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Slipak, Daniela, Discutir Montoneros desde adentro. Cómo se procesaron las críticas en una organización que exigía pasión y obediencia, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 2023.
Germán Nicolás Kippes *
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Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad, N°34, 2024, pp. 237 a 243.
RECIBIDO: 21/10/2024. EVALUADO: 28/10/2024. ACEPTADO: 04/11/2024.
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¿Existió la posibilidad de discutir puertas adentro de las organizaciones político-armadas de los años 70? Si la hubo, ¿cuán frecuente fue y cuál su grado de profundidad? Los reglamentos internos, cuando existieron, ¿fueron aplicados con el rigor que sus artículos dejaban entrever? Daniela Slipak buscó dar respuesta a estos interrogantes en la obra que aquí se reseña. Para ello, se propuso desarticular algunos de los sentidos que la sociedad otorga aún hoy a quienes estuvieron encuadrados en organizaciones político-militares durante las décadas de 1960 y 1970. Estos sentidos se adscriben a la idea de que quienes formaron parte de estas organizaciones ingresaron en regímenes disciplinarios estrictos e incuestionables. Según esta interpretación, solo se habrían producido voces disonantes en el momento en que las experiencias organizativas armadas estaban agotadas.
Desmontar estos sentidos llevó a la autora a indagar en el desarrollo de la organización político-militar argentina Montoneros. Esta organización se dio a conocer el 29 de mayo de 1970 con la denominada operación Pindapoy, es decir, el secuestro y posterior asesinato del General Eugenio Aramburu, durante el cuarto año de vigencia del gobierno dictatorial autodenominado Revolución Argentina.
Montoneros es el emergente de procesos propios de su época, aunque lo exceden. La comunicación entre el cristianismo y el marxismo (favorecida por el Concilio Vaticano II) y el triunfo de la revolución cubana fueron catalizadores en el contexto particular de la Argentina de los años 60 y 70, dando como resultado el surgimiento de numerosos grupos de militancia revolucionaria. La fusión de algunos de ellos derivó en la organización político-militar Montoneros, de identidad peronista y con el objetivo estratégico de instaurar el socialismo en Argentina. Esta organización experimentó un periodo de engrosamiento y ampliación durante los años 1971-1973, seguido de un periodo de descomposición de su estructura legal y la posterior partida al exilio de sus cuadros dirigentes entre 1974 y 1976. Año que, además, fue signado por el establecimiento de la última dictadura militar en Argentina.
Daniela Slipak es doctora en Estudios Políticos por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (Francia) y la Universidad de Buenos Aires. Especializada en la sociología de las identidades políticas, ha producido, entre otras publicaciones que abordan la historia reciente de Argentina y las estructuras identitarias dentro de Montoneros, Las revistas montoneras y De lealtades y traiciones. El enfrentamiento de la JP Lealtad con Montoneros a través de sus revistas, de 2013 y 2015 respectivamente. Actualmente se desempeña como investigadora adjunta del Conicet y profesora de grado y posgrado en el IDAES de la Universidad Nacional de San Martín y en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Militar y discutir. Discutir y militar. Las posibilidades de la alteridad ideológica
A lo largo de cinco capítulos, Slipak reconstruye las discusiones que existieron puertas adentro del fenómeno Montoneros durante todo su desarrollo. Este recorrido tiene el fin de recuperar la densidad y vivacidad de la subjetividad revolucionaria de quienes integraron la experiencia montonera, resaltando que, a pesar de estar estructurada por códigos y mandatos disciplinares verticalistas y rígidos, fue permeada por la discusión horizontal. El camino analítico que el trabajo de la autora plasma da comienzo con la puesta en tensión de lo antedicho, manifestado en la introducción que abre el libro.
El primer capítulo, titulado “Norma y discusión en Montoneros”, está atravesado por los siguientes interrogantes: ¿De qué manera se reglamentaba la vida interna en Montoneros? ¿Qué se exigía? ¿Cómo se tomaban las decisiones? ¿Había espacio para la discusión?
Como primera apreciación, la autora resalta que la organización Montoneros atravesó el devenir de sus miembros mediante códigos disciplinares, reglas consuetudinarias y prácticas cotidianas tendientes a normar y normalizar el espacio común. Estos mecanismos disciplinares constituían en los miembros de la organización mandatos formales y no formales que definían al militante montonero.
En términos formales, el primer código disciplinar se articuló en 1972, en pleno proceso de expansión de la organización, bajo el nombre de “Disposiciones sobre la justicia revolucionaria”. Este coincidió con la ampliación de las filas de la rama armada de Montoneros debido a la fusión y absorción de otras organizaciones, al tiempo que se ampliaba la masa de militantes mediante la creación de estructuras legales con miras a las elecciones de 1973. Este código proyectaba, en buena medida, el objetivo de normalizar a través de la normatización a la masa de nuevos militantes.
En 1975, durante un nuevo contexto para la organización, se desplegó el “Código de justicia penal revolucionario”. Este código se presentó en el marco del enfrentamiento abierto entre la organización y el gobierno de Isabel Perón; enfrentamiento que presenció la ampliación de la represión legal e ilegal por parte del Estado.
Slipak resalta que, si bien los códigos, como corpus legales de carácter penal, no fueron de común conocimiento entre la militancia, se puede percibir, a partir del análisis de testimonios, artículos y documentos, la identificación de una matriz normativa común. Esta matriz, afirma la autora, proyectó inculcar los ideales sacrificiales y de disciplina en la militancia, cada vez más efusivamente a medida que crecía la represión.
En lo que resta del capítulo, la autora analiza los mecanismos, variantes y grados de aplicación de los códigos en relación a si eran aplicados a militantes de base o a miembros de alta graduación. De ello se desprende que, a lo largo de la primera mitad de la década de los 70, Montoneros respondió al incremento de la represión estatal y a las dudas y temores de muchos miembros de la organización sobre su continuidad en la militancia, reforzando así la rigidez de la disciplina interna. Esta disciplina discursivamente derivó en la construcción estigmatizante de la figura del traidor, quien, por definición, encarnaba la antítesis de los valores de sacrificio, valentía, entrega, disciplina y arrojo que el "hombre nuevo" debía representar.
Canalizar las críticas: Las disidencias montoneras
Durante los capítulos dos al cinco, la autora realiza un desarrollo pormenorizado de la relación entre cada una de las disidencias que atravesaron la historia de Montoneros y la aplicación de los códigos disciplinares de la organización.
El capítulo dos, al que la autora dedica treinta y siete páginas, se centra en la primera experiencia disidente colectiva surgida en el seno de Montoneros y la que mayor proyección temporal tuvo: La Columna José Sabino Navarro (1972-1975). El capítulo comienza describiendo el proceso de surgimiento de la disidencia como fruto de la discusión entre los militantes detenidos tras el operativo realizado en 1970 en la localidad de La Calera (Córdoba). Slipak resalta y describe cómo esta discusión se vio atravesada por la reproducción de las normativas disciplinarias de la organización al interior del mundo carcelario; aunque a pesar de ello, los cuestionamientos y la producción de documentos críticos, en especial el denominado "documento verde", vieron la luz. En el desarrollo del capítulo, la autora recupera la trayectoria de la escisión, finalizando con un análisis de las posibles causas de su desarticulación en 1975, dando especial importancia a las dificultades de competir con la Juventud Peronista Regional y a la posibilidad de un enfrentamiento violento con Montoneros.
El tercer capítulo, titulado La Juventud Peronista Lealtad (1973-1974), recorre a lo largo de las treinta y tres páginas que lo componen el devenir de la experiencia disruptiva que llevó por nombre aquel que inspira al título del capítulo. Tras dedicar algunos renglones a caracterizar a la escisión leal, la autora inicia un recorrido por los procesos que desembocaron en el inicio de esta ruptura, particularmente en la Regional 1 de la Juventud Peronista, es decir, la provincia de Buenos Aires. A continuación, la autora recupera los puntos principales que fomentaron el descontento entre los militantes que se separarían de Montoneros y las autoridades de la organización, en especial las referidas a la concepción del peronismo, la figura del líder y los objetivos del movimiento. La autora identifica como ejes interpretativos de los disidentes a la fusión con las Fuerzas Armadas Revolucionarias como causante de un viraje de la organización Montoneros hacia posiciones tendientes a la izquierda; y a un proceso de militarización que, tras el regreso a la democracia y con Perón en la presidencia, eran injustificadas. Finalmente, la autora documenta cómo Montoneros aplicó acciones represivas y punitivas de diversa índole a los militantes díscolos.
El cuarto capítulo del trabajo de Slipak aborda la primera experiencia disidente producida al interior de Montoneros durante su período de exilio. Este tuvo un preludio a partir de 1974, cuando, en el contexto del incremento de la represión legal y paraestatal, algunos militantes partieron al exilio de forma individual. Para septiembre de 1976, ya iniciado el Proceso de Reorganización Nacional, la conducción nacional de Montoneros decidió exiliarse de forma orgánica para continuar operando desde el exterior de Argentina.
Slipak inicia el análisis de la disidencia recuperando y enunciando las transformaciones organizacionales que atravesó Montoneros durante 1976, con la fundación del Movimiento Peronista Montonero, el Partido Montonero y el Ejército Montonero. La autora destaca que, en la estructuración de estas nuevas entidades, se mantuvo la lógica funcional de sostener una faceta pública a la par de una clandestina.
La autora señala que el periodo correspondiente a 1976-1979 es entendido por la organización como defensa activa, considerando que dicha defensa se había saldado con éxito dado que no había dejado de existir, a pesar de las cuantiosas pérdidas en miembros y recursos. Para 1979, esta estrategia fue considerada por la conducción como superada, proyectando pasar a la ofensiva contra el gobierno dictatorial argentino, a través de lo que se conoció como “la contraofensiva”. Este plan implicaba infiltrar en Argentina a un conjunto de militantes montoneros distribuidos en equipos destinados a realizar acciones militares, de propaganda o de articulación con espacios locales susceptibles de organizar una resistencia efectiva contra la dictadura.
Sin embargo, en la proximidad al inicio de la contraofensiva, algunos cuadros militantes decidieron comunicar su desprendimiento de Montoneros. Poco después, el 9 de junio, en Roma, Italia, se dio a conocer el nacimiento del Peronismo Montonero Auténtico (PMA), tercera escisión en la historia de Montoneros. Esta división, analiza Slipak, no solo se vio motivada por discrepancias sobre la estrategia de la contraofensiva, sino también por conflictos y descontentos que los disidentes que conformarían luego el PMA habían transitado durante años. Estos motivos incluyeron, en particular, el abandono del trabajo territorial por parte de la organización y el desamparo en que quedaron muchos militantes de base una vez que la organización pasó nuevamente a la clandestinidad en septiembre de 1974. A esto se sumaron las críticas heredadas de disidencias previas. Es importante resaltar que esta escisión, a diferencia de las anteriores, no elaboró una extensa revisión sobre el peronismo o Perón, sino que se centró en criticar las decisiones tácticas y estratégicas de Montoneros, especialmente en relación a la contraofensiva misma. En lo que resta del capítulo, la autora reconstruye las críticas que dieron origen a la escisión, así como la respuesta que Montoneros ofreció frente a estas. Al final del capítulo, la autora remarca una de sus hipótesis más relevantes: las normas y estructuras disciplinares de Montoneros no pueden atribuirse únicamente a la imposición de una conducción aislada de la realidad, sino que atravesaron y fueron reproducidas, en mayor o menor medida, en toda la extensión de la organización.
El último capítulo, compuesto de treinta y cuatro páginas, dedica su atención a la última escisión acontecida al interior de Montoneros: Montoneros 17 de octubre. Al igual que en los capítulos precedentes, Slipak realiza una reconstrucción del desarrollo de las discusiones que llevaron a que en marzo de 1980 se produzca el desprendimiento de un grupo de militantes que venía manifestando críticas a la conducción nacional, tanto en relación con el desarrollo y resultado de la contraofensiva, como con críticas de larga data, como el militarismo, el exitismo, la falta de diálogo interorganizacional, entre otras. Slipak continúa el capítulo realizando un análisis detallado de la ambigüedad de las críticas e interpretaciones que esta última disidencia enarboló, siendo en parte heredera de discusiones y críticas precedentes, y en parte continuadora de interpretaciones que la hermanaban con su espacio de origen.
Slipak concluye el capítulo analizando la desarticulación de Montoneros 17 de octubre, no sin resaltar que entre los testimoniantes de su investigación surge como uno de los motivos la reproducción de relaciones, estructuras y tramas autoritarias propias de la organización de origen.
Oír para ver. El Valor de los testimonios para la densidad explicativa
Las últimas páginas del trabajo permiten observar el desarrollo de las conclusiones a las que llega la autora. Entre ellas, es particularmente relevante el análisis planteado por Slipak en relación con la interpretación de por qué quienes aportan sus testimonios sobre sus experiencias dentro de Montoneros o sus disidencias, y sobre la aplicación de las normas en la organización, suelen describir las normas como algo impuesto externamente, representando así una desviación del espíritu de la organización. Esto, a su vez, se interpreta como una oposición entre las bases militantes y la conducción, considerando a esta última como autoritaria y cerrada. Slipak considera factible postular que las normas y las prácticas disciplinares no solo se articularon en un código escrito, sino en un proceso de aplicación atravesado por representaciones sobre lo que significaba ser militante, lo que en la práctica se manifestó en mandatos autoimpuestos que llevaron a los militantes a reproducir entre sí lógicas que luego impugnaron y adjudicaron únicamente a la conducción nacional. Esta contribución al complejo proceso de articulación entre representación, acción, crítica y reproducción es quizás el mayor aporte del trabajo de Slipak al estudio de las identidades y prácticas militantes.
* Universidad Nacional de Córdoba. Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichon, Facultad de Filosofía y Humanidades. E mail: germankippes87@gmail.com