Tal como señala Verónica Storni Fricke (2019), ya en el primer acto, el vínculo
entre Rosalinda y Celia “se describe por diferentes personajes secundarios
como excediendo el vínculo natural de hermanas” (p. 190). Estos discursos,
que dan cuenta de la circulación del deseo, adquieren materialidad en guras
como Carlos, quien maniesta que “jamás vio tanto cariño entre dos damas”
(2019, I, i, p. 133). Este patrón también se repite en boca de Le Beau, quien
coincide en que “se quieren mucho más que dos hermanas” (2019, I, ii, p. 142).
A partir de aquí, resulta interesante reparar en la idea de que la
presencia de una atracción especial entre las dos mujeres no se introduce en
la obra únicamente por boca de Rosalinda o Celia, sino que, por el contrario,
la existencia de un tipo particular de deseo también se hace evidente en los
argumentos de terceros. Tal como argumenta Neely (2000), ya desde antes
de que conozcamos a las primas sabemos que existe un cariño especial entre
ellas. Por anticipado, e incluso sin conocer la voz de las protagonistas, el
deseo homoerótico comienza a rondar las inmediaciones del primer acto.
Avanzando en la obra, la introducción de vocativos como “mi buena
y querida Rosalinda” y “querida Celia” congura una atmósfera de cariño y
cercanía entre ambas mujeres. En el segundo acto se aclara que el inicio de la
obra se construye sobre la base de un amor que parecería no ser recíproco,
como se encarga de remarcar Celia: “veo que no me quieres con tanto cariño
como yo a ti” (2019, I, ii, p. 134).
A pesar de que ambas se nombren con epítetos afectuosos, es Celia la
que de las dos más profesa su amor y afecto. Ella es quien da cuenta de las
dinámicas del vínculo: “juntas siempre hemos dormido; juntas nos hemos
levantado, estudiado, jugado y comido, y, adondequiera que íbamos, cual
cisnes de Juno íbamos juntas y unidas” (2019, I, iii, p. 146). Estas prácticas nos
hablan de una gran cercanía, de larga data, y que su descripción empiece por
“juntas siempre hemos dormido” resulta muy sugerente.
Por su parte, que Rosalinda no posea la misma iniciativa discursiva o
vehemencia a la hora de profesar su afecto hacia Celia puede traducirse en
una disparidad en la correspondencia que hará que Rosalinda pivote a otro
vínculo —con Orlando—. Celia, en una escena posterior, con ciertos celos,
cuestiona el apresurado echazo de Rosalinda con Orlando: “¿Es posible
que así, tan de repente, te hayas encariñado tanto con el hijo menor de don
Roldán?” (2019, I, iii, 144).
Lo interesante de este vínculo es que pareciera disiparse o uctuar por
cuestiones de interés: es decir, que el motivo no es el hecho de que ambas
sean mujeres, si no que Rosalinda se vio más interesada en Orlando. La riqueza
de esta obra, para la teoría queer, es que invita a pensar la uidez del género
Martina Coraita Safar | Melina Cloe Dinoto
74