La racialización en memorias decoloniales de la
interculturalidad: La Reina Ginga, de José Eduardo Agualusa y
Río de las congojas, de Libertad Demitrópulos
María Cintia Gerez
1
Estudiante de Portugués, Facultad de Lenguas,
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
mariacgerez@gmail.com
Recibido abril 2023, aprobado junio 2023
Resumen: en el presente artículo, analizaremos dos obras que abordan
memorias contadas por voces narradoras principales: Francisco, de La Reina
Ginga, y Blas, de Río de las congojas. A través de sus miradas, abordaremos
el proceso de racialización, comprendido no solo como una división en
categorías fenotípicas sino, también, como la implementación de un sistema
colonial donde el grupo privilegiado (europeos y blancos) pudo legitimar la
opresión hacia los otros grupos étnicos. De este modo, veremos cómo las
novelas narran la interculturalidad como un contacto entre culturas donde
hay opresores y oprimidos, o sea, relaciones de poder, al mismo tiempo que
representan el pensamiento decolonial porque contrarrestan el discurso
hegemónico de la colonialidad.
Palabras clave: racialización, memorias, interculturalidad, decolonialidad,
subalternidad, novela histórica.
La decolonización comienza el primer día de la colonización
(Singaravelou, Miské, Ball)
Introducción
La interculturalidad suele ser percibida y/o representada como la convivencia
de diferentes culturas, pero este contacto también implica relaciones
entre dominantes y dominados; es decir, relaciones de poder. Con base en
esta idea, en el presente trabajo proponemos un análisis de lo que hemos
denominado como “memorias decoloniales de la interculturalidad”. Para
1
Con aval de la Dra. Cecilia Inés Luque, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
Nota al margen
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
Vol. I Nº 1 | enero-junio
Preferiría no hacerlo
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tal n, nos centraremos en el proceso de racialización poblacional en dos
novelas históricas: La Reina Ginga, publicada en 2014 por el escritor angoleño
José Eduardo Agualusa, y Río de las congojas de 1981, escrita por la autora
argentina Libertad Demitrópulos.
María Cristina Pons (1996) considera que las nuevas novelas históricas
son memorias del olvido: “hacen reexionar sobre la posibilidad de conocer
y reconstruir el pasado histórico; otras recuperan los silencios o el lado
oculto de la Historia, mientras que otras presentan el pasado histórico
ocialmente documentado y conocido desde una perspectiva diferente,
desfamiliarizadora” (p. 16). Por su parte, según Carlos Piña (1999), la memoria
es una operación a través de la cual el hablante “elabora su tiempo pasado y
lo signica” (p. 75). En ese contexto, consideramos que las novelas analizadas
son memorias, ya que ambas recuperan las voces de las/os subalternas/os.
En La Reina Ginga, se presenta el pasado ocialmente documentado desde
una perspectiva diferente, mientras que Río de las congojas recupera los
silencios de la Historia. A su vez, estas obras contrarrestan la colonialidad,
denida por Quijano (2014) como relaciones de poder en las cuales las
categorías de ‘raza’, ‘color’, ‘etnicidad’, son inherentes y fundamentales” (p.
205). Las novelas analizadas son decoloniales, porque tratan la colonialidad
desde una perspectiva crítica que indaga sobre las relaciones de poder, e
interculturales, porque la interculturalidad es representada no solo como un
contacto entre culturas, sino también como una demostración de relaciones
asimétricas donde hay oprimidos y opresores.
Ese contacto intercultural se evidencia en ambas novelas en aspectos
raciales, religiosos y sociales. En el presente artículo nos enfocaremos solo en
la racialización, denida por Viveros Vigoya (2016) como un proceso en el que
las “jerarquías raciales han sido denidas a partir de criterios múltiples que
pueden ser fenotípicos, culturales, religiosos o lingüísticos” (p. 38). La misma
autora luego arma que no se trata de cualquier proceso de jerarquización,
sino de uno que genera minorización y alteridad (p. 38). En este sentido, la
colonización resultó en una categorización racial, donde los europeos se
posicionaron como la “norma” y, en la práctica, se erigieron como el grupo
privilegiado, lo que inferiorizó a quienes no fuesen blancos y relegó a indígenas
y negros a las últimas posiciones de esa escala.
Fundamentaremos nuestra argumentación a partir de las memorias
de los dos personajes principales que son también las voces narradoras:
Francisco José da Santa Cruz, de La Reina Ginga, y Blas de Acuña, de Río de las
congojas. Ambos son personas interraciales: juçara
2
, en el caso de Francisco,
2
Según Nguyen, Alcantar, Curammeng y Teranishi, en Measuring Race: Why Disaggregating Data
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y mestizo, en el caso de Blas. Analizaremos estas dos memorias decoloniales
de la interculturalidad a la luz de la teoría de Aníbal Quijano (2000, 2014). Para
este n, en primer lugar nos adentraremos en la racialización como discurso
y en la crítica del pensamiento decolonial. A continuación, expondremos
sobre las representaciones de la racialización en las novelas estudiadas. Si
bien no profundizaremos en los paralelismos y diferencias entre negritud
e indigenismo, mencionaremos algunas aproximaciones al pensamiento
decolonial africano, porque consideramos que estas teorías son útiles para
una perspectiva transoceánica de los procesos nombrados.
Discurso y praxis de la racialización
Quijano (2000) propone que la noción de raza sea entendida como una
experiencia básica de la dominación colonial” (p. 201). Cuando los europeos
colonizaron América encontraron una gran diversidad de pueblos, que
contaban con sus culturas e identidades características. Lo mismo sucedió
en la colonización de África. Sin embargo, ya instalados en las nuevas tierras,
los europeos establecieron su propia categorización racial. Sobre eso, el
autor arma:
Trescientos años más tarde todos ellos quedaban reunidos en una sola
identidad: indios. Esta nueva identidad era racial, colonial y negativa. Así
también sucedió con las gentes traídas forzadamente desde la futura
África como esclavas: ashantis, yorubas, zulús, congos, bacongos, etc.
En el lapso de trescientos años, todos ellos no eran ya sino negros.
(Quijano, 2000, p. 221)
Con la colonización, se instauró el eurocentrismo como sistema de
inferiorización basado en la idea de la superioridad europea. En relación
con esto, Serequeberhan (2002) arma: el eurocentrismo es un sesgo
omnipresente ubicado en la conciencia que la modernidad tiene de sí
misma. Se basa en la creencia metafísica, o Idee de que la existencia europea
es cualitativamente superior a otras formas de vida humana” (p. 75). Como
Matters for Addressing Educational Inequality (2020), “In Brazil there is a more complex notion of race
that looks at Indigenous, White, Black, and what it calls ‘yellow’ (Asian) … more specically … A Black/
Indian/White mix is called ‘Juçara’” (p. 24). (“En Brasil, es más compleja la noción de raza, que se enfoca
en indígenas, blancos, negros y lo que se suele llamar ‘amarillo–asiáticos–, más especícamente, una
mestización negra, indígena y blanca es llamada ‘Juçara’”) [Traducción propia].
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Serequerbehan, Quijano (2000) indica que el eurocentrismo es una perspectiva
de conocimiento y aclara que su constitución se debió a “la secularización
burguesa del pensamiento europeo y a la experiencia y las necesidades
del patrón mundial de poder capitalista, colonial/moderno, eurocentrado,
establecido a partir de América” (p. 218). Por este motivo, la decolonialidad
indaga en las relaciones entre oprimidos y opresores para desvendar las
relaciones de poder detrás de la praxis y el discurso colonial y eurocéntrico,
como la jerarquización racial.
Los europeos también se racializaron como blancos, pero asumieron
el lugar de un grupo privilegiado cuyo poder se sostenía por medio de la
racialización. Pierre (2014) asevera que esta estructura estaba administrada
por una clase dominante europea blanca para quien el mantenimiento de
su distinción racial a nivel individual e institucional dependía de prácticas
rígidas de diferenciación racial (y cultural) en un contexto de violencia y
brutalidad” (p. 88). En La Reina Ginga, el portugués Silvestre Bettencourt es
un ejemplo de ese privilegio blanco al que tiene acceso por ser católico y
terrateniente. Si bien es responsable de muchos crímenes, el Santo Ocio solo
lo condena al exilio en Angola, donde continúa siendo tan rico como en Brasil.
Los colonizadores desarrollaron, así, un sistema de dominación sobre los no
europeos e hicieron de la noción de “raza” su principal instrumento de poder.
Con este esquema de superioridad e inferioridad racial, los colonizadores
instituyeron las jerarquías y la explotación. Francisco recuerda lo que solía
escuchar de boca de los blancos sobre los esclavos:
Para mantener a los esclavos en su debido lugar, o sea, trabajando,
trabajando, trabajando, es necesario que nunca les falten las tres pes:
palo, pan y paño. Escuché esto muchas veces, de señores de ingenio,
arrendatarios y hasta incluso de damas nas. Por mi experiencia, puedo
comprobar que aquello que nunca falta es la primera pe, el palo, el
golpe. La comida y la ropa faltan muchas veces. (Agualusa, 2014, p. 87)
En Río de las congojas, por otro lado, Blas recuerda el desprecio de los
españoles hacia indígenas y mestizos: “el asturiano como si oyera llover. Terco.
Pretencioso. Gestos de desprecio. Mestizo o indio nada valían. Escarmentar
era su único pensamiento (Demitrópulos, 1981, p. 74). Así, la racialización
posibilitó, desde la violencia, la legitimación de las relaciones de poder que
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demandaba la conquista. Esas relaciones llevarían al eurocentrismo y al
capitalismo a ser nuevas potencias dominantes a nivel mundial, ya que, como
aclara Quijano (2000), los europeos establecieron un nuevo patrón mundial
que comenzó en América pero que luego se expandió a todo el mundo. Con
la categorización racial impuesta se relacionaron las nuevas identidades
con trabajos especícos, lo que generó, de este modo, la identicación de la
naturaleza de los roles y lugares de cada uno en la sociedad:
Ambos elementos, raza y división del trabajo, quedaron estructuralmente
asociados y reforzándose mutuamente, a pesar de que ninguno de los
dos era necesariamente dependiente el uno del otro para existir o para
cambiar. De ese modo se impuso una sistemática división racial del
trabajo. (Quijano, 2000, p. 204)
En Río de las congojas, Juan de Garay recluta mestizos para construir
la ciudad de Santa Fe, les promete tierras, pero luego los inferioriza y no les
da nada. Blas recuerda el diálogo entre Juan de Garay y el mestizo Lázaro,
donde el conquistador le pregunta: “¿vienes conmigo? Tendrás tierra y, tal
vez, mando” (Demitrópulos, 1981, p. 8). A lo que Lázaro responde: “quiero una
suerte de propiedad para arar y sembrar. Y criar ganado. Quiero mandar,
no siempre obedecer” (Demitrópulos, 1981, p. 8). Pero, nalmente Garay
incumplirá sus promesas: “en los despueses Garay se olvidó” (Demitrópulos,
1981, p. 8). Asimismo, en la novela de Demitrópulos se puede leer cómo los
esclavos están por debajo de los mestizos en la escala social. Cuando el
puerto de Buenos Aires reemplaza al de Santa Fe, Blas habla con Antonio, un
esclavo negro, sobre lo que eso signica: no lo digo por mí, que no me falta
trabajo acarreando de La Bajada carne y verduras para este lado del río y
recorriendo las islas Lo digo por ti, compadre, que nunca podrás comprar
tu libertad” (Demitrópulos, 1981, p. 59). En La Reina Ginga, los portugueses se
dedican a dominar y a obtener riquezas mientras que quienes trabajan son
los subalternos y subalternas.
Además de la división en categorías raciales y las consecuentes
asignaciones del trabajo, la racialización también implicó una nueva
distribución del territorio. En ambas novelas, el espacio representa esa
marginalidad. En Río de las congojas, Blas cuenta cómo los mestizos fueron
expulsados de las zonas centrales: “un día, pasados muchos años –seguía
diciendo–, en pago adjudicarle una poca de tierra, la más árida y seca, bien
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retirada de la plaza y del centro de la ciudad” (Demitrópulos, 1981, p. 18). Y en
La Reina Ginga, cuando los portugueses toman Luanda, el séquito africano
se debe refugiar en un quilombo de su propia tierra: “daban noticia de que
la ciudad se preparaba para la guerra. Los generales de la reina habían
transmitido instrucciones para forticar el quilombo
3
” (Agualusa, 2014, p. 42).
Para Quijano, “raza” es una categoría mental de la modernidad, una
idea que sirvió para legitimar el poder y el privilegio blancos. Surgida en las
colonias latinoamericanas para reforzar el poder de las metrópolis (España
y Portugal), pronto se extendió al resto de las colonias en el mundo: “los
europeos fueron llevados a sentirse no sólo superiores a todos los demás
pueblos del mundo, sino, en particular, naturalmente superiores” (Quijano,
2000, p. 210).
En La Reina Ginga, la racialización es justamente eso, una construcción
social; por lo tanto, puede cambiar según el lugar. Al respecto, Francisco
menciona:
Intuí que desconaba de mí por ser yo sacerdote y blanco –aunque yo
blanco no fuera, y sacerdote estuviera dejando de ser, pero eso ellos
no lo sabían–. En los sertones de Angola, como ocurre en los de Brasil,
cualquier hombre que hable portugués, haya recibido las aguas del
bautismo y posea fortuna o méritos, puede ser tomado como blanco.
Conocí muchos blancos de piel negra. (Agualusa, 2014, p. 50)
En Río de las congojas, Blas no pasa por ese proceso de blanqueamiento
social y, por el contrario, se identica con los indígenas: “¡Gallegos infernales!
No tenían su madre india como nosotros y no les pesaba enfrentar a sus
mediohermanos” (Demitrópulos, 1981, p. 18).
A continuación, analizaremos las memorias de Blas y Francisco como
ejemplo de memorias interculturales y decoloniales.
Las memorias decoloniales de la interculturalidad
El aspecto central en ambas novelas es la interculturalidad a través de la
racialización y la interracialidad. En La Reina Ginga, Francisco es juçara,
3
Quilombo es una palabra en kimbundu que signicaba “lugar donde vive una comunidad”. Con el
tiempo también pasó a designar los lugares donde los esclavos huían, por lo que adquirió el signicado
de “escondite” para luego resignicarse como “asentamiento” o “fortaleza”.
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término impuesto en la colonia portuguesa para referirse a quien era
visiblemente de tres ascendencias, indígena, negra y blanca:
Mi madre era india, –le expliqué–, de la nación Caeté Mi padre era
mulato, hijo de un comerciante de Póvoa do Varzim y de una negra
mina Soy la suma, por cierto un tanto extravagante, de todas esas
sangres enemigas. (Agualusa, 2014, p. 11)
En Río de las congojas, Blas es mestizo, término impuesto en la colonia
española para alguien que era de ascendencia indígena y española; en el caso
de Blas, hijo de madre guaraní y padre español:
El mestizaje no es únicamente un alboroto de sangre: también una
distancia dentro del hombre, que lo obliga a avanzar, no sobre caminos,
sobre temporalidades. Todo se va trabajando al revés de los otros.
¿De cuáles otros? Ahí está la cuestión. Todos son los otros. Uno es el
mestizo, el distinto. (Demitrópulos, 1981, p. 18)
La interracialidad colonial suele ser imaginada como dual: blanco-
indígena, blanco-negro, indígena-negro. Sin embargo, Agualusa deconstruye
esa idea. En el nal de sus memorias, Francisco cuenta lo que pasó con
su familia en Ámsterdam: su hijo Cristóvão se casó con Sara, una judía
portuguesa, y tuvieron cuatro hijos, lo que aumenta el carácter interracial de
su descendencia.
La novela presenta otras relaciones interraciales, como la de Ingo
(sobrino de Ginga) y Anna (amenca), quienes tendrán dos hijos, o la misma
historia de Francisco, que, durante la novela, se enamora de Muxima, que es
angoleña, y de Sula, que es gitana. Francisco también cuenta que su amigo
Abdullah se casó con una mujer etíope llamada Aicha, con quien tuvo cinco
hijos. Además, no solo los no europeos son mestizos en la obra de Agualusa,
sino que los portugueses también: “la verdad es que los portugueses siempre
fueron más africanos que europeos” (Agualusa, 2014, p. 157). Asimismo,
podemos mencionar la conclusión a la que llega Francisco en una conversación
con Ingo: “también en el Brasil y en Angola nacían blancos” (Agualusa, 2014, p.
136). De este modo, en la novela se hace referencia a los estereotipos raciales
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atribuidos a los lugares, o sea, al imaginario racial.
A diferencia de La Reina Ginga, donde la interracialidad no tiene
límites, en Río de las congojas el mestizaje representado es más tradicional,
ya que los mestizos son hijos de madre indígena y padre español y no se
narran otras posibilidades de interracialidad. No obstante, en la novela de
Demitrópulos es posible ver la inferiorización a la que eran sometidos y por la
que intentan sublevarse. Los mestizos eran conscientes de la desventaja que
tenían en relación a los españoles y por ello provocaron una revuelta: “la plaza
se llenó de sangre. No de sangre india, sino de la nuestra” (Demitrópulos, 1981,
p. 9). La insurrección, llamada Rebelión de los siete jefes, fue un evento real
ocurrido en 1580 y organizado por mestizos o, como los dene Blas, “mitad
indios, mitad hijos de español” (Demitrópulos, 1981, p. 105). Tanto la rebelión
real como la cticia fracasaron, lo que le costó la vida a los líderes mestizos.
Si bien en la novela Blas no participó en la lucha, vislumbra conciencia de
subalternidad al recordar las palabras de su amigo Antonio Cabrera:
El negro Antonio Cabrera, al verme tan ofuscado con la Descalzo, me
calmaba diciendo que las mujeres, como los negros, como los indios, y
hasta como nosotros los mestizos, estaban tan desvalidas que cuando
veían el pan, aunque duro, lo mordían. (Demitrópulos, 1981, p. 52)
En las palabras de Antonio, es posible ver cómo al nal, a pesar de
que hay diferentes categorías raciales y trabajos asociados a cada categoría,
las/os subalternas/os parecían compartir un destino común: la indigencia.
Como explica Quijano (2000), los europeos lograron el privilegio del control
mundial del oro, de la plata y de otras mercancías debido al trabajo gratuito
de las/os subalternas/os racializadas/os. Las personas interraciales no eran
esclavas institucionalmente, pero en el fondo trabajaban para obtener una
vida mejor que no consiguieron.
En Río de las congojas, los mestizos son los grandes derrotados: deben
abandonar la ciudad que ellos construyeron y para la que fueron reclutados.
No son héroes, pero son los verdaderos protagonistas de la desmiticación
propuesta por Demitrópulos: la historia de la fallida fundación de Santa Fe.
Al narrar estos sucesos, la autora construye una historia que contradice la
Historia ocial, donde las fundaciones se cuentan como triunfos. Después de
cien años, Blas reexiona: “bueno, pues, en derrotas se pasaron los años. Cien
años no son fruslerías para un hombre que ha visto encenderse y apagarse
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el amor, caer y levantarse honras, crecer fortunas como rodar cabezas”
(Demitrópulos, 1981, p. 9).
Francisco presenta la historia de Ginga, pero, al nal, esta será una
excusa para presentar su propia historia y, con ella, la de las/os racializadas/
os y derrotadas/os por los portugueses: “¿qué le diría el joven sacerdote
que desembarcó en África por primera vez hace ochenta años al viejo,
inmensamente viejo que soy –o estoy– hoy, mientras escribo estas líneas?
Creo que no se reconocería en mí” (Agualusa, 2014, p. 164). La novela de
Agualusa presenta a las minorías étnicas como héroes vencidos, pero héroes.
Son representados así porque enfrentan a los portugueses hasta el nal y
nunca muestran sumisión ante ellos; este no-sometimiento es una crítica al
discurso colonial donde la superioridad europea implica la sumisión de los
demás. La lucha de los angoleños contra los portugueses está representada
también como una unión intercultural. Además de los nativos de Angola,
participan indígenas brasileños: “entre los soldados se distinguía un batallón
de doscientos ochenta arqueros y mosqueteros indios, de la nación tapuia,
capitaneados por un cierto Simão Janduí, que había estudiado en los Países
Bajos” (Agualusa, 2014 p. 140). El texto busca romper estereotipos, ya que
Simão Janduí, un indígena, estudió en los Países Bajos y habla neerlandés.
Finalmente, también participaron en la lucha los amencos (igualmente
interesados en colonizar Angola y Brasil), piratas dirigidos por Ali Murato y
Cornélio Jol, Rafael, Abdullah el Moro e incluso un escocés llamado James
Henderson.
En ambas novelas es posible leer la interracialidad tanto del lado de
los protagonistas como del de los antagonistas. En La Reina Ginga, Francisco
entabla amistad con diversos subalternos: Domingo Vaz, traductor angoleño
de la reina Ginga; Rafael, que es judío; Abdullah o Cipriano el Mouro, que es
musulmán; Lobo, que es gitano y, debido a la lucha contra los portugueses,
se relaciona con Simão Janduí, líder indígena. Del lado de los antagonistas no
todos son portugueses, ya que hay miembros de grupos minoritarios que los
apoyan, como es el caso de Filipe Camarão, que es indígena y Henrique Dias,
que es negro. En Río de las congojas, Blas entabla amistad con el esclavo Antonio
Cabrera. Sin embargo, en la novela de Demitrópulos, las/os subalternas/os
no siempre establecen una alianza o una simpatía entre ellos: Maria Muratore
rechaza a Blas y él rechaza a Isabel Descalzo. A su vez, quienes traicionan a
los mestizos son otros mestizos. Empero, en estos contactos entre culturas,
las minorías (a diferencia de los europeos) se muestran más cordiales con los
diferentes. En Río de las congojas, Ana, una española que llega a la colonia,
queda embarazada y es abandonada por el padre de su hija; por ser madre
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soltera, debe irse a vivir a la Calle del Pecado junto a indígenas y negras/
os: “a Ana nunca le faltó alimento para ella y el ser que crecía en su vientre
(Demitrópulos, 1981, p. 38). En La Reina Ginga, los angoleños esclavistas y los
musulmanes son más amables con los esclavos: los angoleños esclavizaban
solo a aquellos que cometían crímenes o a los enemigos derrotados en
combate y no a los hombres libres, y los musulmanes liberaban a los esclavos
cuando se convertían al Islam.
En la complejidad del contacto entre culturas y las categorías raciales,
también suceden fenómenos como la fenetización
4
, visible cuando Ginga no
reconoce en Francisco un fenotipo conocido:
A Ginga le extrañó mi apariencia, pues no veía en mí semejanzas ni
con los portugueses venidos del reino, ni con los dorados amencos, o
mafulos, como son conocidos en Angola, menos aún con los gentiles de
las diferentes naciones del sertón. (Agualusa, 2014, p. 11)
En ambas novelas también se puede ver la interseccionalidad, es decir,
las múltiples prácticas discriminatorias que puede sufrir una persona, en
especial las mujeres. Francisco recuerda las palabras del portugués Rodrigo de
Araújo: A su juicio, la inteligencia, cuando se maniesta en una mujer, y para
más en una mujer de color negro, de tan inaudita, debería ser considerada
inspiración del maligno y, por lo tanto, materia de competencia del Santo
Ocio(Agualusa, 2014, p. 27). En Río de las congojas, Antonio habla con Blas
sobre Isabel Descalzo: “No es que sea una diabla –decía–, es que es una
mujer, y para más, pobre. Mujer, pobre y mestiza” (Demitrópulos, 1981, p. 52).
Según Viveros Vigoya (2016), la interseccionalidad sirve “para comprender
las experiencias de las mujeres pobres y racializadas como producto de la
intersección dinámica entre el sexo/género, la clave y la raza en contextos de
dominación construidos históricamente” (Viveros Vigoya, 2020, p. 8).
Entender la racialización como la construcción de un proyecto de
dominancia que fue praxis y discurso es parte del pensamiento decolonial
propuesto por Quijano. El pensamiento decolonial toma el término
subalterno, acuñado por Antonio Gramsci para referirse a las/os oprimidas/
os por el sistema capitalista, y lo redene para designar a las/os subalternas/
os del sistema colonial. En esa resignicación, la decolonialidad critica el
4
Traduje libremente el término pheneticizing, acuñado por Wayde Compton (2012) para denir el
examen subjetivo por el que pasan algunas personas cuando terceros pretenden dilucidar a qué etnia(s)
pertenecen según su apariencia física.
101
borramiento de las/os subalternas/os de la Historia ocial. Es a partir de
la recuperación de lo que fue borrado que las teorías contemporáneas de
la decolonialidad dialogan transatlánticamente. Franz Fanon (2007) coincide
con Quijano cuando arma:
En la descolonización hay, pues, exigencia de un replanteamiento
integral de la situación colonial. Su denición puede encontrarse, si se
quiere describirla con precisión, en la frase bien conocida: “los últimos
serán los primeros”. La descolonización es la comprobación de esa
frase. Por eso, en el plano de la descripción, toda descolonización es
un logro. (p. 26)
Una forma de cuestionar los discursos impuestos desde la colonialidad
es a través de la memoria, como lo hacen las novelas estudiadas en este
artículo.
Consideraciones nales
En este artículo, hemos analizado lo que denominamos “memorias decoloniales
de la interculturalidad” a partir del proceso de racialización. También hemos
analizado cómo el pensamiento decolonial contesta a la Historia ocial en torno
del referido proceso. Estas memorias, Río de las congojas y La Reina Ginga,
dan voz a las/os subalternas/os al mismo tiempo que dialogan con la teoría
decolonial propuesta por Quijano y por otras voces de la losofía africana.
Mostramos cómo el saber es poder y cómo es posible, a través de la memoria,
desaar el discurso hegemónico, porque los discursos son precisamente eso:
poder. Aquí nos enfocamos solo en el proceso de racialización que legitimó
el sistema colonial y el privilegio blanco que dominó en todo el mundo;
pero, en futuros trabajos, queremos profundizar en otras representaciones
de la interculturalidad, como las representaciones religiosas y sociales, la
interseccionalidad y el rol de la mujer y otros subalternos. Las memorias
decoloniales de la interculturalidad, al exponer las voces subalternas, son
como el mar, el camino desde el cual se reescribe la historia.
Referencias
María Cintia Gerez
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María Cintia Gerez
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