en el campo de la representación, que sería al mismo tiempo un retorno de
lo personal y de la experiencia. Las narrativas del yo y el uso de la primera
persona gramatical legitiman lo contado, le dan veracidad y peso a la palabra
escrita. Contar a través de este pronombre es un recurso que construye el
verosímil del relato, da cuenta de la experiencia propia y de la verdad de los
acontecimientos. Además, si el sujeto se toma a sí mismo como documento
(Pérez, 2010) puede expresarse libremente, descubrir su vida privada, lo
que, en denitiva, también podría leerse como un intento de mostrar la
cotidianidad o lo habitual de las personas que conviven y sobreviven con sida.
Por lo tanto, la forma legitima su discurso le permite hacer arte sin censuras.
En este sentido, el texto se convierte en un posible maniesto de la época
sobre una corporalidad disidente.
Otra de las estrategias que modelan el espacio de lo íntimo es la
convergencia de registros que se vinculan con las diferentes historias contadas
en el diario. Por un lado, observamos la línea médica (tanto la institucionalizada
como la alternativa), expresada por medio de un vocabulario especíco,
por ejemplo: “AZT”, “tratamiento homeopático”, “360 CD4”, “seropositivos”,
“espirometrías”, “broncobroscopia”, “cóctel”, entre otros. Todos estos datos
verican que el sujeto está expuesto a diferentes tratamientos, es decir, le
dan veracidad a su historia. Del mismo modo, son un intento de informar
un posible itinerario que asume un cuerpo enfermo con VIH para vivir y
sanarse. Por otro lado, aparece el registro de la sexualidad. Estos relatos se
caracterizan por un lenguaje libre y sencillo, no alusivo2: “la última vez que
cojimos [sic] me la puso de golpe y me rompió el culo” (Pérez, 2018, p. 66). La
forma lingüística da cuenta de que el diario tiene como premisa exponer lo
privado y contarlo tal como es, estética que implica notas realistas, puesto
que el material de la narración es la empiria misma.
La enfermedad es un elemento que aparece en múltiples zonas
narrativas. Como dijimos, es uno de los temas de la expresión subjetiva del yo
y es la situación que irrumpe en la escritura, pero también está involucrada en
las historias que se entrelazan en el relato del diarista. En muchas ocasiones,
estar enfermo le impide a Pérez gestionar su vida sexual normalmente. Por
ejemplo, menciona: “llamé a Pablo para avisarle que no iba a poder tener sexo
2 Citamos nuevamente a Sontag (1977) para ampliar la idea y referirnos a la relación identidad-
enfermedad en vínculo con la libertad temática y lingüística que asume el texto: “en el caso del sida, la
vergüenza va acompañada de una imputación de culpa; y el escándalo no es para nada recóndito. Pocos
se preguntan: ¿por qué a mí? La mayor parte de los aquejados de sida, fuera del África subsahariana,
saben (o creen saber) cómo lo contrajeron. No se trata de un mal misterioso que ataca al azar. No,
en la mayor parte de los casos hasta la fecha, tener sida es precisamente ponerse en evidencia como
miembro de algún ‘grupo de riesgo’, de una comunidad de parias. La enfermedad hace brotar una
identidad que podría haber permanecido oculta para los vecinos, los compañeros de trabajo, la familia,
los amigos” (p. 60). La escritura tiene el peso de materializar y visibilizar una identidad que se instala
en el texto para armarse en él.
Micaela Belén Lumia
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