Jessica Blanco, Historia de una relación impensada

Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad

(2022) 

30:pp.153-157

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Jessica Blanco, Historia de una relación impensada. El catolicismo en los sindicatos durante el primer peronismo, Grupo Editor Universitario - Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Buenos Aires, 2021

Camila Tagle[1]

 

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Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad, N° 30, 2022, pp. 153 a 157.

RECIBIDO: 4/5/2022. EVALUADO: 15/12/2022. ACEPTADO: 15/12/2022.

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Historia de una relación impensada es la historia de la trama que a lo largo de buena parte del siglo XX ha vinculado a dos universos que no tienden a imaginarse naturalmente de manera entrelazada: el sindical y el católico. En este tomo – integrante de la colección de divulgación “La Argentina peronista: política, sindicalismo, cultura” dirigida por Gustavo Contreras –, Jessica Blanco se propone estudiar un capítulo del catolicismo social argentino: aquel impulsado por la participación de la iglesia católica en la vida sindical durante el primer peronismo. El objetivo la conduce a detenerse principalmente en la inserción sindical de asociaciones laicales – ya sea a través de la conformación de sindicatos católicos o, fundamentalmente, mediante la militancia personal en otros ya existentes, así como en los lugares de trabajo – y sus diversos intentos por recristianizar a los sectores obreros; reverso del empeño por alejarlos de las tendencias de izquierda que desde comienzos del siglo cosecharon simpatías entre los miembros de la clase obrera argentina. El interés, entonces, es por el componente no clerical, aunque no por ello menos orgánico, dentro del conjunto de actores que formaron parte de las estructuras eclesiales de la época, resultantes a su vez de un proceso de secularización de mediana duración. La Acción Católica Argentina (ACA), los Círculos Católicos de Obreros (CCO) y la Juventud Obrera Católica (JOC) son las asociaciones elegidas por la autora para dar cuenta de un protagonismo escasamente atendido tanto por la historiografía interesada en la iglesia como por la que se ocupó del movimiento obrero en la Argentina. La injerencia que aquellos espacios tuvieron en ciudades como Córdoba, Mendoza o Santa Fe habilita a su vez el delineado de un mapa sindical descentrado del escenario porteño y estrechamente vinculado al desarrollo de los peronismos provinciales.

Los dos primeros capítulos sitúan a la iglesia en el contexto de las transformaciones económicas y sociales que, al calor de la crisis mundial de los años treinta, sentaron las bases para la redefinición argentina del proyecto liberal que venía estructurando las relaciones entre el Estado y la sociedad. Amparada en el proyecto del integralismo católico y contando con la disposición de un laicado dinámico, multiforme y asociado cuya composición se describe con minuciosidad en el capítulo 1, la iglesia halló y defendió su margen de acción en la Argentina posliberal. Se trataba básicamente de promover una presencia religiosa cuidadosa de la armonía de clases en la mayor cantidad y variedad posible de instancias sociales, sean éstas culturales, educativas, mutuales, políticas o gremiales. La relación con esta última vivió su “edad dorada”, según Blanco, con las circunstancias inauguradas por el golpe cívico militar de 1943, que tuvo al nacionalismo católico entre sus principales identificaciones ideológicas. Fundamentalmente, la represión ejercida contra tendencias de izquierda y una legislación restrictiva en materia sindical dejaron vacíos de representación que fueron aprovechados por asociaciones laicales que ya venían destinando esfuerzos – con éxitos dispares – a la promoción de sindicatos y centrales obreras católicas. Mutualismo, protección ante el gobierno y asesoramiento eclesiástico gremial fueron las principales puertas de entrada a través de las cuales los trabajadores agremiados ingresaron al universo asociativo católico. Ahora bien, se pregunta Blanco, ¿cuál fue el peso real que tuvo la religión en la cotidianeidad sindical? Dicho en otros términos, ¿cuán católicos eran los afiliados a los sindicatos católicos? El asunto está lejos de saldarse y habilita nuevas indagaciones, pero la autora no descarta que en más de una experiencia haya operado una suerte de “máscara católica” que, al tiempo que le permitía a la iglesia exhibir su anclaje gremial, protegía a los trabajadores y sus dirigentes frente a las medidas represivas del gobierno militar.

Para algunas asociaciones los términos de esta convivencia tuvieron que redefinirse cuando tomaron forma las iniciativas estatales que buscaban afirmar el carácter secular de los sindicatos, cristalizadas en el nuevo régimen legal de asociaciones profesionales de 1945. Entre sus principales disposiciones se contaban el sindicato único por rama y el principio de aconfesionalidad sindical, verdaderos “golpes de gracia” para los proyectos católicos sindicalizadores. Así y todo, en ciudades como Córdoba, Salta y Santa Fe, la intervención asociativa católica desempeñó un papel relevante en la conformación de sindicatos que años más tarde serían capitalizados por los oficialismos locales en la tarea de creación de nuevas entidades obreras. Ciertas concepciones compartidas acerca del trabajo entre la iglesia y el naciente peronismo posibilitaron tal imbricación.

El capítulo 3 del libro da cuenta de la perdurabilidad y modalidades de aquel vínculo durante el transcurso de los primeros gobiernos peronistas, a pesar de las normativas y acciones oficiales que apuntaron a delimitar el campo gremial en clave secularizadora. A través de la interpretación de declaraciones vehiculizadas por el periódico Juventud Obrera, se restituyen los motivos y movimientos de los jóvenes católicos en su temprana adhesión al peronismo. Según Blanco, las razones de aquel lazo identitario deben buscarse en el plano de las subjetividades, antes que en el de los vínculos estrictamente políticos. Entre los elementos que componían la triple caracterización que la agrupación llevaba inscripta en su propio nombre, el relativo a la condición trabajadora pesaba más que los otros. Esto es, la identidad confesional, presente en la vivencia de una religiosidad ante todo práctica, no ortodoxa, resultó menos estructurante que la clase social a la hora de ensayar definiciones políticas. El análisis del proceso de construcción de la identidad laboral en la JOC – construida en torno a la idea de “autenticidad obrera” y sus valores asociados – resulta entonces fundamental para comprender puntos de contacto y similitudes discursivas con el proyecto peronista, aunque la adhesión haya venido muchas veces de la mano de argumentos propiamente religiosos.

El peronismo cristiano pero antieclesiástico había probado su compatibilidad con la fe jocista alejada de los dogmas; ¿cómo fue que la confluencia devino entonces competencia y luego enfrentamiento manifiesto? Antes que volver sobre las causas y detonantes a esta altura por demás conocidos, en el cuarto capítulo del libro Blanco repone el modo en que los contemporáneos interpretaron y procesaron la crítica transformación del vínculo institucional entre Perón y la iglesia. Adscribiendo a investigaciones que en el último tiempo han revisado empíricamente la idea de un “mar sindical peronista” unívoco y homogéneo, la autora se pregunta en qué medida las acusaciones de infiltración católica esgrimidas por Perón pudieron haber tenido asidero en la realidad sindical del momento. Testimonios orales de ex militantes católicos proporcionan el principal material de las hipótesis que se plantean en este apartado. A través de ellos se reconstruyen los hitos de conflicto – el incendio de templos católicos adquiere aquí una relevancia central – y las percepciones de sus causas – relativas muchas de ellas a la idea de una infiltración marxista en el seno del peronismo – tal como se representan en las memorias de los protagonistas.

Por último, el quinto capítulo revisa las posiciones adoptadas por el jocismo – entendido ahora como una posición subjetiva, que incluye a más de una variante organizacional – durante los años inmediatamente posteriores al golpe de estado de 1955, cuando la hostilidad de los trabajadores peronistas hacia la iglesia tornó inviable el apostolado católico en los sindicatos y/o lugares de trabajo, tal como venía operando hasta ese momento. El surgimiento de organizaciones sin vinculación institucional con la iglesia como el Movimiento de Avanzada Social Cristiana (MASC) o la Acción Sindical Argentina (ASA) da cuenta de la continuidad del proceso secularizador en el seno de este tipo de espacios, que viraron desde lo católico hacia lo cristiano. Sus posicionamientos políticos corrieron en un sentido similar: cercanas al “antiperonismo tolerante” de Lonardi, suspendieron su apoyo al gobierno militar ante el giro represivo de Aramburu, para luego dar indicios claros de apoyo a la llamada resistencia peronista. El libro culmina, entonces, cuando comienza lo que podría considerarse el momento formativo del nuevo capítulo que vinculará peronismo y religión durante los años sesenta de la historia argentina.

Para finalizar, cabe subrayar la variedad documental en la que reposa la investigación: el cruce entre prensa nacional y local, publicaciones de organizaciones, imágenes, discursos, actas, estatutos y testimonios orales permite dar debida cuenta del complejo entramado de ideas y prácticas que signaron una parte importante de la vida religiosa y comunitaria en la Argentina del siglo XX. Materiales, todos, que vienen a sugerir que el elemento impensado de la relación catolicismo-sindicalismo peronista menos tiene que ver con su historia que con las preguntas que hasta ahora la habían indagado. 

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[1] Universidad Nacional de Córdoba. E mail: camilatagle@yahoo.com.ar