La temprana recepción del funcionalismo

Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad

(2022) 

30:pp.123-150

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La temprana recepción del funcionalismo en la sociología argentina. Un análisis comparado de Gino Germani y José Enrique Miguens (1945-1960)

Esteban Vila[1]

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Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad, N° 30, 2022, pp. 123 a 150.

RECIBIDO: 29/12/2021. EVALUADO: 6        /10/2022. ACEPTADO: 6/10/2022.

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Resumen

Este artículo estudia la recepción de Talcott Parsons y Robert Merton en Argentina entre 1945-1960. Primero, el texto reconstruye la circulación local de sociólogos norteamericanos desde comienzos del siglo XX para luego centrarse en la época en la cual comenzó la divulgación local de los funcionalistas, es decir, el primer gobierno peronista. Después, el análisis se concentra especialmente en dos sociólogos: Gino Germani y José Enrique Miguens. Ambos fueron destacados receptores de la sociología de Parsons y Merton, cuyas recepciones se reconstruyen de forma comparada, mostrando sus apropiaciones y usos hasta comienzos de 1960.

Palabras clave: funcionalismo – recepción – Argentina

Summary 

This article studies the reception of Talcott Parsons and Robert Merton in Argentina between 1945-1960. First, the text reconstructs the local circulation of North American sociologists since the beginning of the 20th century and then focuses on the time in which the functionalists began to spread locally, that is, the first Peronist government. Later, the analysis focuses especially on two sociologists: Gino Germani and José Enrique Miguens. Both were prominent receptors of the sociology of Parsons and Merton, whose receptions are reconstructed in a comparative way, showing their appropriations and uses until the early 1960s.

Keywords: Functionalism – Reception – Argentina

Introducción

Este artículo estudia la recepción argentina de los dos referentes teóricos principales de la sociología funcionalista: Talcott Parsons y Robert Merton. Al día de hoy, con excepción de unos pocos trabajos,[2] no hay investigaciones en torno a la apropiación y usos de perspectivas y conceptos sociológicos de esta tradición por parte de sociólogos argentinos. Si se tiene en cuenta la importancia que tuvo funcionalismo para la sociología mundial durante la segunda posguerra, es decir cuando se constituyó lo que Giddens denominó “consenso ortodoxo”,[3] la escasez de pesquisas en torno a este tema llama poderosamente la atención. Además, se trata de una situación que se replica en otras latitudes: a nivel regional, puede mencionarse una investigación sobre la recepción de Parsons en la Revista Mexicana de Sociología,[4] mientras que en Europa se cuentan un puñado de trabajos, como el de la circulación de la sociología parsoniana en Francia[5] o el de Merton en Italia.[6]

En el caso argentino es quizás más llamativo porque los autores de origen norteamericano siempre formaron parte de los programas de las materias de sociología en las universidades locales. Desde finales del siglo XIX, cuando los intelectuales vernáculos comenzaron a preguntarse por la modernización de la sociedad argentina, Albion Small, Lester Ward, Franklin Giddings y Charles Ellwood, entre otros, fueron algunos de los nombres que comenzaron a circular en las cátedras de sociología y se constituyeron en una referencia constante de los primeros profesores locales de la asignatura.

De hecho, aún antes que comenzara a funcionar la primera cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (FFyL-UBA) en 1899, Carlos Octavio Bunge se refería a la “sociografía” para designar al “sistema de Spencer y Gidding [sic]”, y distinguirlo de “sociología”, concepto que daba cuenta de la ciencia “que soñó y esbozó Comte”.[7] Por su parte, Ernesto Quesada, primer profesor titular de la mencionada cátedra, en su clase inaugural no sólo se mostraba como un asiduo lector del American Journal of Sociology sino que también citaba los libros Inductive Sociology, The Elements of Sociology y Principles of Sociology de Giddings, así como Dynamic sociology, The psychic factors of civilization, Pure sociology y Outlines of sociology de Ward.[8]   

En cuanto a Juan Agustín García, primer profesor titular de sociología en las Facultades de Derecho de Buenos Aires y La Plata, debido al mayor influjo de Francia en su pensamiento, solía citar la traducción de un libro de Giddings, Principes de Sociologie.[9] Mientras tanto, Leopoldo Maupas, su ayudante en la cátedra de la capital del país, dedicaba algunas líneas a Ward y Giddings en su manual Caracteres y Crítica de la Sociología,[10] a quienes ubicaba entre las diferentes doctrinas sociológicas vigentes en la época.

Otro de los jóvenes ayudantes de cátedra durante esta primera etapa institucional de la sociología en Buenos Aires fue Ricardo Levene, quien acompañaría como suplente a Quesada hasta comienzos de los años veinte y lo sucedería como titular en el cargo. En el libro Leyes Sociológicas dedicó algunas reflexiones en torno a lo que significaba el “fenómeno social” para Giddings.[11] Más tarde, varios autores norteamericanos formarían parte de sus cursos de sociología en las Universidades de Buenos Aires y La Plata en los cuales, por ejemplo, incorporaría la traducción francesa de un libro de Ellwood, Principes de psycho-sociologie.[12]

Sin embargo, fue en Córdoba donde la sociología norteamericana tuvo una mejor acogida. Según comentó Enrique Martínez Paz, profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba (FDCS-UNC), el primer programa de la asignatura propuesto por su titular, Isidoro Ruiz Moreno, estaba inspirado “en la enseñanza del Profesor de Columbia University, Franklin E. Giddings contenida en sus ‘Principios de Sociología’”.[13] Además, la unidad 2 del programa fue tomada en parte del “Compendio de Sociología” de Ward, por quien Martínez Paz mostraba gran admiración. En efecto, era un autor citado en reiteradas oportunidades en su manual, Los Elementos de la Sociología,[14] además de Principios de Sociología[15] de Giddings.

Entre los discípulos de Martínez Paz se encuentra el sociólogo argentino más importante de la primera mitad del siglo XX: Raúl Orgaz. Este autor posee una obra prolífica que sería imposible resumir en breves líneas. Baste decir que fue un intelectual enormemente actualizado respecto de las novedades de la sociología mundial de su época, entre las cuales estaba la sociología norteamericana. Así, por ejemplo, en 1924 publicó un libro titulado La sinergía social argentina, un estudio del proceso revolucionario en el Río de la Plata, donde el concepto de “sinergía social” es explícitamente tomado de Ward.

A su vez, en el artículo “La sociología actual”[16] Orgaz mencionaba las “tres direcciones” de la sociología de entonces: la metodológica (francesa); la filosófica (alemana) y la pragmático-psicológica (estadounidense). En relación a esta última, daba cuenta de los trabajos de Small, Ward, Giddings, Ellwood, William Sumner, Nicholas Spykman, Floyd Henry Allport y Luther Lee Bernard, habiendo este último desempeñado una “misión científica” en Buenos Aires, sobre la cual redactaría un informe acerca del estado de las ciencias sociales en Argentina.[17] Orgaz también fue el primer sociólogo argentino que mencionó a un miembro de la afamada Escuela de Chicago, cuando hizo referencia a William Thomas en una conferencia sobre “la dinámica social” en el Instituto de Sociología de Buenos Aires.[18]

Esta importante recepción por parte de Orgaz dio lugar a que su discípulo más famoso, Alfredo Poviña, llegara a afirmar que la sociología enseñada por su maestro, aunque “no presenta características tan acentuadas […] diríamos que se acerca a la sociología norteamericana”.[19] El propio Poviña había dedicado a Giddings un artículo en 1929 y su manual Cursos de Sociología mostraría una enorme actualización al respecto de esta tradición.[20] Autores como Pitirim Sorokin, Harry Barnes, Robert Park, Ernest Burgess, Niles Carpenter, Howard Becker,[21] etc., pasarían a ser referencias recurrentes en la casa de estudios superiores de Córdoba desde mediados de los años treinta.

Es más, en este manual Poviña daba cuenta de “las técnicas americanas de la investigación sociológica” de la época, entre las que mencionaba la del “Social Survey” que José Medina Echevarría y Daniel Cosío Villegas traducían al castellano como “Socio-Mensura” o “Mensura de lo Social”, además del “The Case Method” diversificado en “Interview” y “Life History”.[22] Más allá de estas referencias, es interesante señalar que, con excepción del programa propuesto para la cátedra de sociología de la FFyL-UBA en 1948,[23] es decir el primer año en que Poviña fue su profesor titular, este autor no daría cuenta de autores de la tradición funcionalista sino hasta fecha muy tardía. Sería recién en la sexta y última edición de su manual, Tratado de Sociología,[24] donde Poviña referiría a las obras de Parsons y Merton.

Entonces, teniendo en cuenta que las primeras apariciones de estos dos últimos autores en la sociología vernácula datan de la década de 1940, el texto propone desarrollarse en tres instancias. En primer lugar, se caracterizará a la sociología durante el primer gobierno peronista, momento del inicio de la recepción del funcionalismo en el ámbito local, dando cuenta de los enfoques sociológicos de sus principales animadores. En un segundo momento, aparecerá como relevante para el objeto de investigación la obra temprana de Gino Germani quien, como es ampliamente conocido, en estos años tuvo escasos contactos con el mundo universitario, por lo que su producción sociológica, si bien actualizada respecto de las novedades norteamericanas, permaneció en buena medida por fuera de la enseñanza formal hasta 1955.

En una tercera instancia, se abordará la apropiación del funcionalismo por parte de un sociólogo argentino que estudió con Parsons en Estados Unidos: José Enrique Míguens. Hijo de un juez y miembro de una familia tradicional de Buenos Aires, se graduó como abogado en 1943 en la universidad porteña para luego estudiar administración y sociología en la Universidad de Harvard, donde tuvo como profesores a Parsons y Sorokin. En su Currículum Vitae, Miguens adjuntaba con orgullo la carta de recomendación de Parsons, quien decía que su discípulo mostraba “una inusitada capacidad para aprehender las más profundas cuestiones teóricas […] y al mismo tiempo una excelente habilidad para tratar el material empírico”.[25] Luego de sus estudios en Estados Unidos,[26] Miguens se refirió en reiteradas oportunidades a Parsons como “mi maestro”.[27] 

Partícipe de una generación que renovaría los estudios sociológicos entre los intelectuales católicos locales, Míguens no sólo resultó un autor aggiornado respecto de las últimas tendencias de la sociología internacional, sino que además representó una nueva perspectiva para el análisis de lo social entre los miembros de su círculo religioso. Ambos, Germani y Míguens, fueron los fundadores de las primeras carreras de sociología del país, el primero en la Universidad de Buenos Aires en 1957 y el segundo en la Universidad Católica Argentina en 1959. A su vez, en las obras de los dos autores se hace palpable, aunque de forma gradual y con matices, la progresiva influencia que el funcionalismo fue adquiriendo en Argentina. Sus apropiaciones y usos, aunque dispares, son el indicador que da cuenta de este proceso.

La sociología argentina durante el primer gobierno peronista

Al día de la fecha las referencias sobre la sociología académica en Argentina durante el peronismo son escasas. Como la mayoría de los historiadores de la disciplina se han concentrado en el período inmediatamente posterior al golpe de Estado de 1955, lo cual coincide con el ascenso de la figura de Gino Germani y la fundación de la carrera de sociología en Buenos Aires, los conocimientos sobre el desarrollo de la sociología y de los vínculos de los sociólogos argentinos con el gobierno peronista no son demasiado profundos. A su vez, el hecho de que Germani quedara parcialmente fuera de la universidad durante estos años hace que se le haya prestado más atención a su labor en el ámbito editorial así como en el Colegio Libre de Estudios Superiores[28] antes que a quienes ocuparon los cargos institucionales ligados a la sociología.

Sin embargo, algunas investigaciones recuperan datos biográficos e intelectuales de los sociólogos más relevantes de estos años.[29] Estos aportes permiten reponer el panorama general de lo que fue la sociología argentina durante la década 1946-1955, aunque una reconstrucción en profundidad de las trayectorias de los sociólogos de este período es una tarea pendiente que deberá realizarse en el futuro.

En el contexto del primer peronismo, puede entonces presentarse la siguiente lista de profesores de sociología: en la Universidad de Buenos Aires fueron docentes de la cátedra de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (FDCS-UBA) Rodolfo Tecera del Franco, Fernando Cuevillas y José Enrique Miguens, al tiempo que Tecera del Franco dirigió la sección de “Sociología” del Instituto de Filosofía del Derecho y Sociología de la misma facultad; Francisco Valsecchi, Alberto Baldrich, Enrique Pichón-Rivière y Miguens fueron profesores de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE-UBA), y Baldrich dirigió el Instituto de Sociología de la misma institución; por último, Alfredo Poviña, Tecera del Franco y José María Rosa estuvieron a cargo de la cátedra de la FFyL-UBA, y Tecera del Franco dirigió el Instituto de Sociología de la facultad luego del alejamiento de Poviña en 1952.

Por fuera del caso porteño, César Pico e Ítalo Lúder fueron profesores de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (FaHCE-UNLP); Francisco Torres, Alberto Díaz Bialet y Guillermo Terrera lo fueron en la FDCS-UNC; Agustín Zapata Gollán y Sara Faisal estuvieron a cargo de la cátedra de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral (FCJS-UNL) y Alicia Eguren de Catella de la cátedra de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la misma casa de estudios (FCE-UNL); Manuel Trías, Julio Soler Miralles y Adolfo Ruiz Díaz fueron profesores de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (FFyL-UNCuyo); finalmente, Renato Treves y Miguel Figueroa Román tuvieron a su cargo la cátedra de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán (FFyL-UNT).

En términos generales, se ha caracterizado la orientación de la sociología argentina durante el peronismo como “espiritualista” o “culturalista”, con un fuerte peso de autores de la sociología alemana de orientación antipositivista como Hans Freyer o Max Scheler. Si bien estos pensadores se conocían en las universidades locales desde la década anterior y, aunque durante el peronismo se habrían convertido en la perspectiva dominante de la sociología vernácula, lo cierto es que como la disciplina seguía siendo pluralista, tuvo que convivir con otras dos tendencias: la sociología histórica y la naciente sociografía académica. Así, según González Bollo, durante los primeros años de vida del Instituto de Sociología de Buenos Aires, fundado en 1940,

el encuentro de estas diferentes líneas sociológicas en este flamante espacio institucional permite observar una de las fases finales de la transición de una sociología de “cátedra”, entendida exclusivamente como divulgación de conocimientos ya elaborados, a una sociología empírica, es decir, productora de conocimientos originales[30]

Pero, ¿cuál era la concepción de sociología que tenían los docentes más importantes a nivel nacional? Tecera del Franco, aunque no se ubicaba explícitamente al interior de una corriente sociológica, rechazaba hacerse eco de “ajenas posiciones y corrientes sociológicas extranjeras” que resultaban extrañas “a nuestro ser espiritual”. Sostenía que “la sociología es obra y expresión a la vez, de una cultura y sin desvirtuarse no podría jamás ser trasplantada a otra cultura”. En este sentido, recuperaba a Freyer, quien sostenía que la sociología alemana debía defenderse de “la técnica practicista” de la sociología norteamericana.[31] De esta forma, la función de la sociología era conocer el ser social (nacional), para que luego la política propugnara un deber ser.

En cuanto a Baldrich, su concepción sociológica fue marcadamente antipositivista. En los programas que propuso para las asignaturas que dictó se hace palpable una perspectiva afín a la división del mundo en “social/cultural” y “natural”, ubicando a la sociología dentro del primero, siendo los nombres de Hegel, Windelband, Rickert, Dilthey y Scheler una parte importante de la bibliografía propuesta. Un ejemplo de su perspectiva se encuentra en la conferencia “Las Instituciones Armadas y la cultura” que dictó en el Círculo Militar, donde criticó el determinismo de la sociología positivista comteana desde el enfoque de Scheler.[32]

Poviña, por su parte, fue un autor que buscó activamente constituirse en un exponente local de la sociología alemana. Si bien fue ecléctico, sus apoyaturas teóricas principales fueron Simmel, Von Wiese, Freyer y Vierkandt. De hecho, tomó la definición de sociología de este último en su manual Cursos de Sociología, donde estableció que “Sociología es la ciencia que estudia, desde un punto de vista general, el proceso de interacción humana y sus productos, tales como se dan en la realidad”.[33] Una concepción similar puede encontrarse entre los profesores de la FDCS-UNC. Por ejemplo, Guillermo Terrera[34] sostenía que la sociología era “una ciencia general y abstracta que se dedica al estudio de las inter-acciones humanas y de sus productos o cristalizaciones (instituciones)”. 

Entre los profesores de sociología de la FFyL-UNCuyo, Soler Miralles planteaba que la sociología debía ser una “ciencia de la realidad”. Esto quería decir que constituía un “campo diferenciado de las ciencias de la naturaleza y no confundido con las ciencias del logos”,[35] lo cual muestra el influjo alemán en su pensamiento. En cuanto a Manuel Trías, mantuvo una orientación intelectual marcadamente teórica y, por lo tanto, ajena a la investigación científica, al mismo tiempo que varios de sus principales referentes provinieron del catolicismo, como Tristán de Atayde y Octavio Derisi.[36] 

Finalmente, aunque no hay indagaciones en torno a Alicia Eguren de Catella y su actuación en la cátedra de la FCE-UNL, en los programas de la asignatura también se puede apreciar una profunda afinidad con la sociología alemana, cuya enseñanza comprendía prácticamente la totalidad del curso, tal y como había sido impartida hasta entonces por sus antiguos profesores Baldrich y Jordán Bruno Genta.[37] En este marco, la excepción es la UNT. Aquí, Treves planteaba en Introducción a las investigaciones sociales un rechazo a la visión de la sociología como una disciplina cultural, afirmando su carácter científico en tanto pretendía lograr el conocimiento total de la sociedad a partir de sus principios fundamentales de manera sintética y organizadora. En consecuencia, la sociología debía vincularse con las investigaciones prácticas de los problemas regionales a través de la sociografía, siendo el modelo a seguir el de los institutos universitarios de los Estados Unidos.[38] Sin embargo, Treves volvería a su Italia natal en 1948, por lo que no participaría mucho tiempo de la experiencia de la universidad peronista.

Por último, Miguel Figueroa Román en Planificación y sociografía defendía la necesidad de introducir la planificación como la mejor técnica para lograr el progreso. La sociología, en virtud de su visión integral de los fenómenos sociales, era la única disciplina que podía admitir la planificación. Por ello, el rol del sociólogo en la planificación era la coordinación del conjunto de técnicas y especialistas (ingenieros, economistas, higienistas, agrónomos, juristas, etc.).[39] No obstante, debe resaltarse que este autor participó activamente de la Academia Nacional de Sociología, institución fundada en 1950 que agrupaba a la mayoría de los sociólogos argentinos arriba mencionados, por lo que en rigor de la verdad no podría caracterizárselo como un antagonista de la práctica dominante de la sociología de la época.

De lo antedicho se desprende que el ámbito universitario argentino durante el gobierno peronista no fue el contexto más propicio para que se produjeran las primeras apropiaciones de los autores del funcionalismo. Con excepción de Tucumán, no existieron agentes sociales que practicaran la disciplina de una manera que hiciera posible adecuar las modernas teorías y metodologías empíricas de la sociología estadounidense, las cuales constituirían el mainstream sociológico a nivel global unos años más tarde. Por lo tanto, sería recién con la renovación universitaria iniciada luego del derrocamiento del gobierno en 1955 que quienes tomarían las riendas de la sociología argentina darían cuenta de una apropiación de novedosas teorías foráneas.

De esta forma, a partir de ahora el texto se concentrará en dos protagonistas de dicha renovación en Buenos Aires, no porque las experiencias del interior del país carezcan de interés, sino porque la gran mayoría de las referencias a los principales teóricos del funcionalismo se realizaron en esta ciudad. En primer lugar, se abordarán las apropiaciones y usos del funcionalismo por parte de Germani, para luego pasar a Míguens. Finalmente, se ensayarán conclusiones que posibiliten un análisis comparado de recepciones, a fin de comprender sus similitudes y diferencias.

La recepción del funcionalismo en la obra temprana de Gino Germani

En la actualidad, la obra y trayectoria de Gino Germani son más que conocidas. Por fuera de las decenas de artículos que pueden mencionarse, se le han dedicado varios libros y tesis doctorales tanto al análisis de su actuación institucional como de las distintas dimensiones de su producción intelectual.[40] En términos generales, estos trabajos comparten la puesta en entredicho del carácter funcionalista de su sociología, que es la imagen que usualmente ha circulado y circula en las distintas carreras del país.

Sin ánimo de discutir la orientación global de la obra, aquí lo que interesa es desentrañar la recepción y usos que Germani realizó de los sociólogos funcionalistas entre 1945, es decir, cuando hace la primera mención de Parsons en Argentina, y finales de los años cincuenta, momento en que produce sus primeros textos enmarcados en la teoría funcionalista. En este sentido, como ha señalado Blanco, “aún cuando Germani sigue de cerca la obra de Parsons desde fecha muy temprana, es recién hacia fines de los años cincuenta que puede hablarse de un uso efectivo de la misma, [aunque] dicho uso es enteramente heterodoxo”.[41] Por cierto, según comentó el propio Germani, conoció la obra de los funcionalistas en el Instituto de Sociología de la FFyL-UBA a comienzos de la década de 1940, junto a la colección de la American Sociological Review y del American Journal of Sociology.[42] En este contexto, no es casualidad que las dos primeras apariciones de Parsons en los trabajos de Germani se hayan relacionado con las interpretaciones que este autor realizó de los sociólogos clásicos, Émile Durkheim y Max Weber.

Entonces, en 1945 Germani citó por primera vez a Parsons en Argentina en “Anomia y desintegración social”, artículo publicado en el Boletín del Instituto de Sociología. Aquí, el propósito de Germani era pensar algunos problemas que traía consigo la “transición” de la sociedad tradicional a la sociedad moderna. De allí que hiciera referencia al libro de 1937, The Structure of Social Action (TSSA), cuando Parsons apelaba a la idea de que el concepto de “conciencia colectiva” de Durkheim se modificaba entre La división del trabajo social y El Suicidio. En particular, se recuperaba la interpretación que sugiere que, mientras en el primer libro la conciencia colectiva estaba presente sólo en las sociedades con solidaridad mecánica, en el segundo esa diferenciación se desdibujaba y el autor pasaba a concentrarse en el contenido de dicha conciencia común, tanto en las sociedades arcaicas como en aquellas que poseen solidaridad orgánica.

Al año siguiente, Germani publicó “Sociología y planificación”. Se trata de un texto en el cual se plantea que la “racionalización” es una tendencia de las sociedades modernas, lo cual “culmina actualmente con los modernos intentos de planificación”.[43] Para Germani, en el tipo societal moderno era necesario el surgimiento de una “ciencia experimental de lo social”, lo cual no implicaba un retorno al positivismo comteano sino una superación del dualismo del mundo entre “natural” y “cultural” sostenido por autores alemanes como Dilthey, Windelband o Rickert. Siguiendo a Parsons, Germani afirmaba que Weber era un sociólogo que había contribuido a esta tarea construyendo una ciencia inductiva y empírica.

El año de la publicación de este texto coincide con la victoria electoral del peronismo. Como ya se ha dicho, esta situación implicó que Germani debiera alejarse parcialmente de la universidad y refugiarse en el mercado editorial. Entre sus trabajos desarrollados en este ámbito se encuentra el de prologuista, por lo que entre algunas de las presentaciones que realizó de obras de autores extranjeros también pueden encontrarse alusiones a los funcionalistas. Por ejemplo, en el prefacio a El miedo a la libertad de Eric Fromm hizo referencia al concepto de “carácter social”, el cual fue utilizado en la “obra de antropólogos de la corriente funcionalista […] [entre los que señala a] Malinowski, a Ruth Benedict y a Margaret Mead”.[44] Y algo parecido ocurre en la presentación de Estudios de psicología primitiva de Malinowski, donde se refirió a su concepción de “antropología funcional”.[45]

Sin embargo, sería en el prólogo de la versión castellana de Espíritu, Persona y Sociedad de George Herbert Mead donde Germani volvería a utilizar a Parsons en un sentido análogo al que lo había hecho con Weber años antes. Aquí daba cuenta de “la teoría unitaria de la acción” desarrollada por el profesor de Harvard en TSSA y, junto con Edward Shils, en Toward a general theory of action. Al igual que Weber y Mead, Parsons contribuía a la unificación de la ciencia social y a la superación de viejas antinomias de la teoría sociológica, entre las cuales la de “individuo vs. sociedad” ocupaba un lugar central.[46] En este sentido, otros intelectuales relevantes, tanto de la sociología como ajenos a ella, funcionarían en los textos de Germani de la misma manera que Weber y Parsons, por ejemplo Sigmund Freud y Karl Mannheim.[47] 

Este último fue una referencia de primer orden para Germani en lo que hacía a la propuesta “reconstructiva” de la sociología, es decir, a la unificación de métodos y de aportes de las distintas ciencias sociales que, en la época de la planificación, debían superar el saber fragmentario tan corriente en estos campos. La “sociología reconstructiva” supone entonces que para estudiar una institución se debe enfocar a la vez y contemporáneamente los distintos puntos de vista que presiden las diferentes ciencias especiales. Esto es una integración o síntesis que, como dice Mannheim, es “algo bien distinto de la síntesis del encuadernador, que simplemente reúne en un volumen los diversos trabajos de diferentes estudiosos”.[48]

De nuevo, Parsons realizó su aporte con la famosa “tesis de la convergencia” sobre en las obras de Pareto, Marshall, Durkheim y Weber. Esta misma referencia en relación a la integración de teorías se repetía en “Unificación teórica e integración reconstructiva”, capítulo de La Sociología Científica, aunque aquí se agregaban algunas observaciones de Merton en torno a las posibilidades de unificación de campos limitados pero significativos de investigación. Para Merton se necesitaban teorías sobre tipos específicos de fenómenos, “teorías de alcance medio” que, aunque limitadas y relativamente independientes, es decir, no formando un sistema, podían ordenar y utilizar el material empírico, orientando y articulando la investigación científica en pos de generar un conocimiento acumulativo.[49]

Germani insistiría sobre este punto en “Sociología, Relaciones Humanas y Psiquiatría”, donde señalaría al trabajo de 1953 de Parsons, Bales & Shils, Working papers in the theory of action, como un intento de sistematización de estudios fragmentarios.[50] Por cierto, la cuestión del método en sociología, la crítica a las posiciones “culturalistas” y la apuesta por “restablecer la unidad de la ciencia” son temas que atraviesan el conjunto de la obra germaniana en este período. Ya en 1952, en “Una década de discusiones metodológicas en la sociología latinoamericana”, Germani había reivindicado la postura de Medina Echavarría para quien la escisión entre ciencias naturales y culturales debía considerarse “como cosa pasada y disuelta”.[51] Aquí, en la lista de textos que se destacaban en torno a la discusión sobre “el problema del método” aparecía la traducción al portugués de 1946 de un trabajo de Parsons: “O papel da teoría na pesquisa social”.

Sin embargo, este uso extendido de los sociólogos funcionalistas para pensar la perspectiva y la metodología que debería adoptar la sociología científica no se replica en el primer trabajo empírico de Germani publicado como libro, donde las referencias a estos autores son casi inexistentes. De hecho, Estructura Social de la Argentina se presenta explícitamente como un estudio correspondiente a “lo que la escuela francesa de sociología llama morfología social, tal y como la definió en un principio Durkheim y la precisaron luego sus continuadores [52] y sólo se cita una vez un artículo de Parsons: “Age and sex in the social structure of the United States”.

Finalmente, en los últimos años de la década de 1950 Germani elaboró y reelaboró varias veces un texto cuya versión final sería “Análisis de transición”, publicado como capítulo 3 en el famoso libro Política y sociedad en una época de transición, de 1962. Originalmente, este trabajo se había titulado “Sobre algunos aspectos sociales del desarrollo económico” y fue un documento de trabajo que circuló por FLACSO (Chile) en 1958. Luego, el mismo texto se presentó como ponencia en el V Congreso de ALAS (Montevideo) en 1959 bajo el título “El tradicionalismo ideológico”. Por fin, con el nombre “Secularización y resistencias al desarrollo” este escrito fue publicado por el Centro Latino Americano de Pesquisas em Ciencias Sociais –CLAPCS– (Río de Janeiro) en 1960. Este último trabajo es una versión modificada de lo que Germani dio a conocer en Argentina como “Secularización y desarrollo económico” en 1959, siendo esta publicación interna del Instituto de Sociología una parte del seminario dictado por el autor en el CLAPCS al año siguiente.

Esta pluralidad de reescrituras, además de dar cuenta del atractivo intelectual que representaba por entonces comprender el fenómeno peronista, da cuenta de la fuerza que progresivamente adquiere la teoría funcionalista en la prosa del sociólogo italiano. De tal modo que “Secularización y desarrollo económico” podría caracterizarse como el primer texto germaniano taxativamente funcionalista dado su explícito apoyo teórico en los autores de esta tradición. En él, Germani se propone reseñar los diferentes aspectos del “proceso de secularización” en relación con el “desarrollo económico”.

El primer elemento indicado refiere a un cambio en la organización social en virtud del cual: i) se modifica la acción social (del predominio de acciones prescriptivas se pasa al de acciones electivas); ii) de la institucionalización de lo tradicional se pasa a la institucionalización del cambio; iii) de un conjunto relativamente indiferenciado de instituciones se pasa a una diferenciación y especialización creciente de las mismas. Este último punto se liga al creciente número de actividades humanas, cada vez más delimitadas y “funcionalmente definidas” que adquieren a su vez una creciente autonomía, lo cual “en nada afecta la hipótesis de la interdependencia de todas las partes de la estructura social ni la de su interrelación funcional”.[53] 

¿Cómo se relaciona entonces la secularización con el desarrollo económico? Según Germani, la secularización se imbrica con el desarrollo en tres dimensiones: i) la ciencia, es decir, el conocimiento científico de la naturaleza; ii) la tecnología, o los procedimientos de producción, distribución, etc.; iii) la economía, específicamente en lo que respecta a la diferenciación de instituciones económicas, es decir, organizadas en base a la eficiencia y, por lo tanto, incorporando la racionalidad instrumental en la acción y la institucionalización del cambio.

A esto se suman otras condiciones necesarias para el desarrollo económico, como el reclutamiento del personal de acuerdo con el principio de la eficiencia, una organización racional del Estado, la secularización de las relaciones familiares, la extensión de la educación, etc. Por otra parte, se señalan ciertas resistencias a estos procesos, llamadas “contradicciones funcionales”,[54] las cuales surgen de la coexistencia de tendencias contradictorias, propias de sociedades que experimentan un proceso de transición de estructuras. Sin embargo, “estos conflictos expresan en parte contradicciones implícitas de toda sociedad industrial, y la posibilidad de trascender el nivel ideológico del conflicto estará en ahondar la investigación estructural-funcional de la sociedad industrial”.[55] A lo largo del escrito las referencias centrales son The Social System de Parsons, y Family, Socialization and Interaction Process de Parsons & Bales, libros publicados en 1951 y 1955 respectivamente.

Al año siguiente Germani haría algunas menciones a Parsons y Merton en “Problems and Strayegy of Social Research in Less Developed Countries: Latin America”, texto preparado para un seminario sobre aspectos sociales del desarrollo económico en la Universidad de Chicago y cuya traducción se publicó como capítulo 3 del libro La sociología en la América Latina: problemas y perspectivas. Además, en este libro hizo otras referencias al funcionalismo: al capítulo 8 de The Social System, la parte IV de Social Theory and Social Structure, y al trabajo en co-autoría de Merton & Lerner, “Social Scienctist Research Policy”, donde se tratan las condiciones sociales que afectan la posibilidad y desarrollo del conocimiento científico.[56]

Como puede apreciarse, en estos años Germani hizo un uso selectivo de las obras de Parsons y Merton y, al mismo tiempo, intentó adaptarlas a sus propios intereses cognoscitivos, es decir, a las inquietudes intelectuales que lo movilizaban en el momento que escribía. Centralmente, utilizó a los funcionalistas para abogar por la superación de la antinomia “ciencias de la naturaleza vs. ciencias de la cultura”, en el contexto de la fundación de la carrera de sociología en la Universidad de Buenos Aires, dada la necesidad de justificar su práctica sociológica para la producción de conocimiento científico. A su vez, aunque quizás en este aspecto Mannheim haya sido la referencia principal, la “teoría unitaria de la acción” y la “tesis de la convergencia” de Parsons también sirvieron a Germani para defender la idea de una ciencia social unificada.

Finalmente, estas posiciones en materia de teoría sociológica tuvieron como telón de fondo el problema de la “transición” de la sociedad tradicional a la sociedad moderna. La operación de Germani consistió en oponer distintos tipos de práctica sociológica, fijando así su posición respecto de la forma de ejercer la disciplina. Si los sociólogos en la sociedad tradicional, es decir, en la Argentina peronista, tenían “formas tradicionales” de practicar la sociología, los sociólogos en la  moderna sociedad posperonista practicarían una sociología empírica e inductiva, es decir, la sociología científica.

José Enrique Miguens: un discípulo católico de Parsons

A diferencia de Germani, la trayectoria de José Enrique Miguens ha sido poco visitada. Más allá de alguna excepción,[57] no fue un autor cuya trayectoria haya llamado la atención de los historiadores de la sociología. Sin embargo, resulta pertinente en este trabajo dado su contacto personal con los funcionalistas norteamericanos así como las apropiaciones y usos que realizó de los mismos. En efecto, luego de su estancia de posgrado en Estados Unidos, se vuelve palpable en sus primeras publicaciones el influjo sociológico recibido en las universidades norteamericanas.

Y es que Miguens presentaba características que lo hacían permeable a las nuevas formas en que los norteamericanos encaraban el estudio de lo social, ya que formaba parte de una generación de intelectuales católicos que renovaría la manera en que este grupo se relacionaba con las ciencias sociales. En particular, y aunque en un primer momento se emparentó con la economía, dado su vínculo con el grupo del economista católico Alejandro Bunge en torno a la Revista de Economía Argentina, Miguens sería junto a Antonio Donini uno de los sociólogos más destacados del catolicismo argentino de la segunda mitad del siglo XX. Por cierto, aunque Miguens ocupó cargos como profesor adjunto en la UBA durante el peronismo, aún era joven y sus vínculos con la universidad terminaron luego de la ruptura del gobierno con la Iglesia en 1954. En síntesis, podría decirse que Miguens era más católico que peronista.

Pero, ¿qué suponía la renovación sociológica del catolicismo? En principio, el reconocimiento de la autonomía de la disciplina, lo cual siempre había sido negado por la intelectualidad católica local. Ocurrió que en 1950 se produjo una modificación del Código de Malinas, el cual era un producto de la Unión Internacional de Estudios Sociales, es decir, una organización con sede en Bélgica que reunía a filósofos, teólogos, juristas y sociólogos católicos para elaborar normativas morales y sociales. Según la definición de 1933, este código no reconocía una esfera independiente para la sociología y la subsumía a la filosofía social. Por el contrario, la reforma de 1950 declaraba que “la sociología, como ciencia positiva, observa y describe las manifestaciones de la vida social […] El conocimiento objetivo del fenómeno social unido con la luz de la filosofía social, permiten determinar leyes que presiden la evolución de la vida social”.[58] 

Esto tuvo repercusiones importantes entre los intelectuales católicos argentinos interesados en la sociología. En especial, si se comparan las obras de los pioneros de esta renovación,[59] con lo que podía sostener un referente de los Cursos de Cultura Católica como Octavio Derisi no mucho tiempo antes,[60] se vuelve ostensible el cambio de perspectiva. Ahora el pensamiento católico no sólo reconocía la autonomía de la sociología respecto de la filosofía, sino que además se planteaba la posibilidad de que fuera una ciencia positiva, aunque esto no implicara aceptar el determinismo social propuesto por el positivismo y, por lo tanto, la negación del libre albedrío. ¿Cómo ingresaba entonces el funcionalismo norteamericano en un autor enmarcado en este proceso de renovación intelectual?

En principio, como ya se ha dicho, Miguens conoció mucho de la sociología estadounidense en general, lo cual se hace ostensible desde sus primeros trabajos. Por ejemplo, en “La vocación actual de la sociología” hablaba de “un profesor de la Universidad de Chicago” que estaba estudiando “las populares ‘barras’ de las esquinas y de los cafés, señalando la importancia que tienen en la maquinaria electoral norteamericana”.[61] También en Sociología de la empresa industrial citó un artículo de Everett Hughes publicado en la American Sociological Review sobre grupos raciales en la industria norteamericana, y realizó una reseña del libro Introductory Sociology, publicado en 1947 por un profesor de la Universidad de Notre Dame, Raymond Murray.[62]

El libro El conocimiento de lo social y otros ensayos recopila varios textos de finales de la década de 1940 y comienzos de la de 1950. Este trabajo fue sumamente importante en la producción de Miguens y no pasó desapercibido para la comunidad católica. De hecho, Irala Burgos le dedicó una reseña en la revista tomista Sapientia, en la cual celebraba la propuesta de este trabajo así como la de “todo libro que otorgue a lo social sus derechos conquistados”.[63] 

Aquí, las referencias a Parsons fueron similares a las primeras de Germani ya comentadas, es decir, que se relacionan con interpretaciones de las obras de Durkheim y Weber. En relación al primero, la crítica de Miguens al positivismo contiene algunas citas de Parsons ligadas al concepto de conciencia colectiva, el cual daba cuenta de su necesidad de “postular en el mundo, algo más que los simples fenómenos entrelazados”.[64] El foco del juicio negativo de Miguens sobre el positivismo era lo que denominaba como su “círculo vicioso”, el cual consiste en un retorno al “noúmeno” kantiano en lugar de a Dios, es decir, postular la existencia de “algo” en las cosas que se encuentra por fuera de la experiencia. En cuanto a Weber, Miguens citaba TSSA para exponer la perspectiva del sociólogo alemán en torno a la diferencia entre la sociología y las ciencias físico-naturales. En resumen, podría decirse que en los ensayos que componen este libro Parsons no tuvo demasiada relevancia.

Sin embargo, en 1953 Miguens también reseñó una publicación de Merton: Élements de méthode sociologique, es decir, la edición francesa de Social Theory and Social Structure de 1949. Allí decía que, lejos de encontrarse en una etapa empírica, “lo más brillante que produce actualmente la sociología norteamericana son los libros sobre teoría social”.[65] Miguens ubicaba a Merton como miembro de la escuela “analítica funcionalista” fundada por Parsons, y hacía algunas críticas menores a su texto: en primer lugar, al espacio dedicado a la cuestión de la “unidad funcional de toda la sociedad” y, en segundo lugar, a la idea de que una misma función “puede ser cumplida por elementos intercambiables” cuando “siempre hay un elemento estructuralmente adecuado para cada función y otros que sólo pueden realizarla subsidiariamente y como compensación a la ausencia o defecto del elemento adecuado”.[66] 

Ahora bien, lo interesante que presenta esta reseña es que resulta un indicador del marcado interés de Miguens por Merton, siendo éste un autor que contaría en los años siguientes con una difusión mucho mayor en lengua castellana que Parsons. De hecho, Merton fue publicado por primera vez en español el mismo año de la reseña de Miguens en un libro en co-autoría con Georges Gurvitch, Sociología del conocimiento. Es verdad, la popularización de Merton en lengua castellana se produjo, al igual que la de Parsons y del funcionalismo en general, en la década de 1960, pero la difusión del primero le gana a la del segundo por lo menos en dos aspectos.

En primer lugar, para 1966, momento en el cual se publican las primeras traducciones de libros de Parsons,[67] Merton ya contaba con una vasta bibliografía en español publicada en varios países. En segundo lugar, la obra principal de Merton, Teoría y estructura sociales tuvo su primera traducción (parcial) en 1960, mientras que la de Parsons data de 1968.[68] Resta averiguar, a partir de un ejercicio comparativo de análisis bibliográfico de programas de materias, si Merton fue efectivamente un autor más divulgado en las clases de sociología que Parsons. De todas maneras, ambos autores fueron enseñados en los cursos de sociología que dictaron tanto Miguens como Germani.[69]

Finalmente, Parsons y Merton también tuvieron algunas apariciones en Sociología económica y La sociología como ciencia positiva. En el caso del primer autor, en el primero de los libros citados, era utilizado como fuente de autoridad para criticar al utilitarismo, corriente que plantea que “el placer” es el fundamento de la acción económica. Por el contrario, como sostuvo el “maestro de Harvard” en el artículo “The motivation of economic activities” de 1940, el placer no es ni el único fin de la actividad económica ni una constante biológica sino una función del equilibrio personal total del individuo. Hay entonces una pluralidad de elementos que forman parte de “la circunstancia del actor”: sus estados biológicos, sus conexiones sociales, sus relaciones con el mundo exterior, su cosmovisión, etc., que “mantienen entre sí y con el placer relaciones funcionales dentro de una totalidad psíquica”.[70]

En cuanto a Merton, era mencionado en relación a las distintas corrientes económicas de la época, las cuales eran estudiadas “desde el punto de vista sociológico”. Miguens daba cuenta de la importancia del análisis funcional en los estudios sobre productividad y rendimiento del trabajo en las fábricas, y citaba la edición francesa anteriormente referida, Élements de méthode sociologique, donde Merton decía que para estudiar una fábrica era necesario tomarla como una unidad, donde sus distintos elementos actúan coordinadamente, en forma funcional.

Esto que sostiene Merton en lo sociológico ha sido también defendido por otros autores en lo económico, porque conviene señalar que este enfoque funcional quiebra completamente el modo mecanicista de encarar las acciones humanas dentro de la teoría económica. Como resultado de esto […] se llega a establecer una causalidad funcional interrelacionada: cada elemento es función de otro; cada uno de los elementos del grupo fábrica, está interrelacionado con los demás[71]

Finalmente, en La sociología como ciencia positiva el propósito de Miguens era demostrar la existencia de una ciencia positiva de lo social “sin dejar de ser espiritualista y sin renegar de lo propio de la persona humana que es su unicidad y su libertad”.[72] Por lo tanto, no sólo aparece la idea de una ciencia sociológica autónoma, sino que además el hecho de que sea positiva no le impide negar el libre albedrío, objeto central de la crítica católica a la sociología ya mencionada. Miguens decía entonces al respecto del “conocimiento permanente” que, así como la sociología busca estudiar y determinar los aspectos constantes de la naturaleza humana en sociedad, la antropología cultural está dedicada

a clasificar y sistematizar las constantes culturas, las estructuras y funciones que tienen caracteres de permanencia y generalidad a través de las épocas y de las distancias. Se destaca en esta tarea […] el Laboratorio de Relaciones Humanas de la Universidad de Harvard, donde un grupo de sociólogos, antropólogos y psicólogos presididos por Talcott Parsons […] y Edward Shils actualmente en Chicago, llegaron a importantísimas conclusiones de teoría general[73]

En definitiva, tanto en Germani como en Miguens se aprecia una progresiva adopción de los postulados funcionalistas y una utilización de sus presupuestos para sus trabajos teóricos. Sin embargo, hasta 1960 no pareciera que ninguno de los dos haya utilizado a Parsons o Merton en sus investigaciones empíricas. De tal forma que, en un comienzo de forma tímida y vinculada a interpretaciones de los clásicos de la sociología, con posterioridad fueron ocupando un lugar cada vez más importante en los escritos de ambos autores tanto como criterio de autoridad como para la elaboración de sus propias perspectivas sobre la sociedad.

Conclusiones

Los autores norteamericanos siempre formaron parte de la enseñanza de la sociología en Argentina. Desde la implantación de la disciplina como materia de estudio a nivel universitario a finales del siglo XIX, la ciencia social desarrollada en los Estados Unidos fue un faro de referencia para los profesores locales. Sin embargo, con el advenimiento del peronismo a mediados de la década de 1940 las asignaturas a nivel superior estuvieron dominadas por docentes poco interesados en ellos. Es cierto, para ese entonces Parsons aún no lideraba la sociología de su país y, por lo tanto, la internacionalización de su proyecto todavía no se había producido. No obstante, se trataba de un autor conocido en Argentina, no sólo porque Germani lo citaba con frecuencia desde 1945 sino también porque se había incluido como lectura en la cátedra de la FFyL-UBA en 1948.

Entonces, ¿por qué no fue una referencia para los sociólogos argentinos durante el gobierno peronista? En síntesis, esta ausencia se explica por la concepción sociológica de quienes en ese momento dictaban la materia, la cual estaba asociada principalmente a una filosofía social de origen alemán que planteaba la separación de la realidad entre un “mundo cultural” y un “mundo natural”, siendo la sociología parte del primero. A su vez, el escaso interés por la investigación empírica volvía irrelevantes una serie de autores que por entonces estaban desarrollando ideas pasibles de aplicarse al estudio de la realidad social.

En contraposición, Germani se presenta como un sociólogo ecléctico que estuvo en condiciones de apropiarse de las ideas de varios pensadores europeos y norteamericanos con perspectivas diversas (Mannheim, Weber, Durkheim, Parsons, Merton, Freud, etc.), pero siempre con miras a desplegar su propio proyecto sociológico. Éste suponía una ciencia social que unificaba diversas teorías y se apoyaba fuertemente en la investigación empírica, es decir, planteaba una forma de practicar la disciplina que, desde su perspectiva, se correspondía con las características de las sociedades modernas, donde la racionalización de la acción social se extiende hasta culminar en la planificación democrática. De tal manera que Parsons y Merton fueron autores que le sirvieron para estudiar la transición argentina del peronismo (i.e. sociedad tradicional) al posperonismo (i.e. sociedad moderna). Si la sociedad tradicional se caracteriza por formas autoritarias de ejercer el liderazgo político, lo cual se corresponde, entre otras cosas, con maneras tradicionales de practicar la sociología, la sociedad moderna mostraría una configuración política democrática con una sociología construida en moldes “científicos”.

En cuanto a Miguens, su estancia de estudios en Estados Unidos lo volvió un conocedor de primera mano de las teorías sociológicas norteamericanas. A su vez, la relación establecida con Parsons en Harvard le permitió reivindicarse en varias ocasiones como su discípulo. Sin embargo, sus primeros ensayos no estuvieron enmarcados en su teoría y la selección de la obra parsoniana que realizó fue similar en varios pasajes a la de Germani, ya que ambos utilizaron a los sociólogos funcionalistas más para discutir teoría que para realizar investigaciones empíricas, por lo menos hasta 1960. En este marco, Miguens se mostró como un renovador entre los católicos que se volcaron al estudio de la sociología. Otorgarle a esta disciplina una autonomía de la ética (y, por lo tanto, de la filosofía) supuso una novedad en el pensamiento católico que permitió un desplazamiento de la perspectiva de Miguens respecto de intelectuales católicos previos como Gustavo Martínez Zuviría, Alberto Baldrich, Jordán Bruno Genta u Octavio Derisi.

No obstante, a pesar de aceptar a la sociología como ciencia positiva, Miguens mantuvo cierta distancia de esta corriente de pensamiento al criticar su caída en un “círculo vicioso”, como ya se ha comentado más arriba. Si en esto se aleja de Germani, quien sostenía que la sociología es una ciencia positiva e inductiva, los acercan las preocupaciones conjuntas (y crecientes) vinculadas a la economía que, por cierto, es un tópico que se manifestará en buena parte de los sociólogos latinoamericanos en el pasaje de la década de 1950 a la de 1960. Sin embargo, mientras en Miguens se evidencia una atracción por discutir algunas teorías que abordan la “acción económica”, en Germani aparece un problema práctico de primer orden para las sociedades de América Latina de la época que fue el “desarrollo económico”.

En este sentido, el ascenso del funcionalismo como perspectiva dominante de la sociología argentina coincidirá con el surgimiento de una rama especial de la disciplina denominada “sociología del desarrollo”, que abordará esta problemática a nivel regional. Como señaló Blanco,[74] la popularización del funcionalismo en Germani llegaría con la publicación de Política y sociedad en una época de transición en 1962, afirmación que quizás quepa hacerse extensible a nivel nacional, ya que ese mismo año otro renovador de la sociología argentina, pero esta vez profesor en la Universidad Nacional de Córdoba, Juan Carlos Agulla, daría a conocer el México el libro Estructura y Función, aunque esta afirmación ya excede el recorte propuesto para el presente estudio.


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[1] Universidad de Buenos Aires. Email: estebanvila@gmail.com

[2] Blanco, 2003, Acevedo Rodríguez, 2009, Trovero, 2019.

[3] Las características del “consenso ortodoxo” pueden sintetizarse en tres elementos: en primer lugar, supone una teoría de la “sociedad industrial” que, en coincidencia con Durkheim, postula que los conflictos entre clases sociales se corresponden con un estadio inicial de la transición hacia la modernidad; en segundo lugar, la adaptación al mundo social de la matriz evolutiva ofrecida por la biología, perspectiva remontable hasta Comte, que supondría un “progreso con orden”; finalmente, una filosofía de la ciencia de concepción naturalista, en línea con los planteos de Carnap, Hempel y Nagel, Giddens, 2018 [1979]: 259-263.

[4] Zubiría Mutis, 2012.

[5] Marcel, 2004.

[6] Barbano, 2017.

[7] Bunge, 1898: 86.

[8] Quesada, 1905.

[9] García, 1955.

[10] Maupas, 1911.

[11] Levene, 1907.

[12] Programa Sociología 1927, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

[13] Martínez Paz, 1914:367.

[14] Martínez Paz, 1911.

[15] En este caso, se trataba de la versión castellana de la obra publicada por la Editorial España Moderna.

[16] Orgaz, 1927.

[17] Bernard, 1927.

[18] Orgaz, 1942.

[19] Poviña, 1932: 576.

[20] Poviña, 1945.

[21] Con quien más tarde Poviña colaboraría con un capítulo sobre la historia de la sociología argentina en el libro de 1956 compilado por Geroges Gurvitch y Wilbert Moore, Sociología del Siglo XX, en el cual también se publicarían trabajos de Parsons y Merton.

[22] Poviña, 1945: 199-201.

[23] Programa de Sociología 1948, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

[24] Poviña, 1977.

[25] Parsons, 1945.

[26] Miguens, 1953b: 1518, 1960: 71.

[27] Por cierto, Miguens no fue el único sociólogo argentino que cursó estudios en Norteamérica en esta época. Por ejemplo, Ángel Federico Nebbia, quien luego desarrolló su carrera en la UAM-Iztapalapa, fue becado por la fundación Ford y estudió en Nueva York y Harvard, donde tuvo trato personal con Parsons y se especializó en su teoría. Por su parte, José Manuel Saravia (h) (luego profesor de sociología en la Universidad de La Plata), Adolfo Critto (Universidad de Córdoba) y Torcuato S. Di Tella (Universidad de Buenos Aires) estudiaron en Columbia con Seymour Lipset, Robert Lynd, Daniel Bell, Paul Lazarsfeld y Robert Merton. Di Tella, 2019:30, Expte. Ángel Federico Nebbia, Expte. José Manuel Saravia (h), Grisendi, 2014.

[28] Neiburg, 1998.

[29] Blanco, 2006, Escobar, 2016, Ficcardi, 2013, Giorgi & Vila, 2019, González Bollo, 1999, Pereyra, 2005, 2012.

[30] González Bollo, 1999: 17.

[31] Tecera del Franco, 1950: 45.

[32] Baldrich, 1937.

[33] Poviña, 1945:144, énfasis en original.

[34] Terrera, 1969: 12.

[35] Soler Miralles, 1952: 180.

[36] Ficcardi, 2013.

[37] Programa Sociología 1949, Facultad de Ciencias Económicas, Políticas y Comerciales, Universidad Nacional del Litoral.

[38] Treves, 1942.

[39] Figueroa Román, 1946.

[40] Entre otras, Amaral, 2018, Blanco, 2006, Grondona, 2017, Mera & Rebón, 2010, Pereyra, 2005.

[41] Blanco, 2003: 672.

[42] Kahl, 1986.

[43] Germani, 2006 [1946]: 113.

[44] Germani, 2006 [1947]: 81.

[45] Germani, 1949: 9.

[46] Germani, 1953.

[47] Este mismo argumento se replica en artículos como “Psicoanálisis y sociología: un problema de método” o “El psicoanálisis y las ciencias del hombre”. Germani, 1951, 1956.

[48] Germani, 1950: 315.

[49] Germani, 1956.

[50] Germani, 1957.

[51] Germani, 2006 [1952]: 93.

[52] Germani, 1987 [1955]: 13.

[53] Germani, 1959:2.

[54] Germani, 1959:13.

[55] Germani, 1959:16.

[56] Germani, 1964.

[57] Por ejemplo, Aramburu & Giorgi, 2013.

[58] Zanca, 2008:184-185.

[59] Donini, 1960, Miguens, 1960.

[60] Derisi, 1938.

[61] Miguens, 1948a: 1047.

[62] Miguens, 1948b.

[63] Irala Burgos, 1954: 73.

[64] Miguens, 1953a: 36.

[65] Miguens, 1953b:1518.

[66] Miguens, 1953b: 1521-1522.

[67] Este año El sistema social fue publicado por la Revista de Occidente y Estructura y proceso en las sociedades modernas por el Instituto de Estudios Políticos de Madrid. Al año siguiente Paidós publicaría Ensayos de teoría sociológica en Buenos Aires, pero sería recién en 1968 que la ópera magna de Parsons, La estructura de la acción social, conocería su versión en lengua castellana en la capital española.

[68] Desde 1953 se publicaron una pluralidad de traducciones de artículos de Merton en Argentina, Chile, México y Puerto Rico. La versión de 1960 mencionada, editada por FLACSO (Chile), seleccionaba 4 artículos de Teoría y estructura sociales. La versión completa en castellano fue dada a conocer por el Fondo de Cultura Económica cuatro años más tarde, Cataño, 1997.

[69] Al respecto, pueden consultarse los programas de las materias “Sociología Sistemática” y “Sociología” de la FFyL-UBA (esta última “Introducción a la Sociología” desde 1957) dictadas por Germani entre los años 1956-1960, y de Miguens la versión taquigráfica de su Curso de Sociología (1957). Este último incluye varios de los artículos de Miguens ya mencionados, los cuales eran utilizados como material de estudio.

[70] Miguens, 1958:20.

[71] Miguens, 1958:134.

[72] Miguens, 1960:31.

[73] Miguens, 1960:42-43.

[74] Blanco, 2003.