“Para el puente el cielo y para el hombre la tierra. La ciudad
moderna y la mirada del cronista en Escenas norteamericanas
María Sofía Marturet
1
Estudiante de Letras, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación,
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
soa.marturet@gmail.com
Recibido abril 2023, aprobado junio 2023
Resumen: en las crónicas “Coney Island” y “El puente de Brooklyn” de José
Martí, analizaremos las formas de caracterización de sujetos y objetos, su
efecto en la construcción poética, de qué modo el autor cuestiona quiénes
son responsables de la modernización y plantea interrogantes sobre sus
consecuencias. Exploraremos la dicotomía que propone el autor entre
personas y objetos –donde estos últimos se personican– y cómo exhibe
desconanza hacia la cotidianidad urbana, las instituciones responsables de
la modernidad y el vínculo de los individuos con su entorno cambiante. De
este modo, veremos cómo Martí aborda los aspectos problemáticos de los
desarrollos contemporáneos y genera una mirada crítica hacia los procesos
de transformación sociocultural.
Palabras clave: modernidad, crónicas martianas, ciudad moderna, sujetos
inanimados, objetos animados, caracterización.
Introducción
En el siguiente trabajo, analizaremos las distintas formas de caracterización
de los sujetos y los objetos en las crónicas “Coney Island” y “El puente de
Brooklyn” de José Martí. Por un lado, describiremos cuáles son los atributos
que se aplican a los seres tanto animados como inanimados y, por otro,
evaluaremos cuál es el efecto generado dentro de la construcción poética
de Martí. Consideraremos las posturas de Ángel Rama, que dialoga con la
metodología discursiva de Martí en tanto “hombre encabalgado sobre épocas
distintas” (2015, p. 6); de Fina García Marruz (1981), que retoma la inuencia
de los recursos poéticos presentes en las crónicas martianas; de Rafael Rojas
1
Con aval del Dr. Martín Felipe Castagnet, Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
125
Preferiría no hacerlo
Nota al margen
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
Vol. I Nº 1 | enero-junio
María Sofía Marturet
(2008), que narra la vivencia política de este autor en territorio extranjero
e imperialista; de Julio Ramos (1989), que rescata el sentido retórico de la
decoración de la ciudad en las crónicas, y, por último, de Marshall Berman
(1991), que describe la experiencia de la modernidad.
En este sentido, partiremos de la hipótesis de que, en “Coney Island” y “El
puente de Brooklyn, la oposición entre los sujetos y la ciudad moderna puede
entenderse como un método para abordar las responsabilidades del proceso
de modernización. Sostenemos que Martí examina críticamente a quienes
son considerados responsables de impulsar y dar forma a la modernidad y
cuestiona la relación entre los individuos y los cambios socioculturales que
se producen en el entorno urbano. A través de la personicación de los
objetos y la descripción de las transformaciones de la ciudad, Martí plantea
interrogantes sobre las consecuencias de estos desarrollos y desafía, así, las
narrativas convencionales sobre el progreso en el contexto de la época.
En cada una de estas crónicas existe una clara dicotomía entre las
personas y los objetos, tanto si se trata de elementos como un puente o el
pueblo de Gable en su totalidad. En el caso de “Coney Island”, según el grupo
social del que se esté hablando, se puede hacer referencia a las cosas como
animales o caracterizarlas como monstruos que se enfrentan a los pueblos,
los edicios y los medios de transporte, dioses mitológicos o gigantes
con anatomía humana. En esa misma línea, en “El puente de Brooklyn, el
personaje principal (el puente mencionado) también cuenta con una narración
mitológica y religiosa sobre su creación y funcionamiento; sin embargo, en
lo que se reere a las personas, su descripción se reduce a la de insectos u
objetos olvidados en el proceso de construcción de la ciudad.
Desestabilización y desconanza en la cotidianidad urbana: líneas generales
de las crónicas de José Martí
Consideraremos en primer lugar a la voz narradora. En ambas crónicas, es
posible ver una primera persona del plural, un nosotros que no explicita en
ningún momento a quién incluye. Podría tratarse del lector, que se supone
que queda excluido de los demás sectores sociales que se describen en los
textos; es decir, los trabajadores, los inmigrantes y los ricos. Podríamos
armar que el narrador también se excluye de las escenas que ilustra, ya
que es posible identicar momentos en los que busca a sus lectores para
conducirlos a los hechos, tal como se ve en “El puente de Brooklyn”: “de la
mano tomamos a los lectores de La América, y los traemos a ver de cerca
(Martí, 2003, p. 168). Esta primera separación podría explicarse con lo que
126
María Sofía Marturet
Rojas señala sobre la mirada del otro, que “desestabiliza las identidades
del sujeto y del objeto, [y] descentra tanto a quien mira como a quien es
mirado” (2008, p. 38); inestabilidad que puede interpretarse como un signo
de desconanza respecto de la cotidianidad de Coney Island o del puente de
Brooklyn. Esta idea de desestabilización propuesta por Rojas se puede aplicar
a ambas crónicas, al analizar cómo estas narrativas cuestionan y ponen en tela
de juicio aspectos fundamentales de la vida diaria urbana y de los procesos de
la modernidad.
En primer lugar, la desestabilización se reere a la manera en que Martí
presenta a estos ambientes urbanos como escenarios donde se producen
transformaciones signicativas. Dichos espacios se convierten, así, en
símbolos de la modernidad y representan el cambio acelerado y la transición
hacia una nueva era. Sin embargo, a través de su descripción poética y a veces
irónica, Martí pone en evidencia los aspectos problemáticos y cuestionables
de estas modicaciones.
En cuanto a la desconanza, se dirige a varios actores y elementos: Mar
cuestiona la conabilidad de lo cotidiano en estos ambientes neoyorquinos, al
mostrar cómo los elementos naturales y las construcciones humanas pueden
resultar efímeros y frágiles y al hacer alusión a una falta de estabilidad en el
entorno urbano en constante cambio.
En resumen, la desestabilización y la desconanza se maniestan en
las crónicas de Martí al cuestionar la abilidad de los elementos habituales en
la urbe, de las instituciones responsables de la modernización y la conexión
de los individuos con su entorno cambiante. Martí invita a los procesos de
transformación sociocultural.reexionar sobre los efectos y las implicaciones
de la modernidad y genera una mirada crítica hacia los procesos de
transformación sociocultural.
Coney Island: naturaleza, espíritu y la devastación de la modernidad
En “Coney Island” se enfrenta la naturaleza, en alianza con el espíritu, contra
la esencia mística y sobrenatural de la isla. Desde el primer párrafo se anticipa
esta analogía de los hombres de Nueva York, al preguntarse si “hay o no en
ellos falta de raíces profundas” (Martí, 2003, p. 33); inmediatamente después,
se presenta a la nación como un monstruo colosal, portador de entrañas. Tal
como mencionamos anteriormente, la caracterización de los seres humanos
con imágenes de animales funciona como estrategia para demostrar cómo la
modernidad atenta contra las nociones de naturaleza y espíritu. Entonces,
la concatenada ilustración de personas con características animalizadas
127
María Sofía Marturet
refuerza esta idea de sometimiento a la naturaleza que se estaría llevando a
cabo en pos del progreso.
De esta manera, podemos leer en la crónica una escena sobre niños
en la playa de Manhattan volviendo en bandadas y entrando o saliendo como
mariposas marinas, con una aca naturaleza capaz de herirse ante el aire
penetrante del mar. En el camino pasan a formar parte de la muchedumbre.
Este concepto de la multitud aparece varias veces a lo largo de ambas crónicas,
siempre como un objeto que se mueve en bloque, de manera homogénea,
como si se tratase de ganado o como si conformase una alfombra. Al crecer,
esta muchedumbre puede pasar a formar parte de los monstruos humanos
exhibidos en Gable, que –podríamos interpretar– representan al mercado,
los inmigrantes o los trabajadores rurales. No obstante, la descripción de
monstruos humanos, peces extravagantes, mujeres barbudas, enanos
melancólicos, y elefantes raquíticos” (Martí, 2003, p. 34) podría corresponder
a un circo o, precisamente, a los sectores bajos de la sociedad, ya que parte de
la retórica del consumo que explica Ramos (1989) consiste en la estilización
de los signos amenazantes de la modernidad, que pasan a conformar un
espectáculo pintoresco.
A la descripción de los distintos pueblos de la isla le sigue la distinción
de los mismos. En este apartado, además, el narrador retoma la noción del
espíritu, vuelve a incluir al nosotros e indica que, por un lado, estos pueblos
parecen encontrarse devorados por un sublime demonio interior y que, por
otro lado, se mantienen en una búsqueda cíclica de un ideal. Continuando
con la lógica de los animales, esta búsqueda es representada por un águila
que, tras alcanzar su presa, se metamorfosea en una mariposa en busca de
un nuevo objetivo. En contraposición, parecen existir los espíritus tranquilos,
los hombres de los pueblos hispanoamericanos que, aparentemente libres de
estos demonios, sucumben ante la tristeza y la melancolía:
La nostalgia de un mundo espiritual superior los invade y aige; se
sienten como corderos sin madre y sin pastor, extraviados de su
manada; y, salgan o no a los ojos, rompe el espíritu espantado en raudal
amarguísimo de lágrimas, porque aquella tierra está vacía de espíritu.
(Martí, 2003, p. 37)
Así como la humanidad parece cada vez más devastada, los paisajes de
la isla se enaltecen en simultáneo por fuerza divina. Al comienzo, podemos
128
María Sofía Marturet
identicar cómo los periódicos hablan del empuje hercúleo de Coney Island,
en donde el pueblo de Rockaway “ha surgido, como Minerva, de casco y lanza,
armado de vapores, plazas, muelles y orquestas murmurantes” (2003, p. 34) y
Gable posee un ascensor “dos veces más alto que la torre de nuestra Catedral”
(p. 34) –una vez más, el proceso modernizador que atenta contra el espíritu–.
Luego lo urbano toma entidad, al mencionar que “van y vienen vapores; pitan,
humean, salen y entran trenes; vacían sobre la playa su seno de serpiente,
henchido de familias” (Martí, 2003, p. 35). Por último, de noche, el escenario
de luces parece animado por “espíritus superiores inquietos, como espíritus
risueños y diabólicos que traveseasen por entre las enfermizas luces de gas”
(2003, p. 39) y por los trenes, encarnaciones de monstruos que, “animados
por arpas y violines”, llevan a la muchedumbre en “vías que atraviesan, como
venas de hierro, la dormida Nueva York” (2003, Martí, p. 39).
El puente de Brooklyn: personicación y transformación en la modernidad
En la segunda crónica, “El puente de Brooklynse acentúa esta personicación
de los objetos. Aquí, desde un primer momento, son las torres, las estatuas
y el puente quienes parecerían moverse por sí solos. Al introducir al puente
que une Brooklyn y Nueva York, el autor menciona que “en piedra y acero se
levanta [énfasis agregado] la que fue un día línea ligera en la punta del lápiz
de un constructor atrevido(Martí, 2003, p. 168). Con este movimiento, se
establece una relación entre el objeto creado y su creador, de manera que el
primero reeja las características del segundo. Podemos explicar esto con lo
que enuncia Rama (2015) acerca del concepto de modernidad que debió forjar
Martí para reinterpretar sus fenómenos:
Mediante el funcionamiento del simbolismo, de las analogías y la
concentración mística se vuelve a salvar el principio de unidad
irrefragable sin tener que pasar por la materia, la lógica y la ciencia
empírica Con ello queda consolidada la importancia capital de esta
operación unicante para el espíritu de la modernidad. (pp. 11-12)
Esta última oración podría justicar que, hacia la mitad de la crónica,
Martí concluya que “todo organismo que invente el hombre, y avasalle o
fecunde la tierra, esté dispuesto a semejanza del hombre” (2003, p. 174). Sin
embargo, más allá de las descripciones cargadas de imágenes mitológicas
129
María Sofía Marturet
–“quedan siempre delante de los ojos, como zapadores del universo por
venir aquellas cuatro colosales boas” (2003, p. 172); “¿quién sacó el agua
de sus dominios y cabalgó sobre el aire, y dio al hombre alas?” (p. 173) sobre
los cables que sostienen el puente; “yacen, rematadas por delgados dientes,
como cuerpo de pulpo por sus múltiples brazos, o como estrellas de radios de
corva punta” (p. 173) sobre sus torres– hay una salvedad que realizar: todo lo
construido ha sido hecho por el ser humano y, lejos de tratarse de divinidades
griegas, las construcciones se sustentan sobre la base de sus trabajadores.
De esta forma, aunque Martí utiliza alegorías míticas y metafóricas para
describir el paisaje urbano, a su vez arma la necesidad de tener en cuenta
que dichas estructuras son producto del esfuerzo y la dedicación de personas.
El autor enfatiza que todo lo hecho en Nueva York está respaldado por el
trabajo humano; lo despoja, así, de la divinidad y reconoce la labor de aquellos
que participan en la materialización de las obras. Esta perspectiva pone de
maniesto la relevancia de los operarios como actores fundamentales en el
proceso de urbanización y modernización de las ciudades. Son ellos quienes
llevan a cabo las tareas físicas y técnicas necesarias para erigir los edicios,
puentes y otras estructuras que conforman el entramado de la urbe; su
esfuerzo y dedicación son indispensables para convertir las ideas y los diseños
en realidades tangibles. Además, al resaltar el papel de los trabajadores, Martí
también puede estar aludiendo a la importancia de su bienestar y condiciones
laborales justas: la construcción de la ciudad moderna no debe pasar por alto
los derechos y la dignidad de aquellos que contribuyen con su labor.
En este sentido, el recurso que utiliza “El puente de Brooklyn” para
brindar magnitud a sus descripciones se corresponde con lo que García
Marruz denomina como saltos de irrupción poética: en un primer momento,
se muestra un objeto a la pura luz física y luego se lo muestra en luz de gloria,
de modo que “ese salto de un orden de realidades a otro, que parece romper
la causalidad natural, del discurso, da a veces un grado enorme de irrupción
poética a lo que escribe” (García Marruz, 1981, p. 219). Esto indicaría por qué,
al hablar de la Estatua de la Libertad, el narrador le atribuye características
de una diosa griega: “la Libertad es la madre del mundo nuevo Y parece
como que un sol se levanta por sobre estas dos torres” (Martí, 2003, p. 168).
Sin embargo, retomando lo mencionado, la voz narradora no deja de
lado a los trabajadores. Al describir el puente en una instancia anterior, se
mencionaban los movimientos que este hacía, desde levantarse y juntarse
hasta quedar sepultado y morir; del mismo modo, las personas se describían
como seres que se movilizan bajo el rótulo de la muchedumbre, sin entidad
relevante. Pero, al mencionar la caja submarina que compone al puente, el
130
María Sofía Marturet
narrador da cuenta de los obreros (los hombres de granito) que han quedado
sepultados en la construcción de la obra. Entonces, este monstruo mitológico,
que sería el estandarte de unión entre dos territorios, se construye a partir del
cajón que con su entraña de hombres se iba hundiendo, la torre que con su
pesadumbre de granito, se iba levantando(Martí, 2003, p. 176). El escenario
queda decorado por Martí, el escritor modernista que, como maquillador,
adorna y revela el peligroso rostro de la ciudad.
Esta urbe en proceso de modernización, en los términos detallados por
Marshall Berman (1991), cargada de “procesos sociales que dan origen a esta
vorágine (la de la vida moderna), manteniéndola en un estado de perpetuo
devenir” (p. 1), es la que Martí elige para pedir una renovación de esencias.
Este movimiento, entre el disfraz, la personicación y la teatralización, fue
lo que utilizó Martí para dar cuenta de cómo estaba cambiando el mundo y
cómo este, a su vez, transformaba a los sujetos y a los objetos.
Es a partir de este disfraz poético donde el autor permite visualizar
tanto la grandiosidad y la conexión entre territorios que representa el puente
como los sacricios y los peligros que conlleva su construcción. Su propósito
es crear una imagen impactante y evocadora que transmita una crítica hacia
la modernización y los mecanismos que la impulsan. A través de esta gura
retórica, se exploran los límites entre lo real y lo artístico y se destaca la
importancia de una mirada crítica y reexiva sobre los desarrollos sociales y
culturales que conguran la ciudad y cambian a sus habitantes.
Conclusión
En resumen, las crónicas “Coney Island” y “El puente de Brooklyn” de José
Martí exploran la dicotomía entre los sujetos y la ciudad contemporánea
y cuestionan la responsabilidad de la modernización y sus consecuencias
socioculturales. A través de la desestabilización y la desconanza, Martí
reexiona sobre la conabilidad de lo cotidiano en la urbe, las instituciones
y guras responsables de la modernidad y la conexión de los individuos con
su entorno cambiante. En “Coney Island”, Martí enfrenta la naturaleza y el
espíritu contra la esencia sobrenatural de la isla y destaca cómo la modernidad
amenaza el vínculo con estos elementos; la caracterización de los hombres
como animales y la descripción de la isla como un monstruo colosal resaltan
la paradoja de un país que busca el progreso a expensas de su losofía y
poesía renadas. Asimismo, en “El puente de Brooklyn, Martí personica los
objetos, lo que enfatiza la relación entre el creador y su creación: el puente
y sus torres parecen cobrar vida propia y reejan las características de su
131
María Sofía Marturet
constructor. Esto refuerza la idea de la importancia de la unicación en el
espíritu de la modernidad.
En general, las crónicas de Martí plantean interrogantes sobre
la participación y las consecuencias de los procesos modernizadores y
desafían las narrativas convencionales en el contexto de la época. A través
de su estilo poético e irónico, Martí revela los aspectos cuestionables de su
contemporaneidad e invita a una reexión crítica sobre las transformaciones
socioculturales. En denitiva, sus crónicas son una llamada a repensar los
ideales y efectos de la modernidad y buscar un equilibrio entre el progreso
material y la preservación de los valores espirituales y naturales.
Referencias
Berman, M. (1991). Introducción. La modernidad: ayer, hoy y mañana. En Todo
lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Siglo
XXI.
García Marruz, F. (1981). La prosa poemática en Martí. En C. Vitier y F. García
Marruz, Temas martianos. Ediciones Huracán.
Martí, J. (2003). “Coney Island” y “El puente de Brooklyn. En Escenas
norteamericanas. Editorial Arte.
Rama, A. (2015). La dialéctica de la modernidad en José Martí. En J. Ramos y M.
F. Pampín (Selecc.), Martí modernidad y latinoamericanismo. Fundación
Biblioteca Ayacucho.
Rojas, R. (2008). Martí en las entrañas del monstruo. En José Martí: la invención
de Cuba. Editorial Colibrí.
Ramos, J. (1989). Decorar la ciudad: crónica y experiencia urbana. En
Desencuentros de la modernidad en América Latina. FCE.
132