La araña luminosa: el dilema del signicante en traducciones al
español del título O lustre, de Clarice Lispector (1946)
Sofía Pavesi
1
Estudiante de Letras, Facultad de Ciencias Humanas,
Universidad Nacional de La Pampa, Argentina
so_pavesi@hotmail.com
Recibido abril 2023, aprobado junio 2023
Resumen: el título O lustre (1946), segunda novela de Clarice Lispector,
presenta un dilema en su traducción al español, que ha derivado en dos
variantes: La lámpara (2009) y La araña (2003). El texto original emplea
los signicantes aranha y lustre para la denotación del objeto lumínico y
aranha, para nombrar al arácnido, cuya relevancia es notable en el desarrollo
narrativo. Consecuentemente, la opción entre un signicante u otro señala
la elección entre un objeto o un animal para nombrar la obra, aspectos de
gran importancia en la literatura de Lispector en general, y en el relato de O
lustre, en particular. Por tal motivo, es posible considerar que la decisión y
sus implicancias en el cuerpo textual de la novela permiten advertir no solo
la labor lingüística sino también losóca del trabajo traductor.
Palabras clave: Problemas de traducción, Clarice Lispector, O lustre, lo animal,
lo racional, experiencia del mundo.
A las mismas palabras, les damos éste o aquel color. Entonces, si estuviera
leyendo a Proust, alguien pensaría en una araña proustiana (¡por dios, iba a
escribir proustituta!), en una de esas cosas nimias a las que él da tanto sentido
sin darle ningún valor sobrenatural. Si estuviera oyendo a Chopin, pensaría que
mi araña es una de esas de gran salón con caireles delicados y transparentes,
sacudidos por los pasos de muchachas enfermizas y tristes, bailando.
(Sobre O lustre, carta de Clarice Lispector a Lúcio Cardoso)
En su lengua original, la segunda novela de Clarice Lispector se titula O lustre
y para su traducción al español se ha optado por dos variantes, La lámpara
(2009), versión de Elena Losada, y La araña (2003), versión de Haydée M.
Jofre Barroso. En primera instancia, la elección parecería corresponderse
con una mera cuestión sinonímica ya que, tanto en español como en
1
Con aval de la Dra. María Carolina Domínguez, Universidad Nacional de la Pampa, Argentina.
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La literatura y las cosas
Nota al margen
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba
Vol. I Nº 1 | enero-junio
portugués, ambos sustantivos reeren al objeto luminoso. Sin embargo, la
indagación en la obra de Lispector permite pensar en un alejamiento de la
literalidad en las decisiones traductoras, cuyos signicados podrían incluso
conformar un oxímoron: el título La araña habilita la asociación con el tópico
lispectoriano de lo animal, mientras que La lámpara remite a la metáfora de
luz como razón. Asimismo, las preguntas que atraviesan O lustre interpelan la
distancia fronteriza entre lámpara y araña, pues evocan una íntima relación
entre objetos y mundo vivo en función del extrañamiento que la protagonista
siente acerca de su propia existencia.
En tal sentido, el posicionamiento del lósofo Jacques Derrida (2008)
propone una deconstrucción de los límites, en apariencia nítidos, entre lo
animal y lo humano especialmente pertinente para analizar el lugar que
ocupa la alteridad en las experiencias del personaje central. De igual modo, la
importancia de las cosas, en tanto entes diferenciales de lo humano, permite
advertir una segunda expresión de la otredad en el proceso subjetivo que
desarrolla la narración. De esta manera, el problema del traductor, acaso
como la mayoría de las veces, trasciende el ámbito de la lengua para tornarse
losóco.
La lámpara viva: el objeto inanimado como existencia
La novela de Lispector narra la vida consciente de Virginia, quien tiene un
supuesto vínculo incestuoso con su hermano Daniel durante la infancia.
Aunque el hecho permanece implícito en el relato, la importancia del
personaje masculino radica en iniciar a la protagonista en la indagación íntima
del mundo vivo. Ya en las primeras páginas, el diálogo entre los personajes
expone una posición de inferioridad por parte de Virginia con respecto a
su hermano, cuyos mandatos se siente obligada a obedecer. No obstante,
a cambio, obtiene la experiencia del descubrimiento. En este sentido, el
incesto aparente funciona como la mención implícita de un deseo al que
no se tiene libertad para acceder, pero que sí es posible abordar a través
de la aprehensión interior de las cosas. El desarrollo subjetivo de Virginia
se congura a partir del movimiento constante que demanda la búsqueda
inacabada, y que constituye en ella una percepción vivicante del entorno.
Desde el comienzo, al describir la Granja Quieta de Brejo Alto, primer hogar
de Virginia, la voz narradora transcribe tales modos de experiencia mediante
la personicación de los objetos. Destaca el modo de ser y estar del gran
aparato luminoso en el salón, como puede observarse en el original y en las
dos traducciones al español consideradas:
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A sala. A sala cheia de pontos neutros. O cheiro de casa vazia. Mas o
lustre! Havia o lustre. A grande aranha escandescia. Olhava-o imóvel,
inquieta, parecia pressentir uma vida terrível. Aquela existência de gelo.
Uma vez! uma vez a um relance – o lustre se espargia em crisântemos
e alegria. Outra vez –enquanto ela corria atravessando a sala– ela era
uma casta semente. O lustre. (Lispector, 2015, p. 11)
El salón. El salón lleno de puntos neutros. El olor a casa vacía. ¡Pero la
lámpara! Estaba la lámpara. La gran lámpara de lágrimas refulgía. La
miraba inmóvil, inquieta, parecía presentir una vida terrible. Aquella
existencia de hielo. ¡Una vez!, una vez ante su mirada la lámpara se
esparció en crisantemos y alegría; otra vez –mientras ella corría
atravesando el salón– era una casta semilla. La lámpara de lágrimas.
(Lispector, 2009, p. 15)
La sala llena de puntos neutros. El olor de la casa vacía. ¡Pero la araña!
Estaba la araña. La gran araña enrojecía. La mirada inmóvil, inquieta,
parecía presentir una vida terrible. Aquella existencia de hielo. ¡Una
vez!, una vez en un abrir y cerrar de ojos, la araña se esparcía en
crisantemos y alegría. Otra vez –mientras ella corría cruzando la sala–
ella era una casta simiente. La araña. Salía saltando sin mirar para atrás.
(Lispector, 2003, p. 26)
El objeto inanimado se esparce, siente alegría y, metaforizado con la
gura del hielo, constituye una existencia.
De las citas precedentes surge la necesidad de destacar un aspecto que
distingue el texto original. La versión en portugués alterna aranha y lustre, lo
que habilita el uso indiferenciado de los signicantes con el mismo referente.
En cambio, en las traducciones se mantiene una concordancia entre los
lexemas y el título en español por el que se ha optado, lo que podría revelar
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cierta resistencia a las alternancias del lenguaje sin propósitos especícos
de sentido. En cualquier caso, el desarrollo de la obra obliga a una mixtura
tal entre los entes –consciencia, cosas, mundo vegetal, animales–, que la
interposición de los términos y sus signicados se torna ineludible.
Así, por ejemplo, tal como ocurre con la lámpara en el relato, en las dos
versiones al español consideradas, formas lingüísticas de lo vivo denen la
escalera, encarnada por el terciopelo, construida con peldaños que ascienden
como sujetos verbales, sinuosos, hasta alcanzar una gracia rme capaz de casi
extraviar la percepción de Virginia (2009, p. 15; 2003, p. 26). En la obra, la
vida de las cosas excede la función poética para congurar una advertencia
ontológica, el impacto de la alteridad en la existencia. La inmovilidad de la
lámpara inquieta a Virginia, el movimiento ascendente-descendente de las
escaleras enlaza dos planos de nivel físico en la casa, pero también de nivel
simbólico. Se trata de una dinámica entre lo otro y el sí mismo que no es
unidireccional, ni voluntaria, como podría interpretarse que ocurre entre
los humanos y las cosas. O lustre muestra que lo aparentemente inmutable
e irracional es capaz de promover el funcionamiento cognitivo. Ante los
objetos, Virginia no obtiene respuestas y su deseo de conocer se acrecienta;
no otra característica sino lo inmóvil de las cosas activa su mirar consciente:
Uma cadeira escura se reetia no bojo da chaleira, convexa, espichada,
imóvel. Virgínia continuava olhando-a. A chaleira. A chaleira. Lá estava
ela brilhando cega. Querendo expulsar-se da muda estupefação em
que deslizara, uma daquelas profundas meditações em que às vezes
tombava, empurrou-se brutalmente: diga, diga então. Parecia-lhe que
devia parar agora diante da chaleira e resolvê-la. Forçava-se a olhá-la
fundamente porém ou deixava de enxergá-la como numa tontura ou
nada conseguia ver senão uma chaleira, uma chaleira cega brilhando.
(Lispector, 2015, p. 89)
La presencia de la tetera cobra una relevancia elocuente a través de los
ojos de Virginia, quien desea resolverla a partir de su contemplación (2009,
p. 15; 2003, p. 26). Frente a su intencionalidad, la mudez del objeto motiva
el rompimiento del silencio con su propia voz a través de una demanda
imposible, el llamado insistente a que diga. De tal modo, el íntimo pensamiento
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de Virginia aúna los objetos a partir de la otredad que produce en ella un
efecto de extrañamiento. Otredad no signicada a partir de la diferencia
entre lo animado de lo humano y lo inanimado de las cosas, sino a partir de
una ajenidad ante esa iluminación denitiva que promete el conocimiento
absoluto del mundo.
La luz intermitente: lo innombrable y lo intraducible de la experiencia
humana
La primera oración de la novela evoca la uidez del ser de Virginia en tiempo
condicional: ela seria uida durante toda a vida” (Lispector, 2015, p. 6), lo que
podría estimarse anticipatorio. Los efectos lumínicos en el relato conforman
dispositivos de interrupción a través de vacilaciones, oscilaciones, parpadeos
constantes. Se trata de una invitación reiterada a la duda como consecuencia
irrenunciable del pensamiento:
Seria isto pensar profundamente –não ter sequer um pensamento
a trazer à superfície ... O silêncio seguia-se cinzento e leve. No céu
abria-se por um segundo uma clareira hesitante, mas ela descobria
confusamente que o esgarçamento era o de sua própria concentração;
e continuava denso, de uma densidade sem forma nem volume, o
acúmulo de uma substância mais impalpável que o ar, de um elemento
mais vago que o perfume através do ar. Por um instante alegrava-
se tênue e agudamente por conseguir– um instante apenas, luz que
acende e apaga. Teria pensado mais do que profundamente e já estaria
vendo nada? pensava assustada. (Lispector, 2015, p. 42)
La cita reere cuatro de los cinco sentidos –oído, vista, tacto y olfato–,
en tanto signos de inacabamiento en la búsqueda racional. Igualmente, las
sensaciones de hambre, sed, asco, o náuseas de Virginia, colman el texto
como alertas corporales de lo incognoscible. El logos no alcanza para repetir
la experiencia.
Una de las formas que expresan la angustia por lo inefable es la
reiteración del término traducir en la obra. Por ejemplo, el relato del encuentro
de Virginia ya adulta con su hermana, Esmeralda, explicita la carencia del
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lenguaje para transcribir el acontecimiento de lo íntimo: “trocaram um olhar
sem palavras, sem sentido traduzível. De fria curiosidade, de ódio iminente, de
mútuo apoio e prazer” (Lispector, 2015, p. 153). En la infancia, la protagonista
cuenta el secreto de su hermana Esmeralda al padre y de ese modo la traiciona,
tal es el recuerdo presente en las miradas sin palabras, sin sentido traducible,
entre las dos. Aun así, la búsqueda traductora no acaba, el gesto sintáctico
del punto seguido indica un segundo intento de abordar los sentimientos que
atraviesan a los personajes. Después de conrmar lo intraducible, la variedad
descriptiva pareciera reintentar una delidad hacia lo real, incluso al incurrir
en contradicciones –fría curiosidad; odio; mutuo apoyo; placer (2009, p. 218;
2003 p. 168)– y mediante una enumeración que, sin conjunción, pareciera
quedar nalmente irresoluta. La sintaxis se mantiene idéntica tanto en la
traducción de Losada como en la de Jofre Barroso.
La voz narradora también emplea el adjetivo intraducible para calicar
la rendición ante la imposibilidad de comunicar con palabras, que altera las
sensaciones de Virginia: “pensava sensações intraduzíveis [énfasis agregado]
distraindose secretamente como se cantarolasse” (Lispector, 2015, p. 30). Las
dos versiones en español respetan la literalidad del término y evidencian,
también en otra lengua, la insuciencia lingüística para transcribir aquello
vivo innombrable.
La (otra) araña
En O lustre, la lumínica no es la única araña. El arácnido –cuya exclusiva
referencia gráca en la versión original es aranha y su exión en plural– tiene
una participación central en la novela, no del todo desligada de la función del
objeto luminoso, pues afecta los ojos de la protagonista. Durante su infancia,
Daniel amenaza a su hermana con obligarla a espiar una caja llena de arañas,
ante cualquier desobediencia por su parte. Un día, ejecuta la advertencia:
Ameaçava-a de abrir a caixa de aranhas a qualquer desobediência de
sua parte. E de repente, sem que ela soubesse por que, ele chamou-a,
os olhos intensos, mostrando-lhe a caixinha:
—Espie só...
Ela recusou enojada. Mas terminou colando um olho no buraco da
caixinha e nada vendo senão movimentos vagarosos na escuridão. Ela
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dizia:
Vi, já vi, vi tudo! (Lispector, 2015, p. 23)
Virginia atraviesa su miedo y, tras colocar un ojo en el agujero de la
pequeña caja, asegura haberlo visto todo. Sin embargo, la epifanía le ocasiona
un persistente dolor ocular, síntoma que aumenta hasta revelar la nueva
naturaleza bizca de uno de sus ojos. El suceso marca la mutación subjetiva
del personaje a través de su cuerpo, cuya mirada queda subvertida. Ello
podría interpretarse como una metáfora sensorial acerca de la amenazante
presencia de lo otro vivo en la existencia humana. En efecto, tanto el término
que alude a la amenaza, como el que reere al insecto araña se transcriben
con literalidad en las dos traducciones (2009, p. 34; 2003, p. 39).
En el artículo “La tela de la araña de Clarice Lispector”, Rebeca Sánchez
(2007) analiza el dilema que presentan los títulos en español de O lustre según
el valor simbólico impuesto por el esquema binario logocentrista. De acuerdo
con su explicación, la luz de la lámpara designa racionalidad “y por tanto se
encuentra en el polo positivo, masculino del paradigma; mientras que a la araña
ya la sabemos sombría, animal, extraña, ajena a la cultura, femenina, situada
en el polo negativo(Sánchez, 2007, párr. 16). No obstante, la autora considera
que la equiparación connotativa posibilita un proceso deconstructivo de la
dualidad, pues “la araña genera luz desde su propia oscuridad y se revela
como un cuerpo nuevo, diferente, inesperado” (Sánchez, 2007, párr. 16). Tal
análisis motiva a considerar la reiteración de lo vacilante –y sus derivas en el
texto literario– como signo contrario al método racional de categorización
que suponen los binarismos.
Fronteras difusas: la alteridad como requisito para el devenir de la
consciencia
En su conferencia “El animal que luego estoy si(gui)endo”, Jacques Derrida
(2008) problematiza el posicionamiento de la tradición losóca respecto de
la cuestión animal. Con el interés último de desarrollar la importancia política
del otro, el pensador cuestiona los postulados de René Descartes, Immanuel
Kant, Emmanuel Lévinas, Martín Heidegger y Jacques Lacan en función de un
punto común: que los límites distintivos entre el animal humano y el animal
no humano son múltiples, complejos e imposibles de denir nítidamente. En
relación con ello, el juego con el título del texto
2
expone un doble interés,
2
Nombre original del título: “L’animal que donc je suis”.
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la comprensión del animal cuya naturaleza se persigue y la constitución
de la subjetividad humana a partir de esa otredad que, aunque perseguida
como ajena, también le es inherente. En consecuencia, un pensamiento del
otro debería privilegiar la cuestión animal para conformar una apelación a
lo inaccesible, un llamamiento a aceptar aquello que se encuentra “antes
de nosotros tras nosotros, precediéndonos y persiguiéndonos de forma
ineludible, tan ineludible que deja la huella de tantos síntomas y heridas, de
estigmas de denegación en el discurso de todo aquel que quiera tornarse
sordo al requerimiento(Derrida, 2008, p. 135). La propuesta del lósofo radica
en el impedimento de entender la identidad humana con prescindencia de
la animalidad que habita en ella. Lo que sucede a los ojos de Virginia en su
adultez, tras el suceso de la infancia con los insectos, podría interpretarse
desde esta perspectiva:
Desde o olhar para as aranhas negras de Daniel seus olhos eram um
pouco vesgos, davam um rápido tom de erro e mobilidade a seu rosto
onde algum traço indenível parecia vacilar quase-se transformando
sua face por vezes lembrava uma imagem reetida na água. (Lispector,
2015, p. 55)
La herida que persistente en los ojos de la protagonista podría
considerarse evocación de la huella animal impresa en la consciencia humana.
Así, la apariencia transformada del rostro conlleva un cambio en la visión del
mundo, tal como ocurre con la difuminación de las imágenes sobre el agua.
La herida salvaje
Los signicantes araña [aranha] y lámpara [lustre] no son los únicos cuyas
unidades de sentido se entrecruzan. La reiteración del verbo arañar [arranhar]
3
y su posición en contextos inusuales lo tornan lingüísticamente relevante. Si
bien el vocablo verbal no comparte raíz etimológica con el sustantivo araña,
el efecto de extrañamiento se produce mediante la asociación visual y fónica
de los términos. La materialidad del signicante multiplica los signicados
en la trama a través de sus alternativas lingüísticas: “de madrugada um galo
cantava uma límpida cruz no espaço escuro o risco úmido espalhava um cheiro
3
Al contar conjugaciones y derivaciones adjetivadas, el verbo arranhar se repite más de veinte veces
en la versión original.
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frio pela distância, o som de um passarinho arranhava [énfasis agregado] a
supercie da penumbra sem penetrá-la” (Lispector, 2015, p. 11). Las versiones
al español mantienen delidad al respecto: de madrugada un gallo cantaba
una límpida cruz en el espacio oscuro, un surco húmedo esparcía un olor frío
en la distancia, el sonido de un pájaro arañaba [énfasis agregado] la supercie
de la penumbra sin penetrarla(Lispector, 2009, p. 16); de madrugada un gallo
cantaba una límpida cruz en el espacio oscuro –el trazo húmedo esparcía un
olor frío por la distancia, el sonido de un pajarito arañaba [énfasis agregado]
la supercie de la penumbra sin penetrarla–” (2003, p. 26). Vistos los casos,
es posible juzgar desconcertante el recurso metafórico que supone el arañar
de un pájaro en la penumbra. El siguiente segmento también expone un
articio al poetizar con el mismo verbo la concepción de vida: “um vento
baixo e insinuante soprava as folhas secas ao redor da árvore. Ela disse, a vara
arranhando de leve o chão: —Se você soubesse como a vida pode ser delicada
(Lispector, 2015, p. 173). En relación con este fragmento, se advierte que las
dos traducciones mantienen el gerundio (arañando), aspecto que invita a
considerar que la elección especíca del lexema verbal no haya sido azarosa
en ninguno de los casos y, en cambio, se haya pretendido con él remitir al
signicante araña, así como a la extensión de sus alcances semánticos.
En contraste con las observaciones precedentes, cabe destacar una
llamativa variación en las traducciones al español. Un fragmento, que describe
la secuencia onírica experimentada por Virginia en las afueras de la granja,
maniesta el modo en que el dilema lingüístico de la labor traductora llega a
modicar la versión original: “galhos invisíveis prendiam-se à sua roupa, os
espinhos estraçalhavam o tecido, riscavam [énfasis agregado] sua pele com
aguda violência e o sangue brotava como gotas de suor” (Lispector, 2015, p.
177); “ramas invisibles se enganchaban en su ropa, los espinos desgarraban
su tejido, arañaban [énfasis agregado] su piel con aguda violencia y la sangre
brotaba como gotas de sudor” (2009, p. 251); “ramas invisibles se prendían
a su ropa, las espinas abrían el tejido, le arañaban [énfasis agregado] la piel
con aguda violencia y la sangre brotaba como gotas de sudor” (2003, p. 192).
Efectivamente, mientras el texto en portugués ofrece la opción de traducir el
verbo de manera literal –rascaban–, ninguna versión del español lo hace. Acaso
con atención en las repeticiones de arranhar, y en vista de sus posibilidades
metafóricas, las voces traductoras hayan optado por arañaban entre las
elecciones disponibles. De este modo, al igual que ocurre con lámpara y
araña, el signicante verbal arañar [aranhar], y sus variantes, complejiza la
expresión lingüística del mundo viviente en la novela.
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“¿Acaso el mundo sabe lo que yo sé?”
4
La búsqueda experiencial de la protagonista de O lustre produce interrogantes
que la diferencian de su entorno. En vistas de ello, Benjamín Moser (2009)
considera que el mundo exterior, para Virginia, no existe” (p. 174). Sin embargo,
la subjetividad del personaje no sería tal sin la inuencia de Daniel durante
su infancia, ni la alarmante distinción entre la normalidad que sus familiares
le representan en relación con la rareza con que percibe su propia identidad.
Tampoco el extrañamiento de sí misma irrumpiría en ella para transformarla,
si despreciase las existencias que la rodean:
Fazia profundamente ignorante pequenos exercícios e compreensões
sobre coisas como andar, olhar para árvores altas, esperar de manhã
clara pelo m da tarde mas esperar um instante, acompanhar uma
formiga igual às outras no meio de muitas, passear devagarpostar-se
debaixo de um mastro para olhar para cima e car tonta de si mesma
variando com cuidado o modo de viver. (Lispector, 2015, p. 18)
El fragmento citado expone la observación del entorno natural como
medio para el devaneo del pensamiento. El ser consciente de Virginia se
congura en función de la duda que implica el misterio de lo vivo. En este
sentido, la ignorancia se torna un factor identitario para la protagonista
quien, tonta de si mesma, encuentra en el asombro de lo inefable que le habita
la prueba latente de un saber que posee sin poder decir. En ello radica la
relación dilemática, oscilante, que mantiene con su entorno.
Lo vivo y lo maquínico: la araña luminosa
En la ya citada conferencia, y como ha sido adelantado, Derrida retoma la
tradición losóca desde los postulados de Descartes. Al hacerlo, cuestiona
el cogito
5
como matriz del pensamiento sobre lo humano. Según desarrolla,
el intento cartesiano por encontrar una verdad fundamental, mediante el
4
Se trata de una cita textual de la novela que evoca la voz de la protagonista, al interpelar su propio
entendimiento del mundo (Lispector, 2009, p. 25).
5
Cogito: pensar (latín). No obstante, “cogito cartesiano” se connota aquí como “sujeto moderno” o
“sujeto cartesiano”, en tanto aquel que se encuentra encerrado en sí mismo. Sin corporalidad, historia
ni sexualidad, el cogito solo percibe su propio pensamiento, pues razonar es de lo único de lo que tiene
certeza.
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hallazgo de lo absolutamente indubitable, supone un método que termina
por asociar la vida animal con el funcionamiento de las máquinas. El animal-
máquina cartesiano se congura en función de la privación del yo pienso y,
por tanto, de toda reexión, marca o impresión autobiográca, lo que asemeja
a la denición especíca de los artefactos: el retomar esa gran tradición
mecanicista, que también se denomina materialista, no debería pasar
solamente por una reinterpretación del ser vivo denominado animal, sino por
otro concepto de la máquina” (Derrida, 2008, p. 94). La novela de Lispector
supone, en este sentido, una manifestación contraria a la concepción de
superioridad de la vida humana por sobre la vida animal, vegetal y también,
por sobre las cosas. La existencia de Virginia se desarrolla a partir de
interacciones oscilantes entre las entidades mundanas y su pensamiento,
que desatiende jerarquizaciones. Tanto los animales como las cosas impulsan
el movimiento vital de su consciencia:
Antes de adormecer, concentrada e mágica, dizia adeus às coisas num
último instante de consciência ligeiramente iluminada. Sabia que na
penumbra “suas coisas” viviam melhor sua própria essência. “Suas
coisas” – pensava sem palavras, sabida na própria escuridão – “suas
coisas” como “seus animais”. Sentia profundamente que estava rodeada
de coisas vivas e mortas e que as mortas haviam sido vivas – apalpava-
as com olhos cuidadosos. (Lispector, 2015, p. 102)
La cita devela el modo en que cosas [coisas] y animales [animais]
construyen una suerte de analogía en el pensamiento de Virginia. Lo
desconocido que llama a su experiencia con el mundo presupone la indistinción
entre lo actualmente vivo y aquello que, ahora muerto, pudo haber tenido
una vida. En este sentido, las cosas cobran una importancia radical debido a
la absoluta alteridad que implica su misterio:
Embora pensasse “suas coisas” como se dissesse “seus animais”, sentia
que o esforço delas não estava em terem núcleo humano porém em
se conservarem num puro plano extra-humano. Mal as entendia e sua
vida era de reserva, encanto e relativa felicidade; sentia-se às vezes
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aconchegada a si própria – grande parte de seu existir não era coisa?
(Lispector, 2015, p. 102)
Tal misterio llega a trascender la extrañeza frente a lo animal. La
representación de lo otro se perfecciona en la distancia entre los organismos
vivos y las cosas permanentes en aquel plano extra humano, que ellas mismas
se esfuerzan en conservar (Lispector, 2009, p. 145; Lispector, 2003, p. 118).
La pregunta por la existencia dene O lustre, sobre todo, a partir de
sus signicantes. Esto es así porque, en la obra de Lispector, el signicado del
lenguaje comporta un enigma. El desarrollo subjetivo de Virginia acontece
a partir de una búsqueda inacabada, que inicia con el extrañamiento ante
la alteridad de su entorno compuesto por los objetos y por el mundo de lo
viviente. El objeto lámpara evoca tanto la luz como lo oscuro, una intermitencia
que remite al conocimiento como proceso vivo, cuya aprehensión absoluta es
imposible. En el mismo sentido, la araña-insecto congura una vía de acceso
a la verdad interceptada por la radicalidad de lo otro que dene lo animal.
Finalmente, el existir humano se desarrolla en un plano libre de jerarquías,
en que cosas y animales se transmutan en un ahondamiento consciente no
centrado en el logos, sino en el efecto de la sensación. Esta trascendencia
del orden lingüístico convoca la sensibilidad de la labor traductora, que
implica transcribir racionalmente lo inaprensible. El resultado es la vacilación
losóca, una pregunta siempre a punto de obtener una respuesta. Tal como
la luz de un insecto titilando en la profunda oscuridad.
Referencias
Derrida, J. (2008). El animal que luego estoy si(gui)endo. Trotta.
Lispector, C. (2015). O lustre. Rocco Digital. https: // www.rocco.com.br
Lispector, C. (2009). La lámpara. (E. Losada, Trad.). Siruela. (Trabajo original
publicado en 1946).
Lispector, C. (2003). La araña. (H. M. Jofre Barroso, Trad.; 2° ed.). Corregidor.
(Trabajo original publicado en 1946).
Moser, B. (2009). Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector.
Siruela.
Sánchez, R. (2007). La tela de La araña de Clarice Lispector. Revista
Cyber Humanitatis de la Universidad de Chile, (42), s/p. https: //
web.uchile.cl/vignette/cyberhumanitatis/CDA/texto_
simple2/0,1255,SCID%253D21064%2526ISID%253D731,00.html
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