,
como también innitos yoes conscientes de su realidad: es el trastocamiento
denitivo de toda pretensión de control.
Conclusión
Lo Ominoso permitió a Freud analizar la compulsión a la repetición, aquel
retorno de lo que estaba condenado a perecer bajo el imperio de la represión,
pero que emergió generando una angustia al Yo. Esta gura es utilizada en la
literatura, ya que sensibiliza al lector y habilita el pacto de lectura.
A partir de lo expuesto en este trabajo, podemos hipotetizar que Borges
recuperó en muchos momentos el psicoanálisis y la psicología en su obra, El
libro de Arena no fue la excepción. Sus guras se repiten: el doble, el espejo,
la muerte, el monstruo y el innito y buscando perturbar el alma del lector.
El Yo es penetrado por el terror y la amargura de reconocerse fragmentado
y amenazado en todo momento. Por todo esto, se puede sostener que el
psicoanálisis es una herramienta útil para analizar los textos borgeanos.
Este artículo propone una alternativa para leer a Borges y habilitar
preguntas sobre la relación entre la psicología y la literatura, ya que una y
otra son formas de tocar el alma de los individuos y de que estos puedan
subjetivizarse de diferentes maneras. Lo Ominoso habilita a construirse y
reconstruirse a través del terror, pero como instancia de cambio.
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