singular y explícito– vemos que el cuento plantea a una mujer trabajadora
que se apropia de su discurso.
A pesar de las injusticias y del pánico que sufre la cocinera a causa de
su hermano, en nuestra interpretación, sostenemos que la autora no toma
partido por ninguno de ellos, sino que los mira y escucha con compasión
a ambos. Leemos, siguiendo a Drucaroff (2012), subjetividades abiertas e
incompletas que fueron totalizadas y completadas estéticamente desde la
mirada del autor textual. Son convincentes porque la autora, al momento de
componer a los personajes, respeta su subjetividad y desea bucear en ella
al focalizar la narración desde el punto de vista de los dos, donde sus voces
tanto externas como internas aparecen. Son personajes a los que Forster
(2000) llama redondos, dado que, a lo largo de la historia, van mostrando
distintas facetas que los redondean y les permiten crecer.
Entonces, “¿qué modos de mirar (de hablar y de escribir, de escuchar
y de leer) construyen desde el yo autor textual, rey egocéntrico de toda
representación, ese él personaje?” (Drucaroff, 2012, p. 9). Uno de ellos es el
movimiento denominado vivencia. Siguiendo a Drucaroff (2012), los autores
empíricos como sujetos/as históricos intentan colocarse en el lugar del
personaje; así, ven, escuchan y conocen sus experiencias vitales. Esto se ve
en la siguiente cita: “todos los días se ocupa de poner más balas, como una
rutina que lo alivia del dolor, un trámite obligatorio que más tarde alguien
llamara obediencia debida” (Laurencich, 2013, p. 232). Allí, la escritora habilita
el surgimiento de su propio punto de vista sobre los secuestros y torturas, y
de sus vivencias durante la dictadura, sin emitir juicios. En la expresión “se
emborracha para no pensar en lo que le mandan a hacer” (Laurencich, 2013,
p. 231), vemos que, para él estos crímenes son una obligación, un “trámite”
que debe cumplirse. No habría voluntariedad en el desprecio por la vida,
al contrario, leemos una mente torturada que anestesia el dolor por los
asesinatos de sus víctimas: “en los oídos del uniformado zumban las voces
de inocentes. Algo que crece y se intensica como el sonido de los grillos.
Tiene las manos sudadas” (Laurencich, 2013, pp. 234-235). La metáfora en el
verbo “zumban” marca la cercanía y el impacto que las voces producen en la
mente del personaje porque solo escuchamos zumbidos si el elemento que
los produce está cerca.
Otro modo propio de la escritura es la extraposición, un movimiento
que desarrolla cómo narrar las vivencias de los personajes. De acuerdo con
Drucaroff (2012), la autora empírica toma distancia de la identicación con el
personaje para componerlo como parte de una narración: “extraponerse es
separarse, independizarse, conservar la distancia propia de un autor que mira
Florencia Cutri 111