LA HIPÓTESIS DE JUSTO.

ESCRITOS SOBRE EL SOCIALISMO EN AMÉRICA LATINA

José Aricó

Sudamericana. Buenos Aires, 1999, 203 páginas

“...me detendré sobre aquellos elementos que caracterizan su hipótesis es- tratégica, a la que defino como el proyecto más coherente de nacionalización de las masas, de incorporación de los trabajadores a la vida nacional y de construcción de una democracia avanzada, hasta el arribo del peronismo.”

La obra de José Aricó ha gozado de una difusión ciertamente inferior a su envergadura intelectual. Nacido en Villa María en 1931, consagró gran parte de sus años -algunos de ellos infaustos, desconcertantes- a la producción en el ámbito de la historia de las ideas, particularmente involucrado teórica y politi- camente con el destino del socialismo en nuestro continente, suerte de campo problemático que su trabajo contribuyó a delinear y despejar.

Como señala Portantiero en su prólogo, La hipótesis de Justo debe ser pen- sada dentro de un proyecto intelectual más amplio, proyecto que procura res- puestas al «desencuentro histórico» entre el marxismo y América Latina. El texto restituye la significación del aporte de Aricó a un campo escasamente desarrollado, devolviendo de su sensible ausencia a una de las inteligencias más poderosas que haya dado nuestro país.

Como lanzamiento editorial, La Hipótesis de Justo reviste un doble mérito: por un lado constituye la primera edición (póstuma) del trabajo que José Aricó realizara en México hacia 19801. Por otra parte, incluye un escrito publicado en 1978 en los Cuadernos de Pasado y Presente, serie decisiva en el debate inte- lectual de izquierdas en los años 60 y 70. Nos referimos a Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, ensayo que en su versión original2 in- troduce a una excepcional selección de textos de varios autores sobre la figura del amauta peruano.

Ambos trabajos se inscriben en la búsqueda de las razones de ese «desen- cuentro» que es tanto político como teórico, que alude tanto a un aspecto prác- tico (en parte el de los rasgos que asume la constitución de una clase obrera moderna en el continente) como a aquél en que la práctica se expresa y devela.

1El trabajo obtuvo ese año la Mención Especial del Premio Internacional de Historia José Luis Romero.

2 Aricó, 1978

Cuadernos de Historia, Serie Ec. y Soc., N° 3, Reseñas, CIFFyH-UNC, Córdoba 2000, pp. 299-306

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Tal disociación, antes que reflejar la inadecuación de la teoría marxista en tanto “eurocéntrica”3, remitiría a las condiciones de difusión y a los ensayos de refor- mulación de la misma en América Latina. Esta preocupación atraviesa toda su obra y guía la indagación sobre el lugar que ocupa América en el pensamiento de Marx4, tanto como el recorrido por la heterodoxia: Justo, Mariátegui y, final- mente, Gramsci (o el gramscismo) en la intelectualidad latinoamericana5. No por casualidad todas éstas, figuras en las que convergen las preocupaciones por el socialismo y la nación.

Para Aricó, la heterodoxia de Justo6 o de Mariátegui busca expresar la hete- ronomía real del continente; en el marco de la II y III Internacional, América quedaría condenada a la heterodoxia para pensarse a sí misma7. Justo (y es el trabajo que lo tiene por objeto el que intentaremos reseñar aquí) se esfuerza por pensar desde el socialismo un estado que se consolida en clave conserva- dora y una nación en vías de constitución. Siendo traductor del primer tomo de El Capital, conoce a Marx como entonces nadie en la Argentina, aún cuando la teoría marxista se difunde en la segunda mitad del siglo XIX como uno entre muchos socialismos, compitiendo además con esquemas explicativos más arrai- gados en la época. Al respecto, cita Aricó:

Me hice socialista(...)sin haber leído a Marx, arrastrado por mis sentimien- tos hacia la clase trabajadora en la que veía una poderosa fuerza para mejorar el estado político del país(...) la lectura de Spencer me había dado algunas ideas, que ya eran un paso para orientarme en el desbarajuste político del país, que después de Sarmiento no había tenido hombres de ideas sustanciales(...) La lectura de Marx me hizo ver más allá; comprendí la superficialidad de Spen-

3Aricó rechaza el argumento del “eurocentrismo” como causal de un desajuste presuntamen- te inherente a la naturaleza occidental del marxismo, subrayando el carácter no menos occidental y sí más exitoso de otras formulaciones teóricas, como el liberalismo. En tal sentido, no sería dado deducir del mero carácter europeo de la teoría su fracaso o su éxito.

4 Aricó, 1980.

5 Aricó, 1988.

6 Justo nunca se define como marxista, aunque explicita el recurso a Marx y es cofundador del Partido Socialista en 1896 y representante de éste ante la II Internacional. A decir de Aricó, es marxista «en la medida en que la doctrina de Marx es aceptada como cierto horizonte ideológico último de todo socialista» (Aricó, 1999: 89).

7 La II Internacional prolonga el estigma de “barbarie” para el continente, mientras que la III Internacional propala la distinción leninista entre países “capitalistas modernos”, “coloniales atra- sados” y “semicoloniales”, estos últimos políticamente independientes pero víctimas del colonia- lismo económico. Mientras Lenin preveía que la polarización entre países colonialistas y colonia- les (bajo una dominación tendencialmente política y económica) aumentaría, extinguiéndose el espectro intermedio, en su desarrollo ulterior, la dominación económica terminó cobrando pre- eminencia y acreciendo el número de los países semicoloniales. Se desarrolló así una moderniza- ción dependiente, que configuró a países como la Argentina dentro de un capitalismo moderado, al estilo de Portugal o España. Para un desarrollo de la «clasificación tripartita», ver Tarcus, 1996: 66-72.

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cer al denunciar al socialismo como la esclavitud del porvenir, crítica en la cual caía en el doble error de suponer que el esclavo trabaja siempre para su amo y los asalariados siempre para sí mismos.8

No siendo un marxista tout court, Justo logra articular, según Aricó, el pro- yecto más lúcido, más completo, de “nacionalización de las masas” y de auto- organización de la clase obrera. Para tener una perspectiva más completa del texto, esbozaremos sus grandes núcleos, en forma sucesiva: la relación entre marxismo y América Latina en el cambio de siglo, la hipótesis de Justo y las razones de su fracaso.

- I -

Aricó introduce su trabajo advirtiendo sobre la naturaleza problemática de un concepto como el de América Latina dado que, pese a remitir a un pasado común, ésta no constituye una unidad evidente per se. El carácter teóricamen- te problemático del continente radica para él en su diversidad real y ésta condi- ciona las posibilidades de difusión del socialismo. Rehusa entonces derivar del eurocentrismo presuntamente intrínseco al socialismo su imposibilidad prácti- ca, argumentando que en una realidad en la que el campo ideológico se halla fundamentalmente dividido en dos tradiciones -la democrático-liberal de inspi- ración jacobina y la autoritaria-conservadora, que abreva en la tradición de la derecha francesa- lo que está en cuestión no es Europa en sí, sino el paradigma europeo a seguir.

...el camino recorrido por el marxismo en Latinoamérica(...)debe ser visto no tanto como un resultado necesario de las dificultades insuperables de una ideología congenitamente inadecuada para pensar una realidad excéntrica, sino como el indicador de las limitaciones prácticas, y como consecuencia también teóricas, de ese movimiento real representado por las clases trabajadoras en proceso de constitución desde fines de siglo.9

Socialismo y movimiento obrero constituyen aquí trayectorias separadas y el marxismo no logra ser la “forma de la teoría” que represente aquel movi- miento real de formación del proletariado. A partir de ese diagnóstico, Aricó procura definir los elementos característicos de nuestra modernidad dependiente en los umbrales del siglo XX. La ausencia de un modo de producción dominan- te se traduce en una morfología sincrética en la que diversos modos y formas de producción se sobreimprimen, en tanto un incipiente capitalismo busca su-

8Justo, Juan B. «El momento actual del socialismo», citado en Aricó, 1999: 108.

9 Aricó, 1999: 22-23.

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bordinarlos sin eliminarlos. El trabajo de corte servil coexiste con otro asalaria- do, entorpeciendo la formación de una clase obrera moderna.

El desarrollo de un capitalismo inducido y la inmigración de fuerza de tra- bajo provocan una dislocación económica y social, generando lo que Aricó denomina “zonas de modernidad” y “zonas de atraso”, en parte determinadas por la concentración del naciente proletariado en las regiones ribereñas y por- tuarias. Estas limitaciones estructurales inclinan a ese proletariado en constitu- ción a formas corporativas, agudizando la disociación entre un proletariado urbano y unas masas populares fundamentalmente campesinas. Ninguno de estos sectores se siente identificado con el proyecto nacional de la burguesía y esa distancia de intereses respecto a las clases propietarias genera en las «zonas de modernidad» mayores condiciones de recepción para el anarquismo que para el socialismo.

El primero expresa cierto “subversivismo espontáneo de las masas” y, aún con menos potencialidad teórica, adquiere un contenido de clase que el socia- lismo reclama para sí con menor éxito. En un universo de explotación econó- mica y opresión política como el representado por el orden conservador10 las doctrinas libertarias ejercen, según Aricó, una «profunda fascinación sobre ese vasto mundo de los ‘humillados y ofendidos’11 “activando su constitución como clase obrera en detrimento de su desarrollo como clase nacional. Más nutrido a nivel teórico e incluyendo en su seno a notables intelectuales de la época, el Partido Socialista Argentino basa menos su acción en la obra marxiana (en general, escasamente conocida) que en el modelo ofrecido por la socialdemo- cracia alemana. De ésta trasciende sobre todo una visión del marxismo como «ideología del desarrollo y la modernización”, que adjudica al Partido el rol de institución de clase del proletariado, identificándolo con el progreso.

La geografía del socialismo argentino se corresponde en parte con la del proletariado urbano inmigrante, cuya hegemonía disputa al anarquismo y a otras corrientes radicales y democráticas. En cierto sentido -señala Aricó- la acción de anarquistas y socialistas contribuye a la escisión de clase y sociedad necesaria para la conformación de una conciencia de clase; pero, mientras la primera fuerza no logra estructurar una acción política positiva, la segunda va a terminar confinándose al rol de ala “radical de izquierda”12 y restringiendo el del movimiento obrero al de “polo radical del movimiento democrático bur- gués”13.

10Según la expresión de Botana, 1985. Si bien las prácticas políticas de la etapa son harto conocidas, acaso valga subrayar que en ese contexto Justo articula gran parte de su crítica política y en relación a él debe leerse su caracterización de la política criolla, también analizada por Aricó.

11Aricó, 1999: 33.

12Aricó, 1999: 42.

13Aricó, 1999:31.

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Más allá de las limitaciones y distorsiones de la práctica socialista, Aricó cree necesario revisar la hipótesis estratégica de su mayor teórico y para ello rescata y desmenuza la perspectiva de Justo, esfuerzo del pensamiento y parte de la odisea del socialismo latinoamericano, doblemente condenada por la historio- grafía liberal y la revisionista.

- II -

Según Aricó, Justo percibe el desajuste entre el desarrollo económico del país y su retraso político14. Para el líder socialista, la economía es dirigida por una clase terrateniente y comercial que induce un capitalismo viciado, encar- nada en un Estado parasitario15. El retraso político, por su parte, se refleja en la vigencia de la política criolla característica del orden conservador y en la inexis- tencia de partidos programáticos y orgánicos. La gran masa inmigratoria cons- tituye el sector doblemente golpeado por este modelo: explotada como mano de obra y políticamente excluida. Para Justo, esa exclusión abona el «cosmopo- litismo» obrero, volviendo la nacionalidad de origen único factor de identidad e inhibiendo el reconocimiento como clase dentro de un (nuevo) marco nacio- nal. Contrariamente a la perspectiva anarquista (que privilegia la identidad de clase sobre la identidad nacional), Justo considera que la nacionalización de las masas es condición de emergencia de la conciencia de clase. La lucha en ese sentido se convierte en un eje fundamental de acción. La unidad de los traba- jadores dentro del cuerpo nacional, diluiría la falsa oposición entre nativos e inmigrantes, para hacer surgir la verdadera entre proletarios y explotadores. Así, la modernización política habría de propiciar la democratización económica.

Consecuentemente, el segundo gran eje de la acción política del socialismo es la organización de la clase, pensada a través de tres organismos autónomos fundamentales, correspondientes a los frentes de acción gremial, económico y político: el sindicato, la cooperativa y el Partido. Este esquema remite a la expe- riencia belga16 y se orienta a posibilitar la unidad tendencial de la clase en torno

14Percepción que remite a Sarmiento, a quien Justo considera el mayor representante de la tradición democrático-liberal. Señala en definitiva una disociación característica de la moderni- dad, tanto más drástica cuanto más dependiente sea su desarrollo. Hay un «país político» y un «país económico», una economía modernizada y una política premoderna, contradicción integra- da sin embargo en una única etapa histórica. La doble explotación que sufren los sectores popu- lares -como trabajadores y como ciudadanos- es una marca de la persistencia de la república posible alberdiana, antes que de la proximidad de la verdadera.

15Aquí Justo reenvía a Sarmiento y se distancia de él. Ese Estado, a más de ser el reducto de las clases improductivas, es su instrumento y sirve activamente a la explotación económica de las clases subalternas.

16En el Acta de Fundación del PSA, Justo argumenta que en razón del retraso con el que este

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a una propuesta socialista. El rol del partido es medular: rige la organización de la clase, la educa y la depura de antiguos resabios nacionales.

Desde la perspectiva de Aricó, Justo intenta dar una respuesta al problema de una nación moderna que no logra ser aún (y no lo hará por mucho tiempo) la república verdadera. Formula una propuesta radical y democrática, que in- troduce una nueva institución de clase (el partido) y un nuevo sujeto histórico (el proletariado) en el centro del proyecto de un nuevo bloque social urbano- rural17. Aún teniendo una confianza en el proyecto análoga a la de la genera- ción del ’37, la idea de transformación de la sociedad distancia a Justo de esa tradición. Su figura aparece como “punto de inflexión entre el ideal democráti- co y el socialista”, intentando incorporar a las masas trabajadoras al proyecto regeneracionista del ala reformadora liberal.

Para Justo, si el proletariado adquiere un rol directriz, es posible pensar un estado moderno, democrático, laico y revolucionario; un estado capaz de disi- par la amenaza de una “catastrófica revolución social», reemplazándola por una «sabia y progresiva evolución”. Se desprende de su gradualismo la acepta- ción de la vía parlamentaria como parte fundamental de su estrategia. Esto lleva implícito el reconocimiento de un “vago cosmopolitismo prepolítico”18 en la clase obrera, que en parte no logra transformarse en clase nacional por su incomprensión del Estado. Las líneas fundamentales de la hipótesis de Justo apuntan a superar dialécticamente esa situación.

-III-

Luego de desplegar los elementos característicos de la estrategia justista, Aricó procura analizar las razones de su inadecuación. Observa que el socialis- mo no ha enfrentado el problema del poder, lo que limita su acción a la crea- ción de unas condiciones basada en la democratización de la vida ciudadana y

partido surge, debe tomar la experiencia más avanzada hasta el momento, y que ésta sería la belga por considerar los planos político, económico y gremial. El elemento más novedoso de ese ejemplo, de profunda trascendencia en nuestro país, es el cooperativismo. Aricó, 1999:75.

17La obra de Aricó está permeada de categorías gramscianas, entre ellas las de «bloque histórico» y «bloque social». Para estudiar el período de modernización tal marco parece especial- mente productivo, puesto que ofrece el instrumental con el que Gramsci trata de aproximarse a una realidad análoga, con agudas diferencias regionales -que describen también zonas de moder- nidad y de atraso- y consecuentemente, gran complejidad de las clases sociales reales. Pueden verse, editados por Nueva Visión, Notas sobre Maquiavelo la política y el Estado (traducido por el propio Aricó), El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Crocce, Cartas desde la cárcel y Los intelectuales y la organización de la cultura, selecciones que reúnen gran parte de la pro- ducción de Gramsci en su etapa en la cárcel, tratando de organizar temáticamente una obra que, por obvias razones, fue fragmentaria y dispersa.

18Aricó, 1999:123.

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en la organización de las clases populares en variadas formas de vida colectiva. Lejos de impugnarla, Aricó encuentra que “en esa apuesta estuvo acaso la mayor de sus virtudes”19 puesto que en ella incide una “fuerte dosis de roman- ticismo” que hace de la “dilatación” de los elementos de modernidad una pers- pectiva para el socialismo. Sin embargo, observa, hay una premisa errónea en el razonamiento de Justo: no existe transparencia entre economía y política. El desarrollo pleno del capitalismo no crea proletarios socialistas, como la amplia- ción de la base electoral en sentido democratizador no garantiza la democrati- zación económica. En el modelo de Justo, queda oscurecida la necesidad de una transformación global, esencialmente económica.

Aricó observa, además, cierta incapacidad para definir un proyecto hege- mónico: la lucha por convertir al PSA en la institución de la clase aísla al socia- lismo y lo inhibe de alianzas con otros sectores obreros. Esta tendencia, agrava- da a partir de sus éxitos electorales, da paso del gradualismo al transformismo y reduce el rol del socialismo al de partido de oposición parlamentaria. El papel que se adjudica como educador, como «la parte más inteligente y activa del pueblo»20 lo atrapa en una visión iluminista de la sociedad, que sitúa el privile- gio de la diosa razón en el PSA, segregándolo de las masas populares a quienes se dirige y recreándolo como otra élite.

Asimismo, en el plano económico habría una evaluación poco atinada de los éxitos del Régimen, pues las medidas liberales son apoyadas por el PSA confiando en la “fuerza depuradora de los impulsos automáticos del capitalis- mo”21, fuerza en cuyo libre desarrollo acaba por creer más el socialismo que la oligarquía, al frente de un Estado bastante más intervencionista de lo que se suele recordar. Tampoco el desarrollo del capitalismo es el que Justo supone: no hay en la Argentina un capitalismo “puro”, y por este desvío teórico (y pese a un denodado esfuerzo por comprender, por ejemplo, el problema agrario) las formas económicas reales se disuelven en la idealista “corriente ineluctable del progreso”. La distinción de Justo entre un capitalismo sano y uno parasitario, reproduce las categorías propias de éste (fundadas en la separación entre eco- nomía y política) y de sus clases dominantes. Así también, el modelo de orga- nización por frentes acabará por escindir la acción gremial de la política y la económica, y el socialismo alcanzará su límite histórico al no lograr la unidad teórico-práctica de aquello que el capitalismo divide.

Si bien este esbozo intenta reseñar lo medular del trabajo de Aricó, es im- portante subrayar que tanto los comentarios marginales como las nutridísimas notas tienen un valor inestimable, puesto que apuntan a múltiples vacíos histo- riográficos, ofreciendo algunas hipótesis sugestivas e iluminando desde su par-

19Aricó, 1999:43.

20Justo, Juan B. La Vanguardia, 1º-5-1897. Cit. en Aricó, 1999: 71.

21Aricó, 1999: 104.

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ticular clave interpretativa.

Por otra parte, recientemente han sido editados dos libros que pueden enri- quecer la lectura de La hipótesis de Justo y de la obra de Aricó en general. El primero es un texto de Juan Carlos Portantiero sobre Juan B. Justo que, ade- más de permitir una correcta contextualización de la figura del dirigente socia- lista, pone de relieve variados aspectos de su pensamiento político y económi- co22. El segundo reúne un importante conjunto de entrevistas realizadas a José Aricó entre los años 1974 y 199123. Esta selección ofrece un panorama de su pensamiento acerca de problemas políticos contemporáneos así como de su propia trayectoria intelectual, ligada a ese macro-objeto constituido por el so- cialismo y América Latina. Objeto del que se desgaja La Hipótesis de Justo, ensayo estimulante que escapa del olvido, que llega desde una ausencia inte- lectual de las más notables.

Ana Clarisa Agüero

BIBLIOGRAFÍA

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Tarcus, Horacio, 1996, El Marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcía-

des Peña, El Cielo por Asalto, Buenos Aires.

22Portantiero, 1999.

23Aricó, 1999.

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