La vertiente “montonera” en la reconstrucción del sindicalismo cordobés en democracia
Mónica Gordillo*
Resumen: a partir de 1976, gran parte de los principales dirigentes de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) y del Peronismo de Base (PB) fueron encarcelados, desaparecidos o partieron al exilio, amparados por la conducción de Montoneros. Con esos apoyos, se organizó en Roma el Movimiento Peronista Montonero (MPM) en 1977, con la intención de diversificar sus estrategias de acción. Una prioridad era organizar la resistencia sindical, para lo cual importantes dirigentes regresaron al país hacia fines de 1978. Desde entonces iniciaron una intensa tarea para conformar redes en diferentes puntos del país y difundir nuevas propuestas ideológicas a través de la edición de publicaciones, primero clandestinas y luego de circulación más abierta. En ellas bregaban por la recuperación sindical, entendida como el relevo de los dirigentes que habían actuado o actuaban en connivencia con la dictadura, por el restablecimiento de la democracia, el pluralismo, entre otras cuestiones, propiciando a su vez la unidad de la clase obrera por encima de sus diferencias ideológicas. En este artículo identifico algunas de las redes conformadas por referentes de la izquierda peronista que actuaron en el ámbito sindical, entre la salida de la última dictadura militar y las primeras experiencias de normalización sindical realizadas ya en democracia, haciendo referencia a sus relaciones en Córdoba. Especifico los mecanismos a través de los cuáles difundieron la necesidad de construir un proyecto de democratización sindical que se convirtiera en el soporte de uno de liberación con justicia social, aggionardo a los nuevos tiempos democráticos. Por último, indago la trayectoria de esas dirigencias en Córdoba y las características de las listas conformadas para competir en el proceso de normalización.
Palabras clave: izquierda peronista – sindicalismo cordobés – recuperación democrática
The “Montoneros” tradition in Córdoba’s unionism in the democratic reconstruction
Summaty: since 1976, many main leaders of the Peronist Working Youth (JTP) and Base Peronism (PB) were imprisoned, disappeared or exiled, protected by the leadership of Montoneros. With these supports, the Montonero Peronist Movement (MPM) was organized in Rome in 1977, with the intention of diversifying its action strategies. A priority was to organize the union resistance, so important leaders returned to the country towards the end of 1978. Since then, they began an intense task to build networks in different parts of the country and to spread new ideological proposals through the edition of papers, first clandestine and then with more open circulation. In them they struggled for the union recovery, understood as the relay of the leaders who had acted or acted in collusion with the dictatorship, for the restoration of democracy, pluralism, among other issues, promoting in turn the unity of the working class above their ideological differences. In this article I identify some of the networks formed by referents of the Peronist left that acted in trade unions, from the last military dictatorship’s exit to the first experiences of union normalization in democracy, making reference to their relations in Córdoba. I specify the mechanisms through which they spread the need to build a project of union democratization that would become the support of one of liberation with social justice, according to new democratic times. Finally, I investigate the trajectory of those leaders in Córdoba and the characteristics of the lists formed to compete in the normalization process.
Keywords: left Peronism – unionism – democratic recovery – Córdoba
Introducción
Los estudios sobre “Montoneros” son hoy abundantes y, en líneas generales, acuerdan respecto a las características de sus integrantes. Así, por ejemplo, ha sido destacado su origen social predominantemente de clase media, su componente juvenil, su procedencia de familias en muchos casos antiperonistas, su formación con curas ligados a la teología de la liberación,[1] entre otros rasgos que serían comunes a las distintas células que comenzaron a formarse desde 1967 y se integraron luego en una organización mayor.
Sin embargo, mucho menos se ha estudiado la inserción de los trabajadores en la organización. En un trabajo pionero,[2] se analizó la conformación del núcleo que se denominaría José Sabino Navarro, quien fue el único obrero textil y miembro de la Juventud Obrera Católica (JOC) integrante de la primera conducción de Montoneros ya fusionados los grupos originarios.[3] El núcleo de los “Sabinos”, como pasó a denominarse, intentaba mantener al movimiento obrero como centro de su acción convirtiéndose, según los términos de Seminara, en una “disidencia” dentro de la organización.[4] Se definían así mismos como clasistas y por ello sostenían una radicalizada crítica a las burocracias sindicales; alternativistas, en oposición al movimientismo que veían en la postura que iba adoptando la conducción nacional (CN) de Montoneros, y apostaban a generar un cambio revolucionario cuyo sujeto histórico sería la clase obrera peronista a través de su auto-organización.[5]
Nuevos estudios locales han comenzado a mostrar que si bien en la CN no hubo dirigentes obreros, la masividad que logró tener la organización resulta difícil de explicar si no se considera el aporte brindado por militantes sindicales y barriales mayoritariamente peronistas, que habrían encontrado en la nueva organización un canal para luchar contra la dictadura y la vuelta de Perón; así como por el de otros militantes con diferentes trayectorias ideológicas que vieron en esa organización la posibilidad de concretar la opción del socialismo en Argentina, tal como sostenía Montoneros: “el socialismo como meta, la identidad política peronista y la lucha armada como metodología”.[6]
Fue así que militantes y dirigentes sindicales comenzaron a pensar en la utilización de estrategias para la incorporación de trabajadores a la lucha no sólo sindical sino fundamentalmente política, promoviendo el acercamiento a Montoneros.
Esa integración, que ya se había iniciado con anterioridad, fue a su vez promovida por la CN en el momento de su máxima expansión –entre finales de 1972 y principios de 1973– a través de la creación de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Podría pensarse que esta respuesta de la CN tuvo que ver con la crítica a la conducción contenida en el “Documento Verde” de los “Sabinos” elaborado para entonces desde la cárcel pero, también, como una forma de disputar espacio con el sindicalismo tradicional peronista.[7]
De este modo, a lo largo de todo el país en diferentes seccionales sindicales y fábricas se conformaron núcleos de la JTP, lo que habilitaría pensar en la existencia de un “sindicalismo montonero”. En algunas ciudades del interior la acción de los militantes de la JTP confluiría con la de “los Sabinos”, como parece haber sido el caso en Córdoba.
La ruptura oficial de la CN de Montoneros con Perón en mayo de 1974, la represión que se desató sobre ellos y el posterior golpe militar dificultaron el contacto con las bases sindicales. Finalmente los principales dirigentes partieron al exilio y en Roma organizaron el Movimiento Peronista Montonero (MPM) en 1977, intentando diversificar sus estrategias de acción. Una de sus prioridades fue organizar la resistencia sindical, para lo cual importantes dirigentes regresaron al país con esa misión hacia fines de 1978. Desde entonces iniciaron una intensa tarea para conformar redes en diferentes puntos del país y difundir nuevas propuestas ideológicas a través de la edición de publicaciones, primero clandestinas y luego de circulación más abierta. En ellas bregaban por la recuperación sindical, entendida como el relevo de los dirigentes que habían actuado o actuaban en connivencia con la dictadura, y por el restablecimiento de la democracia y el pluralismo, entre otras cuestiones, propiciando a su vez la unidad de la clase obrera por encima de sus diferencias ideológicas.
En este artículo partiré de identificar algunas de las redes conformadas en Córdoba por militantes referenciados en Montoneros que actuaron en el ámbito sindical, entre la salida de la última dictadura militar y las primeras experiencias de normalización sindical realizadas ya en democracia. En ese sentido nos parece interesante el concepto de redes de confianza que cumplen un papel fundamental para sostener empresas trascendentales y prolongadas en el tiempo, como habría sido el caso de la resistencia a la dictadura y la posterior reorganización en democracia. En efecto, éstas implican una interacción sostenida entre por lo menos tres sujetos, la constitución de un nombre y el establecimiento de límites para la exclusión de otros, así como medios para representar su participación en ellas donde a su vez los miembros son responsables de las posibles afectaciones a los demás integrantes.[8]
De este modo reconstruyo algunas trayectorias y especifico los mecanismos a través de los cuáles esas redes comenzaron a difundir la necesidad de construir una alternativa frente a las burocracias del pasado, así como un proyecto de democratización sindical que se convirtiera en el soporte de uno de liberación con justicia social, aggionardo a los nuevos tiempos democráticos. Por último analizo las características de las listas conformadas para competir en el proceso de normalización en gremios donde fue posible advertir las relaciones con Montoneros, así como los intentos por sostener bloques sindicales que mantuvieran la oposición a las burocracias. Mi hipótesis sostiene que, a pesar de las disidencias iniciales entre las distintas líneas de la izquierda sindical, la experiencia de la dictadura y el acercamiento a nuevos marcos que reivindicaban a la democracia como oportunidad política para promover cambios, llevó a los sectores sindicales de izquierda a actuar en forma conjunta en los primeros años de recuperación democrática en pos de una estrategia de democratización que confrontara contra la ortodoxia sindical.
Lo anterior se enmarca en la preocupación más general acerca de si la apertura democrática propició procesos democratizadores[9] o si, por el contrario, predominó la restauración, buscando comprender las características y factores que actuaron en ello, fundamentalmente las experiencias previas que delinearon las trayectorias posteriores de los que asumirían roles dirigenciales en los años ‘80.
Algunos indicios sobre la difusión del “sindicalismo montonero” en Córdoba
La toma de La Calera el 1° de julio de 1970, llevada a cabo por cuatro unidades comandadas por Emilio Maza, estudiante de medicina en la Universidad Católica de Córdoba (UCC), dio visibilidad a los núcleos Montoneros cordobeses. La operación fue un éxito pero, en la persecución posterior, uno de los coches se averió y fueron detenidos Luis Losada y José Fierro. La policía se dirigió luego a la casa que servía de base en barrio Los Naranjos y, tras un tiroteo, perdió la vida Maza e Ignacio Vélez fue lesionado de gravedad en la columna vertebral. Allí se detuvo a cerca de una docena de personas, varias de la UCC.[10]
Luego de la muerte de los dirigentes nacionales Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus en otro enfrentamiento ocurrido en septiembre de ese año, José Sabino Navarro se hizo cargo de la jefatura de la organización y se trasladó a Córdoba para crear desde allí, con la ayuda del porteño Jorge Rossi, una estructura nacional a través –fundamentalmente– de la incorporación de militantes obreros, en especial de la Juventud Obrera Católica (JOC).[11]
Luis María (Vitín) Baronetto, para entonces seminarista que trabajaba en la parroquia de Villa El Libertador, recuerda que allí cobijaban a la JOC y que a través de ella se conectaron con Navarro y Rossi, comenzando éstos a militar también en Barrio Comercial. Otro barrio donde Montoneros tenía inserción era el de Bella Vista, cuya parroquia estaba a cargo del cura Fugante. Allí Luis Losada había sido boy scout y también militaba Cacho Soratti Martínez. En barrio Los Naranjos actuaban el párroco Erio Vaudagna, el cura vasco, Milán Viscovich, quien fue profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC y el abogado Gustavo Roca.[12] Luego de la muerte de José Sabino Navarro en Córdoba su puesto fue ocupado por Mario Firmenich, ex líder de la Juventud Universitaria Católica en la Universidad de Buenos Aires, quien carecía de la experiencia con el sindicalismo que tenía su predecesor.[13]
En 1973 Baronetto dejó el Seminario, se casó, y en febrero de 1974 entró a trabajar en el Banco de la Provincia de Córdoba, recomendado por un hijo del propio Obregón Cano, para entonces gobernador de Córdoba. En el Banco la presencia de la JTP era importante y, sin dejar de lado su militancia social, se conectó también con ella. En una noche de agosto de 1975 lo sacaron de su casa junto a su mujer y estuvo detenido como preso político durante casi toda la dictadura, la mayor parte del tiempo en el Penal de Sierra Chica, provincia de Buenos Aires; fue liberado en septiembre de 1982. Recién fue reincorporado al Banco en 1984, durante la gobernación de Angeloz. Para entonces fue elegido delegado de base y luego delegado general en representación de la sucursal. Durante la gestión de Faustino López –a partir de 1984– fue designado suplente del secretario de prensa y en la década de los ‘90 llegó a ser Secretario general del gremio por la Lista Verde.[14]
En la Lista Verde comenzó a participar también el para entonces joven Guillermo Ensabella quien, siendo estudiante de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano, había formado parte de la conducción de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Había empezado a militar a los 14 años y para 1972 se definía como integrante del Peronismo de Base (PB). Sin embargo en 1973, junto con otros compañeros, pasó a las filas de Montoneros porque les parecía que el PB “pasaba a cuarteles de invierno”.[15] Empezó a estudiar abogacía en 1975 pero debió dejar la carrera. A mediados de 1976 debió abandonar el país rumbo a San Pablo. Regresó a vivir en las sierras en 1977 y en 1979 ingresó a trabajar en el Banco Regional en Carlos Paz. Allí comenzó a militar, por ejemplo con motivo de la huelga general nacional convocada para el 27 de abril de ese año, y a relacionarse con otros compañeros de la ciudad de Córdoba. En 1983, todavía en dictadura, cuando se lanzaron las primeras normalizaciones integró la Comisión Interbancaria Eva Perón conformando la lista marrón –constituida por militantes de la izquierda peronista, el trotskismo, el PC, entre otros– contra el secretario nacional José Zanola y apoyando el voto en blanco.
Rubén Daniele –Secretario general del Sindicato Único de Obreros y Empleados Municipales, SUOEM, entre 1985-2017– empezó a militar en el sindicalismo a fines de 1971, trabajando como personal administrativo en una empresa de transporte fue elegido delegado de la Unión de Trabajadores del Transporte Automotor (UTA). Luego fue miembro de la comisión paritaria cuando el secretario general era Atilio López, quien en 1973 fue elegido vicegobernador de la provincia de Córdoba. Para entonces militaba en la JTP. Luego del golpe de 1976 dejó su trabajo y la actividad sindical, hasta fines de 1979 cuando rindió concurso y entró en la Municipalidad de Córdoba.
Juan Carlos Giuliani era dirigente de la JTP y primer vocal de la Asociación de Periodistas de Río Cuarto cuando fue detenido en julio de 1975. Permaneció como preso político hasta noviembre de 1982, habiendo pasado por las cárceles de Río Cuarto, UP 1 de Córdoba, Sierra Chica, Rawson y Caseros. Cuando recuperó su libertad se desempeñó en distintos oficios, hasta que a mediados de 1983 ingresó como trabajador de prensa en el diario El Pueblo de Río Cuarto. Al poco tiempo fue designado corresponsal en Río Cuarto y el sur de Córdoba del diario La Voz del Mundo de Buenos Aires.[16]
A su vez, retomando la vertiente de los “Sabinos”, puede decirse que a comienzos de 1974 tenían una presencia importante en Córdoba, reuniendo un conjunto de experiencias barriales y sindicales aunque esta vinculación no fuera públicamente explicitada; para entonces conformaron el “Peronismo Descamisado” (PD). Esta organización funcionaba en una casa central ubicada en calle Vélez Sarsfield; el frente barrial contaba con representación en los barrios Primero de Mayo, Villa Barranca Yaco, Urquiza, Corral de Palos, Villa Azalais, Las Palmas, Comercial, Villa El Libertador, Renacimiento, entre otros; mientras que el frente sindical tenía delegados en SMATA, Fiat, Perkins, Empleados Públicos, Thompson Ramco, Sanidad, Bancarios, UTA y Municipales.[17]
La Sabino Navarro decidió autodisolverse a mediados de 1975 y entregar sus bienes e integrantes a distintas organizaciones: algunos se fueron al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), otros a Poder Obrero y muchos volvieron a Montoneros, tales los casos de “la Chancha” López y de Florencio Díaz.[18] En esta situación los encontró la llegada de la dictadura.
Gonzalo Chaves, integrante de la conducción nacional de la JTP y quien se convirtió en uno de los principales organizadores de la resistencia sindical durante la dictadura, cuenta en su libro que en una asamblea masiva realizada en el local de ATE La Plata se integró, como el resto de la JP de esa ciudad, a Montoneros en 1972.[19] Para entonces planteaban como consigna “JTP la nueva CGT”, buscando reorientar el trabajo hacia los cuerpos de delegados y comisiones internas, dentro de los cuales tuvieron desarrollos importantes en algunos gremios de peso, por ejemplo en Córdoba en el SMATA y UOM, ATE, bancarios y en la UEPC. De igual modo, hacia 1975 la JTP tenía una presencia fuerte en las coordinadoras fabriles. En 1976 estuvo militando casi todo el año en Córdoba como secretario político de la columna Córdoba a cargo del trabajo sindical, en una situación de cerrada clandestinidad. En su relato, donde hace referencia a la composición de sus principales apoyos, señala casi los mismos gremios y fábricas donde habían tenido presencia “los Sabino”, lo que llevaría a pensar que –en muchos casos– se trataba de las mismas personas. Destacó que el no haber separado el trabajo político del sindical llevó a que la mayor parte de sus compañeros cayeran[20]. Regresó a Buenos Aires trasladado por la CN, una semana antes de la caída de la conducción de Córdoba en el “combate del Castillo”, el 9 de marzo de 1977.[21] En marzo, al poco tiempo de ese hecho, se fue del país pero en septiembre de 1978 regresó con la consigna de organizar la resistencia sindical de manera clandestina en la zona sur del GBA.[22]
Chaves estuvo exiliado en Madrid, México y Cuba y regresó dos veces al país. En Europa hizo giras por los distintos países denunciando el accionar de la dictadura. A veces trabajaron juntos con Ongaro, también exiliado, quien en 1978 había constituido el nucleamiento Trabajadores y Sindicalistas Argentinos en el Exilio (TYSAE). Chaves cuenta que en 1979 los invitaron de las Comisiones Obreras del PC en España, donde hablaron Armando Croatto, José López (de Sulfacid Rosario) y Aldo Morán (de San Juan), la concurrencia terminó gritando “Videla, asesino, del pueblo argentino”. En lo que refiere a la constitución de redes que se mantendrían en democracia, comentó que en París conocieron a los brasileños de la oposición sindical de la cual luego muchos confluyeron en el Partido de los Trabajadores (PT), creado en 1980.[23]
Los otros integrantes del bloque sindical que volvieron con la tarea de organizar la resistencia fueron José Dalmasso López, Armando Croatto, Eduardo Berrozpe, Paulino Aramayo y Aldo Morán. Uno de sus contactos era Ricardo Daniel Fernández.[24]
Primeros pasos en la recomposición sindical
Una vez de regreso en el país, esos pequeños grupos comenzaron a plantear la necesidad de trabajar en dos direcciones principales: respetar a los dirigentes que conducían los gremios con mandato anterior a la dictadura y que habían sido prorrogados por ésta, diferenciándolos en su apreciación de la burocracia cómplice del gobierno y, a partir de allí, pelear por espacios de legalidad como única posibilidad para ampliar la participación.[25] Los primeros hacia 1979 habían constituido el grupo de los “25”.
Como parte de la tarea de resistencia pacífica, el sector sindical de Montoneros comenzó a editar en 1979 de manera clandestina el periódico mensual Confluencia sindical, que llevaba como subtítulo “por la unidad y normalización gremial”. Como lo planteaba el título de la publicación, la intención era promover la unión de distintas tendencias privilegiando el interés de clase por sobre las divisiones ideológicas y colocando como prioridad la reconstrucción de la trama sindical desde las bases con el objetivo de lograr la unidad y la normalización.[26]
A través de él apoyaron la constitución de la Conducción Única de los Trabajadores Argentinos (CUTA), promovida por el grupo de los “25”, y el Plan de Acción y Movilización que convocó a la jornada nacional de protesta del 27 de abril de 1979.
Por otra parte promovían a su vez estrategias de resistencia enmarcadas en lo que podría definirse como “discurso escondido”,[27] buscando convertir problemas particulares en generales. Así, por ejemplo, como parte de un discurso restringido a ciertas redes de confianza, se anunciaba como corolario de un año de luchas dispersas:
Voceros de la Comisión de los 25, reunidos en ‘algún lugar del Gran Buenos Aires’ anunciaron el día 8 de noviembre de 1980, que ‘80 organizaciones sindicales decidieron conformar la CGT constituyéndola en base a las normas estatutarias y orgánicas que han caracterizado al organismo máximo del Movimiento Obrero Argentino’[28]
De este modo, desde el sector sindical ligado a Montoneros empezaron a apoyar las acciones de la CGT presidida por Ubaldini y contrarias a las de la “Intersectorial” constituida por la Comisión Nacional del Trabajo (CNT) y el grupo de los “20”, cercanos a la dictadura y que participaron en la delegación oficial enviada a la reunión anual de la OIT en 1981. La CGT decidió entonces enviar una delegación paralela para reclamar la normalización sindical y la apertura política que significara a su vez la retirada de la dictadura.[29]
En efecto, las acciones de resistencia continuaron durante 1981 auspiciadas por cierto clima de apertura propiciado por el recambio en la presidencia del general Videla por Viola. El periódico Confluencia interpretaba esto como pasos en el proceso de “contraofensiva popular” y señalaba como ejemplos la movilización del SMATA del 17 de junio por las calles de la Capital Federal que había culminado con la detención de casi 2000 trabajadores; el paro de la CGT del 22 de julio; la convocatoria de la central a una concentración frente a su sede el 17 de octubre, que fue dispersada por la policía; y, finalmente, la concentración en San Cayetano convocada por la CGT el 7 de noviembre, que reunió alrededor de 20.000 trabajadores. Resulta especialmente ilustrativo de cómo veían la situación el relato de este hecho y la puntualización de las consignas que gritaron:
...fuimos miles y miles que tranquilamente le ganamos las calles a los milicos y nos fuimos sintiendo cada vez más unidos y fuertes, entonces comenzamos a expresar nuestras consignas y cantos, no nos guardamos nada, le dijimos a la dictadura todo loque somos y lo que estamos dispuestos a hacer:
LIBERTAD, LIBERTAD!
UNIDAD, UNIDAD!
CGT, CGT!
QUE SE VAYAN, QUE SE VAYAN!
SE VA A ACABAR, SE VA A ACABAR, LA DICTADURA MILITAR!
SE SIENTE, SE SIENTE, PERÓN ESTÁ PRESENTE!
LOS MUCHACHOS PERONISTAS, TODOS UNIDOS TRIUNFAREMOS!
PROCESO, PROCESO, QUÉ CARAJO ES ESO!
QUE APAREZCAN, QUE APAREZCAN! Con toda nuestra bronca pedimos que devuelvan a nuestros compañeros secuestrados por su odio asesino…[30]
El escenario cambió luego de la derrota en la guerra de Malvinas. A partir de la segunda mitad de 1982, en el marco de salida del régimen, la mayoría de los dirigentes sindicales que se encontraban presos fueron liberados.
En octubre de 1982, recién salido de la prisión donde había estado desde agosto de 1975, Baronetto comenzó una intensa tarea de discusión política y de coordinación sindical a través de la edición de tres revistas: Tiempo Latinoamericano, fundada junto con Juan Carlos Molina, donde Baronetto escribía con el seudónimo de Juan Dídimo Serrano dado que tenía libertad vigilada. Como parte de las conversaciones con otros núcleos de ex Montoneros, más tarde editaron El Trabajador Peronista[31]y Campo Nuevo. Para entonces se afilió a la Unión Obrera Gráfica de Córdoba (UOGC). En estas dos últimas revistas colaboraban de diferentes maneras personas que, como veremos, con posterioridad ocuparían cargos dirigenciales en los gremios, Guido Dreycsik en el Círculo Sindical de Prensa (CISPREN); Ilda Bustos (en gráficos), Rubén Daniele (en Municipales), Tapia (en UTA), Chara en el Sindicato de Empleados Públicos (SEP), entre otros. La financiación para muchas de estas actividades provenía de Montoneros y del Movimiento Ecuménico de los Trabajadores (MET) que, con sede en Suecia, financiaba actividades de los ex presos políticos.[32]
Por su parte, Tiempo Latinoamericano se presentaba a sí misma como una revista orientada a temas religiosos y sociales. En sus páginas aparecían los planteos y referentes de la teología de la liberación, la preocupación por los pobres, el proceso revolucionario de Nicaragua, la defensa de los derechos humanos en base a la verdad y justicia y, de manera cada vez más explícita hacia comienzos de 1983, se pronunciaba sobre la necesidad de una salida democrática que terminara con la dependencia y se convirtiera en base para la liberación. A través de la revista se apoyaba también la movilización obrera llevada a cabo fundamentalmente por Ubaldini y su sector.
Como vemos, a partir de 1983 los diversos intentos de organización comenzaron a cristalizar. Entre el 6 y 7 de agosto de 1983 tuvo lugar el Plenario Nacional de las Agrupaciones Sindicales Peronistas (ASP) en Villa Carlos Paz, provincia de Córdoba, con representantes de Mendoza, San Luis, San Juan, Tucumán, Chaco, Santa Fe, Misiones, Córdoba, Formosa, Capital Federal, Conourbano bonaerense y Mar del Plata, conformándose la Coordinadora Nacional Provisoria de las ASP. De Córdoba participaron Daniele, Ilda Bustos, Morcillo, Cabanillas, Garabano, Ensabella y representantes de SUPE, entre otros, y de allí habría surgido la idea de conformar las Listas Verdes para las próximas elecciones sindicales.[33]
En efecto, dentro del sector se alineaban una serie de organizaciones cuyo objetivo era confrontar con las definidas como burocracias, agregando a las reivindicaciones sostenidas por los otros sectores la reincorporación de los trabajadores despedidos por causas políticas o gremiales, la democracia sindical, la libertad de todos los presos políticos y gremiales, el retorno de todos los exiliados y la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos.[34]
La normalización como democratización sindical
No es mi intención considerar en este apartado el proyecto del gobierno ya analizado en otros trabajos,[35] sino analizar la posición frente a la normalización del sector sindical que había respondido a Montoneros así como algunos ejemplos de recuperación de gremios por parte de esos militantes. Sostengo en este sentido que ciertas redes tejidas durante la oposición a las dictaduras sobrevivieron en democracia y sirvieron para repensar el modelo sindical en un sentido democratizador.
En efecto, como hemos visto con el ejemplo de las ASP, comenzaron a constituirse diferentes nucleamientos sindicales que tenían en común la oposición a las burocracias y la intención de promover la democratización sindical. El grupo reunido en torno a Gonzalo Chaves en La Plata comenzó a editar el periódico El Diecisiete, en septiembre de 1983, como órgano nacional de las ASP. Desde allí sostenían la necesidad de proseguir con la movilización no para desestabilizar sino para afianzar la democracia y “lograr que su salida [de los militares] sea en desbande, para que no se puedan reacomodar y no les sea posible nunca más dar un golpe de estado”.[36] Resulta interesante observar la composición de la Coordinadora Nacional Provisoria de las ASP por la diversidad de gremios y procedencia de sus miembros: Carlos Bogado, gráfico chaqueño; Francisco (Barba) Gutiérrez, metalúrgico bonaerense; Oscar Simeone, empleado administrativo mendocino; Ricardo Paskvan, bancario santafecino y Jorge Ramírez, municipal de Córdoba. Frente a la coyuntura electoral del 30 de octubre, manifestaban su apoyo a la fórmula justicialista Luder-Bittel, pero aclaraban que luego de las elecciones –que daban por supuesto ganaría el peronismo– exigirían que se cumpliera lo que los trabajadores habían apoyado: “una democracia sindical que se ejerza de abajo hacia arriba, como siempre debió ser”.[37]
De todos modos, asumiéndose como “peronistas revolucionarios” se veían en la obligación de explicar el sentido de su voto:
Somos conscientes que los resultados adversos del Peronismo Revolucionario en la interna, han llevado a algunos compañeros a la pérdida del entusiasmo y la confianza al no sentirse totalmente representados en las candidaturas actuales. Pero sería un grueso error histórico y una falta de grandeza, anteponer problemas que hacen a nuestra vida interna a la necesidad de un voto masivo del Peronismo contra la oligarquía. El Peronismo Revolucionario no puede ser responsable de la pérdida de un solo voto peronista ni cómplice silencioso de la entrega de ninguna bandera. Nuestro apoyo al triunfo electoral de la fórmula del Peronismo encabezado por los compañeros Luder y Bittel y a todos los candidatos peronistas, debe contar con nuestra más decidida participación en la campaña electoral [...] para exigir: Reparación del daño sufrido y Juicio para los responsables de la destrucción del país y la Represión del Pueblo, afianzando de esta manera el camino de la democracia, la paz y la justicia social[38]
Sin embargo, una vez ocurrida la derrota del peronismo en las urnas, no sólo se pronunciaron a favor del triunfo de la democracia, llamando a la unión de todos los sectores populares para su defensa, velando por la estabilidad del próximo gobierno, “ya que la democracia es una conquista del pueblo frente a la dictadura” sino que, además, fueron contundentes en señalar las causas de la derrota:
Las causas determinantes de la derrota hay que buscarlas en el seno del Peronismo y no fuera. La mayor responsabilidad recae sobre la cúpula del Partido Justicialista, que arrió banderas históricas y revolucionarias, que impuso candidatos como en el caso de la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires, que marginó a la Juventud y las mujeres, que no conformó una propuesta frentista, despilfarrando de esta manera la herencia dejada por el Gral. Perón...[39]
Pero, a la vez, esa derrota implicaba la necesidad de auto-crítica y, sobre todo, en vez de producir un efecto paralizante obligaba a recomponer la fuerza del movimiento:
La principal responsabilidad de esta tarea recae sobre nosotros los trabajadores, porque es en la normalización y democratización de los sindicatos donde se va a dar una de las principales batallas por la renovación y recomposición de los cuadros dirigentes del Movimiento. [...]
Por eso no se trata solamente de un cambio de hombres. La tarea de reconstruir la fuerza del Peronismo es mucho más que esto, pero por algo concreto tenemos que empezar. [...] La silbatina de Vélez y el repudio en las urnas con que el Pueblo descalificó las figuras de Lorenzo Miguel y Herminio Iglesias, no dejan dudas sobre quiénes son los primeros que deben dar un paso atrás. Por el bien de la Patria y el futuro del Movimiento, la cúpula del Partido Justicialista, verdaderos mariscales de la derrota, debe renunciar, para dar paso a una profunda reorganización del Movimiento, renovando los cuadros de conducción de las cuatro ramas a través del voto directo de los afiliados[40]
Ahora bien, este discurso no quedaba en puras abstracciones sino que este sector, como también otros dentro del movimiento obrero, manifestaron un amplio apoyo a las iniciativas iniciales lanzadas por el gobierno del nuevo presidente Alfonsín, contrariamente a lo que fue luego sostenido por el discurso alfonsinista e incluso académico que, en general, no tuvo en cuenta las propuestas democratizadoras que realmente existieron en el movimiento sindical y, en cambio, caracterizaron como corporativa y desestabilizadora a la acción de los gremios.
En efecto, en una nota titulada “La batalla por la democracia sindical”, las ASP señalaban cómo la entendían y asimismo manifestaban su apoyo a la propuesta del gobierno.[41] Estaban en un todo de acuerdo con el proyecto de ley de Reordenamiento Sindical, conocido como Ley Mucci, que Alfonsín envió al Congreso apenas asumió, salvo en el punto que mantenía la legislación de la dictadura, es decir de la LAP 22.105 en vez de la 20.165 votada por el Congreso de la Nación en 1973.
Un nuevo Plenario Nacional de las ASP tuvo lugar el 17 y 18 de diciembre en la Capital Federal. Como síntesis se destacó la decisión de recuperar un sindicalismo “democrático y combativo al servicio de los trabajadores y por la liberación nacional”.[42] Esto se materializó en el lanzamiento del Plenario Sindical Nacional el 23 de enero de 1984 en el Teatro Roma de Avellaneda, al parecer planteado como un espacio amplio de convergencia entre distintos sectores que planteaban la recuperación del movimiento obrero como sinónimo de democratización sindical. El término Plenario hace pensar en cierta semejanza con el PIT uruguayo. Pero, ¿con qué sectores se buscaba la confluencia? Estos eran nuevos agrupamientos como el Encuentro Nacional de Trabajadores (ENTRA), la Asamblea Gremial Argentina (AGA), el oficialista Movimiento de Renovación Sindical (MRS) o la Coordinadora de Recuperación Sindical, que nucleaba a gremios y agrupaciones de Tucumán, Salta y Santiago; entre todos conformaban la Mesa de Enlace gremial. Se hablaba de un “nuevo sindicalismo” que incorporaría nuevas camadas de jóvenes dirigentes reafirmando en sus cargos a hombres de conducta, tales como Julio Guillán, “Cholo” García, Raymundo Ongaro, Carlos Cabrera, Alberto Piccinini, César Bustos, Lorenzo Sánchez, entre otros, lo que implicaba redefinir la relación del movimiento obrero con el Estado, el gobierno y el propio Peronismo, propiciando una oposición constructiva.[43]
Se diferenciaban de la CGT de Ubaldini y Triaca, que se habían unificado para enfrentar el proyecto Mucci. Según ellos esta CGT quería las elecciones en base a la LAP 20.615 de 1973, pero con la vigencia de estatutos proscriptivos. En cambio los sectores autodenominados “antiburocráticos” querían el restablecimiento de esa ley pero con adecuaciones como las planteadas por el gobierno para que pudieran participar todos.
El 24 y 25 de marzo se realizó en Córdoba un nuevo plenario de las ASP. Fue presidido por Francisco Gutiérrez (metalúrgico bonaerense), Aldo Morán (mineros de Mendoza) y Juan Godoy (docentes de Córdoba); se analizó la situación planteada y se elaboró un documento para ser discutido por todas las agrupaciones del país, titulado “Normalización sindical: las bases toman la iniciativa”, donde se insistía en la necesidad de que la normalización comenzara por la elección de delegados.[44]
A continuación reiteraban los puntos que debían respetarse en una futura normalización, que como señalamos, en su mayoría coincidían con la propuesta del gobierno salvo en lo referido a mantener la legislación de la dictadura: a) elecciones con voto directo y secreto tanto para elegir delegados como autoridades de seccionales o nacionales; b) participación para la elección de delegados de todos los trabajadores con una antigüedad mínima de tres meses sean afiliados o no; c) reducción a tres meses de la antigüedad para ser autoridad de un sindicato seccional o nacional; d) reconocer y garantizar la participación de todas las listas presentadas en las juntas electorales oficializándolas con la presentación del 3% de las firmas de los afiliados; e) garantizar el derecho de las mayorías a gobernar, respeto y participación de las minorías; f) garantías de transparencia para todo el acto electoral; g) urnas en los lugares de trabajo, entre otras medidas que aseguraran la participación, y lo que que era fundamental, h) garantizar la afiliación de los cesantes y/o prescindidos aun no reincorporados con derecho a elegir y ser elegidos en cualquiera de los cargos electorales, quedando de ser electos automáticamente reconocida su relación de dependencia.[45]
La propuesta de las ASP abarcaba a su vez otros aspectos de la democratización, es decir consideraban que la recuperación democrática aparecía como una oportunidad política para replantear el papel del sindicalismo en la nueva sociedad a construir. Así desarrollaron un trabajo intenso para recuperar la memoria de los militantes sindicales caídos por la represión. En cada número de su periódico sacaban una nota bajo el título “Los que hicieron posible la democracia”, convirtiendo a su vez a esos dirigentes en referentes para el futuro. Recordaron a Tomas Di Toffino (Secretario adjunto del S. de L. y Fuerza de Córdoba), René Salamanca (Secretario general del SMATA Córdoba), Oscar Smith (Secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza de Capital Federal), Ernesto Ramírez (Secretario general de ATULP, La Plata), Leandro Fote (dirigente azucarero de Tucumán), Melitón Vázquez (Secretario general del Sindicato del Ingenio Ledesma), Jorge Di Pasquale (Secretario general de la Asociación de Empleados de Farmacia), Agustín Sánchez (Secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza de Tucumán), entre otros.[46]
También, para fortalecer redes con activistas sindicales del Cono Sur que habían librado luchas similares contra las dictaduras en sus países.[47] En relación con lo anterior, fue también constante la campaña para instalar el problema de los exiliados en el espacio público, bregando por el regreso irrestricto de todos. Asimismo se reclamaba que Ricardo Obregón Cano fuese puesto inmediatamente en libertad y que cesara la orden de captura contra Oscar Bidegain, ex gobernadores constitucionales de Córdoba y de Buenos Aires respectivamente, acusados de apoyar la subversión.[48]
Finalmente las aspiraciones de la Mesa de Enlace de abrir un diálogo entre todos los sectores sindicales con el gobierno, no se concretaron. Luego del recambio de Mucci por Casella en el Ministerio de Trabajo, el gobierno prefirió conversar con los dirigentes de la CGT para acordar un proyecto que fue sancionado el 5 de julio de 1984 en el Senado como ley N° 23.071 sobre régimen electoral para las asociaciones sindicales y el 13 promulgado por el Ejecutivo. La sanción de esta ley impuso las pautas sobre las que se realizarían las elecciones en los sindicatos, es decir de arriba hacia abajo, y postergó el debate de fondo sobre el modelo sindical, que ni el gobierno ni los sectores sindicales reunidos en la CGT parecían dispuestos a encarar.
Sin embargo el trabajo de organización y movilización que venían realizando los sectores sindicales de izquierda dio algunos frutos, al menos en las primeras elecciones. A título de ejemplo vale constatar los logros de los sectores que hemos considerado más arriba al acceder a la conducción: por ejemplo en la UOM de Quilmes, Francisco “Barba” Gutiérrez, militante de la JTP liberado de prisión en diciembre de 1982 y que había constituido la agrupación Felipe Vallese Lista Naranja, triunfando en las elecciones de noviembre de 1984.[49] También en la seccional de Villa Constitución triunfó la Lista Marrón de Piccinini; Marrón también era la lista de Guillán que triunfó en la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos de la República Argentina (FOETRA) y Verde la de Ongaro que ganó en la Federación Gráfica Bonaerense (FGB), defendiendo todas una política de alianzas entre sectores sindicales combativos,[50] fue también el caso de la Lista Verde Agrupación Nacional de Unidad y Solidaridad de ATE (ANUNSATE) que con Víctor De Gennaro triunfó en ATE en noviembre de 1984.[51]
Las listas del peronismo de izquierda en los gremios de Córdoba
Como vimos, desde fines de 1982 se inició un trabajo coordinado para instalar la discusión sobre la recuperación sindical y la oposición a las burocracias, tanto en Córdoba como a través de la red nacional de las ASP.
En el SUOEM, para 1982 Rubén Daniele había comenzado a organizar un cuerpo de delegados, que para entonces era ilegal porque el gremio estaba intervenido pero empezaron a prepararse para competir cuando vinieran las normalizaciones. A fines de 1984 tuvieron lugar las elecciones y, luego de una ardua competencia, Daniele asumió la conducción del gremio el 1° de enero de 1985, encabezando la Lista Verde Unidad y Democracia Sindical. El rasgo más característico de esta lista era la pluralidad, porque había peronistas de centro izquierda, militantes del Partido Intransigente, del Movimiento al Socialismo (MAS) e independientes. En cambio las otras listas representaban al Partido Justicialista propiamente dicho, otra al radicalismo y una tercera a la izquierda no peronista. Daniele adjudicó su triunfo a que desde un comienzo plantearon como objetivos el pluralismo ideológico, la participación y la democracia sindical, además de logros concretos para los afiliados. Destacó que en los comienzos de su militancia sindical no mantenía relación orgánica con el PJ, pertenecía, en cambio, a la agrupación nacional Intransigencia y Movilización Peronista, comandada por Vicente Saadi y, en Córdoba, por Horacio Obregón Cano. Dentro del espacio sindical nacional se integró a los “25”, aunque reconoce que en Córdoba este sector no tenía mucha representación.[52]
Ilda Bustos había tenido militancia estudiantil en la UES, en la ciudad de Jesús María donde estudiaba y luego en la JP en la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba, de donde fue expulsada en 1975. Ingresó a trabajar en el diario Tiempo de Córdoba en 1980 y se afilió a la Unión Obrera Gráfica de Córdoba en 1981, fue elegida delegada y formó parte de la Comisión Interna del gremio. Este no había sido intervenido en 1976, continuando a cargo del histórico dirigente de los independientes, Juan Malvar. La normalización del mismo se produjo apenas asumido el gobierno de Alfonsín, el 27 de diciembre de 1983. En esa ocasión Malvar ya estaba jubilado por lo que no fue candidato, pero apoyó la única lista que se presentó encabezada por Guillermo Inda como Secretario General y Mario Díaz como Secretario Adjunto. La lista apareció como una confluencia de dirigentes con cierta trayectoria y jóvenes que habían comenzado a hacer sus primeras experiencias participando en una serie de conflictos generados desde 1981; también reunió diferentes posiciones ideológicas: radicales, comunistas (como era el caso de Mario Díaz) y algunos peronistas de izquierda como Ilda Bustos, que se integró como vocal y se hizo cargo del manejo de la obra social.[53]
Al igual que Daniele, Bustos militaba en Intransigencia y Movilización Peronista, compartiendo ese espacio con otros militantes que ganarían las elecciones de normalización en sus gremios, tales los casos de Héctor Morcillo –quien también había estado preso– en el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación, de Monteros en la Unión de Trabajadores del Calzado y de otros que constituyeron agrupaciones internas en el Sindicato de Luz y Fuerza y de Judiciales.
Sin embargo fue recién en las elecciones de 1986 cuando el sector más de izquierda dentro del gremio liderado por Díaz y Bustos se separó de la anterior dirigencia, conformando la Lista Verde y ganando el gremio.[54] Ya como Secretaria Adjunta y luego como Secretaria Gremial, volvería a compartir otro espacio intersindical que bregaba por la democratización, el primero había sido el de las ASP el segundo, como veremos, se definió como Gremios por la Unidad.
A fines de 1981 un grupo de trabajadores de prensa en Córdoba fundó el Movimiento por la Recuperación del Gremio de Prensa, que levantaba como consigna principal la fusión del Círculo de la Prensa y del Sindicato de Prensa. Ese planteo fue apoyado y promovido también por la Asociación de Periodistas de Río Cuarto, a la que Giuliani ingresó luego de recuperar su libertad. El 14 de septiembre de 1983 cesó la intervención militar del gremio y tanto en el Sindicato como en el Círculo asumieron conducciones transitorias representativas de los afiliados. Confluyeron los integrantes del anterior Movimiento por la Recuperación con una nueva generación de activistas dando nacimiento al Movimiento Unificado de Prensa (MUP). Un mes después, un plebiscito ratificó la voluntad de unificación que imperaba en las bases. El 23 de marzo de 1984, otra consulta aprobaba el nombre de la nueva entidad, Círculo Sindical de la Prensa de Córdoba (CISPREN). La Lista Blanca “Unidad y Participación” fue la herramienta electoral del MUP. Los comicios del 27 de diciembre de 1984 consagraron la primera conducción del CISPREN encabezada por Oscar Garat, en la que Giuliani fue primer Vocal. Con posterioridad fue electo Secretario General de la Seccional Río Cuarto, Secretario Adjunto del gremio a nivel provincial y Secretario General del CISPREN en el período 1994-2005. Cuando en 1982 salió de la cárcel participó también de Intransigencia y Movilización Peronista primero y del Peronismo Revolucionario (PR) después, donde integró el Bloque Sindical del Peronismo Revolucionario.[55]
La Lista Blanca postulaba la libertad y democracia sindical, el pluralismo y se definía como antiburocrática, defensora de la democracia, los derechos humanos, la libertad de expresión y profundamente crítica de los monopolios y oligopolios de la comunicación. Al igual que los gremios anteriores el CISPREN participó activamente, como veremos, de los Gremios por la Unidad, hasta el punto que frecuentemente las reuniones de esta intersindical se realizaban en su sede en la calle Obispo Trejo 365.[56]
Como podrá apreciarse, en Córdoba el proceso de normalización se caracterizó por un importante recambio de dirigentes, muchos de ellos jóvenes que reivindicaban la democratización sindical, para lo que consideraban necesario superar las divisiones impuestas desde Buenos Aires. Además de los señalados, el peronismo de izquierda computaba como propios el triunfo de la lista Celeste en la UOCRA con Néstor Chavarría, integrando un frente con el PC y el MAS,[57] en el Sindicato de Empleados Públicos (SEP) con Raúl Ferreya y también el de la Lista Verde propiciada por el Movimiento de Unidad Bancaria Organizado (MUBO) con la candidatura de Faustino López, lista pluralista que nucleó a independientes, radicales, adherentes al Partido Intransigente (PI), al ex Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), entre otros, contra las listas oficialistas consideradas peronistas de derecha. Faustino López, quien triunfó en las elecciones realizadas el 13 de diciembre de 1984, se identificaba como próximo al PI y se consideraba discípulo de Tosco.[58] Garabano, Cabanillas y Ensabella, de activa participación en las ASP, integraron esa Comisión Directiva en los cargos de Secretario del Interior, Pro-secretario del Interior y de Previsión respectivamente.[59] Ensabella integraba también la agrupación Intransigencia y Movilización Peronista y, luego, se sumaría al Peronismo Revolucionario.
A diferencia de lo ocurrido a nivel nacional, donde las dos divisiones de la CGT –Azopardo y Brasil– se habían unido a comienzos de 1984 para enfrentar el proyecto Mucci, en Córdoba el movimiento obrero continuaba dividido en sus dos expresiones: la CGT Rodríguez Peña dirigida por Miguel Angel Correa del gremio de la madera y la CGT Chacabuco, cuyo Secretario General era Adolfo Cortés del gremio de los molineros.
A comienzos de 1985, en pos de avanzar en la unificación de las dos CGT, éstas acordaron convocar a un plenario para buscar una propuesta general y, al mismo tiempo, plantear una movilización debido a graves conflictos que se presentaban en la provincia. Un conjunto de alrededor de treinta gremios no agrupados en esas dos expresiones de CGT que no habían sido consultados, aprovechó esa convocatoria para concretar la que se convertiría en una tercera estructura movilizadora. A pesar del cruce de denuncias mutuas, el viernes 11 de enero se realizó un plenario general en el que se reunieron representantes de más de 55 gremios, tanto alineados en la CGT Rodríguez Peña y Chacabuco como del nuevo grupo formado sólo unos días antes. En el plenario se acordó, de forma casi unánime, realizar un paro y movilización conjunta a Casa de Gobierno el 15 de enero elevando un petitorio al gobernador Angeloz. Para dicha tarea se formó una mesa del plenario con tres representantes, uno por cada agrupamiento.[60] Los no alineados en las CGT propusieron que la mesa del plenario continuara su labor luego de la movilización para tratar la unificación, sin embargo la moción fue desestimada por las dos CGT aunque acordaban continuar con las negociaciones a tal fin. El paro y la movilización fueron masivos, con la adhesión de varios partidos.[61]
Ese tercer sector no alineado en ninguna de las dos expresiones locales de la CGT, que se había sumado al paro, se autodenominó Gremios por la Unidad y nucleó a importantes sindicatos y dirigentes provenientes de distintas corrientes ideológicas, tales como el SMATA, el Sindicato de Luz y Fuerza, el SEP, el SUOEM, la Asociación Bancaria, UTA, Judiciales, Plásticos, UEPC, CISPREN, UDA, ATSA, Viajantes, Perkins, Recolectores de Residuos, Publicidad, Seguros, entre otros.[62] Como ya lo habían señalado, para lograr la unificación de la central consideraban necesario que previamente renunciaran las cúpulas que ejercían en ese momento la conducción, para que ésta surgiera de nuevas elecciones, como había ocurrido en todos los sindicatos que integraban los Gremios por la Unidad. Sixto Ceballos (SLyFC) y Faustino López (AB) fueron designados como Secretario general y adjunto de esta intersindical.
Como podrá advertirse, ni la CGT unificada (unión de Rodríguez Peña y Chacabuco), ni las “62” cuya Mesa Directiva era presidida por Horacio Salusso (UOM), representaban plenamente al sindicalismo de Córdoba, más allá de los sellos que se utilizaran. Por el contrario la mayoría de los gremios más importantes habían quedado fuera de esa unificación.
Los que se habían mantenido al margen de las CGT y conformaron los Gremios por la Unidad pretendían aparecer como la nueva dirigencia gestada por la democracia, algunos recuperando el discurso antiburocrático de la CGT de los Argentinos y en torno a una propuesta política que trascendiera la lucha sólo corporativa. Aggiornados a los nuevos tiempos hablaban de democracia sindical, de la conformación de nuevos cuerpos de delegados, defendían la democracia como punto de partida pero con justicia social, dado que consideraban que no podía haber democracia real sin el respeto a los trabajadores y como parte de un proyecto nacional. Al sostener la unidad lo hacían no sólo en cuanto a la defensa del modelo sindical preexistente, que implicaba una sola central, sino también recuperando la tradición cordobesa de los '60 y primeros '70 de unidad en la lucha de sindicatos provenientes de distintas líneas ideológicas, como había sido la alianza entre Agustín Tosco, Atilio López y Elpidio Torres en el momento del Cordobazo. Efectivamente, ello los llevaba a recuperar también los programas de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), ambos dados en Córdoba, y el papel esencial del Estado en la definición de la política económica. Esa prédica hacía que incluyeran en su sector sólo a los gremios que hubieran sido normalizados con procedimientos democráticos, es decir rechazaban las conducciones que provenientes de la etapa previa no hubieran revalidado sus credenciales a partir del nuevo Reglamento Electoral. Algunos de ellos demandaban también la defensa de los derechos humanos y la reincorporación de los cesanteados por cuestiones políticas. Otro elemento que privilegiaban era la autonomía de las seccionales frente a sus centrales, la defensa de sus reivindicaciones locales y la unidad en base a acuerdos programáticos y no en función de liderazgos o personalismos. Esos presupuestos los habían mantenido al margen de las expresiones locales de CGT, ya que para la mayoría el enfrentamiento durante los '70 había sido muy duro con los que consideraban –en muchos casos– habían sido los delatores de sus propios compañeros.[63] Es decir los principales ejes de la disputa giraban en torno a la democratización sindical, la autonomía y un proyecto político nacional y popular.
Finalmente, luego de tres años de conversaciones entre los dirigentes, en el plenario realizado el 24 de agosto de 1988 se concretó la normalización. La conducción quedó conformada por Salusso (UOM) como secretario general; Elio Murúa (Farmacia) como adjunto; Hugo Boidi (Vidrio) como secretario gremial; Faustino López (Bancarios) en la secretaría de Acción Social y los otros cargos fueron ocupados por Emilio Drazile (Judiciales), Néstor Chavarría (UOCRA), Gladys Vera (UDA) Osvaldo Ibarra (SUOEM) Alberto Arana (SMATA), Juan Espoz (Petroleros) y Manuel Chara (SEP).[64] Quedaron al margen la mayoría de los que habían conformado la CGT Chacabuco, que mantuvo esa denominación, para diferenciarse de ésta última; la Regional normalizada pasó a conocerse como CGT Lima, donde funcionaba la sede local de la UOM.[65]
Sin embargo, el conflictivo proceso que había culminado en la normalización de la CGT Regional no evitó que sus logros permanecieran por mucho tiempo. Pocos meses después de que ésta iniciara sus funciones empezaron a manifestarse voces de descontento por parte de sectores que habían participado activamente en su conformación. La intención de recuperar tradiciones combativas, pluralistas y antiburócraticas de los años ’60 y’70 parecía disolverse frente a las viejas prácticas de la burocracia, a semejanza de lo que ocurriría a nivel nacional hacia el final de la primera experiencia de reconstrucción democrática tras la última dictadura militar.
Reflexiones finales
En este artículo he tratado de mostrar que el aporte de militantes sindicales a la organización Montoneros fue importante y diverso en sus vertientes ideológicas, teniendo en común su oposición a las que consideraban como burocracias poco representativas de los intereses obreros. Como se habrá podido observar, desde el momento fundacional de la organización, la presencia de militantes sindicales y sociales con inserción en barrios populares fue muy destacada en Córdoba. Muchos de esos militantes vivieron experiencias similares durante la dictadura, ya sea en la clandestinidad, en el exilio o como presos políticos. Esto los llevó a mantener redes preexistentes y conformar nuevas desde los distintos espacios de reclusión o resistencia para sostener sus propias identidades pero, también, procesar colectivamente los cambios que se fueron operando en las distintas coyunturas. Fue así que a pesar de las diferencias que habían existido entre las distintas organizaciones de izquierda en el pasado, se planteó como objetivo prioritario reorganizar a la militancia sindical, primero desde la clandestinidad y luego de manera más abierta. De este modo, los sindicalistas que habían pertenecido a Montoneros iniciaron un gradual proceso de separación de las estrategias iniciales de la organización buscando una opción que representara una confluencia con distintos sectores unidos en una similar identificación de clase. Cuando se inició la salida de la dictadura ese trabajo previo se condensó en la conformación en 1983 de las Agrupaciones Sindicales Peronistas para disputar ya públicamente un lugar dentro del espectro sindical. A pesar de que para entonces adoptaron una identificación política, se mostraron siempre abiertos a la integración en frentes y listas plurales. Fuertemente anti-burocráticos, propiciaron la democratización sindical apoyando las promesas iniciales del gobierno de Alfonsín y se nuclearon con otros nuevos agrupamientos orientados en el mismo sentido. Sostuvieron una propuesta de democratización que podría haber puesto en cuestión las prácticas sindicales existentes, sin embargo no encontraron ni en las dirigencias sindicales consolidadas, ni en el gobierno radical, ni en las líneas que terminaron prevaleciendo en el PJ, el espacio para avanzar en sus propuestas.
Sin duda no eran la corriente mayoritaria dentro del sindicalismo peronista, pero tampoco eran tan pocos. Es más, en Córdoba controlaron la mayoría de los gremios estatales y algunos industriales y de servicios, intentando consolidar una alternativa organizativa a través de la constitución de los Gremios por la Unidad.
A nivel nacional ganaron gremios y crecieron en provincias importantes, sin embargo terminaron opacados no sólo al interior del peronismo sino también en los discursos oficiales del radicalismo como en los académicos, que homogeneizaron las prácticas sindicales del período como facciosas o corporativas e hicieron responsables a los sindicatos de no haber podido avanzar en un verdadero proceso de democratización sindical. Creo que lo desarrollado aporta pistas para delinear más claramente las posiciones de los actores y repensar las responsabilidades que les cupo en la democratización sindical, donde sin duda una dimensión a subrayar debiera ser la de sopesar las opciones y alianzas que el propio gobierno radical estableció dentro del campo sindical.
Las trayectorias reconstruidas aportan así pruebas de la presencia de redes que plantearon opciones de democratización dentro del movimiento sindical, recuperando cierta tradición de unidad en la lucha presente en el sindicalismo de Córdoba. Esta rica etapa refundacional debiera ser más estudiada para poder comprender mejor cómo el sindicalismo cordobés enfrentó los desafíos de la década menemista y sus reformas estructurales.
Bibliografía
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Gordillo, Mónica, 2016, “¿Cómo enfrentar a las burocracias sindicales? Algunas estrategias democratizadoras en los 80” en Archivos del movimiento obrero y la izquierda, 8.
Salcedo, Javier, 2013, Los Montoneros del barrio, EDUNTREF, Buenos Aires.
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Scott, James, 2000, Los dominados y el arte de la resistencia, Era, México.
Seminara, Luciana, 2012, Bajo la sombra del ombú. Montoneros Sabino Navarro, historia de una disidencia, Tesis de Doctorado en Humanidades y Artes, Mención en Historia, Universidad Nacional de Rosario.
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Toriglia, Jorge y Francaroli, Lilia, 2016, Una ruta al hombre nuevo. Memorias de lucha y conquistas del Sindicato de Perkins en los ‘70 en las voces de sus protagonistas, Ediciones del Pasaje, Córdoba.
* Universidad Nacional de Córdoba, CONICET.
[1] Salcedo, 2013 y Gillespie, 1987.
[2] Seminara, 2012.
[3] Murió en Córdoba, luego de un largo enfrentamiento con la policía, que duró más de una semana, el 28 de julio de 1971, Salcedo, 2013:111.
[4] La autora no lo considera una “columna” de Montoneros, como generalmente se los menciona, sino una organización política autónoma, Montoneros Sabino Navarro, cuyo derrotero comenzó a delinearse a partir de un temprano desprendimiento en 1972 y desarrolló su actividad política en distintos espacios hasta 1975. Lejos de limitarse a una crítica profunda a su organización madre, materializada en el “Documento Verde” elaborado en la cárcel de Resistencia por el grupo allí detenido luego de la toma de La Calera, con el objetivo de entablar un diálogo con la CN, llevó adelante una acción que puso en tensión sus postulados a través de una estructura orgánica propia con inserción en distintos frentes de masas. De este grupo algunos eran cordobeses (Ignacio Vélez, Luis Losada, José Fierro, Luis Rodeiro y Carlos Soratti) y otros santafesinos (Antonio Riestra, Jorge Cottone y Carlos Figueroa), trasladados desde la penitenciaría de Coronda a Resistencia, Seminara, 2012: 40-44.
[5] Seminara, 2012:47-48.
[6] Salcedo, 2013: 22.
[7] Ibídem: 19.
[8] Tilly, 2010:78.
[9] Utilizo este concepto en los términos también planteados por Tilly que entiende la democratización como un proceso gestado en el interior de un régimen u organización en donde ésta aparece como el resultado contingente de la interacción entre determinadas reivindicaciones y contrarreivindicaciones, cuando ese resultado muestra una ampliación de la participación, una disminución de las desigualdades categoriales y la puesta en funcionamiento de consultas protegidas y vinculantes. En cambio, cuando el resultado de la interacción sigue una orientación contraria a la señalada estaríamos en presencia de un proceso des-democratizador, Tilly, 2007.
[10] Gillespie, 1987:126-127.
[11] Ibídem:137.
[12] Entrevista a Vitín Baronetto, Córdoba, 19/3/2014.
[13] Gillespie, 1987:149.
[14] Ibídem.
[15] Entrevista a Guillermo Ensabella, Córdoba, 2/10/2017.
[16] Entrevista a Juan Carlos Giuliani vía email, Río Cuarto, 25/9/2017.
[17] Seminara, 2012: 145-146 señala que en 1974 en Córdoba tenían “50 cuadros de profunda incidencia en el frente sindical […] y llegaron a contar con 160 cuadros en el barrial […] el frente fabril estaba comandado por Florencio Díaz”.
[18] Ibídem: 255.
[19] Chaves, 2015: 8.
[20] Entrevista a Gonzalo Chaves, La Plata, 2/5/2016. Señaló “…logramos realizar tareas en los lugares de trabajo, duró un año, muchos cayeron, nos caían como 30 compañeros por semana, no teníamos forma de pararlo…”.
[21] Ese mismo día cayó también César Córdoba, delegado de sección en la fábrica de motores Perkins y responsable del frente sindical de Montoneros, Toriglia y Fracaroli, 2016: 249.
[22] Entrevista a Gonzalo Chaves, La Plata, 2/5/2016.
[23] Ibídem.
[24] Chaves, 2015: 219.
[25] Entrevista a Gonzalo Chaves, La Plata, 2/5/2016.
[26] Confluencia Sindical, II, 2, mayo de 1980. En la página final aclaraba que se trataba de un “Periódico de información y doctrina sindical. Amparado en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional”.
[27] Scott, 2000 :53.
[28] Ibídem p. 8.
[29] Confluencia Sindical, junio de 1981, p. 2-3 [El formato es el mismo que ediciones anteriores pero en éste no se indica año ni número. En todos los revisados se puntualizan los conflictos producidos en distintas fábricas y lugares de trabajo].
[30] Confluencia Sindical, noviembre de 1981, p. 1-3
[31] Se registra su aparición en el mes de septiembre de 1983, como quincenario cordobés, cuya dirección era en la Av. 24 de septiembre 731, El Diecisiete, I, 1, octubre de 1983 p.2.
[32] Entrevista a Luis Baronetto, Córdoba, 19/3/2014.
[33] Entrevista a Guillermo Ensabella, Córdoba, 2/10/2017.
[34] Chaves, 2015: 240.
[35] Gordillo, 2013.
[36] El Diecisiete, I, 1, p. 7.
[37] Ibídem. La cursiva es mía
[38] Ibídem p.8. El destacado en el texto es mío. Resulta interesante como símbolo de una tradición, el que el logo de las ASP mantuviera la V debajo de la P, recordando a Perón Vuelve o también Perón Vence.
[39] El Diecisiete, I, 2, diciembre de 1983, p. 4.
[40] Ibídem p, 8.
[41] Ibídem, p.5. Ensabella señaló que desde Montoneros “les bajaron línea de que apoyaran el proyecto Mucci”, entrevista realizada el 2/10/2017.
[42] El diecisiete, II, 3, febrero de 1984, p. 2.
[43] El Diecisiete, III, 4, abril de 1984, p. 1.
[44] Ibídem, p. 8.
[45] Ibídem.
[46] El Diecisiete, I, 2 y III, 4.
[47] El Diecisiete, III, 3, febrero de 1984, p. 6.
[48] El Diecisiete, III, 3, febrero de 1984, p. 3.
[49] Chaves, 2015: 246.
[50] Triunfos similares se produjeron en otros gremios y seccionales, cuya enumeración no es posible realizar aquí, con el rasgo común de agrupar a militantes provenientes del peronismo de izquierda, principalmente de la JTP y de diferentes vertientes marxistas. Cfr. Chaves: 2015; Gordillo, Sangrilli y Rodríguez: 2015 entre otros.
[51] Gordillo, 2016
[52] Entrevista a Rubén Daniele, Córdoba, noviembre de 2016.
[53] Entrevista a Ilda Bustos, Córdoba, agosto de 2015.
[54] Ibídem.
[55] Entrevista vía email con Juan Carlos Giuliani, Río Cuarto, 25/9/2017. Destaca que en diciembre 1998, mediante un plebiscito, el CISPREN decidió su afiliación a la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA).
[56] Ibídem.
[57] Solidaridad Socialista. A. III N° 100, 18/4/1985
[58] El Bancario. Órgano de prensa de la Asociación Bancaria Seccional Córdoba, I, 1, mayo de 1985.
[59] Volante del MUBO. Lista 1 Verde, diciembre de 1984
[60] La Voz del Interior, 13/01/85 p. 1 y p. 5.
[61] La Voz del Interior, 16/01/85 p. 7.
[62] El Bancario. Órgano de prensa de la Asociación Bancaria Seccional Córdoba, 2, 3, abril 1986.
[63] Baronetto señala: “...el peor peronismo era el de Córdoba […] ellos habían batido a los zurdos, nosotros teníamos bastante inserción previa de la JTP y ellos nos habían delatado...”, entrevista a Luis M. Baronetto, cit.
[64] El Bancario. Quincenario de la Asociación Bancaria Seccional Córdoba, 3, 31/8/1988.
[65] El Bancario. Quincenario de la Asociación Bancaria. Seccional Córdoba, 3, 31/8/1988.