Teníamos barricadas con ores”: la relación entre sujetos
populares y violencia en La Virgen Cabeza (2009), de Gabriela
Cabezón Cámara
Guadalupe Garione1
Escuela de Letras, Facultad de Filosofía y Humanidades,
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
guadalupegarione@mi.unc.edu.ar
Recibido abril 2023, aprobado junio 2023
Resumen: Al situar La Virgen Cabeza de Gabriela Cabezón Cámara en la nueva
narrativa argentina, buscamos comprender cómo se construye en el texto a
sujetos populares en relación con la violencia. Proponemos, particularmente,
que en la obra se presenta al sujeto popular como alguien que es víctima
de violencia institucional y que ejerce violencia como forma de defensa
y resistencia. En consecuencia, los sujetos que se posicionan desde las
instituciones hegemónicas se presentan como monstruos.
Para llevar a cabo esta lectura, utilizaremos aportes teóricos de Pilar Calveiro
en “Acerca de la difícil relación entre violencia y resistencia” (2008) para
identicar momentos centrales de la obra y analizar cómo se puede leer en
ellos la violencia estatal, la resistente y la revolucionaria.
Palabras clave: violencia estatal, resistencia, sujetos populares, nueva
narrativa argentina, monstruo, literatura argentina.
Sobre sujetos populares y monstruos
Mabel Moraña desarrolla en un apartado de El monstruo como máquina
de guerra (2017) cómo, desde la conquista y colonización de América, lo
especícamente americano se vuelve monstruoso a los ojos de Europa.
Es decir, “el otro” marginado, explotado, subalternizado, es considerado
monstruo (Moraña, 2017, p. 294). Al actualizar esta situación, Moraña explica
que hoy son los sujetos populares a quienes se lee como otredades, ya que
lo popular es en muchos casos denido de cara a las culturas globalizadas
y concebido en base a la distancia que esa producción cultural, surgida de
1 Con aval de la Dra. M. Gabriela Boldini, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
155
Preferiría no hacerlo
Nota al margen
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
Vol. I Nº 1 | enero-junio
los estratos no dominantes, mantiene con respecto a las culturas urbanas,
consideradas más desarrolladas” (2017, p. 295). Continuando los planteos de
la autora, podemos decir que en la literatura latinoamericana se presenta,
entonces, a los sujetos populares –a estos otros– como monstruos; como dice
la autora, “a través de lo monstruoso se expresa la evidencia del fracaso
de los proyectos nacionales como diseños homogeneizantes tendientes a
asimilar lo popular a los modelos hegemónicos de dominación” (Moraña,
2017, p. 297).
En relación con esto, proponemos que esta construcción de lo
popular se puede realizar a partir de los vínculos que se establecen entre
estos sujetos y la violencia. Por un lado, se los representa como violentos
desde la posibilidad de que ejerzan una violencia que atente contra el orden
dominante. Por el otro, así como el monstruo puede realizar actos violentos,
su representación negativa habilita a que también se ejerza violencia sobre
él. Podemos leer estas construcciones, por ejemplo en “Ragnarök” de Jorge
Luis Borges. Allí, los sujetos populares son presentados como monstruosos, al
ser animalizados en su caracterización y al cargar armas –desde el texto son
violentos– y, por ese motivo, sufren la violencia de los dominantes, quienes
los matan.
A pesar de lo desarrollado, existen en la nueva narrativa argentina
obras que cuestionan esa relación entre los sujetos populares y la violencia.
En este trabajo, analizaremos La Virgen Cabeza (2009) de Gabriela Cabezón
Cámara. Esta obra presenta a dos voces (Cleopatra y Qüity) y la historia de
diversos personajes en torno de un espacio concreto: la villa en la que viven
y deenden, por la que se enfrentan a fuerzas policiales y de la que son
expulsados. La novela recupera, desde un diálogo entre las narradoras –que
se encuentran envueltas en una historia de amor y están atravesadas por sus
propias tensiones y trayectorias en torno a la villa– el proceso a partir del cual
una de ellas, Qüity, escribe el texto que se está leyendo y al que Cleopatra
añade su versión de los hechos. Desde nuestra lectura, consideramos que
en esta obra se presenta al sujeto popular como alguien que es víctima de
violencia institucional (es decir, ya no se justica en el mismo texto el hecho
de que sufra violencia) y que ejerce violencia como una forma de defensa
y resistencia. En consecuencia, son los sujetos que se posicionan desde las
instituciones hegemónicas quienes se presentan como monstruos.
Algunas reexiones sobre la violencia
Para analizar la representación de la violencia en la novela, tomamos aportes
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de Pilar Calveiro en “Acerca de la difícil relación entre violencia y resistencia
(2008). Por un lado, la categoría violencia estatal remite a las dinámicas y
relaciones entre los sujetos vinculados y amparados por instituciones, y
aquellos que se encuentran sometidos al orden hegemónico por parte de los
primeros. Esta asegura, valga la redundancia, que el Estado y sus instituciones
mantengan la hegemonía. Calveiro propone que la violencia se exacerba al
permitir este “traspasar el derecho vigente” al “estado de excepción” (2008,
p. 25). Como plantea, “no solo ocurre en los momentos ‘excepcionales’”, sino
que “es la ‘norma, que está sucediendo permanentemente sobre una parte
de la sociedad que ... queda fuera del orden instituido” (Calveiro, 2008, p.
26). Las vidas de estas personas son consideradas nudas vidas (concepto de
Agamben, parafraseado por Calveiro): aquellas que no se valoran igual que
otras; exentas de derechos, que quedan a disposición de los intereses de
los poderosos. Así, los sujetos populares, oprimidos y colonizados quedan
expuestos a situaciones constantes de violencia, sin que eso se considere un
delito.
Por otro lado, otra categoría que tomaremos de Calveiro es violencia
fundadora o revolucionaria. La autora la relaciona con la ejercida por los
movimientos guerrilleros en las dictaduras militares y la dene como toda la
que “ocurre por fuera del derecho” (Calveiro, 2008, p. 30) y pretende inaugurar
un orden nuevo. A esto añade que la violencia fundadora es ilegítima e inútil
para lograr una transformación política al continuar el ciclo de violencia
iniciado por el orden hegemónico.
Finalmente, tomaremos también una tercera: violencia resistente
que se vincula con los nes, la justicia, no con el derecho ni con el Estado
(Calveiro, 2008, p. 36). A diferencia de la anterior, esta busca romper el ciclo
de violencia desde acciones subalternas que no implican un enfrentamiento
directo y que no buscan apropiarse de la violencia hegemónica. Al contrario,
pretende reducirla y “abrir otras vías de la política, como el discurso o la
negociación” (Calveiro, 2008, p. 38). Calveiro señala, además, que esta
resistencia no excluye violencia: su particularidad se encuentra en cómo
se la utiliza, entre lo institucional y lo contrainstitucional, al cuestionar las
acciones del Estado sin romper con él.
A partir de esto, consideraremos en el análisis violencia estatal o
institucional a aquella ejercida por personajes que se encuentran en una
posición dominante y que, desde allí, dañan a los sujetos subalternizados sin
sufrir consecuencias legales. Llamaremos violencia resistente a las acciones
de estos últimos ante la violencia estatal, implicando tanto actos violentos
como otras respuestas ante la opresión. Por último, determinaremos violencia
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revolucionaria a la ejercida por sujetos que no son dominantes, pero no actúan
en una búsqueda por terminar el ciclo de violencia.
Sujetos populares y violencia en La Virgen Cabeza: la violación de Cleopatra
En La Virgen Cabeza, se narra una escena de violencia institucional que
implica un ataque físico y sexual cuando Cleopatra le cuenta a Qüity sobre
la primera aparición de la Virgen. Esta ocurre luego de que la mujer sea
llevada a una comisaría y violada por presos y policías. Podemos identicar
el comienzo de la violencia que atraviesa a esta escena cuando los policías
allanan su departamento y ella se deende: ella había hecho karate cuando
era chico y durmió a un par” (Cabezón Cámara, 2009, p. 39). Aquí, podemos
considerar la violencia física ejercida por Cleopatra como una resistencia ante
el allanamiento del espacio privado. Incluso, esta se minimiza ante lo que ella
sufre en la comisaría. Así, podríamos organizar una escala de violencia en
que es mayor y más terrible la estatal que, desde la consideración de la vida
de Cleopatra como una nuda vida, se ejerce injustamente. Esta valoración se
apoya en la intervención de la Virgen Cabeza, quien se aparece ante la mujer
golpeada y abusada; es a ella a quien consuela, cura y protege.
Por otro lado, es clave tener en cuenta la respuesta de Cleopatra:
perdona a todos. A diferencia de otras obras, donde el sujeto popular es
congurado temáticamente como monstruo porque es violento2, esta
mujer renuncia a la violencia: “Cleopatra le explicó a su hermano, que quería
vengarse de los violadores [agregado] que no, que hay que perdonar, que ojo
no le habían sacado ninguno y los dientes los había perdido hacía mucho
(Cabezón Cámara, 2009, p. 70). Sostenemos que este planteo es clave para
distinguir a Cleopatra de los sujetos dominantes: aun cuando ella ha sufrido
un abuso tan terrible, cuando incluso quienes han ocupado la posición de
violentos reconocen la injusticia, perdona. También es clave destacar esta
postura en contraposición con Qüity, quien escribe: “cosas como esas no
deben perdonarse aunque Cleopatra opine que soy una resentida y que si
alguien no para nos vamos a matar entre todos” (Cabezón Cámara, 2009, p.
44). Este planteo nos permite volver a una de las características de la violencia
resistente: se busca romper el ciclo de violencia. Así, se opone el sujeto
popular que aboga por una no-violencia resistente a la monstruosamente
ejercida en la institución policial.
2 Pensemos nuevamente en “Rägnarok”, de Jorge Luis Borges. A este ejemplo podemos sumar obras del
siglo XIX, como El matadero, de Esteban Echeverría. Allí, los sujetos populares son presentados no solo
desde lo “grotesc[o]”, lo embadurnado en sangre” y la “fealdad” (Echeverría, 1963, p. 83), sino, también,
desde el ejercicio de la violencia al realizar, incluso, un intento de violación.
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Evelyn, quemada por La Bestia
Cuando Qüity y Daniel hablan con John-John, se presenta en la novela a
otro personaje: La Bestia. Este es el causante de que Qüity se encuentre con
Evelyn, la chica quemada. Este hombre, “ex policía, capo de la Agencia de
Seguridad más fuerte del conurbano” es caracterizado por el guardia como
ese loco de mierda que se cree que le habla Dios pero nadie le vio hacer
ningún milagro, como no sea quemar a alguna puta que no le paga su parte
y quedarse siempre con toda la guita(Cabezón Cámara, 2009, pp. 44-45).
Desde el apodo, podemos señalar que se lo presenta como monstruo, al ser la
animalización una de las formas en que esta construcción es posible. En torno
a esto, el hecho de que los roles y rasgos otorgados a este personaje en la cita
anterior lo ubiquen en torno al ámbito privado de las fuerzas de seguridad
podría incidir en que no se lo vincule de forma explícita con la representación
del Estado realizada por la novela. Sin embargo, su accionar en torno al orden
hegemónico, así como su pasado como ex policía, nos permiten relacionarlo
con el ámbito la violencia estatal como lo propone Calveiro.
Consideramos que es interesante oponer este personaje a Cleopatra.
Como se lee en la cita anterior, él insiste en que sus acciones responden a
una fuerza divina. De hecho, en el caso concreto de violencia (la quema de
Evelyn) deja un papel donde señala que lo hace por Yahvé. A diferencia de
Cleopatra, quien se apoya en la Virgen Cabeza para oponerse a la violencia,
este hombre utiliza la fe para justicar la suya. En torno a esto, sin embargo,
cuando La Bestia muere quemado, la Virgen Cabeza le dice a Cleopatra “que
le dijo Jehová que el olor a carne quemada de La Bestia [agregado] consumida
por el fuego lo había apaciguado” (Cabezón Cámara, 2009, p. 109). Así, en
relación con nuestra hipótesis, incluso en el universo de creencias en que se
mueven los personajes no se justica la violencia institucional –al contrario,
se celebra la muerte de quien la ejerce–, mientras que se protege al sujeto
popular que deende la paz y el n de la violencia.
Por otro lado, volviendo a la situación particular, consideramos que
es la muerte de Evelyn, entre todas las mujeres abusadas y quemadas por
La Bestia, donde se comienza a complejizar el tratamiento de la violencia.
La mujer sufre a causa de este personaje, pero muere a manos de Qüity.
Esta complejidad es expresada por esta última, quien dice que homicidio es
homicidio sin importar la situación (Cabezón Cámara, 2009). Sin embargo, en
este caso, la novela propone el disparo como una acción que, aunque violenta,
es piadosa: Qüity se entera, hacia el nal del capítulo, de que la joven iba a
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morir, de que ella le había dado “un tiro de gracia” (Cabezón Cámara, 2009, p.
52). Así, estamos ante la tensión entre la violencia institucional y la resistente.
A diferencia del apartado anterior, donde oponíamos la violencia estatal la
no-violencia resistente, nos encontramos aquí con la oposición entre una
violencia que causa dolor y una misericordiosa. No se reclama ni busca otra
justicia, pero se termina el ciclo de violencia sufrido por un único personaje,
Evelyn. Sostenemos que la violencia hegemónica es la que le ocurre hasta
que Qüity le dispara: “a esa chica se la habían garchado todos los días, todo
el día y hasta por las orejas la habían vejado hasta no dejarle nada propio
(Cabezón Cámara, 2009, p. 55). Y es ante ese ciclo que esta última actúa: “le
disparé porque no pude soportar tanto sufrimiento” (Cabezón Cámara, 2009,
p. 55). Podemos apoyar esta perspectiva, además, en las fotos de Daniel. Este,
quien sostiene que su cámara le permite ver el alma de la gente, insiste en
que la de Qüity nunca brilla tanto como cuando dispara a la mujer.
Finalmente, en torno a esta escena, nos parece clave una de las
propuestas de Qüity, quien escribe que, al disparar deja para siempre su
propia vida. Hasta entonces, ella no forma parte de los sujetos que habitan la
villa, sino que se posiciona, describe y es descrita como una extraña, alguien
que llega desde afuera. Cuando actúa ejerciendo una violencia resistente,
Qüity se vuelve un sujeto popular: “Evelyn fue mi ticket to go, mi entrada a la
villa. Yo la maté y ella me hizo villera” (Cabezón Cámara, 2009, p. 56).
La muerte del Jefe
Dentro de los hechos de violencia presentes en La Virgen Cabeza, es en la
muerte del Jefe donde más aún se complejizan las consideraciones en torno a
ella. Este es secuestrado por Daniel e interrogado por él y Qüity al considerarlo
el responsable de la invasión a la villa y de la muerte de Kevin. En ese punto,
la novela ofrece posturas contrapuestas tanto en torno a la violencia ejercida
hacia los sujetos populares como a aquella realizada sobre el Jefe.
Con respecto a la primera, por un lado están Qüity y Daniel, quienes
secuestran al Jefe para preguntarle por qué: “yo sabía que nos había matado
para hacer negocios, pero me resistía a creer que Kevin se había muerto por
eso (Cabezón Cámara, 2009, pp. 175-176). Así comienza a cuestionarse el
motivo de la violencia institucional, que es, en este caso, el interés económico.
Una vez más, desde el concepto de nuda vida, la novela expone la manera en
que las vidas de los sujetos populares no tienen importancia ante el benecio
monetario: en el interrogatorio, el Jefe explica “que él había ordenado que
despejaran la zona, dijo, que si alguien pensaba que podrían haberla despejado
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sin matar a nadie”, que fue una batalla eso nadie entrega su tierra sin
resistencia” (Cabezón Cámara, 2009, p. 175). Podemos leer aquí el sistema de
valores con que está congurado el personaje del Jefe, donde el territorio
se ubica por encima de las vidas de los habitantes de la villa. Ante esto, se
oponen los valores de Qüity y Daniel, quienes expresan una apreciación por
esas vidas perdidas y buscan un consuelo, una explicación más allá de ese
desprecio. A partir de la tensión entre las dos posturas, una vez más, quien
ejerce la violencia que es juzgada como injusta es el poderoso. Así, ante la
respuesta del Jefe, Qüity escribe que entendió que “agrandar un poco una
fortuna justica cualquier cosa; no es cuestión de fortuna, es cuestión de
fuerza” (Cabezón Cámara, 2009, p. 176).
En torno a esta cita se complejiza en la novela el tratamiento de la
violencia; desde nuestra lectura, se lo problematiza. Daniel dispara al Jefe
mientras Qüity mira, y la dicotomía de violencia estatal/resistente analizada
hasta ahora se amplía al introducirse la revolucionaria. En la novela, Qüity
plantea que “a la fuerza solo se le puede oponer fuerza. Y evitar la venganza
es condenarse a sufrir más violencia(Cabezón Cámara, 2009, p. 176). Así,
a diferencia de las intenciones de la violencia resistente de frenar el ciclo,
se propone lo opuesto. Asimismo, aun cuando no podemos decir que este
hecho busque cambiar al sistema (los personajes saben que el Jefe ha perdido
su poder y que su muerte no será motivo de peligro para ellos ni para el
sistema en sí), se intenta cambiar una situación particular ante la cual el
orden hegemónico no había actuado: hacia el nal del capítulo Qüity señala
que él nunca iba a ir preso.
Además, desde la distinción entre la violencia revolucionaria y la
resistente, es clave analizar el posicionamiento de Cleopatra. En relación con
la propuesta de Calveiro de que la primera es ilegítima e inútil, ella cuestiona
el sentido de la venganza. Desde el sistema de valores de la Virgen Cabeza,
Cleopatra indica a Qüity que esta le dijo que “a Dios no le gustan los que
toman justicia por su mano aunque a veces igual entiende si es en nombre
de Dios, pero que vos no lo matastes en nombre de Dios sino en tu nombre
(Cabezón Cámara, 2009, p. 86). Así, la violencia resistente se distingue de
las demás. La masacre en la villa es para Cleopatra un acto injusto que la
llevará a ejercer violencia para defenderse, pero también lo es el asesinato
por venganza. Podemos retomar aquí la cita del primer apartado de análisis:
la violencia solo lleva a más violencia y eso es algo que este personaje intenta
evitar.
De esta manera, se vuelve compleja la pregunta sobre quién es violento
y quién es el monstruo. Desde la perspectiva de Qüity y Daniel, el Jefe es
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el monstruo, quien ejerce violencia sin otra motivación que el benecio
económico; al contrario, ellos lo hacen en una búsqueda de justicia. Por
otro lado, tenemos la posición de Cleopatra y la Virgen Cabeza, que, aun
cuando no caracterizan explícitamente de monstruosas las acciones de esos
dos personajes se oponen a ellas, al no ser realizadas por una causa mayor,
sino por un interés propio. Así, podemos ver cómo en ciertas ocasiones,
incluso en una novela que se aleja de las representaciones tradicionalmente
estigmatizantes de los sujetos populares, la distinción entre quién es y quién
no es violento se vuelve difusa.
La masacre en la villa
La entrada de la policía a la villa es un hecho clave en la novela, cuyas
consecuencias la atraviesan en su totalidad. Para comprender cómo se lo
puede leer desde la categoría de violencia estatal es interesante analizar, por
un lado, las estrategias de nominación de ese evento en la obra: “hicieron el
mismo trayecto que Cleo y yo: villa-masacre-Miami” (Cabezón Cámara, 2009,
p. 21). El Diccionario de la lengua española (2020) de la RAE dene “masacre
como “matanza conjunta de muchas personas, por lo general indefensas,
producida por un ataque armado. A partir de esto, vemos cómo se presentan
las diferentes formas de violencia que hemos leído hasta ahora en la obra,
desde cómo Qüity nombra al acontecimiento. Por un lado, se ejerce violencia
estatal por parte de las fuerzas de seguridad que cuentan con armas, hombres
y poder. Por otro, ante esta se opone la violencia resistente llevada a cabo por
los sujetos populares. En relación con la denición, la novela plantea que la
violencia ejercida por los personajes de la villa no llega a las dimensiones
de la estatal, por lo que esta última sería mayor y en consecuencia más
terrible. Los sujetos populares se enteran de la invasión cuando esta sucede
y se enfrentan a ella desde lo que tienen: cascotes, macetas y balas. Así dice
Cleopatra “teníamos barricadas con ores” (Cabezón Cámara, 2009, p. 150).
Incluso, Qüity escribe que nunca hubieran sido capaces de vencer al “ejército
que invadió. En relación con la representación de la violencia en torno a estos
sujetos que sostenemos desde nuestra hipótesis de lectura, destacamos que
la narradora señala que llegar al grado de violencia necesario para vencerlos
implicaría dejar de ser ellos mismos. Así, los sujetos populares en La Virgen
Cabeza nunca ejercen una violencia que los vuelva monstruos. Al contrario,
hasta en sus momentos más violentos son “una pequeña multitud alegre
(Cabezón Cámara, 2009, p. 154).
Desde lo desarrollado, vemos cómo se presenta a la violencia estatal
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negativamente y a los sujetos populares como aquellos que solo se deenden
ante lo sufrido. En torno a estos efectos de sentido, podemos señalar otros
momentos de la novela que también son claves para producirlos. Por ejemplo,
desde el inicio de la obra, los recuerdos de Qüity sobre Kevin permiten que
se comience a vislumbrar lo que ocurrió en el desalojo de la villa, dándose
más y más información hasta narrar el hecho concreto desde las perspectivas
de las dos narradoras. En torno a esto, la muerte de Kevin se repite en
muchas ocasiones. Las descripciones de este niño muriendo, que se presenta
usualmente desde la ilusión y la inocencia, logran, desde nuestra lectura,
una crítica a las acciones de la policía. Más adelante Qüity escribe: “Kevin,
mi nene, en un amasijo chiquitito de huesos y gusanos revolviéndose en la
entraña de una tierra vecina” (Cabezón Cámara, 2009, p. 13).
Asimismo, en torno a esto, consideramos que es clave retomar una cita
del apartado anterior. Cuando Qüity y Daniel interrogan al Jefe, él admite
haber sido consciente de que los habitantes de la villa no iban a ceder su
territorio: “nadie entrega su tierra sin resistencia” (Cabezón Cámara, 2009, p.
175). Sostenemos que esta admisión logra que no se juzgue de forma negativa
que los sujetos populares, ante la posibilidad de mudarse a un barrio nuevo,
decidan quedarse. En el capítulo donde se narra la masacre, Qüity desarrolla
cómo al haber vivido tanto tiempo en el lugar ellos deberían tener derecho
a quedarse en él; la villa debería ser legalmente su propiedad. La admisión
del Jefe no hace más que conrmar esta propuesta, que el responsable de
la violencia estatal reconozca que tendría sentido que los sujetos populares
no dejaran el territorio (y así evitaran la violencia ejercida sobre ellos), lo
que permite profundizar la propuesta de que esa forma de violencia ejercida
sobre ellos es monstruosa e injusta.
Finalmente, en torno a esta situación de violencia y resistencia ya
desarrollada, consideramos que es interesante analizar cómo se representa,
no solo en ese momento sino a lo largo del libro, a quienes ejercen la violencia
resistente de forma principal en la invasión: los llamados “pibes chorros”.
Qüity explica que, dentro del universo de la novela, los medios presentan a
los jóvenes de la villa como criminales. Así, desde el modo en que la violencia
construye a lo monstruoso, se les atribuyen actos violentos cometidos por
otros para alimentar la opinión pública de que la violencia ejercida sobre
ellos sería merecida. A esta representación se opone otra lograda desde la
narración de Qüity: “eran todos hermosos en su furia, como Aquiles cuando
ante la muerte de su amigo ya no resiste y se entrega a la ira, cede al destino.
Ah, la furia chorra de los pibes chorros” (Cabezón Cámara, 2009, p. 114). De
esta manera, estos sujetos, su violencia y su ira son equiparadas a los héroes
Guadalupe Garione 163
griegos, lejos de la caracterización monstruosa. Y, en consecuencia, una
vez más, su accionar ante la considerada injusta violencia estatal se puede
considerar resistencia.
La violencia como una constante
A partir de lo desarrollado, vemos cómo en La Virgen Cabeza se presentan
situaciones de violencia donde los sujetos populares ejercen una resistente
a causa de las injusticias que sufren movida por la misericordia o el perdón,
mientras que el Estado ejerce una exacerbada que produce dolor, violaciones
y asesinatos. Asimismo, retomando la muerte del Jefe podemos decir que la
obra, no solo cuestiona las representaciones literarias previas de los sujetos
populares y de la violencia, sino que las complejiza. Se presentan personajes
que, con sus contradicciones y particularidades, actúan desde un sistema
de valores propio y reaccionan ante injusticias inigidas sobre ellos y a la
violencia como un ciclo dañino, que, a menos que se ejerza en un intento de
ayudar o de frenarla, es cuestionada.
En torno a esta complejidad, consideramos clave destacar que la
representación que hace La Virgen Cabeza de la violencia no se reduce
solo a las situaciones analizadas en este trabajo, aunque estas sean las
principalmente desarrolladas en la obra. Al contrario, se presenta a la
violencia como una constante que atraviesa la vida de los personajes. Y es así,
una vez más, como se critica la construcción monstruosa de estos sujetos, y
la violencia ejercida por y sobre ellos. Para explicar esto, podemos retomar
una de las caracterizaciones de los “pibes chorros” que hace Qüity: “ellos
sabían con qué bueyes araban y se dieron cuenta de que a nosotros también
iban a echarnos las redes y se quedaron igual, entre las dos vírgenes, para
dar pelea” (Cabezón Cámara, 2009, pp. 98-99). El acto central de violencia
estatal (la masacre a la villa) no es insospechado por los sujetos populares. Al
contrario, ellos conocen a las fuerzas policiales y al mundo en el que viven.
Este conocimiento se construye desde diversas descripciones de la violencia
como el atropello a los jóvenes que venden en los semáforos, el modo en que
la policía los obliga a robar y compartir sus botines, las acciones de violencia
sexual de las que se arrepiente John-John, o la infancia abusiva de Cleopatra.
Podemos destacar también el modo en que Kevin reconoce el arma de Qüity
y se tira al suelo: “me sorprendió un poco ese saber en un niño tan pequeño,
pero El Poso era el reino de la eterna juventud: nadie se muere de viejo sino
de enfermedades curables o tiros innecesarios” (Cabezón Cámara, 2009, p.
60). De esta manera, los sujetos populares de La Virgen Cabeza conviven con
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la violencia estatal, se ven atravesados por ella de forma constante y la novela,
con sus cuestionamientos, análisis y complejidades, logra denunciarlo.
Así como dentro de la obra, Qüity escribe su historia para publicarla
y, tanto allí como en la ópera cumbia, narra y denuncia lo que han vivido.
Consideramos que obras como La Virgen Cabeza denuncian, cuestionan y
representan las violencias sufridas hoy en día por los sujetos populares y nos
permiten, una vez más, preguntarnos dentro y fuera de la literatura, quién es
el violento y quién es el monstruo.
Referencias
Calveiro, P. (2008). “Sobre la difícil relación entre violencia y resistencia.
En Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de
América Latina. CLACSO: http: // biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/
gt/20160229031704/03calve.pdf
Cabezón Cámara, G. (2009). La Virgen Cabeza. Penguin Random House.
Echeverría, E. (1963). “El matadero” en La cautiva. El matadero. Kapelusz.
Moraña, M. (2017). En El monstruo como máquina de guerra. Iberoamericana.
Real Academia Española:Diccionario de la lengua española, 23.ª ed. [2020]:
https: // dle.rae.es
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