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Horacio Tarcus, La Biblia del proletariado. Traductores y editores de El capital, Siglo XXI, Buenos Aires, 2018
Pablo Requena*
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Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad, N° 22, 2019, pp. 61 a 67.
RECIBIDO: 16/07/2019. EVALUADO: 16/07/2019. ACEPTADO: 16/07/2019.
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Este breve ensayo de historia intelectual firmado por Horacio Tarcus y publicado en 2018 se enmarca en un conjunto de preocupaciones de largo aliento para el autor: las mediaciones involucradas en los procesos de recepción de la tradición marxista. Tales mediaciones pueden ser pensadas de un lado como proceso hermenéutico de recepción – cómo se estabilizan lecturas de las obras más importantes de la tradición pero también cómo se construyen lecturas canónicas que clausuran otras lecturas posibles – como, del otro lado, el conjunto de procesos sociales involucrados en esos fenómenos de recepción – fundamentalmente, a través de dos prácticas intelectuales específicas: la traducción y la edición. Tal como el autor señala, su texto es “apenas” una historia de las traducciones y ediciones de El capital en el mundo hispanoamericano; un libro que fue envuelto en una especie de sacralidad bíblica, de ahí el título del ensayo, al mismo tiempo que como el autor anotó en la introducción a la Antología de Marx que elaboró para la Biblioteca del pensamiento socialista “Su historia [la de El capital] es, desde luego, la de las refutaciones, las defensas, los desarrollos, y, en suma, los debates que ha generado a lo largo del último siglo y medio (…) A pesar de su extensión y complejidad, se tradujo a casi todas las lenguas del mundo”.[1] Las indagaciones de Tarcus se inscriben dentro de ese segundo modo de pensar las mediaciones, ubicándose en el linaje que se remonta a las preguntas que José Aricó, Michel Löwy y Eric Hobsbawm se hacían en los años ochenta[2] y que se formaliza en una historia de los intelectuales a la vez que en una sociología de la edición y de los libros.
El capital tuvo una existencia dinámica: incluso con Karl Marx en vida no se trató de un texto cerrado y clausurado; y, posteriormente, una vez muerto su autor en 1883, la sucesiva presencia primero de su albaceas Friedrich Engels y luego de Karl Kautsky controló y ordenó la lectura del libro en el marco de las condiciones políticas que la Segunda Internacional proponía, a través de por ejemplo correcciones, la incorporación de pasajes manuscritos o la incorporación de paratextos. Luego de la revolución de octubre de 1917 y con la construcción del aparato cultural soviético y la oficialización del materialismo dialéctico como filosofía oficial de la revolución y de la URSS, el Instituto Marx Engels Lenin de Moscú preparó una edición oficial en 1932 que renegaba de la del revisionista Kautsky y volvía a la de Engels. El problema con un texto al que se lo ha investido de sacralidad bíblica es, como se fe, quiénes son las personas e instituciones que están habilitadas para su correcta interpretación; cómo se verá, también, la otra dificultad es que la profusión de borradores y manuscritos que Marx elaboró entre finales de los años cincuenta del siglo XIX sumada a la proliferación de sentidos en torno a su obra, vuelven imposible el sueño filológico-político de “volver a Marx”, suponiendo a esto como una empresa consistente en recuperar el sentido primigenio del original de El capital despojándolo de las lentes de lectura de la Segunda y la Tercera Internacional.
El texto reseñado es una apuesta por poner el foco de la lente sobre un conjunto de actores borrados u “olvidados”, como le gustaba decir a Robert Darnton, de la vida cultural e intelectual: así, una serie de editores y traductores aparecen como figuras clave en la difusión y recepción de El capital, pues son ellos con sus decisiones quienes habilitan u obturan un campo de posibles lecturas. La perspectiva teórico metodológica de Tarcus para reconstruir la historia de las izquierdas, ya expuesta por él en trabajos anteriores, sostiene que antes que pensar en quiénes leyeron correcta o incorrectamente el cuerpo teórico marxista – o quiénes se mantuvieron fieles o traicionaron a la lectura correcta –, el historiador interesado en su circulación y recepción debe preocuparse por reconstruir las condiciones sociales, políticas o culturales que volvieron posible que Marx, Engels, Lenin, Trostsky, Stalin o Mao fuesen leídos en un espacio específico;[3] Tarcus, en este sentido, vuelve recurrentemente al argumento bourdiano según el cual las ideas circulan sin su contexto, lo cual suele dar lugar a confusiones y malentendidos productivos. La preocupación de Tarcus es de largo aliento y se remonta sin dificultad a su libro Marx en la Argentina (2007), donde tematiza una serie de cuatro recepciones de Marx (emigrados franceses, emigrados alemanes, los primeros socialistas y los pioneros de las ciencias sociales) en nuestro país en los últimos treinta años del siglo XIX a través de lectores, corresponsales y, también, de la figura de Juan B. Justo, traductor de El capital.[4]
El primer acierto del análisis que desarrolla el ensayo es que deslocaliza, al menos nacionalmente, la difusión de El capital; la variable no es nacional sino que Tarcus analiza que desde 1887 a nuestros días la historia de la traducción a nuestro idioma de la obra máxima de Marx es una historia transatlántica, de manera que “es imposible separar la difusión española de la latinoamericana”. Contabiliza doce traductores al castellano: seis españoles (dos de los cuales traducen exiliados en México), cuatro argentinos, un uruguayo y un chileno y más aún, abonando ese análisis señala que “la primera traducción directa del alemán del primer tomo de El capital fue realizada por un argentino (Justo), pero editada en Madrid por un socialista español (García Quejido). Que las traducciones en castellano de [los españoles] Manuel Pedroso y Wenceslao Roces solo alcanzaron difusión masiva en el mundo de habla hispana con el exilio de los republicanos en México. Y que la traducción de[l uruguayo] Pedro Scaron comenzó a editarse en Buenos Aires en 1975, pero a causa del golpe militar de marzo de 1976 terminó de publicarse en Madrid”.[5]
El segundo acierto tal vez sea mostrar el grado de indeterminación ideológica existente a fines del siglo XIX, los años de la Segunda Internacional, en las aproximaciones a El capital. La primera traducción se la debemos a un abogado español republicano de ideas socialistas y federalistas que fue diputado durante la Primera República, Pablo Correa y Zafrilla, quien la tradujo a partir de la popular versión francesa de Joseph Roy y la editó bajo la forma de un “folletín recortable y encuadernable” en el diario La República de Madrid entre 1886 y 1887. La segunda traducción la llevó adelante el médico argentino Juan B. Justo casi al mismo tiempo que participaba de la fundación del Partido Socialista: en setiembre de 1895 conoció en Barcelona al editor y tipógrafo español Antonio García Quejido, un importante miembro del PSOE, y proyectaron la traducción del libro; el proyecto lo llevó a cabo Justo en Buenos Aires a partir de la cuarta edición alemana de Das Kapital, que encontró en la biblioteca de la Verein Vorwärts (la asociación de emigrados alemanes en Buenos Aires), y se publicó primero en cuadernillos quincenales (1897 y 1898) y luego en un solo volumen encuadernado (1898). La primer edición (hubo tres reediciones luego de la de 1898: 1918, 1946 y 1947) fue un fracaso dado su elevado costo para el bolsillo de los obreros como también que debió competir contra el resumen de El capital elaborado por el francés Gabriel Deville.
El tercer acierto tal vez sea señalar el peso que ha tenido en el mundo hispanohablante la traducción de Wenceslao Roces. La traducción de Manuel Pedroso – un abogado socialista nacido en Cuba pero formado en España, que realizó estudios en la Alemania de la inmediata posguerra y que fue un cuadro jurídico de la República y terminó siendo parte del exilio español en México – fue publicada por la editorial Aguilar durante la Segunda República en 1931. La traducción siguiente la realizó Roces, otro español, precisamente en contra de la de Pedroso en 1934: frente a la versión “socialdemócrata” de éste, aquel proponía una versión “comunista” fiel a la “auténtica”[6] del Instituto Marx Engels Lenin de Moscú. Cenit, una editorial oficiosa del PCE, publicó una traducción del primer tomo; luego de la derrota republicana en 1939, la azarosa diáspora llevó a Roces a México, donde se insertó como traductor de Fondo de Cultura Económica y en 1946 y 1947 lanzó su traducción completa de los tres tomos en cinco volúmenes. La fortuna de la traducción de este exiliado español fue extensa. El PC argentino no tenía traductores del alemán capaces de enfrentar la empresa de traducir a Marx, de manera que en 1956 la traducción de Roces fue recuperada por la editorial Cartago, ligada al partido, incorporándosele algunas correcciones y con un cotejo con una versión francesa y otra italiana, lo que generó una demanda a la editorial de parte del FCE y del propio Roces. Recién en 1973 Cartago publicó una nueva traducción… pero del original francés. En definitiva, la relevancia que ha tenido la traducción de Roces habla de otra cosa: del peso cultural y simbólico que tiene para los hispanohablantes el Fondo de Cultura Económica, como ya lo ha analizado recientemente Gustavo Sorá.
Quizás, la edición y traducción que a Tarcus más le interesa (junto a la de Justo) – y este es el cuarto acierto que vuelve importante el aporte de este libro – es la que el uruguayo Pedro Scaron publicó en julio de 1975 en Buenos Aires a través de la editorial Siglo XXI. Sin muchos ambages, Tarcus lo describe como “El principal acontecimiento en esta historia política de las traducciones y ediciones de El capital (…) un acontecimiento cuya importancia sólo puede equipararse a la primera traducción directa del alemán por Juan B. Justo en 1898”.[7] Correctamente, el autor señala el peso que en esta empresa tuvo el grupo argentino nucleado en torno a la editorial Signos (José Aricó, Héctor Schmucler, Juan Carlos Garavaglia, Santiago Funes y Enrique Tándeter), fusionada con Siglo XXI y convertida en la sucursal argentina de la editorial,[8] y que ya había publicado Miseria de la filosofía (en 1970, a cargo de Aricó) y El capital. Libro I, capítulo VI (en 1971, con “Presentación” de Aricó y traducción y “Advertencia del traductor” de Scaron). El grupo, que provenía de la experiencia cordobesa de la revista Pasado y Presente y que venía protagonizando una experiencia editorial interesante con los Cuadernos de Pasado y Presente, parecía haberse propuesto continuar la labor de renovar las discusiones de la izquierda a través del sello Signos y, con posterioridad, de Siglo XXI. La traducción fue el resultado por un lado del trabajo obsesivo de tres trayectorias político intelectuales paralelas – Sacaron (uruguayo y anarquista), Miguel Murmis (de orígenes socialistas) y Aricó (de orígenes comunistas) y del otro de la fundación de una editorial que pretendió continuar la labor de modernización del debate social en Latinoamérica.
El valor de La Biblia del proletariado de Horacio Tarcus radica en que, por un lado, nos permite complejizar el conjunto de actores involucrados detrás de la difusión en nuestro idioma de la obra central del marxismo y, por el otro, nos invita a tematizar el complejo entramado de redes – espaciales pero también ideológicas – que se dibujan con el sencillo acto de elaborar un mapa de ediciones y traductores. Es que la historia del marxismo es, en definitiva, la historia de los lectores de un corpus teórico específico y reconstruirla implica la compleja tarea de desentrañar una maraña de procesos y de prácticas.
BIBLIOGRAFÍA
Aricó, J. 1999, “Para un análisis del socialismo y del anarquismo latinoamericanos” en La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en América Latina, Sudamericana, Buenos Aires, pp. 27-64.
Aricó, J. 2018 [1982], “Marxismo latinoamericano” en Dilemas del marxismo en América Latina. Antología esencial, Clacso/ Fundación Rosa Luxemburgo, Buenos Aires, 591-617.
Löwy, M. 1982, “Introducción. Puntos de referencia para una historia del marxismo en América Latina” en El marxismo en América Latina (de 1909 a nuestros días). Antología, Era, México, pp. 11-59.
Hobsbawm, E. 1979, “Vicisitudes de las ediciones de Marx y Engels” en AAVV, Historia del marxismo, Bruguera, Barcelona.
Sorá, G. 2017, Editar desde la izquierda en América Latina. La agitada historia del Fondo de Cultura Económica y de Siglo XXI, Siglo XXI, Buenos Aires.
Tarcus, H. 1996, El marxismo olvidado en Argentina: Silvio Frondizi y Milciades Peña, El cielo por asalto, Buenos Aires.
Tarcus, 2007, Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos, Siglo XXI, Buenos Aires.
Tarcus, H. 2015, “Introducción. Leer a Marx en el siglo XXI” en Marx, K. Antología, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 7-57.
Tarcus, H. 2018, La Biblia del proletariado. Traductores y editores de El capital, Siglo XXI, Buenos Aires.
* Área Historia, Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. E mail: pablorequena@ffyh.unc.edu.ar
[1] Tarcus, 2015: 42.
[2] Aricó, 1999, 2018 [1982], Löwy, 1982, Hobsbawm, 1979.
[3] Tarcus, 1996: 38 a 40.
[4] Tarcus, 2007: 363 y siguientes.
[5] Tarcus, 2018: 39.
[6] Son términos que utiliza Roces.
[7] Tarcus, 2018: 79.
[8] La historia es narrada en Sorá, 2017: 223 y siguientes.