LA IMAGEN DE AMÉRICA LATINA SEGÚN LA PERCEPCIÓN DE LOS DIPLOMÁTICOS DEL CONO SUR

Delia del Pilar Otero*

Resumen

En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX comenzaba a cobrar importancia en América Latina un conjunto de ideas que alcanzaría repercusio- nes imprevisibles, nos referimos a los nacionalismos. Éstos se expandieron en función de variables tales como los cambios sociales y políticos, así como la situación internacional, que proporcionaba muchas oportunidades de expre- sar hostilidad contra el extraño o diferente.

Sus mentores estaban comprometidos con la construcción de una nación y para ello era necesario, entre otras cosas, poner en claro que si bien todos éramos latinoamericanos, eso no significaba que tuviésemos demasiadas ca- racterísticas en común.

Al respecto, el presente estudio se propone analizar una muestra representativa de escritos diplomáticos producidos en el ámbito del Cono Sur, considerándo- los como una modalidad del discurso político y como un instrumento eficiente para la construcción de una particular imagen del otro.

Si bien, éstos constituyen la expresión de un grupo de funcionarios públicos que dirigían su mensaje a un destinatario acotado, como eran las cancillerías de sus países; quienes los enunciaban fueron también periodistas, hombres de letras o intelectuales, que difundieron sus ideas a sectores más amplios, facili- tando la apropiación y perdurabilidad de este discurso en otros sectores de las sociedades nacionales.

Palabras Clave: América Latina-Cono Sur-Nacionalismos-Discurso diplomáti- co-Imágenes

Abstract

During the second half of 19th century and the beggining of the 20th century a set of ideas which would reach unpredictable repercussions started to acquire importance in Latin America. We refer to nationalisms. They spread over Latin American countries in relation with different variables such as political and social changes or international situation, which gave many opportunities to express hostility against the foreign or different.

The mentors of nationalisms were engaged in the construction of a nation. For that purpose it was necessary, among other things, to make clear that even if they all were Latin Americans they didn’t share the same characteristics.

* CIFFyH-UNC.

Cuadernos de Historia, Serie Ec. y Soc., N° 8, Secc. Art., CIFFyH-UNC, Córdoba 2006, pp. 73-87

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With regard to that issue, this article proposes to analyze a representative sample of diplomatic writings which were produced in the Southern Cone. We consider them as a modality of political discourse as well as an efficient instrument of the construction of a particular image of the other.

Although these writings constituted the expression of a group of public officials who addressed their message to a limited addressee, such as the chancelleries of their countries, who enunciated these discourses were also journalists, men of letters or intellectuals who spread their ideas to wider social sectors. In that way, they facilitated the appropriation and permanence of these discourses in other social sectors of national societies.

Key words: Latin America - Southern Cone - nationalisms - diplomatic discourse - images

Introducción

En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX comenzaba a co- brar importancia en América Latina –conjuntamente con la visión optimista del progreso indefinido de la especie humana–, otro tema que alcanzaría repercusio- nes imprevisibles, nos referimos a los nacionalismos. Si bien cabe aclarar que su desarrollo se inicia en Europa, luego estas ideas comienzan a extenderse a diver- sas regiones del mundo,

El nacionalismo se expandió entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, en función de variables tales como los cambios sociales y políticos, así como la situación internacional, que proporcionaba muchas oportunidades de expresar hostilidad contra el extraño o diferente.

En este contexto es relevante la idea de formación de naciones, porque nos recuerda que, aunque delimitemos y definamos un concepto específico de nación, en realidad nos enfrentamos a una serie de procesos temporales más que a esencias fijas.

Sus mentores estaban comprometidos ideológicamente en la construcción de una nación, lo que en la práctica significaba la construcción de un Estado y la integración nacional. Esto requería la formación de una cultura nacional y una identidad política que distinguiera claramente a cada uno de su vecino, tanto en la región circundante, como a nivel continental. En otras palabras, muchos de estos pensadores, intentaron poner en claro que si bien todos éramos latinoame- ricanos, eso no significaba que tuviésemos demasiadas características en común.

En la mayor parte de los casos estas ideas encontraron terreno fértil para su formulación y difusión, así como para el desarrollo de políticas concretas, en las relaciones internacionales, continentales y regionales.

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Este último aspecto, tiene especial importancia para el presente estudio, es decir, se pone énfasis en las ideas expresadas en una cantidad suficientemente representativa de escritos diplomáticos producidos en el ámbito del Cono Sur.

Efectivamente, el discurso político fue un instrumento eficiente para la construcción de imágenes, que en el presente trabajo circunscribimos, en función de nuestro objeto de estudio, al discurso diplomático, considerado como particu- lar expresión de un grupo de funcionarios públicos que dirigía su mensaje a un destinatario lo suficientemente acotado, como eran las cancillerías de sus respec- tivos países.

Sin embargo, estos representantes diplomáticos eran también periodistas, hombres de letras o destacados intelectuales, que difundieron sus ideas a secto- res más amplios, lo que facilitó la apropiación y perdurabilidad de este discurso en diversos grupos de las sociedades nacionales.

1. Progreso indefinido y cuestión nacional

La idea del progreso indefinido de la especie humana sostenida por el positivismo, que irradiaba su influencia desde las naciones centrales, fue una corriente a la que adhirieron importantes representantes del pensamiento político latinoamericano.

En la concepción de muchos de estos pensadores, progreso era sinónimo de ser conocido y aceptado en el concierto de los países civilizados. Esta aspira- ción se complementaba con una gran confianza en la función que los avances técnicos y científicos debían cumplir en este proceso.1

Al respecto, las ciudades que se modificaban profundamente, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, constituyeron un escenario privilegiado para la concreción de estos anhelos.

Ejemplos en tal sentido son las estaciones y líneas ferroviarias, los amplios mercados, las nuevas avenidas, los jardines botánicos, las modernas instalacio- nes portuarias, las líneas telegráficas y los transportes urbanos.

Sin embargo, a estas formas típicamente urbanas erigidas en base a las innovaciones técnicas, había que articular los espacios oscuros, aún no someti- dos a los imperativos de la civilización. Así es que viajeros, exploradores, clérigos y militares escudriñaron lo desconocido, dejando sus marcas y construyendo, al mismo tiempo, un conjunto de imágenes de la barbarie.2

Al respecto, diversos pensadores latinoamericanos concibieron la unifica- ción del espacio nacional como un proceso científico, militar y tecnológico. Así

1Cf. Hardman, 1998: passim.

2 Hardman, 1998: 99.

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como también creyeron en la necesidad de un poder centralizado, apoyado en criterios de racionalización de la administración pública para llevar a cabo estos proyectos.3

Estas ideas trascendieron el marco nacional para proyectarse al contexto internacional; había que llenar vacíos y vencer los obstáculos naturales, aún más allá de la frontera. Sobre todo, si allí se proyectaba el interés de expansión nacio- nal.

La fe en el progreso estuvo presente en las elaboraciones ideológicas y en los proyectos concretos, que otorgaban un lugar destacado a la renovación técni- ca, pero generalmente no planteaban ninguna inquietud de modificar las relacio- nes sociales que tales procesos generaban. De tal modo que, estas concepciones tenían dos caras: una magnífica, expresada en obras monumentales y otra oscu- ra y trágica, constituida por la muerte de numerosos habitantes originarios y el impulso de grandes migraciones internacionales de operarios que perecieron por causa de las epidemias, la despiadada explotación y un proceso de desarraigo cultural sin retorno.

Así como la idea de progreso y sus efectos fueron importados y aplicados por las dirigencias latinoamericanas, a comienzos de siglo XX comenzaba a co- brar importancia otro tema cuyos efectos conmoverían al sistema internacional, nos referimos a la “cuestión de las nacionalidades”. Si bien es en Europa donde se inicia el auge de los nacionalismos, estos comienzan a extenderse a diversas regiones del mundo, proceso al que no es ajeno América Latina.

En este período, la mayoría de tales movimientos ponía énfasis en el ele- mento lingüístico o étnico, o ambos a la vez. Este nacionalismo étnico se fortale- ció en la práctica, con las migraciones de pueblos, cada vez más masivas, y en teoría con la transformación de ese concepto central de la ciencia social del siglo XIX: la “raza”.

Al respecto el evolucionismo darwinista complementado más adelante por la llamada genética, proporcionó al racismo, una serie de razones científicas para discriminar o impedir la entrada de extranjeros, lo que tomó mayor fuerza, aproximadamente hacia 1900.

En este tipo de discursos la raza y la lengua se confundían fácilmente, pero lo que acercaba más los conceptos de raza y nación era la costumbre de utilizar ambos como sinónimos, dando origen a los pseudo-análisis basados en el carácter racial / nacional.

El nacionalismo se expandió entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, en función de variables tales como los cambios sociales y políticos, así como la

3Ver por ejemplo: Da Cunha, 1967; Halperín Donghi, 1992: 138 y ss. y Sarmiento, 1963, (Edición original 1845).

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situación internacional, que proporcionaba muchas oportunidades de expresar hostilidad contra el extraño o diferente.4

En este contexto, algunos intelectuales habían desarrollado una línea pen- samiento en torno a la función civilizadora que tiene toda gran nación y sus hombres políticos pusieron en práctica dichas concepciones en los espacios más inmediatamente ligados a sus intereses políticos.

En sus orígenes el nacionalismo constituyó una perspectiva de conciencia estrictamente cultural, sin embargo esto se modificó cuando trascendió a la esfe- ra pública. El fenómeno era significativo pues implicaba que cualquier intento de forjar una identidad cultural, era también un proceso político, que tenía conse- cuencias, tales como: la necesidad de diseñar un mapa o alterar la composición de Estados. En otras palabras, la creación de un mundo de naciones tuvo reper- cusiones en el sistema global de Estados.

Si se comparan los argumentos de quienes sostenían estas ideologías, pueden encontrarse numerosas similitudes. En el caso de América Latina las razones económicas estaban asociadas a la búsqueda de un modelo de inserción en el esquema internacional de la época. En tanto, el argumento estratégico se apoyaba sobre todo en el aumento de los armamentos y fortalecimiento de las flotas de guerra, aunque las marinas mercantes fueran prácticamente inexisten- tes. Un poco más complejo, el prestigio constituía un valor que justificaba la expansión como una ley natural, en tanto que la puja por el poder se basaba en impedir que un Estado competitivo se impusiera a los demás, ya sea en el ámbito continental o regional.

En América Latina, donde los Estados emergentes fueron el producto de una creación política, que recurrió a espacios en los que aún no existía la nación, la conjunción de ideas raza-nación, resultó operativa para dotar de un contenido nacional a las nuevas estructuras estatales y como modo de presentarse en el escenario internacional de los países civilizados.5

En este sentido fue necesario construir un discurso que mostrara las exce- lencias del propio Estado y las carencias de otros considerados más débiles, buscar las causas de los problemas nacionales y continentales en supuestas en- fermedades, como si el Estado fuera un organismo biológico o atribuir ciertos males a las razas diferentes, lo que se tradujo en muchos casos en el fenómeno del miedo a la inmigración.

Así escritores, ensayistas y/o intelectuales se ocuparon profusamente de esta tarea, a la que tampoco fueron ajenos los diplomáticos que plasmaban

4Cf. Hobsbawm, 1991.

5Como ejemplo pueden citarse las siguientes obras: Arguedas, 1909. (Escritor boliviano), Bunge, 1905. (Escritor argentino) y Zumeta, 1979. (Primera edición: 1899. Escritor venezola- no).

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estas concepciones en la correspondencia oficial y en sus escritos, a la hora de explicar situaciones propias de cada país o fenómenos inherentes a las vincula- ciones en al ámbito continental.

2. Los argumentos para construir al “adversario”

El discurso diplomático, considerado como discurso político, supone la construcción de un destinatario positivo y uno negativo, esto es la creencia su- puesta de que existe un receptor que comparte nuestras ideas, mientras que existe otro que se opone a ellas.6 Además en el enunciado pueden encontrarse diversos componentes que definen las modalidades a través de las cuales quien lo expresa construye su red de relaciones con las entidades del imaginario colec- tivo. En el caso que nos ocupa dedicaremos especial atención al denominado por E. Verón componente descriptivo, entendido como la zona del discurso en la cual el enunciador ejercita una constatación que implica frecuentemente una lectura del pasado y de la situación coyuntural.

Teniendo en cuenta las ideologías predominantes en América Latina a comienzos del siglo XX, encontramos diversos ejemplos de cómo el discurso diplomático construía imágenes con connotaciones negativas, para resaltar las diferencias entre países.

Así, un ejemplo relevante que remiten a los conceptos desarrollados por el darwinismo social es la correspondencia intercambiada por las diversas delega- ciones latinoamericanas con motivo de la celebración de la Conferencia Pana- mericana de México (1901-1902).

El representante argentino en Washington, al referirse a la actitud que asumirían las repúblicas centroamericanas, Colombia y Venezuela, consideraba a estas repúblicas como entidades degradadas por la anarquía interna, que espe- raban el mandato de Estados Unidos para actuar. Así afirmaba:

“[...] La degradación social y política, la anarquía intestina de aquellos países, la desorganización institucional que roe sus entrañas, es tal, que sus hombres públicos o los que allá se denominan tales, no tienen ni la conciencia de sus deberes, ni el instinto de la propia conservación na- cional. La gravitación fatal del desorden, de la guerra civil, de la ruina interna, lleva inevitablemente a todos esos pueblos a acogerse a la autoridad del gobierno americano y ellos acabarán por caer extenua- dos [sic], deshechos y destrozados en manos de los Estados Unidos,

6Cf. Veron, 1987:11 a 26. En este artículo se encuentran expuestos detalladamente estos supuestos teóricos

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pidiendo se les administre, se les civilice, se les arranque de la guerra crónica que extermina y agota las fuentes de su vida...

Siento y creo que todos los países serios deben compartir una secreta humillación, al ver figurar al nuestro en esa mala compañía, y al antici- par lo que puede salir del seno de una asamblea así constituida. La salvación del Congreso estaría en una entente perfecta entre la Repúbli- ca Argentina, el Brasil, Chile, el Uruguay, el Paraguay, Perú y Bolivia, especie de Solid South internacional que daría seriedad y trascenden- cia a los actos de la asamblea”.7

Aunque el diplomático reconocía las dificultades para formalizar esta po- sible alianza, la importancia de este texto no estaría tanto en su carácter de propuesta política, sino en las percepciones sobre los países latinoamericanos que exponía Garcia Merou, pues este punto de vista era compartido por muchos miembros de la élite dirigente argentina.

Además es importante observar en este discurso como en otros, las inter- ferencias léxicas que llevan a usar conceptos como instinto de conservación – propio de las ciencias biológicas–, para aplicarlo a la descripción de una socie- dad nacional, sin ninguna reformulación pertinente.

Un tema que generó numerosas disputas y se constituyó en el eje de inten- sas discusiones en la Conferencia fue la dilucidación de los litigios suscitados al finalizar la Guerra del Pacífico. Los chilenos justificaban la necesidad de su per- manencia en los territorios tomados a Bolivia y Perú después de la guerra del Pacífico, entre otras cosas, por:

-La faja de territorio perteneciente a Bolivia era un área desierta, que este último país no había sabido utilizar. En tanto, cuando los chilenos intenta- ron explotar los depósitos de guano y salitre allí existentes, fueron maltra- tados por las autoridades bolivianas.

-La permanencia de Chile en esos territorios era necesaria por las mejoras introducidas en materia de saneamiento, higiene, seguridad e infraestruc- tura.

-Devolver al Perú Tacna y Arica sería entregar aquellas localidades al viejo régimen de suciedad, fiebre, pestilencia y revolución.

Tal punto de vista, compartido por numerosos sectores de la dirigencia chilena, tenía un trasfondo ideológico que fundamentaba la percepción que este país tenía de las dos repúblicas andinas.8

7Martín García Merou a Amancio Alcorta, Washington, 9-8-1901. En Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores-Argentina-Sección Conferencias-Conferencia Panamericana de México. En adelante: AMREA SC CPM - Legajo I.

8 Martín García Merou a Amancio Alcorta, Washington, 31-1-1902. En AMREA SC CPM - Legajo III.- Revista The Outlook. Nueva York, 25-1-1902.

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César Zumeta publicista y diplomático venezolano, quien representó a su país en la Conferencia Panamericana de 1910, realizada en Buenos Aires, escri- bía en 1899:

“Cualesquiera que sean las razas pobladoras, en la zona tórrida no imperará sino una civilización lentamente progresiva: cualquiera que fuese el esfuerzo hecho por asimilarla a la de las zonas templadas, fracasaría a la postre, vencido por algo inmanente e inexorable que nos obliga a mantenernos dentro del cuadro de la vida que el medio nos demarca [...]” 9

Según este pensador el medio ambiente era una fuerza determinante, que el hombre difícilmente podría dominar, más aún cuando una sociedad se encon- traba dividida por las discordias civiles. Sin embargo, advertía el peligro que significaba el avance de Estados Unidos en América Latina, y proponía un modo de reaccionar contra esa “enfermedad”, muy acorde con las ideas predominan- tes en la época:

“Los fuertes conspiran contra nuestra independencia y el continente está enfermo de debilidad.

El hierro fortifica. Armémonos.

Con esta sola previsión podemos alejar el peligro, y aun conjurarlo”.10

Como se dijo, no sólo los conceptos biologistas constituyeron argumentos para puntualizar disparidades entre los diversos Estados latinoamericanos, sino que también se apeló con estos fines a nociones como poder y prestigio

En una nota editorial del diario Gazeta de Notícias, el cual expresaba los puntos de vista de la Cancillería Brasileña, podía leerse lo siguiente:

“[...] temos razões para creer que ao redor de nós se desenrolam os grandes acontecimentos da politica sul-americana; porque é da opinião e da attitude do Brasil que depende a direccão que tomarão as questões mais ardentes e mais difficeis que mantêm en agitaçoes continuas a maior parte das repúblicas americanas”. 11

9Zumeta, 1979: 10. (Primera Edición: Nueva York, 1899) 10 Zumeta, 1979: 15.

11 Diario Gazeta de Notícias, Rio de Janeiro, 18-5-1901. García Sagastume a Amancio Alcorta, Petrópolis, 20-5-1901. En AMREA SC CPM - Legajo I.

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La aspiración brasileña de elevar su prestigio derivaba de la concepción según la cual esta nación ocupaba una posición diferenciada en el contexto latinoamericano. Tabuco se negaba a aceptar que Brasil fuera equiparado a las repúblicas menores hispanoamericanas; veía a su país como una realidad aparte en ese mundo. No se conformaba con el hecho de que en la Comisión Ejecutiva de la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas con sede en Washing- ton, la “...ilha do Haiti vale mais do que o Brasil, anula o nosso voto com as suas duas Republiquetas”. 12

Este punto de vista era compartido por el canciller Rio Branco, quien representaba la figura visible de un sector importante de la política brasileña.

Con respecto a ello, a pesar de los acuerdos diplomáticos, entre 1883 y 1887, la opinión parlamentaria brasileña veía más cerca el peligro de una guerra con Argentina por la llamada cuestión de Misiones. Ante esta eventualidad se sugirieron diversas medidas, una de ellas fue la peculiar propuesta del senador Alfredo d‘Escragnolle Taunay:

“[...] a guerra com Argentina deve ser movida pelo confronto das raças. Como a Argentina povoa-se de italianos, o Brasil deve fazer-lhe a gue- rra pela imigração, atraindo alemães, “raça mais forte e mais robusta”. Como um exército da raça inferior, a Argentina desistiria de suas provo- cações e “a atual questão internacional, que preocupa agora a tantos espíritos, havia de cessar, desaparecendo de todo o receio do conflito entre os dois povos.” 13

Esta proposición debe ser entendida en el contexto de un discurso diplo- mático, que como muchos discursos políticos de la época apelaron a conceptos relacionados con la raza, el poder y el prestigio, propios de una época donde estos argumentos servían para imponer la hegemonía en el ámbito regional y mundial de los Estados más poderosos. Estos necesitaban una justificación para su política expansiva y echaron mano a diversos planteos teóricos que eran ope- rativos para tales fines.

En otro orden, se afianzaba el proceso de construcción del Estado moder- no en América Latina, uno de cuyos presupuestos era adquirir una identidad que los diferenciara de los demás.

12Joaquim Nabuco a Rui Barbosa, 22-10-1907. Citado por Bueno, 1994: 47. En Cervo Döpcke, 1994.

13En Anais do Senado, sessão de 11-8-1887, Vol. 4, p. 174 a 178. Citado por Cervo, 1981: 130.

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3. Nacionalismo e Integración

Si se tiene en cuenta la modalidad con que fueron construyendo sus imá- genes los Estados latinoamericanos, así como la percepción que cada uno tenía de las relaciones continentales, puede inferirse que los procesos de integración transitaron un camino arduo, marcado por la desconfianza y la reticencia a establecer compromisos amplios con los potenciales adversarios.

Uno de los componentes que gravitó en las relaciones inter-latinoamerica- nas de la época fue su carácter asimétrico, lo que llevó a las clases dirigentes de los países más fuertes, a arrogarse derechos de intervenir en los asuntos internos de las pequeñas repúblicas convulsionadas.

Al respecto, en numerosas oportunidades se hace referencia a este punto de vista en la correspondencia diplomática. Un ejemplo del tenor de este inter- cambio epistolar, es la nota que Manuel Gorostiaga, ministro argentino en Brasil, dirige a la Cancillería de su país, refiriéndose a la revolución que había estallado en Paraguay:

“[...] la nota fue mérito de un pedido especial del Baron de Rio Branco quien abundó en expresiones amistosas hacia la Argentina y conside- raciones respecto a la conveniencia y aun necesidad de un acuerdo con Brasil para pacificar el Paraguay. Que también me aseguró, había recibi- do del representante del Brasil en Washington un telegrama trasmitién- dole el deseo expresado por el gobierno americano de que ambos países, la Argentina y el Brasil, pusieran todos sus recursos amistosos en el sentido de pacificar al Paraguay”.14

Más aún, se efectivizaron de manera indirecta, intervenciones mediante ayuda, no reconocida oficialmente, a los diversos grupos que se enfrentaban tanto en Paraguay como en Uruguay, las cuales fueron recurrentes a principios de siglo en la Cuenca del Plata

En un artículo del diario “El Día”. Montevideo, 28-7-1906, atribuido al presidente uruguayo José Batlle y Ordoñez, se denunciaban las intervenciones argentinas y brasileñas en la guerra civil de 1904, producida en ese país. 15

14Manuel Gorostiaga a Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina, Petrópolis, 9-11-1904. En Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina – Sección Diplomática y Consular. En adelante AMREA SDC - C. 1035.

Ver también: Baron de Rio Branco a Legación de Brasil en Buenos Aires, Petrópolis, 20-11- 1908. Copia en AMREA SDC - C. 1035.

- Alejandro Guesalaga a Manuel Montes de Oca, Montevideo, 31-7-1906. En Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina-Sección Conferencias- Conferencia Panamericana de Río de Janeiro. En adelante AMREA SC CPRJ - Legajo I - F. 275 a 277.

15Este artículo se encuentra anexado a la nota confidencial de Alejandro Guesalaga a Manuel Montes de Oca, Montevideo, 28-7-1906. En AMREA SC CPRJ - Legajo I -F. 257 a 261.

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En 1897 el representante brasileño en Buenos Aires denunciaba la venta de armas, desde Argentina, a los revolucionarios uruguayos. 16

Posteriormente, con motivo de la Revolución producida en Paraguay du- rante 1911, se mencionaba la intervención indirecta de Brasil, ofreciendo garan- tías para un préstamo solicitado por el gobierno paraguayo que se hallaba en el poder. 17

También en el área del Pacífico es notable la injerencia de Chile en los problemas internos de Ecuador y Colombia. 18

En cuanto a Brasil, su dirigencia política aspiraba a desempeñar el rol de árbitro en los conflictos entre los Estados americanos, es decir, que se reconocie- ra la hegemonía brasileña. Al respecto en representante brasileño en Buenos Aires afirmaba:

“...nuestra influencia es reconocida, pudiendo ser fácilmente aumenta- da, dándonos de manera segura y amistosa la hegemonía que tuvimos durante algún tiempo, pero sin despertar los odios y prevenciones que nos legó el pasado”. 19

En el caso de la República Argentina, son muy ilustrativas las palabras del futuro Ministro de Relaciones Exteriores de Yrigoyen, Carlos Becú, quien al refe- rirse a las relaciones entre los países americanos y a las posibilidades de la inte- gración afirma:

“Es, pues, en lo hondo de la raza, o de las razas, donde reside la clave de los problemas internacionales americanos. Y es la diferencia étnica previamente existente o paulatinamente creada, la causa de las situacio- nes que vengo estudiando [...]

La abundantísima inmigración europea y el consiguiente acrecenta- miento de riqueza y cultura, ha modificado profundamente la vida po- lítica de las naciones arraigadas fuera de los trópicos. Con lo cual, al mismo tiempo, ha desaparecido respecto de ellas toda posibilidad de panamericanismo sentimental y han nacido, en cambio, nuevos intere-

Ver también notas reservadas de Ciro de Azevedo a Rio Branco, Buenos Aires, 8-2, 14-3 y 15- 8-1904. En Archivo Histórico de Itamaraty – Sección Correspondencia – Misiones Diplomáti- cas Brasileras – Oficios. En adelante AHI SC MDB O - 206-1-13.

16Enrique de Lacerda a Dionisio de Castro Cerqueira, Buenos Aires, 1-4 y 1-5-1897. En AHI SC MDB O - 206-1-9.

17Marcial Martínez al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Montevideo, 23 y 25-12-1911. En Archivo Nacional de Chile – Fondo Ministerio de Relaciones Exteriores – Sección Diplomá- tica y Consular. En adelante ANCH FMRE SDC - T. 1508.

18Ver por ejemplo: Barros Van Buren, 1966.

19Notas Reservadas de Ciro de Azevedo a Olyntho de Magalhães, Buenos Aires, 24-7 -1901. En AHI SC MDB O - 206-1-11

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ses y responsabilidades internacionales, de lo cual es ejemplo induda- ble el ABC. Estamos pues frente a una situación nueva, a una mejor y más segura solidaridad parcial, destinada a hacer olvidar la fantástica hermandad total del Nuevo Mundo”. 20

Respecto al proceso de formación de las nacionalidades y al esfuerzo por diferenciarse mutuamente, las afirmaciones de Becú son compartidas por un sector importante de las élites políticas argentinas. He aquí sus palabras:

“[...] las naciones americanas, originariamente dotadas de caracteres y especialmente de defectos comunes, tienden por fuerza a diferenciarse [...] sólo así, por decidida separación y por cultivada repugnancia a confundirse, logrará cada una formar un alma nacional, y acaso en el futuro lejano también una estirpe propia, condiciones necesarias para labrar su grandeza”. 21

Sin embargo, por la misma época existía un discurso opuesto, sostenido por el argentino Manuel Ugarte quien en nombre del “latinoamericanismo” lla- maba a la unidad continental; no obstante su pensamiento y tarea en favor de estos ideales tuvieron más ecos en los países bolivarianos y centroamericanos, que en el suyo propio, donde fue tildado de “sentimental y retórico”. 22

La cuestión nacional aparecía en muchos casos como contrapuesta a cualquier idea de integración regional o continental. En el caso chileno cuando se analizaba la constitución del bloque ABC, sectores importantes de la Cancillería consideraban que este intento constituía un error político. Sus representantes argumentaban que hubiera sido necesario prever la incorporación paulatina de los demás países americanos, pero que esto era imposible, dada las desconfian- zas y recelos mutuos. Además, el “interés nacional” chileno se orientaba funda- mentalmente hacia el pacífico y este tratado podrá comprometer a Chile en asuntos que contradijeran dicho interés.23

Ante la constitución del concierto ABC, los demás países latinoamerica- nos y especialmente las naciones bolivarianas, observaron este bloque como una coalición preparada con fines agresivos. Así el colombiano Vargas Vila, en su artículo el ABC de Sud-América criticaba el armamentismo y el concepto de paz

20Becu, 1915: 25 y 26.

21Becu, 1915: 22 y 23.

22Monzo, 1915: 6 y 20.

23Diario El Mercurio. Santiago de Chile, 10-12-1916.

Carlos Gomez a Carlos Becú, Santiago de Chile, 12-12-1916. En Archivo Ministerio de Rela- ciones Exteriores Argentina – Sección Tratados. AMREA ST – C. 19 – E. s/n – F. 176.

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armada, preguntándose contra quien se coaligaban y armaban, Argentina Brasil y Chile.24

Sin duda la idea de progreso indefinido, que dividía a la especie humana en fuertes y débiles, el proceso de construcciones de naciones que hacía hincapié en las diferencias, no constituyeron un contexto ideológico propicio para que prosperaran a largo plazo las iniciativas de integración, ya sea continental o regional.

Conclusión

El análisis de algunas fuentes representativas del discurso diplomático pro- ducido fundamentalmente en el Cono Sur, ha permitido abordar desde un punto de vista diferente el proceso de formación de los Estados nacionales modernos de la región, así como sus vinculaciones con los del resto de América Latina.

El análisis del rol que desempeño el “nacionalismo” como ideología sub- yacente en estos procesos permitió explicar algunos factores importantes referi- dos a las imágenes que cada nación latinoamericana se formó de las otras y cómo esto repercutió en su interrelacionamiento.

Los caracteres mismos de esa exaltación del sentimiento nacional, tales como la afirmación de su propio interés sobre el de las demás, la convicción de que la nación tiene una “misión” que cumplir en su entorno, la decisión de acre- centar la fuerza y el poder del Estado nacional, el sentimiento de superioridad y el deseo de imponerla, muestran por sí mismos cómo se va perfilando la imagen del adversario y cuáles son los posibles modos de vincularse con él.

De todos modos, es difícil valorar la influencia que estos discursos pudie- ron tener en la mentalidad de los destinatarios y también cabe presumir que muchas veces la actitud pudo ser el escepticismo o la indiferencia. Pero es indu- dable que tales ideas han contribuido a formar una mentalidad colectiva, que en momentos críticos ha ofrecido espacio a los hombres de Estado o a la propagan- da de los “grupos patrióticos”.

La imagen del adversario y el complicado camino que ha transitado la integración en América Latina y particularmente en el Cono Sur, durante el siglo XX, pueden proporcionarnos algunos indicios al respecto.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que el discurso no es, ni ha sido homogéneo, muy por el contrario surgieron alternativas al “discurso domi-

24Diario La Crónica, Lima, 16-4- 1914.

Jacinto García a José Luis Murature, Callao, 24-6-1914. En Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina – Sección Conferencias – Conferencias de Niagara Falls. AMREA SC CNF

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nante”, que se oponían a estas maneras de concebir los Estados y sus modos de relación.

Por último digamos, que la presencia del nacionalismo se muestra con más claridad cuando se produce la conjunción entre las ideas y las acciones, en otras palabras el encuentro de las fuerzas profundas de las mentalidades colecti- vas y la iniciativa de los grupos dirigentes o sus líderes.

Fuentes y repositorios

Fuentes inéditas

Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina-Sección Conferencias-Con- ferencia Panamericana de México. Legajo I y Legajo III.

Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina – Sección Diplomática y Consular. Caja 1035.

Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina-Sección Conferencias- Conferencia Panamericana de Río de Janeiro. Legajo I.

Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina-Sección Tratados. Caja 19.

Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina – Sección Conferencias – Conferencias de Niagara Falls. Caja 6.

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