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Acerca de las prácticas de denuncias y delaciones en la territorialidad catamarqueña luego del 24 de marzo de 1976[1]

 

Jorge Alberto Perea*  

María Alejandra Pascual**

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Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad, N°32, 2023, pp. 158 a 182.

RECIBIDO: 20/05/2023. EVALUADO: 07 /07/2023. ACEPTADO: 07/08/2023.

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Resumen

En este trabajo nos proponemos describir y analizar un conjunto de denuncias y delaciones contra “la corrupción, la inmoralidad y la subversión” que se realizaron en la territorialidad catamarqueña luego del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. De acuerdo a los testimonios de las víctimas de estas prácticas, un significativo número de las denuncias y delaciones fueron incentivadas por funcionarios provinciales de bajo y alto rango, por mandos policiales y, en especial, por el diario El Sol, en sus dos ediciones de Catamarca y de La Rioja. Nuestra intención es recuperar algunos de los artículos y editoriales que, en la prensa escrita provincial, justificaron estos actos y valorar, además, el rol que pudieron cumplir en el despliegue del aparato represivo de la dictadura en el ámbito local.

Palabras clave: Prácticas – Denuncias – Delaciones – Dictadura – El Sol – Catamarca.

Summary

In this paper we propose to describe and analyze a set of denunciations and denunciations against "corruption, immorality and subversion" that were carried out in the territory of Catamarca after the coup d'état of March 24, 1976. According to the testimonies of the victims of these practices, a significant number of the complaints and denunciations were encouraged by low and high-ranking provincial officials, by police commanders and, especially, by the newspaper El Sol, in its two editions of Catamarca and La Rioja. Our intention is to recover some of the articles and editorials that, in the provincial written press, justified these acts and to assess, in addition, the role that they could play in the deployment of the repressive apparatus of the dictatorship at the local level.

Keywords: Practices denunciations denunciations dictatorship El Sol Catamarca

 

 

 

 

 

Ellos le pagaron treinta monedas de plata.

Y desde entonces Judas anduvo buscando

el momento más oportuno para entregarles a Jesús.

(Mateo 26:14-16).

 

De acuerdo a los testimonios que han realizado los ex presos políticos y familiares de desaparecidos catamarqueños que han sido entrevistados para este trabajo, las denuncias y delaciones de carácter anónimo contra quienes eran calificados como “elementos subversivos” ya se producían antes del 24 de marzo de 1976 especialmente contra quienes eran militantes de la Juventud Peronista Regionales[2] durante la gestión del gobernador Hugo Alberto Mott[3] pero se volvieron más frecuentes en los primeros tramos de la dictadura militar. Desde entonces, fueron cotidianamente incentivados por funcionarios provinciales de bajo y alto rango, por mandos policiales y por los diarios El Sol de Catamarca y El Sol de La Rioja que, a través de notas y editoriales, demostraron cotidianamente su apoyo al proyecto político de la dictadura.

Desde nuestra perspectiva, y a casi cinco décadas del 24 de marzo de 1976, es importante valorar críticamente el rol desempeñado por los medios de comunicación locales en la justificación del terrorismo de Estado y en la difusión del proyecto político-social de la dictadura.

Si bien en este contexto histórico los mecanismos de las denuncias y de las delaciones se vincularon, siguiendo a Daniel Lvovich[4] consideramos que estos actos no eran similares, ya que el delator era un informante que mantenía una relación regular con las áreas de inteligencia militar o policial, cobrando dinero u obteniendo protección a cambio de la información que ofrecía. En cambio, quien denunciaba lo hacía en forma circunstancial, motivado por los celos, por viejas discordias, por miedo o por el convencimiento de que así se cumplía con un deber de carácter patriótico.

A partir del golpe de Estado y en el marco del progresivo disciplinamiento de amplios sectores de la sociedad a través del uso de la violencia represiva algunos catamarqueños que no necesariamente mantenían un compromiso ideológico evidente con el régimen acusaron, en forma anónima y secreta, a sus propios compañeros de trabajo. Décadas después, estas acciones son rememoradas con dolor por quienes fueron señalados como “subversivos” y perdieron sus trabajos, fueron detenidos u obligados al exilio.

 

 

El Sol y su diagnóstico de “una sociedad enferma”

La primera edición del diario El Sol de La Rioja y de Catamarca se lanzó a las calles en 1972. El nuevo medio gráfico era propiedad del “Gallego” Tomás Álvarez Saavedra, un empresario de origen bonaerense que se autodefinía como católico tradicionalista y peronista ortodoxo. Durante los años 70 y 80, su grupo empresarial realizó importantes inversiones en el Noroeste, Cuyo y Córdoba, principalmente con la cadena de casinos y hoteles Sussex.

Desde sus inicios, el tabloide cotidiano fue la expresión periodística de los intereses comerciales y políticos de Álvarez Saavedra y, además, se propuso competir en ventas e influencia con los diarios La Unión de Catamarca y El Independiente de La Rioja que se publicaban en formato sábana. Para lograrlo, y como parte de una estrategia de expansión comercial y de fortalecimiento editorial, en 1973 el matutino comenzó a imprimir en sus talleres gráficos riojanos dos ediciones diarias que contenían noticias locales diferenciadas para Catamarca y La Rioja.

Desde ese momento, y con los matices en la cobertura de las noticias que eran propios de cada equipo de redacción, El Sol de La Rioja y El Sol de Catamarca atacaron sistemáticamente a quienes consideraban sus enemigos declarados: los católicos tercermundistas, la izquierda marxista y el peronismo revolucionario.

Por ejemplo, en el juicio realizado en La Rioja por el homicidio del obispo Enrique Angelelli, algunos testigos destacaron el rol desempeñado por El Sol de La Rioja en la persecución y estigmatización de Angelelli y de otros sacerdotes y laicos comprometidos. En Catamarca, la edición local de El Sol alertó sobre la presencia de elementos izquierdistas en el gobierno peronista y celebró la detención de militantes y dirigentes de la Juventud Peronista Regionales en la segunda mitad del año 1974.

Luego del golpe de Estado, El Sol de Catamarca celebró la llegada de la nueva dictadura militar y sostuvo que,

 

Catamarca, al igual que muchos de sus territorios hermanos, se encuentra gravemente enferma [...] Cuando las actuales autoridades anunciaron, a las pocas horas de la toma del poder, la iniciación de un proceso integral de reconstrucción nacional, todos, quién más, quién menos, íntimamente hizo votos para sumarse a esa cruzada.[5]

 

En la nota se juzgaba que, ante lo que se veía como un generalizado clima de violencia que era descripto como “insoportable” en el medio gráfico, nuevamente se había hecho necesario la intervención de las FFAA “¡Que la casi totalidad de la ciudadanía aguardaba y pedía!”[6] y se advertía que la conquista de la paz exigiría de todos los argentinos su cuota de sacrificio, sin importar la edad ni la clase social.

Según El Sol de Catamarca, los argentinos estaban en guerra contra un enemigo perverso que conspiraba en forma oculta desde hacía décadas para destruir al ser nacional y que, a juzgar por los hechos, casi había logrado consumar su intención, gracias a la desidia de algunos y a la ingenuidad o la torpeza de otros. Por lo tanto, junto “a la planificación de recursos y organización administrativa necesaria para encarar con toda seriedad, ese camino de reconstrucción anunciado”,[7] el desafío de gobernantes y gobernados consistía ahora, principalmente, en erradicar “malas prácticas politiqueras [...] mezquinos intereses sectoriales o personales y [...] la mediocridad que obnubila el presente y le quita alas al futuro”.[8]

Para El Sol de Catamarca y El Sol de La Rioja, en la nueva hora era necesario aprender de los errores cometidos. Todos tenían, entonces, un rol que desempeñar en la batalla por el futuro de la Patria.

Si bien el uso de este tipo de consignas no era novedoso en el diario catamarqueño, a partir del 24 de marzo de 1976 se inició una verdadera escalada propagandística con el fin de asegurar el apoyo de la mayoría de la sociedad al autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”. Entre las acciones requeridas por El Sol, se alentó en los ciudadanos y ciudadanas un nuevo tipo de compromiso patriótico: hacer denuncias de carácter secreto contra los potenciales subversivos en el territorio local.

Esta invitación implicaba un verdadero salto cualitativo con respecto a los momentos precedentes, en los que las denuncias de la “infiltración marxista” o del “peligro rojo” eran generalmente publicitadas, con intención pedagógica, mediante la publicación en El Sol de las declaraciones de funcionarios del gobierno provincial o a través de las solicitadas de los comandos provinciales del Partido Justicialista catamarqueño y riojano.

Con el golpe de Estado, El Sol mantuvo una posición de exultante glorificación de las FFAA y de invariable justificación de la represión emprendida, junto a una persistente pulsión a identificar y a denunciar a los individuos e instituciones que eran calificadas como “peligrosas” para la sociedad.

Por ejemplo, en la columna Vox Populi era frecuente encontrar comentarios como el que se transcribe, en los que se advertía sobre la presencia de actividades subversivas:

 

Ratificando la información que adelantáramos en VOX POPULI del 17-IX-73 y reiteráramos en la columna del 18-IX-73 estamos en condiciones de afirmar que en una escuela primaria de nuestra Capital, cierta docente apodada “la Chacha” exigió a sus alumnos una composición sobre los sucesos acaecidos en Chile, señalándoles que debía insistirse sobre detalles tales como que Allende FUE ASESINADO, que todo lo acontecido es consecuencia DE LA NEFASTA INTROMISIÓN DEL IMPERIALISMO YANQUI y que hace falta una verdadera solidaridad con los partidos de la izquierda trasandina. A lo anterior debe agregarse que la composición de referencia, muy sugestivamente les fue exigida a los alumnos EN UNA HOJA SUELTA ¿Para qué no formará parte del cuaderno de deberes? Y HASTA LA FECHA NO LES HA SIDO DEVUELTA debidamente corregida. Curioso.[9]

 

Este tipo de apostillas eran la regla y no la excepción para El Sol. Durante los años 1974 y 1975, en su edición riojana se publicaron casi cotidianamente cartas de supuestos lectores que servían para transmitir, en verdad, las “listas negras de extremistas” confeccionadas por los grupos de extrema derecha de la provincia.

Además, en El Sol se insistió sistemáticamente en descalificar a La Unión en Catamarca[10] y a El Independiente en La Rioja. Pero uno de los enemigos preferidos del diario de Álvarez Saavedra sería el Monseñor Enrique Angelelli o “el cura rojo”, como se lo conceptuaba despectivamente. Con persistencia, El Sol de La Rioja acusó al obispo de generar divisiones artificiales en la “armónica sociedad riojana” y de introducir “agentes foráneos” (los curas y catequistas tercermundistas) para preparar una supuesta guerrilla campesina en la provincia.

El ex detenido político Plutarco Antonio Schaller, quien fue uno de los periodistas cooperativistas del diario El Independiente de La Rioja,[11] recordó en testimonio judicial que El Sol

 

Permanentemente humillaba y blasfemaba al Obispo mientras que desde el diario El Independiente defendíamos al Obispo Angelelli pues era un diario volcado al beneficio de las clases populares. El diario “El Sol” estaba formado por gente que no era de la Rioja, pero los de El Independiente sí, que le interesaba lo que ocurría en la Rioja.[12]

 

Estos actos plenos de “humillación y de blasfemia” contra Angelelli buscaban, como fin principal, hacer plausibles las denuncias que la ultraderecha riojana hacía sobre la secreta existencia de un plan subversivo en la provincia,

 

Durante más de cinco años los católicos de la Rioja nos hemos venido presenciando sorprendidos como la acción de un Obispo, se viene desarrollando

en un plan sistemático de lisa y llana destrucción de la Iglesia y de la Fe Cristiana. Y esto lo hemos repetido ya varias veces, como hemos fijado también, concretamente, como actúa en nuestro medio el clan marxista-alipioso-clerical (sic), cuya “trilogía” está trabajando en una monolítica unidad y cuyo comando-cerebro se integra por los curas tercermundistas, el alipioso de la 9 de Julio y los marxistas, quienes se han propuesto copar el Movimiento justicialista, a través de la infiltración, y destruir la fe religiosa del pueblo.[13]

 

Para El Sol de La Rioja, el obispo Angelelli era el rostro visible de la “sinarquía internacional”[14] que se había infiltrado en la Iglesia católica y en el peronismo de la provincia.

De acuerdo a Guillermo Alfieri[15] el diario respondía así a los intereses políticos de su propietario, de un grupo de latifundistas riojanos y de católicos preconciliares que se autodenominaban los Cruzados de la Fe.[16] Esta alianza tenía reconocidos vínculos con elementos parapoliciales que continuarían actuando en la última dictadura, con la organización ultramontana Familia, Patria y Propiedad y con los sectores más reaccionarios del propio peronismo riojano.

El visceral odio contra Angelelli era motivado por la participación de los sacerdotes y laicos de la Iglesia católica en la organización sindical del campesinado sin tierra de los Llanos riojanos y en la solidaridad demostrada con sus pedidos de reforma agraria. Con una sucesión de notas alarmistas, El Sol de La Rioja denunció que el movimiento cooperativo impulsaba un levantamiento revolucionario que pretendía despojar de sus tierras a sus legítimos propietarios.

 

 

La delación como práctica sanitarista en la territorialidad catamarqueña

El 14 de mayo de 1976, el recién designado jefe de la policía catamarqueña, mayor Juan Daniel Rauzzino,[17] anunció a la prensa que “tenía el firme propósito de erradicar del medio a tres flagelos: la corrupción, la inmoralidad y la subversión”.[18]

Sin tardanza alguna, Rauzzino fue del dicho al hecho: en una razzia realizada esa misma noche en la “Zona Roja” de San Fernando del Valle de Catamarca se detuvo a menores de edad y a mujeres que ejercían el “infamante oficio de la prostitución”.[19]

La noticia del exitoso operativo policial se publicó al día siguiente en La Unión y en El Sol de Catamarca, que transcribieron, sin agregar comentarios propios, las declaraciones matutinas del mayor Rauzzino. Se iniciaba así, un periodo en el que el accionar represivo contra las conductas y los espacios sexuales disidentes se convirtió en una de las marcas distintivas de la dictadura militar en la provincia.

Si bien en Catamarca las prácticas persecutorias contra “putas”[20] e “invertidos”[21] no eran una novedad en sí mismas, en los meses posteriores al 24 de marzo de 1976 se vieron exponencialmente reforzadas, tal como se rememora en los testimonios orales de ex efectivos policiales y de integrantes de la comunidad gay catamarqueña.

Esta campaña moralizadora, en el marco de una lucha generalizada contra la agresión del Otro subversivo, se hacía en defensa de un Nosotros heteronormado y católico que, según la percepción de quienes alentaban y justificaban la delación y persecución, era continuamente expuesto a la corrupción por las prácticas sexuales disidentes.

En la proyección fantasmática de los golpistas los límites del territorio local a vigilar se expandían constantemente. Para ellos, la subversión armada e ideológica persistía gracias a su capacidad de invisibilizarse adentro de lo normal y, paradójicamente, la ausencia de acciones por parte de la guerrilla era una prueba concluyente de su existencia en la provincia. Por eso, según el mayor Rauzzino, ante la persistencia de este velado peligro, la sociedad debía crear anticuerpos y colaborar delatando

 

Con respecto a Catamarca –añadió existe la subversión, aunque no haya evidenciado su accionar, porque la subversión actúa y rinde más sus frutos cuando no se muestra [...] Nuestro objetivo –dijo es desentrañar dónde está la subversión y erradicarla. Este no es un problema de las Fuerzas Armadas solamente, no, esta es una guerra total y toda la nación está en armas. Es por eso que la población tiene que apoyar a las fuerzas legales.[22]

 

En su acepción más sintética, delatar es denunciar a los servicios de seguridad del Estado a una persona o un grupo que está realizando algo ilegal. Definido así, los límites de la “ilegalidad” eran enormes en su extensión, ya que estos varían de acuerdo al momento/lugar histórico y a las características del régimen de gobierno. Al respecto, son muchos los relatos literarios o de índole histórica que han descripto a las denuncias y delaciones anónimas como prácticas usuales tanto en experiencias totalitarias como en sistemas democráticos.[23]

Rauzzino esperaba la colaboración de los catamarqueños y, sobre todo de

 

La prensa [pues] cumple un rol importante en tal sentido y como tal, debe aportar a la policía, todo lo que sirva como medio para la lucha contra la delincuencia. Durante una hora y a poco más de 24 horas de su asunción, el nuevo jefe describió en su despacho su visión sobre los peligros a enfrentar a los hombres de los órganos escritos, de la radio, como así también de agencias y matutinos porteños.[24]

 

Debía denunciarse todo gesto, intención o acto que “enfermara” a la sociedad. Así, la policía podría saber con anticipación a qué lugares se debía ir para asegurar la tranquilidad de todos los catamarqueños.

La policía fue consecuente con el objetivo de perseguir a la “inmoralidad”. En la madrugada del 16 de mayo de 1976. sus efectivos “irrumpieron en casas de cita, garitos y demás lugares donde la corrupción se hacía presente” y se llevaron detenidas a más de 80 personas, entre ellos, a numerosos menores y a “24 mujeres que ejercían el infamante oficio” de la prostitución.

Desde ese momento, se volvió habitual la irrupción de uniformados en locales bailables y en otros lugares de diversión nocturna que eran “habitualmente concurridos por la gente joven” para controlar la presencia de “sujetos indeseables” (un eufemismo recurrente en las noticias policiales para nombrar a los homosexuales) que perturbaban el deber ser heterosexual de los varones y las mujeres.

En el ejercicio de la vigilancia, los sabuesos policiales utilizaban como un indicador de dudosa moralidad ciertas formas de vestir que consideraban llamativas o discordantes

 

Recuerdo que yo recién había terminado la secundaria y con mis compañeros fuimos a bailar al Hotel Ancasti, ahí funcionaba una boîte en las que íbamos adolescentes bien caqué [“gente bien”]. Ahí vi cómo, a la salida, los policías detuvieron y maltrataron a un rubito por nada, porque tenía la camisa floreada y el pelo largo, hermoso. Eso fue porque era raro, no parecía de aquí y para esos brutos tenía pinta de maricón. Luego supimos que era porteño, de visita en Catamarca y con novia de sociedad. El maricón, que era yo, salió muy tranquilo.[25]

 

Pero la policía no era, ni pretendía ser autosuficiente. Según la prensa local, la proclamada sucesión de éxitos en su lucha contra la inmoralidad se conseguía, en parte, gracias a las denuncias realizadas por los ciudadanos contra sus propios vecinos. Por ejemplo, en el mes de julio de 1976, se anunció “la detección en nuestra ciudad capital [de] individuos que estaban encuadrados en el delito de corrupción de menores”.

Al respecto, El Sol de Catamarca indicaba que “la Dirección de Investigaciones ha sido el organismo que ha tenido a cargo la investigación de esta lacra social”[26] y, de acuerdo a lo consignado por el cronista, el procedimiento se había producido en una finca familiar de la calle Mota Botello al 1400 en la que se hacían reuniones bailables con “el acceso de las prostitutas y los homosexuales para hacerlos trabajar con la clientela que ella [la dueña del hogar] tenía segura en la casa”. El baile daba lugar luego a los “actos lujuriosos” que se realizaban en el piso de una habitación.

 

En su mayoría el vecindario hizo referencia positiva de datos sobre estas actividades al margen de la ley, aportando como dato que en diversas oportunidades se escucharon disparos de armas de fuego, gritos de gente borracha, peleas, etc. en el domicilio de la Chacoma.

Por último, cabe agregar que la dueña de este prostíbulo tenía de inquilina a dos prostitutas las que trabajaban como tales junto a los homosexuales que iban a la casa.[27]

 

La casa de la Chacoma estaba ubicada en la Zona Roja de San Fernando del Valle de Catamarca, donde también funcionaban de manera estable los conocidos prostíbulos La Milanesa, La Marta, El Altillo Viejo y el Altillo Nuevo. De acuerdo a lo rememorado por un ex cliente,

 

Era muy clara la diferenciación entre los puteríos, en La Milanesa y El Altillo Viejo se cobraba más barato porque las chicas eran de la zona y no se renovaban. Uno las veía luego en la calle. En cambio, El Altillo Nuevo tenía otra categoría, el plantel era de mujeres que venían de otro lado y se quedaban poco tiempo, recuerdo, por ejemplo, que ahí vi por primera vez a una negra, bellísima, que hizo furor [...] En los Altillos, la madame era la Tía Yoli que luego se hizo muy conocida por el Caso María Soledad. Pero no, no había travestis ni maricones en esos lugares. Esas cosas se hacían en otro lado, ¡Vaya a saber![28]

 

La “Zona Roja” de Catamarca comprendía las cuadras adyacentes a la Estación de Trenes y al sector conocido como Los Ejidos en el extremo sur de la ciudad. Allí, durante la década de los 70, no había oferta callejera de prostitutos masculinos o trans. De acuerdo a lo cotejado con las noticias policiales y los testimonios de clientes, en los locales tolerados por el Estado la única oferta sexual era la realizada por mujeres para clientes varones que expresaban explícitamente su deseo por el “género opuesto”.

Visto así, el procedimiento en la casa de la Chacoma demostraba la existencia de lugares en los que la oferta y la demanda de servicios sexuales transgredía la fantasía de regulación y control sobre aquello que es imposible de reprimir: el deseo y sus variantes que escapan al régimen de la heteronormatividad. En estas reuniones, los varones mayores y menores bailaban juntos, bebían, “se manoseaban” y elegían entre la oferta de las prostitutas mujeres que allí vivían y los homosexuales travestidos que concurrían frecuentemente al lugar. Probablemente debido a eso, en la noticia se destacaba que entre los detenidos había un homosexual adulto que ejercía la prostitución y “corrompía” a los niños y adolescentes del barrio, quienes, luego de ver televisión en esa casa, “se quedaban a presenciar actos inmorales”.[29]

Las razzias moralizadoras continuaron durante la segunda mitad de 1976 y merecieron la aprobación editorial de El Sol de Catamarca y del diario católico La Unión. En diciembre de ese año, la Jefatura de Policía ordenó la detención de numerosas personas y, por último, se ordenó la clausura de todos los prostíbulos existentes en la ciudad capital.

 

 

“Desentrañar dónde está la subversión…”

En su primera conferencia de prensa como jefe de la policía provincial, el mayor Rauzzino señaló que esperaba la colaboración de todos los catamarqueños y, sobre todo, del “cuarto poder”, pues “la prensa cumple un rol importante en tal sentido y como tal, debe aportar a la policía, todo lo que sirva como medio para la lucha contra la delincuencia[30]. Durante una hora, el nuevo comisario general de la policía catamarqueña describió su visión sobre los peligros a enfrentar. En su perspectiva, la subversión

 

Actúa en forma integral, en todos los puntos y los distintos factores. Con respecto a Catamarca –añadió existe la subversión, aunque no haya evidenciado su accionar, porque la subversión actúa y rinde más sus frutos cuando no se muestra”, por lo tanto “Nuestro objetivo –dijo es desentrañar dónde está la subversión y erradicarla. Este no es un problema de las Fuerzas Armadas solamente, no, esta es una guerra total y toda la nación está en armas. Es por eso que la población tiene que apoyar a las fuerzas legales.[31]

 

Este apoyo ciudadano a la legalidad debía hacerse mediante denuncias,

 

que: “serán atendidas en su totalidad, ya sea por teléfono, anónimas, aunque me gustaría que de (sic) la cara el que denuncie. Miren, agregó después –si de cinco mil denuncias, diez son fehacientes, ya es un margen positivo para nuestro accionar”.[32]

 

Con este tipo de gestos se contribuía al logro del

firme propósito de erradicar del medio a tres flagelos: la corrupción, la inmoralidad y la subversión. Uno de ellos –nada quiso adelantar sobre el particulartendrá nuestra ocupación esta noche (por ayer) y luego sabrán las novedades”.[33]

 

Antes del golpe de Estado, la tarea de seguimiento policial contra los sospechosos de participar en algunos de estos “flagelos” era abordada por el “personal de calle” o por unidades especiales integradas por efectivos sin uniforme que se denominaban Brigada de Investigaciones. Según valora un comisario retirado,

 

Rauzzino profesionaliza todo. Antes, tenías que seguir a alguien y ese alguien te conocía ¡Si te veía todo el día por la calle! Uno iba a la cancha, compartía amistades con esa persona. Rauzzino mete gente nueva para hacer eso, sin compromisos con la vieja policía y así se hace respetar. El tipo sabía todo lo que pasaba, quién andaba con quién y adónde.[34]

 

Con el decreto ley 3106/76, se generó el marco necesario para contribuir a una mayor profesionalización de las tareas de seguimiento que se centralizó, a partir de entonces, en la recién creada Dirección de Investigaciones de la Policía de Catamarca y en el Servicio de Información Confidencial (SIC). La norma especificaba que estos organismos tenían funciones de carácter “reservado” y “secreto”.[35]

El teléfono adonde se recibían las denuncias estaba colocado en la oficina de la Dirección de Investigaciones ubicada en el edificio de la Unidad Regional Nº1. Según se nos expresó en un testimonio reservado,[36] estos llamados anónimos motivaron un número indefinido de detenciones y cesantías de empleados en la administración pública provincial y en la Universidad Nacional de Catamarca (UNCA).

Estas afirmaciones han sido corroboradas por uno de estos docentes universitarios, el filósofo Luis Alberto Reyes, que luego de ser cesado de la UNCA debió exiliarse casi de inmediato en la república de México.[37]

En junio de 1976, el gremialista provincial Julio César Martínez fue detenido en su domicilio por fuerzas conjuntas del ejército y la policía provincial. Para Martínez, con la detención se procuró únicamente demostrar la “existencia de la subversión” a nivel local, 

 

Yo era rehén de Lucena. Caí en cana porque había que ir preso. Catamarca tenía que tener sus detenidos [...] éramos presos de Lucena para justificar ante sus superiores que en Catamarca se hacía algo [...] en la Casa de Gobierno había un teléfono para realizar denuncias por actividades subversivas ¡Te imaginas la de alcahuetería! Cualquiera por cualquier motivo te podía inventar que eras subversivo. Ahora, si hubieran hecho caso a toda la alcahuetería no habría alcanzado la cárcel.[38]

 

¿Cuál era la posición de la prensa local sobre las denuncias anónimas? En relación a la justificación moral de estos actos, las líneas editoriales de El Sol y La Unión contrastaron en forma rotunda. Mientras en El Sol se alentaban, La Unión puntualizó las consecuencias negativas que estos actos tenían para la convivencia pacífica de los catamarqueños

 

LA BUENA FAMA, DERECHO INALIENABLE

 

Está cundiendo en el ambiente de nuestro vivir provinciano, la desgraciada práctica de tildar a cualquiera de marxista, comunista o algo parecido. Siempre habrá quienes quieran llegar a tiempo al reparto, aun a costa del vecino, del compañero o de ese que tiene que caer para que el acusador pueda ascender pisando la cabeza de los degollados. Triste modo de entronarse.

[...] Insito (sic) a la naturaleza humana es su derecho al buen nombre y a la buena fama. Quien quite ello al hombre, le habrá restado su valor más caro y más precioso. Calumniar a alguien es en cierto modo decretarle la muerte en su sentido muy amplio y sumamente importante. Por ello decimos: ¡No calumniar!

Lamentablemente, refugiados no sabemos en qué derecho, hay quienes se ocupan de endilgar al “otro” el aludido mote. Pensamos que son aquellos que según Jesús “se fijan en la paja del ojo ajeno y no miran la viga que llevan en el propio” (…) Si se da el caso de que existan en nuestra sociedad quienes, por una vocación especial o aunque no fuere más que por una inquietud personal de apostolado o anhelo de bien por los pobres o por los necesitados, enseguida “los letrados” (…) levantan su índice solemne para señalarnos como militantes de los ejércitos ideológicos de Lenin, Mao o sus parientes

[...].

Calumniar es despertar la suspicacia sin pie ni fundamento real en contra del prójimo; es llevar injustamente la desazón a los individuos y a las familias, es colaborar a la disolución de la sociedad y el aniquilamiento de los lazos sagrados de la amistad, la comprensión y la paz que deben reinar en toda comunidad ordenada. Y es a esto a lo que aspiramos los argentinos siempre, pero especialmente en esta oportunidad ¿O NO?. [39]

 

En la actualidad, el grado de impacto de estas calumnias sobre la vida cotidiana de los catamarqueños sigue siendo motivo de debate público. Mientras el historiador Armando Raúl Bazán considera que los episodios de violencia estatal y paraestatal fueron generados exclusivamente por “gente extraña a la provincia” que actuaron “como virtuales virreyes”,[40] en la mirada de las víctimas directas del terrorismo de Estado es importante poner en debate el rol que desempeñaron los colaboradores civiles durante la dictadura.

Para Lila Macedo[41] militante de la Juventud Peronista Regionales y primera presa política de Catamarcaun significativo número de denuncias estuvieron impulsadas por motivos instrumentales: odio, celos personales, apetencias económicas y discrepancias en los ámbitos laborales que se simularon bajo el manto de una motivación política.

Así lo recuerda también la familiar de un ex preso político catamarqueño,

 

Ya mi hermano estaba a disposición del PEN, pero con eso no les bastaba, para ellos, todos en la familia éramos subversivos. Yo seguía trabajando en la escuela como siempre y lo más doloroso fue darme cuenta que mi propio director me vigilaba y le preguntaba a las alumnas si yo hacía comentarios políticos en mis horas de clase. No tengo dudas que buscaba la manera de ganar consideración en el Consejo de Educación denunciándome.[42]

 

Eddy Salles relata que este tipo de denuncias también se producían en un pueblo pequeño como San Antonio de La Paz y causaron el secuestro de ella y su hermano menor por parte de un grupo de tareas militar en la ciudad de Córdoba. Los responsables de “marcarlos” como subversivos fueron el jefe de policía en su localidad y un médico con el que mantenían históricas diferencias familiares. Luego de la desaparición de Carlos,[43] los denunciantes lograron ascender en “la consideración de la dictadura”,

 

Muchas cosas que sucedieron antes me hacen estimar que el sistema militar sirvió para cualquier cosa. Mucho tiempo antes, había un jefe de policía en San Antonio y nosotros también teníamos mala relación con [...] esa familia siempre se manejó políticamente. Un tiempo antes, a mi hermano menor y a mi hermano mayor los metieron en cana en el pueblo. Todo el tiempo la gente decía cosas, pero nunca las confirmaba luego cuando las tenía que decir. Un amigo del jefe de Policía del pueblo le dice a mi mamá: Rosa, yo estaba con Coronel [el policía]], pasó Carlos en el auto y dijo “a este cualquier día lo hago desaparecer, total luego digo que era subversivo”. No obstante, el jefe del Registro Civil vino a nuestra casa, él ya ha fallecido, vino a nuestra casa y nos dijo que Coronel había sacado las partidas de nacimientos de mi hermano y la mía. Estas son como pistas, previa, pero lo que pasa es que uno nunca les dimos la importancia que tenían a pesar de que al lado nuestro sucedían cosas. Pensamos que eran chicanas, amenazas de pueblo, que nunca iban a llegar a nada más. Eran amenazas que tiraban con terceros, de frente, nadie te decía nada. La lista de posibles subversivos salió del pueblo y ese médico luego hizo una carrera meteórica y terminó de director en el Hospital.[44]

 

 

En el año 1985[45], la Comisión Popular de Derechos Humanos de Catamarca advirtió sobre la presencia de colaboradores civiles premiados por la dictadura con ascensos laborales y que, en plena transición democrática, continuaban usufructuando estos cargos sin ningún tipo de sobresalto. Un ex preso político, que en 1984 volvió a cursar sus estudios interrumpidos durante la dictadura, rememoraba 

 

Lo más miserable de todo, es que muchas de las denuncias en la universidad tenían que ver con la envidia y con el deseo de quedarse con el trabajo de uno. Detrás de una denuncia política se escondían los celos y las ganas de ascender y de quedar bien con la policía y el ejército. Cuando volvió la democracia, uno tuvo que convivir con esta gente despreciable. En otros lados se los declaró persona no grata. Aquí, en la universidad siguieron trabajando como si nada.[46]

 

No obstante, el “como si nada” del testimonio precedente es matizado por otra fuente documental. En abril de 1986, los consejeros estudiantes de la Facultad de Humanidades de la UNCA exigieron la exclusión de un docente y empleado administrativo “acusado de haber perjudicado a los compañeros” durante la dictadura, pero el Consejo Directivo prefirió “aclarar la situación planteada” y la medida solicitada, finalmente, no se materializó.[47]

Décadas después, el fenómeno de las delaciones y denuncias anónimas es mencionado con reticencia por los ex presos políticos y familiares de desaparecidos entrevistados para esta investigación. En algunos, callar los nombres de los posibles delatores y denunciantes conforma, aparentemente, una condición que les ha sido impuesta para poder “convivir en paz”. En este acto de apenas nombrar, se constituyen algunas particularidades sobre la representación local de lo vivido en la última dictadura.

Al imposibilitarse cualquier intento de contrastación, se consagraron como “naturales” los lugares ganados o perdidos por delatores y delatados en los tiempos de la dictadura. Al respecto, resulta ilustrativo que una de las primeras descripciones públicas hechas en Catamarca en relación a la importancia del fenómeno de las delaciones y de las denuncias anónimas no fue realizada por una víctima directa de la dictadura, sino por Juan Carlos Velazco, un ex agente de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE).

En una nota editorial de La Unión del 15 de octubre de 1981 se acusó a Velazco de participar en “una caza de brujas”[48]. Según el diario, esto se hacía con la ayuda de individuos “foráneos” que “poco aportaban al desarrollo y a la paz social de los catamarqueños”. Para La Unión, había que defender a los comprovincianos y alertar sobre

 

Esta tierra de nadie que ha momentos parece convertirse Catamarca, cobra insospechada dimensión cuando entran en juego determinados intereses.

En estos días, por caso, la absoluta transparencia con la que deben desenvolverse los actos de gobierno y en especial DE ESTE GOBIERNO, ha sido puesta seriamente en duda por la denuncia del señor Juan Carlos Velazco, al denunciar mediante una publicación en un diario local lo que él estima como “manifiestas irregularidades” en la adjudicación del sistema eléctrico Tinogasta [...] “entorpeciendo” la adjudicación de esa obra a la EMPRESA CATAMARQUEÑA Ángel Agustín Bosio Constructora [...]

¡Y así tenemos que desenvolvernos en Catamarca, algo de por sí difícil para que alguien de afuera tenga que venirnos a decir que es lo que conviene o que es lo que no! De allí que esta responsabilidad de velar POR LO NUESTRO nos compete a todos por igual, porque si seguimos persiguiendo “brujas” y el tiempo y los costos se elevan ¿QUIÉN PAGA los graves perjuicios económicos que esta situación acarrea?[49]

 

En una carta abierta al obispo Torres Farías que fue publicada en El Sol, el agente de la SIDE dijo en su defensa:

 

Con real y no declamada vocación de servicio me aboqué de inmediato a resolver en el área Catamarca, personas que en su inmensa mayoría se encontraban en tan dura y penosa situación por la delación infame de otros catamarqueños, y no me estoy refiriendo a los que realmente eran subversivos, sino a los que eran inocentes y era el origen de sus desgracias o bastardos intereses políticos, que aprovechaban la guerra fratricida para hacer su agosto o las bajas apetencias económicas de administrar los bienes de los recluidos. Y debo reconocer que desde luego el mérito de que se revirtiera esas situaciones no fue solo mío, también apoyaron la revisión de estos casos los miembros de la comunidad informativa local y fueron nuestras inquietudes compartidas y canalizadas por el entonces jefe de la Guarnición de Catamarca, hombre imbuido de profundos conceptos cristianos y de probada nobleza, quien poniendo en marcha los mecanismos previstos logró que se fueran concretando las ansiadas libertades.

La paz volvió a renacer en muchos hogares… Los defensores hoy a ultranza de lo “catamarqueño” en eso días no tenían el coraje ni de defender a sus hijos, parientes y/o amigos, aun sabiendo que eran inocentes… Claro tampoco se le ocurría a nadie que yo podía tener tiempo de cazar brujas.

Lamentablemente no pude continuar con la tarea de sanear los archivos del organismo a mi cargo y que habíamos emprendido en el seno de la comunidad informativa local[50]… Esos archivos que marcan el meridiano de la especulación y la bajeza, donde todos se han acusado con todos de ser proclives al Comunismo o a la Subversión, cuando los que allí figuran o no han tenido nada que ver o ni siquiera sirven para eso.

Como contrapartida sé que muchos subversivos de verdad, continúan agazapados en distintos cargos, administrativos y docentes, bien protegidos por una sociedad cómplice.

Pero, hoy recobrada la paz, gracias al esfuerzo y sacrificio del pueblo y de las Fuerzas Armadas de la Nación, pocos muy pocos serían los que aún tendrían que purgar con cárcel sus conductas al servicio de la Subversión, los que a mí me preocupan son los otros… Los corruptos económicos, que siguen libres, que en su inmensa mayoría nunca fueron castigados, que socialmente se los reconoce como señores y debe ser por esta cruzada personal que he emprendido que ahora un salteño se ha dado cuenta que a los catamarqueños no les convienen los hombres como yo, que somos de afuera y que para colmo tenemos tiempo para cazar brujas.[51]

 

Leído a la distancia, el contenido de esta fuente sigue estremeciendo. Velazco reconocía que su principal función como agente de inteligencia fue la de ordenar los archivos de “subversivos locales”. Entre los que se incluía, “injustamente” desde su óptica, a detenidos inocentes que nada tenían que ver con “el comunismo o la subversión”.

Velazco planteaba que estas víctimas colaterales de un accionar represivo necesario sufrían a causa de la delación realizada en forma infame por otros catamarqueños. Con esta afirmación, intentaba desplazar lo que era su responsabilidad por el sufrimiento y el terror ocasionado hacia el conjunto de la sociedad, que, supuestamente, había permitido que se denunciara a quienes no lo merecían y, en cambio, había ocultado a los “verdaderos subversivos”. Era una carta infame, escrita desde la certeza de una impunidad futura.[52]

El hombre que llegó, según sus propias palabras, a la provincia para profesionalizar la pesquisa y detención de terroristas, no se arrepentía de lo hecho como parte de una comunidad informativa local, conformada por agentes militares, policiales y civiles. Por eso, Velazco[53] se dirigía enojado y dolido al obispo Torres Farías, negando su participación en “la caza de brujas” contra los catamarqueños pacíficos. Pero consideraba que su “cruzada personal” seguía siendo necesaria, inclusive, para proteger a quienes la reprobaban.

 

 

“Hoy miramos el camino recorrido y no nos arrepentimos…”

En mayo de 1976, El Sol de Catamarca consideró necesario recordar mediante una nota editorial cuál había sido el grado de compromiso de este medio periodístico con la protección de una ideología “occidental y cristiana” que servía de guía en la “lucha antisubversiva”.

Esta ostentosa definición moral coincidía con el inicio de una campaña que, desde las propias páginas de este diario, tenía como principal objetivo económico lograr que los funcionarios provinciales de la dictadura accedieran a devolver la concesión del Casino de Catamarca,[54] provincializado por el gobernador Mott en 1975, al Grupo Álvarez Saavedra.

El editorial es una muestra representativa de las diversas estrategias discursivas que fueron utilizadas por El Sol para contribuir a la construcción de representaciones sociales sobre el “subversivo/extremista” en Catamarca y en La Rioja.

La construcción de ese Otro enemigo tuvo como eje la cosificación, estigmatización y deshumanización de las personas a las que se nombraba “sin nombrar” o que eran señaladas en forma directa, con nombre y apellido a través de editoriales, notas de opinión, “listas negras” y sueltos periodísticos.

Durante toda su existencia,[55] El Sol nunca se arrepintió de su aporte a esta tarea.

 

Una invariable conducta editorial caracteriza la prédica de EL SOL

Occidentales y cristianos. Así somos. Esa línea editorial trazó nuestro fundador y fue profundizada sucesivamente por nuestros directores. EL SOL jamás vaciló. Siempre se atrevió.

Hicimos un periodismo candente, comprometido. Ni bien tomamos conciencia de la guerra que la Nación libraba contra el enemigo subversivo, nos alineamos junto al Ejército de San Martín y de la Virgen Generala. El ejército mártir de Dorrego y Quiroga; del coronel Argentino del Valle Larrabure; los mayores Viola y Paiva y el teniente Mario Asua, por solo nombrar algunos de los hombres inmolados. El ejército triunfal de San Lorenzo, Chacabuco y Maipú en el pasado; de San Fernando del Valle de Catamarca, Famaillá y Monte Chingolo en el presente.

Hoy miramos el camino recorrido y no nos arrepentimos. Dijimos lo que debíamos decir en el momento más difícil.

                     Lo seguiremos haciendo…

Denunciamos implacablemente la infiltración subversiva en el clero tercermundista, en la educación, en algunos niveles de gobierno y aún en los medios de comunicación masiva. El tiempo nos dio la razón.

Nuestra sociedad se encamina hacia el Orden. Se escuchan palabras más que sensatas: “Sin libertad no hay democracia, pero sin responsabilidad no hay nada” ¡Es cierto!

Compartimos los albores de la Reorganización Nacional. Confiamos.  Esperamos…

A veces nos sentimos solos, como todos los pioneros precursores de principios avanzados.

A todos los que nos acompañaron: trabajadores, lectores y anunciantes, nuestro reconocimiento sincero.[56]

 

En este hacer “un periodismo candente, comprometido”, desde El Sol se intentó generar en los meses previos al 24 de marzo de 1976 un clima social propicio para la ruptura del orden institucional. Esto se hizo a partir de la difusión de ciertas representaciones sociales sobre la violencia, la inseguridad y el delito en el ámbito nacional y local. En segundo lugar, se buscó crear el consenso necesario para la implementación de todos los objetivos de la dictadura militar, destacando la supuesta amenaza social que implicaba la presencia latente y subterránea del subversivo en nuestra sociedad. El Otro enemigo debía ser desenmascarado, aislado y reprimido.

Según recuerda Lila Macedo, el periodista Miguel Alurralde –jefe de redacción de El Sol de Catamarca y responsable de escribir sus notas editoriales no sólo cumplió un mero rol propagandístico en la denuncia del “enemigo subversivo”, sino que también actuó “como informante o agente de inteligencia, todo el tiempo entraba a la Casa de Gobierno para pasar información sobre quienes decía que eran terroristas”.[57]

 

 

Conclusiones

Luego del 24 de marzo de 1976, la dictadura exigió a los ciudadanos de la provincia[58] su apoyo total en la lucha emprendida contra una “subversión de izquierda” que, supuestamente, se ocultaba entre toda la población. Si bien el régimen militar tenía una masa constante de información obtenida por “especialistas” que le permitía individualizar a quienes eran categorizados como sus “enemigos”, también se preocupó por incentivar las denuncias y las delaciones de carácter anónimo como formas necesarias de colaboración social.

En este contexto, el diario El Sol se propuso cumplir un rol activo en la diseminación del discurso “antisubversivo” y, todavía más, hizo sus propias listas negras y llegó a solicitar el endurecimiento de las medidas represivas en Catamarca. Para este medio gráfico, la sociedad necesitaba crear sus propios anticuerpos contra la “corrupción, la inmoralidad y la subversión” y debía alertar a las autoridades cuando detectara signos de la presencia de estos males en los ámbitos laborales, educativos o en el barrio.

A partir del golpe, estas coacciones se realizaron con insistencia en el seno de una sociedad cada vez más sobresaltada por el terrorismo de Estado y fueron útiles para generar más miedo y desconfianza entre los catamarqueños. Visto así, cualquier resistencia o reparo de la ciudadanía a comprometerse con este tipo de prácticas era un gesto sospechoso en sí mismo.

Si bien en esta investigación no pudimos precisar ni cuantificar la extensión de este fenómeno a escala local, hemos recuperado algunos indicios que dan cuenta de su dolorosa persistencia en las memorias de las víctimas directas de la dictadura. Los ex presos políticos y familiares de desaparecidos han señalado a personas que fueron determinantes para su victimización o han rememorado episodios que, en su perspectiva, son una prueba contundente de la colaboración civil local con la dictadura. Desde su mirada, quienes denunciaron o delataron no siempre lo hicieron por motivos ideológicos, también estuvieron impulsados por el odio, por motivos económicos o por simples rencillas personales.

Ciertamente, para avanzar en una reconstrucción más profunda de los modos en que se materializó la represión estatal y paraestatal a escala local es imprescindible poder consultar los archivos de la policía catamarqueña. Aunque en los últimos años hemos solicitado en forma reiterada el acceso a estas fuentes documentales, estos pedidos han naufragado en un virtual océano burocrático. Al respecto, nos preocupa que el resguardo de los archivos de la represión existentes en distintas dependencias policiales y judiciales siga siendo una asignatura pendiente en las políticas de la memoria catamarqueñas. Consideramos que la desclasificación de estos documentos relacionados con los abusos cometidos durante la última dictadura es una condición esencial para impedir la impunidad, acceder a la verdad y posibilitar nuevas investigaciones sobre este traumático periodo de nuestra historia reciente.


FUENTES

Éditas

Diario El Sol de La Rioja

Diario El Sol de Catamarca

Diario La Unión

 

Inéditas

a) Entrevistas a informantes clave

b) UNCA

Libro de Sesiones del Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, UNCA.

BIBLIOGRAFÍA

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Asquini, Norberto y Pumpilla, Juan Carlos, 2008, La represión ilegal en La Pampa, 1975-1983, Ediciones CPE, La Pampa.

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Goffman, Erving, 2006, La identidad deteriorada, Amorrortu Editores, España.

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Ragendorfer, Ricardo, 2016, Los doblados. Las infiltraciones del Batallón 601 en la guerrilla argentina, Sudamericana, Argentina.

Rojo, Roberto, 2020, Angelelli, la vida por los pobres, Ediciones el Emporio, La Rioja.

 



[1] Artículo desarrollado en el marco del proyecto “Sentidos del habitar y territorios emergentes en Catamarca y Santiago del Estero. Chiqui/Tanicu, la Virgen del Valle y comunidades de seres en los límites del consenso territorial entre el Estado-Nación, disciplinas académicas y capital neo-extractivista” financiado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Catamarca.

* Universidad Nacional de Catamarca, Departamento Historia, Facultad de Humanidades. E mail: japerea@huma.unca.edu.ar.

** Universidad Nacional de Catamarca, Departamento Historia, Facultad de Humanidades. E mail: marialepascual1@gmail.com

[2] La Juventud Peronista Regionales era un frente de masas hegemonizado por la organización Montoneros o “La Tendencia”, como se la conocía en la jerga militante de los años 70 (Perea, 2013).

[3] El Dr. Hugo Alberto Mott (PJ-FREJULI) fue electo gobernador de Catamarca en el mes de marzo de 1973. Durante los primeros meses de su gestión sostuvo buenos vínculos con la Juventud Peronista Regionales y otros sectores de la izquierda peronista local, pero a partir de agosto de 1974 se convirtió en uno de los gobernadores “ortodoxos” que eran considerados más cercanos a la presidenta María Estela Martínez de Perón (Perea, 2013).

[4] Lvolvich, 2017.

[5] El Sol de Catamarca, 12 de mayo de |976, pág. 7. 

[6] El Sol de Catamarca, 12 de mayo de 1976, pág. 7.

[7] El Sol de Catamarca, 12 de mayo de 1976, pág. 7.

[8] El Sol de Catamarca, 12 de mayo de 1976, pág. 7.

[9] El Sol de la Rioja, 19 de septiembre de 1973, pág. 7.

[10] El matutino era propiedad del Obispado de Catamarca y fue fundado por el monseñor Inocencio Dávila y Matos un 30 de agosto de 1928, primero con el nombre El Porvenir y, desde 1931, se publicó con el nombre La Unión que sigue manteniendo en la actualidad. Hasta mediados de la década de los 90 (momento en el que el diario pasó a manos privadas) las notas editoriales de La Unión eran reconocidas como el posicionamiento público de la Iglesia católica provincial en relación a los avatares del ámbito local y nacional. En los años 70, La Unión se opuso fervientemente a la legalización de la quiniela y a la apertura de un casino en Catamarca, posición que le valió agrias disputas con El Sol que defendía los intereses de su principal capitalista: Tomás Álvarez Saavedra.

[11] El diario El Independiente de La Rioja fue fundado en 1959 por los hermanos Mario y Alipio Paoletti. Durante los años 60 se convirtió en un medio de prensa cooperativista y con una línea editorial de izquierda. El Independiente apoyó al obispo Angelelli y a los sectores revolucionarios del peronismo riojano, enfrentándose así con los sectores políticos y económicos más rancios de la provincia. Luego del golpe de Estado de 1976, la dictadura intervino al diario y despojó a los hermanos Paoletti de cualquier tipo de participación en este medio periodístico.

[12] Fallo Causa Lesa Humanidad “Monseñor Angelelli”, 12/09/14, pág. 249-250.

[13] El Sol de La Rioja, 10 de noviembre de 1973, pág. 16.

[14] A partir de 1973, el término “sinarquía” se usó de manera cada vez más frecuente en los discursos y medios de comunicación pertenecientes a la derecha peronista. Desde la perspectiva de estos grupos, que se definían como “ortodoxos”, la sinarquía era un plan secreto de dominación mundial en el que participaban masones, judíos, marxistas, liberales y jesuitas progresistas. En todos sus números, las revistas El Caudillo y Alianza alertaron sobre la presencia de esta conspiración en los más insólitos lugares (Besoky, 2016).

[15] Alfieri, 2017.

[16] Entre estos laicos católicos de signo conservador se encontraba Amado Menem, hermano de Carlos, el gobernador de la provincia. En febrero de 1976, los Cruzados de la Fe organizaron un desfile con impronta militar en la ciudad de Anillaco, la declararon “capital de la fe” y expulsaron a catequistas y sacerdotes comprometidos con doctrina de “la Iglesia de los pobres” (Rojo, 2020).

[17]  En el año 2012 Rauzzino fue condenado a cadena perpetua por ser coautor material penalmente responsable de los delitos de secuestro y desaparición de Griselda del Huerto Ponce y Julio Genaro Burgos; todo en concurso real. El militar retirado murió en 2021, antes del inicio de un nuevo juicio por crímenes de lesa humanidad en Catamarca. Para más información https://www.fiscales.gob.ar/lesa-humanidad/catamarca-elevaron-a-prision-perpetua-la-pena-para-el-ex-jefe-de-policia-por-crimenes-de-lesa-humanidad/

[18] Diario La Unión, pág. 1, 15 de mayo de 1976.

[19] Diario La Unión, pág. 3, 16 de mayo de 1976.

[20] La identidad de una mujer que ejerce la prostitución se construye en torno al estigma “puta”, que la inscribe como diferente y que la hace indigna de plena aceptación social. En Catamarca, no sólo son “putas” las trabajadoras sexuales, también son calificadas así: las amantes, las “queridas”, las mujeres con las que se sostienen relaciones ocasionales, las “que se acuestan con cualquiera” las “roba novios” o las “roba maridos”, las que se visten de manera “indecorosa”, las que son demasiado “fogosas” en la cama… en suma, todas las mujeres son “putas” cuando demuestran algún deseo erótico. Para profundizar este análisis, sugiero la lectura del texto clásico Estigma. La identidad deteriorada (Goffman, 2006).

[21] Según Figari (2012) a finales del siglo XVIII, “invertido” fue la primera denominación que eligió el dispositivo médico-farmacológico para tipificar una orientación sexual que difiere “patológicamente” de la normalidad heterosexual. Progresivamente, este concepto fue reemplazado por clasificaciones pretendidamente exhaustivas de los más variados tipos de homosexuales y de lesbianas. Sin embargo, el término se continuó utilizando en el discurso policial y en la prensa “seria” y “sensacionalista”.

[22] La Unión, 15 de mayo de 1976, pág. 1.

[23] En algunas de estas narrativas, los delatores eran monstruos sin escrúpulos; para otras, eran seres torturados por sus errores que, arrepentidos, buscaban alguna forma de redención. Uno de los relatos cinematográficos más conocidos sobre esta temática es Nido de Ratas (1954, Elia Kazan) una película arquetípica de la delación como forma de redención o ruindad que fue filmada en plena era de “caza de brujas” anticomunista en Estados Unidos. La lista de referencias cinematográficas a la delación y a sus pliegues éticos es enorme, entre las más recientes se encuentra La vida de los otros (2006) un film sobre el espionaje de las vidas cotidianas en la República Democrática Alemana. Sin embargo, sintomáticamente, la “traición” y la “delación” son temas relativamente ausentes en la copiosa producción cinematográfica sobre la historia argentina reciente. Para más referencias historiográficas sobre la cuestión, véase Los doblados (Ragendorfer, 2016) y Traiciones. La figura del traidor en los relatos acerca de los sobrevivientes de la represión (Longoni, 2007).

[24] La Unión, 15 de mayo de 1976, pág. 1.

[25] M.U, 62 años, peluquero, entrevista de agosto de 2019.

[26] El Sol de Catamarca, 29 de julio de 1976, pág. 4.

[27] El Sol de Catamarca, 29 de julio de 1976, pág. 4.

[28] F.P, 74 años, jubilado docente, entrevista de agosto de 2019.

[29] El Sol de Catamarca, 29 de julio de 1976, pág. 4.

[30] El Sol de Catamarca, 15 de mayo de 1976, pág. 7.

[31] El Sol de Catamarca, 16 de mayo de 1976, pág. 7.

[32] El Sol de Catamarca, 16 de mayo de 1976, pág. 7.

[33] El Sol de Catamarca, 16 de mayo de 1976, pág. 7.

[34] Eduardo S, 75 años, ex oficial de la Policía de Catamarca, septiembre de 2015.

[35] En diciembre de 1983, uno de los primeros actos legislativos en Catamarca fue tratar la derogación del decreto ley 3106/76. En el debate del 28/12/83, el diputado Edgardo Macedo (PJ) sostuvo: “nuestra Catamarca no estuvo exenta del embate del terror, caos y de falta de seguridad por parte de los habitantes y fue precisamente a través de esta Dirección de Investigaciones, que se montó la represión en nuestra provincia. Los que abrazamos la causa política, la causa al servicio de la patria, hemos tenido que sufrir la vigía permanente y también estar expuestos a rotulaciones injuriosas e incluso a rotulaciones erróneas de carácter ideológico de parte de quienes no tenían la capacidad de idoneidad para tan delicada función”. Mediante la ley 4069/84 se dispuso “la reubicación del personal y de los bienes de la dependencia mencionada”. Sin embargo, y como ya se expuso, los archivos sobre el “registro de actividades extremistas” todavía eran utilizados en la Dirección de Antecedentes Policiales durante el año 2006. Véase, http://www.saij.gob.ar/LPK0004069

[36] Eduardo S, 74 años, ex oficial de la Policía de Catamarca, entrevista de septiembre de 2015.

[37] Luis Alberto Reyes, 73 años, docente universitario, exiliado político, entrevista de octubre del 2021.

[38] Julio César Martínez, ex preso político a disposición del PEN, entrevista del 14 de abril de 2011.

[39] La Unión, 24 de mayo de 1976.

[40] Bazán, 2009: 120.

[41] Lila Macedo, ex presa política a disposición del PEN, entrevista de mayo de 2022.

[42] Silvia Almendra, docente universitaria, familiar de un ex preso político, entrevista de agosto de 2008.

[43] El 31 de agosto de 1976, el estudiante de arquitectura Carlos Ángel Salles fue secuestrado en Córdoba, junto a un amigo y a su hermana Eddy. Mientras ellos fueron liberados a las pocas horas, Carlos continúa desaparecido.

[44] Eddy Salles, ex presa política y familiar de desaparecido, entrevista del 15 de febrero de 2021.

[45] Comisión Popular de Derechos Humanos de Catamarca. Informe sobre la situación de los derechos humanos en Catamarca, octubre de 1985. Impresión en mimeógrafo.

[46] C.R, docente universitario, ex preso político a disposición del PEN, entrevista de julio de 2007.

[47] Libro de Sesiones del Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, UNCA. 16 de abril de 1986. Acta N°1.

[48] La Unión, 15 de octubre de 1981, pág.1. 

[49] La Unión, 15 de octubre de 1981, pág. 1.

[50] Para la implementación de la Doctrina de Seguridad Nacional, el uso de clásico la inteligencia militar resultaba insuficiente, por lo que se crearon los servicios de inteligencia de las distintas fuerzas armadas y de seguridad, constituyéndose así la llamada “comunidad informativa” a fin de lograr una acción coordinada contra el “enemigo interno”.

[51] El Sol de Catamarca, 17 de octubre de 1981, pág. 9.

[52] A fines de 1981 se vivía una grave crisis económica y la Multipartidaria exigía el retorno a la democracia, como toda respuesta, los militares especulaban con la continuidad del “Proceso” hasta fines de esa década. En ese contexto, los principales partidos políticos coincidían en que el “problema de los desaparecidos” debía ser resuelto por la propia dictadura, para no afectar la estabilidad del futuro gobierno democrático. No había, “de antemano”, una voluntad política o interés generalizado por investigar los crímenes de lesa humanidad (Franco 2015). Las relaciones de fuerza entre la dictadura y quienes reclamaban elecciones, junto el carácter de las demandas colectivas, se modificarían progresivamente luego de la Guerra de las Malvinas.

[53] Según su propio testimonio, Juan José Velazco fue formalmente jefe del Departamento de Coordinación y Enlace y miembro de la SIDE desde el 24 de febrero de 1977 al 13 de enero de 1978. En (fs. 278 del Expte. Nº 7027 “Sumario c/ autores desconocidos p.s privación ilegítima de la libertad (Las Pirquitas)”, ante el Juez Federal de Catamarca, Dr. Jorge Horacio Ahumada, de fecha 27 de abril 1984.

 

[55] En la segunda mitad de los años 80, el Grupo Álvarez Saavedra inició un proceso de venta y liquidación de sus principales activos. Entre estas medidas estuvo el cierre definitivo de El Sol de La Rioja y El Sol de Catamarca.

[56] El Sol de La Rioja, 20 de mayo de 1976, pág. 3.

[57] Lila Macedo, ex presa política a disposición del PEN. Entrevista del 20 de abril de 2023.

[58] Para conocer y comparar el entramado de delaciones por parte de los colaboradores civiles en otro espacio provincial, ver Asquini y Pumilla (2008) y su análisis del terrorismo de Estado en La Pampa.