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Los inicios del Instituto de Estudios Americanistas: primera etapa de publicaciones y modos de legitimación política

 

Denise Reyna Berrotarán*

 

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Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad, N° 24, 2020, pp. 109 a 133.

RECIBIDO: 19/05/2020. EVALUADO: 30/05/2020. ACEPTADO: 16/06/2020.

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Resumen

El Instituto de Estudios Americanistas fue creado en 1936. Avalado por la Universidad de Córdoba, quería dar continuidad al trabajo realizado por un sacerdote-historiador fallecido, monseñor Pablo Cabrera, además de consolidar otros historiadores autodidactas que venían trabajando en el estudio del pasado. Este nuevo espacio, hito para la historia de la historiografía de Córdoba, mostró en sus primeras publicaciones la búsqueda de legitimación de su lugar en la Universidad y en otros lugares de investigación histórica de más larga data. De allí que sus dos primeras colecciones estuvieran atravesadas por la búsqueda de sentido y solidez académica. A lo largo de estas páginas analizaremos las primeras publicaciones del Instituto de Estudios Americanistas y su claro vínculo con el momento de su gestación. El recorte temporal elegido en esta oportunidad nos propone detenernos en su primera etapa en la que sus producciones responden a legitimaciones y articulaciones entre el Instituto, la Universidad y los círculos académicos.

Palabras clave: Institucionalización de la historia – Instituto de Estudios Americanistas – Escritura de la historia en Córdoba

Summary

The Institute of Americanist Studies was created in 1936. Endorsed by the University of Cordoba, it was intended to give continuity to the work done by a deceased priest-historian, Monsignor Pablo Cabrera, in addition to consolidating other self-taught historians who had been working on the study of the past. This new space, a milestone for the history of the historiography of Cordoba, showed in its first publications the search for legitimacy of its place in the University and in other places of historical research of longer standing. Hence, its first two collections were crossed by the search for meaning and academic solidity. Throughout these pages we will analyze the first publications of the Institute of Americanist Studies and its clear link to the moment of its gestation. The temporary cutback chosen on this occasion proposes that we stop at its first stage in which its productions respond to legitimations and articulations between the Institute, the University and academic circles.

Keywords: Institutionalization of History – Institute of Americanist Studies – Writing history in Cordoba

 

 

 

Introducción

Cuando abordamos la escritura del pasado y, en especial, el surgimiento de sus espacios de investigación, emergen algunas interrogantes. ¿Qué requisitos teórico-metodológicos debe reunir una junta, un instituto histórico (entre otros) para ser legitimado por el círculo académico del momento? ¿Cómo lograr el reconocimiento intelectual? ¿Cuáles son los pasos para formar una institución? ¿Qué historia se debe escribir?

Estas preguntas representan múltiples debates y posiciones por lo que en un artículo no creemos responderlas a todas. Sin embargo, podemos comenzar a esbozar algunas características del proceso de institucionalización de la historia en Córdoba.[1] Este trabajo, que forma parte de una tesis doctoral de mayor envergadura sobre este instituto en su totalidad y su vínculo con los diversos contextos intelectuales, sociales, políticos y económicos, intentará aproximarse a algunas respuestas.

Cuando miramos al Instituto de Estudios Americanistas (IEA), creado en 1936 en Córdoba, bajo la tutela del rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba(UNC) y un grupo de historiadores autodidactas, se muestran dinámicas que no sólo se detienen en la constitución propia de una institución, sino también en las herencias historiográficas de las que es objeto. De allí que, la creación de un espacio de investigación, incluso como en este caso que contaba con reconocimiento (y financiamiento) universitario, requirió de ciertos esquemas y accionares para legitimar su espacio y producción.

Este espacio institucional recién creado, como trabajaremos a lo largo de este artículo, intentó en su primera etapa legitimar su existencia, herencia y la novedad. La Historia lograba tener un espacio propio para la investigación y, a través de sus publicaciones, se proponía legitimar esta primicia. Más adelante nos detendremos en las dos colecciones que respondían a dos de estas operaciones de legitimación.

Para pensar el vínculo entre las instituciones y sus procesos de legitimación tomamos la siguiente cita:

 

…otra mirada de lo político necesita considerar los valores que sustentan a las instituciones, entre ellas al Estado, como portadoras de lo político. Interesa rescatar el papel de las instituciones como productoras de sentido para una sociedad o como traductoras de sentidos producidos en otros ámbitos. Pensar en los valores que sustentan las instituciones supone pensar en los procesos de legitimación del poder político, en las acciones que lleva a cabo para legitimarse[2]

 

Constituirse requería de ciertas acciones que veremos más adelante. Este procesos implicaba “Traducir sentidos” que se venían presentando a nivel nacional y querían trasladarse a Córdoba, con las especificidades propias. Esta era una búsqueda heredada y propia de este grupo de “intelectuales de provincia”[3]. Al mismo tiempo, este espacio dedicado al estudio del pasado estaba condicionado por un contexto donde se habían establecido ciertas reglas del juego por parte del rectorado. Su primer director, Enrique Martínez Paz, deja traslucir en sus escritos muchas cuestiones reflexivas y de construcción de la propia forma de pensar y hacer historia, que fueron marcando la línea editorial.

En este punto, debemos aclarar que este instituto ha sido objeto de distintos análisis por parte de historiadores como Bauer, Philp y Requena, entre otros. Todos coincidimos en su origen y la importancia de su creación pero no existen análisis al respecto de sus ediciones. Ante esto, este trabajo intentará mirar no sólo un horizonte de descripción de las publicaciones sino también de las variables que marcaron la línea editorial de la escritura del pasado y las pugnas académicas en un contexto que se iba modificando al ritmo de la Nueva Escuela Histórica, el Instituto de Investigaciones Históricas y el revisionismo histórico.

En breves palabras, en un primer momento, haremos un recorrido previo en torno a los procesos de institucionalización, el contexto intelectual y las razones por las que la UNC participó de la creación del IEA. En una segunda instancia analizaremos el acta de creación del IEA y las primeras producciones de este espacio, en el que emergerá la línea editorial e historiográfica. En este punto, este recorrido permitirá ver las características de legitimación de su espacio y qué acciones llevaron adelante.

 

 

Antecedentes historiográficos del IEA

En enero de 1936 falleció monseñor Pablo Cabrera, sacerdote-historiador que se había consagrado con obras sobre Historia colonial y que había marcado, a partir de su trayectoria académica, la historia de la historiografía de Córdoba. Entre sus variadas facetas, se caracterizó (como muchos otros historiadores de fines del Siglo XIX y principios de XX) por la acumulación de documentos de distinta índole.[4]

Por esto y su activa colaboración en el Archivo de Tribunales, la UNC lo nombró “Colector de Documentos” en noviembre de 1911. En 1916 se creó el puesto de Jefe de Manuscritos en el que rescató documentos sobre los primeros doctorados en la Universidad de Córdoba. También participó de la Biblioteca del Tercer Centenario, creada junto a Enrique Martínez Paz y que mencionaremos más adelante.

Como coleccionista, se calcularon “en más de cuatrocientos mil pesos el valor de las antigüedades que poseyó monseñor Cabrera y que el gobierno compró en 1925”.[5] A esta colección se le suma el resto que permaneció en su poder hasta su muerte: 70.000 folios de documentación fueron adquiridos por la Universidad y alojados en el IEA. Esta fue una de las razones por las que el entonces Rector, Sofanor Novillo Corvalán, favoreció la realización de un homenaje a Cabrera y la consecuente gestación de un instituto de investigaciones históricas.

Sobre Novillo Corvalán no tenemos muchas noticias más que su rectorado en la UNC, que se desenvolvió durante dos períodos: de 1932 a 1936, y de 1936 a 1940. Su mandato, según Enrique Martínez Paz, se caracterizó por la moderación, atribuida a su carácter de hombre católico y conservador; y su “política de concordia” y pacificación como forma de mantener el orden en la Universidad:

 

El Rector Novillo Corvalán ha sido un pacificador, un innovador, ha sacado a la Universidad de su estado de postración de desorientación [...] No nos preocupamos de justificar sus ideas, el mismo rector se ha empeñado en expresar los principios de la contradicción que sus opositores han creído descubrir en su actuación[6]

 

Para nuestro trabajo o interesante de la actuación académica de este rectorado es su afán de institucionalizar y promover el desarrollo de las ciencias en general (tanto sociales como duras). Esto descansa en un movimiento más amplio de institucionalización de las ciencias a nivel nacional, en el que se tiene como ejemplo en el plano historiográfico, a la Nueva Escuela Histórica de La Plata y Buenos Aires.[7] En este afán de institucionalización, el rector enunciaba:

 

Es hoy la hora de las institutos y seminarios (…) pero mientras el seminario ensaya a los estudiantes en el campo de la investigación, (…) el instituto llama a su seno a los espiritas ya formados, para que aborden directamente los problemas de la ciencia y le arranquen sus secretos, dando al mundo las fórmulas salvadoras, la vacuna y el suero que preservan y curan[8]

 

Esta idea lo llevó a la creación de varios institutos y escuelas, como por ejemplo: la Escuela de Ciencias Económicas y de Ingeniería Aeronáutica; el Instituto de Tisiología, Filosofía, Derecho Civil, y, finalmente, el IEA. Esto intentaba establecer formalmente las ciencias en Córdoba basándose en el respaldo de instituciones oficiales que le brindaban una mayor legitimidad.

El aporte de Novillo Corvalán fue muy importante para el desarrollo cultural de las ciencias en Córdoba, lo que facilitó que la misma Universidad se ubicara como bastión cultural ante el resto de las universidades del país. Este reconocimiento, por ejemplo, se trasluce claramente en la buena relación que Novillo Corvalán mantuvo con Ricardo Levene, presidente de la Universidad Nacional de La Plata.

Otro protagonista del surgimiento del IEA fue Enrique Martínez Paz.[9] El futuro director del IEA fue un profesor universitario y magistrado judicial, egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba, que fue miembro de la Junta de Historia y Numismática Americana y académico de número de la posterior Academia Nacional de la Historia.[10]

Una motivación de Martínez Paz para la creación del IEA sería la relación muy próxima que tuvo con Cabrera. Ambos trabajaron conjuntamente en la creación de la “Biblioteca del Tercer Centenario de la UNC”.[11] A su vez, Martínez Paz, director de la Revista de la Universidad, invitó a Cabrera a publicar algunos artículos en la misma.[12] La Revista contenía un apartado para “documentos inéditos, particularmente de interés histórico y universitario”, ya que se buscaba que los documentos “esclarecieran la verdad y la exactitud” en desmedro del género literario. Martínez Paz manifestó su admiración por Cabrera desde el inicio y fue esto o el interés compartido sobre el pasado de Córdoba y basado en una “verdad científica” lo que los llevó a su cercanía y trabajo hasta la muerte de Cabrera.

Todo esto nos permite comprender la cercanía entre Cabrera y Martínez Paz y observar el lugar primordial que el segundo ocuparía en el homenaje de 1936. Sin embargo, no debemos pensar a Martínez Paz sólo como un seguidor de Cabrera ya que, progresivamente, fue ganando reconocimiento en los círculos académicos. Esto se visualiza, de manera más evidente a partir del año 1926, cuando comenzamos a ver mayor afluencia en sus publicaciones e incitaciones a prologar a otras obras intelectuales. Para comprender la creación del IEA y el vínculo entre Cabrera y Martínez Paz basta detenernos en la entrega del título de "Dr Honoris Causa a Monseñor Pablo Cabrera".[13]

En 1928, el Consejo Superior otorgó el título de doctor Honoris Causa a Pablo Cabrera. Enrique Martínez Paz, orador de este homenaje, se posicionó como el sucesor de Cabrera, aunque esto significó ciertas rupturas historiográficas vinculadas, fundamentalmente, a los usos del pasado para legitimar la Iglesia. Cabrera en su contestación confirmó a su “heredero” y, de este modo, Martínez Paz fue construyendo una de las genealogías intelectuales de la historiografía cordobesa, donde ocupó un lugar clave este sacerdote-historiador.

Este evento, a su vez, consagró a Enrique Martínez Paz como sucesor de Cabrera. El proceso de institucionalización de la historia iniciado por Cabrera fue tomado y continuado principalmente por Martínez Paz en los años ‘30, aunque también participaron otros historiadores, como se evidencia en las distintas oportunidades de los procesos de escritura de la historia.

Por último, es importante aclarar que el IEA fue el primer instituto de investigación histórica de Córdoba con aval universitario aunque los intentos de institucionalización habían comenzado ya en 1924.[14] El primer intento de institucionalización se dio con la creación de la Junta de Estudios Históricos de 1924, presidida por Cabrera y que tuvo como miembros a Enrique Martínez Paz, Félix Garzón Maceda y Padre Grenón.[15] De esta junta no se tuvieron mayores noticias a lo largo de los años ni hemos encontrado documentación probatoria.

El segundo momento de institucionalización fue la creación en Córdoba de la filial de la Junta de Historia y Numismática Americana en 1928. La Nueva Escuela Histórica fue una corriente historiográfica que buscaba plantear una nueva generación histórica rompiendo con la historiografía erudita clásica de Mitre. Si bien se consideraban sus herederos, se presentaron como una nueva generación de historiadores que reformularon la historia nacional basada en documentos provenientes de instituciones públicas y una historia nacional patria basada en el análisis heurístico y hermenéutico. Las instituciones académicas y universitarias fueron la “sede de producción” de estos “nuevos historiadores”.[16]

En este proceso de construcción de una nueva historia nacional integral, una vertiente de esta Nueva Escuela Histórica (NEH), como plantean Devoto y Pagano, fue la historiografía local, provincial y regional.[17]  Lo que se intentó fue la creación de filiales de la Junta de Historia y Numismática Americana que favorecieran el desarrollo de instituciones provinciales. Para estos intelectuales “la historia provincial-regional estaba por hacerse”.[18] Esto llevaría a Levene a la fundación de una filial en Córdoba.

En ese afán de búsqueda documental se dio un proceso de expansión de la historiografía local. Es se dio junto con un proceso expansivo de los estudios historiográficos a nivel nacional legitimando una nueva “historia oficial” que le hiciera frente a los grupos revisionistas que aparecían entre los intelectuales. Uno de los primeros lugares a los que Levene acudió fue Córdoba, ya que fue una de las instituciones que él consideró importante en su panorama de espacios encargados del trabajo historiográfico en Argentina.[19] Además, Córdoba tenía una práctica historiográfica acorde a la considerada válida por la NEH.

Esta interrelación generada entre estos dos espacios historiográficos fue, como plantea Pablo Requena, fructífero para ambas ya que los historiadores de la JHNA ganaron primacía en el ámbito historiográfico porteño ante otras instituciones de la NEH; y a los historiadores de Córdoba les otorgó prestigio en otros ámbitos intelectuales, por ejemplo, en Buenos Aires.[20]

Como miembros se encontraban: doctor Henoch Aguiar, doctor Santiago Díaz, doctor Juan B. González, presbítero Pedro Grenón, doctor Enrique Martínez Paz y doctor Raúl Orgaz. Algunos se reiteraban y se incorporaban otros nuevos. Lo interesante aquí será ver quienes permanecieron en el futuro IEA. Esta Junta tuvo momentos intermitentes en la Historia de la Historiografía de Córdoba y no es muy claro el accionar que tuvo.

 

 

Creación del IEA (1936)

A través del decreto y ordenanza de fundación del 04 de junio de 1936[21], Novillo Corvalán tenía un plan que superaba la creación del IEA. Este era un paso más hacia la gestación de una “Facultad de Humanidades”:

 

No ocultaré mi pensamiento de que el Instituto de Estudios Americanistas, agregado al de Filosofía que funciona con tanto éxito en nuestra Universidad (…) pueden ser cimientos de una Facultad de Humanidades que dará nuevo y vigoroso realce a nuestra Universidad y aumentará su ya dilatada zona de Cultura[22]

 

El rector tenía una mirada que no se detenía en la creación de una institución solamente sino que, como plantea más adelante, su objetivo era la creación de una facultad. Para ello, la modalidad era la creación de espacios que luego constituirían una institución de mayor alcance. El Instituto de Filosofía había sido creado dos años antes y tenía una activa producción y ahora se sumaba Americanistas. Esta era la modalidad a través de la cual se debía dar la facultarización, no a la inversa. Para este rector:  

 

la formación de una facultad de esa naturaleza requiere ese proceso: la fundación de institutos que separadamente vayan probando su poder de arraigo, su aclimatación al medio y poniendo de manifiesto los resultados de su labor, no el proceso inverso, de crearla a veces artificialmente, por ordenanzas o decretos, entregando al azar de un destino incierto su suerte futura[23]

 

Lo llamativo en este punto es que este acto muestra los intereses de surgimiento de una Facultad pero, cuando llegó el momento de crearla, el IEA no formó parte sino que fueron los Institutos de Filosofía y el de Humanidades (creado en 1940) los que efectivamente se enunciaron en la “Facultad de Filosofía y Humanidades”.[24] Dos años después el IEA junto con el Instituto de Arqueología, Lingüística y Folclore, creado en 1941 se integraron a la Facultad.[25]

¿Qué pasó con este instituto? ¿Por qué no formó parte de esta facultad y continuó su labor separada de esta Facultad? Preguntas que nos llevarían muchas páginas y que, en esta oportunidad, deberemos dejar sin responder. Como una primera aproximación, es llamativo que, entre los años de 1944 y 1948 desapareció la nómina de autoridades de las publicaciones del IEA hasta que en 1948 se enunciaba un director interino. Probablemente, debido a cuestiones internas del IEA, esta institución no pudo participar de la conformación de la facultad.

Retornando al foco de nuestra mirada, para 1936 el objetivo estaba en que la universidad tuviera un espacio para albergar estudios históricos. De allí que, como veremos, las primeras publicaciones del IEA tuvieron características muy particulares que se ceñían no sólo a la documentación de Cabrera sino a las reglas del propio sistema político universitario, donde el Rector ya había impreso un carácter y ciertas condiciones.

Para la efectiva constitución de este instituto se creó una Comisión integrada por Raúl Orgaz, Enrique Martínez Paz, J., Francisco V. Silva, Ernesto Gavier y presbítero Juan Carlos Vera Vallejo.  De estos cinco miembros, sólo tres formaron parte, luego, del IEA. El objetivo de esta nueva institución era “promover e intensificar las investigaciones de carácter histórico”. En su artículo 3 se establecen varias de sus funciones que luego, algunas más que otras, se vieron plasmadas en sus obras:

 

“Art. 3°.- El instituto tendrá a su cargo:

a)         Formar el catálogo de su fondo bibliográfico y documental;

b)         Realizar investigaciones utilizando principalmente su propio material histórico;

c)          Publicar su boletín, colecciones documentales inéditas, monografías, reimpresiones, etc. (…)

d)         Suscitar y estimular las vocaciones relacionadas con la investigación histórica;

e)          Patrocinar cursos y conferencias de historia, paleografía, de arqueología, de cartografía y demás ciencias auxiliares; de organización de archivos, de historiografía y metodología histórica;

f)          Mantener vinculaciones con institutos similares del país y del extranjero[26]

 

Finalmente, a partir de su creación, el rectorado designó a Enrique Martínez Paz como director. De esta manera, entre 1937 y 1942 quedó conformado el instituto por las siguientes autoridades:[27]

 

Autoridades designadas entre 1937 y 1942

DIRECTOR

Dr. Enrique Martínez Paz

 

MIEMBROS

Dr. Raúl Orgaz

Dr. Carlos R. Melo

 

SECRETARIO

Dr. J. Francisco V. Silva

 

ENCARGADO DE PUBLICACIONES

Sr. Luis Roberto Altamira

 

AYUDANTE PRINCIPAL

Sr. José R. Peña

 

Recién a partir de 1943 se incorporó como auxiliar a Carlos Luque Colombres, quien comenzó a publicar a partir de ese año en el IEA. Entre los años de 1944 y 1948 desapareció la nómina de autoridades de las publicaciones hasta que en 1948 se especificó como director Interino a Luis Roberto Altamira. Probablemente, debido a cuestiones que todavía no hemos podido profundizar, esta institución no pudo participar de la conformación de la facultad.

A partir de este homenaje a Cabrera y acto académico de nacimiento del IEA se puede ver como la recuperación de este presbítero buscaba dar un nuevo giro a la historia que se estaba realizando en Córdoba y a nivel nacional. En esta oportunidad fueron tres los oradores: Sofanor Novillo Corvalán, Ricardo Levene y Enrique Martínez Paz. Este último planteaba en su discurso titulado: “Sentido político moderno de la historia” que se estaba asistiendo a un proceso de decadencia de la historia en la que la actitud antihistórica estaba generando nuevos paradigmas en los estudios de esta disciplina.

Martínez Paz intentaba legitimar un espacio que ya no le pertenecía a Cabrera y que proponía nuevas formas de acercarse a la escritura del pasado. A su vez, para legitimarse entre los círculos académicos, reivindicaba a la “nueva escuela histórica argentina”, tanto al Instituto de Investigaciones Históricas y a su director Emilio Ravignani como la Junta de Historia y Numismática Americana con su director, Ricardo Levene, presente en este acto académico. Martínez Paz intentaba otorgarle un sentido a esta nueva institución que se encontraba bajo su tutela. Esto se confirma con el cierre de su discurso:

 

El Instituto de Estudios Americanistas, viene a la vida en un momento propicio. No necesitamos dividirnos según los prejuicios de las escuelas ni imponer los rigores de una técnica constructiva ni proponernos elevar un monumento según las reglas de un arte geométrico. Las artes del presente, según una aguda observación, han de pedir más bien a la música que a la arquitectura su forma y su ideal[28]

 

Esta cita que extraemos resulta muy simbólica. La escritura de la historia requería de otras formas y métodos de análisis. Este nuevo espacio de investigación intentaba otorgarle otro sentido que legitimara su creación. El homenaje a Cabrera era una forma de marcar continuidades pero, a la vez, rupturas. Este sacerdote y su documentación eran un “mito de los orígenes” que le otorgaba sentido a este espacio, pero los “intelectuales de provincia” que se encontraban involucrados en su fundación, también querían imprimirle una impronta novedosa a la investigación, tomando metodologías que se estaban trabajando en otros espacios. Habrá que esperar a la segunda etapa del IEA, a partir de 1941, para ver cómo se concretan las palabras antes citadas. Los primeros años estuvieron focalizados en el cumplimiento y legitimación de lo heredado y lo propuesto. Todo esto es lo que abordaremos a continuación.

 

 

¿De qué se trataron las primeras publicaciones?[29]

El texto de “La labor de investigación de 1982”contiene el último índice disponible con todas las publicaciones del IEA. En este nos encontramos con que el Instituto tuvo varias secciones: una sección “serie histórica” y una “sección reimpresiones” que estuvieron desde el comienzo aunque su origen oficial consta de 1941. También se encontraba la sección “Cuadernos de Historia” que surgió a partir del año 1941, mismo año en que se creó el Instituto de Arqueología, Lingüística y Folclore y la Junta Provincial de Historia de Córdoba.[30]

A su vez, estaba la sección “folclore” que contenía tres trabajos entre 1969 y 1981 del mismo autor Julio Viggiano Esaín; una sección llamada “series documentales” que estaba en preparación de compendios de múltiples documentos y que, al momento, desconocemos su publicación efectiva. Por último se encontraba la sección “Homenajes” que sólo albergaba dos publicaciones: una a Ceferino Garzón Maceda en 1973 y otra a Enrique Martínez Paz en 1977.

Para ser consistentes con lo planteado en este artículo, nos concentraremos en la primera etapa de publicaciones que se agrupan entre 1937 y 1940 inclusive. Si bien la creación de colecciones data de 1941, tomaremos las dos colecciones que existieron. Antes de eso solo existía la colección “Publicaciones” y la “Colección de la Imprenta Jesuítica del Monserrat”

Estas primeras publicaciones tenían mucha coherencia con las características que estableció su acta de creación y los objetivos que intentaban marcar desde rectorado. Uno de sus ejes fue la recopilación, transcripción y difusión de documentación extraída, en su mayoría, del acopio documental de Cabrera. Si bien a lo largo de toda su existencia se hicieron publicaciones donde se realizaban transcripciones documentales, la etapa de mayor afluencia de ediciones con estas características fue entre 1937 y 1944. Como enunciación inicial encontramos una activa presencia de los jesuitas, ya sea por el mito de los orígenes como también con el texto de Furlong Cardiff. A su vez, esto se encuentra claramente vinculado con los lineamientos establecidos por el rectorado. Igualmente, a lo largo de la vida del IEA, no subsistió esta característica.

 

 

Colección de la Imprenta Jesuítica del Colegio del Monserrat

En 1937 y en 1940 aparecieron dos publicaciones que compartían una característica importante. Ambas formaban parte de la “Colección de la Imprenta Jesuítica del Colegio del Monserrat”. Esta sección surgió de la propuesta al Honorable Consejo Superior, propulsada por Novillo Corvalán en la sesión del 24 de mayo de 1937: “El 1° de agosto del corriente año se cumplen los 250 años de la fundación del Colegio de Monserrat, establecido debido a la munificencia y celo apostólico del presbítero doctor Don Ignacio Duarte y Quirós”.[31] Luego realizó una alocución sobre las razones por las que este personaje merecía un homenaje y concretó la ordenanza en la que establecía en el articulado que:

 

Artículo segundo: Encargase al Instituto de Estudios Americanistas, dependientes de la Universidad, la confección de una historia del Colegio de Monserrat que destaque los sucesos más importantes de su desenvolvimiento y la influencia de su cultura, desde la fecha dé su fundación.

Artículo tercero: El Instituto de Estudios Americanistas hará reimprimir facsimilarmente, en la Imprenta de la Universidad las siguientes obras que fueron publicadas por la primitiva imprenta del Colegio de Monserrat: "Laudationes Quinque", "Reglas y Constituciones que han de guardar los colegiales'', "Manual de Ejercicios Espirituales", e "Introducción Pastoral[32]

 

Si miramos todas las publicaciones del IEA desde 1937 a 1982, existieron varias vinculadas al origen de la UNC[33] pero no hemos encontrado publicaciones sobre la Historia del Colegio Monserrat. El artículo dos no se pudo concretar. Respecto al Artículo 3, de las cuatro propuestas de reimpresiones sólo están publicadas las dos primeras. Reviste importancia la Imprenta Jesuítica del Monserrat[34] que existió entre los años de 1765 y 1767, previa expulsión de los jesuitas, cuya actividad fue debatida por muchos historiadores.

Una de ellas fue “Reglas y Constituciones” que se publicó en 1940;  en su introducción, Martínez Paz, que se encontraba produciendo el Reglamento Interno del IEA, planteaba la importancia de reglamentaciones que ordenaran el origen institucional de, en este caso, la educación que proveía la Universidad de Córdoba. La elaboración del Reglamento Interno encomendado era probablemente una preocupación para Martínez Paz:

 

La naturaleza de las instituciones educacionales ha cambiado tan fundamentalmente, desde aquellos días, y hay una tendencia natural tan decidida para interpretar los hechos históricos según las imágenes del presente, que se introduce una verdadera confusión cuando se trata de representar los hechos del pasado, sino se fijan con precisión los caracteres de las instituciones antiguas[35]

 

Volver a los orígenes de esta Imprenta permitía re-pensar los orígenes de una institución recientemente creada: “La Historia de los orígenes de estas ‘Reglas y Constituciones’ registra episodios de verdadero interés para establecer el carácter que se buscaba imprimir al benemérito Instituto desde los días de su fundación”;[36] Martínez Paz estaba dilucidando el carácter del IEA. Volver a los orígenes le permitía reflexionar sobre el significado de reglamentar ciertos accionares en su presente y como debía pensarse la institución que le tocaba dirigir.

Cierra Martínez Paz con la siguiente cita: “Estas ‘Reglas y Constituciones’ pueden ser, como se ve, no sólo un espécimen de impresos históricos del pasado, sino también una fuente de meditaciones que nos haga descubrir horizontes que ya comienzan a desvanecerse entre las sombras de las actuales preocupaciones”.[37]

Como citas de autoridad, Martínez Paz nombraba a Garro con su “Bosquejo Histórico de la Universidad de Córdoba”, al P. Francisco Javier Miranda, Padre Grenón y a Pablo Cabrera. Utilizó documentos del Archivo del Monserrat y de los Documentos para la Historia Argentina publicados en 1927 por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras.

Pero volviendo al artículo 3 de la ordenanza, en realidad la primera reimpresión que realizó el IEA fue “Cinco Oraciones laudatorias en honor del Dr. D. Ignacio Duarte y Quirós” (1937). Esta reproducía precisamente, como el título enuncia, un homenaje a Duarte Quirós que fue la primera obra de la Imprenta Jesuítica del Monserrat en 1766. Esta reimpresión tenía una advertencia de Enrique Martínez Paz, una introducción de Guillermo Furlong y había sido traducida por el Prof. Sr. Benito Ochoa. En esta obra Furlong Cardiff establecía que esta obra había sido realizada originalmente por Juan Manuel Perramas.

Ahora bien, ante esta publicación, Ricardo Rojas emitió una respuesta que llevó a que el IEA lo publicará en 1938 “Echenique, autor de las “Laudationes” ” (futura Serie Histórica). Rojas argumentaba que el verdadero autor de esta obra de 1766 era el presbítero doctor Bernabé Echenique. Su escrito cuestionaba lo propugnado por Guillermo Furlong Cardiff. Esto resultó una propuesta de publicación interesante para el IEA. La advertencia fue realizada, esta vez, por el Secretario del IEA, Francisco V. Silva.[38] En ella aclaraba que al IEA le había llegado espontánea y generosamente el análisis inédito de Rojas, haciendo real la “cooperación intelectual argentina”.[39]

Los orígenes de esta Imprenta y sus autores eran fuente de debate pero, más allá de esto, lo interesante era la distribución que había tenido entre los círculos intelectuales. Esta publicación se había nucleado en el IEA, tenían en el eje de la discusión a historiadores reconocidos a nivel nacional como lo eran Ricardo Rojas y Guillermo Furlong Cardiff. Esta notoriedad le permitía a estos historiadores legitimar su producción a través de disputas por el pasado que respondían a debates mucho más complejos.

 

 

Colección Serie Histórica entre 1937 y 1940

Esta es la otra serie de los primeros años y tuvo cuatro obras. Dos de ellas ya fueron trabajadas en este artículo: “Echenique, autor de las “Laudationes” de Ricardo Rojas y el Acta de Creación del IEA, que fue su primera publicación (incluía la ordenanza, el decreto de creación y los discursos del acto académico.

Luego de ello continuó el segundo número llamado: “Un episodio Eclesiástico en Cuyo (1824)”, ubicado en 1938. La introducción de esta obra, realizada por Enrique Martínez Paz, era una alocución que dio durante el Primer Congreso de Historia de Cuyo realizado en Mendoza en 1937. Este espacio le había brindado una respuesta favorable lo que lo llevó a publicar, un año después, su exposición y los documentos probatorios pertinentes.

En ella citaba las crónicas de Garzón, a Cabrera y a monseñor Verdaguer. Tomaba documentación de varios lugares teniendo como foco temático la guerra de Mendoza contra Córdoba en 1824. Luego de la introducción, los documentos transcriptos son mayoritariamente del IEA pero varios de ellos fueron extraídos del Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba y la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza.

La otra obra de esta colección, que apareció en 1939, fue la “Bio-Bibliografía del Deán Funes” escrita por Guillermo Furlong Cardiff. Esta obra fue la primera de un conjunto de obras que caracterizaron una de las siguientes etapas del instituto, basadas en el análisis de este revolucionario cordobés.[40]

Quien prologó esta obra fue, nuevamente, el director del IEA. Aquí se veían los primeros indicios de cuestionamientos sobre el método histórico que aparecieron en la siguiente etapa del IEA. Dice Enrique Martínez Paz: “en un ambiente de atrevidas improvisaciones, una obra semejante debe ser saludada como una promesa de nuevos métodos”.[41] Como hemos visto, pensar la historia sólo como un proceso de transcripción de documentos parece que preocupaba a Martínez Paz. La próxima etapa de este instituto buscó separarse de los métodos históricos basados en la transcripción documental para ir preparando el terreno a una historia novedosa vinculada a las propuestas de escrituras del pasado que presentaban la Nueva Escuela Histórica y el Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

En la introducción a esta obra, es muy enriquecedor detenerse en la lectura que Enrique Martínez Paz realiza al homenaje al Deán Funes. En este reivindicaba sus múltiples facetas como, por ejemplo, su rol de historiador que ha “trabajado con un espíritu de objetividad y un rigor de conceptos”.[42] En este apartado de la introducción, el director del IEA se dedicaba a defender la obra de historiador del Deán Funes, pidiendo que se respetaran los contextos en los que sus investigaciones se habían producido y que habían sido reducidos a “trabajos ensayísticos” en tanto no siempre cumplían con todas las características de un texto histórico científico. Según Enrique Martínez Paz, en su trabajo como historiador (rodeado de un contexto) era inevitable el esbozo del “ardor patriótico” propio del proceso revolucionario del que Funes era parte.

Dentro del análisis que hace del Deán Funes historiógrafo, aparece un Deán Funes que recogía documentos, testimonios, libros para preparar su historia. Para Martínez Paz:

 

no se ha de creer que tenga la intención de declarar a Funes un cazador de datos, de esos que los afanes de la erudición documental ha deformado entre nosotros; no tenía, y acaso era imposible que lo tuviera en su tiempo, la conciencia del valor de los documentos para fundar la historia, ni siquiera ese rigor, esa precisión en la cita de las fuentes; los vacíos que resultan de una despreocupación de los elementos objetivos, eran llenados con creces, por el acento personal, por la abundancia de sentimiento, que ponía en las obras. Son dos maneras de realizar la historia, sobre cuyas exageraciones, pueden echarse con justicia el desdén y la ironía destructores[43]

 

Cuando presenta la obra historiográfica de este prologuista, acentúa reiteradas veces que sus trabajos, particularmente “Ensayos”, no intentaban lograr la objetividad académica que en contexto de Martínez Paz se exigía:

 

El Deán Funes  no se propuso escribir una obra de erudición, que habría revelado una siniestra impasividad, mirada en el ambiente de las inquietudes de su tiempo (…)Era preciso crear una conciencia nacional, por una nueva interpretación de los hechos; no es posible una personalidad de nación sin una historia nacional(…) No se podría, sin artificio; juzgar como obra de investigación y de creación objetiva, un producto de puro ardor patriótico[44]

 

El contexto y las exigencias académicas en que el Deán Funes construyó el pasado argentino no era el mismo que envolvía a los intelectuales de fines de los años 30. De ahí que la mirada hacia Funes nos permite conocer cuáles eran algunas de las características de estos historiadores que querían consolidarse en su nuevo espacio de investigación. Las “reflexiones morales” que abundaban el texto de Funes ya no podían ser admitidas a los ojos de la academia actual. Martínez Paz defendía al historiador en el tiempo en el que escribió y con las condiciones de producción que tenía, sobre todo en el “humilde ambiente” que tenían estos historiadores.

No hay ninguna forma de actividad intelectual de la que el Deán quede excluido”,[45] con esto Martínez Paz intentaba mostrar una concepción de intelectual muy amplia, en la que para ser intelectual, no alcanzaba con retratar el pasado sino también participar en la prensa, en la educación, como político y orador sagrado. Martínez Paz también compartía esta visión de intelectual, estos intelectuales debían tener variadas facetas para ser considerados académicos. En un momento de constitución del instituto, también surgían cuestionamientos sobre qué significaba ser “intelectuales”. Esta era la respuesta de Martínez Paz.

Luego de estas “breves notas” del director del IEA, Furlong Cardiff enunciaba el privilegio de acceder a distintas bibliotecas privadas y públicas y documentación inédita que pudo utilizar para analizar los documentos. Esta breve aclaratoria nos recordaba, con ciertas diferencias, al que consignaba Bartolomé Mitre en su “Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana: según nuevos documentos”. Parece fundamental dejar bien clara la extracción documental. Si bien Mitre en su introducción mostraba sus relaciones de poder para legitimar su obra, en este caso el objetivo era manifestar la erudición en la selección documental que se aportaba a la obra.

La bibliografía enunciada luego por Furlong Cardiff tenía un formato que después se repitió para la obra que realizó para Emilio Ravignani sobre monseñor Pablo Cabrera en 1945. En ese sentido, lo que realizaba era enunciar la biografía y agregar documentos alusivos. En estos comentarios Furlong Cardiff iba comparando los documentos a los que tuvo acceso con otras publicaciones. Luego de ello concluía con un Índice de Nombres y otro de Primeras Palabras

De esta imagen del Deán Funes rebelde, historiador objetivo y gran sacerdote se sirvió Martínez Paz para continuar su obra en la dirección de un instituto de investigación alojado en la Universidad. Ninguno de los dos eran historiadores de profesión, pero su interés por el pasado los unía en las formas de pensar, de actuar y “combatir”. O al menos eso parece que nos quería transmitir Martínez Paz en la introducción de esta obra.

 

 

Algunas primeras reflexiones

El IEA fue un espacio que se gestó de un proyecto previo pero que, luego de más de diez años, fue avalado por la universidad. En el marco de un proyecto institucionalizador que llevaba adelante nuestra universidad y que se estaba dando a nivel nacional, Córdoba encontró en un conjunto de documentos, la oportunidad para consagrar un espacio propio de estudios de la investigación histórica. Todo esto implicaba repensar el para qué de este espacio y cómo construir el pasado. Su creación, muy mediada por el rector de la universidad, le imprimió un cierto carácter que el director de este flamante instituto sostuvo durante una primera etapa de publicaciones.

Sin embargo, las características de este instituto se consolidarían más adelante, en las siguientes etapas. Vamos a tener que esperar unos años para que comiencen a aparecer producciones con la presencia activa del historiador como constructor de los hechos históricos. Ya no es suficiente la recopilación, transcripción y publicación de documentación acompañada de advertencias, introducciones y/o prólogos. La consagración de los distintos miembros de este instituto, designados por el Honorable Consejo Superior, tenía un recorrido en el instituto y, fundamentalmente, por fuera de él, que permitía comenzar a escribir una historia basada en el análisis de esa documentación. El año de 1941 fue un año central en el instituto que, tanto en sus publicaciones, como en la forma de escribir historia fue mostrando nuevas características del trabajo.

Pero retornando al período implicado en este texto, los primeros años buscaron legitimarse en dos planos diferentes: por un lado, a nivel político-universitario, a través del cumplimiento de la “misión encomendada a este espacio”; por otro lado, a través de autores y textos de renombre a nivel nacional como Ricardo Rojas y Guillermo Furlong Cardiff. Sus dos series muestran dos formas de legitimación del espacio creado.

Martínez Paz como director tenía esa mirada y la concretó a partir de estos dos tipos de publicaciones. Esto no quiere decir, como fuimos adelantando, que recién en 1941 tuviera ideas propias sobre la escritura del pasado. Si bien esta etapa y la subsiguiente tenían plasmadas la impronta de Martínez Paz, fue la segunda etapa la que mostró explícitamente su forma de pensar la investigación histórica. Esto se visualizaba en textos como “La Formación Histórica de Córdoba”, su discurso en la Academia Nacional de Historia en 1941 publicado en “La misión histórica de Córdoba”, entre otros.  

Por último, es crucial tener presente que, como recorrimos anteriormente, el proceso del IEA venía acunándose de manos de quien fuera con quien más trabajó Martínez Paz. Este instituto surgía de un homenaje por lo que tenía su propia historia y esto llevaba a que su constitución estuviera atravesada por la continuidad, o no, del modo historiográfico de Cabrera. Si bien esto marcó también esos primeros años y fue un mito de los orígenes al que se retornó a lo largo de la historia de este instituto, también se buscaba romper con ciertas formas de estudiar el pasado e instaurar otras nuevas.

Estos fueron espacios de formación de muchos “intelectuales de provincia” que tuvieron reconocimiento nacional. Queda mucho por investigar sobre este espacio todavía, y la poca investigación que se ha realizado alrededor de ellos nos recuerda nuestra deuda como historiadores cordobeses e historiadoras cordobesas. Ciertamente, en Córdoba está surgiendo el interés en estos temas que estaban muy ausentes hasta hace poco. Los historiadores y las historiadoras queremos revisitar nuestra propia historia y nuestros propios orígenes, sobre todo de los espacios que hoy transitamos con tanta frecuencia y que tienen ciertas características propias de un largo Siglo XX.

 


ANEXO DE  LA NÓMINA DE PUBLICACIONES DE LA PRIMERA ETAPA DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS AMERICANISTAS (1937-1940)

 

ETAPA

COLECCIÓN

NOMBRE

AUTOR

AÑO

PROLOGUISTA/OBSERVACIONES

Primera 1936-1940

-Sin colecciones

-A partir de 1941: Serie Histórica

Acta de creación Instituto de Estudios Americanistas

 

1937

Con resolución, decreto y ordenanza de creación

Imprenta Jesuítica del Monserrat

-A partir de 1941: Serie Reimpresiones

Cinco oraciones laudatorias en honor del Dr. D. Ignacio Duarte y Quirós

Advertencia Enrique Martínez Paz

1937

Introducción Guillermo Furlong Cardiff

Traducción castellana Prof. Sr. Benito Ochoa

-Sin colecciones

-A partir de 1941: Serie Histórica

Un episodio Eclesiástico en Cuyo (1824)

Enrique Martínez Paz

1938

Relación Documental presentada al Congreso de Historia de Cuyo

-Sin colecciones

-A partir de 1941: Serie Histórica

Echenique, autor de las “Laudationes”

Ricardo Rojas

1938

Dice Número III( será número de publicación del IEA)

-Sin colecciones

-A partir de 1941: Serie Histórica

Bio- bibliografía del Deán Funes

Guillermo Furlong Cardiff S.J.

1939

Enrique Martínez Paz

Imprenta Jesuítica del Monserrat

-A partir de 1941: Serie Reimpresiones

Reglas y Constituciones

 

1940

Participa Enrique Martínez Paz


 

FUENTES

 

Cabrera, P. 1928, Dr Honoris Causa: discurso pronunciado por el Doctor Enrique Martínez Paz en el acto académico celebrado el día 23 de junio, y contestación del señor presbítero Cabrera, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

Martínez Paz, E. (advertencia) 1937, Cinco oraciones laudatorias en honor del Dr. D. Ignacio Duarte y Quirós”, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

“Crónica y Resoluciones Universitarias” en Revista De La Universidad Nacional De Córdoba, 3/4. Recuperado a partir de https://revistas.unc.edu.ar/index.php/REUNC/article/view/8701

Furlong Cardiff, G. 1945, Monseñor Pablo Cabrera: su personalidad, su obra, su gloria, Huarpes, Buenos Aires.

Furlong Cardiff, G. 1939 Bio-Bibliografía del Deán Funes, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

“Homenaje al doctor Sofanor Novillo Corvalán”, Imprenta de la Universidad, Córdoba, 1941.

Instituto de Estudios Americanistas. 1937, “Acto inaugural y antecedentes”, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

“Labor de Investigación Año 1982: Listado de Publicaciones del Instituto de Estudios Americanistas de la Universidad Nacional de Córdoba” en Cuadernos de Historia, N° XL, FFyH-UNC, Córdoba.

Martínez Paz, E. 1941, “La Formación Histórica de Córdoba”, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

Martínez Paz, E. 1941, “La Misión Histórica de Córdoba”, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

Martínez Paz, E. 1938, “Un episodio Eclesiástico en Cuyo (1824)”, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

Novillo Corvalán, S. 1937, “Ideas y creaciones universitarias”, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

“Reglas y Constituciones”, Imprenta de la Universidad, Córdoba, 1940.

Rojas, R. 1938, “Echenique, autor de las ‘Laudationes’”, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

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Reyna Berrotarán, D. 2017, Monseñor Pablo Cabrera. Un sacerdote-historiador. Sus intervenciones sobre el pasado y su presente (1857-1936), Trabajo Final de Licenciatura, Escuela de Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades.

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* Universidad Nacional de Córdoba. E mail: deureyna@hotmail.com

[1] Esta investigación se suma a un campo de estudios en construcción centrado en los procesos de institucionalización de las historiografías regionales, provinciales y locales. Al respecto cabe citar, a modo de inventario en construcción, los siguientes trabajos: Vignoli & Cardozo, 2013, Leoni, 2018, Guzmán, 2014, Micheletti, 2017 y Escudero, 2019.

[2] Philp, 2006: 7.

[3]Es difícil categorizar a los grupos que participaban en eventos académicos y culturales de los distintos momentos. Por ello, tomamos la propuesta realizada por Ana Teresa Martínez, que plantea que “los curas, maestros, dirigentes gremiales que escriben y actúan en el espacio público no son sólo intelectuales […], sino que participan simultáneamente de otro campo, que los constituye en lo que son, y donde tienen intereses simbólicos simultáneos: el campo religioso, o católico, o gremial, con sus propias problemáticas y cosas en juego. No se trabaja de cura o de maestro, se es cura o maestro”, Martínez, 2013: 179.

[4] Mi trabajo final para optar por el Titulo de Licenciada en Historia versó sobre la trayectoria de este sacerdote-historiador. Véase Reyna Berrotarán, 2017.

[5] Furlong Cardiff, 1945: 45.

[6] Prólogo de Enrique Martínez Paz al Homenaje al doctor Sofanor Novillo Corvalán, 1941, Universidad Nacional de Córdoba, Imprenta de la Universidad, Córdoba.

[7] Devoto & Pagano, 2009.

[8] Novillo Corvalán en Instituto de Estudios Americanistas, 1937, Acto inaugural y antecedentes, Universidad Nacional de Córdoba, Imprenta de la Universidad, Córdoba, pág. XXX

[9] Grisendi 2010 y Escudero 2013.

[10] Luque Colombres priorizó referenciar de Martínez Paz las influencias intelectuales que se manifiestan en sus escritos, entre las que menciona a Benedetto Croce, Collingwood, Paul Valery y fundamentalmente Paul Groussac, de quien se dice admirador Martínez Paz, Luque Colombres, 1996.

[11] La misma llegó a editar cinco obras desde 1916 hasta 1918, fecha en la que se vio interrumpida por los sucesos de la Reforma Universitaria. Ver Moya, 2002: 149.

[12] Entre otros encontramos: “Acta de Fundación de la Ciudad del Tucumán”, 1918¸ “Ensayo sobre la fundación de Córdoba”, 1920; “La amonedación en Córdoba”, “Trejo y su obra. A propósito de una publicación adversa a entrambos”, 1920; etc.

[13] Reyna Berrotarán, 2015.

[14] Reyna Berrotarán, 2013.

[15] Los Principios, Córdoba, 19 de septiembre de 1924.

[16] Devoto & Pagano, 2009, 145.

[17] Devoto & Pagano, 2009, 163.

[18] Devoto & Pagano, 2009, 163.

[19] Pagano & Galante, 1993, 75.

[20] Requena, 2009: 4.

[21]“Crónica y Resoluciones Universitarias”. Revista De La Universidad Nacional De Córdoba, (3/4). Recuperado a partir de https://revistas.unc.edu.ar/index.php/REUNC/article/view/8701

[22] Ibídem.

[23]Ídem Pág. 4

[24] En 1946 la UNC promulgó su creación y en 1947 fue aprobada por el Congreso Nacional (Ley 13.014) Actualmente existe una disputa sobre cuál es la fecha que debe tomarse para celebrar su origen y desde la gestión de la facultad, con motivo de los setenta años, se optó por la primera: 25 de septiembre de 1946.

[25] De Carli 2012.

[26] Instituto de Estudios Americanistas, 1937, “Acto inaugural y antecedentes”, Universidad Nacional de Córdoba, Imprenta de la Universidad, Córdoba, pág. 6 y 7

[27] La nómina de autoridades han sido extraídas de las publicaciones del Instituto de Estudios Americanistas

[28]Instituto de Estudios Americanistas, 1937, “Acto inaugural y antecedentes”, Universidad Nacional de Córdoba, Imprenta de la Universidad, Córdoba, pág. 21 y 22.

[29] En el anexo se encuentra una lista ordenada cronológicamente con las publicaciones entre 1937 y 1940

[30] Canciani Vivanco, 2013.

[31] “Crónica y Resoluciones Universitarias”. Revista De La Universidad Nacional De Córdoba, (3/4). Recuperado a partir de https://revistas.unc.edu.ar/index.php/REUNC/article/view/8701

[32] Ibídem pág. 709.

[33] Estos fueron estudios parciales que intentaban abordar diferentes facetas de la Historia de la Universidad como, por ejemplo, “El nacimiento del Obispo Trejo y Sanabria. Fundador de la Universidad”(1945) y “El primer plan de estudios de la Real Universidad de San Carlos de Córdoba, 1808-1815” (1946)

[34] Hemos encontrado una página web que promueve su existencia y publicación actual. No tenemos más noticias al respecto.  https://monserrat.unc.edu.ar/imprenta-del-monserrat/

[35] “Reglas y Constituciones”, 1940, Colección de la Imprenta Jesuítica del Colegio del Monserrat, Instituto de Estudios Americanistas. Imprenta de la Universidad, Córdoba, Pág. XIII.

[36] Ibídem, Pág. XIX

[37] Ibídem, Pág. 30

[38] Escudero, 2018.

[39] Cita y parafraseo de Silva, F. en Rojas, Ricardo, 1938, “Echenique, autor de las “Laudationes””, Instituto de Estudios Americanistas. Imprenta de la Universidad, Córdoba, pág 10.

[40] Las producciones sobre el Deán Funes investigadas en el IEA han sido analizadas en el texto “Construyendo el panteón historiográfico de Córdoba. Los usos del Deán Funes por los historiadores del Instituto de Estudios Americanistas” pronto a publicarse en la revista Folhia Histórica del Nordeste. Tomamos parte del análisis en este artículo.

[41] Furlong Cardiff, Guillermo, 1939 “Bio-Bibliografía del Deán Funes”. Introducción por el Dr. Enrique Martínez Paz, Instituto de Estudios Americanistas. Imprenta de la Universidad, Córdoba, pág. III.

[42] Furlong Cardiff 1939, p IV.

[43] Ibídem, pág. VI.

[44] Ídem, Pp. VIII y IX.

[45] Ídem, Pág. XXX.