N° 3

INTEGRACIÓN Y CONOCIMIENTO

Año 2015

ISSN 2347-2658

 

 

 

CRÓNICAS MERCOSURIANAS

Relatos de experiencias

MARTÍN BERTONE1

GUILLERMO TANGELSON2

No es ciencia ficción

GT: Antes que nada, quisiéramos aclarar que cualquier semejanza entre este título y la ciencia ficción no es coincidencia. Hasta hace apenas cinco años, la idea de un sistema de movilidad estudiantil a nivel Mercosur, equiparable en impacto regional con el proyecto Erasmus, era tan inconcebible como viajar a Marte.

Pertenecemos a una Universidad del conurbano de Buenos Aires cuya población estudiantil se compone casi en un 80% por una primera generación de universitarios. La internacionalización, en universidades como la UNLa, es un horizonte inalcanzable para la mayoría de sus estudiantes.

Eso fue cierto hasta que se generó el programa PMM (Programa de Movilidad Mercosur), que no solo nos empezó a hacer creer que aquel horizonte era alcanzable, sino que además seríamos nosotros, desde nuestras oficinas de relaciones internacionales, los primeros exploradores de esta aventura.

Esperamos que esta crónica sirva como el humilde testimonio de dos de los muchos argentinos, paraguayos, brasileños y uruguayos que un día empezaron a pensarse a sí mismos como hermanos mercosurianos.

Génesis

Para entender por qué fue tan importante este programa para muchas de nuestras universidades, es preciso ponerlo en su contexto institucional. En el momento en que se puso en marcha la fase piloto del Programa de Movilidad Mercosur, el proceso de internacionalización era incipiente en la mayoría de las universidades públicas argentinas. A excepción de algunas oficinas con más experiencia, unas pocas de las nuestras habían tenido participación en programas internacionales, y menos aún desde la confección y diseño de un programa desde su origen.

Debatimos con nuestros pares de Uruguay, Brasil y Paraguay sobre flujos de movilidad e instrumentos para el reconocimiento académico, elaboramos reglamentos disciplinarios, discutimos sobre formas de financiamiento y tantos otros aspectos de los que todos fuimos artífices, de manera asociativa, plural e integrada.

1Universidad Nacional de Lanús.

22Universidad Nacional de Lanús.

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El esfuerzo logístico de movilizar a más de ochenta universidades del Mercosur fue grande, pero sin duda valió la pena. En los encuentros realizados en Montevideo, Curitiba, Asunción y Buenos Aires, logramos algo que nos hubiera costado años conseguir. La empatía, la hermandad y la confianza que tenemos con los colegas de las universidades que nos acompañaron en este programa no hubiesen sido posibles de otra forma. Desde entonces, muchos de nosotros tendríamos nuevas experiencias, participaríamos de consorcios Erasmus, interactuaríamos con agencias internacionales de cooperación, iríamos a Ferias y a Congresos en otros países.

No hay casualidades

MB: No creo en las casualidades. Cuando Clara Martínez Lucca, del Ministerio de Educación argentino, llamó a nuestra oficina y nos pidió que escribiésemos un balance sobre el Programa de Movilidad Mercosur le respondí que iba a ser un gusto y le adelanté mi opinión: se había avanzado en la integración regional. No éramos los mismos después de la capacitación que comenzó en Montevideo, siguió en Curitiba, nos llevó a Asunción y concluyó en Buenos Aires. Le dije que, gracias a la experiencia del PMM, uno podía llamar por teléfono a uno de sus pares en cualquiera de los países que participaron y empezar a armar una red, celebrar un convenio de cooperación o concretar una visita académica. A los pocos días, recibí un llamado de Mario Portillo Vega, de la Universidad Católica de Asunción, para organizar una visita de autoridades a la Universidad Nacional de Lanús. Hacía meses que no hablaba con Mario, pero bastó un breve contacto vía Facebook y una llamada telefónica para restablecer la cercanía latente. Su pedido, que con otro interlocutor hubiera sido formal, se convirtió en un sencillo favor, acompañado por bromas e imitaciones de acentos de ambos lados de la línea.

Aguafuertes mercosurianas

Mi afinidad con los hermanos paraguayos se remonta al primer día de la capacitación, que se llevó a cabo en diciembre de 2010 en Montevideo. Éramos decenas de gestores de relaciones internacionales, y todavía faltaba conocerse, aunque era fácil distinguir a los compatriotas de los colegas de otros países: no sólo por los respectivos acentos, sino porque inevitablemente tendían a agruparse por nacionalidades. Nunca me gustaron los grupos herméticos, así que me acerqué a los representantes de Paraguay, que estaban sentados en el fondo de la sala con expresión de leve tristeza o aburrimiento. Me presenté y le pregunté a una colega paraguaya —Nelly, de la Universidad Nacional de Itapúa— qué les pasaba y me respondió en voz baja, casi con pudor:

—Tenemos ganas de tomar tereré.

¿Y por qué no toman?

—No tenemos agua fresca. Además, no sé si quedará bien tomar acá.

—Ahora vengo —le dije en un impulso.

Salí al pasillo en busca de agua y hielo, pero solo conseguí agua fría.

—Nelly, te debo el hielo —me disculpé.

—No importa —me dijo sonriendo —con esto nos vamos a arreglar.

Ante la perspectiva de poder tomar pseudo-tereré, a los colegas paraguayos les cambió la cara. Cuando me convidaron uno sentí que, aunque no había vuelto con hielo, había logrado romperlo. Desde ese momento, paraguayos y argentinos empezamos a interactuar.

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Por suerte, ese no fue el único vaso comunicante. Me crucé, poco después, con un colega muy simpático.

¿Uruguayo? —arriesgué.

—No, brasileño.

—Hablás sin acento.

—Viví un tiempo en Uruguay.

Después sabría que el nombre completo de ese mercosuriano en ejercicio, que representaba a la Universidad Federal de Rio Grande do Sul: José Fabiano Gregory Cardozo de Aguiar. En ese momento, se presentó como Fabiano, y así comenzamos a llamamos todos. La cercanía estaba en marcha.

Le comenté que me gustaría aprender portugués, ya que lo consideraba un elemento importante para profundizar la integración que nos alejara del portuñol veraniego, y le pareció una muy buena idea. Por respeto al idioma de los brasileños, hasta ese momento había elegido hablarles en un castellano lento, y pedía a cambio un portugués bien articulado. La comunicación en dos idiomas era fluida, sobre todo con Wilson de Almeida, profesor de la Universidad Católica de Brasilia y Guido Corrêa de Araújo, de la Universidad Federal de Permambuco, pero sentí que el aprendizaje de su idioma nos permitiría avanzar en la integración desde otro lugar.

—Hay que ponerse a estudiar portugués —le dije a Guillermo —para empezar a chapucear en Curitiba.

Guillermo estuvo de acuerdo.

Por alguna extraña razón, la organización del evento decidió extender las fronteras entre los países a las delegaciones: como si fueran compartimientos estancos, cada una se desplazaba en un colectivo diferente, y estaba alojada en un hotel distinto. Me pareció que otra forma de fomentar el compañerismo era cambiarnos de colectivo, así que me invité al de los paraguayos. Por suerte, mi iniciativa fue bien recibida e hizo que otros argentinos me siguieran, como Mariano Pérez, de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Para la cena de cierre, Andrés Villalba Colmán, de la Universidad del Cono Sur de las Américas, ya hablaba de argenguayos. Quizás como premio por haber acercado a dos delegaciones, los colegas paraguayos me pidieron que dijera unas palabras. Levanté mi copa y, listo para brindar por el Mercosur, le pedí a alguno de ellos que me soplara qué se decía en esos casos en guaraní.

Jaha ñamoko—me respondió Edgar Sánchez, de la Universidad Nacional de Asunción.

—¿Y qué significa?

—Vamos a brindar. Dicho y hecho.

* * *

Al volver a Buenos Aires, nos encontramos con que Mónica González, de la Universidad Nacional de San Luis, había creado un grupo de Facebook llamado Merco Mercovideo, y que paralelamente alguien se había armado otro llamado simplemente Mercosur. Lejos de competir entre ellos, ambos se complementaban: comenzaron a multiplicarse las consultas, los saludos y las fotografías.

Empezamos a tomar clases de portugués en la oficina, una vez por semana, con la cabeza puesta en las siguientes etapas de la capacitación. Tres meses más tarde, en marzo de 2011, la cita

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fue en Curitiba. El Profesor Guido de Araújo y Wilson de Almeida manifestaron su interés en firmar convenios de cooperación con la UNLa. También tuvimos un primer acercamiento con la Universidad Federal de Alagoas, con quienes firmaríamos un convenio un año más tarde, y avanzamos con la gestión de la firma de un acuerdo con la Universidad gaucha que representaba Fabiano. Aprovechamos con Guillermo para entablar nuestros primeros diálogos en portugués, que daban cuenta de nuestro compromiso con las relaciones bilaterales. Guido y Wilson —a esta altura ya los llamábamos por sus nombres de pila— nos felicitaron por haber empezado a tomar clases.

* * *

En una pausa para el café en la Universidad Autónoma de Asunción, conversando con Tilda Gil, que entonces representaba al Ministerio de Educación de Paraguay, y con Mario Portillo Vega, me enteré de que los paraguayos nos llaman kurepi.

—¿Kurepi, como el Kurupi? —le pregunté, lleno de orgullo.

—Jajajaja, no. Kurepi o kurepa. No es despectivo, es amistoso —aclaró Tilda.

—¿Y de dónde viene?

—En la Guerra de la Triple Alianza, los soldados argentinos, la mayoría de origen gaucho, usaban botas de piel de chancho, que en guaraní se dice kure pire (piel de chancho) —ilustró con erudición Mario.

No fue la única revelación que me deparó ese viaje. También descubrí la belleza de las arpas paraguayas. Ever Villalba, de la Universidad Nacional del Pilar, percibió mi entusiasmo al escucharlas en la UAA y prometió regalarme un CD con un repertorio de clásicos, interpretado por un estudiante de su Universidad, antes de nuestro regreso. Al cumplir con su palabra, cosa que alegró, me llamó “Amigo Martín”, cosa que alegró aún más. En la oficina, en mi auto y en mi casa sonó Pájaro campana hasta el hartazgo (de los demás).

Cuando fuimos casa del Mercosur

GT: La segunda etapa del programa requería del trabajo articulado de los académicos. En esa ocasión, el encuentro se realizó en Buenos Aires. Fue para nosotros un verdadero orgullo haber puesto a disposición la Universidad Nacional de Lanús como sede cuando el Ministerio solicitó nuestra colaboración. Intentamos ser buenos anfitriones, como lo habían sido la Universidad de la República, en Uruguay, la Universidad de Curitiba, en Brasil y la Universidad Autónoma de Asunción, en Paraguay. Además de nuestro equipo e infraestructura, pusimos a disposición nuestro cuarteto de tango, oficiamos de nexo con el conjunto del sistema educativo Nacional, intentamos ser facilitadores en cuanto ámbito nos fue requerido. En suma, quisimos devolver algo de la amabilidad con las que habíamos sido recibidos por nuestros colegas y hermanos.

La palabra de los estudiantes

MB: Antes de que nos pidieran escribir esta crónica mercosuriana, le pedimos a los tres estudiantes de la UNLa que se movilizaron en el marco del PMM que nos contaran su experiencia. Dos de ellos, Luciano López Santesteban y Gabriela Portilla, realizaron su intercambio en el segundo cuatrimestre de 2012. Ulises Escribano, debido a una prolongada huelga de varias universidades brasileñas, se vio en la obligación de posponerla un cuatrimestre.

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Luciano, estudiante de Gestión Ambiental Urbana, cursó en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, en Brasil, y nos contó su experiencia: “Esta movilidad me ayudó a crecer tanto en lo profesional y académico como en lo personal. Sin duda, estoy muy contento de haber tenido esa oportunidad. El nivel académico de la carrera en la que cursé me pareció excelente. En lo personal, creo que la movilidad me ayudó a repensar distintos aspectos de la vida. Uno deja el contexto en el que creció y llega a un lugar donde no tiene relación con nada ni nadie. Eso da la oportunidad de construir las cosas desde un nuevo lugar, mucho más ajustado a los gustos y necesidades personales. En lo laboral y académico, crecí mucho. En cuanto a mi formación, tuve la oportunidad de aprender un nuevo idioma. Además, pude ver cómo se estudian las cuestiones ambientales en otro país, lo cual sirve muchísimo. Para realizar el intercambio tuve que dejar mi trabajo y a la vuelta, con una experiencia de estudios en el exterior, pude conseguir otro mejor, que me gusta más y está mejor remunerado. Personalmente, yo me metía en todos lados. Quería conocer y saber todo lo que pudiera. A los estudiantes que quieran realizar una movilidad internacional les recomiendo que salgan de su zona de confort y se abran a lo nuevo, que se animen a interactuar con personas que son distintas, a bailar ritmos que no conocen, a estudiar materias que no manejan y a hablar idiomas que les dan dificultad, que distingan las cosas importantes de las superfluas y que disfruten todo lo que puedan, porque es una experiencia única”.

GT: Todos los estudiantes que entrevistamos consideran que la experiencia fue valiosa y les permitió ampliar la perspectiva con la que entendían su carrera. Para muchos fue la oportunidad de viajar por primera vez fuera del país y, pese a ciertos temores iniciales, muchos se vieron transformados por esta experiencia. Desde la Universidad Nacional de Lanús solo tuvimos la ocasión de entrevistar a quienes formaban parte del consorcio del que nuestra Universidad formaba parte, como fue el caso de Gabriela, estudiante de Economía Empresarial que cursó un cuatrimestre en la Universidad Autónoma de Paraguay. Su vivencia fue enriquecedora no solo desde punto de vista académico, sino también desde lo cultural e incluso lo deportivo. Así nos lo contó: “Poder estar en otro país, vivir, estudiar y trabajar en una sociedad con culturas similares pero diferentes amplía el poder de comprensión de las cosas, abriendo la imaginación a regiones no exploradas. El nivel académico de la Universidad Autónoma de Asunción me pareció mucho más escolarizado que el de la Universidad Nacional de Lanús. Tuve que rendir dos materias en la UAA para dar por aprobada una de la UNLa. El impacto es total: hay un antes y un después de este tipo de experiencias, puesto que no se vuelve a mirar el mundo con los mismos ojos. Todo se vuelve más cercano y posible. Asimismo, y para futuros intercambios, habría que interiorizarse en las propuestas extracurriculares, como deportes que pueden desarrollar los alumnos como parte del intercambio, ya que en la UAA contaban con equipos deportivos importantes que participaban en torneos interuniversitarios, coros y otras actividades. Respecto al alojamiento, tuve muy buena suerte en encontrar una casa de familia que me albergara. Los otros chicos del Programa no tuvieron la misma suerte y quedaron librados a tarifas muy altas y servicios deficientes, hasta que solucionaron su estadía de manera personal. No es una obligación de la Universidad alojar a sus alumnos, pero es un buen punto de contención a la hora de hacer sentir bien a una persona que se encuentra en un país diferente y solo, a veces hasta hablando otro idioma. El apoyo en la dirección de relaciones internacionales respecto a cómo encarar sus materias o bien saber dirigirlos según sus expectativas también es importante. Ojo: insisto, son solo apreciaciones de lo que he visto en mi entorno, porque yo me desenvolví mejor por el solo hecho de ser una persona adulta. El promedio de los chicos que viajan es de entre 18 y 25 años.

Basada en su experiencia, Gabriela dio varios consejos a los estudiantes que quieran seguir sus pasos: “Primero y principal: no dar nada por sentado y averiguar todo con sus directores de

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carrera, ocuparse de cada detalle, de las inscripciones, preguntar y preguntar. Cuando llegan a la Universidad, si pueden llevarle un presente argentino a su coordinador, aunque sea modesto, es buen gesto que se valora mucho. Asimismo, cuando regresan a las autoridades que permitieron la adjudicación de beca como agradecimiento. La UNLa trabaja para nosotros y está bueno reconocerlo. Hay que verificar siempre el cambio con el costo de vida. Con respecto a este problema con los dólares, conseguir una tarjeta de crédito internacional puede ayudar cuando la beca no alcanza. Y lo esencial: viajar sin expectativas y dejarse llevar por la experiencia, es algo que siempre atesorarán”.

Desde nuestra Dirección de Cooperación Internacional, solemos impulsar a todos los estudiantes que realizan una movilidad internacional, a trascender lo estrictamente académico, a ir más allá de las aulas. Fue lo que hizo Gabriela: “El primer domingo en Asunción, ya instalada con mis compañeros de departamento, fuimos a llevar a pasear sus perros a la plaza y, con mucho asombro, encontré un grupo de personas reunidas en clase abierta de salsa (que bailo hace más de 14 años). Fue como encontrar un pedacito de mí en un sitio tan distante. Este encuentro generó que también asistiera a las clases que se daban en un salón y así pude socializar e integrarme pronto a los grupos de baile y hasta salir a los boliches de salsa en Paraguay. Incluso tuve la oportunidad de participar de clases a beneficio en un barrio muy carenciado, muy cerca de la Capital”.

MB: Pero su experiencia de integración recién comenzaba. Lo que cuenta a continuación sintetiza a la perfección el espíritu de integración regional: “Unos días después, comencé a entrenar con Francisco Lefevre, un campeón reconocido en Kick Boxing, disciplina que realizo desde hace 9 años, de la cual soy instructora, juez y fiscal internacional. Una semana después de entrenar con Francisco, le pregunté por la Federación Paraguaya de Kick Boxing y me generó el contacto con el Presidente de la Federación, el Maestro Hugo Lobo. Allá, me comunicaron que había un seminario de actualización de reglamento WAKO (Asociación Internacional de la que depende mi Federación y la de Paraguay). El seminario se realizó dos semanas después de haber llegado a Paraguay, asistí y enseguida comencé a relacionarme con los jueces y fiscales de Paraguay. Me invitaron a la semana siguiente a un evento al cual asistí y realice mi primera experiencia fiscalizando en Paraguay. Esta intervención en el evento hizo que prácticamente me convirtiera en parte del staff de fiscalización de la Federación Paraguaya de Kick Boxing y Muay Thai en Porto Alegre Brasil. Cabe aclarar que en esos 6 meses estuve practicando Muay Thai también con el Sr. Eduardo Lahaye, un excelente profesor y jefe del cuerpo de jueces y árbitro. Todas estas experiencias tuvieron su broche de oro cuando, en diciembre de 2012, me propusieron participar como juez internacional en el Panamericano WAKO que se realizó en Foz de Iguazú. Allí represente al Paraguay en mesa de fiscalización. La Federación Paraguaya me llevó al evento con todos los gastos pagos. Volvimos y en una semana también me invitaron a participar del evento Sudamericano de Muay Thai, donde también estuve fiscalizando por primera vez en esa disciplina. El reconocimiento y la integración en la Federación Paraguaya de Kick Boxing y Muay Thai fueron increíbles. Tanto es así que me abrió las puertas a la integración del plantel fijo de jueces y Árbitros de la Federación Argentina de Kick Boxing, donde me había costado llegar. No quiero olvidar mi participación como fiscal central en el Evento INFINITY de Paraguay, un evento que fue televisado por un canal de aire en el horario central durante dos viernes, conducido por Kike Casanova, reconocido locutor y conductor de la versión paraguaya de Bailando por un sueño”.

En las fotos que adjuntó a su encuesta de movilidad, se puede ver a Gabriela, feliz, vistiendo la camiseta de Paraguay.

GT: Para Ulises Escribano, estudiante de Trabajo Social, estudiar un cuatrimestre en la Universidad Federal de Tocantins “ha sido una experiencia muy positiva por diversos motivos. Brasil cuenta con una formación rigurosa en servicio social desde una perspectiva histórico-crítica. En este

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intercambio he reafirmado la vigencia e importancia teórica que tienen los aportes de trabajadores sociales brasileños como José Paulo Netto, Marilda Iamamotto, etc. Al mismo tiempo, fue enriquecedor conocer algunas de las conquistas que los trabajadores sociales brasileños alcanzaron a través de instancias organizativas, plasmadas por ejemplo en el Código de Ética Profesional del Servicio Social de dicho país. La Universidad Federal de Tocantins, en donde cursé, cuenta con un nivel académico similar al de la UNLa. Es una Universidad que solo tiene 8 años de existencia (el Estado solo tiene 20 años), y está ubicada en el interior de Brasil. La carrera es muy rica en términos bibliográficos, ya que tienen mucha lectura de los clásicos. En relación a la metodología, asistencias, exámenes, etc., la calidad era inferior, ya que por dificultades geográficas y/o climáticas algunas veces se dificultaba el funcionamiento normal de las clases. Institucionalmente, para la UFT la movilidad ha tenido un impacto muy grande, ya que fuimos los primeros estudiantes de intercambio internacional de toda la Universidad. Y además del intercambio académico, para ellos fue una experiencia cultural importante. Para la UNLa, creo que este primer intercambio con Brasil, particularmente de Trabajo Social, es algo que mucho estudiantes estábamos esperando, ya que también en la carrera impulsamos seminarios- talleres de portugués. Precisamos más intercambios con Brasil, Venezuela, y otros países de América Latina, para entender los nuevos desafíos del colectivo profesional de la región, así como también apropiarnos de las herramientas teóricas e intelectuales que se producen en nuestro continente”.

MB: El taller de evaluación del Programa, que se realizó en Florianópolis en de mayo de 2013, fue como un reencuentro de viejos amigos:

Oi, Guido, tudo bem?

Tudo.

En esa última reunión, coincidimos gestores de relaciones internacionales, docentes y estudiantes que habían sido movilizados. Se volvió a trabajar con la modalidad de taller que tan buenos resultados había dado en las etapas anteriores.

En mi grupo, Sergio Juniors Shwoihort, de la Universidad Nacional del Nordeste, habló en un portugués sin fisuras, lo que me dio ánimos de imitarlo, porque en ese momento yo contaba con dos años de estudio ininterrumpido de portugués. En un momento, una de las representantes brasileñas tomó la palabra e hizo un balance negativo de la movilidad Mercosur: según ella, en su Universidad habían recibido a los estudiantes argentinos de la mejor manera, y no había sido el caso con sus estudiantes en Argentina. Dolido, pedí permiso para tomar la palabra y me animé a responderle en su lengua:

—Disculpe, señora, pero lo que cuenta debe ser una excepción. Puede haber pasado con sus estudiantes, y lo lamento, pero en Argentina tratamos bien a los extranjeros. Los estudiantes que vinieron a la Universidad de Lanús, y a otras de mi país, se volvieron contentos. Tenemos las encuestas en nuestro sitio web. Las puertas de nuestras oficinas siempre están abiertas para ellos, y saben que si tienen un problema pueden venir a vernos.

No sé si la señora esperaba que un segundo argentino hablara en portugués de corrido, cuando ninguno de sus compatriotas intentó siquiera hablar en español, o si el tono de mi respuesta fue tan firme como su queja, pero la mujer no respondió nada. Poco después, en la pausa para el café, se me acercaron algunas colegas brasileñas de mi grupo para dejarme en claro que no estaban de acuerdo con lo que había dicho la señora, y que a sus respectivos estudiantes los habían recibido muy bien. Al volver a nuestros lugares, la dinámica de la reunión había cambiado para bien. Como dije: no existen las casualidades. Hay que estudiar portugués, para poder expresarse con soltura en ese idioma.

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GT: Se llevaron a cabo intensos debates para darle forma al programa. No era cuestión de implementar un programa predeterminado o un modelo dictado por otros, sino de reflexionar sobre cada uno de los elementos que componían el diseño de un programa con escala regional.

Las universidades con más experiencia recordaban modelos exitosos de movilidad y los ponían en la mesa de debate. De las muchas alternativas que se propusieron, optamos, finalmente, por un novedoso flujo que obligaba a las universidades a conformar consorcios por áreas disciplinares, con el evidente requisito de tener que componerlo con universidades de los cuatro países. Aquella dinámica nos obligaba a conocernos a fondo, a comparar nuestra oferta académica, a descubrir coincidencias y a aliarnos.

Todo el proceso fue sumamente enriquecedor, incluso en los momentos en los que surgían las diferencias. En particular recuerdo que en el último encuentro, que sirvió como evaluación del programa, estábamos debatiendo en uno de los grupos acerca del grado de dificultad que supuso la cuestión del idioma. Alguno de nosotros referimos los obstáculos que habíamos encontrado y las soluciones que habíamos implementado. Surgió como buena práctica la experiencia de algunas universidades que habían realizado una inmersión al idioma portugués para los estudiantes que iban a Brasil y el apoyo en idioma español que algunas universidades le brindamos a los estudiantes que venían de Brasil.

Como uno de los consorcios se relacionaba con Enfermería, se me ocurrió preguntar si no sería factible plantear una inmersión al guaraní para aquellos que viajaran a Paraguay. Para mi asombro, fue un colega de una universidad privada de Paraguay quien me lo objetó:

—Aprecio su intención —me dijo—, pero usted tiene que entender que el guaraní... El guaraní es para los «guarangos», como dicen.

—¿Me está hablando en serio? —respondí con vehemencia—. ¿Me está diciendo que usted, como paraguayo, desprecia su propio idioma?

—No me mal entienda —quiso explicar—, lo que ocurre es que el guaraní es para el pueblo, el guaraní no entra a la Universidad.

—Me ofende, como mercosuriano, que usted no apoye su propia lengua, su propia historia.

El hombre permaneció en silencio. Me sentí mal por la forma en la que le había respondido, pensé que tal vez me había excedido. Pero al final de la reunión, el hombre vino y me dijo — Discúlpeme, yo hablo guaraní y no tengo problema con promoverlo. Es que no estoy acostumbrado a que lo quieran proponer como parte de una política.

—¿Y no estaría bueno?

—La verdad es que sí —sonrió el colega.

MB: Al cerrar el taller de evaluación en Florianópolis, Cristina García Puster nos mostró nuestro obsequio de despedida: un kit para descorchar botellas, en una linda caja azul oscuro. Algunos lo interpretaron como una incitación al consumo de alcohol. Para mí, en cambio, simbolizó la idea del brindis, de la celebración de la amistad. Quizás por eso solté, desde el fondo de la sala, un último:

Jaha ñamoko.

GT: No se trata solamente de un gesto, un brindis, una palabra de apoyo o una amistad que haya trascendido instituciones o fronteras. Se trata de algo más grande que el idioma, algo que Gabriel Portilho Moreira, entonces representante del Ministerio de Educación de Brasil, sintetizó en sus palabras de cierre:

—En la primera reunión, en Montevideo, había cuatro banderas. Ahora, hay sólo una: la del Mercosur. MB: Concluido el PMM, consultamos a Pablo Beneitone, integrante de la comisión académica

del Programa, sobre su valoración:

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—¿Qué balance hacen del Programa desde el punto de vista académico?

PB: —Nuestro balance es positivo. Sin embargo, se plantearon algunas dificultades, sobre todo en la comunicación entre coordinadores y en la información recibida por los estudiantes. Los estudiantes no siempre pudieron contar con la información necesaria sobre las diferentes opciones de la Universidad de destino, o sobre aspectos específicos de los contenidos de los cursos, duración o su vinculación con la carrera en la Universidad de origen.

MB: —¿Qué soluciones proponen?

PB: —Creemos firmemente en la importancia de los coordinadores de carrera y el trabajo que deben realizar las universidades para presentarse en los portales e identificar claramente los coordinadores así como las carreras y opciones. También constatamos algunas deficiencias estructurales relacionadas con la falta de preparación en movilidad de estudiantes y, en general, en el ámbito de las relaciones internacionales de algunas universidades, así como la falta de una cultura de la movilidad, sobre todo en lo que concierne la movilidad Sur-Sur y regional.

MB: —¿Qué recomendación hizo el comité sobre este tema?

PB: Que los propios actores, comenzando por las universidades, asuman un mayor compromiso y enfaticen la importancia de la movilidad regional.

MB: Es importante capacitar al personal que interviene el proceso.

PB: Claro. La capacitación es una herramienta fundamental, sobre todo para algunas universidades con menor desarrollo internacional. La capacitación tiene que continuar, como una herramienta de apoyo para la implementación del PMM.

MB: —¿Qué opinión tienen de la modalidad de la movilidad?

PB: Las posibilidades que ofreció el Programa fueron buenas. Sin embargo, los estudiantes no siempre estuvieron enterados de todas ellas, sobre todo de las actividades de extensión e investigación. Los propios participantes consideraron importante incluir cursos de idiomas, en caso de que lo requirieran para continuar las actividades en la Universidad de destino. Nos parece que habría que incluir cursos y actividades culturales, para profundizar la integración del estudiante.

MB: —¿Cómo debería ser el contrato académico?

PB: Para alcanzar resultados positivos con las distintas modalidades de la movilidad, estimamos que es necesario enfatizar el principio de flexibilidad en las instituciones participantes. Además, es esencial la inclusión transversal de los objetivos generales del PMM referidos a la ciudadanía y pertenencia regional. El contrato académico debe ser flexible. Es importante que, a la llegada del estudiante, se pueda modificar y mejorar el contrato que fue acordado. La trayectoria del estudiante y su libertad para elegir las opciones de mayor interés en su recorrido son factores importantes. Estas opciones deberían vincularse con el reconocimiento académico, ya sea que el estudiante haya elegido una materia, una actividad de extensión o de investigación.

MB: —¿Los estudiantes tuvieron inconvenientes en los países de destino?

PB: Sí. Muchos nos plantearon que no siempre tuvieron la posibilidad de optar entre modalidades y eso acotó su experiencia. En algunos casos, otra limitación al desarrollo de la experiencia fue el tema de la lengua, ya sea para cursar las materias o al momento de ser evaluados por los docentes.

Un primer paso

GT: El Programa de Movilidad Mercosur fue una experiencia innovadora que dejó instalada en nuestra región una capacidad de gestión inédita hasta ese momento.

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Tenemos que volver a levantar una sola bandera, a seguir generando políticas regionales sólidas y articuladas, necesitamos y podemos volver a ser parte de la agenda internacional. Nuestra América Latina comparte raíces, desde lo más hondo de su historia y con todas sus particularidades, y tiene una voz que merece ser escuchada. En el marco del plenario de la Red CIUN en San Juan, Marina Larrea, del Ministerio de Educación argentino, se refirió al Sistema Integrado de Movilidad Mercosur, cuyo embrión fue el PMM, en este sentido: “Estamos avanzando a pasos lentos pero contundentes”. En perspectiva, este Programa significó el primer paso hacia algo mucho más grande, algo que nos ha integrado y hermanado: la construcción de una ciudadanía del Mercosur.

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