Marcelo Rougier (Comp.) El Pensamiento económico de Aldo Ferrer

Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad

(2022) 

30:pp.159-164

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Marcelo Rougier (Comp.) El Pensamiento económico de Aldo Ferrer, Editorial Manuel Belgrano del Ministerio de Economía, Buenos Aires, 2021

Ignacio Andrés Rossi[1]

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Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad, N° 30, 2022, pp. 159 a 164.

RECIBIDO: 21/3/2022. EVALUADO: 15/12/2022. ACEPTADO: 15/12/2022.

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Aldo Ferrer (1927-2016) fue uno de los economistas más lúcidos a la hora de interpretar, en un sentido heterodoxo del desarrollo económico, las diferentes coyunturas político económicas de la segunda mitad del siglo XX en Argentina. Pensador y académico de importancia internacional, gestor de políticas públicas de primer orden y funcionario público nacional en varias ocasiones,[2] Ferrer combinó dimensiones que no todos los economistas logran conjugar. Dedicó años de estudio a pensar la economía argentina y la transformación de su matriz productiva primaria a una industrial de inserción exportadora y tecnológica internacional. El historiador Marcelo Rougier, quien hace varios años estudia la historia industrial y del pensamiento económico argentino, ofrece en este libro una compilación de sus principales trabajos, presentados como una síntesis de sus contribuciones en diferentes momentos históricos de la economía argentina. Enmarcado en el estructuralismo latinoamericano y centrado en la perspectiva del desarrollo nacional, sus ideas hoy interpelan a las economías periféricas, especialmente a la hora de generar alternativas a las visiones económicas neoliberales.

Así, Rougier inicia con una introducción magistral de la biografía de Ferrer, que incluye la coyuntura histórica política y económica de sus primeros años de juventud, su trayectoria académica, sus primeras publicaciones, las lecturas que lo incentivaron durante su formación hasta los economistas que ejercieron algún tipo de influencia en su trayectoria como Raúl Prebisch, Michal Kalecki, Celso Furtado, Arturo O’Connell, Guillermo Calvo, entre muchos otros. Los años del estructuralismo latinoamericano, los debates en torno al centro y la periferia instalados por Prebisch, el estudio de los ciclos económicos y el desarrollo económico, donde Ferrer bregó por la creciente utilización de bienes de capital y una modernización destinada a mejorar la vida de los habitantes, fueron de vital importancia en sus primeros años como profesional. Luego, Rougier se adentra en los intersticios de sus experiencias en la gestión pública, desde su paso por el Ministerio de Economía y Hacienda en los ‘50 hasta la publicación de uno de sus libros más célebres (La Economía argentina) y su impacto en la interpretación histórica de las periodizaciones económicas nacionales. También el historiador económico construye, en este apartado, las principales contribuciones de Ferrer al pensamiento económico como el desequilibrio en el balance de pagos, la necesidad de transformar la industria argentina hacia una mayor capacidad exportadora en una estrategia integrada y abierta, el problema del creciente papel del capital extranjero y las funciones del Estado en el desarrollo económico, aspecto último que pondría en práctica en su paso por el Ministerio de Obras y Servicios Públicos en los sesenta. El resto de la introducción de Rougier, da cuenta de cómo las preocupaciones posteriores de Ferrer se centraron en el papel de la tecnología en la economía y la creciente globalización de tipo financiera que desde los setenta impactaba en la región, como también de sus críticas férreas a la política económica de la dictadura de 1976 y las posteriores políticas neoliberales que priorizaron la apertura indiscriminada, la privatización de bienes públicos, el papel de la deuda externa y la adhesión a organismos financieros internacionales.

Luego la compilación se compone de unos nueve capítulos que abordan diferentes producciones de Ferrer, presentadas en congresos, revistas y diferentes organismos como la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en momentos concretos de la vida nacional como de su participación en instituciones internacionales. El primero de ellos, El Estado y el Desarrollo Económico (1956), discute el pensamiento clásico el equilibrio económico destacando la necesidad de intervención del Estado para resolver los problemas de estancamiento y depresión. A su vez, allí Ferrer destaca que, aunque las interpretaciones teóricas de los problemas de países en desarrollo se encontraban ciernes, todavía no existían un conjunto de “normas a la acción gubernamental en la economía” (45). También destacaba los peligros de la especialización primaria y su vulnerabilidad ante los mercados mundiales. Especialmente, sugería condiciones institucionales para contener las presiones de las mayorías por mejorar sus niveles de vida, la necesidad de encarar el desarrollo resolviendo la estrechez de los mercados aumentando la productividad y los ingresos, la colaboración entre países poco desarrollados, la necesidad de promover cooperativas para complementar y moderar los oligopolios fomentando la competencia, la moderación del consumo frente a los ingresos mediante moderación estatal, entre otras. En el tercer texto, dedicado al capital extranjero hacia fines de los sesenta, Ferrer se preocupó por los crecientes niveles de inversión extranjera directa de la cual, a pesar de reconocer su importancia, destacaba la dependencia tecnológica en bienes de capital, recursos humanos y control de mercado que generaban. Entre las políticas económicas que consideraba Ferrer para conservar los principales resortes de la economía nacional, se encontraban la promoción del desarrollo del capital privado y público, la prioridad de las industrias más dinámicas atadas a criterios de eficiencia, reserva de ciertas áreas a la industria nacional evitando innecesariamente el endeudamiento externo, saneamiento del endeudamiento de empresas nacionales mediante capitalización dirigida al desarrollo tecnológico e industrial, racionalización de aranceles para equiparar progresivamente los precios nacionales a los internacionales como para fomentar la exportación Luego, en el Desarrollo de las Industrias Básicas y la Sustitución de Importaciones (1970) Ferrer destacó la necesidad de instrumentar un régimen selectivo de protección mediante la restricción de importaciones frente a la protección exagerada que había llegado a 150% en los cincuenta, fomentando mayormente industrias de producción de bienes finales y postergando las básicas del momento (siderurgia, química de base, petroquímica, bienes pesados, etc.). Para revertir esta situación y hacer eficiente la competencia de la industria nacional, Ferrer insistía en fomentar la integración latinoamericana para fortalecer la posición de negociación frente a los mercados desarrollados. Sin embargo, también destacaba que, para aquellos casos en los que países como Brasil y México se encontraban mejor posicionados, por ejemplo, en siderurgia, deberían fijarse metas de crecimiento que cubran su demanda externa en los rubros más convenientes y selectivos concibiendo, así, la especialización regional no entre ramas industriales sino dentro de cada rama industrial.

Entrando en los años setenta, su texto Devaluación, redistribución de ingresos y el proceso de desarticulación industrial en la Argentina (1974), mostró su preocupación por la devaluación progresiva del peso desde la instalación de un tipo de cambio fluctuante en los sesenta. Ferrer destacaba las particularidades de la estructura económica y comercial argentina, para mostrar preocupación frente a la traslación de ingresos en favor del sector agropecuario y la redistribución regresiva de los ingresos contra los sectores populares. Así, Ferrer subrayaba la necesidad de quebrar la espiral devaluación-precios-salarios eliminado los aumentos de salarios para evitar el incremento del desempleo en un país que, en aquel entonces registraba un 75% del empleo en la industria. El llamado era a buscar nuevas formas de fomento de las exportaciones agropecuarias alternativas a la devaluación que, además de sus efectos nocivos, no parecía incidir en los volúmenes exportados, para lo cual mencionaba un cambio del régimen de tenencias de la tierra destinado a descomprimir la gran propiedad y fomentar conductas empresariales virtuosas. En Tecnología y Política Económica en América Latina (1974) Ferrer dio cuenta de cómo la tecnología recibió un papel marginal en las cuestiones que hacían al desarrollo económico, problema visible en los países en desarrollo frente a la creciente transferencia de tecnología importada de los países centrales. El desarrollo tecnológico, daba cuenta el economista, se presentaba como una variable crucial para fortalecer la posición negociadora nacional que dependía, como aseguraba, de la capacidad interna de transformación. Para ello, Ferrer recomendaba que las políticas públicas estuvieran dirigidas a fomentar el desarrollo tecnológico en áreas claves centradas en la expansión de la demanda hacia adentro, un régimen de importación de tecnología de interés nacional, la desagregación de tecnología de manera progresiva y selectiva para fomentar la producción nacional, la búsqueda activa de importación tecnológica de acuerdo a los intereses locales y la integración del capital extranjero monopólico bajo los objetivos de desarrollo autónomo.

Luego, en Vivir con lo nuestro (1983), Ferrer planteó que para poder administrar con éxito el problema de la deuda externa y proteger la soberanía nacional era necesario concentrarse en los recursos propios. No por ello, aclaraba Ferrer, se debían desconocer las potencialidades del comercio exterior ya que se trataba de negociar con firmeza las ventajas locales desechando los criterios de los organismos financieros globales. Claro que, a pesar de su optimismo con el regreso de la democracia y la posibilidad de un amplio acuerdo social en torno a esta, advirtió la impostergable necesidad de una reforma financiera que revirtiera los enormes desequilibrios evidenciados desde los ochenta, que como mostró después la historia reciente no fue posible. En El devenir de una ilusión (1989), Ferrer lamentaba la interrupción del proceso de industrialización iniciado durante la segunda mitad del siglo XX, el problema de la inflación, la dependencia financiera y el deterioro de las condiciones de vida de la población que ubicaba en el marco de una restauración ortodoxa. Durante el inicio de la nueva década, también reflexiono sobre “el modelo K”, con el cual se mostró optimista dado la reactivación industrial, el papel de la tecnología y ciertas mejoras en la educación y la distribución de los ingresos. Sin embargo, el economista no dejó de advertir los riesgos de no fomentar la desaparición del déficit en el comercio de manufacturas complejas y alcanzar el autoabastecimiento energético, entre otros puntos, para consolidar un modelo de desarrollo con altos niveles de independencia. En el último texto presentado, El regreso del neoliberalismo (2016), Ferrer cuestionó al gobierno en el marco del entonces recientemente electo Mauricio Macri (2015-2019) entendido en un marco histórico de alternancia de proyectos de signos opuestos. Especialmente, criticó la proyección de un modelo que mostraba una excesiva confianza en los mercados, una apertura incondicional al orden mundial y la ausencia de una estrategia de distribución del ingreso compatible con el crecimiento económico. Ferrer puso de relieve en sus últimos días, problemáticas económicas de primer orden, como el conflicto con los denominados fondos internacionales “buitres”, la deliberada búsqueda de ingreso de capitales extranjeros sin condiciones y el peligro latente de la restricción externa en la economía argentina.

El pensamiento económico de Aldo Ferrer se constituye como un pilar de vital importancia para los problemas actuales de la economía argentina. A pesar de los diferentes contextos históricos en que el economista reflexionara, la restricción externa, la dependencia tecnológica, la redistribución de los ingresos y otras cuestiones, siguen siendo de primer orden en nuestros días. Actualmente, luego del fracaso económico del gobierno de Macri y de las dificultades irresueltas que la actual gestión de la coalición del Frente de Todos se encuentra enfrentando, las reflexiones de Ferrer se tornan importantes para pensar en un relanzamiento de la economía argentina que profundice los niveles de autonomía nacional compatibilizando una inteligente inserción internacional.

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[1] Universidad Nacional de General Sarmiento. E mail: ignacio.a.rossi@gmail.com

[2] Ferrer se incorporó como asesor a las Naciones Unidas en los años cincuenta y en Argentina fue asesor del presidente Arturo Frondizi en los sesenta, ministro de Economía y Hacienda de Buenos Aires durante el gobierno de Oscar Alende, ministro de Obras Públicas y de Economía de la Nación en los setenta, presidente del Banco Provincia en los ochenta, funcionario de la Comisión Nacional de Energía Atómica en los noventa y embajador en Francia entre el 2011-13. Además, colaboró en varias instituciones nacionales e internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo, el Instituto del Desarrollo Económico y Social y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, entre otras.