Virginia Woolf en torno a la problemática de género: la
improductividad y su relación con la labor de escritora en Un
cuarto propio y Orlando
Camila Belén Lucero1
Estudiante de Letras Modernas, Facultad de Filosofía y Humanidades,
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
camilabelenlucero00@gmail.com
Recibido 17 de septiembre de 2023, aprobado 27 de noviembre de 2023
Resumen: Virginia Woolf nos remite constantemente a la reexión sobre
las problemáticas de género. Sus obras debaten la imposición masculina y
el consecuente sometimiento femenino que lleva a un desequilibrio social.
En este trabajo, retomaremos tales cuestiones en torno a la construcción
de una sociedad patriarcal acentuada por las bases del poder simbólico
(Bourdieu, 2000). El dinero como objeto de disputa económica y vital se torna
un medio improductivo. En este sentido, nuestro análisis se centrará en la
lógica funcional del dinero con nes artísticos y reexivos, que devendrá
en una consecuente improductividad. Para ello, abordaremos dos capítulos
correspondientes a las obras Orlando (1928) y Un cuarto propio (1929).
Palabras clave: disputa económica, dominación, improductividad, género,
labor artística.
Virginia Woolf Regarding Gender Issues: Unproductiveness and its
Connection with the Writer’s Labour in A Room of One’s Own and Orlando
Abstract: Virginia Woolf constantly calls us to reect upon gender issues.
Her literary work deals with male imposition and the consequent female
subjugation that leads to social imbalance. In this article, we will return to
such matters around the construction of a patriarchal society accentuated
by the bases of symbolic power (Bourdieu, 2000). Money, as an object of
economic and vital dispute, becomes an unproductive means. In this sense,
our analysis will focus on the functional logic of money for artistic and
reective purposes, which will lead to a consequent unproductiveness. In
order to do this, we will address two chapters of the novels Orlando (1928)
and A Room of One’s Own (1929).
Keywords: economic dispute, domination, unproductiveness, gender, artistic
work.
1 Con aval de la Lic. Julieta Videla Martínez, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
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Preferiría no hacerlo
Nota al margen
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
Vol. I Nº 2 | julio-diciembre 2023
Introducción
Desde Bourdieu (1998), podemos entender que la instauración del dominio
patriarcal como poder simbólico va más allá de la conciencia de los sujetos
involucrados. Woolf, en Un cuarto propio (1929) explica que no culpa al género
masculino por manifestar esta dominación, sino a su educación. Más bien,
a la falta de civilización en la educación (Woolf, 2013). El comportamiento
preponderante de los hombres por sobre las mujeres remite a un sistema
social que ya se encuentra naturalizado en la conciencia y el accionar de
todos los sujetos. De esta manera, tanto los dominadores (hombres) como
las dominadas (mujeres) son presos de su pleno funcionamiento (Bourdieu,
2000). Al mismo tiempo, tanto en esta obra como en Orlando (1928) nos
encontramos con el cruce permanente entre cción y realidad que la autora
utiliza como recurso narrativo. La labor de la escritora se entrelaza con estos
cuestionamientos basados en la desigualdad social a la que se enfrenta, una y
otra vez, Virginia Woolf como mujer, pero al mismo tiempo, como escritora.
Esta idea, entonces, se transmite al conicto de la escritura. Woolf nos
permite entender por qué las mujeres, a lo largo de la historia, han tenido
mayor dicultad para desarrollar dicha actividad. La autora realiza una crítica
a la construcción del sistema social, basado en un poder simbólico patriarcal,
para permitirnos entender cuán difícil resulta a las mujeres conseguir dinero
y tiempo para escribir. Así, toda la problemática del género femenino va a estar
ligada a la labor del escritor. Woolf no desea poseer dinero para vivir mejor,
sino para poder escribir. En este caso, lo estético se vincula fuertemente con
las problemáticas sociales.
De esta manera, a lo largo del presente trabajo nos referimos a la
problemática del dinero en las obras de Virginia Woolf, donde se expone una
lógica del este en paralelo a la de su uso común en el contexto social en el que
la escritora vive. Dicha lógica funcional se maniesta no ya como un objetivo
o n que se desea alcanzar para continuar su aumento exponencial y por
consiguiente su bienestar vital, sino como un medio que le permite escribir en
tanto actividad artística y reexiva no industrial. En consecuencia, se percibe
como no productiva, en tanto que no aporta un producto considerado “útil”
al mercado, en una sociedad burguesa plenamente instalada.
Para esto, partiremos de un primer apartado donde recurrimos
al trabajo de Bloom (1994) para identicar en qué medida lo netamente
social se vincula con lo estético. De esta forma, entendemos las estrategias
narrativas que impulsan el trabajo de Woolf para desarrollar su preocupación.
Posteriormente, complementaremos esta idea en un segundo apartado, en
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el cual nos referiremos a las concepciones sociológicas de Bourdieu (2000)
con respecto al poder simbólico establecido en la sociedad. Ya que según el
autor, dentro del campo social se lleva a cabo una disputa por la obtención
y/o acrecimiento de los bienes capitales, lo que contribuye a una desigual
distribución de tales bienes, provocando, de esta manera, la dominación
masculina. Para nalizar, en un tercer apartado nos dedicaremos de lleno
a la hipótesis del trabajo, con la nalidad de percibir el dinero como medio
improductivo. Ya que consideramos que poseer el tiempo y el dinero
necesarios resulta difícil cuando se trata de una mujer. Asimismo, también
resulta complicado para las mujeres conservar una posición social sin tener
que recurrir a la mantención económica masculina. Veremos, entonces, que
el desarrollo de la actividad artística se diculta debido a estas problemáticas
sostenidas a lo largo del tiempo.
Dialéctica entre la verdad y la cción
Si hay un recurso que podemos identicar constantemente en el trabajo
de Virginia Woolf es el cruce entre realidad y cción. Siguiendo a Lyndall
Gordon en Virginia Woolf. Vida de una escritora (1986), el arte y el feminismo
de Woolf se relacionan para desarrollar su experimentación estética (Gordon,
1923). Así lo vemos en la producción de su trabajo autobiográco2 donde se
maniesta una mirada sobre su vida personal. Al mismo tiempo, se da la fusión
con lo cticio, donde el recuerdo se transforma en arte impersonal. En estos
términos, Woolf “ve a la biografía como un retrato, y no como un compendio
de hechos” (p. 25). Los hechos y los recuerdos se encuentran mezclados con
el uso de la imaginación para complementar aquellos vacíos de realidad: “La
memoria le prestaba el rayo, pero solo la imaginación podía dirigirlo” (p. 25).
Este uso se localiza también dentro del acercamiento de la voz narrativa
en Orlando. En el “Capítulo II, el personaje principal explica que el deber
primordial del biógrafo es el de contar la verdad, es decir, hechos auténticos,
aun cuando hay situaciones que no tienen explicación alguna, por lo que deja
a juicio del lector las conclusiones” (Woolf, 2003, p. 43). La imaginación hará
de complemento ante aquellos sucesos que no tienen mayor explicación o
aquellas situaciones donde la memoria no alcanza. Tal como podemos verlo
más adelante cuando se lamenta por no tener mayores datos sobre la etapa
de Orlando como embajador.
2 Lyndall Gordon expresa que en las obras de Virginia Woolf —tales como Al faro (1927)— se puede
encontrar, a la vez, un trabajo biográco de su familia. Así, en casos como el de la señora Ramsay, nos
encontramos con el retrato de su madre. Ya que la caracterización del personaje evoca recuerdos
personales.
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Al mismo tiempo, en Un cuarto propio (1929) la invención de la hermana
de Shakespeare también se encuentra dentro del juego entre realidad y
cción. La autora nos narra, de manera hipotética, qué hubiera ocurrido si
Shakespeare hubiera tenido una hermana llamada Judith. Es decir, recurre
a la imaginación para complementar su postura con respecto a la injusta
posición de la mujer en la sociedad del siglo XVI.
La imaginación hace del lenguaje un uso poético y no es exclusivamente
comunicativo, ya que la guía para relatar aquellos sucesos es la manifestación
del arte y la belleza de la palabra a través de la implementación de recursos
poéticos, tales como la metáfora. Es así como Gordon nos lo demuestra que
Woolf, para hablar de la muerte de su hermana en Al faro (1927), la compara
con la llegada de la primavera y el desarrollo de la fertilización. De este modo,
nos permite comprender la forma pasiva de aceptar su destino. El uso de
metáforas también podemos visualizarlo en Orlando, cuando la autora emplea
el elemento del oro para complementar la descripción de la llegada de una
nueva era:
Sus complejidades la azoraban. Ahora le parecía que el mundo estaba
anillado de oro. Fue a una comida. Pululaban los anillos de boda. Fue
a la iglesia. Anillos de boda por todos lados. Salió en coche. De oro o
enchapados, delgados, gruesos, lisos, pulidos, ardían apagadamente en
todas las manos. (Woolf, 2003, p. 152)
Harold Bloom, en El canon occidental (1994), expresa el amor de Virginia
Woolf por la lectura. Según el autor: se trata de una estética apocalíptica,
para quien la existencia humana y el mundo quedan sólo justicados como
fenómeno estético (Bloom, 2011, p. 280). La percepción de la realidad
y el mundo se expresan desde una mirada puramente artística. De ahí su
preocupación por “un cuarto propio, que se dará principalmente por esta
búsqueda del desarrollo artístico. Es así como su activismo feminista se
canaliza a través de lo estético. Se da esta suerte de feminismo contemplativo
(p. 293), puesto que: “no es tanto una idea o compuesto de ideas como una
formidable colección de percepciones y sensaciones” (p. 281). Lo poético es
empleado para teorizar las problemáticas de género, por eso podemos leer
sus obras como una fuerte crítica a la sociedad, pero desde el juego con los
elementos narrativos que otorgan un signicado sumamente poético. Así es
como, siguiendo a Bloom, el ensayo Un cuarto propio se puede leer como un
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poema en prosa (p. 292). Las problemáticas sociales no se despegan de su
preocupación estética, tal como se verá también en Orlando. El amor por la
literatura se convierte, entonces, en un juego entre la verdad y la cción, y
la historia y la imaginación para narrar la desnaturalización de un estado de
sociedad construido puramente por parámetros patriarcales.
La dominación masculina
Dentro de la disputa por la obtención de bienes, la mujer es la que tiene mayor
poder simbólico. Según Bourdieu (1998), la mujer siempre ha sido estimada
como símbolo de grandeza y nobleza masculina. Además, la mujer, en tanto
reproductora, contribuye de manera clave en la acumulación de capital
simbólico, que deviene en una acumulación del honor familiar. En Orlando,
al ser mujer sin esposo y sin hijos, la protagonista no posee los recursos
necesarios para mantener su capital cultural, económico, etc. El valor del
terreno y sus posesiones del hogar son propiedad del hombre de la familia. La
mujer queda totalmente por fuera de la disputa de bienes, del honor familiar
y, por supuesto, no puede opinar con respecto al tema. Por lo tanto, no es
posible que lleve a cabo su propia mantención ni propagación de bienes.
De esta manera, la problemática de la mujer como objeto de
contemplación o de acumulación se tensiona al reexionar sobre su
imposibilidad, en tanto sujeto de derechos, a desempeñar actividades sociales
en equidad con los hombres. En la obra Tres guíneas (1938), Woolf lleva
esta idea hacia la conguración de la educación académica como la plena
manifestación de esta dominación masculina. La autora nos transporta a la
reexión sobre los privilegios que surgen desde el primer momento en que la
mujer tiene el paso prohibido a la educación escolar, mientras que el hombre
participa de ella como parte de su derecho viril.
Este conicto también se traslada al ámbito laboral, ya que, aunque
las mujeres tengan la oportunidad de conseguir trabajo, siempre se van a
encontrar en desventaja con respecto a los hombres. Aquí es donde, siguiendo
nuevamente a Bourdieu en Cosas dichas (1988), el dinero se distribuye
de manera desigual en todo el campo social. El desequilibrio se mantiene
beneciando al género masculino que posee mejores oportunidades laborales,
al mismo tiempo, logrando una que genera una disputa entre los sujetos del
mismo género. Por esto, Woolf en Un cuarto propio (1929) habla de por qué
los ricos suelen ser los más irritados: se encuentran en una tensión constante
por mantener su capital. Esta disputa masculina en el ámbito laboral otorga
una superioridad marcada de forma casi innata, al encontrarse por fuera de
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su conciencia: “de ahí la importancia enorme de sentir que tanta gente —por
cierto la mitad del género humano— es por naturaleza inferior a él. Debe ser
ésta, en verdad, una de las principales fuentes de su poder” (Woolf, 2013, p.
38).
Ante esta problemática, Woolf nos cuenta que, debido a la disputa
misma entre los hombres por quitarse o mantener su poder simbólico, la
mujer se vuelve necesaria en el marco de ese altercado, ya que, su marcada
inferioridad le otorga la dominación y, por ende, el poder al género masculino.
Es decir, el varón compite por la superioridad del género en cuanto a los bienes
capitales, pero descansa sobre la premisa de su primacía jerárquica en relación
a las mujeres. Atentar contra el sistema patriarcal implica atentar contra los
medios de su asentamiento, que, siguiendo a Bourdieu en La dominación
masculina, “va más allá de los sujetos implicados. Se encuentra naturalizado
y por ello tiene trascendencia social” (1998, p. 14). La virilidad y su dominación
ante lo femenino es toda una concepción que se ha mantenido y fortalecido a
lo largo de la historia. Tal es así que toca el espacio del inconsciente, logrando
que no solo los dominadores contribuyan a su funcionamiento —luchando
para mantener su poder, por medio de la violencia simbólica—, sino que
también lleva a los dominados a seguir fortaleciendo este sistema.
De esta forma, no es posible que la mujer logre salir con facilidad de
este engranaje social en el que ha sido percibida como objeto de disputa y
siempre ha mantenido una posición de desventaja.
El dinero y el valor improductivo
Con respecto a la diferencia jerárquica que existe entre los géneros masculino
y femenino, la escritora nos lleva a pensar cómo esto repercute en el arte.
Más concretamente, en la creación de tales obras. Ante esto el dinero resulta
un medio imprescindible para lograr llevar a cabo dicha labor. Para abordar
tal problemática, volvemos al “Capítulo III de su ensayo, donde Woolf se
pregunta qué pasaría si Shakespeare hubiese tenido una hermana dotada de
la misma grandeza poética que él. Según Woolf, es muy probable que nunca
hubiera alcanzado la escolarización ni la misma educación literaria que el
gran dramaturgo inglés. Probablemente se habría debido quedar en su casa
cumpliendo con las tareas domésticas, por lo que no poseería el tiempo y la
disposición que tuvo, en cambio, su hipotético hermano William. Incluso,
al llegar a la mayoría de edad hubiera tenido que casarse para continuar con
el linaje, mientras que su hermano no tuvo la misma presión. Por lo tanto,
Woolf explica que Judith hubiera terminado por volverse loca: aquella mujer,
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pues, que nació en el siglo dieciséis con el don de la poesía, era una mujer
desdichada, una mujer en contradicción consigo misma” (Woolf, 2013, p. 52).
A través de la cción, mediante la creación de un personaje imaginario, Woolf
problematiza acerca de la gran diferencia que existen entre los roles de un
género y otro, tal como habíamos planteado anteriormente.
La sociedad imposibilita a la mujer la labor de escribir, ya que esto
no está dentro de sus funciones vitales. De hecho, escribir es una actividad
que se desentiende de las prioritarias para el mantenimiento y “buen
funcionamiento del orden social: “el mundo no pide a las personas que
escriban novelas, poemas e historias; no precisa de ellos” (Woolf, 2013, p. 54).
Por lo tanto, si esto implica ya una dicultad para el hombre, para la mujer
mucho más aún.
Dentro de toda aquella actividad social entendida como “útil”, es decir,
con una nalidad práctica para el mercado, el trabajo de las artes se constituye
únicamente como una actividad de gasto, ya que no posee un n productivo,
sino más bien el del deleite en sí mismo. Es aquí donde la función de la obra
de Virginia Woolf se vuelve una concepción improductiva. El cuestionamiento
hacia el patriarcado va destinado al desempeño de la actividad artística.
Woolf explica que la mujer puede acceder al trabajo, pero esto resulta dentro
de los límites de lo entendido como femenino. O, más bien, el trabajo que
no es masculino. Siguiendo esta línea, la mujer se construye, dentro de una
concepción patriarcal, como todo aquello que no hace a un hombre de honor.
Por ejemplo, como explica Bourdieu (1998), por medio de la contraposición
débil/fuerte. El hombre que es débil o blando es, entonces, menos hombre
y, por lo tanto, más parecido a una mujer. El sistema de valoración femenina
nace de la plena valoración masculina: exaltación de los valores masculinos
tiene su tenebrosa contrapartida en los miedos y las angustias que suscita la
feminidad: débiles y principios de debilidad en cuanto que encarnaciones de
la vulnerabilidad del honor” (Bourdieu, 2000, p. 39).
Asimismo, aunque la mujer disponga del dinero necesario para
mantenerse y permanecer en la casa para dedicarse a escribir, debe seguir
desempeñando las tareas domésticas. Tales tareas se entienden como
correspondientes a la labor femenina, mientras que está mal visto que un
hombre realice el aseo, cocine o planche. El hombre “honorable” es aquel que
trabaja fuera de su casa . Por todos estos impedimentos la mujer se enfrenta
con dicultades, sin contar la labor de esposa y madre.
El dinero es un bien valioso, escaso, necesario para el sustento de la vida
humana. Sin embargo, resulta insuciente a la hora de considerar actividades
exclusivamente artísticas. Podemos pensar en una doble improductividad de
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este. En primer lugar, el dinero resulta, como ya dijimos, insuciente para la
mujer ya que, por más de que disponga de él, esto no le asegura el tiempo
libre necesario para dedicarse a escribir. En segundo lugar, el dinero resulta
improductivo porque no se destina a las principales nalidades sociales
dentro del engranaje capitalista. La mujer, quien siempre ha sido entendida
como sujeto reproductor dentro de la naturaleza, y como encargada de la
gestión y administración del ámbito hogareño se vuelve improductiva en el
ámbito laboral. Para la mujer el dinero se convierte en un bien improductivo,
debido a que lo despoja de su valor mercantil. Al deber ser productiva en el
hogar, la mujer pierde su carácter productivo en términos laborales, por lo
que el dinero pasa a ser un medio improductivo.
Por otro lado, si bien sin dinero no es posible conseguir los medios
materiales para dedicarse a la escritura, este no es el único requisito para
poder llevar a cabo dicha actividad. La falta de tiempo es otro impedimento
importante que repercute en la gran diferencia que existe en el lugar que la
mujer ocupa en la sociedad, destinado única y exclusivamente a la gestión del
hogar y a pertenecer al capital simbólico masculino.
En Orlando (1928) se nos presenta un personaje por fuera del
comportamiento “normal” de un hombre de clase noble. Woolf lo describe
como un poco torpe y tímido, un joven que disfruta de la soledad, y que no
participa de las costumbres de su sociedad: “Orlando se cansó pronto no solo
de la incomodidad de esta vida, y de las escabrosas calles de la vecindad, sino
también de las costumbres bárbaras de la gente” (Woolf, 2003, p. 11).
Desde el primer acercamiento a la obra, notamos una diferencia de este
personaje con respecto a todo lo que lo rodea. Además, otra característica que
lo hace aún más extraño es su condición de escritor. La actividad artística es
presentada en el segundo capítulo como algo improductivo, fuera del lugar
que le corresponde a Orlando como noble:
El miserable se dedica a escribir. Y eso ya es bastante malo en un pobre,
sin otra propiedad que una silla y una mesa debajo de una gotera —pues
al n de cuentas no tiene mucho que perder—, el trance de un hombre
rico, que tiene casas y ganado, doncellas y burros y ropa blanca, y sin
embargo escribe libros, es penoso en extremo. (Woolf, 2003, p. 31)
Es decir, nuevamente nos encontramos ante una problemática con
respecto al dinero y a las actividades improductivas, sin dejar de tener en
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cuenta que la posición de Orlando es totalmente diferente a la de cualquier
mujer, ya que es un joven aristócrata. En efecto, estamos frente a un personaje
que no encaja del todo con el rol masculino o femenino3. De este modo,
volvemos a la labor de escritor como un trabajo improductivo, en el sentido
de que resulta una actividad totalmente descolocada en la vida de alguien que
posee determinadas obligaciones, por su lugar en la nobleza, a las que debe
corresponder. Al mismo tiempo, Orlando se siente inútil en la búsqueda de
un buen desarrollo de la escritura, él mismo expresa que el dinero no puede
comprarle una frase bien hecha (Woolf, 2003, p. 49). Aquí podemos ver otro
caso de doble improductividad, en la que el dinero es utilizado de forma no
práctica —útil, mercantil— y al mismo tiempo es insuciente para la actividad
a la que se está destinado. Esta situación se agrava una vez que Orlando se
convierte en mujer.
Este conicto repercute en el cuestionamiento de la dominación
masculina, ya que, retomando a Bourdieu (1998), lo masculino es sinónimo
de liderazgo, fortaleza, de poder llevar a cabo las tareas necesarias para el
mantenimiento económico y social del hogar. Orlando cuestiona esa posición
al ser un hombre que no encaja del todo en el estándar de género y clase social
a las que pertenece. La insistencia en la escritura viene a contribuir en esta
problemática. Orlando insiste en dedicarse y perfeccionarse en la escritura
más que en su bienestar. No espera nada de la vida, simplemente se dedica a
escribir. Es así como termina por desencajar en la sociedad cortesana. Esto
lo vemos, por ejemplo, en la burla de los demás hacia su amor por la lectura
y la soledad.
Además, su devoción hacia la literatura es tal que considera la antigüedad
—griega— una época gloriosa con respecto a la escritura. Considera a la
literatura como una actividad sagrada, incluso más que el propio hecho de
tener una buena posición económica y de disfrutar de tales privilegios. Su
pensamiento se vuelve improductivo —en términos del mercado— a medida
que va acercándose más y más a la escritura. Así, notamos que a lo largo de la
obra el uso del lenguaje se desenvuelve en un plano sentimental y reexivo.
En el “Capítulo II, Orlando se envuelve en un sentimiento de melancolía
con respecto a la vida y la muerte. Esto alcanza tal profundidad que Orlando
baja a la cripta de su familia para reexionar allí con los huesos de sus
antepasados. A partir de ese momento llega a la conclusión de lo efímero
de la vida: nada queda de todos esos príncipes repetía Orlando, con una
disculpable exageración de su jerarquía—, sino un falange(Woolf, 2003, p. 46).
3 Esta concepción se reere a la gura del andrógeno que plantea Gascón-Vera en To be or not to be:
la ansiedad de la androginia en Virginia Woolf” (2002).
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De esta manera, la literatura y la vida quedan en un plano fundamentalmente
sentimental, donde los valores vitales contribuyen constantemente al estado
de creación y deleite estético.
Siguiendo a Bloom, Virginia Woolf toma a Orlando como una forma
de verse a misma: una lectora apasionada (2011, p. 294). Esto choca con la
condición de mujer a la que se ve sometido posteriormente. En el “Capítulo
IV”, la posible pérdida de su hogar produce un cuestionamiento con respecto
a la posesión de los bienes capitales. Orlando se pregunta si realmente es
incorrecto que posea tantos bienes como los que tendría un hombre. Sin
embargo, no siente tanta preocupación ante estas dicultades que la obligan
a pensar en la posibilidad del matrimonio como por el hecho de no poder
continuar con su escritura. Cuando se despide del archiduque no le importa
perder un título o la seguridad que le podría traer el matrimonio, sino que
reexiona sobre la pérdida de un amante y utiliza esto como tema para su
composición. Su primer impulso es escribir. En todo momento la vida se
maniesta como un impedimento para su soledad y, en consecuencia, para la
escritura. De este modo la vida se vuelve material estético para su producción
artística. La metáfora de la vida le sirve en todo momento.
La vida y sus normas le dicultan las cosas aún más que cuando era un
hombre noble, ya que la presión social es mayor. Sin embargo, incluso así el
dinero y la posición económica le sirven únicamente para poder dedicarse
tranquila al deleite de la escritura. Por supuesto, sin dejar de tener en cuenta
el enorme peso que implica mantener el hogar y los deberes como esposa.
Conclusión
En el presente trabajo pudimos realizar un análisis de las posiciones sociales
que se establecen entre el género masculino y femenino. La dominación
masculina, desde Bourdieu (1998), se asienta en la posesión de los bienes
simbólicos que respaldan su poder. En este sentido, la mujer se concibe
como un bien simbólico a disputar entre los diferentes dominios masculinos.
Esto ya genera una gran diferencia en cuanto a la forma de entender y llevar
adelante las convenciones sociales. Llevado este problema a la escritura, el
dinero juega un papel preponderante ya que, como hemos podido conrmar,
adquiere un valor improductivo en un doble sentido. Es decir, se presenta
como un medio necesario para la labor del escritor, pero esto no basta para
llevar a cabo efectivamente esa actividad.
A raíz del recorrido del trabajo, comprendemos que la mujer no solo
tiene la gran desventaja de no poseer muchas formas de conseguir dinero,
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sino que, incluso teniéndolo, no consigue el tiempo necesario para poder
producir la escritura. Frente a esta dicultad, en ambas obras visualizamos la
constante preocupación por lograr llevar a cabo la escritura. En este sentido,
las actividades rentables quedan excluidas a la nalidad del arte. El dinero
como poder simbólico pasa a ser un medio para discutir las cuestiones de
género, por medio de la manifestación estética de la vida. Y es así como, en el
caso de Orlando, la literatura adquiere un valor mayor que la posición social
a la que pertenece. Su preocupación constante va a estar limitada por estos
parámetros.
De esta forma, en las obras de Woolf el dinero es despojado de toda
valoración, por el contrario estas se basan en un n artístico que resulta
“inútil” para la sociedad, en términos del mercado. Los nes prácticos de
la mujer son entendidos dentro de los límites que le impone la dominación
masculina. Un hombre noble no debe dedicarse a escribir —Orlando—, y
una mujer no tiene tiempo para tal actividad. Por lo tanto, las cuestiones
de género están relacionadas con las del trabajo, aunque no se tenga plena
conciencia de ello, la dominación patriarcal se encuentra arraigada a todos
los ámbitos de la sociedad.
A su vez, el valor del dinero no puede pensarse por fuera de la
problemática de género, ya que la cuestión de la escritura en tanto arte,
depende de la posesión de bienes culturales y económicos que delimitan el
prestigio social y la libertad para llevar a cabo su realización.
De acuerdo con Elena Gascón-Vera en “La ansiedad de la androginia
en Virginia Woolf” (2002), la obra de Woolf le sirve para explicarse a sí misma
como mujer, pero al mismo tiempo como escritora, ya que ambas cuestiones
se relacionan intrínsecamente. Controlar el espacio es, al mismo tiempo,
controlar la posibilidad de elección. A través de la androginia demostrará: “la
forzada arbitrariedad de la invisibilidad de las mujeres dentro de la sociedad”
(Gascón-Vera, 2002, p. 103). La mujer como objeto simbólico es tomada como
un cuerpo para otro. Woolf cuestiona este posicionamiento logrando que el
dinero se convierta en un medio de reexión constante.
Referencias
Bloom, H. (2011). Orlando, de Virginia Woolf: el feminismo como amor a la
lectura. En El canon occidental. Trad. por Damián Alou. Editorial
Anagrama.
Bourdieu, P. (2000). Espacio social y poder simbólico. En Cosas dichas. Trad.
Camila Belén Lucero 59
por Margarita Mizraji. Editorial Gedisa.
Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Trad. de Joaquín Jordá.
Editorial Anagrama.
Gascón-Vera, E. (2002). To be or not to be: la ansiedad de la androginia en
Virginia Woolf. En Clepsidra, Revista interdisciplinaria de memoria. pp.
99-110.
Lyndall, G. (1984). Un retrato de familia. En Virginia Woolf. Vida de una
escritora. Trad. por Jaime Zulaika. Editorial Titivillus.
Woolf, V. (2015). Tres guíneas. Trad. por Laura García. Editorial Godot.
Woolf, V. (2003). Orlando. Trad. por Jorge Luis Borges. Edhasa.
Woolf, V (2013). Un cuarto propio. Trad. por Teresa Arijón. Editorial El cuenco
de plata.
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