Las representaciones del yo en El viaje inútil de Camila Sosa
Villada y Un año sin amor de Pablo Pérez
María Macarena Heiland1
Estudiante de Letras, Facultad de Humanidades,
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
macaheiland@gmail.com
Recibido 08 de septiembre de 2023, aprobado 20 de noviembre de 2023
Resumen: la escritura muchas veces se convierte no solo en una práctica
de resistencia, sino también de reivindicación, puesto que ciertos grupos se
valen de ella para tomar la palabra y crear su propia narrativa, oponiéndose
al mundo exterior que los rechaza y oprime. Así, habilita otro espacio, un
espacio periférico que se vuelve central y que funciona como el reverso activo
de sus vidas. El objetivo de este trabajo es, entonces, observar de qué modo
se produce esto en dos obras argentinas: El viaje inútil (2018), de Camila
Sosa Villada y Un año sin amor (1998), de Pablo Pérez. Para ello, tendremos
en cuenta las estrategias de la representación del yo y la construcción de
determinada imagen a través de la escritura. Además, haremos hincapié en
las representaciones sociales que giran en torno al travestismo y al sida, y
en la relación entre escritura, cuerpo y enfermedad. De este modo, veremos
cómo esta práctica permite la apropiación de dichas representaciones para
renombrarlas, sin eufemismos y sin pudor y, así, reivindicar sus propias
situaciones.
Palabras clave: sida, travestismo, escritura, cuerpo, Camila Sosa Villada, Pablo
Pérez.
The Representations of the Self in El viaje inútil by Camila Sosa Villada
and Un año sin amor by Pablo Pérez
Abstract: Writing, usually, becomes not only a practice of resistance but
also of vindication, since certain groups make use of it in order to speak and
create their own narrative, in opposition to the wider world that rejects and
oppresses them. Therefore, it enables another space, a peripheral space which
becomes central and functions as the active back of their lives. The objective
of this analysis is, then, to observe how this occurs in two argentine novels: El
viaje inútil (2018) by Camila Sosa Villada and Un año sin amor (1998) by Pablo
Pérez. To address this matter, we will take into consideration the strategies
of the representation of the self and the construction of a certain image by
means of writing. In addition, we will emphasize those social representations
that revolve around transvestism and AIDS, and the relationship between
writing, the body and disease. This way, we will see how this practice allows
the appropriation of the aforementioned representations in order to rename
1 Con aval de la Dra. Candelaria Barbeira, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.
115
Preferiría no hacerlo
Nota al margen
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
Vol. I Nº 2 | julio-diciembre 2023
them, without euphemisms and without shame, and, hence, claim their own
situations.
Keywords: AIDS, transvestism, writing, body, Camila Sosa Villada, Pablo Pérez.
La escritura se congura, muchas veces, como una herramienta de la cual
nos servimos para afrontar la vida. En este sentido, dos textos de escritores
argentinos dan cuenta de la relación entre la escritura y los propios procesos,
que muchas veces van de la mano. Estos textos son El viaje inútil (2018),
de Camila Sosa Villada, y Un año sin amor (1998), de Pablo Pérez. Podemos
armar que en ambas obras hay un deseo de plasmar sus propias vidas,
de documentarlas. “Escribo para que una historia se sepa”, leemos en Sosa
Villada (2018, p. 26); por su parte, en Pérez (2018): “no tengo ninguna gana de
escribir, pero veo que ya pasaron más cosas de las que puedo dejar pasar”
(p. 87). Es decir, está la voluntad de que quede el registro en algún lugar para
algún futuro lector. Ambos utilizan la escritura como una forma de mostrar
al mundo lo que sucedió. De contar sus historias. De denunciar los prejuicios
que giran en torno al travestismo y al sida, respectivamente. En consecuencia
con esto, dicha práctica se convierte también en una suerte de refugio. Una
escribe para escabullirse de ese mundo doméstico, para comprender lo que
le sucede; el otro escribe para distraerse, para escapar de la muerte siempre
latente. El objetivo de este trabajo es, entonces, observar cómo la escritura
se convierte en una práctica de resistencia y de reivindicación para estos
autores, y de qué modos habilita ese otro espacio, un espacio periférico que
se vuelve central y que funciona como el reverso activo de sus vidas.
Ambos autores plasman su vida en la escritura y se piensan a partir de
ella. Observamos, entonces, la tensión entre la intimidad y la exposición, ya
que la escritura de lo íntimo es transformada en relato. Por un lado, Pablo
Pérez escribe un diario íntimo que, en tanto testimonio, implica narrar el
presente y, en consecuencia, el proceso no solo de la enfermedad, sino de
todos los cambios que le suceden desde lo familiar, pasando por lo económico,
lo sentimental y las experiencias médicas, hasta lo físico. En relación con
esto, Giordano (2006) arma respecto al personaje:
Está animado por una voluntad paradójica de querer resistir el paso del
tiempo haciéndolo sensible, experimentándolo a través de la escritura
María Macarena Heiland
116
diaria de no importa qué cosa, no importa cuán insignicante sea. El
diarista escribe, según la tantas veces citada fórmula de Gide, para
poner algo a salvo de la muerte. (p. 116)
Entonces, podríamos pensar que Pablo escribe no solo para posponer
el momento de la muerte, sino también porque experimenta la vida a través
de la escritura. Al ponerlo en palabras, aquello que le sucede cobra sentido y
el diario se convierte en una manifestación de su ser. Es por esto que muchas
veces se exige escribir. Este acto está acompañado de verbos de obligación o
deber: “solamente por cumplir. Escribo de pie, me quiero ir a dormir ya. Hoy
tuve una sensación fea(Pérez, 2018, p. 101). Incluso, el primer pensamiento
que plasma en el diario es “tengo que escribir” (Pérez, 2018, p. 11). Dicha acción
es una muestra más del límite en el que habita el personaje, límite en un
sentido literal, puesto que a causa de la enfermedad oscila constantemente
entre la vida y la muerte (no debemos olvidar que el año en que se escribe el
diario es un momento de tensión en el marco de la enfermedad puesto que,
a raíz de la demostración de la ecacia de un nuevo método antirretroviral,
los pacientes de sida tienen mayores esperanzas, ya que la enfermedad deja
de ser terminal para pasar a ser crónica). Pero también, el límite es entendido
como uno de esos espacios que habita el sujeto a causa no de la enfermedad,
sino de la misma sociedad, y que resultan un límite ya que, si bien el personaje
está vivo, no puede establecerse por la mirada condenatoria y los prejuicios
sociales, por lo que debe habitar espacios marginales. Es rechazado por la
sociedad y expulsado hacia la periferia, hacia lo oculto que es, precisamente,
el lo entre la vida y la muerte. En consecuencia, dado que la escritura es
lo que le permite sondear dicho límite se obliga a escribir para salir de ese
espacio, para demostrar su presencia.
Por otro lado, Sosa Villada también experimenta a través de la escritura.
El viaje inútil presenta una suerte de genealogía, de descubrimiento de sí
misma a partir de la recuperación de una experiencia, puesto que atendemos
a la vida de la autora, a sus primeros escritos, a sus vivencias con sus padres.
Hay acá, al igual que en Un año sin amor, un juego con lo autobiográco ya
que, si bien nos encontramos ante un texto de cción, podemos reconocer
rápidamente que lo que hacen ambos autores es contar su propia historia. La
historia de una escritura, de un travestismo, de una enfermedad.
Sosa Villada narra cómo se dio la unión entre escritura y travestismo
y cómo esa unión fue lo que le permitió seguir viviendo. De este modo, se
piensa y se muestra en la escritura y gracias a la escritura. Podemos advertir
María Macarena Heiland 117
dos escenas iniciáticas: cuando el padre le enseña a escribir y cuando la
madre le enseña a leer. No es menor que el relato comience mencionando
el recuerdo de cuando tiene cuatro años y aprende a escribir, dado que se
podría decir que ahí empieza su vida: “un recuerdo muy antiguo. Lo primero
que escribo en mi vida es mi nombre de varón. Aprendo una pequeña parte
de mi” (Sosa Villada, 2018, p. 11). Es decir, se reconoce a misma a través de
la escritura, aprende sobre sí misma gracias a esta práctica. Este momento
es, además, el origen de su escritura: “la escritura nace de ese momento. El
deseo de escribir encuentra que soy fértil” (Sosa Villada, 2018, p. 13).
La otra escena fundamental es cuando se produce el milagro, como
dice ella, de la lectura:
Un día sucede. Es un día milagroso para las dos … yo estoy al fondo de
la galería entretenida con la biblia de los niños leída una y otra vez por
mi mamá, para mí, y de repente abro la boca y empiezan a correr las
palabras … es, posiblemente, uno de los días más felices e inesperados
de nuestra vida. (Sosa Villada, 2018, p. 18)
Gracias a este hecho, en su infancia se apropia de estas prácticas, que
funcionan como refugio para ella y que le permiten sobrevivir a ese mundo
doméstico y hostil, plagado de violencia, alcoholismo y mentiras:
La violencia y la pasión de mis padres dejan de ser parte de mi atención.
El mundo es amable ahí, leyendo en mi cama. Encuentro un refugio y
sobre todo encuentro que existe un poder en el ejercicio de la lectura.
El poder del goce de la soledad. (Sosa Villada, 2018, p. 20)
Así, lectura, escritura, soledad y goce se relacionan fuertemente y le
otorgan la posibilidad de otra realidad. En este sentido podemos armar
que la escritura no solo se constituye como un refugio, sino que también
se erige como una práctica de resistencia, puesto que Sosa Villada se vale
de ella para crear su propia narrativa, oponiéndose al mundo exterior que
la rechaza. La autora expresa sobre estos primeros pasos en su escritura:
escribo directamente inspirada en lo que leo … y así, como si nada, salvo mi
vida. Salvo mi tristeza. Me hago un mundo para mí sola” (Sosa Villada, 2018, p.
24). Esto, además, tiene la función de demostrar(se) vitalidad, ya que escribe
María Macarena Heiland
118
en tanto sujeto viviente y pensante. Nuevamente se piensa y se reconoce
gracias a la escritura. Frente a la soledad y la tristeza de ese pueblo donde se
encontraba anclada, donde todo llega tarde, donde no hay “luz eléctrica, ni
gas, ni esperanza de nada” (Sosa Villada, 2018, p. 19), la escritura le permite
sentirse viva. Es una suerte de puerta que se le abre para dejar al descubierto
un mundo nuevo, un mundo que es de ella, en el cual se siente realmente ella.
Aquí es donde el dolor es extraído de nuestro pecho(Sosa Villada, 2018, p.
55), dirá al respecto.
En este sentido, la escritura cumple un rol similar en Pablo Pérez,
puesto que le permite construir un espacio donde refugiarse de los prejuicios
que giran en torno al sida. Recordemos que la enfermedad era, en esa época,
relativamente nueva. No se contaba con la información que se maneja hoy
en día, y los mitos que funcionaban en torno de esta, si bien algunos aún
continúan, eran considerablemente mayores. Lina Meruane, en Viajes virales
(2009), maniesta que el sida se correlaciona con la época en la que surgió,
puesto que da cuenta de una falla en el sistema capitalista global, en el que las
nuevas tecnologías de viaje y comunicación les permitieron a las disidencias
sexuales la “libertad” fuera del perímetro de la nación homófoba y represiva.
De este modo, el discurso acerca del progreso y las maravillas del capitalismo
se cae y deja al descubierto una realidad que no todos quieren ver.
Su aparición y la gran velocidad de contagio, expresa Meruane, así como
la mutación y circulación de sus sentidos, la conrman como epidemia de
signicaciónque, más que reejar la enfermedad. la construye, puesto que
se trata de todos aquellos signicados que socialmente se le atribuyen al sida.
Esto se da porque la producción metafórica sirve para contener o reprimir la
enfermedad por la vía ideológica. En este sentido, una de las ideas principales
es la de la culpa: la estigmatización hace que los portadores sientan que esta
patología es algo vergonzoso, como una suerte de marca con la que cargan
por tener un estilo de vida particular.
Sin embargo, ante esta exclusión, el protagonista decide escribir
un diario y, en esta práctica encontramos un acto de resistencia. Frente a
todos aquellos que, a causa de sus prejuicios, lo rechazan no solo por su
enfermedad, sino también por su homosexualidad, Pablo decide dejar un
registro de su vida: “acá estoy, vivo, y tengo mi propia voz”. Si debe habitar por
exclusión espacios periféricos, marginales, como el cine porno o los baños de
Constitución, entonces la escritura será el lugar para dejar su testimonio,
para demostrar que otro tipo de vida y de sexualidad antihegemónica es igual
de válido. Por ello, el registro minucioso del mundo gay de los 90, de los
encuentros casuales, de las prácticas sadomasoquistas. Se atreve a nombrar,
María Macarena Heiland 119
al tiempo que busca romper o enfrentar los tabúes en torno a lo sexual, que
relaciona con la homosexualidad y la enfermedad. El 25 de marzo escribe:
Ayer, excitado por el Armagnac, fui al cine porno de Laprida a las seis
de la tarde. Ya había alguna gente. Al poco tiempo de haber llegado me
acerqué a un grandote que había entrado después que yo. Tenía buena
pija, pero creo que nunca terminó de parársele. Quiso meterme una
mano en el culo pero yo estaba sucio y tuvimos que ir a lavarnos al
baño. Allí mismo me pidió que lo cojiera … disfruté bastante, e incluso
pude acabar. (Pérez, 2018, p. 33)
El nivel de detalle, la incorporación de lo irrelevante y los datos
puntuales sirven para generar cierto impacto en el lector y, de este modo,
hacerlo partícipe de lo que sucede. El sujeto registra para naturalizar y
eliminar el tabú, resiste mandatos sociales y se atreve a vivir su sexualidad
en una sociedad que lo condena por su enfermedad. En consecuencia, el
lector ya no puede obviar estas prácticas que rechaza, sino que, al contrario,
se introduce en el mundo de Pablo. Palabras como “pija, culo, “cojierao
acabar” no son las que comúnmente aparecen en la lectura diaria. Sumado
a esto, la idea de suciedad, relacionada con la práctica anal, provoca un
efecto de lectura que busca resultar desagradable. Sin embargo esto tiene
un propósito que es, como hemos dicho, demostrar lo que pasa, develar ese
mundo marginal y, de este modo, reivindicar esas prácticas. En este sentido
Sontag, en El sida y sus metáforas (2005), arma que, para la sociedad, tener
esta enfermedad es pertenecer a un grupo de parias, como una suerte de
escoria que no solo es portadora del virus, sino que, además, amenaza la
“tranquilidad” social. No obstante, como hemos mencionado, Pérez se apropia
de estas representaciones para resignicarlas. Al nombrar su realidad y
sacarla del espacio marginal al que ha sido recluida le otorga materialidad, la
hace palpable, real.
Una operación similar realiza Sosa Villada al relatar la historia de su
travestismo, la cual está en estrecha relación con la escritura, puesto que
observamos en varios momentos una homologación de estos elementos en
donde la autora los compara como experiencias similares. Cabe destacar que
el subtítulo de esta obra es Trans/escritura. En este sentido, trans es un
prejo que indica movimiento: “más allá de, a través de”, “del otro lado de”,
María Macarena Heiland
120
etc., por lo que podríamos pensar esta obra como una escritura más allá de
la propia escritura, que excede los límites de esta para congurarse, como
mencionamos, como un refugio, como una resistencia. Su experiencia sostiene
la escritura pero, además, ella misma se constituye como sí misma en ese
espacio: “no soy una individua fuera de lo escrito” (Sosa Villada, 2018, p. 53).
A su vez, podemos relacionarlo también con la gura del exilio: abandona la
familia que resulta una amenaza para poder sobrevivir y abandona un cuerpo
que no le pertenece para transformarse en uno nuevo. Al relatar la historia
de su travestismo vemos que, invariablemente y como todo en su vida, está
ligado a la escritura:
Mi primer acto ocial de travestismo no fue salir a la calle vestida de
mujer con todas las de la ley. Mi primer acto de travestismo fue a través
de la escritura perdida y confundida, sin poder contarle a nadie mi
mejor secreto, decidí ponerme a escribir. Di a luz a un alter ego con
el nombre más obvio que se me pudo ocurrir: Soledad. Soledad era yo
misma. (Sosa Villada, 2018, p. 35)
Nuevamente observamos, así como también en Un año sin amor, cómo
los protagonistas se piensan a partir de esta práctica. Es la herramienta que les
permite afrontar (pero también, y paradójicamente, escapar de) esa realidad.
Asimismo, sobre ambas prácticas recaen una serie de prejuicios:
Para un padre no debe existir cosa más horrible que tener un hijo
escritor. Ese ocio inútil e inexplicable que un hijo elige para sí, como
destino, en las narices de sus padres … no, no es tan solo la decepción
que un padre experimenta al ver que su hijo no se convierte en una
versión mejorada de él mismo, es todo el prejuicio alrededor de un
escritor, que al n y al cabo es el mismo prejuicio que existe sobre una
travesti. (Sosa Villada, 2018, p. 14)
Quizás es por eso que encuentra tan estrecha la relación entre devenir
escritora y transformarse en travesti, porque ambos comparten el peso de la
mirada ajena. De hecho, maniesta que escribió y se travistió durante mucho
María Macarena Heiland 121
tiempo a puertas cerradas (Sosa Villada, 2018, p. 45), como una suerte de
ritual consigo misma, del que nadie más podía ser parte.
En este proceso de cambios, renuncia a una vida conocida para ir en
busca de otra:
El hecho de haber renunciado a ellos muy joven, decidir no ser más
hija de nadie, amiga de nadie, sin un documento que me pruebe como
ciudadana, me liga a un abismo enorme, al silencio de las cosas que dan
vida a la escritura. (Sosa Villada, 2018, p. 42)
Esa renuncia y ese deseo se sostienen en la escritura y se hacen posibles
gracias a esta: “sin la escritura, no existía la posibilidad de vivir” (Sosa Villada,
2018, p. 43). Dirá, además, que ser travesti es la hermana de esta práctica en el
viaje de renuncia, y que la escritura y el travestismo son las armas con las que
se adentró a vivir como una huérfana (Sosa Villada, 2018, p. 46). Nuevamente
tenemos la idea del exilio, de ese viaje en el que deja atrás lo conocido y se
enfrenta a lo nuevo, aferrada a la escritura.
También en Pablo Pérez advertimos que aferrarse a la escritura es lo
que le permite seguir avanzando. En la entrada del 12 de julio leemos:
Sigo estando muy triste. Siento que mi posibilidad de escribir se está
agotando como un cartucho de tinta. Insisto, como siempre. No me
importa estar escribiendo mal si por lo menos puedo distraerme un
poco de esta angustia. Además me siento ahogado, desganado. (Pérez,
2018, p. 83)
Notamos claramente la necesidad del sujeto de escribir, ya que este
acto es un modo de escape de todo aquello que le sucede. En este sentido,
Blanchot (1959) maniesta:
Escribir cada día, bajo la garantía de este día y para recordárselo a sí
mismo, es una manera cómoda de escapar al silencio, como a lo que la
palabra tiene de extremo. Cada día nos dice algo. Cada día anotado es
un día preservado. Doble operación ventajosa. Así se vive dos veces. (p.
María Macarena Heiland
122
209)
Escribir es, como mencionamos, una forma de sentir que está vivo.
Así, cuerpo y escritura se entremezclan, puesto que uno necesita del otro.
Observamos en la lectura la intensidad de un cuerpo que escribe. Lo corporal
está presente constantemente dado que es una forma de resistencia por
parte del sujeto. La afectividad desborda al género autobiográco y también
al diario, desestabiliza y problematiza los límites. El sujeto no busca escribir
una autobiografía o reconstruir una vida, sino que solo registra los hechos de
un año. Sin embargo, rompe con la intimidad propia del género, puesto que
el diario es escrito y pensado para ser publicado, lo que tiene que ver con la
idea de dejar su testimonio ante la muerte inminente:
Creo que me voy a morir hoy. Tengo que escribir doblado en dos, con
los codos apoyados en las piernas más tarde, a las seis de la tarde,
viene Nicolás. Espero estar vivo hasta entonces así puedo conarle este
diario, porque si lo viera alguien de mi familia lo destruiría. Tendría
también que escribirle una nota por si mi familia llega a poner trabas
para su publicación. (Pérez, 2018, p. 85)
Advertimos acá la necesidad de Pablo de que, una vez muerto, su diario
pueda ser publicado. Incluso, en un momento tan crítico como en el que se
encuentra, dicho pensamiento ronda en su cabeza. Asimismo, es interesante
destacar que escribe pese a sus dolores, por lo que la escritura vuelve a
funcionar como la actividad que le permite sentir que está vivo. La idea de
dejar su testimonio, así como la posibilidad de que la familia se oponga a
su publicación, da cuenta de la “inmoralidad” del relato, pero también de la
búsqueda de reivindicación por parte de ese sujeto que experimenta. Escribe
para sentir que está vivo, pero también para que otros puedan leer su historia
y sepan lo que sucede en la marginalidad, con todas aquellas personas que
han sido recluidas a ese espacio por prejuicios sociales. En una entrevista
con Gorodischer, (2005) el autor maniesta que “lo que importa es demostrar
que los enfermos de HIV no reprimimos nuestra vida sexual, no estamos
encerrados en nuestras casas. ¡Hay una falta de información! La gente no
se anima a hablar de sexo”, y esto es precisamente lo que pretende con la
publicación del diario. Romper con ese tabú.
En este sentido, también Sosa Villada se apropia de la palabra para
María Macarena Heiland 123
denunciar una situación y para contar esa historia:
Incluso cuando ya nada de eso tiene sentido, cuando he olvidado a los
que me hicieron daño, cuando las agresiones ya no tienen rostros que
las ejecuten, es preciso decir esa aventura, para que se sepa. Estoy
en esta parte de la historia en que las travestis recuperamos la voz y
es necesario usarla. Volver a usarla. Decir el precio que se puso a mi
libertad y mi deseo y que yo pagué con lo que tuve a mano: mi cuerpo.
También decir la crueldad con que fui tratada y también el amor y la
ternura que fueron dados como compensación a todo. (Sosa Villada,
2018, p. 47)
Encarna así, en su voz, la voz de todas las travestis. La autobiografía
funciona como una clave de lectura que habilita la incorporación de otras
mujeres: su historia es la de tantas otras, su voz viene a gritar lo que otras
voces ya no pueden porque no están. Si bien no escribe especícamente
como denuncia, esa escritura termina constituyéndose como una manera de
nombrar lo que ocurre y que nadie pone en palabras. En este sentido Arfuch
(2007) expresa:
Si bien la inmersión creciente en la (propia) subjetividad es sin duda un
signo de la época, adquiere sin embargo otras connotaciones cuando
esa expresión subjetiva se articula de modo elíptico o declarado, y hasta
militante, al horizonte problemático de lo colectivo. Una articulación
no siempre nítida, que ronda, como inquietud teórica, toda evocación
de “lo colectivo—la memoria, el imaginario, las representaciones, las
identidades—. (p. 14)
Es decir que, tanto en Pablo Pérez como en Sosa Villada, aunque la
escritura es sobre lo particular, sobre la propia experiencia, encarna en cierta
medida lo colectivo. En este sentido, no es posible armar la intimidad —lo
propio de uno— por fuera de los espacios y los colectivos que uno habita.
sino, más bien, lo íntimo aquí tiene el papel de alternar su historia con una
María Macarena Heiland
124
historia y una memoria colectivas.
Asimismo, la autora relaciona, una vez más, sus propios procesos
con la escritura, puesto que deviene escritora y se transforma en mujer
simultáneamente. Hay un doble desvío, una doble ruptura. Y en esta obra nos
cuenta eso:
Escribo para que una historia se sepa. La historia de mi travestismo, de
mi familia, de mi tristeza en la niñez, de toda esa tristeza prematura que
fue mi familia, el alcoholismo de mi papá, las carencias de mi mamá
escribo para poder decir las imágenes que poblaron mi infancia. (Sosa
Villada, 2018, p. 26)
En este sentido, compara la escritura con un viaje hacia el interior de
sí misma, hacia sus recuerdos. Una ida hacia lo inútil. La escritura es inútil,
es derroche, es pasatiempo como piensa su padre. No es productiva. No
da dinero. No está sujeta a la utilidad. No obstante, dicha inutilidad es una
condición de resistencia. La escritura, en tanto pérdida, no entra en la lógica
del intercambio, no está al servicio de algo, sino que se escapa de ese sistema
que la excluye y la condena.
En cambio, su escritura le da la posibilidad de ser feliz y, lo que es más
importante, de alzar su propia voz y vivir: “no voy a sentarme a esperar que el
mundo cambie, porque si se abandona por un momento este hecho, este viaje
inútil, entonces terminas haciendo cualquier cosa menos seguir viviendo
(Sosa Villada, 2018, p. 56). La escritura, ese viaje inútil, es, en esencia, la única
manera de vivir y su única herencia:
Aquí voy a morir y mi espíritu se deshará en polvo. Nada. Apenas unas
huellas que indican que he pasado por el camino y traía conmigo lo que
tenía para dar: un poema escrito a máquina con tinta roja que sin saber
por qué sobrevivió a los incendios. (Sosa Villada, 2018, p. 48)
Por su parte, en Un año sin amor también advertimos la relación entre
vida y escritura. El diario se construye, lo decíamos al principio, como un modo
de dejar testimonio de su vida en una sociedad que lo recluye hacia espacios
marginales. Es por ello que no hay retrospectiva, puesto que no escribe para
rememorar el pasado, sino para documentar el presente, el día a día. Registra
María Macarena Heiland 125
cómo es un año en la vida de una persona homosexual y seropositiva y, en el
proceso, denuncia el rechazo del que es víctima a causa, muchas veces, de la
desinformación acerca de la enfermedad y del tabú que ronda a su alrededor.
Asimismo, la escritura (como la sexualidad) le permite sentir que está vivo en
una sociedad que, por su enfermedad, ya lo había condenado a muerte. En
este sentido, Giordano (2006) expresa:
[Pablo Pérez] también escribe para poder vivir su enfermedad sin
resentimientos. La escritura no puede curarlo, ni siquiera hacer que
desaparezcan los síntomas, pero puede hacerlo experimentar, a partir
del cansancio y los ahogos, el alivio de un respiro momentáneo y la
potencia de unas fuerzas vitales desconocidas. (p. 117)
En ambas obras atendemos a un sujeto que experimenta a través de
la palabra. Vida y escritura están entrelazadas, puesto que esta última se
constituye, como ya mencionamos, como una práctica de resistencia pero
también de reivindicación. Les ofrece un refugio, pero también la posibilidad
de alzar la voz. Así, la escritura se conforma como aquello que les permite
llevar adelante sus propias vidas.
Referencias
Arfuch, L. (2007). El espacio biográco. Fondo de Cultura Económica.
Blanchot, M. (1959). El diario íntimo y el relato. En El libro que vendrá. Monte
Ávila Editores.
Giordano, A. (2006). La contraseña de los solitarios y Una profesión de fe. En
Una posibilidad de vida. Escrituras íntimas. Beatriz Viterbo.
Gorodischer, J. (2005). El argentino es un reprimido sexual. Página 12.
Meruane, L. (2009). Introducción a Viajes Virales.
Pérez, P. (2018). Un año sin amor. Blatt & Ríos.
Sosa Villada, C. (2018). El viaje inútil. Ediciones DocumentA/Escénicas.
Sontag, S. (2005). El sida y sus metáforas. Taurus.
María Macarena Heiland
126