SECULARIZACIÓN: DOCTRINA, TEORÍA Y MITO. UN DEBATE DESDE LA HISTORIA SOBRE UN VIEJO TÓPICO DE LA SOCIOLOGÍA
Miranda Lida*
Resumen
El concepto de secularización, que halla su principal
fuente de inspiración en la sociología clásica, es clave para la
compresión de la historia del catolicismo de los siglos XIX y XX. Este
concepto permitiría iluminar las transformaciones que tuvieron lugar
en las relaciones entre la Iglesia Católica, la sociedad y el Estado
de los últimos dos siglos. Este concepto refiere al declinar de la
religión
Palabras clave: secularización- romanización- historiografía- historia del catoli- cismo argentino- siglos XIX y XX
Summary
The concept of secularization, that founds its most important origin in classic sociology, is a key to understand the history of catholicism on XIX and XX centuries. This concept allows to illuminate the transformations that took place in the relations between the Catholic Church, the society and the State during the last centuries. This concept refers to the presumed decline of religion during the development of the modern society. The purpose of this article is to discuss the significance of this concept for the study of the history of argentine catholi- cism, according to the most recent researches on this subject. The debate about this concept not only is related to a discusion about classic authors of sociolo- gical tradition, but also to other concepts that are frequent in the historiography of argentine catholicism. Specially, we will pay attention to relations between
*Universidad Torcuato Di Tella- Conicet. Una versión preliminar de este trabajo fue presentada al coloquio “Espacios y modos de la modernidad”, Universidad Nacional de Córdoba, 10 al 12 de agosto de 2006.
Cuadernos de Historia, Serie Ec. y Soc., N° 9,
[ 43 ] |
43 |
the concept of secularization and that of romanization.
Key words: secularization- romanization- historiography- history of argentine catholicism- XIX and XX centuries
Introducción
La reflexión en torno a la secularización ha
concitado creciente y renova- do interés en la sociología de las
últimas décadas. Su fruto fue el desarrollo de un fuerte debate acerca
de los límites y las potencialidades de un concepto que en la
sociología clásica se había aceptado tradicionalmente sin mayores
discusiones. Puede decirse que hasta la década de 1960, existía un
fuerte consenso heredado de los padres de la sociología acerca de que
las sociedades modernas conlleva- rían un inevitable proceso de
secularización. En este sentido, la secularización fue considerada
casi como una doctrina que se aceptaba sin
mayores discusiones, sin necesidad de ser sometida a la prueba
empírica1. No obstante la doctrina
comenzó a ser revisada y discutida, en especial a partir de
la década de 19602. A partir de esta
discusión se comenzó a transitar el camino en pos de una teoría
que procuraba alcanzar solidez y consistencia en sus
postulados, en relación con los nuevos avances y debates por los que
atravesaban, por entonces, las ciencias humanas. Si tradicionalmente
la secularización había sido pensada como un componente más de la
tesis de la modernización, tan en boga hasta la Segunda Guerra Mundial
en las ciencias sociales, los nuevos debates que sucedieron en las
últimas décadas en torno a la cuestión de la modernidad (y la
posmodernidad) no tardaron en llamar la atención sobre el problema de
la secularización3. Los nuevos frutos de
esta discusión están a la vista: hoy en día en la sociología ya no se
piensa el declinar de la religión como un destino ineluctable en el
marco de una teleología predefinida, sino como un proceso complejo que
en lugar de llevar a la muerte, como pregonaba la vieja doctrina,
habría
El objetivo de estas páginas es proponer una vuelta de tuerca más a la discusión sobre este tema, que desde la sociología tanto ha venido rediscutiéndo- se en las últimas décadas, poniendo de relieve sobre todo lo que la historia puede
1La
idea de doctrina la tomo de Jeffrey K. Hadden (1987:
2Para
una sistematización y revisión de los debates que se han
desarrollado en las últimas décadas, véase la minuciosa síntesis
proporcionada por Philip S. Gorski (2000:
3En este sentido, David Martin (1969); Phillip Hammond (1985).
4Una
discusión sobre este tema en Antonio Flavio Pierucci (1998:
44
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
aportar a este debate. Para el historiador, la tesis
de la secularización no es ni una doctrina
Doctrina
Repasaremos aquí los rasgos generales de la doctrina de la secularización, tal como ella fue elaborada en la tradición sociológica forjada en el siglo XIX a la luz del positivismo, el evolucionismo y el marxismo. En pocas palabras, es legíti- mo afirmar que en la sociología clásica ha existido un importante consenso acer- ca de que las sociedades modernas han experimentado un fuerte proceso de secularización, proceso que se habría iniciado a partir de una serie de factores: la reforma protestante, el desarrollo de los estados modernos, el capitalismo indus- trial y la revolución científica. Y dado que era tan fuerte el consenso al respecto, que fue posible prescindir de la investigación empírica. Ello fue lo que terminó convirtiendo a la secularización en una doctrina sobre la que no había necesidad de discutir. Simplemente se la aceptaba como verdadera.
Algunos jalones en la construcción de este consenso pueden hallarse en las obras fundadoras de la disciplina sociológica. Ferdinand Tönnies (1979) ad- virtió que con el desarrollo la Gesselschaft (sociedad) moderna, el lazo social forjado a la luz del mercado tornaba innecesaria la comunidad de creencias que estaba por el contrario en la base de la Gemeinschaft. O bien, como decía Durkheim (1993), era razonable afirmar que en la sociedad moderna “los anti- guos dioses envejecen o mueren, y aún no han nacido otros nuevos”. Weber (1984), por su parte, ha señalado que, una vez que la modernidad consumara el proceso de desencantamiento del mundo, las “antiguas iglesias” sólo servirían de refugio para aquellos que inútilmente pretendieran resistirse al proceso de racio-
45
nalización. Fustel de Coulanges (1978) advirtió, a su vez, cómo el desarrollo del racionalismo en el mundo antiguo había dado origen a una sociedad que ya no necesitaba fundarse en la religión. Podríamos seguir acumulando referencias to- madas de la sociología clásica que dan cuenta de este consenso5.
Distintos aspectos de esta interpretación fueron
sometidos a discusión re- cientemente, cuando los sociólogos
contemporáneos se volcaron a revisar la doc- trina heredada. La
primera reacción, cabe destacar, fue de rechazo liso y llano: un
sociólogo de la talla de David Martin, que ha hecho tantas
contribuciones importantes a la discusión de esta cuestión no vaciló,
en uno de sus primeros ensayos sobre este tema, en proponer la idea de
que el concepto de seculariza- ción debía ser eliminado sin más del
repertorio sociológico, debido a lo inasible que le resultaba6.
Consideraba que el concepto era poco claro, que ocultaba más de lo que
explicaba y que no aportaba nada nuevo a la reflexión sobre el fenóme-
no religioso en la modernidad. La idea de la secularización entendida
como el declinar de la religión, tal como se la solía entender
tradicionalmente, carecía de sólido asidero empírico en el cual
sustentarse. Por entonces, el reclamo por una más sólida investigación
empírica se hacía sentir hacia la Segunda Guerra Mun- dial en la
sociología norteamericana bajo el influjo de Paul Lazarsfeld y Robert
K. Merton. A partir de allí el concepto fue rediscutido. Pero no fue
desechado, como había propuesto Martin en su momento, sino más bien
revisado por un amplio abanico de autores. Y el resultado fue el
nacimiento de una reflexión sobre la secularización que ahora sí podía
pretender alcanzar un estatuto epistemológico más firme, al punto tal
de convertirse en una teoría que
Teoría
La teoría de la secularización se descompone en diferentes dimensiones de análisis que surgen a la luz tras una minuciosa discusión acerca de la doctrina esbozada más arriba7. Una primera, la más clásica, es la que se refiere al declinar de la religión, que habría de suceder a la par del desarrollo de la sociedad moder- na. Claro que este aspecto de la teoría tiene sus raíces en la Ilustración. La crítica iluminista de la religión contemplaba a la vez distintos aspectos: desde el reclamo por regenerar las instituciones religiosas que se deja, por ejemplo, leer en La
5Para un análisis general de la sociología clásica véase Raymond Aron (1992) y Robert Nisbet (1996).
6David Martin (1965), claro que el mismo autor revisó ulteriormente sus propias ideas (1991:465- 474).
7Para un análisis pormenorizado de cada uno de estos aspectos, véase José Casanova (2000).
46
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
religiosa de Denis Diderot, hasta la crítica epistemológica a la superstición que prefería aferrarse a explicaciones sobrenaturales para los fenómenos naturales8. Este pasaje de la superstición a la razón se basa en el mito de que el mundo moderno, desencantado, habría de proscribir a la religión y es éste precisamente el aspecto que hoy en día resulta a los ojos de los estudiosos el más discutible de aquella tesis. Fue intensamente rediscutido para poner en duda la rapidez y la efectividad de ese declinar. Hay autores que hablan de una mitigación antes que de una declinación absoluta; otros en cambio ponen de relieve las dificultades para medir de manera cierta ese proceso9. Hay también quien prefiere hablar no tanto de un declinar de la religión (la fe, las prácticas y todo lo que ello implica), sino de la autoridad religiosa simplemente10. En este aspecto ha sido difícil arri- bar a un consenso.
En segundo lugar, otra serie de discusiones plantea
el problema de la privatización de la religión. En las sociedades
modernas se suponía
Por último, podemos señalar una nueva dimensión: la secularización en- tendida como un proceso de diferenciación funcional de esferas que, según We- ber nuevamente, constituye la clave para entender el proceso de racionalización propio del Occidente moderno. El proceso de diferenciación al que hacemos
8Para una caracterización general de la Ilustración, véase S. Testoni (1997).
9Remito
al trabajo ya citado de Philip Gorski (2000:
10Mark
Chaves (1994:
11Max Weber (1991).
12En este sentido, José Casanova (1994).
47
referencia se define por la creciente autonomía de la política, la ciencia y la economía con respecto de la religión: en la modernidad occidental, cada una de estas esferas se mueve según su propia lógica autónoma, por completo indepen- diente de la matriz religiosa tradicional. Con ello, la propia esfera religiosa tam- bién se especializa y se repliega de alguna manera sobre sí misma. Ya en el siglo XVI el propio Concilio de Trento se había propuesto, aunque no necesariamente lo haya logrado, hacer del sacerdote un ministro sumamente especializado que debía hacerse cargo de la administración de lo sagrado y de los bienes de salva- ción, pero no más que ello; de este modo, quedaría despojado de cualquier otra función social, económica o política que el clero hubiera podido tener en otras épocas. Este es el aspecto de la teoría sobre el cual suele haber más consenso, en general, una vez que la investigación empírica comenzó a desarrollarse sobre esta área de estudios13.
En fin, el concepto de secularización puede
descomponerse en diferentes dimensiones de análisis que a su vez
pueden ser discutidas separadamente. Las interpretaciones varían en
función de, al menos, dos cuestiones fundamentales. Por un lado, el
modo en que se piense la religión, ya sea como un sistema de creencias
acerca de lo sobrenatural o bien
Pero la secularización no fue simplemente una tesis de un siempre discuti- ble valor sociológico, sino que constituía al mismo tiempo un diagnóstico de la modernidad que serviría de asidero para la acción de aquellos que se hallaban fuertemente preocupados por el declinar de los valores religiosos tradicionales. Fue así que la secularización devino mito.
13En
este sentido, Steve Bruce (1997,
14La bibliografía sobre este tema es muy abundante. Entre otros trabajos, destacaremos: Zyg- mut Bauman (2005); Gianni Vattimo (2007); Marshall Berman (1999) y Jürgen Habermas (1989).
15En este sentido, Agnes Heller (1995: 13) dice que “la secularización completa de la sociedad fue más fácil de proclamar que de conseguir”.
48
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
Mito
Hablar de la secularización como mito implica prestar atención no sólo al discurso que esta idea movilizaba sino también a las prácticas a las que ella dio lugar. En este plano, ingresamos al terreno de la historia, para llamar la atención sobre cómo la idea de la secularización fue usada, en algunos casos de manera bastante efectiva, a los fines de la movilización social y política en el seno del catolicismo. En los últimos años se ha hablado y discutido mucho en torno al así llamado “mito de la nación católica”, a raíz del trabajo de Loris Zanatta. Este mito, fruto de la confluencia entre la Iglesia Católica revanchista de la década de 1930 y el Ejército, habría tenido connotaciones políticas capaces de explicar no sólo la crisis del liberalismo en la década de 1930, sino además el advenimiento del peronismo16.
En estas páginas queremos llamar la atención sobre otro mito que acom- paña al de la “nación católica”, construido por la Iglesia: es el mito del pasado liberal y laico de la Argentina, sustentado en la secularización que la generación del 80 le habría sabido infligir a la sociedad y a la política argentinas de fines del siglo XIX y tempranas décadas del XX. Para la Iglesia revanchista que sostenía el mito de la nación católica, la secularización precedente era un hecho indiscuti- ble. El mito de la secularización es su complemento necesario. Ninguno de los dos era verdadero, pero ello de hecho no importaba. Lo que interesaba, por cierto, era la eficacia con la que contaban estos mitos al construir imágenes del pasado, presente y futuro de la Argentina, al mismo tiempo que también eran capaces de construir imágenes poderosas de la Iglesia, ya sea asediada bajo el influjo del liberalismo o revanchista y victoriosa, una vez que hubiera logrado recuperar su centralidad en la vida nacional. Es que la eficacia del “mito de la nación católica” dependía a su vez de la eficacia del “mito de la secularización”.
Dicho en otras palabras, fueron los más fervientes detractores de la secu- larización y de la sociedad moderna quienes más se esforzaron por insistir en que tal secularización constituía un hecho innegable. Y lo hicieron sin molestarse en verificar si efectivamente ese proceso se hallaba del todo consumado (o no). En especial, fue el catolicismo integrista del siglo XX, que halla su fuente de inspira- ción en las más célebres encíclicas antiliberales del siglo XIX (desde el Syllabus hasta la Rerum Novarum) y en la vasta difusión del tomismo impulsada por León XIII, quien más se esforzó por sostener una mirada como ésta acerca de la secularización. Si la sociedad moderna se ha secularizado irremediablemente, de allí se deducía que la religión católica, por completo desplazada del centro de la escena, debía hacer esfuerzos sobrehumanos para volver a reconquistar lo perdi- do. De esta manera, la tesis de la secularización resultará altamente funcional
16Loris Zanatta (1996).
49
para el desarrollo de un catolicismo intransigente que se jactará de su carácter fervientemente antimoderno (recordemos aquí el trabajo homónimo de Jacques Maritain17), y que no vacilará en añorar un paraíso perdido que habrá de identi- ficar en los tiempos medievales. La tesis de la secularización en este contexto será empuñada como un arma, sin importar si los hechos concuerdan o no con la teoría. Al igual que el marxismo que proclamó que la sociedad capitalista estaba destinada a fenecer, el catolicismo intransigente, que se gestó a la luz del Concilio Vaticano I, proclamó por su parte que la religión estaba destinada a perecer y comenzó a hacer el identikit de sus enemigos, que la atacaban desde todas partes: liberales, masones, socialistas, anarquistas, judíos, comunistas, etc. La religión se convirtió en un parteaguas, separando a aquellos que estaban a favor de los que estaban en contra. De allí resultó una historiografía ferviente- mente militante, sea confesional, sea anticonfesional: la primera consideró a la secularización como el enemigo a combatir; la segunda, como si se tratara de un baluarte a defender. Pero, en ambos casos, se daba por descontado que la secu- larización era un dato indiscutible de la realidad, un hecho consumado que no merecía mayor discusión.
¿Debemos concluir pues que el historiador debe descartar sin más la idea de la secularización?. No necesariamente. Ella expresa con todo algo muy cierto: que la religión ocupa en la modernidad un lugar distinto al que tuvo en otros tiempos. Que la religión haya dejado de desempeñar el mismo papel que tuvo antaño no significa que no haya encontrado, pese a todo, su propio lugar. Se trata de un lugar que debe ser definido sin hacer de la secularización un problema que sólo admite una respuesta que supone una toma de partido, a favor o en contra; pero para ello es necesario no dar por descontado el proceso de seculari- zación.
Creemos que una manera útil de poner a prueba la utilidad del concepto de secularización es cotejándolo con los diferentes tipos de estudios a los que fue abriéndole el paso, tanto en la más reciente sociología de la religión como en la historia religiosa. La idea de la secularización ocupó un lugar central en cada una de estas áreas de estudio. Desde la sociología, se ha puesto énfasis en el relativo declinar de la religión católica en la sociedad moderna, declinar que no es de carácter absoluto, sino que se halla por momentos amortiguado por un movi- miento ofensivo de la Iglesia en pos de la recuperación de sus antiguos fieles. Las transformaciones en la religiosidad popular, las modificaciones que tuvieron lu- gar en las estructuras eclesiásticas a fin de adaptarse a las sociedades modernas e industriales, el papel que desempeña el clero en la sociedad, la relación del catolicismo con otros cultos (incluso los no cristianos), por ejemplo, han sido áreas que han despertado enorme interés entre los sociólogos contemporáneos
17Jacques Maritain (1922).
50
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
de la religión. En este punto, la influencia de la obra de Pierre Bourdieu ha sido muy significativa18. El sociólogo francés señaló que en la modernidad la religión quedaba relegada a un simple campo de la vida social, comparable a otros, con una lógica intrínseca que el investigador podía desmenuzar detenidamente en su análisis; no ocupaba el centro de la escena ni era capaz de atravesar todas las esferas de la vida social como pudo haber ocurrido en épocas premodernas; pero ello no quiere decir que hubiera perdido definitivamente su sentido, como habían augurado los padres de la sociología. Simplemente se encontraba descentrada y el campo específico que en la modernidad pasó a ocupar la religión no era muy diferente a otros: eran espacios para el ejercicio del poder, así como lo son tam- bién las universidades o los sindicatos, por ejemplo.
La historia religiosa, por su parte, se inspiró en un grado superlativo en el concepto de secularización. Desde la Revolución Francesa hasta la Revolución Rusa podían ser pensadas y explicadas a la luz de los avances de la seculariza- ción en el mundo moderno. El fenómeno religioso cobró tal relevancia que hubo autores que se aventuraron incluso a encontrar en él las causas de 178919. Desde la perspectiva de los historiadores, se priorizó el estudio de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, tema clásico de la historiografía religiosa tanto en Europa como en Hispanoamérica20. Desde esta perspectiva el Estado suele presentarse como el sempiterno enemigo de la Iglesia, que avasalla las tradicionales prerro- gativas eclesiásticas a través de decretos que establecen limitaciones sobre las propiedades del clero, la disciplina eclesiástica, las rentas y la administración eclesiástica, las designaciones de obispos, las relaciones con la Santa Sede, etc. Todos ellos son ítems sobre los cuales la Revolución Francesa no se privó de tomar decisiones: así el caso de la Constitución Civil del Clero de 1791, que fue en este sentido su manifestación más evidente. Este tipo de perspectiva, que tiene a la experiencia francesa como un referente central, ha inspirado infinidad de ensayos y análisis sobre el tema en distintos escenarios tanto europeos como hispanoamericanos. De esta perspectiva resulta, en general, una imagen de la Iglesia asediada por los embates del mundo moderno, el Estado y el laicismo, imagen sumamente persistente en la historiografía. Una concepción de la secula- rización sin mayores discusiones ha sido la fuente de inspiración de este tipo de imágenes. Si partimos de la base de que el concepto de secularización merece ser problematizado (en lugar de ser aceptado sin mayores discusiones), entonces lo mismo cabe decir con respecto a la imagen de la Iglesia asediada que se deduce
18Pierre
Bourdieu (1971:
19Un ejemplo de ello en la obra de Dale K. Van Kley (1996).
20En este sentido, por ejemplo, Michel Vovelle (1988). Para el caso mexicano, puede verse por ejemplo Roberto Blancarte (1992). Para el caso uruguayo, Gerardo Caetano y Roger Geymo- nat (1997).
51
de aquel concepto. Esta imagen merece, según creemos, una discusión pormeno- rizada.
Un repaso en pocas líneas de la historia de la
Iglesia argentina nos permi- tirá discutir más detenidamente las
consecuencias que se desprenden de una interpretación de este estilo.
La historia de la Iglesia en el Río de la Plata colonial se halló
condicionada por el carácter marginal que la región ocupaba hasta
fines del siglo XVIII en el conjunto de las vastas posesiones
españolas en América. Una vez constituido el virreinato del Río de la
Plata en 1776, la región comenzó a experimentar un proceso lento de
crecimiento socioeconómico y, junto con él, se produjo una
significativa consolidación de las estructuras eclesiásticas y dioce-
sanas. En Buenos Aires
21Acerca
de las transformaciones que tuvieron lugar en la diócesis de Buenos
Aires desde fines del siglo XVIII, véase Roberto Di Stefano (2004);
María Elena Barral (2004:
52
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
cional, a partir de 1853, cuando el país inicia exitosamente el camino de la consolidación de sus instituciones políticas, para que comenzara a advertirse la necesidad de atender también la situación de la Iglesia. En efecto, fue a partir de esta última fecha que las bases institucionales de la Iglesia argentina empezaron a consolidarse: en 1865 se constituyó la primera sede arquidiocesana argentina, establecida en Buenos Aires, se normalizó el nombramiento de los obispos y la formación del clero, a la par que se intentó una aproximación a la Santa Sede con el propósito de regularizar las relaciones con el papado22. Y ello tenía lugar, paradójicamente, en el momento de mayor auge del liberalismo.
La paradoja señalada nos conduce a poner de relieve
un problema que es clave para la historia de la Iglesia argentina
desde mediados del siglo XIX en adelante: a pesar del impulso
secularizador que se desarrolló a lo largo del siglo XIX y que
encontrará su principal exponente en las leyes laicas dictadas en la
Argentina en la década de 1880, el liberalismo no desembocó nunca en
un anticlericalismo militante ni agresivo. Aún en los momentos de
mayor auge del liberalismo, el Estado participó del proceso de
conformación y consolidación de la Iglesia nacional; no fue en
absoluto su enemigo23. No olvidemos que las
dióce- sis y las arquidiócesis se creaban gracias a la iniciativa del
Estado. Es por ello que importantes figuras del liberalismo argentino
se mostraron atentas a las dificulta- des por las que atravesaba la
Iglesia que emergía de la crisis de la independencia; así el caso de
Bartolomé Mitre, que se encargó de presidir las gestiones necesarias
ante la Santa Sede a fin de lograr que la ciudad de Buenos Aires fuera
erigida en sede arzobispal. El anticlericalismo no revistió en la
Argentina un tono agresivo contra la
Iglesia; de hecho, los católicos solían compartir con los liberales
los mismos círculos de sociabilidad, y ello incluso en el momento más
álgido de los debates que se desarrollaron durante el gobierno de
Julio A. Roca
El saldo de estos debates no fue una Iglesia perseguida y vilipendiada, sino más bien el inicio de un proceso de consolidación del catolicismo argentino. Brindaron la ocasión para el desarrollo de un catolicismo militante que encontró en las leyes laicas la excusa para argüir una retórica cada vez más virulenta, que apuntaba sus dardos contra el liberalismo, inspirada en el Syllabus de Pío IX y otros documentos pontificios. Sin embargo, el catolicismo militante, en clave intransigente y antiliberal, careció a fines de siglo XIX de suficiente consistencia:
22Al respecto puede verse Roberto Di Stefano y Loris Zanatta (2000); Miranda Lida (2006).
23En
este sentido, Miranda Lida (2004:
24Acerca de estos debates, puede verse Ezequiel Gallo y Natalio Botana (1997); Néstor Tomás Auza (1981).
53
su única manifestación activa se encuentra en el
periódico La Unión que José Manuel Estrada
fundara en 1881, un periódico católico que no llegó a tener en
realidad larga vida
El aletargamiento que se habría producido hacia 1890
en el seno del catolicismo argentino habría redundado en una muy lenta
serie de progresos para el avance de la Iglesia sobre la sociedad
argentina: las asociaciones parro- quiales y las instituciones
eclesiásticas crecían a un ritmo muy espaciado, los diversos ensayos
para la organización de las fuerzas católicas no parecían dar
resultados de provecho, mientras las publicaciones católicas se
mantenían a un nivel de subsistencia y no había ninguna que se
destacara por sobre las demás. Este letargo, sin embargo, logró ser
superado hacia la década de 1930 y se inició entonces un proceso de
“renacimiento católico” de vastas consecuencias. Por un lado, la
Iglesia católica vio consolidar sus estructuras institucionales a
través de un proceso de multiplicación de diócesis y parroquias; por
otra parte, se vinculó con los intereses políticos de los que obtuvo
privilegios tales como el estableci- miento de la enseñanza religiosa
obligatoria en las escuelas
25En este sentido, véase Roberto Di Stefano y Loris Zanatta (2000: 355). Hemos discutido la idea del “letargo” en Miranda Lida (2005).
26Existen algunos estudios pioneros que constituyen una buena base para seguir adelante en la indagación en este tema: Fernando Devoto (1991); Néstor Tomás Auza (1991).
27Acerca de estas transformaciones del catolicismo argentino, véase Loris Zanatta (1996); Lila Caimari (1994); Susana Bianchi (2001).
28Pueden
encontrarse antecedentes decimonónicos de esta retórica. Véase al
respecto Loris Zanatta, (2000:
54
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
omnia in Christo del papa Pío X. La Iglesia procuraba renacer de las cenizas de un pasado en el que, solía afirmarse, el catolicismo había quedado desplazado a un segundo plano del cual debía aspirar a recuperarse, luego de la derrota sufrida en las manos del liberalismo decimonónico.
Ésta es en rasgos generales la imagen que se obtiene de la Iglesia en la historiografía que aborda el período que va desde fines del siglo XIX hasta los orígenes del peronismo. Se trata pues de una historiografía rupturista que pone énfasis en el contraste absoluto entre el pasado secularizador y liberal del siglo XIX con el “renacimiento cristiano” que habría vivido la Argentina en las décadas centrales del siglo XX. De este modo, en la historiografía argentina se nos presen- ta la imagen de una Iglesia Católica que, aún con sus diversos matices, atravesó un completo ciclo de derrota, deseo de revancha y de victoria, pasando de la retaguardia a una posición abiertamente ofensiva. Y una vez alcanzada esta posición, estuvo dispuesta a luchar por llevar adelante el proyecto de lograr la recristianización absoluta de una sociedad ya secularizada y moderna. El fervor por llevar adelante un profundo proceso de recristianización se esperaba que funcionara como un freno capaz de detener los avances de la secularización.
La virulencia con la cual se manifestó el afán
recristianizador propio de la Iglesia Católica argentina hacia la
década de 1930 dio origen a una fuerte pre- ocupación entre los
historiadores acerca de si existía un límite en el proceso de
secularización. El así llamado “renacimiento católico” ponía en
entredicho la idea de que la sociedad, por más moderna que fuera, se
hallaba por completo secularizada. A medida que la sociedad se
modernizaba, el catolicismo parecía más fuerte que nunca. Esta
situación, si se quiere anómala, requería de una explicación; la tesis
de la secularización se mostró por completo insuficiente para ello. Si
el proceso de formación y consolidación del Estado liberal nos había
llevado finalmente a la forja de la “nación católica”
¿Qué se entiende por romanización en la historia del catolicismo contem- poráneo?. Son muchos los autores que hoy en día se aferran a este concepto para dar cuenta de las transformaciones del catolicismo, en especial a partir de Pío IX. Si bien es difícil datarlo (no existe un claro consenso entre los historiado- res), está de todas formas claro que se desarrolló a lo largo del siglo XIX. La idea de la romanización da cuenta de una serie de procesos que afectaban a la Iglesia
55
universal, en primer lugar, y repercutían luego en
la manera en que se pensaba la historia de las iglesias nacionales. En
pocas palabras, por romanización se en- tiende habitualmente el
proceso mediante el cual el papado fue concentrando un poder en la
Iglesia cada vez más omnímodo que se verificaba en distintas esferas y
atribuciones: en lo dogmático gracias a la tesis de la infalibilidad
pontificia consagrada en el Concilio Vaticano I, en la homogeneización
del derecho ecle- siástico (a fines del siglo XIX, León XIII sentó las
bases que más tarde hicieron posible el primer Código de Derecho
Canónico de 1917), en la disciplina del clero cada vez más estricta
gracias a la codificación eclesiástica, en la liturgia y en la
regulación de las atribuciones que les correspondían a los laicos. No
fue un pro- ceso lineal ni sencillo; las tendencias que se anunciaron
con fuerza ya desde el pontificado de Pío IX no se verificaron en cada
una de estas áreas al mismo tiempo. Pero de cualquier forma este
proceso tuvo sus hitos, entre los que se cuentan: la condena a
Lamennais por parte de Gregorio XVI en 1832, el Conci- lio Vaticano I,
el Motu proprio de Pío X de 1903 que
uniformó la liturgia sobre la base del canto gregoriano, la condena al
modernismo en nombre de un tomismo cada vez más ortodoxo
Retomemos el hilo del argumento. Puede afirmarse que
ambas tesis
29Algunos
de estos problemas han sido abordados por Susana Bianchi (1997:
56
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
dardos contra las autoridades eclesiásticas que, por
estar adscriptas a las directi- vas de la Santa Sede, se las considera
responsables de conducir la Iglesia hacia posiciones de lo más
intransigentes y refractarias a la modernidad. Quienes ads- criben a
la tesis de la romanización, suelen cargar las tintas en la
responsabilidad política del papado y de las autoridades eclesiásticas
a la hora de interpretar los procesos históricos. Desde esta
perspectiva, el laicado, por ejemplo, suele ser considerado un actor
menor, carente por completo de autonomía: en este senti- do pueden
verse los distintos trabajos que se han dedicado a estudiar la Acción
Católica, donde se presenta a esta importante organización del laicado
como el más firme bastión de las autoridades eclesiásticas a la hora
de emprender la lucha por la reconquista de la sociedad para el
cristianismo30. La tesis de la romanización
es una tesis cargada de un alto valor político e ideológico, donde
prevalece la más de las veces el tono de denuncia contra las
aspiraciones de las jerarquías eclesiásticas por obtener mayores
cuotas de poder político y presencia social31.
Es por ello que es muy difícil hallar entre los historiadores
confesionales
Coda
Así, pues, ni la secularización ni la romanización fueron objeto de un debate crítico por parte de los historiadores; o se las aceptaba, o se las rechazaba de lleno, con actitudes que la más de las veces eran fruto de la pasión antes que del frío análisis historiográfico. Durante muchas décadas, se habló de seculariza- ción sin emprender serios estudios acerca de la historia de la Iglesia; era un área de investigación que permaneció depositada exclusivamente en las manos de la institución eclesiástica y de algunos organismos que la Iglesia se encargó de sos- tener a fin de promover la investigación en esta área32. La historiografía confesio- nal se limitó a denunciar los avances del proceso secularizador, con el propósito de defender las prerrogativas eclesiásticas y combatir al mundo moderno; era ésta una perspectiva enormemente ideologizada. Apenas comenzó a desarrollar-
30Para
México, véase Roberto Blancarte (1992); para la Argentina, Fortunato
Mallimaci (1988) y Susana Bianchi (2002:
31Para
una perspectiva amplia que comprende en sentido comparativo
distintas experiencias latinoamericanas, véase Enrique Dussel (1995:
32Acerca de la historiografía confesional, véase Roberto Di Stefano (2003).
57
se una historiografía de la Iglesia de origen laico,
en especial, hacia la década de 1980 con el retorno a la democracia en
la Argentina, la preocupación de los historiadores se volcó por
denunciar a las jerarquías eclesiásticas, sus vinculacio- nes con los
distintos factores de poder
Veamos algunos ejemplos. Es tan fuerte el consenso que existe acerca de que hacia la década de 1880 se habría verificado en la Argentina un acelerado proceso de secularización, que se suele olvidar la fuerte presencia que la Iglesia y el clero tenían en la sociedad argentina. Ello se debe al hecho de que la historio- grafía dedicada a la Iglesia Católica se ha concentrado ante todo en el estudio de los debates políticos en los que se vio sumergido el catolicismo ante el avance de las reformas liberales a partir de fines del siglo XIX35. De tal modo que contamos con estudios que abordan el análisis de las ideas políticas de los intelectuales católicos del período y el modo en que se han desplegado las relaciones con el Estado, pero lamentablemente, en este contexto, la relación entre la Iglesia y la sociedad ha permanecido absolutamente a la sombra en muchos sentidos.
Asimismo, se ha puesto tanto énfasis en la idea de que la Iglesia tiene una función disciplinadora sobre la sociedad, tanto en sus conductas como en su ideología, que se perdió de vista que el catolicismo se vinculó con los sectores populares no tanto a través de mecanismos de adoctrinamiento ideológico, sino
33Por ejemplo, véase Fortunato Mallimaci (1996).
34Emilio Mignone ( 1986).
35Otro
de los factores que contribuyó a que la relación entre los
terratenientes y la Iglesia Católica permaneciera sin mayor
indagación por parte de los historiadores ha sido el hecho de que el
estudio de los terratenientes pampeanos ha estado dominado por la
historia económica, en gran medida preocupada por entender la
consolidación de la clase terrateniente a fines del siglo XIX,
prestando especial atención a consideraciones sociológicas y
económicas que permi- tieran explicar el modo en el que habían
alcanzado la cima, luego de un profundo proceso de modernización de
la estancia ganadera; consecuencia lógica de estos trabajos fue,
también, la reflexión acerca del modo en que sus éxitos económicos
se traducían en el acceso a crecientes cuotas de poder político. Al
respecto, véase Miranda Lida (2005:
58
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
más bien por medio de distintas actividades recreativas que poseían enorme atractivo; ya sea a través de diferentes instancias de sociabilidad parroquial. A comienzos del siglo XX, se difundieron en los cien barrios porteños los oratorios festivos, espacios que las diferentes parroquias destinaban a la recreación infan- til. A la hora de asistir al catecismo, los chicos no se limitaban a escuchar pacien- temente a un adulto que hacía las veces de maestro y les repetía hasta el hartaz- go frases hechas, por lo demás aburridas, tomadas de algún viejo manual para la enseñanza de la doctrina cristiana. En realidad, la asistencia al catecismo podía ser mucho más interesante y entretenida que esto: era la puerta de entrada a un muy vasto conjunto de actividades recreativas que los cautivaban. Se participa- ba de la misa, se escuchaba el sermón y luego los chicos se zambullían en lo que realmente les interesaba: los juegos recreativos y deportivos. Claro que la misa no era lo que verdaderamente atraía; los juegos en cambio sí36. Nada menos que un socialista como Roberto Giusti recuerda, en sus memorias, con añoranza el tem- plo al que le tocaba asistir en su infancia:
“Solíamos ir por la tarde al convento de Santa Catalina aún existente en la calle Brasil entre las de Tacuarí y Bernardo de Irigoyen, entonces del Buen Orden. Allí, después de pasar en la capilla un rato de relativa compostura y distraída devoción, irrumpíamos en el vasto patio donde disfrutábamos de toda suerte de juegos infantiles: hamacas, trapecios, columpios, canchas de pelota, mientras aguardábamos la hora en que desde un balconcillo los buenos padres nos arrojaban naranjas, gloto- namente disputadas, por más que alcanzara para todos.”37
El hecho de que un socialista recuerde con cariño al
templo católico de su infancia no puede de ningún modo ser explicado
gracias a la tesis de la seculari- zación, dado que ésta considera al
socialismo como uno de sus mayores enemi- gos. Asimismo, tampoco la
tesis de la romanización resultaría apropiada para entender un caso
como éste. Giusti no describe a un clero omnipotente, que se jacta de
la posición de poder que ocupa
36Al
respecto, véase Miranda Lida ( 2005:
37Giusti,
Roberto F. (1965:
59
institucional de la Iglesia, ya sea con el propósito
de denunciar este poder, o bien defenderlo de sus enemigos; nada
sabemos sin embargo acerca de las formas que tenía el catolicismo para
construir un consenso entre sus fieles. Ambos as- pectos, coerción y
consenso
Bibliografía
Aron, Raymond, 1992, Las
etapas del pensamiento sociológico II. Durkheim-
Auza, Néstor Tomás, 1981, Católicos y liberales en la generación del ochenta, Buenos Aires.
Auza, Néstor Tomás, 1991, Iglesia e inmigración, CEMLA, Buenos Aires.
Barral, María Elena, 2004, “Las parroquias rurales
de Buenos Aires entre 1730 y 1820”, Andes.
Antropología e historia, Universidad Nacional de Salta, 15,
Salta, pp.
Bauman , Zygmut, 2005, Modernidad líquida, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
Berman, Marshall, 1999, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Siglo XXI, México.
Bianchi, Susana, 2001, Catolicismo
y peronismo. Religión y política en la Argen- tina
Bianchi, Susana, 1997, “La conformación de la
Iglesia católica como actor
Bianchi, Susana, 2002, “La conformación de la
Iglesia católica como actor
Blancarte, Roberto, 1992, Historia de la Iglesia Católica en México, Fondo de Cultura Económica, México.
Bourdieu, Pierre, 1971, “Genèse et structure du
champ religieux”, Revue Françai- se de Sociologie,
XII, pp.
Bruce, Steve, 1997, “The pervasive
Casanova, José, 2000, Oltre la secolarizzazione. Le religione alla riconquista della sfera pubblica, Il Mulino, Bologna.
60
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
Caetano, Gerardo y Geymonat, Roger, 1997, La
secularización uruguaya. Cato- licismo y privatización de lo
religioso en Uruguay,
Caimari, Lila, 1994, Perón
y la Iglesia católica. Religión, Estado y sociedad en la Argentina
Casanova, José, 1994, Public religions in the modern World, Ill., University of Chicago Press, Chicago.
Casanova, José, 2000, Oltre la secolarizzazione. Le religione alla riconquista della sfera pubblica, Il Mulino, Bologna.
Chaves, Mark, 1994, “Secularization as declining
religious authority”, Social For- ces, vol.
72, Nº 3, pp.
Devoto, Fernando, 1991, Estudios sobre emigración italiana a la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX, Napoli.
De Coulanges, Fustel, 1978, La ciudad antigua, Porrúa, México.
Di Stefano, Roberto y Zanatta, Loris, 2000, Historia de la Iglesia Argentina, desde la conquista hasta fines del siglo XX, Buenos Aires.
Di Stefano, Roberto, 2004, El púlpito y la plaza. Clero, sociedad y política, de la monarquía católica a la república rosista, Siglo XXI, Buenos Aires.
Di Stefano Roberto, 2003, “De la teología a la historia: un siglo de lecturas retrospectivas del catolicismo argentino”, Revista Prohistoria, Nº 6, Rosa- rio.
Durkheim, Emile, 1993, Las formas elementales de la vida religiosa, Alianza, Madrid.
Dussel, Enrique, 1995, “La Iglesia en el proceso de
la organización nacional y de los Estados en América Latina,
Gallo, Ezequiel y Botana, Natalio, 1997, De
la república posible a la república verdadera
Giusti, Roberto F., 1965, Visto
y vivido. Anécdotas, semblanzas, confesiones y batallas,
Losada, Buenos Aires, pp.
Gorski, Philip S., 2000, “Historicizing the
Secularization Debate: Church, State and Society in Late Medieval and
Early Modern Europe, ca. 1300 to 1700”, American
Sociological Review, vol. 65, Nº 1, pp.
Habermas, Jürgen, 1989, El discurso filosófico de la modernidad (doce leccio- nes), Taurus, Madrid.
Hadden Jeffrey K., 1987, “Toward desacralizing
secularization theory”, Social Forces, vol.
65:3, pp.
61
Hammond Phillip (ed.), 1985, The Sacred in a Secular Age, University of Califor- nia Press, Berkeley.
Heller, Agnes y Feher, Ferenc, 1995, Biopolítica. La modernidad y la liberación del cuerpo, Península, Barcelona.
Langlois, Claude, 2001, “Politique et religion”, en
Philippe Joutard, Histoire de la France
religieuse. Du roi tres chrétien a la läicité républicaine, XVIIIe-
XIXe siecle, París, pp.
Lida, Miranda, 2004, “Fragmentación eclesiástica y
fragmentación política. La revolución de independencia y las iglesias
rioplatenses,
Lida, Miranda, 2006, “Una Iglesia a la medida del
Estado: la formación de la Iglesia nacional en la Argentina,
Lida, Miranda, 2004, “De los recursos de fuerza o de
las transformaciones de la Iglesia y del Estado argentinos en la
segunda mitad del siglo XIX”, Boletín del
Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani,
Nº 26, pp.
Lida, Miranda, 2005, “Iglesia y sociedad porteñas.
El proceso de parroquializa- ción de la arquidiócesis de Buenos Aires,
Lida, Miranda, 2005, “Los terratenientes pampeanos y
la Iglesia Católica, 1880- 1920”, Cuadernos del
Sur. Historia, Nº 34, Bahía Blanca, pp.
Lida, Miranda, 2005, “Catecismo, cine y golosinas. La Iglesia Católica y la in- fancia a comienzos del siglo XX”, Todo es historia, Buenos Aires, pp. 30- 37.
Mallimaci, Fortunato, 1988, El
catolicismo integral en la Argentina
Maritain, Jacques, 1922, Antimoderne, Paris.
Mallimaci, Fortunato, 1996, “Catolicismo y militarismo en la Argentina (1930- 1983). De la Argentina liberal a la Argentina católica”, Revista de Ciencias Sociales, Nº 4, Universidad Nacional de Quilmes. Buenos Aires.
Martin, David, 1969, The Religious and the Secular, Routdledge, Londres.
Martin, David, 1965, “Towards eliminating the concept of secularization”, Pen- guin Survey of the Social Sciences, Penguin.
Martin, David, 1991, “The secularization sigue:
prospect and retrospect”, The British Journal of
sociology, Vol. 42, Nº3, pp.
62
M. Lida |
Secularización: doctrina, teoría y mito. Un debate ... |
Mignone, Emilio, 1986, Iglesia y dictadura. El papel de la Iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires.
Nisbet, Robert, 1996, La formación del pensamiento sociológico, Amorrortu, Buenos Aires.
Pierucci, Antonio Flavio, 1998, “Soltando amarras,
secularización y destradicio- nalización”, Sociedad
y Religión,
Testoni, Saffo, 1997, “Ilustración”, en Norberto Bobbio et al, Diccionario de política, Siglo XXI, México.
Tönnies, Ferdinand, 1979, Comunidad y asociación, Ediciones Península, Barce- lona.
Van Kley, Dale K., 1996, The
religious origins of the French Revolution. From
Calvin to the Civil Constitution,
Vattimo, Gianni, 2007, El fin de la modernidad: nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Gedisa, Barcelona.
Vovelle, Michel, 1988, La Révolution contre l´Église, Complexe, París.
Weber, Max, 1984, Ensayos de sociología de la religión, Taurus, Madrid.
Weber Max, 1991, Ciencia y política, CEAL, Buenos Aires.
Zanatta, Loris, 1996, Del Estado liberal a la nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo, Buenos Aires
Zanatta, Loris, 2000, “De la libertad de culto
posible a la libertad de culto verda- dera. El catolicismo en la
formación del mito nacional argentino”, en Marcello Carmagnani (ed.),
Constitucionalismo y orden liberal
63