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Ernesto Semán, Breve historia del antipopulismo. Los intentos por domesticar a la Argentina plebeya, desde 1810 a Macri, Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires, 2021.
Santiago Campana*
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Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad, N° 32, 2023, pp. 205 a 2010.
RECIBIDO: 01/06/2023. EVALUADO: 15/06/2023. ACEPTADO: 15/06/2023.
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“Populismo” es uno de los principales términos al que tanto académicos, políticos y ciudadanos recurren para caracterizar diferentes fenómenos de la realidad social, especialmente en la Argentina. A pesar de su amplia presencia en el debate público, carecemos de estudios sobre su concepto antagonista, el antipopulismo. Ante ese vacío, Ernesto Semán escribió su ensayo Breve historia del antipopulismo. Como lo indica su título, el libro recorre la historia del antipopulismo en la Argentina, desde la Revolución de Mayo de 1810 hasta el final del gobierno de Cambiemos en 2019.
El argumento central es que la Argentina se imaginó desde su origen cómo un país sedicioso, a partir de la invención de un mundo plebeyo que amenaza el orden establecido. Ante esto, las élites imaginaron diferentes formas de “contener, suprimir o corregir esta amenaza” y proyectar “un futuro redentor” (p. 10). Siguiendo esta tesis, el libro recorre las diferentes formas que adoptó el antipopulismo, a partir de dos temporalidades superpuestas. Por un lado, una historia larga, que aborda cómo las élites pensaron el lugar que les tocaba a las masas en la vida política nacional a partir de 1810. Lo que primaba era imaginar una forma de integrar al mundo plebeyo a la esfera política sin afectar el statu quo, pero esta fórmula de integración controlada tuvo dos rupturas en el siglo XX: con el radicalismo y con el peronismo. A la vez, Semán postula una historia corta del antipopulismo, marcada por la crisis del modelo industrial durante el último medio siglo, donde se impuso una forma específica de antipopulismo, liberal y conservadora, que logró triunfar electoralmente en 2015.
Semán explicita que su motivación para escribir el ensayo partió —además de los limitados abordajes académicos sobre el tema— del amplio consenso que presentan las miradas antipopulistas. Esto lleva a que el libro esté orientado a un público de amplio espectro, desde lectores que consumen literatura histórica-política hasta una audiencia más especializada. Para agilizar la lectura, el cuerpo del texto carece de notas al pie y de referencias bibliográficas. Únicamente al final cuenta con una serie de notas bibliográficas, señaladas según el número de página. En esta misma línea, la prosa de Semán toma distancia en varios pasajes de la rigurosidad de la escritura académica, pero manteniendo la profundidad del análisis.
Breve historia del antipopulismo comienza con una introducción donde se exponen las hipótesis, las preguntas centrales y las claves interpretativas. A partir de allí, el libro está estructurado de forma cronológica en tres partes. La primera, “Prehistoria”, va desde la fecha fundacional de la Revolución de Mayo hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña, y está compuesta de tres capítulos. El primer capítulo se focaliza en las consecuencias de los episodios de 1810, donde la variopinta plebe ocupa un lugar central durante el proceso revolucionario y en la posterior organización del estado nacional. Ante eso, las élites comenzaron a imaginar cómo domesticar e incorporar al mundo popular a su proyecto de país. El siguiente capítulo se centra en cómo la producción de Sarmiento y su generación puso de relieve tres elementos que se convertirán en parte nodal de las miradas antipopulistas: el liderazgo de los caudillos, el lugar de sus seguidores y los fundamentos de la lealtad. Los proyectos antipopulistas elaborados por las élites en estas décadas tienen como horizonte un sistema político inclusivo y con cierto igualitarismo, aunque también sostenían que debía postergarse la participación de las mayorías en la vida política. En el capítulo tercero se aborda el problema de la integración de las masas a la política entre finales del siglo XIX y principios del XX, donde la amenaza plebeya ya no era el gaucho rural sino los inmigrantes que llegaban a las ciudades.
La segunda parte, “Historia”, es la más extensa, con cinco capítulos, y va desde la llegada al poder de Yrigoyen hasta el final de la última dictadura militar en 1983. El primer capítulo de esta sección se centra en el ascenso del radicalismo, el primer movimiento populista argentino del siglo XX, donde por la política de masas comienza a tomar forma el país que dará lugar al peronismo. Luego, el capítulo quinto se enfoca en la década de 1930 hasta la irrupción del peronismo, época en la que el antipopulismo inclusivo vivirá sus últimos momentos de apogeo. Posteriormente, el sexto capítulo aborda los años del primer peronismo, caracterizado como la experiencia populista más importante de América Latina. En este tiempo, el antipopulismo comenzará a sufrir cambios que llegan hasta la actualidad, al ir clausurando la posibilidad de integrar política y económicamente a amplios sectores populares, y apelando a soluciones cada vez más violentas y autoritarias. El séptimo capítulo recorre los años entre el golpe de Estado de 1955 y el de 1976. Tras el derrocamiento de Perón estallan las diferencias dentro del bloque antiperonista, lo que llevará a la formulación de diferentes versiones del antipopulismo que buscarán superar el legado peronista. Son años de procesos trascendentales en la historia del antipopulismo: por un lado, progresivamente la amenaza populista pasará de ser el peronismo a su legado, es decir, la organización colectiva de las clases bajas; por otro, tras el Cordobazo se irán desarrollando formas estatales más represivas para domesticar a la Argentina plebeya. El siguiente capítulo se centra en los años de la última dictadura militar, cuando finaliza la experiencia populista y se desarrolla la versión más violenta del antipopulismo argentino en la búsqueda de restaurar las jerarquías sociales, disciplinar a los trabajadores y a sus sindicatos. Son los años del “consenso posindustrial”, donde comienza a tomarse al “individuo neoliberal” como modelo a seguir.
La tercera y última parte es “Posthistoria”, compuesta por dos capítulos y una breve coda, que abarcan desde la asunción de Alfonsín hasta la derrota de Cambiemos en 2019. En el noveno capítulo se detalla la elaboración del “consenso alfonsinista”, una nueva fórmula política de la vuelta de la democracia, que buscará conjugar derechos humanos, sociales y políticos, con un “rol dominante del Estado y de la acción colectiva para la realización de estos derechos” (p. 212). Sin embargo, el proyecto de Alfonsín es políticamente antipopulista, ya que busca superar el pasado populista a partir de un proyecto socialmente inclusivo. Ante su fracaso, será con la presidencia de Menem cuando se logrará desmantelar la herencia peronista. Este gobierno es caracterizado como pospopulista (p. 220), puesto que no desaparece un horizonte igualitario, sino que el mismo podría ser realizado únicamente bajo la reestructuración de la sociedad y la sumisión a las lógicas del mercado. El último capítulo se enfoca en los años que van desde la crisis del 2001 hasta el fin del gobierno de Macri. El antipopulismo del siglo XXI, conservador y neoliberal, se estructura en oposición a los gobiernos kirchneristas, y tendrá como objetivo desarmar la organización del sujeto popular y su acción colectiva, para reemplazarlo por el individuo motivado por el mérito y la razón como agente político y económico. Con el triunfo de Macri en el 2015, las élites lograron obtener la victoria electoral a partir de un discurso antipopulista, e incluso mantuvieron un alto piso de votos en la derrota del 2019. El libro finaliza con una breve coda, centrada en el análisis del primer año y medio de la pandemia comenzada en el 2020, donde se vislumbra la persistencia y vitalidad del proyecto de país antipopulista.
Entre las contribuciones originales de Semán, se puede resaltar la escala temporal de larga duración utilizada por el autor, una apuesta audaz, especialmente para los formatos académicos que priorizan la fragmentación temporal y temática. Si bien el libro está estructurado cronológicamente, el autor da recurrentes saltos para atrás y adelante, logrando trazar comparaciones entre diferentes momentos históricos. Por ejemplo, las problemáticas surgidas en el siglo XIX son conectadas con procesos de los siglos siguientes. Como señala en la introducción, la prehistoria del antipopulismo es tan importante como su historia posterior del siglo XX, ya que el antipopulismo “se concibe como la lucha contra la presencia espectral del pasado” (p. 13). De forma similar, las experiencias populistas del siglo XX se transforman, tras su culminación, en otra de esas formas fantasmagóricas que atemorizan a las élites, incluso en el nuevo milenio.
Otro punto fuerte de su argumentación es la construcción del concepto de antipopulismo. El antipopulismo explicado por Semán no es una abstracción ahistórica e inmutable que aplana la explicación histórica, sino que adopta forma y contenido específico dependiendo del momento histórico y del espacio político-intelectual que lo formule: existe una amplia gama de antipopulismos, de izquierda y derecha, inclusivos y exclusivos, que buscan corregir las implicancias del populismo. De forma análoga, el autor construye un largo linaje del sujeto popular y sus representaciones, desde el gaucho rural decimonónico, pasando por el “compadrito” de principios del siglo XX, el “cabecita negra” peronista, hasta el “choriplanero” de los años kirchneristas; pero respetando y señalando las características propias que adoptó la plebe en cada período.
El libro también aborda el problema del populismo. Si bien Semán reconoce la complejidad para definirlo, señala que el populismo no es una identidad reinvindicada como propia, sino una forma de acusación. De esta forma, diferencia entre el populismo como concepto formulado en la segunda mitad del siglo XX, es decir, una forma de señalar la integración defectuosa de las masas a la política que imposibilita alcanzar el ideal de país soñado por las élites, de los populismos latinoamericanos realmente existentes como experiencias históricas del siglo XX. En este sentido, es novedoso que, al poner como punto final del populismo el año 1976, los gobiernos de Alfonsín y los de los años kirchneristas son ubicados dentro del concepto de “consenso alfonsinista”, más cercanos a una idea de antipopulismo inclusivo que del populismo clásico.
Para construir su argumentación, Semán recurre a un amplio registro de lecturas, tanto de disciplinas sociales como procedentes de la literatura, poniendo en diálogo fuentes secundarias y primarias. Su ensayo termina resultando cualitativamente interesante por sus múltiples enfoques, que van desde examinar las representaciones simbólicas de los sujetos sociales y los idearios políticos de las élites, pasando por el análisis de obras artísticas, hasta relacionar su argumento con las estructuras socioeconómicas del país. A la vez, el libro recorre otros problemas transversales de la historia argentina, como la “modernización” y la “transición”.
Un punto del ensayo que puede ser profundizado en otros estudios es la comparación regional. Semán señala el carácter transnacional del antipopulismo como identidad política, ya que el discurso de las elites se nutrió de ideas de otras latitudes. A la vez, otra tesis central es que el antipopulismo liberal de las últimas décadas se basa en la convicción de que Argentina está desfasada con el mundo, puesto que cuando se produce la “revolución conservadora” de Reagan y Thatcher, que separa derechos sociales y humanos, en el país se busca instalar el “consenso alfonsinista”. Sin embargo, el único momento en que se desarrolla con mayor profundidad un análisis comparativo con otros países es en las últimas páginas del libro, donde dialogan las trayectorias de Chile y Argentina en las últimas décadas, además de poner en juego el auge de ultraderechas en el mundo (como Trump y Bolsonaro) con el porvenir del gobierno de Macri.
Si el antipopulismo aparece como “lo normal” en el imaginario social argentino, Semán logra desnaturalizarlo y pensarlo críticamente. En este sentido, Breve historia del antipopulismo cumple con dos objetivos. Por un lado, el antipopulismo argentino deja de ser un campo prácticamente inexplorado para convertirse en un terreno fértil para futuras investigaciones. Una de las principales fortalezas del ensayo de Semán es su capacidad de originar nuevas líneas de investigación sobre el antipopulismo, en diferentes ámbitos, momentos y geografías. Pero, por otro lado, el libro no se limita al interés historiográfico, sino que cumple con el propósito de otorgarle al lector general una lectura original y estimulante. Posiblemente, el presente y el futuro del país lleve nuevamente a muchas personas a recorrer estas páginas para obtener claves interpretativas sobre la realidad social argentina.