INTEGRACIÓN Y CONOCIMIENTO

N° 6

 

ISSN 2347 - 0658

Vol 1 Año 2017

 

 

ESTUDIANTES Y POLÍTICA, 40 AÑOS DESPUÉS

Guillermo Vázquez Universidad Nacional de Córdoba vazguillermo@gmail.com

RECIBIDO: 26/03/2017

ACEPTADO: 08/06/2017

RESUMEN

El texto reseña críticamente el libro de Juan Carlos Portantiero Estudiantes y política en América Latina, de 1978, quizás el texto más importante a nuestro juicio, de investigación sobre la Reforma Universitaria. La reseña es más bien un punto de partida para pensar el itinerario de muchos intelectuales que buscaron una cierta ontología de los estudiantes como sujetos políticos dirigidos hacia un destino emancipador y hallaron en la Reforma del 18 un primer momento de la construcción de ese movimiento. Ese hallazgo se hizo con la búsqueda incesante de continuidades y rupturas a lo largo de la historia del siglo XX, pero ya con una cierta idea de derrota política en los ‟70 y con la apertura de los primeros interrogantes de la transición. La pregunta que se desprende del texto de Portantiero es cómo pensar políticamente un acontecimiento como el de 1918 varias décadas después, en un contexto totalmente distinto, y atendiendo a la actualización política de dicho fenómeno; este dilema, sostenemos, es similar al que puede presentarse en torno al próximo centenario de la Reforma.

Palabras claves: Estudiantes. Política. Reforma

SUMMARY

66

 

 

 

 

The text critically reviews the book by Juan

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Carlos Portantiero Students and Politics in Latin

 

 

 

America, 1978, perhaps the most important text

 

 

 

in our opinion, of research on University

 

 

 

Reform. The review is rather a starting point for

 

 

 

thinking the itinerary of many intellectuals who

 

 

 

sought a certain ontology of students as political

 

 

 

subjects directed towards an emancipatory

 

 

 

destiny and found in the Reformation of 18 a

 

 

 

first moment of the construction of that

 

 

 

movement. This finding was made with the

 

 

 

incessant search for continuities and ruptures

 

 

 

throughout the history of the 20th century, but

 

 

 

with a certain idea of political defeat in the 70s

 

 

 

and with the opening of the first questions of

 

 

 

the transition. The question that arises from the

 

 

 

text of Portantiero is how to think politically an

 

 

 

event like the one of 1918 several decades later,

 

 

 

in a totally different context, and attending to

 

 

 

the political update of this phenomenon; This

 

 

 

dilemma, we argue, is similar to what can be

 

 

 

presented around the next centenary of the

 

 

 

Reformation.

 

 

 

Keywords: Students. Politics. Reform

 

 

 

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RESUMO

Este texto apresenta criticamente o livro de Juan Carlos Portantiero Estudantes e política na América Latina de 1978, considerado o mais importante, em nossa opinião, sobre a investigação da reforma universitária. A revisão é um ponto de partida para pensar sobre o itinerário de muitos intelectuais que procuravam uma certa ontologia dos alunos como sujeitos políticos dirigidos para um destino emancipador e encontraram a Reforma de 1918 como um primeiro momento na construção desse movimento. Essa descoberta foi feita com a busca

incessante de continuidades e rupturas ao longo da uma certa idéia de derrota política em '70 e a abertura para as primeiras perguntas da transição. A pergunta que surge a partir do texto de Portantiero

écomo pensar politicamente o acontecimento de 1918 décadas mais tarde, em um contexto completamente diferente, e considerando a renovação política deste fenômeno. Argumentamos que este dilemma é semelhante ao que pode ocorrer ao redor do próximo aniversário da Reforma.

Palavras Chaves: Estudantes. Política. Reforma

ENSAYO

El objetivo de este breve ensayo se inspira en una relectura: el texto de Juan Carlos Portantiero, una larga introducción de más de un centenar de páginas a una compilación sobre

Estudiantes y política en América Latina (México, Siglo XXI, 1978).Creemos que hay ahí indicios de un 67 comienzo del pensamiento de la transición democrática argentina, que todavía llevaba un andamiaje conceptual que se irá dejando progresivamente de lado –o retraduciendo, como en el libro del mismo autor, Los usos de Gramsci(1977), en una diagramación democrática e institucionalista. Pero también que ese eje debe repensarse, a la luz de esa relectura, en torno al proceso del conmemoración del centenario de la Reforma el próximo año.

El libro en cuestión es publicado en el exilio mexicano de Portantiero, a dos años del inicio de la última dictadura militar argentina. El texto es ya un clásico dentro de las referencias historiográficas sobre los orígenes y el desarrollo del reformismo1.La obrase enfrenta a un problema mayor, a mitad de camino entre nuestra actualidad y el año 1918, pero con una gran dificultad para idealizar las posibles transformaciones que ese sujeto político, el estudiante de América Latina, podrían conseguir en medio de un genocidio en marcha en Argentina (y en otros países de la región).

Marta Philp (2012) recuerda el muy lateral “homenaje” a la Reforma que operaba la dictadura argentina en la Universidad Nacional de Córdoba en junio de 1978 –fecha de publicación de Estudiantes y política… en México–: sin estudiantes, sin juventudes (ni hablar de movilización de algún tipo). Esa conmemoración tuvo como protagonistas al profesor Alberto Caturelli quien sostenía la línea más conservadora, y a Jorge Orgaz –con simpatías reformistas totalmente ausentes

1Indudablemente habiendo tomado dicho libro nota de otros también clásicos como la compilación de Gabriel del Mazo (La Reforma Universitaria, 1941) o Gregorio Bermann (Juventud de América, 1946). Otros trabajos de difusión sobre la Reforma como los de Luis Marcó del Pont, Roberto Ferrero, o el más reciente de Pablo Buchbinder, toman ya una cierta distancia de los primeros relatos sobre la Reforma, narrados sobre todo por sus protagonistas, o por sus seguidores más próximos. Portantiero se encuentra también aquí al medio: entre la distancia que el retorno democrático dio a la divulgación como de los primeros reformistas que ensayaban sus autobiografías o explicaciones teóricas sobre lo sucedido en el año 1918.

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en el donosiano Caturelli– quien optó por una leve referencia elogiosa a la Reforma con el lenguaje que la dictadura a esa altura ya había podido forjar: “la esencia argentina” de la Reforma era rescatada contra el “totalitarismo”que representó la Universidad del peronismo –sin aclarar a qué período histórico del peronismo se refería, lo que señala con claridad la disputa contra el proyecto peronista histórico in totum.Si los 50 años de la Reforma transcurrieron entre los ecos parisinos, el onganiato y la preparación para un combate –ya cultural, político, o militar– revolucionario, el 60° aniversario no tenía espejo donde mirarse. México, por supuesto, era otra cosa.

En alguna parte cuenta Eduardo Rinesi su participación en los años „90 en la Universidad de Buenos Aires en charlas sobre John William Cooke, con la presencia de Eduardo Luis Duhalde y Horacio González, entre otros; a las mismas, en ese entonces, asistían un puñado de estudiantes (en general militantes) que no eran más de quince. Cierto es que muchos de esos intelectuales que estaban en el panel adquirirán mayor conocimiento público –en realidad: atención de los medios de comunicación, su prestigio y participación pública permanecerá siempre en una órbita similar– años después. Pero creo que esto no era tan relevante para medir la poca cantidad de estudiantes que concurrían: el saqueo cultural del menemismo al peronismo revolucionario, lo dejaban arrinconado sin poder sonar como lo hizo en otras épocas. Se hacía imposible reflexionar sobre ese objeto en esa década. El caso que nos ocupa, el de Portantiero, es infinitamente más difícil, aunque va en la misma sintonía. Es el año 1978, y el autor un intelectual argentino partícipe de organizaciones políticas revolucionarias, exiliado en ese entonces en México. Los cuerpos, sino tibios cadáveres, o exiliados, aguardaban moribundos de dolor en algún centro clandestino de detención, tortura y asesinato. La imagen es ardua, pero es necesario pensarla para poder rediscutir con otras luces ahora aquel libro. Todavía no se fundan del todo los primeros periódicos que

pensarán la derrota (uno de los más relevantes será la revista Controversia, en 1979, muy próxima a 68 Portantiero), aunque ya se gestaron para ese año los primeros documentos de autocrítica de2 las organizaciones político-militares –por caso: los inéditos de Rodolfo Walsh sobre la conducción de Montoneros–, ni siquiera la “Contraofensiva” estaba en marcha. Era una “coyuntura” –y la politicidad del término, que de Maquiavelo a Althusser sostiene una impronta vinculada a la potencia, se obtura hasta el extrañamiento con el terror de esos años– que tenía la dimensión de tornar imposible cualquier reflexión sobre el movimiento estudiantil. No su “derrota”, no sus “fracasos”, sino que Portantiero busca –a partir de una pretendida “objetividad ontológica”– en el estudiante un enemigo endémico del capitalismo. Portantiero plantea la potencialidad revolucionaria de los estudiantes a partir de un doble rol: como organizadores de la cultura – intelectuales, técnicos– a la vez que clase trabajadora excluida por un sistema que no podía seguir dándoles lugares privilegiados por el achicamiento del mercado laboral. La contradicción entre la mano de obra calificada y el trabajo del capitalismo periférico. En esa contradicción “objetiva” con

el capitalismo, no haría falta ninguna performatividad –v. gr. la proletarización de los estudiantes– ni voluntarismo revolucionario para el movimiento estudiantil. Ambas salidas –proletarización y voluntarismo– habían sido ejes del movimiento estudiantil en el proceso político desde los sesenta hasta la dictadura. Pero en su libro Portantiero también busca comprender un proceso social que no debe tener a los estudiantes de protagonistas absolutos, sino más bien de consecuentes seguidores de las revueltas del movimiento obrero –en línea mariateguiana. Ve Portantiero también en el antiprofesionalismo –presente ya en Ortega y Gasset, en el primer reformismo que militaba contra la conversión de la Universidad en una “fábrica de títulos”– un factor unificador contra la servidumbre al capital en la que derivarían por inercia los jóvenes graduados que buscaran ingresar

2El hacia ellas de otros grupos ya venían dándose desde antes, como el “Documento Verde” de la Columna Sabino Navarro.

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al sistema laboral. Diego Tatián (2017) recientemente ha señalado también esta posible incompatibilidad entre Universidad y capitalismo.

Si las discusiones giraban en torno a la politización de ciertas clases medias y sus “orígenes”

lo que Portantiero junto con Murmis, habían hecho sobre el peronismo, también con una intención política: cómo revertir la falta de arraigo socialista en los obreros argentinos, hegemónicamente peronistas3(marxistas, guevaristas, peronistas, etc.), aquí retoma lo que ocurrió más atrás, le da una historicidad mayor: esto –el movimiento estudiantil– nace en la Reforma del ‘18. Y no en el rumbo inesperado, esclarecido y rupturista o culposode ciertas clases medias (explicación que forjó buena parte de las ideas sobre el encuadramiento político juvenil de los „60/‟70).

Esto plantea un presupuesto de su desarrollo posterior: la pregunta por una ontología de los estudiantes. Lo mismo sucedió con otros sujetos políticos a lo largo de la historia: la ontología marxista de los obreros, el feminismo, el poscolonialismo con la crítica a las identidades eurocéntricas, etc. Y no lo hace de la juventud aunque en obvia vinculación con la mismasino de los estudiantes. Otra de sus apuestas fuertes es que piensa una ontología del sujeto estudiante cuando la subjetividad política, de todas las edades pero fundamentalmente de las juventudes, agonizaba.

El vitalismo que tuvo en el juvenilismo una de sus derivas políticas más activasfue una de las fuentes teóricas de mayor fecundidad de los reformistas. María Pía López (2010) ha sido quien lo ha subrayado con mayor énfasis también Requena y Grisendi (2009) han hecho estudios sobre las primeras recepciones de Bergson. No fue un influjo como no lo fue ninguno en el reformismo, y podríamos extenderlo a casi todo intelectual periférico en la primera mitad del siglo

XXal menoscon purezas metodológicas ni precisiones filológicas muy notables. Muchas veces eran lecturas de las primeras traducciones que las editoriales españolas hacían, y luego muy

discutidas en el avance del estudio de esos autores. Ese vitalismo juvenilista tuvo en la idea de

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“generación” uno de sus puntos más fuertes. La “generación” era la que producía cambios gran

 

 

tema de Ortega y Gasset en El tema de nuestro tiempo; tiempo después, Mariátegui como dijimos,

 

coincidiendo en muchos puntos Portantiero con élinvertirá la ecuación: es la insurgencia obrera

 

mundial la que produce la rebelión juvenil. Esta discusión se dejará como uno de los ejes asentados

 

en la historia del movimiento estudiantil del siglo XX, en relación a su posición su rol

 

conductor/guía o más bien subordinadocon el movimiento obrero. De ello creemos que trata en

 

lo esencial la tesis de Portantiero.

 

Sin embargo, para pensar este punto hay que recordar que el libro del que hablamos tiene

 

una historia, que surge tiempo antes del „78, y que explica muchas de sus cuestiones.

 

El libro de Portantiero es, en principio, una edición castellana de la edición italiana que el

 

autor publicara años antes bajo el título Studenti e Rivoluzionenell’ América Latina. Dalla ‘Reforma

 

Universitaria’ del 1918 a Fidel Castro. Según relatan Adrián Celentano y Natalia Bustelo (2012, p. 87),

 

el libro original se dio en el marco de una discusión de Portantiero y José Aricó con un grupo

 

gramsciano de Italia en 1968: se trataba de convencer del origen primigenio del “movimiento

 

estudiantil” por entonces en claro protagonismo europeo en eventos como el mayo francés, las

 

protestas berlinesas o el conflicto de Valle Giuliaen los acontecimientos cordobeses de 1918, y su

 

posterior expansión continental en América Latina4. El grupo político y editorial Pasado y Presente,

 

del cual Portantiero formaba parte, sacará en marzo del „69 una compilación de André Gorz sobre

 

el mayo francés, así como estudios sobre la Universidad china. Este intento de Portantiero de

 

3Cfr. Portantiero y Murmis (2004).

4El libro comienza haciéndose el planteo, nada más y nada menos, de que el “punto más alto del activismo político (…) parece haberse arraigado en el movimiento estudiantil”.

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plantear esta continuidad entre la Reforma del „18 y la actualidad de la protesta estudiantil a fines de los sesenta, tendrá réplicas luego del mayo francés, aquí y en Francia –Edgar Morín, entre otros– donde se intentó armar una suerte de puente histórico que haría de la Reforma del „18 la primera inspiración histórica de los acontecimientos parisinos, a casi exactos 50 años de la revuelta de Córdoba. Situación similar habrá de darse un año más tarde, pero en sentido inverso (el presunto influjo del mayo francés en un evento cordobés), con el Cordobazo, del cual hablaremos más abajo.

Decíamos que en principio el libro editado en México en el „78 era la edición castellana de la versión italiana del „71. Sin embargo, entre otras modificaciones, hay un texto que quedó afuera de la edición en nuestra lengua, de fundamental importancia.Es acaso esa decisión –no explicada en ningún documento ni entrevista oficial dada por Portantiero–, la de dejar afuera el capítulo sobre “Estudiantes y populismo”, la que marca otra punta en torno a la apertura de un proceso de transición, previa ruptura con la experiencia política del grupo Pasado y Presente en los „70, donde se acercó y dio su apoyo a las líneas más combativas de la Tendencia del peronismo revolucionario (fundamentalmente Montoneros). Nótese que en la edición castellana se titula “Estudiantes y política” y se reemplaza el eje de la “Revolución” presente en el título de la edición italiana. Es, entonces, uno de los primeros textos que –si bien no hace explícita su autocrítica ni perfila el horizonte conceptual nuevo del proceso democrático que comienza en 1983– plantea un eje clave que luego se retomará en una parte del staff de Controversia y en muchos de los postulados alfonsinistas entre los que Portantiero se contará como coautor: por caso, la obturación de la discusión histórica sobre el período de radicalización política de la juventud que tiene orígenes en la década del sesenta, pero que también fue explorado en toda su dimensión con la breve

experiencia de los años „73-„74 en el mundo universitario. Controversia publicará los papeles críticos 70 de Walsh sobre la última etapa de Montoneros, los textos de Adriana Puiggrós sobre la Universidad del „73 donde se encontrará también una discusión con el vanguardismo de algunas organizaciones que condujeron aquel proceso, Oscar del Barco esbozará sus escritos críticos sobre

el leninismo y Nicolás Casullo ensayará también una revisión crítica del movimiento obrero en relación al peronismo.

El texto “Estudiantes y populismo” tiene una fecha cierta puesta por Portantiero, creemos que no inocentemente (¿Lo habrá terminado antes del 29 de mayo de ese año? ¿Lo habrá fechado luego como para señalar las causalidades?: mayo de 1969). El 29 de ese mes/año se produce en Córdoba, cuna de la Reforma, el acontecimiento político provincial más importante después de 1918: el Cordobazo. Tendrá a obreros –hegemónicamente peronistas pero con gran asiduidad de participación de izquierdas independientes5– y estudiantes –en una participación ninguneada por algunos actores, pero indudable a la luz de testimonios, documentos y constataciones del momento– como protagonistas mancomunados en una rebelión civil no armada cuya potencialidad política todavía hoy se está vislumbrando en sus alcances. “Estudiantes y populismo” tiene un objetivo muy claro: la necesidad de autocrítica del movimiento estudiantil respecto del peronismo, y de otros fenómenos populistas, momentos en los cuales el reformismo quedó del lado conservador del parteaguas que esos fenómenos producían. Si se quería conocer la Reforma Universitaria, había que dejar bien claros los errores del reformismo en la historia del siglo XX. En particular, Portantiero describe la opción opositora que tomó la Federación Universitaria Argentina

–FUA– al llamamiento a la unidad contra los sectores del establishment local e internacional al que convocaba el primer peronismo. La opción del movimiento obrero fue de un claro y contundente

5Cfr. al respecto Vázquez, Guillermo (2016).

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apoyo a Perón; la del movimiento estudiantil, lo contrario, incluso llegó a ser uno de los actores protagónicos del golpe de 1955 que derrocaría al gobierno peronista. La unidad obrero-estudiantil quedaba entonces cada vez más alejada. La necesidad de autocrítica de aquellas opciones en el „69 tenía horizontes cercanos: la masiva participación de las juventudes movilizadas a favor del peronismo proscripto avecinaba un proceso político bien distinto, pero también otro vínculo obrero-estudiantil. Pero su libro no da, sin embargo, criterios para entender el proceso político argentino de los ‟70 en relación a ese conflicto.

Por un lado, el libro del „71 –atendiendo en el mismo a su ensayo del „69: “Estudiantes y populismo”– logró plasmar acaso como ningún otro la necesidad histórica y política de acoplar los estudiantes con el movimiento obrero hegemónicamente peronista en Argentina. Con ello salteó el drama de escritores reformistas que se plegaron al oficialismo de la FUA y lo interpretaron como continuidad histórica del „18 en los años peronistas e inmediatamente posteriores al ‟55, donde quedaron dentro de la alianza con las oligarquías nacionales. Pero también el de cierto ensayismo peronista6 que con ansias de remarcar con justicia en tantos casoslos rasgos más conservadores del reformismo en contra del peronismo, opta por dinamitar todo el proceso desde el Manifiesto Liminar en adelante; para esta visión, solo habría en el movimiento estudiantil perfilado con la Reforma fracaso, traición, contradicciones insalvables, etc. Una de las dificultades de estas posiciones, también pueden señalarse en el libro de Portantiero: el movimiento estudiantil en general en su totalidad reivindicador, por distintos argumentos e historias, de la Reforma del „18– está mediado por una pluralidad de actores y posiciones muy grandes. Es preciso atender esas diferencias para no cometer los errores que el propio Portantiero señala como improductivos para la discusión en trámite.

Uno de los sintagmas con los que Portantiero menciona el riesgo antiobrerista está muy 71 vinculado a la idea de autonomía que se sostuvo en gran parte de las disputas de quienes se autodefinían como reformistas en la segunda mitad del siglo XX: la isla democrática. Una Universidad centrada en defender su cogobierno y sus propios mecanismos (incluso salariales) sin tender puentes hacia la conflictividad social en su totalidad. La disputa por la “autonomía” era entonces representante de las vertientes másantiobreristas del reformismo.

Portantiero advierte siempre que la trampa de la alianza “obrero-estudiantil” era precisamente que esos términos quisieran estar a la par, lo que no era otra cosa que acentuar la diferencia entre ambos. Para superarlo, propondrá el modelo cubano como reparación a este inconveniente el paso de Mella a Fidel Castro. En la discusión sobre el APRA, que irá de Haya de la Torre y Mariátegui a la revolución cubana capítulo este que sí fue conservado en la edición del ‟78–, puede leerse también, aunque más someramente que en “Estudiantes y populismo”, un cierto parecido entre la experiencia del primer reformismo y los fenómenos populistas resistidos por muchas izquierdas–: el pluriclasismo, la integración como “frente nacional” de un conjunto de partidos, sindicatos, sectores políticos diversos, contra-élites, un antiimperialismo no tan programático pero sí defendido a través de un bloque histórico:

La actitud de las izquierdas frente a los fenómenos nacionalistas o populistas en la América Latina será permanentemente de enfrentamiento, pese a las correcciones que la táctica de los frentes populares impuso al duro sectarismo de las primeras horas. Cuando el antifascismo tornó a la pequeña burguesía latinoamericana en “aliada democrática”, otras formas de populismo surgían en el continente. Frente a ellas (…) las

6Por caso, más contemporáneamente: Recalde, A. (2008).

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izquierdas se ubicaron en una actitud de cerrada oposición. Pero entonces fueron acompañas por el movimiento universitario, por los hijos de la reforma. (Portantiero, 1978, p. 114)

Lo que demandaba Portantiero era el ideal que él veía en la Cuba revolucionaria: no el intento eterno de conducción (aunque progresista) del movimiento reformista al proletariado, sino la conducción obrera del proceso estudiantil (la continuidad Julio Antonio Mella-Fidel Castro).

CONCLUSIONES

Portantiero comienza a vislumbrar una cierta transición política con esta larga introducción a su compilación de ensayos y documentos sobre el reformismo; lo hace, acaso, sin demasiados planes sobre el proceso que vendrá, y sin una autocrítica definida en sus términos y alcances. Para ello, deja de lado el drama nacional que había marcado casi todo el proceso político de los ‟70 hasta la dictadura: el desentendimiento de la juventud reformista de izquierda hegemónica en el movimiento estudiantilcon el movimiento obrero organizado hegemónicamente peronista. Es lo que hará también el alfonsinismo en su intento de pensarse como nuevo movimiento histórico, renovar el discurso de la sociedad civil argentina y replantear la conflictividad distinta que debían tener las instituciones respecto del período setentista. El precio fue, también, no dar casi ningún valor positivo a las experiencias de la juventud movilizada de fines de los sesenta y hasta la

dictadura.72 En una entrevista aparecida en la revista La quinta pata en diciembre de 1987, José Aricó

simpatizante también del proceso político alfonsinistaiba en una dirección distinta a la del libro de Portantiero, pero porque ya estaba viviendo los últimos años de la transición radical de los „80. Seguía sosteniendo una cierta desconfianza a la primacía política tampoco para él ya revolucionariaestudiantil:

Si yo me definiera como un teórico revolucionario, tendría que decir que se trata de hacer que los estudiantes sean una fuerza activa de transformación de esta sociedad y de conquista de una sociedad socialista. Si fuera como soy, un viejo marxista…diría que lo primero que tienen que hacer los estudiantes es aceptar que están sometidos a un proceso de transformación cultural. (…) El problema de su formación es el problema sustancial. Porque como ciudadanos se definen en la calle, pero como estudiante se define de una manera particular. (…) Me da la impresión que el movimiento estudiantil, tomando en cuenta sus expresiones públicas, no discute este problema, no discute qué universidad quiere. Cómo y qué quiere aprender. Si no discuten esto, no discuten nada. (Aricó, 1999, pp. 305-306)

Lo que refleja Aricó es ya el divorcio de una Universidad que aunque vivió una indudable y formidable apertura democrática posibilitada por la transición alfonsinista tenía un movimiento estudiantildesmovilizado, con sus estudiantessin comprenderhacia dónde ir.

Releer este libro de Juan Carlos Portantieroy su historia: ello contiene al ensayo sobre “Estudiantes y populismo” del ‟69– constituye una necesidad fundamental en torno al período que se abre en 2018 para pensar nada menos que el centenario de la Reforma. Épocas distintas, con

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tareas distintas y ontologías del sujeto estudiantil también divergentes. Sin embargo, punteamos algunos asuntos que pueden dar continuidad al planteo portantierano:

*El movimiento estudiantil reformista fue un movimiento fundamentalmente político que trajo a las universidades una amplia gama de transformaciones posibles de las sociedades latinoamericanas en torno a su emancipación.

*Para rescatar esto, es necesario repensar al reformismo y hacerlo trascender de las fronteras del delta de la “democratización interior” de las universidades. No es buen síntoma medir la politización de este movimiento haciendo hincapié en la lucha por su “autonomía”.

*Atender críticamente a la historia del movimiento estudiantil en relación con los bloques de poder en los que consolidó sus procesos políticos; ello implica también atender ala pluralidad del propio movimiento, sus diferencias, las corrientes mayoritarias, las minorías y sus planteos, etc.

*Es necesario volver a pensar la alianza que teje el movimiento estudiantil para sus objetivos con otros sectores sociales, no ya solamente con el movimiento obrero desvelo de Portantiero, que era la razón última de las transformaciones hace cuatro décadas, pero cuya centralidad fue dejando paso a una mayor heterogeneidad de sujetos sociales excluidos. Indigenismo, feminismo, ecologismo, antirracismo, son tan relevantes como el movimiento obrero organizado, que aunque su muerte se ha decretado muchas veces, sigue vigente y a la búsqueda de transformaciones.

*Es preciso para el movimiento estudiantil tejer alianzas con los procesos políticos continentales que ensayaron recientemente frentes populares que disputaron contra el

establishment económico, cultural y político, por reformas progresistas que incluían 73 presupuestos básicos del antiimperialismo y el latinoamericanismo, originarios del movimiento del ‟18.

Leer un libro es también leer entre líneas implícita o explícitamentela historia que hay detrás de él: de ella dependen tantas veces sus tesis, sus posibles falencias, sus claroscuros. Portantiero piensa el vínculo estudiantes/política con las herramientas teóricas que le va dictando su opción política en los años diversos en los que escribe. El de Portantiero es quizás el clásico más relevante sobre la bibliografía de la Reforma si tuviéramos en cuenta la politización de su escritura

acaso similar, con otra entonación aunque con objetivos parecidos, a la de Jorge Abelardo Ramos, por dar un ejemplo– en relación a un planteo no de “historia intelectual”, sino más bien desde el surgimiento de un sujeto social que adquirió gran nivel de relevancia en buena parte de las insurrecciones políticas del siglo XX: el movimiento estudiantil. La Reforma es algo así como la Revolución Francesa –los mismos estudiantes del ‟18 toman de referencia la idea de la Bastilla en relación a Córdobade todas las otras: no es que no haya habido otras antes, ni que todas sean idénticas, pero sí constituye un eje interpretativo fundamental si lo que se quiere es ver continuidades y rupturas a lo largo de la historia política latinoamericana. Cuando Marx pensó en los franceses, no lo hacía con la curiosidad arqueológica, sino que pensaba en el “cielo despejado de la revolución”. Lo hacía para advertir el trabajo de la historia en los sujetos y en los procesos. Para el marxismo, incluso el gramsciano de Portantiero, toda escritura es política. Es lo que se desprendía también, aunque con gran eclecticismo, de la escritura del primer reformismo.

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