La escritura y la vida: vínculo simbiótico en Un año sin amor
Micaela Belén Lumia1
Estudiante de Letras, Facultad de Humanidades,
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
belumia1996@gmail.com
Recibido 05 de septiembre de 2023, aprobado 20 de noviembre de 2023
Resumen: el presente artículo trabaja sobre la materialidad textual de la
primera novela de Pablo Pérez, Un año sin amor (1998), y busca examinar el
vínculo entre la escritura y la vida, que aquí asume la cualidad de simbiótico.
Usamos el término simbiosis, propio de la biología, para pensarlo en el campo
literario. Nos referimos, entonces, a la relación estrecha y persistente entre
arte y biografía, elementos solidarios entre sí que se retroalimentan. En esta
novela Pérez explora la idea de que el arte muestre su lado dionisíaco. Por
ello, advertimos que el texto asume un hacer escriturario que aniquila el
pudor y exhibe aspectos de la vida que, en muchas ocasiones, se soslayan. La
escritura, de este modo, es una proyección y una armación de la subjetividad
exhibida.
Palabras clave: metaliteratura, enfermedad, cuerpo, intimidad, escritura del
yo, simbiosis.
Writing and Life: Symbiotic Bond in Un año sin amor
Abstract: This article addresses the textual materiality of Pablo Pérez’s rst
novel, Un año sin amor (1998), and aims to examine the connection between
writing and life, that herein assumes a symbiotic quality. We use the term
symbiosis”, which belongs to the scope of biology, in order to consider it
within the literary eld. We are referring, then, to the close and persistent
relationship between art and biography, elements that mutually support
and nurture each other. In this novel, Pérez explores the idea that art shows
its Dionysian side. For this reason, we notice that the text acknowledges a
scriptural approach which annihilates modesty and shows aspects of life that,
on several occasions, are ignored. Writing, thus, is a projection and statement
of shown subjectivity.
Keywords: metaction, disease, body, intimacy, writing of the self, symbiosis.
1 Con aval de la Dra. María Lourdes Gasillón, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.
Nota al margen
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
Vol. I Nº 2 | julio-diciembre 2023
Preferiría no hacerlo
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En el presente trabajo abordaremos algunas de las particularidades que
asume la escritura del yo en Un año sin amor (2018) de Pablo Pérez, texto que
expresa un vínculo estrecho entre literatura y vida. La propuesta es explorar
la premisa acerca de cómo la enfermedad —en concreto, la experiencia de
la enfermedad— congura la escritura de una manera determinada, lo cual
construye la imagen de un vínculo simbiótico entre el hacer escriturario y la
praxis vital del narrador.
En términos generales, la novela recupera las peripecias entre el
diagnóstico y los primeros tratamientos del VIH/sida del narrador, Pablo
Pérez, quien decide registrar los múltiples procesos (físicos y psíquicos) por
los que su cuerpo atraviesa. Por un lado, veremos que el sujeto proyecta
la experiencia vital de su cuerpo enfermo sobre otro cuerpo: el de la
escritura. En este sentido, podemos decir que la acción de escribir crea
una corporalidad lingüística que funciona como un espacio de proyección
subjetiva. Observaremos cómo la enfermedad no solo atraviesa el cuerpo
biológico (la carne humana), sino que también irrumpe en la escritura, en
su forma y en el devenir de la narración. Por otro lado, advertiremos que la
escritura habilita la construcción de lo íntimo. La intimidad será congurada
por medio de diferentes estrategias, tales como el uso de la forma de diario
personal y el montaje de historias que tienen como común denominador al
yo y su enfermedad. En este apartado elucidaremos los múltiples signicados
que adquiere la noción de enfermedad, puesto que no solo se trata de una
arista que conforma la narrativa, sino que, además, aparece ligada a los
padecimientos individuales, a los estados anímicos, a la vida sexual y al linaje
familiar.
La escritura como cuerpo enfermo
Para el diarista, la escritura de un texto íntimo no surge por ocio ni por nes
estrictamente laborales. Es una necesidad, un deseo, una energía interna que
impulsa al yo a materializar su experiencia en el lenguaje. También es una
imposición que el sujeto se hace a sí mismo, como si su cordura o existencia
dependieran de este régimen. La oración que abre el diario —in medias res, es
decir, sin ningún tipo de introducción— es la siguiente: “tengo que escribir”
(Pérez, 2018, p. 11). Es una construcción breve, en tiempo presente, que justica
el propósito de estar escribiendo. Este sintagma inaugura la proyección de un
cuerpo humano sobre el cuerpo textual y postula la obligación de empezar a
trazar los acontecimientos de una vida mediante la palabra escrita. En este
sentido, cabe preguntarse por qué el yo arma tener que realizar tal ejercicio,
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por qué emerge la forma del imperativo en la enunciación. Entre las posibles
respuestas y, como veremos a continuación, el sujeto escribe para alejar la
muerte, la soledad y para armarse en el acto presente de la escritura que, en
denitiva, es apoyarse en el hecho de estar vivo.
La primera persona protagonista de este diario presupone que la
literatura es utilitaria, esto es, una herramienta que tiene valor de uso
(capacidad que posee una cosa para satisfacer una necesidad). De hecho,
se sienta a escribir para dejar de dar vueltas en la casa como un león
enjaulado: lion in cage(Pérez, 2018, p. 39). Esta comparación que se repite
con insistencia en muchas entradas del diario expresa que habita algo con
urgencia de sosiego en el interior del sujeto, quien precisa encontrar un motivo
para mantenerse ocupado, activo y no sentirse solo frente a su situación de
vulnerabilidad (enfermedad, fracasos amorosos, conictos familiares, escaso
dinero). Entonces, la escritura es un espacio de proyección de la subjetividad,
un espejo donde el yo se mira y se representa, lo que implica pensar en un
reejo roto a medias que no muestra todo, sino aquello que el narrador quiere
o necesita.
Como dijimos, la escritura no se conserva ilesa de la enfermedad
corporal. Por el contrario, sufre interrupciones causadas por el malestar físico
y por la vida misma del diarista. La irrupción se evidencia en la continuidad
de la narración, en el tono y en la forma del diario.
En cuanto a la forma, el diario íntimo está constituido por fragmentos
de vida, puesto que no maniesta la existencia completa del sujeto que
escribe, sino partes, retazos que se aúnan en un mismo espacio. Decir que
en el texto hay fragmentos implica pensar en los silencios, en aquello que se
omite, que no se cuenta. Así, el narrador se muestra selectivo, plasma en su
escritura lo que tiene ganas, lo que puede o quiere decir, incluso lo que el
cuerpo enfermo le permite. Asimismo, la narración da cuenta del fragmento
porque no se escribe todos los días; en reiterados momentos, la redacción se
abandona y se retoma en fechas posteriores. De hecho, el narrador menciona
que su texto es un diario con agujeros” (Pérez, 2018, p. 25), esto es una
espacialidad con zonas negras, silenciadas, no contadas. Por otra parte, la
cuestión de los silencios también se maniesta mediante el uso de los puntos
suspensivos: “hoy lo llamé [a Luis] y me dijo… bueno, no puedo reproducir la
conversación, no tengo ganas, empiezo a sentirme extraño(p. 73). Primero
arma que no puede (impedimento involuntario) y luego arma que no quiere
(impedimento voluntario), expresando así, una contradicción interna sobre
si enunciar o no. Asimismo, percibimos que los padecimientos del cuerpo
inciden en las decisiones de escritura, porque su humor es oscilante e
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inestable, y esto repercute en el ánimo y en las ganas de detallar pormenores
de su cotidianidad.
En cuanto a la tonalidad enunciativa, la escritura del yo congura un
campo semántico que evidencia pesimismo. Encontramos los siguientes
ejemplos: “me siento bloqueado”, quitarme las ganas de todo”, “me agota”
(Pérez, 2018, p. 12), “me cansan, “veneno de la infelicidad”, “mundo cada vez
más detestable” (p. 13), “la muerte… sería un regalo precioso (p. 33), un
perfecto domingo de mierda” (p. 54). La enunciación se torna densa, cargada
de imágenes negativas y de hastío, y se convierte en un lugar donde circula
energía agobiante. Cuando el narrador expresa: este veneno que fabrica mi
cuerpo día a día me está colmando(p. 13) abre dos aristas de lectura. Mediante
la metáfora de una fábrica de producción, advierte que su cuerpo produce
veneno, es decir, enfermedad y que esto le está quitando vida. Por otro lado,
ese mismo veneno lo fabrica su propia escritura y, por ello, termina también
por contaminarla, colmando la narración de fatalismo y desesperanza.
En cuanto a la narración, existen interrupciones sintácticas que tienen
origen en los problemas físicos o en la vida. El tiempo presente del cuerpo
enfermo interviene en el pasado de los hechos narrativos: “la mancha con
forma de corazón no desaparecía picaba (pica, ahora escribo desnudo
frente al ventilador)” (Pérez, 2018, p. 14). El uso de los paréntesis permite que el
tiempo presente ingrese en el pretérito del relato, como si fuera una digresión
que no puede evitarse. En este caso, el narrador se encuentra dominado por
los padecimientos somáticos y tiene que registrarlos, elige no ignorarlos. En
otro momento del diario explica: “recién, por un ataque de tos, tuve que dejar
de escribir. Vuelvo tosiendo y cansado(p. 93). La escritura está intervenida
por la enfermedad y esto la transforma en discontinua, no lineal. A su vez,
el sujeto se agota por las interrupciones y esto incide en que el ejercicio de
escribir se realice con desgano, con menos intensidad. Su corporalidad está
siendo consumida por el malestar del sida y este acabamiento implica que la
escritura también pierda vigor.
Otro ejemplo de proyección del sujeto sobre la escritura lo advertimos
en la sintaxis en la que se observa la ansiedad del diarista. Esta emoción no
solo se traduce en la acumulación de oraciones cortas que abordan temas
de diferente orden, también se menciona: “mi nivel de ansiedad me supera”
(Pérez, 2018, p. 104) y luego, líneas más adelante, se cierra la entrada con una
enumeración de preguntas acerca de cómo o por qué sobre los interrogantes
que dan cuenta del estado ansioso que gobierna la conducta del yo:
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¿Cómo hago para convivir tranquilo con estas fantasías que me acosan?
¿Por qué creo que dejando de estar solo voy a estar mejor? ¿Por qué no
me alcanza el amor de mis amigos, ni el amor de Luis, o el amor de los
SM? (Pérez, 2018, p. 105)
En este punto, observamos en concreto la simbiosis entre escritura y
vida, y su consecuencia que es la proyección de un cuerpo sobre otro. Por
ejemplo, en otro pasaje reexiona: “lo que ahora me molesta es esta escritura
desértica que lucha contra la inmovilidad en la que estuve sumido esta
mañana(Pérez, 2018, p. 52). La escritura es igual al sujeto, si el individuo
está inactivo, esa situación se transere al lenguaje y lo esteriliza. En este
sentido, es interesante una de las imágenes que cierra el libro, en la que el
yo se apropia de una metáfora de una canción para decir que él es el caballo
suelto en el espejo, su propia identidad frente al diario. Explica: “yo que me
daba casi por muerto, me doy cuenta de que anduve merodeando por mi vida
como por sobre la fragilidad de un espejo que podría quebrarse como una
delgada capa de hielo” (p. 123).
De igual modo, la enfermedad interrumpe la continuidad de la vida,
lo que frustra al sujeto y conuye en el pesimismo general con que enuncia
cada entrada de su texto. La siguiente cita reeja una repetición en el devenir
narrativo:
1 de octubre
Me siento en caída y no sé si voy a poder subir una vez más. Hasta
ahora siempre pude, pero hoy siento que el nal se acerca … Vuelvo a
sentirme sobreexigido Quiero dejar de tomar todos los medicamentos,
ayunar, y dejar que mi cuerpo haga lo que tenga que hacer: si tengo
que morirme, morirme, pero me cansé de vivir semiahogado, en esta
semivida que no me sirve de nada, que me molesta. Si mirara cada día
de este diario, creo que comprobaría que el 80 % de los días me sentí
mal, angustiado, sin aire. (Pérez, 2018, p. 107)
El concepto interrumpir puede ponerse en relación con la metáfora
militar de la enfermedad como invasión que plantea Susan Sontag (1977):
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Lo que hace tan aterrador el ataque viral es que se supone que la
contaminación y, por consiguiente, la vulnerabilidad, es permanente.
Incluso si una persona infectada no mostrara nunca síntoma alguno
—es decir, si la infección permaneciera o, mediante una intervención
médica, se volviera inactiva— el paciente llevaría para siempre el
enemigo viral dentro. (p. 57)
En ese sentido, pensamos en una interrupción física (en tanto síntomas
concretos, malestares corporales) y en una interrupción psíquica (la presencia
constante del saberse enfermo y, por ende, sentir que la vida puede terminar
pronto a causa de esa invasión). De todas maneras, pese a la circularidad
de la cotidianidad que reenvía al fatalismo, encontramos ciertos pasajes
optimistas, vinculados con el contexto social y los avances médicos en torno
al tratamiento del sida. Es por esto que advertimos una tensión entre vida y
muerte, entre la alegría de vivir y la tristeza por sentir cerca el aniquilamiento
de la existencia. Pablo Pérez, personaje protagonista de su diario íntimo,
entrega todas sus contradicciones a la escritura, ese espacio donde puede
reivindicar la vida pese a que la escritura se muestre tan enferma como
su cuerpo. Escribir implica huir de la muerte o, por lo menos, retardarla,
suspenderla en el acto de enunciar. Además, supone alejar la soledad, porque
este sujeto se desdobla en la primera persona de su escritura y dialoga con
ella; en la escritura del yo el narrador nunca está solo, se tiene a sí mismo y al
documento de su experiencia, donde siempre podrá encontrarse.
Existe, en el transcurrir narrativo, otro elemento insoslayable para
pensar la escritura en Un año sin amor: el tiempo. La coordenada temporal
atraviesa todas las entradas del diario íntimo. Por ejemplo, se materializa
mediante la mención y descripción de hábitos viejos y nuevos, prácticas
profesionales (públicas y privadas) o comentarios sobre el pasado familiar.
Pero, en la medida en que avanzan las entradas del diario y el narrador
verbaliza y, por ello, visibiliza la enfermedad, la posibilidad de morir comienza
a tomar un pronunciado reconocimiento. Susan Sontag (1977) expresa que
el sida, al ser progresivo, puede ser considerado como una enfermedad del
tiempo. El título del libro circunscribe la historia a un periodo: un año. Tal es la
conciencia sobre el tiempo a partir de ahora, que la muerte se presenta como
una gura inminente al acecho y el diarista cree que no podrá dar cuenta de
su propia vida más allá de los siguientes doce meses. En la entrada del 20 de
noviembre, arma:
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Falta poco para n de año, para el n de este diario, y tal vez para el
n de mis días. Por momentos pienso que este mareo, semejante a
una borrachera, es uno de mis últimos síntomas. El trabajo que voy
a presentar el viernes en el Estetoscopio se llama muerto en vida”.
Recito mi traducción pensando que tal vez esa sea mi despedida.
Todo está grabado. (Pérez, 2018, p. 117)
La primera oración encadena los tres elementos que abordamos en
este trabajo: el tiempo, la escritura y el yo. El vínculo simbiótico es tal que la
palabra n aplica a la totalidad espacio-temporal en la que el sujeto vive. El
narrador se encuentra en un estado de alerta en el que cada acción, según
piensa, podría ser la última. Sin embargo, estos supuestos se tornan absurdos.
En la misma entrada, continúa:
Ya empiezo a sospechar que voy a llegar a n de año más vivo que
nunca y que, además, ninguna de aquellas premoniciones que me hice
a principio de año se cumplirá. Ni la muerte, ni la venta de esta casa,
ni la pensión de Nefertiti, ni mi departamento propio. Se trata de otro
simulacro: niego porque creo que la vida siempre me contradice y así
tal vez se me dé alguna de estas tres cosas. Sería un poco triste que
todo siguiera igual que siempre. (Pérez, 2018, p. 118)
Como ya mencionamos, la escritura se presenta como una posibilidad de
sobrellevar la enfermedad, de huirle, de pensarla y procesarla. Pero, teniendo
en cuenta este eje temporal, escribir también permite conjeturar alternativas,
posibilidades que contrarresten lo cotidiano y la angustia de un hoy indenido,
oscilante y neurótico. Cuando llegamos con la lectura a la última entrada, el
31 de diciembre y Pérez sigue con vida, reexiona: “todo sigue igual, ninguno
de mis presentimientos se cumplirá este año, ni siquiera el acontecimiento
extraño, de no ser que tome seguir viviendo como algo exótico” (Pérez, 2018,
p. 132). Percibimos que el sujeto, frente a todo pronóstico que imaginó, se
asume ahora en un tiempo presente y continuo, aún inacabado y en proceso.
La enfermedad cambia los valores de las experiencias: la existencia rutinaria
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(y caótica), mediada por los conictos internos y externos que el diagnóstico
trajo aparejados en el narrador, adquiere otros rasgos. El nal del diario
admite una conclusión: vivir es lo extraño, lo que está por fuera de lo común
y por ello se torna relevante.
La escritura como espacio de lo íntimo
Como expresamos anteriormente, la escritura del yo en Un año sin amor no es
solo la proyección de un cuerpo y sus vicisitudes, sino que, además, es el lugar
que contiene su intimidad. Sin embargo, la palabra íntimo aquí es ambigua y
contradictoria, puesto que el sujeto documenta su vida con libertad, pero no
para resguardarla de la mirada ajena. De hecho, habla con desparpajo de lo
que no se suele hablar en el espacio público (sexo, relaciones homosexuales,
sida, medicinas alternativas) y existe el propósito consciente de que este
texto sea publicado: el narrador quiere publicarlo. Incluso se preocupa por
ocultar este diario de su propia familia, la cual eliminaría esta escritura
dionisíaca si encontrara el manuscrito. Tomamos la idea de lo dionisíaco de
la función privada de Pérez, narrada y comentada por Julián Gorodischer en
un artículo titulado “El argentino es un reprimido sexual”, donde el mismo
autor de la novela, al analizar la adaptación cinematográca de Anahí Berneri
sobre el texto, expresa que es bueno mostrar en el cine argentino el sexo
sadomasoquista porque, de esa manera, se puede exhibir un lado orgiástico.
Arma en la representación: es bueno que se vea un espacio en el que se vive
una cosa festiva con la sexualidad; uno se permite sacar su lado dionisíaco”
(Pérez, como se cien Gorodischer, 2005). A partir de esta idea, pensamos
el adjetivo en relación también con su escritura, una escritura que aniquila el
pudor y habla de lo que no es habitual.
Entonces, podemos pensar que Pablo Pérez —personaje y autor
escribe su intimidad por dos motivos. El primero tiene vínculo con lo que
mencionábamos en el apartado anterior: escribir es un acto de vida que
le permite al sujeto huir de la muerte y de la soledad, calmar ansiedades,
canalizar todo aquello que, de otro modo, quedaría silenciado. Además, crear
un diario íntimo que será público es una decisión política, puesto que lo que
él expone no solo tiene que ver con sí mismo, sino que pretende generar un
impacto, un efecto; dice lo que no se puede decir en la cotidianidad, quiere
visibilizarlo.
La primera estrategia que congura el espacio de lo íntimo es la
elección de la forma: escribir un diario personal, privado. Alberto Giordano
(2020) menciona que en la contemporaneidad existe un retorno de lo real
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en el campo de la representación, que sería al mismo tiempo un retorno de
lo personal y de la experiencia. Las narrativas del yo y el uso de la primera
persona gramatical legitiman lo contado, le dan veracidad y peso a la palabra
escrita. Contar a través de este pronombre es un recurso que construye el
verosímil del relato, da cuenta de la experiencia propia y de la verdad de los
acontecimientos. Además, si el sujeto se toma a sí mismo como documento
(Pérez, 2010) puede expresarse libremente, descubrir su vida privada, lo
que, en denitiva, también podría leerse como un intento de mostrar la
cotidianidad o lo habitual de las personas que conviven y sobreviven con sida.
Por lo tanto, la forma legitima su discurso le permite hacer arte sin censuras.
En este sentido, el texto se convierte en un posible maniesto de la época
sobre una corporalidad disidente.
Otra de las estrategias que modelan el espacio de lo íntimo es la
convergencia de registros que se vinculan con las diferentes historias contadas
en el diario. Por un lado, observamos la línea médica (tanto la institucionalizada
como la alternativa), expresada por medio de un vocabulario especíco,
por ejemplo: AZT”, “tratamiento homeopático, “360 CD4”, “seropositivos”,
espirometrías”, “broncobroscopia, cóctel”, entre otros. Todos estos datos
verican que el sujeto está expuesto a diferentes tratamientos, es decir, le
dan veracidad a su historia. Del mismo modo, son un intento de informar
un posible itinerario que asume un cuerpo enfermo con VIH para vivir y
sanarse. Por otro lado, aparece el registro de la sexualidad. Estos relatos se
caracterizan por un lenguaje libre y sencillo, no alusivo2: “la última vez que
cojimos [sic] me la puso de golpe y me rompió el culo” (Pérez, 2018, p. 66). La
forma lingüística da cuenta de que el diario tiene como premisa exponer lo
privado y contarlo tal como es, estética que implica notas realistas, puesto
que el material de la narración es la empiria misma.
La enfermedad es un elemento que aparece en múltiples zonas
narrativas. Como dijimos, es uno de los temas de la expresión subjetiva del yo
y es la situación que irrumpe en la escritura, pero también está involucrada en
las historias que se entrelazan en el relato del diarista. En muchas ocasiones,
estar enfermo le impide a Pérez gestionar su vida sexual normalmente. Por
ejemplo, menciona: “llamé a Pablo para avisarle que no iba a poder tener sexo
2 Citamos nuevamente a Sontag (1977) para ampliar la idea y referirnos a la relación identidad-
enfermedad en vínculo con la libertad temática y lingüística que asume el texto: “en el caso del sida, la
vergüenza va acompañada de una imputación de culpa; y el escándalo no es para nada recóndito. Pocos
se preguntan: ¿por qué a mí? La mayor parte de los aquejados de sida, fuera del África subsahariana,
saben (o creen saber) cómo lo contrajeron. No se trata de un mal misterioso que ataca al azar. No,
en la mayor parte de los casos hasta la fecha, tener sida es precisamente ponerse en evidencia como
miembro de algún ‘grupo de riesgo, de una comunidad de parias. La enfermedad hace brotar una
identidad que podría haber permanecido oculta para los vecinos, los compañeros de trabajo, la familia,
los amigos” (p. 60). La escritura tiene el peso de materializar y visibilizar una identidad que se instala
en el texto para armarse en él.
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fuerte porque la broncobroscopia de ayer me dejó un poco dolorido” (Pérez,
2018, p. 43). Esta situación agota al sujeto, lo sume en un hastío permanente
porque su condición de sobreviviente obstruye cada deseo de vivir con
normalidad.
De manera paralela, la enfermedad aparece en las descripciones que
el yo realiza de su familia. Utiliza la metáfora del árbol para armar: “árbol
calloso, enfermo desde la raíz” (Pérez, 2018, p. 13). Aquí, reere a que todo ese
veneno que él mismo destila y que colma su físico es hereditario; el narrador se
observa determinado de antemano por esta situación: su enfermedad actual
es una manifestación de la enfermedad general familiar. Incluso, se sirve del
adjetivo enfermo para calicar sus estados de ánimo y menciona que está
enfermo de tristeza o de amargura por encontrarse solo y no conseguir amor
estable más allá del sexo. Queda en evidencia que la enfermedad circunda
todo ámbito de la vida del yo y asume diferentes formas.
Conclusiones
En Un año sin amor, el acto de escribir reere a la acción de un sujeto que
necesita proyectar su identidad y su corporalidad en otro espacio para
sentirse vivo entre tanta muerte que lo rodea y lo acecha. Por ello, escribir
es documentar una experiencia vital y, por medio de ella, manifestar lo
silenciado socialmente. En este sentido, el texto se cruza con el registro de la
denuncia: hay un individuo que relata para mostrar la soledad que la sociedad
le impone, para sacar a la luz las necesidades y los conictos de un cuerpo
enfermo por un virus que se conoce, pero no se sabe abordar con ecacia y,
por lo tanto, genera temor y aversión social.
Estamos frente a una narrativa que elige notas realistas —o, quizás,
casi naturalistas, debido al realismo exacerbado— para abordar el vínculo
entre literatura y vida, que se legitima en el uso de la primera persona y en la
forma del diario íntimo para narrar lo inenarrable, lo ominoso, lo que está por
fuera de la norma moral. No obstante y, por añadidura, el sujeto escribe para
sanar, para rehabilitar de a poco su existencia y, así, armar su vida, puesto
que si puede escribir es porque la muerte aún no ha pasado el umbral.
Referencias
Giordano, A. (2020). Elogio del pudor. En El giro autobiográco. Beatriz
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Viterbo Editora.
Gorodischer, J. (2005). El argentino es un reprimido sexual. Función privada
de Un año sin amor con el autor Pablo Pérez. Página 12. https: // web.
archive.org/web/20090308112900/https: // www.pagina12.com.ar/
diario/espectaculos/6-48658-2005-03-19.html
Pérez, P. (2010). Entrevista a Pablo Pérez / Entrevistado por Deborah
Behar. Sudor de tinta, N° 6. http: // revistasudordetinta.blogspot.
com/2010/06/entrevista-pablo-perez. html
Pérez, P. (2018). Un año sin amor. Blatt & Ríos.
Sontag, S. (1977). La enfermedad y sus metáforas. El sida y sus metáforas.
Titivillus.
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