HOMENAJE AL MAESTRO
JOHN MURRA
Ana María Lorandi*
Me han solicitado que cumpla con el triste deber de escribir este homenaje dedicado a John Murra, que fue mi apreciado maestro y amigo, y que falleció el 16 de octubre de 2006 a la edad de 90 años. Las huellas de su obra quedarán inscriptas en la historia de los Andes, pero también de toda América. Hemos perdido uno de los más grandes maestros, alguien que ha señalado a cuatro generaciones el camino para comprender a fondo las realidades, muchas veces dolorosas, de nuestra sociedad americana originaria.
Nació en Odessa, Ucrania el 24 de agosto de 1916 con el nombre de Isak Lipschitz, nombre que cambió por el John Víctor Murra cuando fue a residir en los Estados Unidos (Murra o Mura, con el significado de moras negras, que fue su sobrenombre rumano a causa de sus incisivos ojos negros; Víctor señalaba su radicalismo político y John porque lo protegía de un cierto anonimato entre los americanos)1. Los temores provocados por la revolución rusa de 1917 y la guerra civil que se desarrolló tras ella, motivaron a su madre a huir hacia Rumania, país en el que pasó su infancia y adolescencia. Profundamente identificado con ese país, realizó allí sus primeros estudios. Desde muy joven hablaba ruso y rumano, francés, alemán e inglés.
En esos años adquiría preeminencia en Rumania la ultra
Entre los años 1936 y 1939, Murra se incorporó al batallón 58 de las Brigadas Internacionales que luchaban en España contra la dictadura franquis- ta. A causa de su dominio de varias lenguas fue convocado como traductor del Estado Mayor de las Brigadas. Ese período de su vida lo marcó profundamente
N.del Editor: agradecemos a la Dra Lorandi por haber accedido a nuestra invitacion. * Universidad de Buenos Aires – Conicet.
1Información tomada de un obituario escrito por Olivia Harris en The Guardian News, Lon- dres, del 4 de noviembre de 2006.
Cuadernos de Historia, Serie Ec. y Soc., N° 8,
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y en los últimos años era su tema preferido de conversación, reflejando una experiencia que en alguna medida destruyó en parte sus ideales y convicciones por el comunismo real, al comprobar el cinismo de los líderes y las manipulacio- nes con que se enfrentaba la guerra. Herido en combate, atravesó los Pirineos y fue recluido por un tiempo en un campo de refugiados en las cercanías de Argèles en Francia. A su regreso a los Estados Unidos trabajó con Ruth Benedict y parti- cipó de una expedición arqueológica al Ecuador.
Por sus simpatías por el comunismo y su participación en la guerra de España fue víctima de la campaña anticomunista emprendida por el senador Mc Carthy, negándosele la obtención de la nacionalidad y la portación de pasa- porte. Como él mismo lo expresa en el prólogo de la edición mexicana (1978) de su Tesis de Doctorado (defendida en 1955), La organización económica del esta- do inca2, por varios años no pudo volver a los Andes y frente a estas circunstan- cias, no pudiendo ser arqueólogo, se convirtió en etnohistoriador.
Su tesis, que había circulado en versión de microfilms, produjo un enorme impacto en los estudios andinos. Opuesto a la tesis sobre el estado socialista de Luis Baudin, Murra propone en cambio, la originalidad de este imperio centrali- zado, operando en base a una maximización de los modelos políticos, económi- cos y sociales ya desarrollados por milenios en el mundo andino. Todos sus lecto- res hemos reconocido el innegable valor de esta obra singular.
Además de ser profesor en Puerto Rico, en Vassar Collage, en University New York State y en los últimos años, hasta su jubilación en Cornell University en los Estados Unidos, Murra se distinguió por ser un infatigable viajero, recorriendo y haciendo investigaciones en los países andinos. Es así como descubre la impor- tancia etnográfica de las Visitas coloniales de las comunidades serranas y elabo- ra su impactante modelo de “control vertical de distintos pisos ecológicos”3.
Sus prolongadas estadías en Perú lo llevaron a ser uno de los cofundado- res del Instituto de Estudios Peruanos que ha albergado hasta el presente a mu- chos y notables investigadores, entre ellos a su gran amiga María Rostworowski. Fue también muy impactante y profunda su amistad con el escritor y antropólo- go José María Arguedas cuyas cartas publicó hace unos pocos años4.
Yo siempre le decía a John Murra que tenía el perfil de un predicador. Recorría Latinoamérica presentando sus libros y modelos, contactando a los intelectuales de cada país y desarrollando un intenso intercambio con los estu- diantes. Fue un MAESTRO con mayúscula ya que provocó un profundo cambio
2México, Siglo XXI.
3Ensayo publicado en Formaciones económicas y políticas del Mundo Andino, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1975.
4 Murra, John y Mercedes
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A. M. Lorandi Homenaje al Maestro John Murra
en la forma de abordar a las sociedades indígenas. Impulsó una verdadera histo- ria “desde abajo” analizando con gran sutileza las interrelaciones entre los nati- vos y sus autoridades, tanto las originarias, como con los Incas del Cuzco y posteriormente con los españoles. Sus propuestas tuvieron siempre un debate, a veces explícito, otras oculto, para diferenciar los Andes prehispánicos de Meso- américa por un lado y del sistema colonial, por el otro.
“Yo soy antropólogo porque me interesa una alternativa al mundo en que vivimos”. “Yo no he cambiado de lo que fui en los años 30. Soy igual! La dedicación, la preocupación de los años 30 sigue, en el sentido de que no es mera ciencia. Es una batalla, es una lucha.... Uno está en este negocio porque
vio la humanidad y su posición de cierta manera”5. Estas frases reflejan con meridiana claridad su compromiso social y político y las alternativas de su vida y de su obra y también nos ilustran sobre una forma de lucha en el plano científico y en el político. Como militante joven fue a la guerra, utilizó el recurso de las armas. Como militante adulto apeló a la pluma y la palabra. Y hay que recono- cer que esta última militancia ha dado frutos permanentes, porque después de Murra todo ha sido diferente en los estudios andinos y americanos.
Podemos verlo en qué medida se refleja esto en sus propias palabras, editadas por los colegas chilenos tras largas entrevistas. Un libro que es autobio- gráfico y referencial porque es el relato de un actor ubicado en el amplio escena- rio de la Antropología del siglo XX y de las preocupaciones, riquezas y miserias de los antropólogos en sus relaciones internas como profesionales y en sus visio- nes y acciones de y dentro del mundo. Murra ofrece en este libro un panorama esencial del mundo académico de su tiempo. Fue discípulo o compañero de las figuras más notables de la Antropología del siglo XX, casi desde sus comienzos como disciplina con entidad universitaria y práctica profesional reconocida.
Durante muchos años debió batallar para sobrevivir sin título de doctor por lo que debió alternar la actividad de profesor con otros diversos trabajos, en muchas ocasiones ayudado por los contactos que había atado por su participa- ción en la guerra de España. Este no es un tema menor en la vida de John ni en la Antropología sobre todo de los Estados Unidos y México, porque la red de excombatientes y exiliados españoles sirvió de contención y apoyo mutuo entre sus miembros. Ángel Palerm, entre otros, fue su aliado en México, tanto para asuntos laborales como personales. Y México se constituye así en otro hito en la experiencia de Murra. Porque aunque nunca trabajó temas mexicanos, los cono- cía en detalle, permitiéndole triangular África con México y los Andes. Y logró así dar ese vuelco substancial en la historia de los estudios andinos. He aquí la
5Castro, Victoria, Carlos Aldunate y Jorge Hidalgo, 2000, Nispa Ninchis. Conversaciones con John Murra, Instituto de Estudios Peruanos / Institute for Andean Research, Lima. En este libro se ha incluido también una bibliografía completa de John Murra.
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paradoja, uno de los mayores defensores del esencialismo andino recurrió al método comparativo: de África tomó la inspiración para comprender los reinos precapitalistas, de México el parámetro contrastador que por oposición le permi- tió marcar los rasgos identitarios básicos de lo andino. Pero ha sido, justamente, esa “esencialidad”, esa conciente y premeditada exageración lo que ha permitido que esos modelos tuvieran una vida tan prolongada, más de la que tiene cual- quier modelo en las ciencias teóricas.
Debemos decirle adiós a John Murra, aunque siempre estará presente entre nosotros. En Rumania lo sobrevive su hermana Ata a quien quería entraña- blemente.
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