El Erizo: de encuentros y no-encuentros
DOI:
https://doi.org/10.31056/2250.5415.v4.n3.10073Palabras clave:
Suspicacias, Encuentros, No-encuentrosResumen
Si algo pasa en El erizo es que todo admite suspicacias. Las cosas no son como parecen. Y esa es la posición del lector: un lugar de extrañamiento.Si la propuesta del hilo conductor del Ciclo de Cine y Psicoanálisis de la Universidad Nacional de Córdoba, del cual se desprende este escrito, es“Encuentros”1, ¿qué hay en ellos de “no-encuentros”? Tanto en la película como en la novela hay dos personajes que llevan sobre sí la narración: Renée,la portera y Paloma, la niña de doce años. La portera se oculta bajo el disfraz de simplona pero no se lo cree. La niña busca una respuesta: por qué merecela pena vivir. Están por los mismos lugares pero no se encuentran hasta que aparece Ozu (Togo Igawa), que es un señor muy particular, con la sensibilidadde oriente. Ozu es “gesto” que deja el cuerpo: una sonrisa, por ejemplo.
Referencias
Barbery, M. (2006), La elegancia del erizo, Francia: Gallimard.
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